Había dejado la boda muy tempranamente aquel día, después de haber soportado apenas ver a su amor platónico bailar el vals que él mismo había creado, pero que no había sido ideado para la boda de Watson y Mary, sino para...
Además, no soportaba ver a John besando a su esposa, que por si fuera poco esperaba un bebé. Él se lo había dicho, lo había deducido.
Ahora habían pasado tres meses. Apenas habían cumplido el mes de no verse, John lo encontró totalmente drogado. Recordaba la vergüenza que sintió en aquel momento. Ahora ya nada de eso importaba.
Se encontraba en su silla, en la sala de su departamento, bebiendo whisky y con algunas líneas de cocaína dentro de sí. Quería irse, quizá a Alemania, donde no hubiera rastro de John. Quería resolver casos de nuevo.
Una vez pensó que John regresaría... cuando Mary le disparó y Holmes le abrió los ojos a su amante. Había regresado su silla a la sala de estar, pero al final John había elegido a Mary, y por esa elección él se había convertido en asesino. De eso ya hacía un mes.
Escuchó pasos en la escalera, seguramente sería la señora Hudson, que venía a preguntarle cómo se sentía, por enésima vez. Pero la figura robusta llamó su atención. Contuvo su aliento por un segundo. Era Watson.
– Sherlock… – lo llamó con voz severa, seguramente ya había notado sus pupilas inusualmente dilatadas.
– John – saludó cortésmente, como el caballero que era y siguió bebiendo.
El mayor suspiró y se acercó para sentarse en su silla. Holmes lo ignoró.
– Sherlock, no puedes seguir así - le dijo con la mirada triste.
– ¿Por qué no? Dime, John – reprochó frunciendo el ceño – No hay más casos qué resolver para mí. Te casaste, esperas un hijo, no hay más historia.
– Te prometí que nada cambiaría – le dijo.
– ¿Has estado últimamente por aquí, Watson? – Preguntó bruscamente, y el mayor calló – No, así que por favor, Mary te espera en casa, retírate.
– ¡Te busqué por dos años! ¿Qué esperabas que hiciera? – Explotó – ¡Nosotros pasamos tanto juntos, nosotros lo hicimos...!
– ¿Qué? – preguntó sorprendido Sherlock.
– ¡Y ni siquiera me estás escuchando!
– No, no es eso… ¿Qué dijiste? … ¿Tu… recuerdas cuando nosotros…?
– ¿Cuando nos acostamos? ¡Claro que sí! ¿¡Cómo iba a olvidar algo así!? - preguntó con la mirada desenfocada.
– Entonces recuerdas que tú…
– Claro que sí… Sherlock, lo recuerdo – confesó bajando la mirada.
– Entonces… tú – se cansó de hablar, con esa confesión sintió la esperanza renacer de nuevo. Se inclinó, tomó de las mejillas a su amigo y lo besó profundamente. John le regresó el beso.
– Sherlock... – suspiró – Venía precisamente a hablar sobre esto.
– ¿Sobre qué? – preguntó emocionado.
– Esto… Vengo a… proponerte un trato - decía mientras miraba hacia otra parte, menos a los verdes ojos de su amante.
– Escucho.
John se inclinó esta vez y le susurró.
– Que Mary no se entere de lo que hicimos... y de lo que haremos de ahora en adelante – dijo con tono serio.
No había necesidad de decir más. Sherlock supo lo que quería decir, y a causa de esto sonrió, como no lo había hecho en mucho tiempo. John lo miró y sonrió de la misma manera. Y de nuevo esas sonrisas traviesas volvieron a presentarse en el 221B de la calle Baker.
FIN