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Modelo solitario por Fullbuster

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Kise Ryota


 


Si antes la situación estaba mal… ahora estaba peor. Ni siquiera entendía cómo mi padre se podía haber enterado del partido, era posible que al no encontrarme por ningún lado ni poder localizarme hubiera ido al instituto con la esperanza que estuviera allí estudiando en la biblioteca y se hubiera cruzado de casualidad por el pabellón de deportes sorprendido por el escándalo que habría allí, todos los alumnos estaban allí concentrados viendo el partido. Era lo único que se me ocurría y él no había querido contarme nada, de hecho me hablaba lo imprescindible y necesario, nada más.


Desde aquel partido, no me había dejado salir y me habría gustado decir que no me dejaba salir de casa… no me dejaba salir ni del cuarto. Hasta me subía la comida a la habitación y gracias a Dios… me dejaba salir al baño. Era una tortura estar aquí encerrado sin hacer nada. Creí que se le pasaría, el partido fue el sábado y el domingo estuve recluido, hasta se había llevado mi móvil para mantenerme incomunicado. Creo que no le gustó que le dijera que tenía novio, lo que para mí era una buena noticia para él no lo fue en absoluto, lo veía como un impedimento y una distracción absoluta a mi carrera de modelo, pese a que yo no quería seguir trabajando en ese mundo.


Al despertarme aquella mañana de lunes sonreí, por lo menos saldría de casa para ir al instituto. Puede que me quitase el móvil y que no pudiera contactar con Aomine pero no podía impedir que lo viera en el instituto. Me levanté con rapidez y me dirigí al armario buscando el uniforme. Nunca antes me había vestido tan rápido ni estaba tan entusiasmado con ir a clases como lo estaba hoy pero cuando fui a salir del cuarto, mi padre me lo impidió con su ronca voz. Fue abrir la puerta y encontrarle de frente a mí mirando con sorpresa mi uniforme.


- ¿Dónde crees que vas? – me preguntó.


- Pues… a clase – le dije.


- De eso nada, ya no irás a clase. De hecho voy a salir ahora mismo hacia tu instituto y voy a desapuntarte. Luego iré a buscar un nuevo contrato para ti, no quiero que estés en casa sin hacer nada.


- Pero… no puedes quitarme del instituto – le dije sorprendido y enfadado.


- Kise… el instituto y los estudios es para gente que busca un trabajo en el futuro, pero tú ya tienes uno.


- No quiero hacer eso el resto de mi vida, además… tú mejor que nadie sabes que la carrera para un modelo es muy corta, en cuanto empiece a ser más adulto contratarán a gente más joven que yo.


- A ti aún te quedan muchos años para pasar a la reserva así que no me sirven tus excusas. Entra de nuevo en tu habitación y haz lo que quieras pero de esta casa no saldrás excepto de mi lado y para ir a algún trabajo ¿Queda claro?


- Clarísimo – le dije enfadado cerrando la puerta en sus narices y recostándome en la cama.


Escuchaba los ruidos que hacía mi padre por la planta baja, seguramente estaría desayunando o preparando algo, también le escuchaba hablar por teléfono con numerables representantes intentando concertarme alguna cita o algún nuevo trabajo. Yo no podía dejar de mirar hacia la pared pesando en qué haría Aomine ahora mismo. Me giré para ver el reloj en la mesilla, tendría que estar de camino a clase y al oír la puerta de la calle, me levanté para acercarme a la ventana y observar como mi padre subía en el coche y se marchaba.


Toda la casa para mí. Pensé cuánta gente desearía poder tener la casa para él solo, poder saltarse las clases, no tener que ir al instituto, se habrían vuelto todos a la cama a seguir durmiendo y… ¿Qué hacía yo? Salir corriendo hacia la puerta principal bajando las escaleras de dos en dos y tratar de abrir la puerta para irme. Claro que mi padre se había ocupado de cerrarle.


Tuve que buscar las llaves, porque también me había quitado las llaves de casa. Como ahora decía que saldríamos siempre juntos de casa y no iba a perderme de vista, con un juego de llaves era suficiente. Yo sabía que tenía que estar en algún lado mi juego de llaves, debería haberlas escondido si es que no era capaz de habérselas llevado con él. ¿Cómo podía dejarme aquí encerrado? ¿Y si había un incendio? ¿Cómo saldría sin llaves?


Miré las ventanas pero todas tenían barrotes, así que era imposible salir. Quizá desde la de mi habitación, la segunda planta no tenía rejas en las ventanas así que subí con rapidez, también fue imposible, tenía vértigo y sólo de asomarme me mareé al momento teniendo que apartarme.


- Vale Kise… cálmate, tiene que haber una forma de contactar con Aomine – me repetí y entonces recordé el teléfono.


Tarde casi toda la mañana para encontrar mi móvil entre las cosas de mi padre. Para colmo tenía que tener un gran cuidado para que no descubriera que había tocado sus cosas, así que intenté hacer el menor destrozo posible por su armario y la habitación. Cuando conseguí encontrarlo… estaba desmontado, la batería rota y la tarjeta cortada por la mitad, inservible completamente.


Pensé en el teléfono de casa, la línea fija tenía que servir. A veces era realmente idiota, podía haber pensado en esa idea antes de perder toda la mañana buscando un móvil que estaba claro que mi padre se había ocupado de inutilizar. Cogí el teléfono fijo entre mis manos sintiendo ese pitido, al menos daba señal, no había cortado la luz ni la línea telefónica. Fui a marcar y me quedé en blanco. Mis dedos temblaron y es que no me sabía su número de teléfono, siempre estaba en marcación rápida del móvil, no se me ocurrió memorizarlo. Tenía un cinco en algún lado y sabía que había visto algún uno pero no me sabía el resto de números, no me sabía la combinación correcta y las lágrimas empezaron a brotar de mis ojos cayendo encima de las teclas.


¿Cómo era posible que no me hubiera acordado de memorizarlo conociendo a mi padre? Me llevé la mano a los ojos tratando de limpiarme las lágrimas pero los sollozos empezaron a aparecer enseguida y pese a tener aún el audífono en la oreja sin poder soltarlo, no podía dejar de llorar y recordarme lo imbécil que era por no acordarme de algo tan simple.


 Me marché a mi cuarto desolado y lloré en la cama, no había nada más que pudiera hacer y mi ánimo decaía cada vez más. Estaba atrapado en esta vida, estaba atrapado en el fabuloso mundo de las expectativas de mi padre y no podía hacer absolutamente nada para cambiarlo. Ya no tenía fuerzas para seguir luchando frente a él. ¿Debía rendirme? Pensé que si debía seguir luchando contra él necesitaría una señal y nada llegó, esperé esa maldita señal que me dijera un “no te rindas” y nada parecía suceder.


Ya estaba cerrando los ojos por el agotamiento cuando un golpe en la ventana me asustó. Creí que el cambio de frío a calor habría podido romper el cristal pero no, un segundo ruido idéntico al primero me hizo levantarme para ir a comprobar la ventana y cuando la abrí, menos mal que me aparté porque una piedra cayó sobre el suelo de mi habitación. Me asomé para ver a Aomine abajo con cara de niño malo con piedras en su mano y sonreí al escucharle.


- Lo siento, no pensé que abrirías. ¿Te he dado?


- No de milagro – le dije intentando sonreír y es que él siempre me hacía sonreír.


- ¿Qué tal si me abres?


- Ya me gustaría, mi padre me tiene encerrado, no tengo llaves, ni teléfono… y al parecer me ha quitado del instituto.


- Lo sé, lo dijeron hoy en clases, por eso me he saltado las últimas clases y aquí estoy, no es divertido asistir a esas aburridas y monótonas clases cuando no tengo al modelo delante para admirar su cuerpazo y divertirme gastándole bromas.


- Ya… - le dije sonriendo – Eres un pervertido.


- Abre bien esa ventana porque voy a subir.


- ¿Estás loco? ¿Quieres matarte?


- Morir intentando estar contigo me parece una buena forma – me dijo empezando a trepar por el árbol frente a mi ventana.


Estaba preocupado por él, verle subir por ese árbol en parte era emocionante porque nadie había hecho algo así por mí pero por otra parte… tenía miedo que le pudiera pasar algo. Cuando llegó a la cima pasó por una de las ramas hasta el tejadillo bajo mi ventana y subió por él hasta alcanzar el marco de la ventana y entrar.


Ni siquiera me dejó decirle algo, antes incluso de entrar, ya haciendo fuerza con los brazos para subir hacia la ventana, lo primero que hizo fue unir sus labios a los míos y sonreír.


- Qué guapo estás por las mañanas – me dijo entrando finalmente por la ventana.


- Eres un zalamero.


- Es cierto. ¿Tardará mucho tu padre en volver?


- Es posible – comenté – ha ido a buscar otro contrato para trabajar. Por cierto, voy a necesitar tu número de teléfono, mi padre me ha dejado incomunicado.


- Claro, dame un papel y un bolígrafo, te lo apuntaré.


Le pasé un bolígrafo a Aomine por encima del hombro y observé como escribía su número en un papel del escritorio. Toqué con las yemas de mis dedos su nuca provocando en él un escalofrío y una sonrisa.


- ¿Qué haces? – preguntó sonriendo.


- Provocarte – le dije sonriendo besando su cuello con sensualidad.


- No lo hagas, sabes que contigo me cuesta mucho aguantarme.


- Entonces no te aguantes – comenté.


- ¿Y si viene tu padre?


- Tardará en venir, además… eres mi novio, debería darse cuenta que quiero estar contigo – dije lamiéndole y dando leves mordiscos en su oreja hasta que no aguantó más y se giró devorando mi boca con pasión.


Tenía tanta fuerza y tantas ganas de tenerme de nuevo que pasó sus manos por mi cintura girándome y dejándome contra la mesa del escritorio. Colocó sus manos bajo mis nalgas impulsándome para subirme encima de la mesa sin dejar de besarme mientras se quitaba la camiseta con rapidez lanzándola encima de la cama.


Su lengua jugaba con la mía silenciando mis gemidos. Sentía la presión de sus labios sobre los míos tratando de evitar sonreír pero es que con Aomine… era imposible no sentirse feliz. Era tan impulsivo y se le provocaba tan fácilmente para el sexo que sencillamente… me encantaba que fuera así. Iba a desabrocharme la camisa cuando ni me dejó hacerlo, tiró de cada parte rompiendo los botones y quitándola a lo bestia tal y como era él, aquello aún me hizo reír más justo antes de empezar a gemir sintiendo como tocaba mis pezones.


Sus dedos entraron con rapidez en mi boca pidiéndome que los lamiera y lo hice con toda la seducción que pude sacar mientras Aomine sonreía y me bajaba el pantalón junto a la ropa interior. Introdujo sus dedos en mí con calma moviéndolos de dentro hacia fuera tratando de dilatarme mientras volvía a besarme y yo aprovechaba para bajarle el pantalón y jugar con su miembro. Aomine estaba excitado pero para mí no era suficiente, así que acabé bajando de la mesa arrodillándome frente a él y metiendo su miembro en mi boca para sacarle aquellos jadeos tan varoniles que él tenía.


Entró en mí en cuanto estuvo y es que sonriendo… me comentó que si seguía, acabaría por no entrar y no quería eso, él jamás quería dejarme a mí sin complacer. Era tan posesivo, a veces muy celoso pero a la vez era muy tierno, dulce y comprensivo, poca gente podía llegar hasta el verdadero corazón del capitán del equipo de baloncesto.


Sonreí al escucharle decir aquellas palabras, supe que me amaba, que siempre sería suyo como él era mío y cuando entró en mí al subirme de nuevo a la mesa, me agarré a su cuello con fuerza sintiendo sus embestidas dentro de mí, sintiendo su acelerada respiración, sintiendo como gemía por el placer que sólo yo le ofrecía.


Terminó en mí y me habría gustado que se quedase allí para el resto de la vida, conmigo… pero al escuchar la puerta de fuera, no nos quedó más remedio que salir corriendo a buscar la ropa y mientras yo me vestía, Aomine se subía los pantalones y se llevaba la camiseta sin poner dirección a la ventana. Salió por ella y yo cerré las cortinas evitando que le viera mi padre mientras me metía en la cama y me hacía el dormido.


Sentí la puerta abrirse y seguí inmóvil hasta que escuché como cerraba al darse cuenta que estaba aquí dentro. No volví a verle hasta la cena.


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