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Mariposas en el estómago por chibiichigo

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Notas del capitulo:

Espero que les guste. Por cuestiones que mencionaré en mis notas finales y contrario a todas las expectativas, éste no es el capítulo donde se acaba esta historia.

 Acto IV. Capullo

 

Cuando levantó la cabeza y miró en el calendario que era jueves no sintió mariposas en el estómago. Es más, no sentía absolutamente nada además de ansiedad por tener el contrato firmado por Madara Uchiha entre sus manos; eso solucionaría sus problemas más apremiantes y le permitiría volver a dormir ocho horas ininterrumpidas. O seis. O cuatro. O las que fueran, pero sin la espantosa tensión de ser responsable por la estabilidad laboral de decenas de familias.

A estas alturas de la vida, lo que menos figuraba en su lista de preocupaciones era tener que lidiar con la familia Uchiha, aunque debía aceptar que realmente no le interesaba toparse con Sasuke—es más, si podía evitarlo, mejor—; tenía trabajo rezagado y necesitaba concentrarse en él. Toda la semana había estado abstraído en sus recuerdos y más de una vez se había sorprendido a sí mismo pensando en qué habría pasado si se hubiese quedado más tiempo aquélla noche de viernes. No, idiota y mil veces idiota, se reprendió mentalmente y regresó a su papeleo.

No era que le interesase en absoluto revivir hechos que todavía le parecían incómodos y carentes de sentido, pero conforme los días se sucedían comenzaba a dudar si todos los eventos de la semana habrían sido exagerados por su imaginación—ésa que muchas veces juraba no poseer—. Era ésa la única explicación más o menos coherente… Había tenido algún arranque de locura y sacado las cosas de contexto, cual erotómano. Aquella respuesta no le satisfacía ni lo dejaba bien parado pero, siendo sinceros, ¿cuándo había sido la última vez que sostuvo relaciones con alguien? Meses, posiblemente más de un año.

Se sintió súbitamente abrumado por su recién descubierta estupidez. Si sus temores eran ciertos y toda la extensa novela mental que había desarrollado a lo largo de los días era cierta, había quedado como un imbécil en la cafetería. Tal vez incluso le habría dado la impresión de estar loco al sobrino de Madara Uchiha y no se le ocurría nada que pudiese afectar más sus planes. Pero no había exagerado lo del intento de beso, estaba seguro. Eso sí había pasado tal y como su cerebro se empeñaba en recordarle…

—Matsuri, tráeme por favor una taza de café—pidió por el interfono a su secretaria sólo por hacer algo que no fuera ahogarse en sus tribulaciones internas.

Había caído en la odiosa y asquerosa práctica de pedirle a la chica que le diera de ese líquido extraño y posiblemente venenoso que se preparaba en la cafetera de la oficina. Era un menjurje con un característico olor a cesto de ropa sucia que pretendía imitar al café y que, por motivos que no comprendía se había vuelto bastante popular entre los despachos que conocía. Asco absoluto, pensó la primera vez que lo probó, justo después de considerar lavarse la boca con una lija para quitarte el regusto a miseria líquida, pero al final tuvo que ceder.  Todo por no poner un pie nuevamente en la cafetería donde había visto a Sasuke.

Recordar el momento en que el moreno lo encontró y él tuvo que zafarse lo llevó a otro tren de pensamientos, decididamente más desagradable que el anterior—que ya de por sí lo hacía sentir náuseas—. Lo que había ocurrido en ese lugar se sumaba a uno de sus poquísimos momentos de pánico absoluto; no había sabido cómo actuar. Se sintió como una presa a punto de ser comida por algún animal de colmillos afilados y su primer impulso fue el de escapar y ponerse a salvo; pero, ¿a salvo de qué? Su primera respuesta lógica fue “Sasuke Uchiha”, pero tuvo que recapacitar. No era el moreno quien lo incomodaba tanto, era su evidente desventaja y la sensación de ser tan vulnerable cuando se plantaba frente a él.

El tren de sus pensamientos se detuvo en seco al mirar la taza. ¡Eso que tenía frente a él era la alegoría perfecta a los ojos de Sasuke Uchiha! Asquerosos pero adictivos… por eso no podía dejar de pensarlos a cada descuido. Se odiaba por ello. Mucho. Casi tanto como odiaba tomarse ese remedo de café, que para colmo de males era descafeinado.

 

 

—¿Diga?—contestó el celular con el tono más neutro que pudo conseguir. Realmente no estaba de humor como para atender a nadie, menos si era de un número desconocido, pero tampoco se le iba a caer un trozo de lengua sólo por ser gentil. Además, pese a que dudaba que algún cliente potencial pudiese tener su número, no podía descartar la posibilidad.

¿Vino blanco o tinto?

—Creo que marcó a un número equivocado—Fue lo primero que atinó a decir tan pronto escuchó la voz de un hombre del otro lado de la línea.

No, eres justo la persona con quien quería hablar. ¿Tienes preferencia por alguna uva en especial?

—No…

Bien, te busco a las seis.

El interlocutor no esperó ninguna respuesta antes de colgar y dejó a Gaara con la pregunta en la boca. Sin embargo, comenzaba a sospechar quién era, aunque le parecía muy extraño que tuviera su número de celular. Ése pocas veces se lo daba a nadie.

 

 

Consideró varias veces salir antes de la oficina, pero la sola idea  de hacer una escena frente a sus empleados si el “interlocutor misterioso”—que estaba casi seguro de que se apellidaba Uchiha—se personaba, se lo impedía. Qué vergüenza le daría que alguien en la oficina se enterara de lo que había pasado en la cena de la semana pasada, o de que era homosexual. Bueno, eso último realmente no le molestaba tanto, sólo que no veía un motivo real como para ir contándole a la gente que le gustaban los hombres cuando no era asunto suyo. Cada quién hace de su culo una cometa.

Sintió un leve e inexplicable cosquilleo en la boca del estómago. Además de su bienestar social, debía aceptar que si no se había marchado era porque tenía curiosidad por lo que podría ocurrir. No se imaginaba, porque su imaginación siempre había estado un tanto atrofiada, qué podría orillar al moreno a buscarlo. Motivo real, para ser sinceros, no había. Y él era demasiado pragmático como para siquiera considerar que alguien iría a verlo nada más por su bello rostro…

Miró el movimiento de las manecillas del reloj dar las seis. En ese momento varios de sus empleados estarían apagando sus máquinas o buscando las llaves de sus autos para irse. Gaara terminó de escribir algunas notas con una calma tan exagerada que no logró más que exacerbar su nerviosismo. Decidió esperar unos minutos para apagar su computadora e ir al baño para refrescarse un poco. No, no era por la tentativa visita de nadie, era sólo por el placer de sentirse próximo al viernes.

A las seis y veinte prácticamente todos los trabajadores se habían ido, pero nadie había llegado a la oficina. ¡Y mucho menos cargando una botella de vino! Se sintió total y absolutamente estúpido, seguro alguien le había tomado el pelo…

Salió en dirección al estacionamiento con el humor totalmente descompuesto. Se había dejado engañar por algún idiota en el teléfono y había creado una elaborada historia mental sobre cómo era Sasuke Uchiha quien lo había llamado. Había sacado todas las cosas de contexto y exagerado un simple impulso de borrachera igual que como habrían hecho las protagonistas de los dramas adolescentes. ¡Seguramente el moreno ni siquiera se interesaba por él en lo más mínimo y ahora creía que estaba enfermo de la cabeza!

—Pensé que no vendrías.

Levantó la cabeza, sobresaltado. Ahí estaba Sasuke Uchiha con su porte soberbio e intocable, mirándolo como si lo estuviese pasando por rayos equis. Se sintió abrumado por ese súbito giro en el guión fatalista que existía en su mente y, a la vez, una pequeña chispa de orgullo brotó: No se había equivocado después de todo. Su ego se congratuló a sí mismo un par de segundos, antes de responder.

—Pensé que entrarías.

Algo que le gustaba mucho sobre  sí mismo, al grado de que lo consideraba una de sus virtudes más sobresalientes (por no decir, la única) era su carencia de expresión facial, que acompañaba a su voz grave y con pocas inflexiones. Era como una máscara que tenía puesta todo el tiempo y le evitaba los problemas al interactuar socialmente. Agradeció silenciosamente su habilidad.

Sasuke meneó la cabeza de un lado a otro.

—Supuse que sería incómodo para ti.

—Tenías razón—se sinceró, pero buscó rellenar la frase para que no pareciera tan hostil—. Pero nunca tan incómodo como recibir una llamada anónima al celular preguntándome si siento predilección por alguna uva.

El moreno enarcó una ceja y le mostró la botella de vino que tenía en la mano.

—Carménère, cosecha 2009. Es una sepa endémica de Chile; llegó por accidente  desde Francia, donde una extraña peste exterminó las cosechas durante el siglo XIX.

Gaara parpadeó, perplejo.

—Y, ¿por qué? No pareces el tipo de delincuente sexual que lleva vino a…—Se quedó callado. Si eso había sonado la mitad de mal que lo que lo hizo en su cabeza, la llevaba jodida.

—Entonces parezco delincuente sexual, ¿cierto?

—No—El taheño se corrigió rápidamente—. No pareces un delincuente sexual, sólo digo que si lo fueras… No, espera. ¡Argh! Tú entiendes.

Cerró los ojos y se llevó los dedos al puente de la nariz para ordenar sus ideas. O para rogarle a cualquier ente divino que se lo tragara la tierra y le ahorrase la humillación en ese momento. Se sintió como si el espíritu de Naruto, su amigo de la escuela, lo hubiese poseído de pronto. ¿Dónde se había quedado su cohesión supralingüística?

Escuchó al moreno soltar una ligera carcajada que tal vez podía haber sido un tosido o un carraspeo, no estaba seguro. Decidió que si pudiera elegir cuándo morir, ese momento estaría entre sus tres primeras opciones.

—No entiendo nada, pero da igual. Si en verdad creyeras que soy un sociópata, no estarías aquí de todas formas—Gaara asintió—. Como sea, me gustaría hablar contigo de algo.  ¿Te importaría si damos un paseo? Iremos a donde tú desees.

El pelirrojo estaba perplejo. Sabía en su corazón que no debería referirse a él con familiaridad puesto que no lo conocía realmente, pero ya habían vencido era barrera… Y que estaba a dos pasos de entrar en la boca del lobo.

Sintió al moreno impávido y escrutador frente a él. No lo mires a los ojos, no lo mires a los ojos, ¡mierda! Y en el momento en el que sus ojos encontraron a los del adusto hombre, supo que no importaba lo que ocurriera en ese encuentro tan extraño, él tenía un lugar reservado en el infierno.

—Bien—aceptó, antes de agregar a modo de nota precautoria—, pero no tengo mucho tiempo.

—A decir verdad, yo tampoco, pero quería verte—convino el otro, consiguiendo que el corazón de Gaara diera un vuelco—. Estuve meditando algo…

Se giró y comenzó a caminar en dirección a la esquina. El pelirrojo lo siguió, intrigado por lo que estaba ocurriéndole. Era muy extraño, pero todo su instinto asesino acumulado por días se esfumó tan pronto vio la figura del Uchiha.

—Correr riesgos es necesario de vez en cuando, ¿sabes? Bueno, es obvio que lo sabes… De otro modo no te habrías aventurado a asociarte con uno de los dragones empresariales de peor fama en Japón.

Gaara dudó un poco. Podía ser una trampa de Grupo Aoi o un intento por medir su fidelidad contractual. ¿En verdad Madara Uchiha sería capaz de algo así? No lo dudaba ni por un segundo. Bien se lo había dicho su padre, nadie nunca estaría tan desesperado como para confiar en un Uchiha. Pero…

—Una persona corre riesgos toda la vida. De lo contrario, nada pasaría—contestó, con convicción—. Nunca habríamos reabierto el comercio con el mundo exterior, no existirían grandes avances científicos y  Nintendo nunca se habría creado.

Malditos fueran sus referentes culturales tan poco intelectuales. Mierda, Gaara, arráncate la lengua a mordidas y desángrate durante cinco minutos hasta que mueras. No entendía qué le pasaba, por Dios que en el mundo real no era así de torpe.

—Ni Internet—convino Sasuke, con las manos en los bolsillos y un aspecto discretamente más relajado.

—Ni vino tinto con sepa carménère llevada a Chile por accidente.

—Tienes razón, benditos sean los riesgos—El moreno recuperó su porte adusto—. Eso me convence un poco más de que arriesgarme contigo es adecuado.

¿Qué le pasaba? ¿Por qué Sasuke tenía sus horrorosos y penetrantes ojos clavados en él, tenía alguna mancha en el rostro? ¡Argh! Seguro se había manchado con el aderezo de la ensalada que había pedido… Esas cosas no deberían venir en bolsitas cuyo abrefácil es una ironía. No, Gaara, no divagues, no divagues…

—Mañana deberías leer nuevamente la cláusula G9.23 párrafo 5 del contrato que vas a firmar. Tiene un error que puede ser capitalizado como laguna y terminaría mal para tu empresa.

Vio los ojos negros de Sasuke. No eran demasiado expresivos, pero tenían un brillo que no había visto antes en él. ¿Sinceridad? Era tan extraño que sólo sintió un vuelco en el estómago y se quedó en silencio.

—¿Cómo sabes eso?

—Porque yo fui quien sugirió la idea de hacerlo—¿Qué? Había algo profundamente retorcido con ese hombre. El pelirrojo se quedó congelado unos segundos, mientras la molestia brotaba desde el núcleo de su alma—Pero estuve pensando demasiado y decidí que no lo haré. Por eso vine a decírtelo.

—¿Y cómo puedo estar seguro de que me estás diciendo la verdad? Bien podrías estar tentando terreno para ver cómo me jodes la existencia.

—No es mi culpa que tu equipo legal sea tan inútil—contestó el moreno—. Pero te ofrezco un trato: Si mañana ves que lo que te digo es cierto, aceptarás tomarte una copa de este vino conmigo. Si no, dejaré de buscarte.

—No entiendo—Meditó el taheño—. Hablaste de riesgos y no veo ninguno.

—Estoy hablando con un riesgo. Si alguien sabe que vine a verte, perderé mi empleo. Si no me crees, perderé tu confianza. E incluso si llegáramos a compartir esta botella, podrías irte al terminar y no romperías el trato. Tú no pierdes nada con buscar la cláusula, yo acabo de echar toda la carne al asador. Piénsalo.

Dicho eso, se acercó al borde de asfalto y paró un taxi. Al subir, volvió a mostrar su botella, pero no comentó nada más.

 

Cuando Sasuke Uchiha se perdió de vista, no sintió mariposas en el estómago. Sólo la sensación de que, dentro de poco, algo cambiaría. 

Notas finales:

Necesito hacer catarsis. Realmente yo quería terminar este fic en tres capítulos. Se iba a llamar "Mariposas en tres actos", un nombre que encuentro muuuucho más bonito que el que tiene ahora. Pero para eso debía cumplir un requisito vital: Tener 3 capítulos (por eso se llaman actos). Cambié el nombre y ayer, por fin, terminé de escribir el que sería el capítulo 4 y final. Fallé.

Lo escribí y fue horrible. El peor capítulo que he hecho en muuuucho tiempo. Era obvio que necesitaba más espacio. Así que para medio rescatar esta historia, decidí que haré el capítulo final con un poco más de decoro. 

Como hoy empiezo clases (mi último semestre en la universidad. ¡yei!) y tengo trabajo atrasado (fuck my life) y todas esas cosas que pasan en la vida, no sé si pueda actualizar pronto. Pero lo acabaré. He dicho.

En noticias más agradables, la revista donde trabajo ganó una beca por casi 10,000 dólares y estoy muy feliz. He sido parte de ese proyecto 2 años y seré co-propietaria oficial en algunos meses. Lloro de alegría. 

En fin, muchas gracias a todos los que leyeron esta sección miscelánea. Apreciaría sus comentarios sobre la historia.

Abrazos,

c.


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