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DEJAME AYUDARTE A RECORDAR por lyra

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Tom salió del hospital a las dos semanas del accidente. Durante todo ese tiempo Bill no se había separado de él.

Y él se sentía muy culpable, sabía que había estado tres días encerrado en es habitación acolchada y no le habían dejado ir a verle. Quería estar a su lado para ayudarle a recuperarse antes. Pero los médicos decían que estaba débil, que cuando cogiera más fuerzas le dejarían ir. Pero eso no le ayudaba. El saber que su hermano estaba allí encerrado y él ni podía hacer nada le quitaba las pocas fuerzas que le quedaban.

Bill ya era libre. Le habían “soltado”, como el prefería llamarlo, a los tres días de esa habitación acolchada. Le decían que ya se había curado, que estaba mejor. Pero él sabía que era mentira, porque les había engañado diciendo que aceptaba que su hermano tenía amnesia y que nunca iba a recuperara esa noche en su memoria.

Porque él iba a hacer todo lo posible para que su hermano lo volviera a recordar todo. Sabía que recordaría su beso porque en algún lugar de su cerebro debía estar grabado como con fuego. Y él llegaría hasta su cerebro y despertaría ese recuerdo que su hermano había enterrado muy hondo

Decidió no separarse de él en ningún momento, nunca más. Le contaría cosas de aquella noche que le harían recordar. Ese era su plan. Estaba seguro que lo iba a conseguir.

Habían ido al apartamento. Su madre había ido de viaje con Gordon porque ellos habían insistido en que era lo que necesitaba ahora, salir para despejarse, que ya eran mayores y podían cuidarse solos. Y que ya se encontraban bien. Los dos. Su madre solo aceptó irse cuando Gustav le prometió que él y Georg no les quitarían los ojos de encima.

-¿Y ahora que ya nos hemos quedados solos que vamos a hacer?-preguntó Tom en cuanto su madre salió por la puerta.

-Pero que poco sensible eres. Tu madre se va de viaje después de que hayas estado dos semanas amnésico toda preocupada y tú ya te quieres divertir en cuanto cierra la puerta-le riñó Georg- espera al menos a que llegue al aeropuerto.

-Muy gracioso. Y yo no estoy amnésico. Me acuerdo de todo perfectamente.

-¿De verdad?-le preguntó Bill muy contento.

-Ya sabes que quiero decir. De todo menos de esa noche.

Bill no pudo evitar que los ojos se le llenaran de lágrimas. Tom había usado un tono como de que le daba igual no recordar esa noche.

-Vamos Bill, que sólo es una noche. No es el fin del mundo-le consoló Tom con una palmada en la espalda.

Pero para él si lo era. Era el fin de su mundo. Las lágrimas comenzaron a bajarle por las mejillas y se dio la vuelta para que Tom no las viera y se las limpió con la mano.

-¿Nos vamos a una fiesta? Me apetece un montón divertirme después de esto. Hace mucho que no vamos a ninguna-continuó Tom como si no hubiera visto como lloraba Bill.

Pero sí le había visto.

Le había estado observando cuando estaba en el hospital. Nunca le dejaba a solas. Siempre quería estar a su lado, preguntándole a cada momento si recordaba algo de esa noche, como si fuera algo muy importante para él.

¿O a lo mejor era importante para los dos? No lo sabía con seguridad, pero creía que había pasado algo esa noche que necesitaba recordar.

-“Como siga pensando en esa noche acabaré volviéndome loco. Como Bill. Tiene que superar que nunca lo voy a poder recordar. Que siga con su vida tal y como era antes. Si no nunca se pondrá bien”-era lo único que podía pensar.

-Creo que de verdad sí estás amnésico. Hace como dos semanas de la última fiesta-le dijo Georg guiñándole un ojo- pero como no la recuerdas esa no cuenta. Me parece bien tu idea. Iremos a una fiesta.

-Podemos volver a donde fuimos esa noche. A lo mejor así recuerdo algo de lo que pasó-dijo Tom, pero no muy convencido.

No sabía porque había dicho eso. Estaba empeñado en no hacer nada para intentar recordar esa noche. Se lo habían dicho los médicos. Que no forzara la situación. Que los recuerdos volverían con naturalidad. Que algún día habría algo, un gesto o algo parecido que le haría recordar todo.

Pero también le habían dicho que puede que eso no ocurriera nunca. Que viviría el resto de su vida sin recordarlo.

Pero él notaba que debía esforzase. Pero no por él.

Tenía que hacerlo por Bill.

Sentía que él estaba muy triste por algo que había pasado esa noche y que quería que él recordara. No se atrevía a preguntárselo por miedo a su repuesta. Tal vez le hizo daño esa noche de alguna manera y por eso lloraba tanto.

Lo oía por las noches, desde su habitación. Y cada vez que eso pasaba le entraban unas ganas enormes de ir corriendo a abrazarle para consolarle y decirle que nunca le iba a dejar solo nunca más. Que estarían juntos para siempre.

De estrecharle entre sus brazos y posar sus labios sobre los de él, y luego su lengua….

Sacudió la cabeza para desechar esa imagen.

¿Cómo había podido pensar en eso?

Seguro que si Bill se enterara de lo que acababa de pensar se asustaría de él y no querría verle nunca más.

Entonces decidió que nunca se lo iba a contar. Nunca le contaría que estaba loco.

Pero loco por besarle.

-Si es eso lo que quieres iremos-le dijo Bill muy contento.

Había tenido una gran idea. Bueno, la había tenido su hermano, pero daba igual.

Eso era lo que tenía que hacer. Volver al lugar de la fiesta.

Donde todo empezó, donde todo acabó.

Solo tenía que hacer lo mismo que esa noche. Repetir todos los pasos que dio y así su hermano lo recordaría todo.

-Bueno, si los dos estáis de acuerdo podemos volver allí, aunque yo no lo estoy. Puede que no te haga mucho bien Tom-le dijo Gustav con preocupación.

-Ha dicho que quiere volver para recordar lo bien que se lo pasó esa noche-contestó Bill por su hermano. “Y yo le pienso ayudar”


Ya a solas en su habitación Bill comenzó a arreglarse para la fiesta con mucha ilusión. Sabía que su plan no iba a fallar. Que le haría recordar.

Estaba buscando en un armario la misma ropa que llevó ese día y no podía para de sonreír imaginándose como su hermano le vería así vestido y enseguida lo recordaría todo. La encontró y comenzó a ponérsela con las manos temblando de la emoción.

Su madre quería que tirara esa ropa, le decía que le iban a traer malos recuerdos. Pero él no quería hacerlo porque era al contrario. Le traía muy buenos recuerdos.

Se miró al espejo cuando terminó de vestirse comprobando que todo estaba igual, en el mismo sitio que esa noche. Entonces se dio cuenta de que le faltaba algo. Y eso no lo podía volver a recuperar.

Se llevó la mano al cuello con gran tristeza. Ese día llevaba un collar muy especial. Era una cadena de plata con una guitarra colgando de ella. En cuanto la vio en el escaparate de la tienda entró corriendo a comprarla porque le recordaría a Tom. Cada vez que se la pusiera al cuello Tom estaría en su corazón.

Pero la había perdido en el accidente. Y nunca la volvería a llevar en su cuello. Tom no volvería a estar en su corazón.

Notó que las lágrimas querían volver a salir por su desesperación.

Pero no las dejó. Levantó la cabeza bien alta. Tom recordaría esa noche sin necesidad de esa cadena. Y con eso se tenía que conformar. Tenía que pensar que sólo era una cadena. Nada más.

Entró en el baño a empezarse a maquillar igual que esa noche. Bueno, igual que siempre, pensó sonriendo. Y comenzó a cantar en voz alta. Hacía mucho que no lo hacía y su voz le estaba pidiendo permiso para salir, y él no se lo quiso negar.


Tom estaba sentado en la cama de su habitación.

Miraba al vacío. Estaba nervioso por volver allí. Tenía miedo de recordar.

No. No tenía miedo. Lo estaba deseando.

Se llevó las manos a la cabeza y se dejó caer en la cama. Se quedó tumbado con los ojos cerrados. Concentrándose en esa noche. No en el accidente. En lo que había pasado antes.

Con una mano se acariciaba la pequeña cicatriz que tenía en su frente, casi al ras del pelo, que quedaba tapada con su gorra. Se pasaba el dedo por ella, como si eso le hiciera concentrarse mejor.

-“¿Qué hice esa noche? ¿Qué le pude hacer a Bill para que insista tanto en que la recuerde? ¿Qué puedo hacer para que deje de llorar y vuelva a ser feliz?”

Entonces le oyó. Su hermano debía estar muy contento porque estaba cantando. Hacía tiempo que no le oía cantar y su voz le sonó muy maravillosa, como si fuera un ángel caído del cielo para cantarle sólo a él en la tierra.

Dejó de intentar recordar lo pasado esa noche y se concentró en la canción que Bill estaba cantando, tarareándola muy bajito para que no le oyera, pues una vez le dijo que no sabía cantar, que lo hacía muy mal.

Abrió los ojos de golpe. No se había dado cuenta de que canción estaban cantando hasta que llegó a la parte del estribillo, lo que hizo que su mente se pusiera en alerta. Dejó de cantar y se puso a escuchar con mucha atención lo que su hermano le estaba cantando.
“No quiero estar aquí solo
Quedémonos juntos
En la noche
Algún día llegara el momento
Quedémonos juntos
En la noche”

Le estaba cantando su canción. La que había compuesto para ellos. La que cantaba siempre con él, solos los dos en cada concierto que daban. Era “In die natcht”.

Siguió escuchando con más atención. Estudiando cada palabra que su hermano cantaba.


“Yo oigo cuando gritas silenciosamente
Yo respiro cada respiración tuya
Incluso si el destino nos separa
No importa lo que venga después lo compartiremos”


¿Le había oído llamarle en silencio? ¿Había respirado su respiración? ¿El destino los ha separado? No podía dejar de hacerse esas preguntas. Esas y otra más importante. ¿Cuándo los había juntado el destino?

Bill seguía cantándole, más bien parecía que estaba a su lado hablándole, pidiéndole que le hiciera algo muy importante.


“Sujétame sino de otro modo estaré colgado solo en la noche
Llévame contigo y abrázame
De otro modo estaré colgado solo en la noche”


¿Le estaba pidiendo que lo abrazara esa noche?

La canción estaba llegando a su fin. Volvía a cantar el estribillo. Sólo quedaban dos estrofas. Las más importantes y que quería escuchar con más atención que nunca, así que cerró los ojos y se dispuso a oír la llamada de angustia de su hermano.


“Tú eres todo lo que soy
Y todo lo que fluye por mis venas.”

Cuando Bill terminó de cantar Tom seguía sin abrir los ojos. Lo había oído alto y claro. Su hermano le estaba diciendo que era todo para él. Que era la vida que fluía por sus venas.

Abrió los ojos de golpe y sacudió la cabeza. No. Su hermano no le había dicho nada de eso. Había sido producto de su imaginación. Eso era lo que quería que su hermano fuera para él. Todo. Su vida.

Pero no lo podía ser. Era lo que él deseaba y Bill no se daba cuenta de ello. Y nunca se la daría. Porque nunca se lo iba a contar.



Llegaron a la misma sala donde se celebró la fiesta aquella noche. Todos estaban muy nerviosos.

Gustav no quería pensar que pasaría si Tom recordaba algo del accidente que le hiciera sentirse mal. A lo mejor recordaba el impacto de su coche contra el otro o algo parecido. De sólo pensarlo se le ponía la piel de gallina.

Bill pensaba que esa noche iba a ser igual que la anterior. Que su hermano se acordaría de todo una vez que estuvieran dentro repitiendo las mismas acciones que hicieron que se dieran su primer beso.

Tom pensaba que por fin habían llegado. Que una vez dentro algo le haría recordarlo todo. No sabía lo que era. Pero sabía que había algo dentro de esa sala que le iba a hacer recordarlo todo. Y tambien pensaba que le sonaba mucho la ropa que llevaba su hermano. Seguro que era porque se la había visto puesta antes más veces.
No, no era eso. Su hermano tenía tanta ropa que era imposible que se pusiera lo mismo dos veces. Sobretodo para ir a una fiesta. Podía haber algún fotógrafo y él era tan maniático que no le gustaba salir en una foto llevando la misma ropa que en otra.
Pero él sabía que ya había llevado esa ropa antes. Pero ¿Cuándo? No lo podía recordar. Lo único que podía ver era como su mano le subía por esa camiseta negra diciendo algo del dibujo que llevaba, una broma tonta como que en vez de un león que era lo que de verdad era a él le parecía un gato.
Tambien podía ver como su otra mano le cogía del cinturón, arañándose con la hebilla y soltando un comentario tonto como que el gato le había arañado la mano.
Volvió a sacudir la cabeza para alejar esas imágenes. Decidió concentrarse en lo que había venido a hacer. A divertirse en la fiesta.

Y Georg…él solo pensaba en las ganas que tenía de ir al baño.

Una vez dentro Bill decidió poner su plan en marcha. En cuanto se acercaron a la barra pidió una cerveza como aquella noche y otra par su hermano que le ofreció. Pues todo había comenzado cuando alguien le empujó y Tom le tiró la cerveza por la camiseta. Entonces le acompañó al baño para que se limpiara y con la excusa de ayudarle lo único que hizo fue besarle.

-No, gracias-le dijo Tom cuando le ofreció la cerveza-hoy no me apetece tomar nada. Solo quiero bailar.

Y se alujó a la pista de baile dejando a Bill de pies con dos cervezas de la mano.

-Ya me la tomo yo, gracias-le dijo Georg quitándole una de ellas en cuanto volvió del baño.

Bill seguía con la mirada a su hermano. No sabía que podía hacer para que fuera con él al baño. Si se tiraba él sólo la cerveza por encima parecería estúpido. Y no quería pedirle a Georg que le tirara la suya, pues era más estúpido todavía.

Tom se alejó de Bill en cuanto pudo. No quería estar cerca de él por los pensamientos que estaba teniendo y tampoco quería beber por si hacía algo equivocado. Se fijó que una chica no le quitaba la vista de encima y decidió ir a bailar con ella. Se acercó y ella en cuanto le vio fue hacia él bailando y él la tomó en sus brazos. La abrazó muy fuerte para que le hiciera olvidar esas alucinaciones que tenía. Que le hiciera olvidar que le gustaría mucho que ella fuera su hermano y poder abrazarle muy fuerte para siempre.

Bill vio como Tom se dirigía a la chica y la estrechaba en sus brazos. Parecía sentirse muy a gusto en esa situación, mientras que a él se le estaba empezando a romper el corazón. No podía quedarse ahí mirando como deseaba ser ella, estar en los brazos de su hermano para siempre.
Pero eso ya no iba a suceder porque por mucho que lo intentara Tom jamás iba a recordar esa noche. No iba a recordar su primer, y último beso.
Salió corriendo y se metió en el baño a llorar a solas, pues estaba vacío.

Tom ve como Bill sale corriendo hacia el baño. No está muy cerca para verle la cara, pero sabe con certeza que está llorando. Suelta a al chica que tiene en sus brazos y decide ir a consolarle, a saber que le ha pasado para que e ponga a llorar.

Entra en el baño y echa el cerrojo para que nadie les moleste. Para que nadie vea a llorar a su hermano.

Bill-le dice poniéndole una mano en el hombro-¿por qué lloras?

-Porque no soy feliz. Porque nunca lo voy a ser-le dice entre hipos.

-Claro que serás feliz. Te lo prometo. Yo haré todo lo que pueda para que eso ocurra.

-¿De verdad?-le dice esperanzado-yo también quiero que tú seas feliz, y si hay algo que yo pueda dímelo y lo haré.

Tom no sabe que decirle, porque la única manera de que él sea feliz es dándole un beso a Bill en esos momentos, ahora que lo ve tan indefenso llorando sólo porque no es feliz.

Bill se pone tenso. Cree que hay algo en los ojos de su hermano que no había visto desde hacía muchos días. Lo ve como empieza a aparecer, aunque no sabe si es producto de su loca imaginación. Pero sabe que sólo hay una manera de comprobarlo, de hacer que aparezca del todo.

Sabe que hay una manera de hacer que aparezca de nuevo el amor que sintió su hermano por él en sus ojos.

Y rezando para no equivocarse y aprovechando que Tom parece que se ha distraído en sus pensamientos se acerca lentamente y le pone los labios muy dulcemente sobre los suyos.

Esto pilla por sorpresa a Tom., que todavía estaba pensando en la manera de hacer feliz a Bill que no le ve venir. O tal vez si le ha visto y ha dejado que pasara.

Ve como se acerca lentamente y posa sus labios sobre los suyos.

Entonces nota una gran sensación en su mente. No sabe explicar que es. Es como si algo hubiera saltado en ella. Como si se hubiera despertado algo que en ella se había dormido para siempre.

-“Esto creo que me suena de algo”- piensa con curiosidad

Y entonces lo que había dormido en su mente despierta del todo.

Sabe que lo tiene guardado en lo más hondo de su cerebro, como si se lo hubieran grabado con fuego.

“Así fue nuestro primer beso”-piensa con mucha alegría.

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