Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Coincidencias Navideñas por Syarehn

[Reviews - 35]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Diciembre 30

. »« .

.

.

Después de su curiosa coincidencia, el rubio le había explicado que estaba rentando ese lugar desde hacía 3 años, Tony simplemente asintió y, aún desnudo, salió de la habitación en busca de su laptop; se sentó cómodamente en el sofá  para contactar a JARVIS, su adorada Inteligencia Artificial, y le pidió que le enviara el estado jurídico de sus propiedades en Suecia.

Para Tony sólo había 3 opciones: “a”, que el chico se hubiese aprovechado del abandono de la casa y buscase adueñarse de ella; “b”, que alguien le hubiese visto la cara al ingenuo rubio rentándole una propiedad ajena; y “c”, que él mismo hubiese dado la autorización de arrendo en alguna de sus borracheras, y como es lógico, no lo recordaba.

También estaba la posibilidad de que él se hubiese equivocado pero aquello jamás ocurría así que la posibilidad se descartaba sola.

El resultado de JARVIS fue que Pepper, su novia y secretaria personal, habían dado autorización a la CIA de ocupar el lugar por 10 años. ¡10 años! ¡Y él no lo recordaba! Pero claro, no podía culparla a ella, después de todo él jamás ponía atención a lo que Pepper le llevaba, simplemente firmaba. Si ella lo consideraba adecuado entonces era adecuado.

En fin, el chico tenía razón, pero ¿la CIA rentándole a él? Le sonaba a broma del día de los inocentes.  

—¿Quién ocupa mi propiedad, JARVIS? Quiero nombres y todo lo que puedas decirme.

¿Es consciente de que infiltrarme en los datos clasificados de una agencia de inteligencia es demasiado riesgoso para usted? —  Tony rodó los ojos, JARVIS era como su mamá.

—¿Qué pueden decirle a quien les fabrica las armas? Sólo hazlo.

Como ordene… —Y Tony podría jurar que lo dijo con ironía—. Su nombre es Steven Grant Rogers. Nacido en el barrio de Lower East Side de Manhattan, Nueva York. Sus padres son inmigrantes irlandeses de nombres Sarah y Joseph Rogers. Ambos están muertos. Estudió artes y a menos que desee saber su estatura, peso y edad no tengo más datos que ofrecerle…

—¿Puedo saber qué haces? —La masculina voz del rubio lo sobresaltó un poco, haciéndolo cerrar la laptop por reflejo.

—Investigo si tu historia es auténtica. —Una verdad a medias no es una mentira. Pero la curiosidad y su instinto fregativo pudieron más que su discreción—. Así que eres agente de la CIA… —dejó ir la frase. Los ojos azules de Steve se abrieron más de normal, ¿¡Por qué y cómo sabía eso?!—. Tu cara dice que sí. —Tony amplió su sonrisa y Steve lo miró serio.

—No sé de qué hablas.

—¡Qué pésimo actor! ¿No has echado a perder alguna misión por no saber mentir? —se burló, pero Steve únicamente rodó los ojos y decidió guardar silencio, él no era un mal agente, al contrario, pero sentía que perdía el control de su mente al tener a ese hombre enfrente, no podía evitar sentir atracción hacia el castaño, y , ¡Dios! Se veía fascinante sin prenda alguna, y el empresario lo sabía, su seguridad al deambular así por la casa era prueba de ello.

—Debo pedirle que se vista y salga de mi casa —le pidió el rubio con suavidad, deseando ya no verlo de aquella morbosa forma o que al menos el hombre no lo notara.

Tony lo pensó un poco, bien podía trasladarse a su casa en Moscú pero no sería divertido. El guapo agente sería su distracción del año.

—No puedo. No tengo a donde ir —mintió Tony. Steve enarcó una ceja—. Y ya te dije que no es tu casa.

—A menos que seas el egocéntrico Anthony Stark, tú no eres el due… —Guardó silencio cuando, con una sonrisa de autosuficiencia, el castaño le mostró su pasaporte—. Aunque sea tu casa no puedes quedarte aquí. Firmaste un contrato y…

—Y si no quieres que eche a perder lo que sea que estés haciendo aquí, será mejor que dejes de replicar porque no voy a irme. No hasta el primero de enero —se recordó a sí mismo, pues tenía un contrato importante, tanto como para que el mismo lo recordase. Steve abrió la boca para refutar pero el moreno ya avanzaba de regreso a la habitación—. Oh, y si quieres que me vista: préstame ropa, no traje nada.

Su voz se perdió en el pasillo y el ojiazul se frotó la cara desesperado. ¿Qué iba a hacer con él allí? Eran sólo un par de días pero aun así maldijo su suerte. No se atrevía a llamar a la Oficina Central, sería algo similar al suicidio laboral; echar al castaño no le parecía correcto pero tampoco debía poner en peligro la misión dejándolo a su lado; él se iría de allí si Stark no lo hacía.

—¿Vas a prestarme una pijama o no? —Tony había retornado y estaba parado en la entrada de la sala mirándolo con los brazos cruzados.

—Segundo cajón a la derecha —Le indicó resignado. Tony regresó a la habitación pero en lugar de tomar el pijama completo se dispuso a usar sólo una sudadera larga y bóxers, decidiendo jugar un rato volviendo a la sala.

—Son las 4 de la mañana —anunció Tony recargándose en el respaldo del sofá, justo a la espalda de Steve, sobresaltando al rubio—. ¿Por qué no regresas a la cama? —Su tono era travieso y Steve se sintió estremecer ante la idea de tenerlo entre sus brazos de forma consciente y consensuada.

—Porque tú estabas en ella. —El agente buscó sonar frío y serio, lográndolo e intimidando un poco al empresario, después de todo, ni él mismo estaba seguro de estar haciendo lo correcto pero, ¿cuándo lo hacía?

—¿Entonces te quedarás en la sala? —Tony tanteó el terreno intentando relajar el momento a su favor.

—Hay otras habitaciones —decretó el rubio.

—Pero bien podrías quedarte en la tuya… —murmuró Tony juguetón. Steve lo miró interrogante. ¿Le estaba proponiendo algo? ¿Y por qué se sentía imposibilitado para negarse?

—Sólo si tú vas a la de invitados. —Tony sonrió, al parecer no sería sencillo.

—¿Desde cuándo me tuteas? —El castaño decidió cambiar el tema y se sentó a lado del agente, que no pudo evitar reparar en las torneadas piernas canela que se le presentaban tentadoras—. Ni siquiera te has presentado, qué descortés. —Steve rodó los ojos.

—Entras a mi casa, duermes conmigo, usas mi ropa, ¿y preguntas desde cuándo te tuteo? —ironizó Steve—. Pero bien, puedo llamarlo señor Stark, si eso desea. —Había molestia en su voz pero en realidad era nerviosismo disfrazado, un mecanismo de defensa.

—Eres mi inquilino, puedes llamarme Tony. Aunque tú sigues sin presentarte —le molestó con una falsa mueca de indignación que hizo sonreír al rubio pues al parecer el multimillonario ya conocía esos datos.

—Steve Rogers —dijo resignado. Tony asintió pero se cruzó de brazos.

—¿No me dirás que es un gusto conocerme ni me besarás la mano? —bromeó insinuante.

—Eres insufrible.

Pero Tony lo ignoró, resignándose a dejar las cosas como estaban, sólo de momento, ya arreglaría sus diferencias en la mañana para que su diversión no se convirtiera en un infierno. Se levantó despacio y antes de desaparecer una vez más por el pasillo decidió fastidiar más al rubio.

—Qué descanse agente Rogers, espero que no pase frío con esta nevada.

.

. »« .

.

A pesar de su naturaleza madrugadora, Steve no se levantó temprano ese día, quedándose dormido en la habitación de invitados y envuelto en cobijas. A Tony, por el contrario, lo levantó el  hambre cerca de las 11 de la mañana, muy temprano para él  en realidad, y más aún debido a que todavía no salía el sol.

Abrió el refrigerador y bebió leche del mismo bote, sus habilidades culinarias rayaban en lo aberrante así que su única opción era un muy estadounidense sándwich, aunque tendría que ser de pan negro pues al parecer no había otro.

Estaba ya dándole la primera mordida cuando el timbre sonó y por reflejo más que por gusto abrió la puerta.

—¡Steve, hay algo sorprendente que…! —Bruce detuvo su perorata en perfecto sueco para mirar al castaño en sudadera y bóxers que se presentaba al otro lado de la puerta, con un sándwich en la mano y observándolo como si le hubiese abierto la puerta a un borracho—. Lo siento, creo que me equivoqué… —se disculpó apenado pero sin dejar de mirar a Tony.

—Steve, está dormido —le explicó el moreno en inglés—. Supongo que puedes pasar y esperarlo hasta que despierte. —Tony entendía el sueco como un hispanohablante entendería el portugués, y eso gracias a la similitud de los idiomas, así que dejó la puerta abierta y Bruce entró inseguro, movido por el impulso de seguir al castaño y no por razonarlo—. ¿Sabes cocinar? —le cuestionó dando por sentado que le entendía aunque no le hablara en sueco. 

—¿Qué?

—¿Entiendes lo que estoy diciendo? —Tony no se molestó en ocultar su impaciencia.

—Sí —dudó Bruce, pues no sabía que decirle.

—¿Sí sabes cocinar o sí me entiendes?

—Sí a ambas —explicó Bruce—. Aunque viva aquí soy estadounidense. —Tony asintió y Bruce lo siguió a la cocina por inercia.

—Como sea, ¿podrías preparar algo? Sí lo hago yo algo estallará.

Sin saber porqué, Bruce se encontró preparándole el desayuno a un desconocido.

.

. »« .

.

Cuando Steve abrió los ojos escuchó ruido en la cocina, recordó que temporalmente ya no vivía solo y una sonrisa estúpida se formó en su rostro sin que él lo notara. Salió de su nueva habitación y entró a la cocina sólo para toparse con Bruce conversando animadamente con Tony, ambos desayunaban y a juzgar por sus actitudes parecía que se conocían de años.

—Oh, Steve, ¿por qué no me dijiste que tendrías visitas? —cuestionó el científico.

—Porque no lo esperaba —declaró el rubio mirando a Tony, inquieto por saber qué le había dicho el castaño a Banner—. Se ven muy animados, ¿ya se conocían?

—No, pero ahora sí —anunció Tony—. Dice que eres como su mejor amigo. Yo sólo le dije que vine a pasar Año Nuevo contigo. —Steve enarcó una ceja y el empresario le sonrió cómplice. Bruce simplemente estaba confundido—. Pero ya que estás despierto, Stevie, deberías presentarme al Doctor como es debido.  

Entonces el rubio comprendió que Stark había manipulado la situación para que fuese Bruce quien hablara de sí mismo, evitando así tener que inventar algo hasta que Steve estuviese presente. El ojiazul sonrió ante la astucia y consideración del castaño.

—Su nombre es Tony —dijo Steve, evitando el apellido—. Es un amigo de la universidad —contestó sin más.

—¿También estudiaste artes? —Bruce concentró su atención en el castaño y a Steve no le pasó desapercibido.

—Nop, lo dejé —improvisó Tony—. Decidí que la ciencia era lo mío —mintió para seguirle el juego a Steve, aunque en efecto, la ciencia era lo suyo—. Así que somos hermanos de ciencia, Dr. Banner. —Ambos sonrieron y Steve se sintió fuera de lugar—. ¿Por qué no te sientas a desayunar, Stevie?

La falsa melosidad de Tony desquiciaba al agente, algo le decía que no se llevarían bien.

Sabes que odio que me digas “Stevie” —murmuró Steve tratando de parecer normal.

—Y tú sabes que me encanta fastidiarte. —Tony se levantó sonriente y caminó hasta la puerta—. No olvides que hoy iremos de compras, Stevie, necesito ropa. Nos vemos, Bruce.

Y salió dispuesto a bañarse. Asimismo, cuando Bruce y Steve se hallaron solos el doctor no pudo evitar indagar más sobre Tony.  

—¿De verdad es tu amigo? —preguntó curioso.

—Sí, ¿por qué te sorprende? —El ojiazul estaba tenso, si la misión se echaba perder…

—Es muy diferente a ti, tan irreverente y desinhibido…

—Siempre ha sido así —decretó Steve y a pesar de que no lo conocía, estaba seguro de que así era —. Pero es una gran persona.  —Aquello sólo era una corazonada.

—¿Por qué nunca me hablaste de él? —cuestionó Bruce con fingido reproche.

—No lo sé, no hubo ocasión —contestó el rubio, pero ambos sabían que era mentira.

—Debo admitir que cuando abrió la puerta en ese estado… —Bruce recreó la imagen mental de Tony mostrando sus largas piernas—. Pensé que era tu amante o algo así. —Steve le sonrió nervioso—. ¿Lo es?

—¡No! —se apresuró a contestar, pero no porque la idea le desagradara.

.

. »« .

.

—¿Cómo se ve? —preguntó Tony posando. Ese era el decimoquinto abrigo que se probaba y Steve se habría aburrido de no ser por la seductora pasarela que Tony le ofrecía.

—Me gustó más el anterior.

—¿Éste? —inquirió Stark mostrándole el abrigo gris con rayas negras.

—No, el anterior del anterior del anterior. —Y con ayuda de la joven encargada volvió a probarse un abrigo de piel negro, largo y ceñido.

 —¿Éste? —rectificó Tony y Steve asintió sólo porque verlo lo dejaba sin palabras.  

—Ajá.

—Me agrada. Y también quiero ese y ese de allá —señaló Tony, caminando con la encargada en busca de ropa interior y Steve se resignó a cargar las bolsas de pantalones y camisas—. ¿Qué esperas? Necesito que me digas cómo me queda.

El rubio se atragantó con su saliva al imaginarlo, pero aun así lo siguió.

.

. »« .

.

Una vez en casa, Tony se dedicó a acosar con preguntas al ojiazul mientras éste preparaba la comida.

—¿Qué rango tienes? —curioseó Stark.   

—Es clasificado —declaró Steve rodeando la sopa de cebada.

—¡Oh, vamos! ¿Qué rango se les asigna a los agentes de la CIA? ¿Nombres? ¿Números? ¿Rangos militares? —Steve guardó silencio—. ¿Me harás decirte OO7? —intentó., pero el rubio lo reprendió con la mirada—. De acuerdo, entonces serás 00-Steve.

—No.

—¿Entonces si tiene que ver con rangos militares?

—No.

—¡Agh!  ¡Qué aburrido! —se quejó el moreno—. Aún así serás 00-Steve. ¿O prefieres 00-Rogers? ¿O…?

—Corta esas papas —le ordenó Rogers , fastidiado.

—¿Qué? ¡No!  

—Córtalas —pidió el rubio de nuevo pero Tony se cruzó de brazos, altanero y arrogante como siempre. Sin embargo, después de unos minutos terminó cortando papas.

—¿De qué se supone que vives? —preguntó Stark después de un rato—. Dudo que vayas por allí diciendo que te paga la CIA.  ¿O eso también es estúpidamente clasificado?

Steve bufó agobiado, era como vivir con un niño pequeño y jodidamente preguntón.

—Soy asesor en una galería de arte —contestó intentando no dar detalles de más.

—Y aportas obras tuyas a la galería. —No era una pregunta.  

—Sí, algunos dibujos pero… ¡Espera! ¿¡Cómo sabes eso!? —El rubio dejó la sopa para girarse a mirar a Tony, quien se encogió de hombros despreocupado—. Stark…

—¿Qué? —Su tono inocente le corroboraba que el castaño sabía más de lo que parecía. Steve rodó los ojos y Tony guardó silencio unos minutos—. ¿Desde cuándo conoces a Bruce? —cambió el tema, haciendo que el rubio rodara los ojos.

—¿Desde cuándo le dices “Bruce”? —Tony enarcó una ceja ante el cambio de pregunta.

—Desde hoy en la mañana. Es tu turno de contestar.

—Desde hace 3 años —se sinceró Steve, pero no iba a revelar nada más allá de eso.

—Me agrada —dijo Tony con una sonrisa. Steve frunció el ceño pero no dijo nada—. ¿Por qué estás molesto? ¿Te gusta?

«Es inevitable fastidiarlo.» Se dijo Tony, al ser consciente de que joderle la vida a la gente era su mayor entretenimiento, y Steve era realmente molestable.

El rubio se giró hacia él, incrédulo de lo que le estaba preguntando.

—¡Por supuesto que no! —dijo escandalizado el agente y la fuerza de su afirmación convenció a Stark—. ¿Ya terminaste con las papas?

El castaño se las entregó, llevándoselas hasta donde se hallaba y las colocó a un lado de la estufa sin dejar de mirar en ningún momento los ojos azules de Steve, quien le sostuvo la mirada.

—Tú también me agradas —le susurró parándose de puntitas para acercarse a sus labios, recargando sus manos en los amplios hombros del agente para no perder el equilibrio—. Pero definitivamente no en el mismo sentido —aclaró. Steve colocó una mano en la cintura del castaño, disfrutando de la cercanía—. Anda, se quemará la sopa.

Y tras eso Tony se alejó con dirección a su habitación.

.

. »« .

.

La noche había caído y Tony se arrebujaba en el sillón viendo una película que entendía a medias. Steve había salido y el castaño tenía demasiado frío como ir a la calle.

Cuando Steve regresó traía consigo un enrome termo que parecía caliente, y tras saludar al inquieto Stark entró a la cocina para servir el contenido en tazas, llevándole una a Tony para luego sentarse a su lado.

—¿Qué es? —En realidad al empresario no le importaba, tenía frío y aquel líquido con fruta estaba caliente y olía delicioso.

—Se llama Kampot.—explicó Steve, pero Stark ya lo estaba bebiendo.

—Sabe bien. Dame más —exigió Tony. Steve suspiró.

—¿Acaso no puedes pedirlo como un favor y no como una orden? —se quejó el rubio.

—Entonces no lo hagas. —Acto seguido le quitó a Steve su propia taza y el agente sólo pudo sonreír ante la infantil actitud.

Ambos se quedaron sentados viendo la película sin saber en qué momento Steve se recostó junto a Tony en el sofá y éste se acomodó sobre él, recargando su cabeza en el pecho del rubio, quedándose dormidos, sonriendo en sueños por la extraña comodidad que sentían. 

.

Notas finales:

*El kampot es una bebida rusa similar al ponche. 

Hasta mañana y gracias por sus comentarios :)


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).