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Lo que habia abajo de la cabaña por minima

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Notas del capitulo:

curiosamente habia escrito primero este capitulo antes que el segundo 

3
Mientras que el mundo se vuelve cenizas otras cosas nacen, no necesariamente cosas buenas, ya que este era un mundo de dioses antiguos y olvidados, de pesadillas y monstruos.

¿Cómo conservar la cordura en un mundo como este? No se puede, no importa que tan terco hubiera sido como humano, arrancada esa naturaleza de él, no podía conservar la cordura de su ya inexistente humanidad. Ahora era algo más.

¿Qué era él? A veces ni el mismo lo sabía.

-Mi juguete… mi premio… te libere de esas tontas ataduras de la humanidad mi mascota, ahora estas más allá de eso- decía esa oscura voz los días y noches en que su captor, su autoproclamado amo decidía hacerle compañía, o al menos una parte de él.

La omnipresencia al parecer era un verdadero don de los dioses; aquella cosa que le capturo en el día 0, como a veces llamaba a ese fatídico día en que la civilización humana vio su fin tal como se conocía, un dios, podía estar en varios lugares a la vez, siendo visible o invisible.

¿Un juguete? ¿Un premio? ¿Una mascota? ¿Un recordatorio del triunfo de los dioses antiguos una vez más sobre la humanidad? Tal vez todo eso y más era para su captor, pero a la vez aun no contestaba las dudas de lo que era ahora.

¿Cuánto tiempo había pasado del día 0? Décadas en realidad, y él aún conservaba el mismo aspecto jovial de un universitario en sus primeros años.

Eso había sido una de las peores cosas, su vida estaba completamente a merced de la voluntad de su amo, no importaba el tiempo que pasara conservaría el mismo aspecto, no importaba si se cortaba las venas, cosa que ya había intentado un par de veces ya después de un par de semanas en las que ese maldito dios decidió entrenarse con su juguete, poseyéndolo y torturándolo de varias maneras, podía sangrar toda su sangre, pero seguiría respirando, seguiría vivo solo porque su amo así lo quería.

Estaría atado a esta vida hasta que a su amo le diera la gana.

-Eres mi favorito- susurraría esa cruel creatura mientras él le exigiría un porqué de todo este sufrimiento, mientras entraba a su cuerpo nuevamente como si quisiera permanecer ahí para siempre.

A veces siente que debería sentirse más culpable o con remordimientos sobre el trágico destino que sufrió la humanidad, miles de muertos, poblaciones esclavizadas por otras creaturas, por lo que sabe algunos otros dioses tienen una afinidad parecida a la de su amo y conservan a algunos humanos como mascotas o entretenimiento, pero ninguna con el mismo trato que él, viviendo en el templo de ese dios, residiendo en los aposentos de este y ninguno con una maldición como la suya.

Debería sentirse culpable, a veces lo hace, pero recuerda esa noche infernal en que perdió a sus amigos, unos por muertes atroces y otra por traición.

La humanidad tarde o temprano hubiera encontrado su fin por su propia mano, además este nuevo mundo no era necesariamente tan malo para la tierra, había dioses apegados a elementos que defendían sus territorios y protegían la naturaleza a la cual habían perdido mucho de menos en su exilio. Había una diosa en el amazonas que reforesto los bosques en menos de una hora, y había otros dioses en los mares que limpiaron de impurezas y basura sus aguas.

Con el tiempo tubo la certeza que esa noche si Dana no hubiera tenido el hombre lobo a sus espaldas le hubiera disparado, la pudiera excusar por la presión del momento, la muerte de unos pocos por la vida de muchos, tratar de evitar esta catástrofe, pero sabe que Dana siempre fue algo egoísta y egocentrista, cuando le dijeron que no era necesario que ella muriera, pero sus amigos si, ella podría vivir, sobrevivir, vio la resolución en esos ojos.

Bueno, Dana había logrado su objetivo de salir viva, un par décadas como mujer lobo ayudando a la tasa de natalidad de la especie hasta que murió por meterse en una lucha con la hembra del líder del clan que pertenecía creyendo que se merecía el puesto como hembra alfa. Marty a veces podía ir a ver a los hijos y nietos de Dana, podía ver los rasgos de ella entre ellos y recordar los viejos tiempos un poco, sentir algo de nostalgia por cuando pensó que su grupo de amigos permanecerían juntos para siempre.

Civilizaciones habían caído, y sobre sus escombros otras se formaban. Esto pasó con algunas creaturas, no todas eran seres guiados por el instinto o al menos no todo el tiempo, así que de la humanidad casi no quedaba nada, pero de que la vida seguía su curso así lo hacía.

Había visto cosas atroces, no solo de la cacería de las creaturas de pesadilla a un mundo lleno de presas, de humanos, sino también en la caída de la civilización humana.

-Hermano contra hermano, amigo contra amigo, el instinto de supervivencia sobre todo, admirable, pero hay también otras cosas poco admirables- a veces su amo le hacía observar lo que pasaba cuando cada ciudad era conquistada y derribada.

Ver aquellos monstruos destruirlo todo era una cosa, y otra era ver a los desesperados humanos tratando de sobrevivir, luchando a veces de las maneras más ruines. Su amo podía admirar eso, el también, tercos humanos no admitiendo la derrota hasta el final, pero había otras cosas que explotaban dentro del humano junto a la tragedia, peores instintos que los hacían a veces peores monstruos de los que estaban huyendo.

El fuerte aprovechándose del débil, robando o asesinando, en los peores casos tratándolos como escoria, haciendo cosas tan horribles como su amo se las hacia a él a veces.

-Simples animales- lo escucho una vez mientras observaba a un hombre tratar de violar a una chica mucho menor que él, la rabia y el asco removieron sus entrañas en aquel momento, al menos los monstruos que los cazaban tenían la decencia de no hacer ese tipo de cosas.

Su amo era atroz, era cruel, podía hacerlo sangrar, pero imposible como pareciera al menos equilibraba la balanza con cierto placer, esa era otra cosa que le había asustado en un principio, sea que le había hecho desde ese beso que le cambio, su cuerpo reaccionaria a los deseos, a los toques, a la voz de ese dios oscuro.

Su vida, su cuerpo, su cordura a merced de ese ser.

Aquel día fue la primera vez que su nueva naturaleza saliera a flote y mato a un humano.

-Oh Matty, el rojo de la sangre queda tan bien sobre ti- después de matar a ese hombre en un lapso borroso de sus memorias termino cubierto de sangre y viseras, no recuerda exactamente que había hecho en ese momento.

Fue como cuando aquel muerto viviente le ataco en la cabaña, adrenalina corriendo por sus venas, su cuerpo moviéndose por sí solo, pero en vez de atacar a un monstruo salido de pesadillas, ataco a un humano, alguien que alguna vez debió considerar como semejante, pero ya no más.

Y como el zombie solo quedo una pequeña pila de porquería, huesos rotos, carne y viseras desgarradas, sangre por doquier.

La niña los miro con horror pero al fijar la mirada en Matty también había cierto brillo de agradecimiento, su destino después de eso fue ser recogida por una madre arpía, no termino siendo comida sino fue adoptada como su hija y convertida en una arpía de plumas negras y café. Muchos de los monstruos hacían eso si podían, la población no era tan grande y si tenían el favor de un dios de su lado podían transformar humanos que creyeran pudieran aumentar la población de ellos.

Su amo tenia a varias creaturas bajo su servicio, por lo tantos muchas de ellas tenían su favor para convertir a varias de sus víctimas y volverlas parte de la creciente población de creaturas.

La humanidad trato de luchar, hubo ejércitos y bombas, también hubo ayuda de sacerdotes y cazadores que tenían cierto conocimiento de cómo vencer algunas de las cosas que los atacaban, pero nadie sabía cómo vencer a dioses antiguos como su amo. El conocimiento olvidado, y sin este era obvio que la humanidad no encontrara defensa contra estos.

-Mis hermanos y yo estamos recuperando lo que nos pertenece, es hilarante ser testigo de sus intentos de defensa y como estos les afectan- su amo se mostró muy animado cuando una bomba nuclear exploto en una de las ciudades que estaba conquistando, miles de humanos murieron ese día y otros cientos de sus creaturas, pero esto le causo gracia a su amo.

El dios antiguo se mantenía en pie entre los escombros, la miseria y muerte, demostrando sin lugar a dudas que los intentos de la humanidad terminarían en fracaso. Siempre con Marty como testigo, de su grandeza, de su atrocidad, de su poder que parecía absoluto.

-Antes de la luz o la oscuridad había nada, y en la nada nosotros nacimos. Somos más antiguos de lo que puedes imaginar, siempre hemos existido y existiremos de una forma u otra- con los años, por alguna clase de confianza o especie de historias de terror antes de dormir, como si de por si terminar ultrajado no fuera cosa suficiente, este dios le contaría sobre su existencia.

Historias de pasado distantes que el dichoso humano moderno era incapaz de imaginar, pero que alguna vez sus antepasados tuvieron que lidiar, y si quizás la memoria del hombre no fuera tan vaga, esta no se hubiera repetido.

Pero el hombre olvida, y comete los errores una y otra vez, si Marty no hubiera arruinado el ritual quizás alguien más lo hubiera hecho tarde o temprano. Marty solo acelero las cosas.

-Podrías pensarlo así, o que estuviste en el lugar adecuado en el momento preciso, aunque pienses que no jajajaja oh Marty, aun te queda tanto por ver-

Y serian años y más años, y serian tortuosos y de locura hasta que pensar que alguna vez fue humano fuera un recuerdo lejano, y que esto que sentía, aberrante cumulo de sentimientos en su pecho, fuera algo común. Los psicólogos llamarían esto síndrome de Estocolmo o algo así, una fijación insana por su captor, pero su amo se había vuelto en la única constante en su vida, podría odiarlo, pero con los años que seguían podría ser demasiado cansado invertir su energía en eso, solo le quedaba aceptar esta locura y a su nueva naturaleza.

Marty hacia las cosas a su manera, Marty era Marty y solo había un Marty para esa creatura de destrucción y oscuras creaciones.

Mientras la humanidad cae de su antigua gloria amo y siervo observarían el nacer de una nueva era.

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