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How To Save A Life por Sabaku No Ferchis

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Notas del capitulo:

¡Holaaaaaa! 

Ha pasado mucho tiempo, lo sé. Ya se saben el resto de la historia. 

Uf, realmente no sé si alguien siga ahí (espero que si) Y bueno, la cosa es que este capítulo pueda soprenderles, pero estoy segura de que era necesario para la historia, jajaja. 

En fin, muchas gracias por los reviews del capítulo anterior. Sin más, ls dejo con este :o

[CAPÍTULO 21]

 

Follow me

. . .

«Mi cabeza está asechándome y mi corazón se siente como un fantasma.

Necesito sentir algo porque aún estoy lejos de casa.

Júralo por tu vida, prométeme que nunca te irás de mi lado»

Follow you [Bring me the Horizon]

. . .

 

Mentiría si dijera que no estaba nervioso. Tal vez sus invitados franceses no lo notaban, pero el corazón de Itachi latía como si acabara de bajar de una montaña rusa. No era la primera vez que presentaba una propuesta como representante de Mangekyo&Co. Ya había cerrado convenios con las empresas turísticas más importantes de Japón y Asia; la rentabilidad de sus hoteles había crecido el 20% durante los últimos dos años. Fugaku se sentía orgulloso, claro, pues cualquier logro de su primogénito era un logro suyo como padre. Confiaba en Itachi tanto como en sí mismo, así que no tenía razón alguna para presentarse en la reunión con los inversionistas franceses, la cual (si todo salía bien) definiría la expansión de la empresa a Europa.

Sin embargo, tal responsabilidad tenía a Itachi con los nervios de punta. Sentía el sudor acumulándose en su nuca, su temperatura se elevaba y en cualquier momento sus piernas se volverían gelatina. Los franceses no lo notaban, su atención estaba fija en la pantalla y sus oídos concentrados en las palabras del moreno. Era una suerte que ellos no se percataran de que, cada veinte segundos, Itachi dirigía la mirada a la puerta, a ver si por fin Sasuke se dignaba a aparecer.

Itachi ya había explicado gran parte de la propuesta. Lo más importante era especificar los convenios que haría la compañía con el gobierno francés, respecto a los destinos turísticos que incluirían en sus paquetes vacacionales. Sin embargo, ellos necesitaban ver los planos del hotel, y Sasuke llevaba casi veinte minutos de retraso. A Itachi se le agotaban las ideas para entretener a los franceses  

—Me parece que todo está en orden, ¿qué piensan ustedes? —Los colegas del señor Athaquet le dieron la razón—. Solamente falta checar los planos del hotel, señor Uchiha.

A Itachi le tembló la manzana de Adán. La silla que correspondía a Sasuke seguía vacía. Abrió la boca para decir algo (de lo cual no tenía idea), y como si sus plegarias hubiesen sido escuchadas, Sasuke abrió la puerta casi de golpe, con los planos bajo el brazo.

Se le miraba cansado, el cuello de la camisa y la corbata un poco desalineado. Cuando pasó a su lado, Itachi notó que su aliento olía a chicle de menta.

—Disculpen la demora—Dijo, con su francés algo oxidado, mirando la diapositiva que se estaba proyectando—. Veo que mi hermano ha explicado la propuesta y aclarado todas sus dudas. Aquí están los planos del hotel.

Momentos después, cuando ambos hermanos entraban a la cafetería donde tomaban el almuerzo, Itachi pensó que tal vez se había preocupado de más. La junta había salido muy bien con planos o sin ellos. Ellos apenas le echaron un vistazo antes de aprobar la propuesta y cerrar el trato. Itachi se sentía satisfecho; ya le había dado la noticia a su padre por mensaje.

—¿Por qué llegaste tarde? —Preguntó a su hermano menor, más curioso que con el ánimo de reprenderlo—. Nunca había pasado y justo se te ocurre hacerlo hoy, Sasuke.

Miró su hermano sobre el menú. Sasuke no se había acomodado el cuello de la camisa. Varios mechones de su cabello salían disparaos a diferentes partes. De pronto, a Itachi se le ocurrió preguntarle algo. Cuando se acordó de que era mala idea, ya era demasiado tarde.

—¿Estuviste con alguien anoche?

Sasuke levantó la vista del menú y frunció el ceño.

—No digas tonterías, nii-san. Me desvelé terminando los planos y no escuché mi alarma—Leyó rápido lo que restaba del menú—. Volveré a pedir sopa de tomate. Y si pides tu orden de dangos, dame uno.

—¿Qué? ¡Sabes que no los comparto!

—También sé que no le niegas nada a tu hermano pequeño—Se burló el menor—, así que acepta por las buenas, o te robaré dos.

Itachi rodó los ojos.

—Como sea. Menos mal que todo resultó bien.

—Ellos ni siquiera revisaron los planos. Dudo que hayan prestado atención a la mitad de lo que dijiste. Como todo se miraba perfecto, ellos asumieron que era así.

—Pues gracias por dejarme a mí con el trabajo de que todo luciera perfecto. De veras, agradezco tu ayuda—dijo sarcásticamente, sonriendo más relajado.

—Un placer.

Cuando ambos terminaron de reír, Itachi lo miró detenidamente por un momento y luego sacó una carpeta de su portafolio. La dejó sobre la mesa, frente a su hermano. Sasuke hizo cara de sorpresa y levantó la mirada a Itachi. Él suspiró, sobándose la nuca.

—Tienes razón. Debería aprender a negarte algunas cosas, aunque seas mi hermano—Dijo—. Verás, hablé con mi contacto la semana pasada, pensé que no encontraría nada interesante, pero… encontró a alguien. Échale un vistazo.

Sasuke abrió el folder. Dentro de él, sujeta a hojas por un clip, estaba la foto de un anciano, de cejas tupidas y barba blanca; la cabeza totalmente calva. Su nombre estaba escrito en la primera hoja tras la foto.

—¿Ebizo?

—Él y su hermana eran muy venerados en Sunagakure; les llamaban “Los Hermanos Honorables”. Según esta información, ella cuadra con la descripción de la sacerdotisa que leíste en el diario de Gaara.

En ese momento, el mesero interrumpió para tomarles la orden. Cuando se marchó, Itachi continuó.

—Murió hace siete años—Hizo una pausa—. Era la abuela de Sasori….

Sasuke permitió que Itachi se tomara su tiempo. Aunque nunca se lo había preguntado directamente, estaba seguro que su hermano seguía embelesado con Akasuna no Sasori.

—Su hermano Ebizo sigue con vida. Al parecer abandonó el pueblo un año después de la muerte de su hermana. ¡Fue difícil rastrearlo! Pero mi contacto logró ubicarlo. ¿Te imaginas dónde está?

—¿Aquí en Tokio? —Itachi meneó la cabeza. Sasuke se tomó unos segundos para comprenderlo—. ¿Francia?

—Exactamente.

Sasuke continuó leyendo el documento. El domicilio de Ebizo estaba en la zona periférica de Paris, y era dueño de una pequeña panadería, especializada en repostería francesa y japonesa.

—Bien, este hombre es el hermano de la mujer que llevó a cabo el ritual de exorcismo para Gaara. Creo que hace cuatro años, cuando fui allá, me hablaron de él, pero no estaba tan involucrado en las prácticas espirituales como su hermana. No estoy seguro de que él sepa dónde está Gaara; es más, dudo que a Gaara se le ocurriera acudir a él. También están sus hermanos.

—Dijiste que no tenía buena relación con ellos.

—Bueno, no lo sé. No parecía. El diario no mencionaba mucho de ellos, ni siquiera sus nombres, y tampoco tuve tiempo de preguntarle.

—Siempre fue difícil buscar información de la familia Sabaku. Prácticamente no hay nada. Tal vez a las autoridades del pueblo no les convenía documentar lo que sucedía ahí.

Sasuke rodó los ojos, dándole la razón a su hermano. Había recordado la forma en que la mayoría de la gente de Suna lo ignoraba cuando preguntaba sobre los Sabaku. Ni siquiera ofreciéndoles dinero había logrado sacar información que valiera la pena; de hecho, lo estafaron dos veces.

—Aun así, encontramos algo, y tiene que ver con el tío de Gaara—Dijo Itachi—. Hace ocho años, antes de morir, Yashamaru firmó un fideicomiso con Ebizo para garantizar los estudios de Gaara. Con parte de ese dinero fue pagada su colegiatura en el Instituto Senju. Le dejó toda su herencia.

El mesero volvió con las órdenes de los hermanos. Sasuke tuvo que apartar la carpeta del centro de la mesa.

—Así que…

—Podemos intuir que Gaara debió encontrarse con él para recibir el fideicomiso. Donde quiera que haya ido, seguro que necesitó el dinero.

Sasuke se mordió el labio inferior. Itachi pensó que daría un saltó por el descubrimiento. Y lo intentó, pero sus rodillas chocaron con la mesa y su sopa de tomate se derramó un poquito.

—Sé que aún no puedes decir que lo encontraste, Sasuke. Pero seguramente Ebizo tenga alguna idea de dónde está.  

Los dedos del menor estaban sujetos a la orilla de la mesa.

—Tengo que ir—Dijo—. Itachi, tengo que ir ya.

—¿Qué le dirás a Padre? La fiesta del hotel es este sábado; querrá que estemos ahí.

—No. Querrá que yo esté ahí. Tú tendrás que irte a Francia el jueves—Sasuke miró a su hermano con ojos intensos, de esos que le hacía de niño cuando quería algo, pero ahora eran más serios—. Ayúdame. Por favor, tienes que ayudarme a que Padre me conceda la dirección del proyecto en Paris.

—Sasuke, no creo…

—¡Por favor! —Sasuke subió el tono de su voz lo suficiente para que las personas de la mesa trasera voltearan a verles, después bajó el volumen—. Por favor, lo he buscado por cinco años… no voy a esperar más.

—¿Te estás escuchando? —Le regañó Itachi—. Mira, sé lo mucho que te importa encontrar a Gaara, y de verdad quiero ayudarte. Pero piensa en lo que me pides. Quieres la dirección del proyecto más importante que ha tenido nuestra compañía solo para ir a buscar a tu novio de hace cinco años. No puedo dejarte el mando así, Sasuke.

Sasuke se mordió la lengua.

—¿Crees que no tengo la capacidad para encargarme de ambas cosas?

—Tendrás que estar ahí por seis meses, quizá más. ¿Y si descubres que Gaara no está en Francia, que está en otra parte? Vas a querer salir corriendo tras él. Y no puedes.

—No lo haré. Si eso pasa, no lo haré. Me encargaré del proyecto eficientemente. Iré por Gaara una vez que acabe. Lo prometo.

Itachi tomó de su bebida y probó su platillo. Sasuke le miraba impaciente.

—Hablaré con Padre—Dijo—. Aunque sabes que la decisión final no depende de mí.

Sasuke sonrió agradecido. Había en sus ojos una luz cargada de impaciencia.

—Gracias, nii-san.

Momentos después, el mesero dejó una orden de dangos sobre la mesa.

Lo último que vio fueron los ojos de Gaara, intensamente verdes. Habría jurado que eran amarillos por un momento, como de un demonio, pero la idea se desvaneció entre besos y el contacto cálido con la piel del otro. Amó tanto a Gaara en ese instante que se olvidó de Deidara, de sus padres, de la policía y de todo lo que había pasado allá afuera.

Gaara lo besaba suavemente, aunque en sus movimientos también había intensidad. Se hundía en su boca como si quisiera fundirse con él. Sasuke sonreía mientras el pelirrojo le cortaba las palabras de la boca, palabras que iban perdiendo poco a poco la intención, gracias al embelesamiento del moreno.

«Debemos huir»

Ya después, solamente quería tocar la piel de Gaara. El bulto debajo del cual estaba sentado el taheño le palpitaba fuertemente, y aunque Gaara se viese lastimado, cubierto de sangre, cortadas y moretones, Sasuke no quiso más que hacerle el amor.

Sin embargo, esa noche no fue diferente a ninguna otra. Ahí estaba nuevamente la sensación de pesadez en los párpados, la somnolencia que lo arrastraba al sueño. Sasuke quiso vencerla y abrazar a Gaara para no perderlo. Intentó no juntar los párpados, intentó enfocar la mirada en esos ojos verdes. Pero todo se repitió. Ya ni siquiera pudo extender la mano hacia el pelirrojo, sus ojos se cerraron y todo se volvió oscuro.

Despertó en su habitación, con la frente, el cuello y la espalda cubiertos por el sudor. La lámpara de su escritorio seguía encendida al igual que la computadora. Se había desvelado trabajando. Eran las cinco y media de la madrugada. Sasuke intentó volver a dormir, pero su mente no se despejaba. Solo pensaba en obtener la dirección del proyecto en Francia, Paris, cerca de Gaara.

Fue al baño para remojarse el rostro. El espejo le devolvía un reflejo desvelado, con pequeñas ojeras, el cabello desordenado y los rastros nacientes de la barba que se había rasurado hace tres días. De hecho, si se pasaba de nuevo el rastrillo, su rostro no sería diferente al de cinco años antes. De pronto, se preguntó si Gaara seguiría igual: con su desordenado cabello rojo y la piel lampiña y tersa.

Los últimos años habían pasado rápido, pero fueron duros para el Uchiha. El incidente del Instituto Senju fue declarado por la policía como la misteriosa desaparición de cuatro jóvenes durante una violación. Ninguno había dejado rastro, y la única persona que podía testificar lo sucedido fue sometida a tratamiento psiquiátrico. Kayane únicamente había testificado el rapto y la agresión contra Gaara; Naruto no dijo nada para confirmar el descabellado testimonio de su hermano.

Durante los siguientes seis meses, Sasuke buscó a Gaara desesperadamente. Había tenido serios problemas con su padre por no irse a Inglaterra inmediatamente, pero a fin de cuentas terminó estudiando en la Universidad de Cambridge, simplemente porque había descubierto que Fugaku no se entrometería en sus asuntos personales siempre y cuando cumpliera con los estudios y sus responsabilidades en la empresa.

Inmediatamente después de graduarse como arquitecto, volvió a Japón para ocupar un puesto directivo en la cadena hotelera de la familia, de donde su hermano ya era el director general.

Ahora aquí estaba, un joven de veintidós años, que, a pesar de su prometedora carrera y reputación, no había podido olvidar a su primer amor.

Salió del baño y se vistió rápido. Tomó su mochila deportiva. Necesitaba liberar la tensión y la ansiedad, así que iría a la alberca un rato antes del trabajo. Seguramente Suigetsu estaría ahí.

—¡Tiene meses que no vienes bastardo! Casi me he olvidado de tu rostro—Dijo el de pelo blanco. Eran las nueve de la mañana, ambos habían terminado de nadar tres kilómetros.

—He estado ocupado—Dijo Sasuke—, apenas ayer logramos firmar un contrato para expandirnos a Europa.

—Sí, Karin me lo contó—Suigetsu cruzó el brazo sobre los hombros del moreno—. Ey, tu viejo debe estar orgulloso.

—Itachi fue quien firmó el contrato.

—Bueno, pero tú hiciste los planos.

Ambos chicos fueron a desayunar juntos. Sasuke se burló de su amigo por comer como una bestia. Sin embargo, notó que el de ojos morados estaba divagando mucho, como si quisiera decirle algo.

—¿Qué pasa? —Preguntó—. ¿Te peleaste con Karin?

—¿Eh? ¡Todo el tiempo!

—¿Entonces? ¿Tiene que ver con ella?

—Más o menos—Dio una mordida a su hamburguesa—. Verás, me dijo que Naruto quiere verte.

—¿Naruto? —Repitió Sasuke y dio un sorbo a su café—. Sí, lo sé. Ella ya me lo dijo, y él no para de llamarme.

Suigetsu abrió la boca, la cerró y se mordió el labio. Después de unos segundos habló.

—¿Pasó algo entre ustedes? ¿En Navidad?

Ambos se miraron. Suigetsu se arrepintió de preguntar, pues el ambiente de pronto se volvió incómodo. Aunque fuesen mejores amigos, Suigetsu creyó que Sasuke nunca le iba a tener la confianza para expresarle sus ideas, sus pensamientos, o las cosas que seguían atormentándolo. Eso pensó en ese momento y se sintió triste. Pero luego, Sasuke le demostró que tal vez estaba equivocado.

—No pasó nada importante. Tú sabes por qué.

—¿Gaara?

Sasuke asintió.

—Lo encontré, Suigetsu—Dijo el moreno—. Bueno, no estoy del todo seguro, pero tengo una pista importante. Y en dos días me voy a Francia a buscarlo.

Luego, ante la sorpresa de su amigo, le contó todo lo que había descubierto de Gaara.

Su chofer lo llevaba de vuelta a la mansión. Sasuke miraba por la ventana del auto con el ceño fruncido, apretando su celular mientras esperaba sentirlo vibrar entre sus manos. Una llamada, un mensaje, algo. Itachi dijo que le ayudaría. Había partido esa mañana a Kyoto, donde su padre resolvía un problema con una de las sucursales en esa ciudad. Ya eran más de las ocho de la noche y no sabía nada. Comenzaba a ponerse más tenso; no quería problemas con su padre, pero con o sin el permiso de Fugaku, él iría a Francia.

Entonces, su celular vibró. Sasuke lo miró, pero se decepcionó al ver de quien se trataba. Atendió la llamada.

—¿Qué sucede, Naruto?

—¿Por qué no contestas mis llamadas?

—Ya te contesté. ¿Qué pasa?

Hubo un momento de silencio.

—¿Podemos vernos? —pidió el rubio, su tono de voz bajo. Luego carraspeó—. Es decir, vamos a vernos. Estoy a fuera de tu casa.

—Aun no llego. Estoy ahí en diez minutos—respondió Sasuke, sobándose el puente de la nariz.

El auto estacionó frente la mansión de los Uchiha. Sasuke había visto desde la esquina la figura de Naruto, envuelta en una chamarra naranja. Cuando bajó, Naruto dio un saltito y caminó hacia él.

—Vamos adentro.

La reja se abrió. El chofer fue a estacionar el auto mientras ambos muchachos caminaban hacia uno de los jardines.

El cielo ya era oscuro, pero había unas luminarias que iluminaban un área con una pequeña mesa de caoba y sillas para pasar el rato. Durante el día, Mikoto usaba ese espacio para convivir con sus amigas.

—¿Qué sucede?

Naruto desvió la mirada, sonrojándose.

—Yo pensé que ibas a llamarme, después de lo que pasó en la fiesta de Navidad.

—Eso no…—Sasuke metió las manos en los bolsillos de su traje y suspiró—. Te lo dije, sabes que no significó otra cosa. No me sentía bien, Naruto. No estaba pensando claramente.

—¡No! Sé que dijiste mi nombre.

El rubio se acercó hasta tomar la mano de Sasuke, pero él dio un paso hacia atrás. Naruto hizo una mueca herida.

—¿Por qué nunca pudiste tratarme como antes? —Preguntó, alzando la voz y apretando los puños—. ¿Por qué sigues rechazándome? ¿Ni siquiera te importaron nuestros años de amistad?

—No es eso.

—¿Qué?

—No te odio. Solo que no puedo tratarte como antes porque seguirías creyendo que tienes una oportunidad conmigo.

Naruto apretó los labios.

—¿Y no puedo creerlo? —Repuso el rubio—. Tú no estás saliendo con nadie, Sasuke. Sé que rechazas a las personas que intentan acercarse a ti, por eso ya no me molesto en sentir celos de ellas. Pero yo seguiré intentando, y si no me odias, entonces déjame acercarme a ti de nuevo, primero como amigos. Prometo que no te presionaré ni te obligaré a nada.

No podía evitarlo. Sabía que estaba sonando como un estúpido, que no debería estar diciéndole eso. Habían sido tantos años de amor no correspondido como para seguir prolongando la espera. ¿Por qué no simplemente lo dejaba? ¿Por qué no se conformaba con tenerlo como amigo? Es que cada vez que lo tenía en frente, lo que hablaba era su corazón y no su cerebro.

—Te equivocas. No los rechazo porque no quiera salir con alguien, sino porque yo ya tengo a alguien.

Los ojos azules del rubio se expandieron.

—¿Gaara? ¿De nuevo Gaara? ¡Él ya no está, Sasuke! ¡Huyó! No está a tu lado, y si no está muerto, él probablemente ya te olvidó. ¡Han pasado cinco años!

Sasuke levantó la palma para abofetear al rubio. Naruto apretó los ojos. El otro se detuvo a medio camino.

—Eso no lo sabes. Yo tampoco lo sé, pero lo voy a encontrar.

Naruto suspiró luego de unos segundos. Tragó un poco de saliva y se acercó al moreno para cerrar sus brazos alrededor de él.

—Bien... discúlpame, Sasuke—hundió el rostro sobre el pecho del Uchiha—. Si quieres buscarlo, está bien. Pero ya no sigas alejándome de ti. Puedo seguir siendo tu amigo, como éramos antes. Antes de decirte que te quería, antes de que conocieras a Gaara. Por favor…

Sasuke no correspondía el abrazo, pero tampoco separaba a Naruto de él. Se mordía el labio, mirando al cielo mientras pensaba qué contestarle. Sí, podía aceptar a Naruto como su amigo, pero no estaba seguro de que el rubio fuera a conformarse con su amistad.

En ese momento sonó su celular. Ambos chicos lo sintieron vibrar entre sus cuerpos. Sasuke se separó inmediatamente, aunque esta vez Naruto no sintió como si el Uchiha quisiera alejarlo de él.

—¿Sí? ¿Itachi?

Acabo de hablar con Padre.

—¿Qué te dijo?

Me dijo que era demasiado pronto para otorgarte la dirección del proyecto. Dice que necesitas más experiencia antes de que se te asigne esa responsabilidad. Así que me dejó a mí con la dirección…

Sasuke se mordió el labio, sintiendo un revoltijo en el estómago. Los ojos se le pusieron rojos.

—Oh.

Tiene razón. Te falta experiencia para liderar un proyecto así. Y no estamos hablando de cualquier cosa, Sasuke. Esta es una gran oportunidad para Mangekyo&Co. Así que le dije que era una gran oportunidad para que pudieras aprender y tomar algo de experiencia.

—¿Entonces? —preguntó Sasuke, sobándose el puente de la nariz—. Lo que me estás diciendo es que no me permitirá ir.

Te permitirá ir—dijo Itachi—, conmigo. Logré convencerlo para que me acompañes y observes de cerca lo que se hace. Vas a recibir tareas, pero estarás bajo mi supervisión.

—¿¡En serio!?

Sí.

Sasuke se mordió el labio.

—Gracias. Gracias, nii-san, en serio. Prometo que no te defraudaré. Ni a ti ni a Padre.

Eso espero—dijo Itachi, haciendo una sonrisa desde la otra línea—. Aunque sí necesita que uno de los dos se quede a la fiesta del sábado. Logré convencerlo de que tú te adelantes. Tu vuelo sale mañana por la noche. Yo estaré allá el domingo por la tarde. Le mandé los detalles a Karin, así que contáctate con ella.

Sasuke se quedó un momento viendo su teléfono, después de haber cortado la llamada. Estaba sonriendo, de verdad lo hacía. Naruto no recordaba la última vez que lo vio sonreír así.

—¿Buenas noticias? —preguntó.

—Sí. Me dejaron ir a supervisar uno de nuestros proyectos en Francia junto con mi hermano.

Naruto sonrió.

—Felicidades, teme—hizo una pausa, sonrojándose de nuevo—. Entonces… sobre nosotros…

—Podemos volver a ser amigos—dijo Sasuke—. Pero solo amigos. No intentes nada más.

El rubio curvó los labios sinceramente. Sus ojos azules brillaron y asintió con la cabeza. Por el momento, la amistad de Sasuke era más que suficiente.

Cada cuarto de minuto, Sabaku no Temari miraba desde la cocina el reloj de la sala. Frente a ella, la tetera anunciaba que el té estaba listo. A un lado había un gran plato repleto de onigiris en forma de oso panda. La rubia se notaba un poco tensa, no era muy paciente y se estaba cansado de esperar. Apagó la estufa y caminó a la puerta, dispuesta a salir en busca de su hermano. Pero la puerta se abrió antes de que ella pudiera tocar la perilla.

—¿Dónde estabas? —Regañó, cruzando los brazos a la altura del pecho.

—Trabajando. Tenía que terminar la traducción hoy.

Ella contempló al joven de pies a cabeza como una madre que acaba de reprender a su hijo, con la misma mezcla de ternura y firmeza. Contempló los cabellos rojizos, los ojos verdes, las pecas infantiles sobre la piel blanca, y pensó que su hermano parecía de dieciséis años cuando acababa de cumplir los veintidós. Era muy joven y…

—De todas formas, no deberías llegar tarde. Tienes responsabilidades, Gaara—Temari se dio la vuelta para volver a la cocina. El movimiento de sus caderas era tan natural que nadie          la tacharía de coqueta—. Anda, ve a cambiarte para que comas algo antes de que te marches. Despierta a Natsu para que baje a cenar.

Gaara asintió, sonriendo un poco. El lugar era bastante pequeño para lo que pagaba de renta, pero de alguna forma, su hermana se las había arreglado para hacerlo un poco más acogedor desde su llegada. Dejó su mochila sobre el sillón y subió las escaleras.

Estaba cansado. Sus ojos le ardían un poco y tenía el trasero entumido por pasar tantas horas sentado. Había estado en la biblioteca casi todo el día, terminando la traducción de un libro. Era la fecha límite de entrega; si no lo hacía, le pagarían mucho menos de lo que le habían prometido. Y de verdad que necesitaba dinero.

Cuando abrió la puerta, se encontró con el pequeño durmiendo plácidamente, en algún sueño de fantasías. Lo contempló desde el marco de la puerta mientras una mezcla de sentimientos que no lograba nombrar se acumulaban en su estómago. Cada que lo veía, era como mirar el reflejo de él, de Sasuke, con el cabello negro como la brea y la nariz griega.

Gaara se acercó a él y le movió del hombro como si se tratara de un niño desconocido. Natsu respingó la nariz y abrió sus grandes ojos verdes (la única herencia del pelirrojo).

—¿Gaara-san? —dijo el pequeño, tallándose los ojos—. Llegaste.

—Sí. La cena está lista, será mejor que bajes.

La voz de Gaara era baja y dudosa. No quería decir algo equivocado, porque durante todo ese tiempo, todavía no sabía cómo tratar al pequeño. ¿Cómo se supone que debería tratarlo una madre? Gaara jamás aprendió a hacerlo; la mujer que lo parió a él jamás lo trató como una.

Natsu asintió y se bajó de la cama. Llevaba un overol azul con un oso sobre el pecho.

—¿Irás al hotel, Gaara-san?

—Sí, pero antes cenaré contigo—respondió el pelirrojo.

El pequeño le tomó de la mano y ambos bajaron a cenar con Temari. Cuando terminaron, la rubia llevó a su pequeño sobrino de cuatro años a dormir mientras Gaara se ponía su uniforme de trabajo. Era un traje sencillo, con camisa blanca, pantalón y chaleco negro.

—Ve con cuidado—Le dijo su hermana, antes de que el pelirrojo saliera.

Él no la recordaba de esa manera. Tenía muy pocos recuerdos de sus hermanos. En la mayoría de ellos, Temari y Kankuro eran personas lejanas, como si hubieran vivido en otro planeta.

—Sí—dijo él—. Gracias por todo, pero deberías volver a Japón. Tienes tu vida allá.

—Tú también deberías volver a Japón. Por él. Ese niño necesita conocer a su padre. Ambos regresaremos una vez que acabes con esto—Ella tocó el pecho de su hermano con ambas manos y luego sonrió—. Ánimo, Ebizo nos ayudará.

Usualmente, Gaara evitaba pensar en su pasado. Sus dos trabajos eran la perfecta distracción. Su fideicomiso pronto se acabaría, así que necesitaba cualquier trabajo que lo mantuviera con la guardia baja. Normalmente se ganaba la vida traduciendo textos, sin embargo, cuando vio que eventualmente eso no le alcanzaría, decidió trabajar en un hotel de lujo por las noches. Con ello tenía suficiente, al menos mientras se encargaba del asunto por el que fue a Francia.

Entró al elevador, empujando el carrito que llevaba la cena de uno de los huéspedes. ¿Qué iba a hacer cuando acabara con eso? ¿Qué sería de Natsu y él? No iba a depender el resto de su vida de la caridad de su hermana, y lo cierto, era que en lo único que pensaba era en ver a Sasuke.

Pero si lo veía, ¿qué iba a decirle? ¿y si el moreno no quería volver a saber de él? ¿y si ya estaba casado? ¿si tenía una familia? Probablemente ya se había olvidado de él. Aunque, ¿qué no era ese el propósito de Gaara cuando huyó, que Sasuke se olvidara de él y viviera la vida que le había tocado vivir, casándose con una mujer de clase y dándole nietos a su padre?

—Servicio a la habitación—dijo Gaara, después de dar dos golpecitos a la puerta de la habitación

En realidad, el destino había sido muy bueno con Gaara. Le había dado la oportunidad de resolver todas sus dudas, pues en cuanto la puerta se abrió, se encontró cara a cara con Sasuke Uchiha.

Notas finales:

¡Yep! 

Ha aparecido el pequeño bebé xd 

Espero que les haya gustado. De hecho, ya tengo pensado el próximo capítulo, pero dudo que pueda escribirlo de aquí en lo que entro a la escuela, así que espérenme para las vacaciones de diciembre :D 

¡Muchas gracias por leer! Les amo. 


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