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Una noche por minima

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Notas del capitulo:

 

Mi inspiración quien sabe donde se mete cuando la necesito, se escapa o a veces soy muy distraída para aprovecharla cuando la tengo… pero lenta continúo y nunca abandonare mis historias aunque me tarde XP, he aquí otro capi de esta historia…

 

 

Inocentes preguntas

 

 

Se sentía mal, muy mal, no solo por la resaca que le atormentaba en esos momentos a pesar de ya haber bebido algunas aspirinas, si no que también le invadía un dolor físico y espiritual, físico por que a pesar de no recordar lo que había hecho esa noche su cuerpo ya le estaba pasando factura, ya se imaginaba, aunque no quisiera, que es lo que habrían hecho ellos en el cuarto de copiadoras para que le doliera así el cuerpo, y mas en cierta parte donde la espalda pierde su nombre, y espiritual, ya que se sentía de cierta forma violado, se arrepentía de al menos no haberle dado un puñetazo al sujeto, pero supuso que el también había estado borracho, maldijo de nuevo al alcohol, se sentía fatal y esperaba que la aspirina que había tomado hace unos momentos surgiera efecto, más tarde tomaría algo más para aliviarse esa maldita migraña por completo, maldita cruda, maldito alcohol, maldito rubio y dolor que le había dejado en el trasero.

 

Se baño como pudo y se puso un camisón holgado para luego dirigirse a su cama, repaso lo que hizo al salir de ese cuarto dejando a un rubio desnudo.

 

Al salir del cuarto donde había despertado encontrándose junto al rubio se sintió de cierta manera aliviado pero su frustración no desaparecía, de repente una sensación asfixiante lo invadió, necesitaba salir y lo necesitaba ahora, casi corriendo cruzo los pasillos de aquel edificio para encontrar la salida mas cercana para buscar su carro, dándose cuenta en el proceso que la fiesta ya había acabado ya que todo el edificio se encontraba desierto, aun descalzo y algo alterado la encontró, su camioneta negra, como pudo se subió en el asiento de piloto sin evitar notar las claras consecuencias de esa noche, ya que aun el cielo estaba oscuro con apenas unas estrellas, al sentarse sintió un enorme dolor punzante que le atravesó toda la espina dorsal, un dolor jamás sentido antes y que jamás quisiera experimentar de nuevo, quería llorar, quería gritar, estaba muy confundido y para que negarlo, también asustado, pero se ordeno a si mismo serenarse, controlarse de alguna manera y encontrar en alguna parte la fortaleza que se encontraba extraviada en esos momentos, arranco la camioneta, piso el acelerador e ignoro mas de una vez algún semáforo o alto que se le cruzara en su camino, lo que quería era llegar a casa lo antes posible y las calles estaban desiertas como para que alguien le pudiera reprochar algo, solo dejo de pisar el acelerador cuando estuvo en su casa, bajo de la camioneta y se adentro a su hogar procurando hacer el menor ruido posible, y así llego a su cuarto, se metió a su baño y empezó a llenar la tina de agua tibia.

 

Si, eso es lo que había hecho, y pensándolo ya un poco parecía que había huido, ¿de qué?, no sabía y no quería pensar en eso, lo que quería era dormir y olvidar todo, ya no quería pensar.

 

 

Escuchando al perro del vecino se despertó con unas enormes ganas de estrangularlo, para ser un animal tan pequeño hacia mucho escándalo, aunque ya había descansado algo deseaba seguir durmiendo, aun le dolía un poco la cabeza y estaba cansado, pero al parecer no cumpliría su deseo.

 

-¡¡PAPI!!- se escucho la alegre voz de una de sus hijas que sin previo aviso había entrado en su cuarto y saltado encima de él, que seguía acostado en la cama y ante el repentino acto de su hija casi se había quedado sin aire.

 

-Soni… me aplastas- apenas logro articular cuando pudo recuperar un poco el aliento, la que la había aplastado era Sonia, su pequeña Soni, su segunda hija.

 

-jejeje perdón papi- rió la pequeña de no mas de 8 años, esa era su Soni, alegre y traviesa, aunque también algo brusca en algunas ocasiones como esa –llegaste algo tarde anoche papi- le dijo la pequeña, ella ya se había dormido cuando este había llegado, Soni tenia la costumbre de esperarlo para que le contara un cuento junto a sus hermanitos, pero este no había llegado y se quedo dormida con la luz de su lamparita de noche encendida.

 

-Si, así es cariño, perdón- le dijo incorporando en la cama y acaricio los cabellos negros de su pequeña, se le había olvidado por completo llegar temprano para seguir leyendo a sus hijos más pequeños el cuento de El principito, otra cosa mala que había causado esa noche.

 

-No hay problema papi, pero que no vuelva a suceder- le dijo dando un salto para bajarse de la cama, ya que esta era algo alta para ella -Ha, es verdad, se me olvidaba decirte algo, mi hermana dijo que si podías recogerla a las 12:00-

 

Ahora que lo recordaba su hija mayor, Andrea, le había pedido permiso de ir a dormir a la casa de su mejor amiga, miro el reloj de su mesita de noche, las 8:45 a.m., aun faltaba mucho para recoger a su hija, al menos ya tenia cosas para que distraerse en ese día.

 

-Soni, ya esta listo tu desayuno, buenos días señor- dijo desde la entrada del cuarto una mujer algo llenita y de cabellos café oscuro recogidos en una trenza, tenia puesto un delantal rosa, una falda gris y una camisa blanca, era Rosario, el ama de llaves de la casa.

 

-Buenos días- devolvió el saludo a la mujer, la cual le sonrío amablemente, esta mujer era como parte de la familia desde ya hacia barios años desde que su esposa la había contratado, atenta y servicial, como también una buena amiga.

 

-¿Qué desea para desayunar señor?-

 

-Un café negro, muy negro y unos huevos estrellados por favor-

 

-De acuerdo- después de escuchar la respuesta el ama de llaves se retiro a la cocina para preparar seguir preparando el desayuno y vigilar a los niños mas pequeños que se encontraban en la sala en esos momentos viendo la tele.

 

-Papi, ¿te podremos acompañar a recoger a mi hermana?- le pregunto su hija ya estando parada junto a la puerta dispuesta a seguir a Rosario.

 

-Claro, Soni- le contesto parándose de la cama notando que aun le dolía un poco el cuerpo, decidió no pensar en la causa de ello y solo concentrarse en cambiarse y bajar a desayunar con su familia.

 

En el modesto comedor ya se encontraba su pequeña Sonia con sus otros dos hermanitos, Damian y Diana, de cinco años, eran mellizos, sus dos angelitos, de sus hijos estos eran los más tranquilos; Sonia con sus 8 años estaba llena de energía, tenia el cabello castaño oscuro que le llegaba a los hombros, ojos café claro, como los de su madre, era la del medio; Andrea, de 12 años, entrando a la adolescencia apenas, delgada y realmente bonita, y no solo lo decía por ser su hija, a pesar de ser aun muy joven tenia bonita figura, su piel ligeramente bronceada combinaba con sus largos cabellos oscuros como los de su hermana, de sus hijos era la única que había heredado sus ojos, una chica alegre pero con un carácter que era mejor no hacer explotar; Damian y Diana, los bebés de la casa, Diana de cabellos negros, de sus hijas era la que mas se parecía a su mamá, de ojos cafés al igual que su hermano, este de cabello castaño claro, era el mas callado y calmado de la familia, y aunque su hermana también era algo tímida, hablaba mas que su hermano.

 

-Buenos días niños- saludo a sus pequeños sentándose en una de las sillas mientras que Rosario le servia el desayuno.

 

-Hola papi- saludaron los tres al unísono dejando por un segundo su comida.

 

El desayuno fue tranquilo y con una pequeña plática amena con sus hijas, y después de este, como le había dicho a Sonia, se preparo para ir a recoger a su hija mayor, la cual se encontraría seguramente algo molesta porque al mirar su reloj vio que tenia una hora de retraso, todo por que Diana se había ensuciado en el desayuno y no quería meterse a bañar, caso que tomo su tiempo solucionar, fuera de eso no había habido contratiempo alguno, por lo que ya todos estaban en el carro ya por la mitad del camino para poder llegar por su hija.

 

-¿Qué te pico en el cuello?- pregunto su pequeña Sonia en el asiento de copiloto del carro ya después de un rato.

 

-¿Por qué hija?- dijo algo extrañado ante esta pregunta.

 

-Tienes algunas manchas en tu cuello papi- dijo inocentemente la pequeña, ignorante de que aquellas marcas eran chupetones en el cuello de su padre que se había quedado en blanco ante el comentario de su pequeña y verse en el espejo retrovisor, encontrando pequeñas marcas rojizas al lado de su cuello.

 

-He… si, al parecer deje un poco abierta la ventana de la oficina y se metieron unos mosquitos, unos muy molestos mosquitos- dijo como respuesta, una mentirilla blanca que le había salvado de contarle una molestosa verdad y que dejaría saciada de curiosidad a su hija.

 

-Debieron ser unos muy grandes-

 

-Si hija- estaba que se moria de la pena, en ese mismo instante se juro asi mismo no volver a beber tanto alcohol en su vida.

 

-¿Y los mataste?-

 

-No, lastimosamente no- ese momento si que era incomodo para él, y rezaba por que su hija mayor también se creyera que unos mosquitos lo habían atacado en vez de otra cosa, en esos momentos se arrepentía de no haberle golpeado aunque hubiera sido una vez a ese rubio, al menos deseaba que tuviera un momento incomodo como el suyo.

 

 

 

 

Miraba su tasa de café entre sus manos, humeante y con un delicioso aroma, pero aun así no le había tomado ni siquiera un pequeño sorbo, su mente estaba concentrada en otra cosa que lo mantenía absorto desde que había llegado a su departamento, específicamente en el arquitecto de bonitos ojos y el encuentro algo escabroso que habían tenido esa noche y el despertar en la oficina de copias, como hombre con experiencia de borracheras, había creado ciertas inmunidades o resistencias a ella, como el hecho de que la cruda se le pasara pronto o que las lagunas mentales no le duraban mucho tiempo, y en esos momentos no sabia si agradecer aquello o no.

 

Miro lo que estaba sobre la mesa de su cocina, ¿Por qué rayos se los había traído?, tal vez estaba un poco mas loco de lo que creía estar y las imágenes del apasionante encuentro entre él y el arquitecto cada vez se volvían mas y mas claras aunque quisiera evitarlo, su cuerpo desnudo, lo bien que se había sentido su piel rozar la suya, cierta parte de su conciencia lo golpeo de repente, el sabia que Jorge había estado mas borracho que él cuando todo eso había empezado, él también estaba borracho, pero al menos tenia mas conciencia de lo que estaba haciéndole a aquel hombre, y cierto sabor amargo, que no era del café, ya que ni siquiera lo había tomado, le hizo sentir muy incomodo, culpa, cosa que no había sentido desde hacia mucho.

 

Su mirada se volvió de nuevo al objeto sobre la mesa, y no, no a la tasa de café que ya se estaba enfriando, de nuevo los recuerdos golpearon su mente, los jadeos de aquel hombre combinados con los suyos, su cara que se veía sonrojada por el alcohol y la excitación, que podía apreciar todo gracias a la poca luz que les llegaba, pero que era suficiente para ver lo hermoso que era ese hombre con el cuerpo ya con una delgada capa de sudor que hacia parecer que brillara.

 

Tomo el objeto de su atención desde hacia barios minutos, sintiendo la textura suave de una tela entre sus dedos, y sin pensarlo mucho se lo acerco a su rostro, olía a él, haciendo mas vivos los recuerdos y sensaciones que pasaban por su mente logrando excitarlo mas, ya le dolía, y ya conociendo la mejor forma de hacer que le dejara de doler procedió a desabrocharse el pantalón y atender su miembro con una mano, mientras la otra seguía sosteniendo la prenda del dueño de su fantasía, recordó lo delicioso de sus labios, sazonados con un toque de alcohol, lo suave de su piel y lo exquisito que sabia cuando se tomo la libertad de probar su cuello, suave y algo salado por el sudor, y lo delicioso de sentirse dentro de aquel cuerpo, caliente, apretado y enormemente placentero, masajeo con fuerza su ya erecto miembro, bombeándolo de arriba abajo recordando como se había movido adentro y junto a aquel hombre, y sin previo aviso como la vez que poseyó aquel cuerpo llego al clímax, pero esta vez descargándose en su mano y no en ese delicioso cuerpo en el que se tomaba la libertad de decir que había sido su dueño por al menos una noche, una muy placentera noche.

 

-Genial, ahora soy un enfermo pervertido…- algo jadeante se recargo en el respaldo de su silla, pareciéndole algo increíble lo que había acabado de hacer, masturbarse con el vivo recuerdo de aquel lindo arquitecto oliendo sus boxers que había encontrado por casualidad en la oficina cuando buscaba su ropa, algo nuevo para añadir a su lista de perversiones -aunque tengo que admitir que ese hombre es uno de lo mas deliciosos manjares que he probado- perdió su mirada en el techo, le gustaría verlo de nuevo pronto y probarlo nuevamente, aunque sabia que eso segundo no seria posible, aunque no perdía nada con desearlo.

Notas finales:

se acepta criticas y sugerencias...


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