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How To Save A Life por Sabaku No Ferchis

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Notas del capitulo:

¡Hola! 7u7 Cuánto tiempo, sempais, y yo aquí presentándome de nuevo, con una banderita blanca en lo alto anunciando que aún estoy viva xD

Bien, despúes de tanto tiempo de ausencia, vengo a disculparme con la única excusa de que el ItaSaso me ha tenido atrapada y totalmente sumida en él uwu ¿Qué puedo decir? Amo la pareja y me saca canas verdes que no haya mucha actividad de ellos más allá de mi sempai Nana y, por supuesto, Mary-sama :c

Bien, me desvío mucho del tema, y como el SasuGaa también es mi OTP, vengo con la actualización de este fic que seguramente ya nadie espera 7n7 La actualización de hoy tiene leves toques de mi virus ItaSaso, y pues, espero que les agrade y pueda traer la siguiente continuación pronto, que ya es la cumbre de ésta historia. Así que, los dejo con el fic y me paso a contestar reviews, con la suma esperanza de que les agrade lo que viene nwn

PD: Ya extrañaba publicar en AY ;u;

Capítulo 13:




Animal I have become

 

. . .

[...] So what if you can't see, the darkest side of me, no one will ever change this animal i have become [...]

. . .

 

Tenía una nariz muy especial.

La verdad es que siempre había sido muy sensible en cuanto a los sentidos y eso no le agradaba en absoluto. Muchos creían que el pelirrojo era gruñón porque no le gustaba estar en las fiestas. Cada que su amigos lo obligaban —porque esa era la palabra correcta— a acompañarlos a alguna, él se la pasaba todo el tiempo sentado hasta una esquina, mirando con el ceño fruncido todo a su alrededor. Odiaba el ruido estruendoso que seguramente terminaría por provocarle cáncer en las orejas; la comida insípida o asquerosa y, para ponerle la cereza al pastel, el inmenso hedor a alcohol, chatarra y humo de cigarro. A veces, esos insoportables olores se le quedaban en la nariz hasta por días.

Ahora, no le desagradaba el olor a chocolate, pero si éste se hallaba en una fusión con jabón líquido corriente, pinturas acrílicas y algo de tiner, nuestro pobre pelirrojo terminaría vomitando ahí mismo —y ese era un olor que tampoco le gustaba—. Por eso salió corriendo del salón de arte a la velocidad de la luz después de lanzarle una maldición a su novio. ¿Cómo se atrevía Deidara a ser tan descuidado? Si bien sabía el rubio de su intolerancia a la suciedad, además de la sensibilidad de su nariz. Quién sabe cómo el oji azul terminó tirándose el tiner encima de la ligera mancha de malteada de chocolate que tenía su camisa.

Sasori, gruñendo entre dientes y a pasos pesados, iba por el pasillo en camino al baño. Tenía qué mojarse la cara y esperar un momento hasta que ese maldito olor se le fuera de las fosas nasales. Abrió la puerta con la fuerza suficiente para hacerla estrellar contra la pared, penetró el lugar cubriéndose la nariz con una mano y se detuvo frente a uno de los lavabos. Inmediatamente abrió la llave para mojarse la cara.

Dios, qué refrescante se sentía. Se talló los ojos y la nariz con fuerza, inclinándose un poco para no mojarse la ropa. Cerró la llave y se quitó las manos del rostro, topándose con su reflejo en el espejo. Y entonces sus grandes ojos miel se abrieron de par en par, como si hubiera visto un fantasma. No era porque en verdad hubiera visto uno, o su cara se hubiera deformado cuando se la talló, no; él estaba perfecto. Pero había algo atrás de él que no.

Giró sobre sus talones con algo de violencia, asegurándose de que aquello que vio por el espejo era real y no un producto de su imaginación. Pero ahí estaba el pálido brazo asomándose por uno de los cubículos. El pelirrojo parpadeó varias veces mientras se acercaba.

—Oye— llamó con voz baja y se sintió estúpido por ello. Era obvio que no iba a recibir respuesta. Supuso que quien estaba ahí adentro debía ser algún idiota drogado que se quedó dormido en el baño.

Aun así —y sólo por mera curiosidad— se puso en posición fetal para inclinar la cabeza de lado y ver por debajo de la puerta. Entonces abrió la boca y los ojos en una expresión de sorpresa.

Al ver a Gaara ahí no supo que hacer. Más bien su cuerpo actuó solo y trató de abrir la puerta mientras soltaba una exclamación con el nombre del chico, pero fue inútil; la puerta estaba con seguro.

— ¡Gaara!— gritó con la esperanza de que el otro se despertara y abriera—. ¡Gaara, abre la puerta!

Momentos después cayó en cuenta de que el pelirrojo no despertaría así como así, y no vio más opción que tomarlo por el brazo que se asomaba por la puerta y tirar de él hacia atrás con cuidado.

Cuando Gaara estuvo afuera, Sasori terminó de rodillas sobre el piso, e inclinándose hacia el otro, puso su oído en el pecho del menor. Se tranquilizó de sobremanera cuando escuchó los latidos de su corazón, se irguió y llevó su mano hacia la frente de Gaara. Estaba caliente, muy caliente.

Sasori se mordió los labios mientras tomaba el brazo de Gaara y lo colgaba a sus hombros para levantarse con él. Después de todo, el menor no pesaba mucho que digamos.

Suspiró con pesadez al salir, dándose cuenta de que la enfermería estaba dos pisos abajo. Se removió con todo y Gaara y empezó a caminar. Era una suerte que estaban en horario de clases, así no tendría que soportar todos los ojos pegados sobre él, viéndolo con desapruebo cargar al marginado de la escuela. No era que él fuera de esos que catalogaban a Gaara así; sólo que no le gustaba que la gente se le quedara viendo.

Fue algo difícil bajar las escaleras, una fina capa de sudor le había cubierto el rostro y se la limpió antes de dar tres toques a la puerta de la enfermería. Mientras esperaba le echó una mirada de soslayo al pelirrojo que cargaba. Las facciones de Gaara eran suaves y sus respiraciones tenues, su sueño no parecía producto de aquellos ataques que Sasori recordaba. Eso le dio un enorme alivio.

Momentos después la puerta se abrió y los ojos negros de Shizune se abrieron como platos al ver a ambos pelirrojos. Rápidamente se hizo a un lado para que entraran.

— ¿Qué le pasó?—preguntó angustiada la pelinegra mientras ayudaba a Sasori a recostar a Gaara en la cama.

—No sé—contestó encogiéndose de hombros después de acomodar la cabeza del menor sobre la almohada. Miró a Shizune —. Lo encontré así en uno de los cubículos del baño.

Y quizá fue pura imaginación suya que pasó por alto para acomodarse la camisa, pero pudo notar en la muchacha algo de preocupación. La expresión de su rostro se presionaba cada vez más mientras revisaba el pulso de Gaara y palpaba con sumo cuidado su vientre, como si este fuera a quebrarse si ejercía más presión.

Gaara había tenido un buen desarrollo con su bebé, según las revisiones de la primera semana. Shizune descartó la idea de que alguien lo hubiera atacado, ya que no tenía moretones; pero, ¿entonces qué fue lo que pasó? Bien, se encargaría de preguntarle al pelirrojo en cuanto despertara. Lo más importante era que no corría ningún riesgo en su embarazo.

Ella suspiró aliviada y se volvió hacia Sasori con una sonrisa en los labios.

—No hay nada de qué preocuparse— aseguró de manera afable, con una pequeña risa—. Te agradezco que lo hayas traído, no cualquiera lo hubiera hecho.

El Akasuna desvió la mirada a un costado, metiendo las manos a sus bolsillos con una pose de quien no le importa nada.

—Hubiera sido estúpido dejarlo ahí tirado—dijo solamente, dando media vuelta—. Hasta luego.

La muchacha había vuelto su atención a Gaara, pero giró la cabeza, elevando su mano derecha para despedirse del pelirrojo.

—Nos vemos, Sa...—Y hasta entonces cayó en cuenta de con quién estaba hablando—. ¡Sasori!—gritó de manera triunfante, como su hubiera encontrado la cura contra el cáncer. El taheño se sobresaltó un poco—. Tú eres amigo de Itachi Uchiha, ¿cierto?

El pelirrojo, que había detenido su camino para voltearse a mirarla, expandió su mirada de forma considerable, y abrió y cerró la boca repetidas veces. ¿Para qué quería ella saber del moreno?

—Sí— dijo con una voz más baja que alta. La miró atentamente, con una de sus finas cejas rojas arqueada—. Algo así.

— ¡Genial!— exclamó ella doblando la cabeza a un costado y los labios doblados en una sonrisa. Se llevó ambas manos a la altura del pecho de manera un poco infantil—. ¿Puedo pedirte un favor?

Sasori giró sobre sus talones, mirándola con la duda en sus grandes ojos avellana. ¿Qué tenía que ver Itachi? ¿O es que acaso Shizune era otra más del montón de chicas embobadas por el Uchiha?

—Depende de qué sea— dijo cruzado los brazos a la altura de su pecho, luego suspiró—. La verdad es que no se me da hacerla de cupido.

La morena encaró una ceja para luego echarse a reír negando con la mano mientras el pelirrojo la miraba aún más extrañado.

—No, nada de eso—decía ella entre risas, se había sonrojado un poquito. Segundos después se le pasó y recuperó la compostura—. Quería que le avisaras que Tsunade-sama quiere verlo en su oficina en dos horas, por favor.

Sasori había vuelto a su expresión habitual, tan despreocupada, seria e inexpresiva. Asintió despacio y salió de la enfermería.

Después de cerrar la puerta a sus espaldas, soltó un largo suspiro. Giró en dirección al salón de arte, allá por donde estaban las escaleras. Pero realmente no quería regresar. Seguramente Deidara lo llenaría de disculpas el resto de la clase hasta fastidiarlo, sería mejor no verlo hasta la noche. Por su mochila no se preocupaba, estaba seguro de que su rubio novio se encargaría de traérsela después, cuando apareciera en la puerta de su habitación como cada noche.

Pasándose una mano por los alborotados cabellos rojos, le echó una última mirada a la enfermería mientras caminaba en otra dirección. Esperaba que Gaara se encontrara bien; por lo mientras, él iría por un buen expreso americano.


~*~


Desvió la atención de su celular al momento cruzar por la puerta de cristal de la cafetería, olfateó un momento y sonrió ligeramente mientras caminaba; si había un aroma que le encantaba era justamente el del café. Se acercó al mostrador, hizo su pedido y volvió la atención a su celular.

Estaba escribiéndole un mensaje de texto a Itachi, para avisarle sobre lo que había dicho Shizune. Pero justo cuando estaba a punto de enviarlo, algún idiota pasó a su lado empujándolo. Su celular se le resbaló de las manos y fue a dar contra el piso en un golpe que al pelirrojo le dolió un poquito.

Gruñó entre dientes, lanzándole una maldición al otro que ya se había marchado del lugar. Se inclinó para recoger su celular y al momento de levantarse, su rostro se deshizo del mohín que lo había invadido.

Allá, a unas cuantas mesas de distancia, estaba Itachi sentado, con sus profundos ojos negros clavados en un libro que, si no se equivocaba, era la obra de Saramago: "Ensayo sobre la ceguera". El pelirrojo sonrió muy levemente que casi ni se notó. La chica tras el mostrador le dio su café sonriéndole de manera coqueta, él sólo agradeció indiferentemente y caminó hacia Itachi mientras guardaba su celular en su bolsillo.


~*~


Cuando los ojos de Itachi perdieron la atención en el libro y miraron al muchacho que se había sentado frente a él, se expandieron considerablemente y él sintió un tirón en el estómago que lo hizo removerse en su lugar.

—Sasori— pronunció el nombre del otro en voz baja mientras cerraba el libro y lo dejaba sobre la mesita color café.

El pelirrojo se había cruzado de brazos. Embozó una especie de sonrisa, clavando sus filosos ojos acaramelados en los ébano de Itachi.

—No me digas que te estás saltando la clase, Uchiha—dijo socarronamente y con algo de burla—. No te conocía así, señor perfección.

El moreno pestañeó un poco.

—La verdad tengo esta hora libre—se defendió sinceramente, encogiéndose de hombros—. Kakashi-sensei no se presentó hoy y aproveché el tiempo para venir a leer aquí.

Sasori arqueó una ceja, echándole un vistazo rápido al libro del moreno.

—Buena elección—comentó apoyando las manos sobre la mesa—. ¿Te falta mucho para terminarlo?

Itachi miró cómo el menor daba un sorbo a su café, desvió la mirada algo nervioso al notar el bigote de espuma que había surcado el rostro del taheño.

—Me faltan dos capítulos—dijo tranquilamente, mirándolo de soslayo. Sasori pasó la lengua por arriba de sus labios para limpiarse la espuma, totalmente ajeno a las sensaciones que provocaba en el Uchiha.

—Hum, bueno— ambos pares de ojos volvieron a encontrarse—. Avísame cuando termines de leerlo, me encantaría comentar algunas cosas sobre el tema.

Itachi asintió, abrió la boca para preguntarle si se encontraba ahí porque había descubierto el olor a chocolate de la mancha en la camisa de Deidara, pero el de cabellos rojos se le adelantó.

—Me pidieron avisarte que Tsunade quiere verte en su oficina en dos horas—soltó de golpe dándole otro sorbo a su café—. Iba a decírtelo por mensaje de texto, pero luego te vi aquí y preferí hacerlo cara a cara para no gastar crédito.

Itachi torció la cara en una mueca algo ofendida. Por mucho que no lo aparentara, le había dolido la idea de que Sasori no hubiera querido ir con él a voluntad propia, aparte del simple hecho de que no quería gastar crédito mandándole un mensaje a él.

—Gracias por el mensaje. Puedes irte—dijo secamente, volviendo a abrir su libro.

Sasori lo miró entre extrañado y divertido.

— ¿Me estás corriendo, Uchiha?

El moreno sonrió ligeramente.

—Quizá tienes cosas más importantes qué hacer—soltó encogiéndose de hombros, sin deshacer la curvatura de sus labios y quitando el separador del libro.

—No, realmente no—contestó en su lugar—. No quiero regresar con Deidara.

Ante aquellas palabras, Itachi volvió a perder total interés en el libro. Algo le quitó el aliento cuando sus ojos se toparon con los del más pequeño. Abrió la boca y la movió con torpeza, no sabiendo si preguntar o no.

— ¿Se pelearon?—preguntó con su tono de voz tan grave y encantador como siempre, mirando como el otro tomaba su café tranquilamente.

—No lo llamaría una pelea, pero sí un intento de homicidio a mi olfato.

Itachi no pudo evitar reírse por lo bajo.

—Te diste cuenta—comentó—. Lo sabía.

Para ese momento, el libro volvía a reposar sobre la mesa e Itachi miraba un poco más cómodo al Akasuna, quien tenía una ceja encarada, pero que luego relajó sus facciones y sonrió.

—Tengo una nariz muy aguda—informó—Aquello olía a chocolate podrido con jabón.

—Bueno, yo le dije que te darías cuenta— comentó, sintiéndose algo culpable porque había sido él quien talló la camisa del rubio con jabón—. Ya sabía que eras muy sensible en esas cosas.

Ahora sí que el pelirrojo se vio extrañado. Detuvo su próximo sobro al café y miró al moreno inquisitivamente. Itachi sintió un tirón en el estómago que casi lo hace doblarse por la mitad. Sus mejillas se arrebolaron un poco, pero antes de que pudiera decir algo el pelirrojo se adelantó.

— ¿De veras?— volvió a sonreír; su sonrisa era hermosa a los ojos de Itachi—. Vaya, qué observador eres, Uchiha.

Las manos de Itachi empezaron a sudar un poco, mientras él observaba como Sasori daba el último trago a su café y se levantaba de pronto.

—Bueno, me voy—Itachi expandió la mirada y lo detuvo del brazo sin pensar—. ¿Qué?

El moreno miraba a todos lados menos a los ojos acaramelados que estaban fijos en él, esperando su respuesta.

—Aún no tienes que irte—dijo un poco nervioso—. Todavía faltan veinte minutos para la siguiente hora.

El Akasuna se deshizo del agarre de Itachi. Un dato curioso de él era que odiaba casi todo contacto humano que no fuera con Deidara. Miró a Itachi fijamente, como tratando de buscar algo dentro de él que no sabía qué era. El Uchiha, por su parte —y váyase a saber cómo— logró mantener la mirada fija en Sasori, sin titubeos ni nervios; con el rostro tan apacible y tranquilo como siempre.

Un suspiro escapado de los labios del pelirrojo, y este volvió a sentarse.

—Está bien, no tengo mejor lugar a dónde ir—comentó intentando sonar resignado y fracasando rotundamente.  

Itachi sonrió complacido para sus adentros. Aunque fuera su amigo, no acostumbraba mucho hablar con él, pues el taheño siempre tenía a Deidara pegado como chicle. Al pelinegro no le gustaba para nada la relación de Sasori con el rubio, simplemente no creía que ellos congeniaran. Deidara era demasiado... Pesado, extrovertido, explosivo y con una leve tendencia pirómana. Y Sasori... bueno, él era reservado, más frío que un bloque de hielo y menos expresivo que una estatua. Tenía la característica de ser muy hostil y cortante; no era tan simpático que digamos. Pero su rostro era simplemente hermoso, como si fuera un ángel caído del cielo... ¡Maldición! Ahí estaba otra vez, se le estaba quedando viendo embelesado.

Sasori, que no entendía por qué el moreno se quedaba mirándolo sin hacer nada, intentó buscar un tema de conversación. No solía pasar mucho tiempo con Itachi, no sabía qué cosas le gustaban ni de qué le interesaría hablar. Así que preguntó lo primero que cruzó por su mente.

— ¿Tu hermano cómo está?

Cuando la voz de Sasori rompió el embelesamiento de Itachi, este parpadeó un poco y analizó la pregunta. No pudo evitar soltar un suspiro derrotado.

—No me deja hablar con él—dijo, jugando con la pajita de su frapé—. La última vez que lo intenté, él estaba sentado frente a la puerta de ese chico. Me gritó que me largara y se encerró en su cuarto.

El Akasuna notó el cambio de voz en el Uchiha. Itachi quería demasiado a su hermano que cualquier cosa que afectara al menor, también lo hacía con él.

Sasori se relamió los labios (acto que no pasó desapercibido para Itachi).

—Me sorprende que realmente se haya enamorado de Gaara—mencionó, apoyando los en la mesa. Itachi arqueó una ceja.

—Yo no puedo creerlo.

El menor desvió la mirada a un punto en la nada, como recordando algo.

—Me acuerdo que hace un mes los vi corriendo hacia afuera del campus, quién sabe a dónde—formó una pequeña sonrisa—. Tu hermano iba tirando de la mano de Gaara con una enorme sonrisa en la boca, y Gaara estaba sonrojado hasta las orejas— bajó la mirada sin borrar su sonrisa, como si estuviera burlándose de sí mismo—. Pensé que se veían jodidamente tiernos.

Itachi expandió la mirada, ligeramente sorprendido. Dejó de jugar con la pajita de su café.

—No me imagino a Sasuke haciendo eso—dijo con pura sinceridad. Y eso que él conocía al Uchiha pequeño desde que este usaba pañales—. ¿De veras hizo eso?

— ¿Qué me gano con mentirte?—comentó divertido el otro haciendo que Itachi riera por lo bajo.

—Es que mi hermano nunca ha sido muy... así.

— ¿Así, cómo?

Si los sentimientos fueran sinónimo de calor, Sasuke estaría al borde de la hipotermia, pensó Itachi. Su hermano menor siempre había sido caracterizado por su falta de afecto hacia los demás —exceptuándolo a él, si el menor estaba de buenas—. Kisame decía que era por eso que tenía tanto pegue con las chicas; porque el moreno era prácticamente inalcanzable y ellas querían algo que ninguna otra pudiera tener. Claro que también ayudaba su atractivo —cosa que también describía a Itachi— y ese pequeño toque de rebeldía que tenía ante sus mayores.

Pero nunca, y enfaticemos que nunca, se había portado de manera cariñosa con alguien. Itachi sabía que a su hermano no le importaba romper un millón de corazones con tal de que dejaran de joderlo, y que mucho menos se había interesado en alguien. Y tampoco era como si el mayor anduviera saltando de una relación en otra; de hecho, quizá compartía muchas similitudes con su hermano. Pero bueno, por lo menos él ya tenía a alguien que le gustaba.

¿Y de verdad Sasuke también lo tenía?

¿Desde cuándo el mundo había empezado a girar del lado contrario?

—Tú sabes cómo—retomó—. Tan...

— ¿Expresivo?— atinó Sasori, recargándose en su silla con una sonrisa triunfante cuando vio a Itachi asentir—. Entonces de verdad está enamorado.

El moreno se irguió, abriendo los ojos de par en par.

— ¿Qué dices?—preguntó con evidente sorpresa.

—Que Gaara debe tener algo que nadie más posea para hacer que tu hermano rompa esa barrera de hielo que tiene.

–Hablas como si Gaara fuera una buena persona.

— ¿Y quién dice que no lo es?

El pelinegro apretó el rostro, sus ojos entrecerrados miraron un punto en la nada, tratando de encontrar algo que pudiera responder a la pregunta de Sasori.

—Está loco.

El de ojos miel hizo un rápido gesto de sorpresa y luego rió por lo bajo.

— ¿Que está loco? ¿Y eso lo hace mala persona, Uchiha?

—Bueno, es que él...

—Sí, sabemos que tiene problemas mentales con un demonio que todos creen que no existe, pero nunca ha causado problemas a nadie, a menos que trate de defenderse— interrumpió Sasori a Itachi en un tono sumamente serio, con la mirada afilada como los ojos de un halcón.

Aquello provocó que el Uchiha lo mirara con un gran signo de interrogación flotándole sobre la cabeza. Desde que conocía a Gaara, nunca había escuchado a alguien hablar bien de él, o por lo menos, sin hacer una mueca de desprecio al pronunciar su nombre. Pero con Sasori era diferente. Él, al hablar de Gaara, no mostraba desprecio en sus ojos, y no hablaba de manera déspota. Por un momento, le dio la impresión de que Sasori hablaba de él como si lo conociera desde siempre.

Luego, después de analizar las palabras del taheño, una pregunta azotó su cabeza.

— ¿A qué te refieres con: Un demonio que todos creen que no existe?

La voz de Itachi arrancó a Sasori de sus pensamientos, y un poco anonadado volvió su atención al moreno. Se mordió el labio inferior y bajó la mirada. Itachi inclinó la cabeza hacia él.

—La gente habla por hablar, sin saber qué hay detrás de aquello que critican— habló en voz baja a nadie en concreto, arrastrando las palabras entre sus dientes—. No conocen ni un poco de la vida de Gaara, pero aun así disfrutan molestarlo y hacerle la vida imposible...

Itachi abrió la boca y la movió torpemente; no sabía que decir porque, en efecto, todo lo que dijo Sasori era verdad. Nadie conocía a Gaara, más allá de su nombre, siquiera de dónde venía, quiénes eran sus padres o si tenía hermanos. Sin embargo, no podía dejar de sentirse inquietado sobre el punto de vista que tenía el de ojos miel hacia Gaara.

—Él es raro, aunque claro que entiendo que no hay fundamentos para hostigarlo. Pero tú hablas de él como si lo conocieras.

Ante aquello, Sasori lanzó un suspiro y apoyó el mentón en su mano derecha.

—Tal vez lo hago.


~*~


El tiempo seguía su propio curso, segundos y minutos perdidos mientras Sasuke se encontraba estático como una estatua, sin mover un solo centímetro con aquél libro entre las manos; el rostro contorsionado en una mueca de estupefacción y su cabeza tratando de digerir todo.

Pasados algunos minutos más, el moreno suspiró pesadamente, removiendo el diario entre sus manos y pasándose la lengua sobre los labios. Le dio una ojeada rápida a las páginas leídas y después lo cerró con violencia. Era claro que no entendía nada de lo que el pelirrojo hablaba en esas hojas, pero si algo le quedaba claro era que su madre lo maltrataba, quizá lo obligaba a consumir drogas o váyase a saber qué.

Un ruido se escapó su sus labios, parecía ser el producto de un suspiro y un gemido. Se le quedó mirando al librito un momento más, tentado a seguir leyendo, pero siendo acusado constantemente por su subconsciente. Tenía en claro que cometía una violación en contra de la privacidad de Gaara, y, ahora que ambos estaban en malos términos, no podía sentirse más idiota.

Recogió la mochila y miró para ambos lados. Lo que iba a hacer era una estupidez, pues si Gaara se enteraba seguramente lo mandaría al diablo y más allá. ¿Pero qué más podía perder, si lo que más le importaba ya estaba perdido? Además, tenía la curiosidad extendiéndose en su cabeza como una bomba a presión. Y con el corazón latiéndose con fuerza inhumada, él salió de la habitación de Gaara; con una mochila colgada en el hombro derecho y el diario a un costado del izquierdo.


 
~*~


Era muy probable que ir a ese lugar le traería recuerdos que podrían hacerlo llorar a flor de piel, por muy serio que fuera. Pero solamente ahí podía tener privacidad sin que su hermano fuera a aparecerse en cualquier momento, en un intento inútil de subirle los ánimos. Se resbaló por el tronco del árbol donde estaban escritas las iniciales "SasuGaa" y cayó sentado en el pasto. Miró hacia el cielo y calculó una hora para que llegara a anochecer. Después, con los dedos temblándole de la ansiedad, abrió el diario en la siguiente fecha.

 



"24 de Abril del 2003

Ayer mamá repitió el mismo ritual de siempre, y el dolor fue como el de la primera vez. Sus ojos se volvieron rojos cuando le pedí que dejara de hacerme eso, y me golpeó la mejilla fuertemente. Me dolió que mami hiciera eso, no pude evitar llorar. Ella volvió a golpearme repitiendo que sólo yo podía ser un buen contenedor. No le entendía nada, me hice bolita en una esquina esperando que mami parara de lastimarme hasta que llegó Yashamaru y me llevó de ahí, me dio medicina, me mandó a bañarme y a la cama, pero no puedo dormir. Hay algo en mi cabeza que hace mucho ruido, como si hubiera millones de personas dentro de mi cabeza, susurrando cosas que no puedo entender."

 


Pestañeó con los labios y el ceño fruncido. Cambió de página.

 


"5 de Mayo del 2003

Perdona si te mojo, me tallo y me tallo los ojos pero no puedo parar de llorar. De todas maneras, nadie se da cuenta. Y si lo hacen, no les importa. Prefieren verme con esos ojos...

Esos ojos, esos ojos que me llaman monstruo. ¿Por qué me dicen así? ¿Y por qué me miran como si tuvieran miedo de acercarse a mí? Shukaku se ha vuelto mi mejor amigo de entre todas las voces de mi cabeza, y él me dice que ellos sólo quieren verme sufrir, que por eso me apartan y no me dejan jugar con ellos, pero no entiendo el porqué.

Hace dos días, Yashamaru convenció a mis hermanos de llevarme a jugar al parque, aunque a ellos parecía desagradarles la idea de ir conmigo, se han distanciado mucho de mí desde que mami empezó a necesitarme en sus rituales. Yo les dije que estaba bien que yo no fuera, pero Yashamaru insistió y ellos terminaron llevándome.

Ambos caminaron alejados de mí hasta llegar al parque. Lo único que pude ver de ellos en todo el camino fueron sus espaldas.

Mi hermana, a una esquina del parque, estaba saltando la cuerda con sus amigas; mientras mi hermano jugaba el "avioncito" con una bola de niños. Había, a mi lado derecho, un grupo que jugaba con una pelota; de aquí para allá y parecían divertirse mucho. Yo los miraba atentamente, quería ir a jugar, pero no sabía cómo acercarme a ellos.

Entonces, miré la pelota roja rodando hacia mi lado. Bajé del columpio y corrí hacia ella muy feliz de que quizá si la recogía, ellos me dejarían jugar con ellos.

Cuando ellos llegaron y me vieron con la pelota, la extendí a su dirección, muy nervioso porque finalmente haría amiguitos que todos podían ver. Pero retrocedieron un paso y abrieron tanto los ojos como la boca. Yo desvié la mirada, esperando con muchas ansias que contestaran.

Pero empezaron a murmurarse cosas entre ellos, y al momento que levanté la mirada, vi muchos ojos sobre mí, pesados, grandes, penetrantes, ¿con miedo? ¿Con odio? ¿Por qué me miraban así?

Y se alejaban lentamente, con los labios moviéndose, pero no se escuchaba ningún sonido. Esos ojos me penetraban, me lastimaban el pecho. No quiero que me miren así, no lo soporto. Lo único que yo quería era hacer amigos...

Entonces mi cabeza comenzó a punzar y me encogí en mi lugar, frente a ellos, que parecieron mucho más asustados y el odio resplandeció en sus ojos. Dijeron algo que no entendí; me lo gritaron a los cuatro vientos al momento de dar media vuelta e irse corriendo.

La vista se me distorsionó, los niños eran manchas borrosas que se alejaban de mí. Extendí el brazo para disculparme, pero sentí como si mi cabeza fuera a explotar. Entonces escuché a Shukaku y las voces. Dijo que ellos me habían llamado monstruo y las demás voces repitieron la palabra en eco. Que aquello era una criatura indeseable y odiada por aquél que la veía, inhumana y rechazada por su enorme atrocidad. Pero me dijo también que no podía dejarlo así; que si ellos me lastimaban yo tendría que hacerlos pagar.

Yo no quería, empero Shukaku me prometió ayudarme y entonces sentí una ráfaga de viendo sacudirme todo el cuerpo, como si estuviera dentro de una tormenta de arena. Esa misma salió disparada al frente, los niños que estaban corriendo gritaron aterrados y pararon en seco, como estatuas miraron cómo la arena iba en su dirección.

Cerré los ojos. Shukaku me dijo que los abriera y disfrutara el espectáculo; que mirara cómo que aquellos que me lastimaron ahora sufrían el doble...

Que yo podía castigar a todo aquel que me hiciera sentir mal..., que me hiciera sentir solo."




Notas finales:

No tengo nada qué decir, excepto darle muchas gracias a los que leyeron ewe ¡Las adoro, mis sempais SasuGaaéscas! Y espero que a´´un sigan ahí c:


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