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Reemplazando a mi hermana por Fullbuster

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Naruto miraba el techo de la habitación mientras dejaba que Sasuke acariciase con las yemas de sus dedos la palma de su mano. Poca gente había llegado tan lejos con él como para saber sus gustos, ahora ahí estaba frente a Sasuke demostrándole todo lo que le gustaba. Había sido un chico extraño desde pequeño, le gustaban las cosas poco corrientes y entre ellas, que le acariciaran las manos como ahora lo hacía su esposo.


- Deberíamos salir a cenar con los demás – escuchó a Sasuke.


- Sí, lo sé pero…


- ¿Pero?


- Me apetecía quedarme un rato más a tu lado.


- Tendremos toda la noche, Naruto. No es conveniente salir con esta oscuridad y sin saber dónde estará Pain.


- ¿Crees que estaremos a salvo aquí?


- No sospechará que hemos entrado en territorio enemigo, tranquilo, sería el último lugar en el que nos buscaría.


- Es el territorio de su tío. Quizá pensó lo mismo que nosotros, que estaría a salvo aquí.


- Es posible, pero su tío no estará aquí para salvarlo, la capital está lejos de la frontera y Pain sabe que su tío gobierna con mano dura, ningún aldeano querría ayudarles. No podría caminar sin ser descubierto hasta la capital. No se arriesgaría a que los aldeanos puedan reconocerle y le linchen.


- Tienes razón, sería una locura entrar en un territorio en el que no eres bienvenido.


- Salgamos a cenar algo.


Ambos chicos se vistieron y salieron a cenar con el resto de la familia que estaba colocando la mesa. No sabían muy bien cómo reaccionar pero era algo normal, nunca habían estado frente a alguien de tan alto título y allí estaba el príncipe del Reino del fuego y el supuesto heredero de la familia Namikaze.


Tras la cena, toda la familia se marchó a dormir. Todos debían trabajar el campo y Sasuke y Naruto… debían marcharse de nuevo al palacio. Sasuke quería salir pronto, con los primeros rayos de luz para aprovechar el tiempo.


En el castillo, Itachi caminaba nervioso por la sala del trono mirando los grandes ventanales con la esperanza de ver entrar a su hermano y a Naruto en cualquier momento. No podía creerse que hubieran salido y no regresasen siendo tan tarde, empezaba a preocuparse que hubiera ocurrido algo. Ni siquiera aparecía Pain y lo sabía porque Konan había venido a informarle que no le encontraba por ningún lado del castillo.


- Majestad, es la hora de pasar al comedor – informó Iruka.


- No tengo hambre.


- Debería comer algo, no por quedarse aquí toda la noche conseguirá que su hermano vuelva antes.


- ¿Ha bajado Deidara a comer? – preguntó Itachi preocupado.


- No le he visto desde ayer. Le dejé en su nuevo cuarto como usted ordenó, nadie le ha visto desde entonces. Una de las criadas iba a subirle ahora la comida, aunque no ha abierto la puerta las otras veces para coger la bandeja.


- Esta vez iré yo.


- ¿Está seguro, majestad?


- Sí. Yo subiré la bandeja.


Itachi salió a paso rápido del salón del trono y se dirigió sin demora alguna hacia la cocina. Los criados que trabajaban allí se sorprendieron al verle, no esperaban que el propio Rey bajase a las cocinas a buscar la bandeja. Decidido a llevar él mismo la comida, ordenó que siguieran con sus cosas todos despreocupándose de la tarea de tener que ir al dormitorio de Deidara.


Subió hasta el pasillo y se detuvo frente a su puerta tocando varias veces con los nudillos aunque no obtuvo respuesta alguna del interior. Aquello también le preocupó, no era normal que nadie le hubiera visto en todo el día. Volvió a tocar y esta vez lo acompañó con el sonido de su voz llamando al chico para que abriera y cogiera la bandeja. En el suelo vio la bandeja que le habían subido para la comida sin haberla tocado siquiera.


- Dei, abre la puerta por favor – le pidió.


Se sorprendió cuando escuchó el mecanismo de cierre abrirse y pese a las dudas, tocó la manivela con sus dedos y abrió para entrar a la habitación. Deidara caminaba ya de vuelta hacia el sillón y se sentó en él enseguida acurrucándose en una manta frente a la chimenea. Itachi caminó hasta él y dejó la bandeja en la pequeña mesa de su lado para luego ir a la cama y coger una de las mantas colocándosela también por encima de la que ya tenía.


- Si tienes mucho frío… puedo pedir que te suban más mantas.


- No hace falta – comentó ocultando su cabello con la manta.


- Dei – le llamó Itachi sentándose en el borde de la mesa – tienes que comer algo, llevas todo el día sin probar bocado. ¿Qué te ocurre?


- Solías meterte conmigo – dijo Dei sorprendiendo a Itachi – decías que me parecía a una chica y siempre corrías detrás de mí con unas tijeras para intentar cortarme el pelo – sonrió e Itachi sonrió también.


- Es cierto. Tenía siete años, ni siquiera pensaba en chicos, sólo quería hacerte rabiar.


- Lo conseguías. Te odiaba.


- Lo sé. ¿Cuánto puedes recordar?


- No mucho. A mi padre, recuerdo su cabello rubio, su sonrisa, recuerdo que me empujó hacia uno de los pasadizos de la pared con mi hermano el día en que la ciudad se incendiaba.


- ¿Recuerdas qué ocurrió?


- No, sólo me viene esa escena a la cabeza. Lo siento.


- Es bastante, Dei. ¿Por qué has empezado a recordar todo esto?


- Tenías razón en que las cosas no me encajaban. No podía creerme que los reyes necesitasen a un simple plebeyo pero supongo que era mejor vivir así que ir contra ellos, hasta que apareciste. Tu voz era tan familiar, sabía que te conocía y que no podía ser un plebeyo, si lo hubiera sido no te conocería, tú nunca sales de la corte. ¿Por qué te conozco?


- Porque mis padres querían unir nuestro reino al tuyo en una alianza duradera. Iba a casarme contigo cuando cumpliéramos la edad adecuada. Aquel día del incendio… fue una revuelta o eso nos dijeron. Lo último que supe de ti es que habías fallecido, pero aquí estás, frente a mí y sin recordarme.


Deidara se destapó un poco para acercarse hacia Itachi, rozando sus gélidos labios con los de un sorprendido Itachi que no se esperaba aquella reacción. Hacía tantos años que había soñado con volver a tener a Deidara allí con él que ahora no podía terminar de creerse que estuviera de verdad frente a él y menos, besándole. Se había quedado paralizado por la impresión, no se esperó algo tan lanzado como aquel momento y ese momento de confusión, hizo que Deidara asustado se alejase de él.


- Lo siento, majestad – susurró – no sé qué me ha pasado, lo lamento mucho, me he pasado. Usted es Rey y yo…


Itachi sonrió al verle tan acalorado. Era cierto que el castigo por pasarse con un Rey podía ser duro pero nadie les había visto y no podía negar que ese chico siempre acababa sorprendiéndole, le quería y estaba feliz de tenerle allí de nuevo. Viendo el sonrojo en las mejillas de Deidara, sonrió aún más antes de pasar su mano por la nuca del rubio y empujarle de nuevo hacia él tomando la iniciativa esta vez Itachi.


- Dei… Tú no eres como los demás. No tienes que preocuparte por pasarte conmigo.


- Pero…


- No vuelvas a decirme que eres un plebeyo porque los dos sabemos que eso no es cierto.


- Ni siquiera sé quién soy en realidad.


- Eres el heredero del trono de los Namikaze. Naruto es tu hermano y aquella noche le salvaste la vida tanto a él como a vuestra hermana.


- Lo siento, no lo recuerdo.


- Y aun así me has besado – susurró Itachi.


- No sé por qué, es como si sintiera dentro de mí que era lo correcto. Mi cabeza no consigue recordar nada pero una parte de mí te desea.


- Es normal, Dei. Vivimos muchos veranos juntos, puede que ahora no te acuerdes pero dentro de ti sabes que puedes confiar en mí. Pero por favor… no me trates como si fuera tu Rey, siempre fuiste igual a mí y aquí nadie nos va a ver.


- No quiero faltarte al respeto ni pasar por encima de ti.


- Nunca lo hiciste y no lo harás, estoy seguro de ello. Siempre supiste comportarte en la corte – le dijo Itachi susurrándole con sus labios pegados a los de él.


Deidara al sentir los labios de Itachi tan cerca de los suyos no pudo evitar rozarlos un poco más tratando de pedirle permiso a Itachi para volver a besarle. Fue Itachi quien abrió levemente los labios atrapando los de Deidara convirtiendo aquel dulce y tímido beso en uno mucho más pasional y deseado entre ambos.


La mano libre de Itachi pasó bajo la manta rodeando la cintura de Deidara. Apretó un poco para intentar insinuarle que se levantase de aquel sillón cuando sintió su queja. En aquel momento no entendió nada pero apartó la mano asustado por si le había podido hacer daño. Deidara colocó su mano sobre la de Itachi tratando de tranquilizarlo y se apartó la manta levantando la camiseta un poco para dejarle ver un moratón. No hizo falta hablar, Itachi sabía quién se lo había hecho y se agachó hacia el moratón dando un suave beso.


- Lo siento. No quería hacerte daño.


- No eres tú quien me hace daño – le susurró Deidara al oído – aún quiero estar contigo. Lamento que no puedas ser el primero.


- Fui el primero en besarte – dijo Itachi sonriendo – además, lo importante no es ser el primero, sino el último. Te prometo que tú y yo estaremos juntos al final, cueste lo que cueste, voy a casarme contigo como tuvo que ser, bueno… eso si aún quieres.


- Me gustaría.


Las manos de Deidara soltaron la manta y se acercaron hacia el cabello de Itachi tocándolo con dulzura. Hacía tantos años que Itachi no veía aquella tierna sonrisa en los labios de Deidara y verla en aquel momento le hizo enamorarse aún más de él. Cogió su mano y se levantó de la mesa donde había estado sentado para ayudar a Deidara a incorporarse. Deidara le siguió hasta la cama, dejándose besar nuevamente por aquel chico que su mente trataba de recordar.


Deidara se sentó a los pies del colchón y subió hacia la cama sintiendo cómo Itachi subía encima de él con cuidado, levantando con lentitud su camiseta, acariciando su cuerpo con sus manos hasta que se desprendió de la prenda. Tan sólo esos instantes apartó los labios de Deidara para volver a unir el beso como si los necesitase igual que el respirar.


Itachi no podía pensar en otra cosa que en Deidara. Sabía que esto estaba mal, que Deidara estaba prisionero pero, no podía evitar amarle. Pain no estaba y aunque sabía que tarde o temprano se llevaría a Deidara de su lado, no podía permitir separarse de él ahora que lo tenía tan cerca. Estaba decidido a recuperarle, lo haría. Un día todo volvería a ser como habían ideado sus padres. Ambos reinos unidos en una fiable y sólida alianza.


Itachi bajó por el pecho desnudo de Deidara dejando a su paso un sendero de besos. Los moratones de su cuerpo le dolían más a él que al propio Deidara, aun así, los besó con delicadeza como si aquello pudiera hacerle olvidar a ese chico rubio todo el daño que había recibido. Quería que supiera que con él siempre estaría a salvo, siempre le querría, siempre le respetaría.


Al llegar a la cinturilla del pantalón, lo apartó con delicadeza besando cada centímetro de piel hasta llegar a su miembro. Ni siquiera lo dudó dos veces antes de coger el miembro del chico con su mano y masajearlo durante unos segundos provocando que empezase su erección. Deidara se sonrojó al momento y trató de apartar el rostro de Itachi de aquella zona, pero Itachi lo metió en su boca evitando que Deidara consiguiera su objetivo.


Subió y bajó su boca por el miembro de Deidara, saboreando cada parte de él y deleitándose con aquellos gemidos que trataba de aguantar. No pudo evitar sonreír en su interior, conocía a Deidara desde pequeño y aunque era valiente para algunas cosas, también era muy inocente y tímido para otras. Eso siempre le había gustado de él. Itachi apartó su boca del miembro de Deidara antes de que éste pudiera correrse y lamió sus dedos introduciéndolos en su interior, dilatándole todo lo que pudo. Sabía que tendría que hacerlo con cuidado y es que si Pain era capaz de dejar ese cuerpo perfecto en aquel estado, no podía imaginarse lo que podría haberle hecho cuando entraba en él.


- Tendré cuidado – susurró Itachi.


- Está bien. Sé que borrarás sus marcas. Confío en ti.


- Claro que las borraré. No dejaré que recuerdes las malas experiencias, estás conmigo y todo estará bien.


Itachi se introdujo lentamente en él. Notaba cómo Deidara se tensaba por momentos síntoma del dolor. Aprovechó para morderle el lóbulo de la oreja intentando que se centrase en aquello en vez de en el dolor cuando se introducía. Llegó hasta el final y se detuvo un segundo para observar el tenso rostro de Deidara. Le dolía, no podía fingirlo aunque intentaba sonreír sin mucha convicción.


- Ya está. Voy a moverme.


- Hazlo – le dijo Deidara.


Itachi se movió en él lentamente. Cada movimiento era un nuevo gesto de dolor de su pareja. Estaba convencido que Pain no había sido para nada delicado con ese chico. Tardó en disfrutar, más de lo que Itachi pensaba en un principio pero, al final, consiguió escuchar algún jadeo de Deidara, notó cómo su rostro se relajaba y los sonidos salían de su garganta. Aquello le excitó más. Cuando eran niños jamás pensó en una situación así, ahora al verle, sabía que con él habría repetido mil veces. Se habían llevado fatal, se habían odiado y se habían enamorado. Los veranos juntos que tanto odiaban al principio, habían conseguido unirlos más que nunca, habían conseguido lo impensable, enamorar a dos cabezotas que sólo trataban de gastarse bromas pesadas el uno al otro.


Itachi acabó tras escuchar los gemidos de Deidara, tras ver cómo cerraba los ojos y se dejaba llevar por la excitación corriéndose y manchando el pecho del Uchiha. No le importó lo más mínimo, saber que al menos Deidara había sido capaz de disfrutar con él era más que suficiente.


- Detrás del sillón – dijo Deidara sonriendo al sentir cómo Itachi caía sobre su pecho.


- ¿Qué?


- Nuestro primer beso – sonrió – fue detrás del sillón de la biblioteca. Vimos a mis padres besarse y quisimos imitarlos. Nos escondimos para que no nos vieran.


Itachi sonrió al ver que aún recordaba aquello.


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