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El sexo no lo es todo... o sí por Misakiyeah

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Notas del capitulo:

Podéis encontrar toda la historia en Wattpad, aquí -> https://www.wattpad.com/28737946-el-sexo-no-lo-es-todo-%C2%BFo-si-libro-1-cap%C3%ADtulo-1-un

-Eso me alegra, pues sal a ver si hay alguien que tú conozcas por si acaso, avísame y bajamos por las escaleras de emergencia, ¿entendido? -preguntó mientras yo asentía.


Salí a la oscura discoteca, la música me sonaba, creo que la había oído alguna vez. pero esta vez me sonaba mal, como si fuese demasiado pesada. Caminé casi por las paredes, intentando buscar a Harold, pero este no estaba en ninguna parte, por lo menos que yo lo viera, y había buscado como un loco.


Volví hacia donde me esperaba Alexander, un poco apresurado, no quería volver tarde al hotel. Abrí la puerta, aún con un poco de reparo al ser una zona del personal.


-Alexander, ya he revisado, no hay nadie por ninguna parte ya podemos irnos -dije a modo de aviso, este asintió con la cabeza mientras recolocaba a RiRi entre sus brazos.


Bajamos lo más rápido que pudimos por las escaleras de emergencia que había para incendios. Eran bastante estrechas para ser la discoteca tan grande, pero aun así Alexander se las ingenió para que la morena no se diese ningún golpe, me daba pena verla así.


-Sam, escúchame. Esta salida da a un callejón, ¿puedes quedarte aquí con ella mientras voy a buscar mi coche? -preguntó. Me molestó un poco que pensase que era tan blandengue.


-Puedo cargarla perfectamente, créeme, ya lo he hecho -suspiré, estirando mis manos para cogerla entre mis brazos.


-Toco el claxon para que sepas que estoy afuera, ¿vale? -sonrió, entreabriendo la puerta, dejándome ver que ya era de noche.


Comencé a lamentarme solo, ya había caído la luna y seguramente Bill volvería en cualquier momento, tendría que inventarme cualquier excusa tonta para que no me quebrara la cabeza. Mis ojos se abrieron un poco al pensar en la tonta, pero mejor coartada que podía existir... estaba en casa de Christian.


Si le justificaba mi ausencia con él, seguramente no me diría nada, ya que sabía que no me gustaba que se metiese con mi amigo de mala manera. Era otra mentira, pero a estas alturas ya todo valía. Un pitido me sacó de mis pensamientos, antes de salir, miré a RiRi por última vez, ¿cómo llegaba alguien a ser tan autodestructivo? No lo podía entender.


Justo fuera de la puerta, que daba a un estrecho callejón de mala muerte de los que solían habitar Nueva York, estaba Alexander, esperando en un 4x4 blanco. Uno siempre veía la fachada, se maravillaba pensando que la ciudad era preciosa, pero no. Esa belleza siempre escondía una segunda cara putrefacta. Me recordaba a la sociedad.


Bajó a abrirme la puerta, para que pudiese meterme en la parte trasera junto con RiRi, volvió a introducirse en el asiento de conductor mientras arrancaba lentamente.


-Nunca pensé que acabaría de chofer de un cachorrito que no tiene ni dieciocho años -suspiró riéndose-. En fin, ¿a dónde vamos señor? -preguntó, volviéndose a mirarme.


-A Park Avenue, al hotel de la alfombra verde -respondí un poco sonrojado, no había podido evitarlo al oír lo de cachorro otra vez-. No sé si sabes donde es... -dije confuso.


-Claro, me he hospedado un par de veces allí, así que es allí donde se oculta una estrella tan famosa del pop, ¿eh? Bueno, pues allá vamos.


El camino se me hizo un poco pesado, tenía a RiRi sobre mis piernas mientras le acariciaba lentamente la mejilla, no podía dejarla sola. Aparté su larga melena morena de su cara, para que pudiese respirar mejor.


-¿Cómo sabes que no tengo los dieciocho? -pregunté, mirando un momento hacia adelante.


-Lo supuse al verte tan nervioso en la entrada. Tranquilo, no es que lo encuentre mal ni nada, solo que se me hace difícil de encajar que un chico tan inocente y tierno como tú, pueda meterse en un problema de este calibre, ¿entiendes lo que te digo? Quiero decir, pensé que serías mucho más simple, así que quizás es bueno que vengas con unos cuantos problemas de regalo -rió, mirándome de reojo por el retrovisor.


-Alexander, no sé cómo darte las gracias, has hecho todo esto casi sin conocerme de nada y... -callé al ver como RiRi comenzaba a removerse en sí misma, hasta despertarse de golpe, casi pegándose un golpe contra el techo del coche.


-Mierda, mi cubata, espera, ¿Sam? -preguntó desconcertada, se giró bruscamente mirando hacia todos lados-. ¿Alexander Mangliano? ¿Qué pasa aquí? ¿Me vas a llevar con Bill, verdad? ¡Es eso! No, por favor, no quiero, Sam, yo de verdad que iba a dejarlo pero es que... no por favor -comenzó a sollozar-. Bill no.


-RiRi, tranquilízate, solo voy a llevarte a tu hotel -dije mientras la cogía de los hombros para que se calmara, ya sentada a mi lado-. ¿Cómo es que te has desmayado?


-Ay no sé, Sam, yo estaba bien pero vino este... el LSD comenzó a hacer efecto, me daba miedo y no pude más, estoy sintiéndome muy tonta por esto, ¿qué hace él aquí? -preguntó desconfiada.


-Sin Alexander no te podría haber sacado de Cielo sin levantar sospechas, vine a avisarte de precisamente esto. Bill piensa que te drogas, y tiene un par de sus guardaespaldas vigilándote para estar atentos a cuando caigas, y así, bueno tú ya sabes lo que pasará si te pillan, quería alertarte -expliqué mientras veía como entrábamos a Park Avenue.


-Joder, muchas gracias Sam, de verdad -saltó a abrazarme-. No sé qué haría sin ti, eres como mi ángel de la guarda -terminó de decir, sin dejar de achucharme.


-Ya hemos llegado -intervino Alexander


-Muchas gracias a ti también -dijo de una forma arisca que no pude entender muy bien.


De repente recordé que quizás era la última vez que podía ver a una estrella mundial del pop, y menos a una estrella del pop como Riri, que era mi amiga. Dentro de poco Christian, Bill, Alexander junto con ella saldrían de mi vida para siempre, me dolía de solo pensarlo.


-RiRi... -susurré antes de que se bajara, esta se giró a mirarme de forma curiosa, creo que notó mi tristeza.


-Dime -soltó, sacando solo las piernas del coche. Antes de que pudiese marcharse, salté yo a abrazarla, la abracé con todas mis fuerzas. No sé por qué, pero sentía que era la única persona que hiciera lo que hiciera, no me juzgaría, todo lo contrario al resto de la sociedad. Era irónico que fuese así, alguien tan duro por fuera y tan comprensivo por dentro.


-Muchas gracias -solté, agradeciéndole solo por un momento, el haber dado emoción a mi vida.


-Tonto, seguro que nos veremos más, no creas que voy a dejar marchar a un amigo como tú -comentó riendo-. Gracias a ti Sam, eres genial -terminó de decir, sin dejar de sonreír-. Adiós – no sé por qué, pero esa despedida creo que la soltó porque se olía algo, al fin y al cabo era mujer, tendría un sexto sentido, ¿no?


-Alexander, yo también me bajaré aquí, no quiero molestarte más -dije antes de que partiese.


-Para nada, vamos ahora mismo, ¿al Palace, donde vive Bill? -preguntó con una sonrisa irónica-. Al Palace -cortó, entendiendo mi mirada de vergüenza-. Espero que ahora no te olvides de que tendremos una cita -recordó, yéndonos de Park Avenue.


-No soy así, pero mejor que sea después de Navidades... -dije por lo bajito, después de las fechas navideñas yo ya no estaría en Nueva York, pero eso él no lo sabía.


-Hecho -sonrió.


El resto del camino hablamos de trivialidades, obviando todo lo que había pasado. Él me había prometido que no diría nada, y yo le creía, no sé por qué pero empezaba a fiarme de él, no quería arrepentirme. Por otra parte, me alegraba de que RiRi hubiese salido de esta, esperaba que no se volviese a meter en un lío así.


-Alexander, será mejor que me dejes aquí, por si acaso -avisé, a una calle del Palace-. Te agradezco todo, de verdad. Muchísimas gracias, toma, mira... -dije extendiéndole un rectángulo blanco de papel-. Esta es mi tarjeta, para cuando pase Navidad -sonreí, mientras me bajaba del coche, ¡adiós!


-Cuídate, cachorro -suspiró con una ceja arqueada, mientras me sonreía de forma tierna.


Cuando su coche despareció de mi vista, comenzó a llover, fuerte, demasiado fuerte. Tanto que me empapé en un par de segundos, pero en vez de molestarme, me sentía calmado, pensé en todo el tiempo que llegué a estar en Nueva York, había encontrado la estabilidad dentro de la inestabilidad. Intentaba entender bajo la lluvia por qué todo el mundo le tenía tanto temor a Bill, si a mí ahora me parecía alguien tierno, tanto que a veces sus piropos, como los del restaurante, parecían de...


 


Corrí, comencé a correr entre la gente en dirección Hotel Palace, no podía ser, tenía que hablarlo con él, no podía ser así.


*****


¿Dónde estaría ese zorro maldito? Era lo único que me podía preguntar mientras me ponía las lentillas nuevamente, para ocultar mi verdadero color de ojos. Miré mi cabello en el espejo, necesitaba volver a teñirme antes de que se me notase mi... pasado.


Enrollé una toalla alrededor de mi cintura, bajando lentamente al primer piso, esperando a que el zorro viniese con una buena excusa. Saqué una cerveza de la nevera, que comencé a beber apoyado en la vitrocerámica. De repente la puerta se abrió, y ahí estaba él, tan bonito, tan delicado, tan fino, tan... perfecto. Pero tenía que mostrarme enfadado, se supone que debía estarlo, ya que supuestamente estaba cansado y se iría a dormir.


-¿Dónde has estado? -pregunté, pero no volví a insistir. Esa mirada... era imposible no recordarla. Nos acercamos, los dos a la vez. Por un momento noté su miedo mientras esperaba que él no notara el mío, no podía haberse dado cuenta, No podía.


Antes de que disparase cualquier palabra que pudiese destrozarme, lo abracé. Lo abracé como si fuese la última vez, sentí la irremediable necesidad de decirle, o intentar expresarle todo lo que sentía por él en palabras. Solo dejó que lo abrazara por la espalda, se quedó callado, era una mala señal. Comencé a olisquear su cuello mientras le cogía de las cinturas.


-Sam, pase lo que pase, solo quiero que sepas que soy valiente cuando tú eres libre, a veces siento como si quisiera extraerte todos tus pecados para que me los dieses a mí. Quiero estar más cerca, sentir que me dejas entrar en ti. Yo quiero ser tuyo, quiero ser tu héroe. Mi corazón palpita por ti -lo estrujé fuertemente por la cintura, quería quebrarle los huesos si hacía falta-. Montaré todos los imperios del mundo si así puedo conseguir que te sientas vivo, quiero ser la estrella que te hace el amor. Eres mi fuego todas las noches, cuando me tocas, solo puedo sentirme como si estuviese en un torbellino de sentimientos. Te seguiré a donde vayas, estamos atados y tú en el fondo lo sabes. Quiero que me arrastres hacia ti, hagas lo que hagas, me caeré por un precipicio contigo si hace falta. Solo puedo levantar la cabeza para estar contigo, siento que me voy a perder y quiero tenerte a mi lado –suspiré. Nunca había improvisado tanto ante nadie, mi vida los últimos años había sido puros cálculos, y eso, él lograba cambiarlo.


-Bill... -se giró, con una pequeña lágrima resbalándose por su mejilla-. ¿Quién eres?


Continuará... ~


Espero que os agrade este capítulo, es la primera vez que cuento en primera persona los sentimientos de Bill, ya que siempre había sido desde el punto de vista de Sam.  Espero que me comentéis que tal ha quedado, y si os gustaría ver cachitos de la historia desde el punto de vista de Bill. ¡Un abrazo y hasta el próximo capítulo! <3

Notas finales:

Podéis encontrar toda la historia en Wattpad, aquí -> https://www.wattpad.com/28737946-el-sexo-no-lo-es-todo-%C2%BFo-si-libro-1-cap%C3%ADtulo-1-un


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