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Amo a un dragón por minima

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Notas del capitulo:

Ahora como el titulo lo indica, estos son algunos extras, cosa con la cual espero no traumar a nadie (no tengo dinero para pagar a psicólogos por daños a la moral o cosas así, no acepto demandas tampoco), y que les guste. Podría considerarse una continuación, en realidad si es eso, no más que son capítulos más cortos :D… algunos no tanto, curiosamente algunos de estos extras los escribí mucho antes de empezar el ultimo capitulo, lo cual indica mi falta de organización mmm espero que los disfruten momentos dulces, semi agrios, momentos graciosos es lo que espero que saboreen con esto :)

“PALABRAS”

Asco, aberración, bestialismo, monstruos, fenómenos… estas eran algunas palabras que lograba escuchar de los aldeanos cuando pensaban que no les ponían atención y pasaban por las calles de Berck, pero él las escuchaba con su agudo sentido e Hiccup también, aunque no todas.

Aun muchas palabras del lenguaje humano le eran extrañas, incomprensibles, pero esas palabras, aunque inentendibles para él, causaban un efecto insoportable para él en Hiccup, podía sentir su tristeza y malestar con esas palabras dichas en susurros, por esos tontos humanos que estaban vivos gracias a la persona a quien le dedicaban esas palabras y miradas indiscretas, porque sabía perfectamente que sin Hiccup no se hubiera atrevido a enfrentarse a ese tirano dragón o tan siquiera salvar a uno de esa especie o la suya propia, dragón o humano hubiera estado hecho cenizas en esos momentos si Hiccup no hubiera estado a su lado.

Definitivamente los humanos eran muy desagradecidos, y cuando los escuchaba y sentía un ligero cambio de humor en su todo, se volteaba y les dedicaba una mirada feroz, mostraba sus dientes incluso y amenazaba con atacarlos, solo se contenía porque a Hiccup le causaría problemas si uno de esos inútiles malagradecidos humanos terminara algo magullado por una que otra lección de su parte de respeto.

Aunque uno que otro de los dragones daba una que otra lección al comprender alguna de las palabras que le dedicaban al humano “héroe”, lo cual aunque no lo dijera abiertamente se los agradecía.

Era mejor estar ellos dos, solos y sin esos humanos molestos y sus palabras, y aunque era aún un poco deficiente con las palabras humanas, podía demostrarle a su todo con actos cuan especial era para él.

Un abrazo, es “yo te protegeré siempre”; una caricia, es “eres especial para mi”, una mirada entre ellos, “solo pienso en ti”; una lamida o un beso, “eres irremplazable” y “daría todo por ti”; con la entrega total, simplemente le demostraba que era su TODO.

No debían importar las palabras de los demás, solo que estaban el uno con el otro.
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“APETITO…”

Nunca se había caracterizado por tener buen diente, por así decirlo, desde pequeño había notado que no comía tanto como los demás, alguna vez escucho que por eso era tan delgado y pequeño, tal vez era verdad, pero no podía comer tanto como los demás, simplemente no le daba tanta hambre como para acabar con un jabalí entero o una docena de tazones de sopa.

Pero ahora era diferente.

-Un poco más… por favor, solo un poco más-

Sabía que las embarazadas presentaban síntomas que cambiaban su personalidad, para bien o para peor, algunas se volvían muy amables, otras se volvían muy sensibles o tenían cambios bruscos de temperamento, y algunas realmente eran de temer, no había nada peor a tratar que una vikinga malhumorada, más si se sentía insultada y peor y darle toque de gracia, que esta de un momento a otro estuviera alegre, al otro llorar y soltar agua de los ojos como cataratas y al segundo siguiente perseguirte como si fueras una presa de caza.

Otro efecto era el hambre, el aumento de apetito, comiendo más de lo normal para no solo saciar la propia hambre sino también para satisfacer la de la vida que se gestaba en el interior de sus vientres, y los hombres eran quien debían satisfacer esa hambre, sin importar a qué hora comenzaban a tener hambre o algún antojo, eso era un hecho, y para la diversión de los amigos del que tenía a su esposa embarazada, sufriendo los achaques de la gravidez de sus esposas.

Y ahora, aunque aún le costaba un poco aceptarlo, él era la esposa que sufría esos bochornosos achaques, y Praxedes era el padre de la creatura y por consecuente el esposo que tenía que lidiar penosamente con estos achaques.

Este hacia su mejor trabajo, y él también trataba de no causarle tantos problemas en esta travesía en la que estaban lidiando ambos, aunque había ocasiones en que no se las ponía tan tranquilo y sencillo; como la vez en que en medio de la noche tuvo un enorme antojo de venado, pero no había en casa y el gran comedor estaba cerrado, por lo que Praxedes fue directo al bosque para atrapar a uno y traerlo a la casa para cocinar, degollándolo, destazarlo y cocinarlo el solo como le había ensañado Hiccup porque el otro par de adultos dormían como muertos y no quería su ayuda; o la vez que se sintió muy triste porque vamos, un hombre, embarazado, era totalmente extraño, se sentía más fenómeno de lo que ya era antes, y las miradas que le dedicaba la gente al pasar, por muy héroe de Berck que era, no todos aceptaban su actual situación, y lo hacía sentir tan poco aceptado como antes o peor, y Praxedes, siempre sorprendiéndolo, lo consolaba, le abrazaba y se expresaba lo mejor posible para hacerle entender que él estaba ahí y que no debía preocuparse, y cuando creía que no lo veía les dedicaba una feroz mirada o todo aldeano que osara mirarlo mal.

-Claro- y aceptaba, siempre aceptaba, lo aceptaba a él y sus rarezas, desde el comienzo, y ahora aceptaba sus pedidos, aun cuando a veces el mismo se sorprendía de sus propios pedidos.

Como ahora, que estaba hambriento, una gula que parecía insaciable con cada día, incomoda, bochornosa, desesperante y que jamás imagino que tendría, siendo el alguien que jamás había llegado a esos extremos, que había descubierto solo gracias a Praxedes.

-Ah ah Prax, ya casi-

-Hi… Hiccup- y aceptaba, porque era su pareja, porque era su todo, y porque no le incomodaba satisfacer esas necesidades, siendo que disfrutaba tanto hacerlo sentir bien, sintiéndose unidos, reforzando su lazo, tantas veces como su cuerpo aguantare.

Y es que estaba hambriento de su Praxedes, de su cuerpo, de sentirlo dentro, de sentir esa unión tan especial entre ellos hecha carne, aprovechando cada oportunidad de privacidad y haciéndose más frecuente con cada día, y es que lo único que necesitaba para saciar este apetito era Praxedes.
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“NIDOS…”

Cuando el polluelo aprende a volar es cuando abandona el nido, ahí empieza su vida independiente hasta encontrar pareja y hacer un nido propio, repitiéndose el mismo proceso con sus polluelos.

Se supone que básicamente todas las creaturas en este mundo realizan este proceso, humanos y dragones no son la excepción, aunque hay algunas veces que es difícil dejar ir tan fácil con la ida del nido a los polluelos.

-¡No lo permitiré!-

-Papá, ya te lo he explique, además, se supone que es lo normal cuando… esto pasa-

-Ya sabes cómo se dice, los pájaros aprenden a volar y tienen polluelos al dejar el nido, bueno, tu polluelo se emparejo con un dragón y ya espera su polluelo-

-Tío Gob… por favor no ayudes, papá…-

-¡Ni crean que dejare que vivas con ese monstruo de Loki tú solo!-

Sip, estaba realmente histérico, era fácil de reconocer cuando su padre hacia la comparación del dios de las mentiras con su pareja.

-Papá…-

-Creo que ni mejor le dices lo que está haciendo tu pareja en estos momentos-

-¡Tío!-

-Gobber… que está haciendo esa creatura rastrera-

-Nada… bueno, quizás solo haciendo lo que cualquier pájaro hace al encontrar pareja-

“Nido”

-¿Dónde?-

Ni diez minutos habían pasado para que Hiccup al lado de un Praxedes mirando un tanto enfadado a su “suegro” destruyendo donde se encontraban a lo que había sido los cimientos del “nido” que estaba construyendo al estilo humano para mayor comodidad de su pareja.

-No entiendo a los humanos… ¿acaso no hice bien el nido como a los humanos les gusta?-

-Lo hiciste bien Prax, solo… papá esta aun… no se acostumbra del todo a la idea-

Praxedes gruño un poco mientras observaba a su “suegro” con el hacha en mano terminando de hacer astillas el ultimo poste que quedaba y pateaba las piedras de la base de la casa, esa bola de pelos y progenitor de su todo podía ser tan irritante, no le parecía racional o lógico el comportamiento de esa bola de pelos gritona y andante, su “suegro” lo detestaba, y era sentimiento reciproco.

Urgía que acabara hacer un nido propio, pero esa bola de pelos gritona no lo dejaba con esos arranques irracionales de furia y destrucción, a este ritmo lo acabaría hasta que su cachorro aprendiera a volar por sí solo.

-Está bien Prax, ya se acostumbrara a la idea tarde o temprano… creo-

Pero mientras estuviera junto a su todo, estaba bien, ya que los nidos no son solo las rocas o las cuevas en las que vives, al estilo humano o no, era donde estas con tu todo compartiendo sus existencias a plenitud.
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“ROPA”

La ropa era algo común entre los humanos, no para los dragones, los dragones no necesitaban telas o pieles sobre sus escamas, podían soportar fácilmente temperaturas extremas como era el frio del crudo invierno, o el calor dentro de un volcán, para protegerse no necesitaban escudos o cascos, o cueros gruesos sobre las pieles, ellos tenían escamas gruesas y duras, garras y dientes filosos, además de fuego.

Praxedes se había acostumbrado a usar algunas prendas humanas, mas por la sugerencia de Hiccup en un principio que por realmente viera necesario usarla, al menos solo eran esas cosas que llamaban pantalones, fáciles de poner y quitar después de tener un poco de practica, aunque a veces se le olvidaba quitárselos cuando se debía transformar rápidamente y terminaban hechos cenizas, lo cual significaba algunas veces sermones de su todo, lo cual no era un problema, aunque si esos sermones eran por parte de la cosa peluda que era el progenitor de su todo era otra cosa, por lo que trataba de evitar romperlos para evitar que de nuevo destrozaran la cocina por una de sus riñas, lo cual ponía triste a Hiccup y él no quería ser causante de su tristeza.

La ropa podía causar problemas, a pesar de ser pieles de animales muertos, y Praxedes no era la excepción.

-Me rehusó-

-Oh vamos muchacho, ya no podrás usar los mismos pantalones-

-Usare los de mi papá o los de tío Gob-

-¿Estás seguro?, esos no se cambian la ropa hasta que parece que se les ha muerto un animal en ellas-

-Ok, tal vez no-

Estaban en el comedor de la casa, una mujer había llegado con varias prendas de ropa, ya la conocía con anterioridad, era quien traía los dichosos pantalones para él cuando rompía varios, lo cual había logrado que esa mujer lo llamara “un buen cliente”, fuera lo que significara, esa mujer no le caía mal, era una de las pocas que no había mostrado repulsión o desaprobación por la relación entre el dragón y el joven vikingo.

Ahora como otros días traía nuevas prendas, no para el dragón en esta ocasión, sino para el joven vikingo, ¿Por qué?, en realidad no estaba seguro, aun no comprendía mucho de eso.

-¿No te gusta este tipo de ropa?- pregunto Praxedes metiéndose por fin a la conversación desde que esta había comenzado.

-No son lo que un hombre usaría en una situación normal-

Sobre la mesa, extendidas para que se vieran a detalle, algunas prendas se encontraban, de colores verdes, cafés y azules, no eran pantalones, ni chalecos o camisas, eran prendas que normalmente utilizaban las hembras humanas, de una sola pieza, largas y decoradas con algunas marcas con hilos o demás tela, la mujer, rubia y alta, sonreía con una mueca algo traviesa tratando de convencer a la próxima “madre” que aceptara las nuevas ropas para su comodidad, y claro, para nuevas ganancias para ella.

Hiccup sabía que tendría problemas en lo que se refería a su milagroso y mágico embarazo, aunque al detalle de la ropa no se le había pasado por la cabeza, hasta ahora, ya estaba empezando a engordar, no mucho, pero ya se notaba la curvatura en su estómago para su asombro y deleite de Praxedes, razón por la que en las noches en que descansaban juntos se desvelaba observando y sintiendo las vibraciones de su bebé aun no nato, le parecía impresionante que en ese aspecto el dragón fuera más sensible que él, siendo capaz de percibirlo mejor que él siendo el quien lo llevara en su interior, él sentía cosas leves, mientras que el dragón describía lo que sentía como cosas asombrosas, tal vez como conforme los meses pasaran podría sentir más intensamente a su bebé.

Ahora, regresando al tema de la ropa, realmente no quería usar vestidos, era un hombre, embarazado, pero hombre a fin de cuentas, usar esa clase de ropas era excesivo, pero admitía que algunas de sus prendas ya le empezaban a apretar un poco.

Aunque usar la ropa de su padre o tío había pasado por su mente, realmente no veía muy atractiva la idea, era verdad lo que decía la costurera, esos dos si pudieran jamás cambiarían de ropas, y cuando le tocaba limpiarla era casi un envenenamiento por gases nocivos, por eso les insistía que se cambiaran de ropas si ya estaban socias y roídas.

¿Y si mandaba hacer nuevos pantalones a su medida?, pero tendría que mandarlos hacer cada cierto tiempo por el crecimiento de su vientre al pasar los meses, lo cual sería un gasto excesivo, otra opción más conveniente eran esos vestidos.

-Tú sabes que no puedes andar desnudo-

¿Desnudo?, Hiccup no se veía para nada mal desnudo, le gustaba tenerlo así entre sus brazos cuando se unían, dormían y despertaban juntos, era lo mejor… pero… ¿todo el tiempo desnudo?... ¿con otros viendo a SU Hiccup desnudo? ¡NO!, la sola idea de que alguien más observara el cuerpo de su todo en todo su esplendor era una de las ideas más desagradables que le podían pasar por su mente, de por si no podía evitar gruñir un poco cuando los curanderos se dedicaban a revisar a su todo, quien sabe cómoreaccionaría cuando alguien osara verlo más de lo debido.

Mal, mal, mal, no podía dejar a su todo sin ropa.

-¿Cuántos de estos se pueden obtener?- pregunto Praxedes tomando uno de los vestidos, el verde, ese color siempre le quedaba muy bien a Hiccup.

-¡¿He?! ¿Praxedes que se te ocurre?-

-Los que quieras mi buen cliente-

-Entonces que sean los necesarios-

Esa misma noche…

-¿Qué es esto?-

-Ropa-

-Ya sé que es ropa, ¿Por qué hay tanta?, ¿Por qué solo vestidos?-

-Para no andar desnudo-

-Ya se para que se usa-

-¿Entonces para que preguntas?-

Esa conversación amenazaba con ser una nueva discusión, antes de que ocurriera Hiccup decidió intervenir.

-Papá, estas prendas son… para mí-

-¡¿QUÉ?!- el grito resonó por toda la casa, ya presentía su hijo que reaccionaria de esa manera.

-Tranquilízate, necesitare ropa nueva cuando me crezca el estómago por el embarazo-

-Pero… ¿vestidos?-

Era lo mismo que él se preguntaba, pero Praxedes podía ser muy convincente cuando se lo proponía, y más cuando ponía esos ojos suplicantes alegando que no quería que otros lo vieran desnudo, la costurera no paro de reír hasta después de media hora después de decir eso.

-Es más económico y fácil usar esto que mandar hacer pantalones cada cierto tiempo-

-¿Vestidos?-

-Sí, papá, vestidos, velo que es como una camisa pero mucho más grande y larga-

-Creo que necesito un trago- se sentó en la silla al lado de la mesa donde toda la ropa nueva se encontraba, estas cosas eran de lo más raras, estas situaciones desde el descubierto embarazo lo ponía de nervios.

Su padre no había reaccionado tan mal, tal vez ya se estaba resignando a este tipo de cosas, ¿pero que se podía esperar cuando te emparejas con un dragón y que mágicamente te embarazas?, cosas impredecibles, muy impredecibles.

-Yo creo que te queda el verde- dijo Praxedes rompiendo el silencio y ganándose una mirada desaprobatoria de Stoick el grande, algo le decía que toda la culpa la tenía ese dragón.


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