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El príncipe de la muerte y el hielo por lizergchan

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Disclaimer: Los personajes de The rise of the guardians (El origen de los guardianes) pertenece rigurosamente a Dreamworks. Película basada en la serie de libros de William Joyce, 'The Guardians of Childhood' (Los Guardianes de la Infancia). Este fic lo hice sólo y únicamente como diversión.

PersonajesBunnymund, Jack Frost, Toothiana, North, Sandman.

Aclaraciones y Advertencia: Este fic contiene YAOI, humor, Lemon, fantasía y lo que se me vaya ocurriendo, kesesesese.

Secuela de El origen de los guardianes: Las crónicas de la muerte

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El príncipe de la muerte y el hielo

Capítulo 05.- Precipitado

Nicolás observó con detenimiento el contenido de la caja que su hermano le había regalado; una perfecta esfera, cuyo tacto era tan frío como la nieve dentro tenía una pequeña flama color azul que cambiaba de forma, un momento podía ser alguna clase de animal para luego transformarse en otra cosa.

El joven conejo aun no podía creer que su hermano y él no compartieran el mismo padre (Aster), que Eitel fuese en realidad hijo de la muerte. Fue un tonto al no notarlo, aunque, ¿cómo culparlo? Nacieron de la misma persona, en el mismo periodo de tiempo. Eran mellizos.

Cerró los ojos, recordando la explicación de Gilbert, el boca floja guardián de las puertas del infierno no tuvo reparos en contarle todo (al menos la mayor parte), de su origen y el de Eitel. Del amor incondicional de Cosmos tenía a Muerte, por quien rompió sus propias leyes, creando un alma imposible: Eitel, y él, Nicolás, el accidente que no debió suceder.

Mentiría si dijera que no lloró en la privacidad de su habitación. Su existencia no tenía un propósito real, no era como su padre Aster, ni como papá Jack, o sus tíos y abuelos, ni siquiera como Eitel; no era un guardián, ni mucho menos un espíritu protector, ¿qué era?...

—¿Nicolás? —el aludido se sobresaltó al escuchar la voz de Aster, que lo miraba desde la entrada de su habitación. —¿Te sientes mal?

El joven conejo negó con la cabeza, no podía decirle a su padre lo confundido que se encontraba sobre su propia existencia, sin mencionar ese extraño sentimiento que crecía desde que volvió a ver a su hermano.

—Tú no eres un accidente —el Guardián de la esperanza ya no estaba, en su lugar se encontraba Destino. El tío de Eitel había decidido visitar al hijo de Aster, seguro de que el joven conejo estaría luchado con dudas existenciales. —Un yang no puede existir sin un yin.

—¿Qué quiere decir?

—El nacimiento de Eitel implicaba un desequilibrio; un ser como él no puede existir sin tener un complemento.

—¿Yo? —preguntó trémulo. Destino asintió con la cabeza.

—Eres una parte importante en la vida de mi sobrino —dijo y sonrió. —Tu existencia y la de él están unidas, uno no podrá sin el otro.

Luego de esas palabras, destino desapareció, dejando al joven solo con sus cavilaciones; le tomaría tiempo al pequeño conejo comprender la importancia de su existencia y lo indispensable que sería en la vida de Eitel.

Quizás, una visita a su hermano le ayudaría a aclarar su mente.

En el inframundo, el príncipe de la muerte se encontraba en compañía de una hermosa mujer de larga cabellera tan blanca como la nieve; su piel de un leve tono azul y ojos rosas y rasgados; usaba una armadura ligera dorada con una capa blanca. Ambos concentrados en su juego de ajedrez.

—Ha mejorado mucho, alteza —dijo la mujer, cuyo nombre era Sirrah, caballero de la constelación de Andrómeda.

—Ya te he dicho que no me llames así —respondió el señor del inframundo sin apartar la mirada del tablero.

—Sí me ganas, podría pensarlo "alteza serenísima" —Sirrah sonrió ante el ceño fruncido del otro.

Ambos estaban bastante entretenidos con la partida que no se dieron cuenta de la persona que acaba de entrar y que los observaba con una mezcla de sentimientos.

—Me alegró mucho que me mandaras llamar —dijo la dama. —No habíamos tenido oportunidad de reunirnos desde hace más de treinta años —la expresión de Eitel se suavizó, tomó la mano de la mujer, rozando el dorso con su pulgar.

—Las circunstancias nos separaron y yo… —un fuerte golpe los sobresaltó; cercano a la puerta se encontraba Nicolás que había hecho caer por accidente, una de las piezas que decoraban la habitación. Su rostro, una mezcla de tristeza y miedo.

—Yo… yo… lo siento, no quise…

Eitel se había acercado a su hermano, sosteniéndolo de las manos, tratando de infundirle tranquilidad, pero lejos de lograrlo, parecía más alterado.

—Sirrah, déjanos a solas, por favor —la aludida asintió con la cabeza, hizo una reverencia y se retiró.

Eitel tomó a su hermano, obligándole a sentarse. Estaba preocupado, el pequeño conejo comenzaba a hiperventilar, como si estuviese a nada de tener una crisis.

—¿Nicolás, estas…? —las palabras murieron; el conejo se había lanzado a los brazos del señor del inframundo, reclamando sus labios en un besos desesperado, suicida.

Eitel no sabía lo que estaba pasando, pero algo en dicho acto le hizo comprender las palabras de su tío Cosmos: «El corazón no lo creó Vitalia para sus mortales; nació junto a nosotros y tú estás hecho de eso. No cometas mis errores». Se dejó llevar por sus emociones, después de todo, él no tenía las restricciones de su padre.

Continuará…

Nota: No doy permiso para hacer uso de mis historias a menos que:

1.- Me lo pregunten primero (es más que obvio), no que simplemente me avisen que lo van a hacer.

2- Aunque sea pretencioso de mi parte (cosa que en realidad detesto ser, salvo en lo que mi trabajo se refiere), quienes deseen hacer uso de mis obras, deben por mínimo tener una ortográfica decente.

Gracias.


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