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Entre Libros y Estantes por HarukaChan

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Notas del capitulo:

*Mil disculpas por tardar tanto, pero debido a mi lapto que no estaba queriendo colaborar, pues me tomé unas vacaciones (?) 

 

*Pues nada, espero que les guste~ 

 

 

El joven azabache estaba arrullando al pequeño Dantalion en brazos mientras caminaba por la sala. Ya había pasado una semana desde el nacimiento de su hijo, y se estaba acostumbrando a su nueva rutina con una rapidez alarmante. Pero era como si siempre hubiese estado esperando por ello, así que la sonrisa en su rostro no podía estar mejor infundada. Ichiku en esos momentos se encontraba fuera, atendiendo un asunto paranormal, por lo que él debía quedarse. Aunque Alex ya se sentía bien, el escritor había decidido que lo mejor era que se mantuviese al margen de las cosas sobrenaturales, al igual que el pequeño Dan, que seguramente heredaría el don.

–Papá, realmente quiere protegerte, mi pequeño. –a su propio parecer aquel don no tenía nada de malo, pero para Ichiku había sido una maldición durante su infancia. Así que entendía el deseo de mantener a su hijo fuera de eso, aun sabiendo que las posibilidades de cumplir eso eran demasiado remotas. El pequeño bebé se revolvió entre los brazos de su madre, moviendo un poco sus bracitos, lo que le causó inmensa ternura. –Eres precioso... –murmuró con una leve sonrisa en los labios.

 

Ichiku por su parte estaba entretenido revisando las paredes desmanteladas de una antigua mansión. Claro que prefería estar en su hogar, sentado en su sillón escribiendo su libro y escuchando a su novio juguetear con su hijo. Pero no, debía estar allí, evaluando la actividad paranormal de la propiedad. Todo por petición de Matt que lo estaba acompañando.

–Según lo que hemos visto hasta ahora, podemos afirmar que hay espíritus en este lugar... –los golpeteos en las paredes aumentaron de volumen y la temperatura bajaba drásticamente. Desde que habían entrado, sentía la sensación de ser observado, y esa misma sensación lo había estado acompañando durante todo el recorrido. –Manifiéstate ante mí... Muestra ante mis ojos lo que te ata tan fuertemente a este espantoso lugar... –murmuró el albino, estirando sus mano derecha.

El detective se mantenía al margen de todo, pues su especialidad no eran precisamente los fantasmas, por lo que se obligaba a sí mismo a sencillamente proteger al escritor. Aunque definitivamente era un trabajo que Leonard desempeñaría mejor, pero este tenía ya un compromiso para ese día precisamente. Con sorpresa observó cómo los orbes naranjas del peliblanco se opacaban.

–Entiendo... Entiendo... Les enseñaré la verdad sobre ustedes, les daré la paz que tanto se merecen... –sacudió la cabeza lentamente, saliendo del estado de trance en el que había entrado pocos minutos atrás. Estiró su mano para señalar hacia uno de los pasillos. –Es tu turno, Matt. Tienes suerte, estos espíritus todo lo que están buscando es ser encontrados... –los golpeteos en la paredes cesaron, pero ahora sentía varias manos sobre sus hombros, tocándolos, empujándolo hacia delante.

–Temía que me dijeras eso... Esta propiedad estuvo bajo investigación, sospechaban que su residente era un asesino en serie... Pero por falta de pruebas los policías no pudieron hacer mucho. –se dispuso a caminar tras el contrario, fijando sus orbes azules sobre las siluetas de manos sobre la chaqueta del ojinaranja. Era espeluznante saber que el hombre frente a él estaba siendo guiado por fantasmas.

–Te felicito, hiciste bien tu tarea antes de traerme aquí. Yo pensé que había sido algún capricho de momento para aclarar un caso, pero parece que hiciste una buena investigación preliminar. –murmuró mientras seguía siendo guiado por las manos de aquellos muertos. Las paredes estaban desgastadas, al igual que la madera del suelo y techo. Bajaron hacia el sótano, rodeado de una extraña niebla. –Los deseos de los espíritus se manifiestan en este lugar... –con la mirada buscó algo con que romper la pared, y había un mazo justamente. –Lo han estado deseando con mucha fuerza ¿no?

El rubio miró con extrañeza el lugar, un aire pesado lo rodeaba. Miró el mazo y se dirigió a él para tomarlo, un impulso le decía que tenía que actuar. Lo cargó, le pareció sumamente ligero, empezó a golpear una de las paredes. Hasta que esta cayó, dejando ver un habitación detrás. Tosió levemente ante el polvo levantado y volteó a ver al escritor que sonreía satisfecho. –¿Qué  te hace gracia?

–Nada, solo el hecho de que acabas de ser poseído por los espíritus. Por eso pudiste levantar esa cosa sin mucho esfuerzo. –sonrió ladinamente y de entre su chaqueta sacó una linterna con la que iluminó el interior de la habitación oculta. De inmediato sintió un tremendo asco, como si el olor a muerte se saturara. Pudo encontrarse con varios cráneos en una esquina, rotos, abandonados. Los demás huesos estaban repartidos en el suelo, pudo notar algunas cadenas con grilletes en las paredes, en el techo... Una mesa, y un fuerte olor a sangre seca. –Es esto de lo que somos capaces los seres humanos... descansen en paz, almas perdidas. Su deseo será concedido por este hombre a mí lado, su asesino no los olvidara.

Matt no pudo evitar marearse, podía sentir las cosas más horribles brotar de esa habitación. Podía imaginarse a las victimas siendo torturadas, y aquello lo hizo entender la enorme tristeza que había sentido la primera vez que entró a esa propiedad. –No dejaré que el asesino siga libre, veré que la ley caiga sobre él con todo su peso... –murmuró. Era un detective, se supone que fuese regido por la lógica y la razón, pero creía en espíritus. Confiaba en la palabra del albino que daba a conocer los deseos de los olvidados.

Un aire limpio recorrió el sótano cuando Matt se anunció de esa forma. Él sabía  a la perfección lo que había pasado en ese cuarto, los espíritus se lo habían mostrado con demasiada claridad para su gusto. –El anterior dueño de la casa fue el culpable, actualmente vive una vida muy pacífica, golpeando a su esposa y maltratando a sus hijos. ¿Sabes, Matt? Los muertos no dan miedo, ellos no son del todo malos. La mayoría de los espíritus malignos fueron malas personas, humanos que mataban, violaban, lastimaban. Tú puedes salvar victimas, yo solo puedo hablar por los muertos. –con lentitud sacó un frasco con agua bendita, y la regó con lentitud. Murmurando palabras que el rubio no entendía.

–Pero sin personas como tú, los muertos no podrían ayudar a salvar a los vivos. Todos cumplimos con la tarea que se nos ha encomendado –se encogió de hombros con suavidad. Podía entender la preocupación de Ichiku, después de todo, algún día alguno de ellos podría estar dentro del cuarto escondido, dejar de ser un detective, un escritor, para convertirse en víctima de otro ser humano, que por simple antojo arrebató vidas inocentes. –Este es el mundo en el que nos tocó vivir, por lo menos podemos hacerlo un poco más seguro.

–Es una verdadera tristeza que contaminemos todo lo que tocamos, somos venenosos... –con lentitud se estiró, y observó el lugar. Los espíritus seguían allí, esperarían hasta que la justicia llegara para ellos. –Así como las ranas flecha venenosa... No podemos tocar a nadie, no podemos abrazar a nadie, porque lo envenenaremos y sucumbirá ante nuestras toxinas. En este mundo las cosas eternas no deben ser los humanos en sí, si no sus recuerdos. –el albino empezó a caminar de regreso a la salida. Ya había sido suficientes emociones negativas por un día. Podía sentir las emociones de aquellos seres aun en su interior.

–Gracias Ichi, aunque digas que no te importa, en realidad ayudas a los fantasmas porque te preocupan. Vaya Tsundere –se burló el rubio, escuchando el gruñido de su acompañante resonar al poco tiempo. Era un sonido muy típico del escritor. Salió caminando tras el ojinaranja, y al mismo tiempo le estaba marcando a la comisaría para proceder a la investigación. Les explicó que con su “vidente” habían encontrado la escena. Lo bueno era que el peliblanco era lo suficientemente reconocido como para no ser cuestionado por la policía. Al colgar, suspiró. –Todo listo, voy a esperar a que lleguen para ayudar con la investigación, me encargaré que el culpable pague por ello.

–Bien, si lo condenan a muerte sería mejor. Basura humana como esa no es necesitada en este mundo. –anunció el chico con total tranquilidad. Se veía muy seguro de sus palabras, y lo estaba. –Yo me voy, suerte con la investigación, Matt.

–Gracias a ti por venir a revisar la propiedad –anunció el rubio con una sonrisa. Definitivamente el trabajo del albino no parecía fácil. Tener que ver toda clase de cosas a través de los ojos de las víctimas debía causar algún efecto en él. Pero eso no pasaba, el escritor apenas y reaccionaba ante tan horrendas vistas. Seguramente había visto cosas aún peores, y  había perdido por completo la esperanza en la humanidad.

 

Ichiku no tardó en subirse en su auto y dirigirse a casa. Quería llegar y cargar a su adorable hijo, consentir a su novio. Por lo menos dentro del departamento podía olvidar el contaminado mundo que los rodeaba. Estaba seguro que en un futuro remoto, podría vivir sin miedo a ver asesinatos en todos lados. Sin miedo a que un espíritu maligno lo ataque, pero... ¿Qué estaba pensando? Si él ya no sentía miedo por ese tipo de cosas. Pero definitivamente no quería exponer a su familia a lo que él había visto, pensar en que esos seres inocentes se pudrieran lo hacía sentirse enfermo.

 

No tardó demasiado en llegar al departamento. Entró con serenidad y cerró la puerta tras de sí, encontrándose con Alex sentado en el sofá cargando al pequeño Dan. -Estoy de regreso –anunció con voz suave mientras se sentaba al lado de su amado, para darle un corto beso en los labios y depositar otro en la frente de su hijo.

–Te ves cansado ¿Fue difícil? –preguntó el menor mientras le entregaba al bebé a Ichi y se recargaba en su costado con tranquilidad. Lo había extrañado, extrañaba estar con él, pues se había acostumbrado a tenerlo a su lado las veinticuatro horas del día. Le dedicó una sonrisa serena mientras se acurrucaba entre sus brazos con suavidad.

–Más que difícil o complicado, fue pesado... Muy pesado –con lentitud cargó a su hijo de manera que pudiese verlo completamente, el pequeño Dan dejó escapar algunas sonrisas e Ichiku sonrió, antes de volver a acomodarlo. –Los humanos somos culpables de crímenes espantosos, pero también somos capaces de crear cosas buenas. Los espíritus de hoy por fin descansaran después de tanto tiempo encerrados dentro de la casa que les sirvió de tumba.

–Oh... Entiendo... Debió de haber sido difícil para ti servirles de porta voz... –con lentitud acarició el cabello albino del escritor, besándole con ternura el rostro mientras se acomodaba. Sabía que era difícil para el escritor encontrarse en ese tipo de situaciones donde debía experimentar el miedo de las victimas para hablar con la verdad. Él no podría con el peso, pero parecía que el mayor estaría bien con el tiempo. Era muy fuerte...

–Lo fue, pero si no lo hiciera, serían olvidados y nunca podrían descansar de su suplicio... –acurrucó lentamente a Dan en su pecho, arrullándolo con lentitud. Le gustaba tenerlo entre sus brazos, pues estaba seguro de que podría protegerlo en todo momento. Y confiaba en que cuando no estuviese, Ikki estaría velando por el bienestar de su pequeño y adorable hijo.

–Estaba preocupado, pero veo que todo está bien... –se acurrucó lentamente en el costado de Ichiku, y este le rodeó los hombros con el brazo, haciéndolo sonreír con ternura. Definitivamente le gustaba mucho sentirse protegido por el albino. Aunque desde que comenzaron a salir, siempre se había sentido así con él. “Si tan solo esto pudiese durar para siempre” pensó el joven con una sonrisa.

Ichi cerró sus orbes por unos momentos, hace un año atrás no se hubiese imaginado con una familia, ni siquiera con una pareja. Pero el destino lanza dados de forma curiosa, y allí estaba, con un hijo y con su novio al que con tanta locura amaba.  Abrió sus naranjas orbes y le besó la mejilla con ternura. –-¿Me traerías una taza de café, por favor?

–Claro que sí, lo preparé hace rato. Sabía que querrías una al regresar –anunció el ojiazul antes de darle un beso en el mentón y levantarse para ir a la cocina. Sacó la taza especial de Ichiku, y le sirvió el café con una sola cucharada de azúcar como le gustaba. Con cuidado la tomó y regresó a la sala para dejársela en la pequeña mesa de cristal que tenían al frente, antes de volverse a sentar.

–Gracias... –rozó su nariz con la ajena, haciéndolo con suavidad mientras observaba al pequeño. Realmente le gustaba verlo, sonreía con bastante regularidad por lo que estaba seguro de que su personalidad se iría hacia el lado de Alex, pues él incluso de niño no solía ser demasiado expresivo con los demás. No le molestaba en lo absoluto, los niños deberían sonreír con regularidad.

–Por cierto, Ichiku... ¿Ya vas a terminar el libro? –preguntó con tranquilidad. Su novio le había explicado que iba a ser  corto, y por ello no le tomaría demasiado tiempo. Y  a su propio parecer Ichiku escribía demasiado rápido, parecía no tener que borrar y volver a hacerlo. Últimamente el escrito no le hablaba mucho de su obra, y no podía evitar preguntarse si no le estaba gustando lo que estaba creando.

–Ya está casi listo... Es un libro fuera de mi gusto, pero no se me está dando tan mal. Se llama: “El secreto del para siempre”. Es un libro narrado desde el punto de vista de un espíritu. Un espíritu que no fue escuchado por la única persona que no pudo escucharlo. Fue olvidado, no obtuvo el para siempre que esperaba, sino uno que se dirigía hacia el lado contrario. –anunció el joven albino mientras acurrucaba al bebé adormilado en su pecho y tomaba la taza con la mano libre para degustar el café.

–Es un buen título... –murmuró con serenidad. Ciertamente no era el tipo de libros que Ichiku solía escribir, pero confiaba en que le tuviese tanto éxito como siempre. Después de todo, el albino tenía un grupo de fanáticos que leería cualquier cosa que él escribiera. Por eso sabía que le iría bien, tenía confianza en ello. Lo vio beber del café, y no pudo evitar sentir ternura al ver cómo el pequeño Dantalion se había quedado dormido. Alex no había podido dormirlo en todo el día, en cambio Ichiku con solo cargarlo un poco y arrullarlo lo hacía caer en los brazos de Morfeo.

–Gracias. Espero que tenga éxito –anunció con tranquilidad mientras bebía el café con serenidad. –Dan parece que se divirtió mucho el día de hoy, cayó rendido... –anunció con voz suave, y soltó una pequeña risa. Seguramente el pequeño azabache le había dado demasiado trabajo a su madre, pues lo normal era que Ichi también lo distrajera de a ratos durante el día. Dejó la taza vacía sobre la mesa, antes de levantarse. –Voy a dejarlo en su cuna, te espero en nuestra habitación –dijo, dedicándole una sonrisa traviesa.

 

El azabache no pudo evitar sonrojarse ante la sonrisa del mayor, sabía que por fin podrían restablecer su vida sexual a como era antes. Estaba nervioso, pero ansioso, pues no quería que el albino dejara de verlo como un atractivo sexual. Quería ser amado y deseado por ese hombre, a quien tanto amaba. Eso era todo. Con lentitud tomó la taza y fue hasta la cocina para dejarla. Y dirigirse a donde su adorado escritor lo esperaba.

Ichiku se sentó en la orilla de su cama después de haber acostado a su hijo. Era sumamente adorable y lindo, por eso quería pasar el mayor tiempo que pudiese con él. Y ahora le tocaba un rato de atención a su novio, al cual adoraba como a nadie. Era su turno de complacer al ojiazul, al cual quería poseer lo antes posible. Definitivamente quería hacerlo suyo nuevamente. Cuando Alex entró a la habitación y se acercó a él, no tardó en halarlo, hacer que cayera sobre él mientras se recostaba. –Por fin podré hacerte mío después de tanto tiempo...  –murmuró con ansiedad.

–No sabes cuánto he estado esperando por esto... –sonrió con las mejillas iluminadas por un tenue sonrojo. No soportaba la ansiedad de volver a ser tomado por el mayor. Después de un embarazo de alto riesgo como el suyo, todo lo que quería era volverse a sentir deseado por la persona a la que le había entregado su vida, su cuerpo, su alma. Todo y más de él.

–Claro que lo sé, hemos estado esperando juntos... –murmuró el albino mientras pasaba sus manos hacia la espalda del menor, levantando la camisa de este con lentitud. Tenerlo encima le daba una muy buena vista, y se le hacía más fácil deshacerse de las molestas prendas que le impedían apreciar el cuerpo del azabache como quería. Sus expertas manos rápidamente se deshicieron de la camisa, arrojándola a un lado para empezar a acariciarle el pecho, los costados, antes de pasar hacia su espalda.

Alex no pudo evitar estremecerse ante la sensación de las cálidas manos de su novio. Le encantaba la manera suave y delicada con la que lo acariciaba. Pero sabía que eso era solo un lado de su amante, después de todo, Ichi podía ponerse sumamente lujurioso, y esa parte de él también la amaba. Con lentitud empezó a desabotonar la camisa de su amado, para poder acariciarle el pecho con mayor libertad. –Deséame más Ichi...

Las palabras del menor lo hicieron sonreír con lujuria, quería demostrarle que lo seguía deseando tanto como antes de tener a Dan. Sus manos se dirigieron hacia los rosados pezones del azabache, para acariciarlos con lentitud, apretándolos y presionándolos con lentitud tortuosa. El primer gemidos que el ojiazul liberó por su causa, lo animó aún más. Subió su rostro y empezó a mordisquear uno de los rosados botones del pecho ajeno. Lo miraba de reojo, queriendo apreciar cada una de sus reacciones.

Pequeños y sonoros gemidos brotaban de sus labios con cada toque del mayor en sus pezones. ¡Dios! Le encantaba la manera en la que los tocaba, mordía, lamía, succionaba, presionando, dándoles atención tanto con sus manos como con sus labios y lengua. –Ah~ Ahh~ Ichi~ M... Más~ –pidió entre gemidos mientras sus manos acariciaban el pecho ajeno. Le encantaba, tan firme, tan ancho, un pecho que le brindaba protección.

El escritor no podía reprimir la sonrisa satisfecha que se formaba en sus labios. Era inevitable ansiarlo con tantas ganas. Desabrochó el pantalón que llevaba el azabache, y no tardó en bajarlo cuando el menor elevó un poco sus caderas para que se le hiciese más fácil. Pronto las últimas prendas del menor estaban en el piso. –Justamente así me gusta tenerte... –murmuró, conteniendo una risa. Sus manos bajaron por la espalda ajena hasta acariciar descaradamente su trasero, apretando los glúteos sin contención alguna. Iba a marcarlo esa noche.

No pudo evitar estremecerse, el mayor aumentaba la intensidad de sus acciones. Lentamente se acomodó sobre el cuerpo ajeno para lamerle la clavícula, el pecho, trazando una línea hasta su perfecto abdomen, donde se detuvo un momento para dedicarle una mirada lasciva. El albino parecía satisfecho con todas sus acciones. Lentamente desabrochó el pantalón, bajó el cierre, deshaciéndose de la prenda rápidamente. No tardó en bajar la ropa interior y arrojarla hacia el suelo. –Quisiera que esto fuese uno de esos cuentos donde todo termina con un “para siempre” –murmuró el menor. Sus mejillas ardían fuertemente en un tono carmín.

El albino terminó de despojarse de la camisa, y sonrió. Claro que le encantaría que el menor le practicara una felación, pero en esos momentos lo que más deseaba era tomarlo, así que dejarían los juegos para otro día. Haló al ojiazul para hacer que se acomodara en la cama, dándole la espalda y soportando su peso con las manos y las rodillas. No iba a contenerse esa noche. Se acomodó entre las piernas del azabache, tomándolo de la cintura para rozar lentamente su hombría con la entrada del pelinegro. –Está definitivamente es una buena vista...

Un suave jadeo escapó de sus labios al sentir al mayor rosarse. Elevó un poco más sus caderas mientras recargaba más peso sobre sus manos y veía al peliblanco de reojo. Lo anhelaba, lo deseaba, quería que lo tomara sin ninguna barrera, sin ninguna preocupación que lo obligara a contenerse. Necesitaba la entrega total del ojinaranja a la lujuria. –¡Ahhm! –un gemido fuerte y sonoro abandonó sus labios al sentir como el mayor entraba de una sola estocada a lo más profundo de su interior. Pequeñas lágrimas abandonaron sus orbes cristalinos, y sus manos se aferraron a las sábanas con mayor insistencia.

Ichiku jadeó con suavidad al sentir nuevamente el interior apretado de su amado novio. Esa sensación era algo demasiado placentero, y no tardó en dejarse llevar por el placer. Empezó a embestir con fuerza, sin soltarle las caderas. Bajó un poco su rostro para morder lentamente su espalda, succionar la zona y dejar una marca en aquella nívea piel. Le encantaba el menor. –Eres tan malditamente adorable... –murmuró el escritor con voz ronca y gruesa, cubierta por el deseo.

Las manos de Alex continuaron aferradas a las sábanas, mientras de sus labios brotaban los gemidos, a la par de las embestidas. Era inevitable sentir tanto placer. Desde hacía mucho había estado esperando por ello. Sus gemidos aumentaron de intensidad mientras empezaba a moverse con suavidad. No podía seguirle el ritmo al albino, de eso estaba segura. –¡Ahh! ¡Ahm!~ –lo miró de reojo con total lascivia, realmente deseaba más... Aunque para esos momentos su cuerpo ya se encontraba casi al límite.

El albino continuó con sus embestidas, sintiéndose cada vez más ansioso, aunque no lo suficiente como para hacerlo acabar tan pronto. Empezó a aumentar sus embestidas, provocando una contracción interna en el cuerpo del menor cuando alcanzó el clímax. El escritor no pudo evitar jadear con algo de fuerza al momento en el que él también alcanzó el orgasmo, llenando con su esencia el cálido interior del pelinegro.

–¡Ahhm! –no pudo evitar estremecerse ante aquella sensación que conocía desde hace tanto tiempo atrás. Nuevas lágrimas corrieron por sus mejillas mientras se dejaba caer sobre la cama, dejando sus caderas elevadas, sujetas por las fuertes manos del escritor. –I... Ichiku... –murmuró entre jadeos, mirándolo de reojo. Realmente extrañaba aquella sensación en su cuerpo. Cuando el mayor salió de su interior, un gemido placentero abandonó sus labios. Ichiku no tardó en hacerlo voltear con suavidad.

–No creerías que un solo tiempo me bastaría después de tanto tiempo ¿No?... –su voz era gruesa, cargada de deseos. Sus orbes naranjas se encontraban oscurecidos por el deseo. Era inevitable. Lo necesitaba, necesitaba besarlo, morderlo, hacerlo suyo, para sentir que volvían a amarse como antes.  Volvió a acomodarse entre las piernas de su adorado novio, con la respiración acelerada. Sintió los brazos ajenos rodearle el cuello, y con la misma lujuria impaciente se introdujo en él.

Un nuevo gemido sonoro abandonó sus labios mientras se aferraba a la espalda del mayor. Era sumamente excitante sentirlo entrar con tan poco delicadeza, pues sabía que era debido a que no podía controlar sus ansias. Lo hacía sentir deseable, sentía que le era tan irresistible como antes. Aunque a su propio parecer estuviese un poco más “rellenito”. ­–Ahh~ Ahm~ ¡Ichi! –las embestidas no se hicieron de rogar, y podía sentir como el albino volvía a subir el ritmo, dándole tanto placer que no podía reaccionar.

No quería perderse de ninguna manera la reacción del menor cuando volviese a alcanzar el clímax, ya su rostro expresaba lascivia y placer puro; por lo que estaba encantado con las reacciones de su amado. No lamió lentamente el cuello del mayor, succionando en algunas zonas mientras embestía. Aunque de vez en vez se detenía para poder mirar satisfecho las marcas rojizas en la piel del ojiazul.  ­–Muéstrame más de ese lindo rostro perdido en el placer... ­–murmuró con voz ronca, definitivamente el placer lo estaba dominando.

Los gemidos del azabache cada vez aumentaban más de volumen, y su cuerpo se estaba moviendo casi por sí solo. Quería aumentar la sensación que le provocaban las embestidas del albino, por  lo que había empezado a mover sus caderas, intentando seguirle el ritmo sin mucho éxito. Sin quererlo había empezado a clavar sus uñas en la espalda ajena. El placer nunca había sido tan abrumador. –¡Ah!~ ¡Ahm!~ -los placenteros sonidos provenientes se empezaban a escuchar un poco más roncos.

­–Gime más para mí –gruñó en voz gruesa el peliblanco. Sus embestidas no se detenían ni bajaban de ritmo. Era tanta la intensidad de sus movimientos, que podía escuchar el sonido provocado del choque de su pelvis con los glúteos del menor. Un sonido húmedo, erótico, si se concentraba en ello podía excitarse aún más-si es que eso era posible-. El menor se estremecía bajo su cuerpo, y el rostro totalmente lascivo que le mostraba eran demasiado para él. Buscó los labios del menor con los suyos, devorándolos con evidente devoción.

Sintió la lengua de su amado escritor introducirse en su boca, y no tardó en corresponder, presionando con su lengua la ajena. Si tan solo aquello pudiese durar para siempre, sería la persona más feliz de todo. Pero todas las historias llegaban a un final. Y fuese feliz o no debían enfrentarlo. Continuó embistiendo con fuerza, pero sintió que el clímax lo tomaba por sorpresa, haciéndolo correr intensamente en el interior del ojiazul que gimió con fuerza, arqueándose.

­–¡Ahhmm!~ ­–un sonoro gemido escapó de sus labios cuando sintió su interior ser bañado y llenado por la espesa esencia de su amado. Un temblor recorrió su cuerpo mientras se aferraba con mayor fuerza a la espalda de su adorado escritor. Su respiración era irregular, jadeaba, y sentía su cuerpo totalmente exhausto, pesado. Ya había sido suficiente para él. Cuando el albino se recargó en su pecho, le acarició el cabello con lentitud.

­Jadeante Ichiku miró de reojo el rostro del menor, que babeaba un poco por la comisura de sus labios. Lentamente subió la mirada, mordiéndole el mentón y lamiendo sus labios. Jadeaba y su respiración se encontraba pesada; pero quería mostrarle todo el amor que pudiese al menor. Tardó unos momentos en recuperarse por completo, y salir del interior de su adorado Alex.

El azabache se estremeció al sentirá Ichi salir de su interior, pero pronto se encontró entre los fuertes y protectores brazos del mayor, acurrucado. Sonreía con evidente felicidad, y sus mejillas estaban cubiertas por un adorable sonrojo. –Te amo... Te amo mucho, Ichi. Tengamos un “para siempre” como en los cuentos de hadas ¿Sí? –murmuró en voz suave. Un tanto adormilado.

­–Te amaré para siempre, eso te lo puedo asegurar, Alex... –anunció con voz gruesa mientras le acariciaba con lentitud el cabello. La vida de los humanos eran efímeras, demasiado cortas... Pero increíble la destrucción que podían causar en ella, hacían sufrir, mataban, violaban, lastimaban... Pero también amaban, querían... Puede que sus vidas no duraran para siempre, pero iba a plasmar esos sentimientos en un libro. Un libro que viviría para la eternidad y les daría ese tan anhelado “Para siempre”.

 

Antes de darse cuenta Alex ya había caído en los brazos de Morfeo.  Y él, ya se encontraba reunido con su amado en el mundo de los sueños. 

Notas finales:

*Gracias por leer~ 

 

*¿Será este el final o tal vez no? 


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