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Entre Libros y Estantes por HarukaChan

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Notas del capitulo:

*Aquí el próximo capítulo~ 

 

*Si quieren saber cuándo publico los nuevos capítulos o fanfics tengo un grupo en facebook~ pueden unirse si quieren~ 

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Ichiku se había levantado sumamente temprano, pensando en los acontecimientos del día anterior. ¿Qué rayos había ocurrido? Un escritor prometedor que se le declaraba y anunciaba que lo había estado admirando desde siempre. Era problemático, ahora más que sabía que su adorable pelinegro tendría un hijo. A su parecer era algo que no afectaba nada, pero no estaba tan seguro de cómo lo tomaría el menor. Alex dormía plácidamente a su lado, hasta que el primer rayo de luz solar se filtró por la ventana, haciéndolo abrir pesadamente sus orbes. Pasaron unos minutos, antes que reaccionará completamente y se incorporara, tomando asiento en la cama.

–Giorgio no me agrada... –murmuró adormilado el joven azabache. Claro que no le agradaba, quería arrebatarle al amor de su vida; pero aunque no estaba preocupado, su subconsciente lo traicionaba –Ichi... ¿Tienes hambre? –preguntó, frotándose los orbes. Llevaba puesta una camisa del albino, la cual le quedaba grande, y parecía más una bata que llegaba justo a la parte superior de los muslos.

El albino rió levemente, por alguna razón sabía que el menor diría algo parecido –No es mi tipo –declaró, mirando disimuladamente el cuerpo de su novio, preguntándose si estaría usando ropa interior; lamentablemente en ese momento si la estaba usando –Sí, tengo. Pero prefiero tomar un baño antes –murmuró, dedicándole un guiñó.

El rostro de Alex se tornó completamente rojo al escuchar al mayor y le sonrió con la ternura habitual. Se giró para verlo y volvió a subirse a la cama para abrazar a su adorado novio –Más te vale... Voy a enojarme mucho si me engañas –dijo, haciendo un puchero y abrazándose al cuerpo de su amado –Me parece una buena idea...

–No seas tonto... Eres el único para mí. Ya lo sabes –rodeó con sus fuertes brazos el cuerpo delicado del azabache, levantando levemente la camisa hasta sus glúteos,  pudiendo observar así más de la hermosa piel de su pareja –Ahora, olvidemos a  ese chico. Tiene talento, pero no como el mío. Así que vamos a centrarnos en nosotros –rió lentamente mientras acariciaba la espalda de su amado.

–Bueno... No pensaré más en ello... –susurró el pelinegro, abrazándose aún más al cuerpo de su adorado albino. Ocultó el rostro, camuflando la sonrisa que se había formado en sus labios. Adoraba que el menor le dijera eso, que era el único en su vida –¿Cómo vas con tu libro, por cierto? –preguntó, sacando su rostro y fijando sus orbes en los ajenos.

–Va adelantado, por eso he decidido llevarte a un lugar muy especial hoy ¿Bien? –anunció, recibiendo como respuesta un asentimiento por parte del menor. El albino alejó levemente al azabache, para ayudarlo a levantar y dirigirse al baño junto con él –Será mejor que aprovechemos el tiempo, entonces –murmuró, viendo de reojo cómo el menor se desvestía. Era tan hermoso...

–¿A dónde iremos? –preguntó con curiosidad el más bajo mientras su miraba se desviaba hacia los abdominales de su novio, levemente marcados. No sabía cómo se mantenía tan apuesto, sin hacer nada. Suspiró embobado, sin  quitarle la vista de encima. Y cuando se encontraron ambos desnudos, empezó a sonrojarse.

–Es un secreto, pero seguramente te va a gustar –comentó el mayor mientras sonreía con total confianza. Tomó la mano ajena, y junto con su novio entró a la tina, preparada anteriormente. Se relajó en cuanto su cuerpo hizo contacto con el agua, y pudo sentirse complacido al disfrutar del roce de su piel con la ajena –Es un lugar tan hermoso que no podrías olvidarlo aunque tu memoria fuese normal.

Alex rió levemente y pronto se apegó al cuerpo ajeno, buscando el calor que tanto ansiaba de este –Me parece perfecto, estoy seguro de que lo voy a disfrutar mucho –dijo con sincera emoción. Sabía que si el ojinaranja lo decía, así debía ser. Después de todo el escritor rara vez se emocionaba con algo, pero parecía estar más que seguro de sus palabras.

–Sí –sonrió con confianza y lentamente abrazó al contrario, besando con lentitud su cuello –Te amo, mi adorado Alexander... –susurró cerca del oído ajeno mientras bajaba sus traviesas manos hacia la hombría del menor. Dio una suave caricia, haciendo surgir un lindo jadeo de los labios del azabache. Una sonrisa ladina adornaba sus labios, sus emociones eran fácilmente comprendidas por el ojiazul.

Alex se estremeció ante el cálido tacto de su novio, no pudo evitar dejar escapar un sonoro gemido. Su miembro reaccionó de inmediato, causando que los colores se subiesen al rostro del azabache, quien ocultó la mirada en el hombro ajeno. Los movimientos de la mano ajena sobre su hombría continuaban, haciéndola despertar... Él también, él también quería darle placer a su novio. Con lentitud tocó el firme pecho del albino y fue bajando, hasta posar su diestra sobre la erección del escritor, quien parecía haberse excitado con tan sólo el verle –Ichiku... Te amo, te amo más que a nada... –murmuró con voz lasciva.

Los orbes naranjas del escritor destellaron con levedad mientras este continuaba “atendiendo” la hombría del menor. Uno que otro jadeo escapaba de sus labios al sentir cómo Alex también aumentaba la intensidad del movimiento de su mano en torno a su miembro –Eres tan lindo~ -murmuró mientras agachaba su cabeza para lamer y morder la blanca piel del cuello ajeno, dejando pequeñas marcas.

El menor empezó a morderse los labios, intentando contener las ganas de estar aún más cerca del albino. Sentía la necesidad incomprensible de rozarse con el cuerpo ajeno, de sentir que ambos eran uno... Continuó masturbando al mayor, gimiendo debido a las atenciones que Ichi le estaba proporcionando. Incluso con aquella suave caricia provocaba que su interior se derrumbara por la excitación –No lo soy... –negó entre pequeños gemidos el azabache.

–Vamos... Gime más fuerte para mí... –susurró el ojinaranja cerca del oído ajeno para después plantar una suave mordida en el lóbulo de ésta, provocándole un estremecimiento al ojiazul. Con la mano libre rodeó la cintura del contrario, acercándole a él un poco más. Le quería, le amaba, no había nada más seguro en esa realidad. Sus jadeos eran más constantes y su respiración agitaba denotaba la excitación del momento.

El ojiazul se estremeció y un gemido más alto brotó de sus labios a petición del escritor. Sus mejillas ardían y el clímax amenazaba con abordarlo demasiado pronto. Su cuerpo tembló, e instintivamente se aferró levemente al cuerpo ajeno cuando el orgasmo recorrió su cuerpo. Un gemido fuerte abandonó sus labios de una manera sumamente provocativa para el albino –¡Ahhm!~

Ichiku se mordió el labio, sintiéndose seducido por los movimientos lascivos de su adorado novio. Sus jadeos continuaron con menos constancia, y las caricias del menor empezaron a volverse más intensas, lo acariciaba con más confianza, y eso lo hacía sentirse deseoso, ansioso... No podía explicar la complejidad de sus emociones –Mhh~ -su erección empezaba a molestarle, anunciándole la cercanía del clímax.

Alex se mostró persistente y continuó atendiendo la erecta hombría de su amado, su respiración empezaba apenas a regularse. Sonrojado se relamió al lograr su cometido: hacer que el escritor alcanzara el clímax. Su cuerpo se hizo hacia el ajeno casi por inercia y se abrazó a su cuello, buscando sus labios para unirlos en un beso tierno, quería trasmitirle los sentimientos que estaba experimentando.

Ichiku abrazó firmemente la cintura del contrario, apegándolo a sí mismo. Sus manos acariciaron lentamente la espalda ajena, y  en cuanto sus labios se encontraron con los de su novio, buscó introducir su lengua en la boca ajena, cosa que logró en poco tiempo. Su lengua rozó la ajena, para luego enredarse con esta, empujándola y succionándola de vez en vez.

El azabache entreabrió sus labios por inercia, dándole libertad a la lengua ajena. El tono carmín sus mejillas era persistente y se negaba a abandonarlas. Las manos del escritor se posaron en su cintura, y pronto sintió cómo se acomodaba –Ichiku~ -murmuró entre jadeos al separarse de aquel intenso beso para poder llenar de aire sus pulmones.

Una sonrisa se formó en los labios del peliblanco que estaba evidentemente agitado, pero aquello no podía acabar nada más en eso. Necesitaba más del pelinegro. Sus manos se deslizaron como serpientes por la cintura del menor hacia sus glúteos, y lentamente lo obligó a bajar su cadera un poco. Sujetó con suavidad y firmeza las caderas ajenas, para rozar su hombría con la entrada ajena –Alex~ -murmuró con suavidad.

Sus manos se aferraron levemente a los hombros del escritor, sabía lo que le esperaba y ya estaba ansioso por unirse en cuerpo y alma al ojinaranja. Su espalda se arqueó mientras un profundo gemido brotaba de sus labios; todo debido a la entrada del mayor en su interior. Las embestidas no tardaron en hacerse notar, provocando que los gemidos también empezaran a brotar de la boca del azabache –Ah~ Ahh~ Ahm~ i...Ichi~

El escritor mantuvo una sonrisa satisfactoria ante sus propias acciones, era realmente buena la sensación de entrar nuevamente en el interior del ojiazul. Sus manos se quedaron fijas en su cintura mientras aumentaba el ritmo de las embestidas. Lo necesitaba, lo anhelaba... La sensación de que aquel chico era suyo, sí, completa y únicamente suyo... Nadie podía arrebatárselo nunca, él no lo permitiría. Los jadeos se volvieron más roncos y profundos, le era imposible controlarse en esa situación.

El menor aferró más sus manos a los hombros ajenos. El placer que recorría su cuerpo con cada embestida se volvía más intenso. Se extendía por su cuerpo en forma de descargas eléctricas que lo hacían sentirse tan o más deseoso de lo usual. Sus caderas empezaron a moverse por inercia, pero se dio cuenta que aunque no lo hiciera por propia intensión las embestidas del albino le marcaban un ritmo –Ahh~ Ahmm~ –los gemidos no se detenían, y seguían aumentando.

Ichi retuvo sus instintos, pero no pudo reducir sus embestidas. El placer era demasiado y la necesidad de fundirse con Alex sólo lo llevaba a acelerar el ritmo de los movimientos. ¿Acaso se estaba volviendo adicto? Sí, tal vez, pero no era del todo malo. Buscó los labios ajenos con los suyos, uniéndolos en un húmedo y profundo beso.

Sus gemidos fueron acallados por el beso que el mayor le proporcionaba, más no pudo resistirse y le siguió el ritmo, dejando que la lengua ajena guiara los movimientos de la suya. Podía sentir cómo el clímax amenazaba nuevamente con invadirlo, y se aferró más a los hombros de su amado novio.

Los labios del escritor se separaron de los ajenos, dándole tiempo de respirar. Intensificó sus movimientos y sintió como el interior del menor se contraía al ser invadido por el clímax. Inmediatamente el albino alcanzó el orgasmo también, llenando con su cálida esencia el interior de su adorado azabache. Un jadeo profundo hizo eco en la habitación.

Alex se estremeció casi de inmediato y recargó su cuerpo sobre el ajeno, recargando el rostro sobre el firme pecho de su amado, quien lo miraba con una enorme ternura. Su mano acarició lentamente el pecho ajeno, viéndolo de reojo –Debes tratarme con más delicadeza... Estoy embarazado ¿Recuerdas? –murmuró, con las mejillas sonrojas.

–Claro que lo recuerdo... Pero me es difícil contenerme después de haber comenzado –dijo el escritor, dedicándole una sonrisa de disculpa a su adorado novio. Lo abrazó protectoramente y con su diestra empezó a acariciar su cabello de manera delicada, estaba dejando que su respiración se calmara, ya que seguía bastante agitada debido a sus anteriores acciones –Te amo... A ti, y solamente a ti, no debes tenerle celos a nadie...

–Ichiku, eres un tonto... –murmuró con una sonrisilla en los labios. Se acurrucó lentamente en su pecho, sin dejar de verlo de reojo con atención. Le agradaba saber que no había nada de qué preocuparse. Después de todo el ojinaranja se lo estaba asegurando. Suspiró con alivio, mostrando una sonrisa relajada –También te amo... te amo y eres todo lo que necesito para ser feliz... A ti y nuestro pequeño... –aseguró el menor.

El escritor mantuvo una sonrisa tranquila mientras acariciaba los mechones azabaches de Alex, a decir verdad disfrutaba de esos momentos íntimos entre ellos. Eran algo que él no quería perder, por lo que le demostraría al pelinegro que atesoraba esos momentos –No te olvides de Ikki, se enojará si no lo cuentas –rió levemente el mayor, provocando que el ojiazul se sonrojara.

–Cierto~ Ikki también, no creo que fuese lo mismo sin nuestro adorable reptil –anunció Alex con una sonrisa mientras sonreía. Una voz conocida lo hizo estremecerse y levantar la mirada hacia afuera de la tina.

Ikki estaba en el suelo del baño y los miraba con sus pupilas diamantadas –Tengo hambre –anunció el reptil con una sonrisa –Y los vecinos se quejaran del ruido si siguen teniendo relaciones en la mañana –a un paso lento empezó a alejarse de allí, disponiéndose a salir con el mismo sigilo con el que entró.

 

Una leve risa escapó de los labios del escritor mientras miraba al menor completamente rojo y avergonzado. Lo cubrió en un abrazo protector y lentamente besó la frente de su amado novio que mantenía el rostro oculto –Vamos, no te preocupes... Realmente no me importa que se quejen... –anunció seguro de sus palabras.

–Es vergonzoso... Lo sabes... –anunció sonrojado. El albino le hizo una seña para que continuaran con su baño, pues tenían que salir. Así se levantó con sumo cuidado para buscar la toalla, seguido de su adorado escritor.

 

Pronto ambos se encontraban en el auto, camino a algún lugar desconocido para el azabache. En cambio el albino se había mostrado sumamente emocionado por la visita a algún lugar de su pasado, al parecer. Cosa que de alguna manera también provocaba intriga en el menor, quien no conocía la historia completa tras su misterioso y  callado novio. Pronto llegaron a un restaurante, donde se dispusieron a comer para después continuar el camino hacia el lugar que verdaderamente era su destino para ese día. En cuanto el mayor detuvo el auto, Alex salió, seguido por Ichiku. Se encontraban en un pequeño terreno, lleno de rosales.

–Este lugar perteneció a mi abuela durante mucho tiempo, cuando ella murió el abuelo permitió que las personas vinieran a sembrar rosales de todos los colores. El único que mi abuela sembró, está en el centro... Ven, quiero que lo veas... –murmuró el albino con una sonrisa llena de confianza. Estaba feliz, se sentía bien al compartir un buen recuerdo con él.

–Es un lugar precioso... –susurró al verse rodeado de rosales llenos de flores de todos los colores, cada uno más hermoso que el anterior. No podía creer que existiera aún en esa ciudad un sitio donde se respirara aire limpio, puro, aromatizado con las fragancias de las rosas. Sujetó la mano de su novio, demostrándole que estaba agradecido por aquello –Vamos... –le sonrió y empezó a seguirlo entre los diferentes rosales, que exhibían sus preciosas flores.

–Muchas personas han venido a dejar sus hermosos rosales, en recuerdo a sus personas queridas. Aquí pueden visitarlas cuando quieran, y siempre se mantienen curiosamente cuidadas, a pesar de que no haya nadie... –comentó el joven escritor con una sonrisa, caminaron unos cuantos minutos hasta llegar a la parte más alta del terreno. Justo allí se encontraba un rosal de rosas violetas. Tan precioso y único... No había otro igual en el mundo.

–Es violeta... Son rosas violetas... –dijo con asombro el joven mientras sus ojos se llenaban de una emoción casi infantil. Así como un científico al hacer un descubrimiento... Así como cuando era niño y le daban un nuevo juguete... La emoción que sentía era de una magnitud grande... Se acercó por inercia y estiró su mano para acariciar los pétalos con las yemas de sus dedos –¿Cómo la creó? –preguntó el menor, con verdadera curiosidad.

–La abuela era botánica, amaba las flores como nadie... En especial las rosas, es por eso que en un viaje descubrió un extraño mineral, lo dejó dentro de la tierra donde había sembrado una rosa y cuando dio la primera flor, salió de ese precioso color... Ella dijo que quería compartirlo con muchas personas, y así lo hizo... Sembró su preciado descubrimiento en este lugar... Lo más extraño es que cuando ella falleció, este rosal mostró todas sus flores marchitas.

–Entiendo... Tu abuela debió haber amado este rosal con todo su corazón, seguramente se dio cuenta de su perdida... Es increíble, es impresionante... –murmuró encantado con aquel rosal. Era algo sumamente hermoso –Es impresionante que se haya mantenido viva durante tanto tiempo Ichi, los rosales suelen perder su belleza.

–Oh... Eso es porque este rosal tiene espíritus ligados a él... Así como los libros, las plantas también pueden guardar los sentimientos dejados atrás por las personas que la cuidaron. Esta flor mantiene su hermosura gracias a ellos...  –explicó el albino con una leve sonrisa en su rostro. Lentamente acarició los cabellos azabaches del menor, sonriéndole con ternura –ten cuidado, las espinas de ese rosal son sumamente largas.

–¿Eh? Sí, tendré cuidado... –anunció el menor con una leve sonrisa, pero mientras deslizaba los dedos una de las espinas alcanzó su dedo, lo que la hizo estremecer -¡Auch! –se quejó, haciendo un puchero. Retiró de inmediato su mano, y apretó un poco su dedo, del cual brotó un hilo de sangre.

–Debes tener cuidado... –tomó la mano de su novio y llevó el dedo hasta sus labios, donde lo introdujo en su boca y lamió la sangre, mientras mantenía la compostura. Lentamente dejó de succionar y lo miró con una sonrisa, sintiéndose tranquilo al notar que no era más que un pinchazo –¿Quieres que nos llevemos una?

El pelinegro pensó un poco ante el ofrecimiento, pero después negó con suavidad –No, si arrancamos una flor va a morir... Cuando amas mucho algo debes dejarlo ser... Mi padre solía decir mucho eso. Siempre repetía: “Si de verdad te gusta un ave, déjala en libertad... Disfruta de su vuelo, de su canto... Disfruta todo de ella, pues dentro de una jaula no podrás verla. Si  te enamoras de la forma en que vuela, déjalo volar. Si te enamoras de su canto, déjalo cantar... Un ave en jaula está destinada a olvidar la libertad”. al repetir aquellas palabras no pudo evitar mantener una dulce sonrisa.

–Tu padre era una persona muy sabia... Tenía razón, no hay nada más hermoso que disfrutar de algo que está en su entorno –comentó el escritor. Lentamente rodeó con sus brazos al menor, dejando que el viento soplara en torno a ellos. Le parecía el momento ideal para ellos, lejos de cualquier estrés que el mundo pudiese causarles.

“Bienvenidos aquellos que recuerdan. Bienvenidos aquellos que no han olvidado el pasado. Ustedes que caminan recordando sus raíces, sólo ustedes serán recordados por el rosal del pasado –la voz que resonó parecía ser el conjunto de varias, que con fuerza proclamaban sus pensamientos –Recuerden, anhelen, vivan disfrutando de aquello que marcó su futuro”.

 

El azabache no pudo sentir ninguna sensación de peligro proveniente de aquella voz, al contrario, le pareció que de alguna manera sonaba nostálgica –Creo que los espíritus reaccionaron a tu presencia... –comentó el azabache, disfrutando del momento.

–Puede ser, tal vez reaccionaron a nuestros sentimientos. No estaría del todo mal –murmuró el escritor, sin soltar ni un poco el abrazo con que mantenía rodeado al más bajo. Cerró sus orbes por un momento, antes de besar los labios ajenos con suavidad y ternura. Estaba feliz, y sentía que había logrado unirse más con su adorado novio. Nada mejor que eso.

–Gracias por traerme, aprecio mucho que me hayas traído –aseguró el menor, volteándose para poder abrazar al ojinaranja con mayor comodidad. Ahora más que nunca quería mantener una sonrisa en sus labios. Un pequeño y tierno sonrojo cubría sus mejillas, producto del beso.

–De nada, me alegra que hayas logrado entender mis sentimientos –murmuró, volviendo a besar los labios ajenos con suma delicadez. Aquel lugar atraía la tranquilidad, pues podía sentir como los espíritus iban en busca de la paz que tanto anhelaban.

 

Allí se quedaron un par de horas, conversando sobre el posible futuro de ambos y comentando lo bien que se sentían en ese lugar. Ichiku mencionó varias veces el hecho de querer mudarse a una casa, o a un departamento más grande, donde el espacio le permitiera un invernadero. Alex por su parte insistía en que no necesitaban apresurar nada y que estaría de acuerdo con la posición que el tomara. La tarde fue sustituida por la noche, y ambos regresaron a casa, donde su Ikki los esperaba. 

Notas finales:

*Gracias por leer~

 

*Espero que les guste~


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