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Entre Libros y Estantes por HarukaChan

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El primero en abrir los ojos, ese tranquilo domingo fue el pelinegro, quien se sonrojó al ver el rostro del albino tan cerca del suyo. El día anterior había estado lleno de cosas nuevas para el pelinegro, quien estaba muy contento con lo que había logrado presenciar; lo único que molestaba su consciencia era el hecho de que el mayor había resultado herido por culpa de aquel espíritu... Sintió el cuerpo del mayor moverse y se sonrojó cuando su mirada se cruzó con la ajena- Buenos días, Ichi... –susurró el menor, sin perder el leve sonrojo de su rostro.

Ichiku bostezó levemente, cubriendo levemente sus labios con la mano, para después dedicarle una leve sonrisa a su novio- Buenos días, Alex. ¿Dormiste bien? –preguntó, recibiendo un asentimiento como respuesta, lo que lo hizo sonreír con más tranquilidad. Esa mañana se sentía mucho mejor. Después de haber descansado toda la noche, ya no sentía el peso de su “falló” del día anterior- Tomemos una ducha... –comentó para acariciar con levedad la mejilla ajena, paseando su mano desde la misma hacia el mentón, haciendo que sus miradas se encontraran-  siento haberte preocupado...

–Me parece perfecto... –no  pudo evitar que la ternura se viese reflejada en sus orbes azules, le parecía realmente tierno que el mayor se estuviese disculpando con él. Sabía que el escritor no era de las personas que demostraban sus sentimientos a menudo; por lo que se sentía realmente afortunado- No hay nada que disculpar... Es tu trabajo ¿no? –sus mejillas estaban un poco sonrojadas, y el sonrojo aumentó aún más cuando la mano del ojinaranja empezó a acariciar su mejilla. “Lo es... Pero sentía que debía decirlo” le dijo el albino al azabache, por lo que lo que el pequeño pelinegro- Mejor nos levantamos... –susurró el chico, para levantarse con cuidado, haciendo que el más alto dejara la caricia en su mejilla.

–Sí, creo que de lo contario me volveré a dormir –dijo en voz suave, manteniendo una leve sonrisa. El menor volteó a verlo e hizo un pequeño puchero, provocando que el escritor riera de forma tenue. Se levantó con pesadez, estirándose con suavidad. Miró al menor adelantarse, por lo que lo siguió con tranquilidad, volviendo a bostezar. No es que siguiera con sueño, pero le parecía que su cuerpo había sido expuesto a demasiada energía espiritual el día anterior. Percibió la mirada ansiosa del menor sobre él, por lo que volteó a verlo- No te preocupes... ¿Bien?

Alex se sonrojó, pues pensaba que el mayor no notaría que lo estaba observando- Bien... ¿Cómo se encuentra tu mano? –al formular la pregunta, fijo la mirada en la mano del chico, vendada. El mayor se dispuso a retirar la venda sin problemas; lo que causó una enorme sorpresa en el pelinegro, ya que la herida estaba totalmente cerrada, ni siquiera tenía una marca o cicatriz- Impresionante... ¿Tus  heridas siempre han sanado con esa rapidez? –curioso observó al mayor, que ladeo el rostro, antes de responder un “Sí”. El menor sospechaba que había algo más, detrás de aquella regeneración rápida.

El escritor paseó su vista por el rostro ajeno, suponiendo que éste ya estaría buscando varias teorías para explicar aquella sanación- Siempre ha sido así... No le des demasiadas vueltas al asunto, probablemente sea un efecto secundario de mi sensibilidad como psíquico –sugirió el albino, esperando que fuese suficiente para saciar la vivaz curiosidad de aquel azabache.  Se dirigió hacia el lavabo, con la intención de cepillarse los dientes; el menor se quedó meditando unos momentos la respuesta del ojinaranja y después se le unió, cepillándose a su lado.

–Iré  llenando la tina –anunció el azabache para caminar y agacharse, abriendo la llave de la bañera. Estaba totalmente tranquilo, pero sus mejillas adquirieron un tono rojizo al imaginarse dentro de aquel pequeño espacio... Su cuerpo rozándose con el de su amado escritor... De inmediato su corazón se agitó, provocándole al menor, una erección. Bajó la mirada, manteniéndose agachado. “Ahora Ichiku pensará que soy un pervertido” pensó, dejando la vista fija en la bañera que poco a poco se llenaba de agua.

– ¿Pasa algo? –preguntó el ojinaranja, para mantener la vista sobre el menor, que parecía estar ocultando algo. Una sonrisa leve surcó sus labios al notar lo que le pasaba al menor, pero nada dijo, disfrutaba el rostro avergonzado que tenía en esos momentos el pelinegro- Se va a botar... –se agachó para cerrar la llave del agua. No tardó en empezar a quitase las prendas que aún llevaba puestas, quedando completamente desnudo. Miró de reojo al menor, que estaba bastante indeciso, pero al final empezó a quitarse la ropa; dejando al descubierto su erección- ¿Te imaginaste algo lindo? –preguntó el mayor, antes de entrar a la tina, dejándole espacio al ojiazul.

–N... No fue así... De verdad... –el menor tenía el rostro completamente teñido de un suave tono carmín, que le daba un aspecto erótico, según el albino. Respiró hondo, intentando tranquilizarse, para después entrar a la bañera, sentándose para darle la espalda al mayor. Sintió las manos de éste deslizarse por su cintura desde atrás, hasta llegar a su erección, lo que provocó que le menor gimiera en voz suave- ah...~ Q... ¿Qué haces Ichi?~ -la mano del mayot empezó un vaivén sobre su hombría, por lo que no pudo evitar que los gemidos aumentaran de intensidad.

El escritor mantuvo una sonrisa leve mientras se apegaba suavemente al contrario, dejando que la espalda del pelinegro se recargara en su pecho y su cuerpo estuviese entre las piernas del mayor; quien estaba totalmente concentrado en masturbar al menor- tú tranquilo... Deja que yo me encargue... –susurró al oído del menor, para después morder con suavidad el lóbulo de la oreja del menor. Su mano continuó trazando un vaivén de arriba abajo en la hombría ajena, deleitándose con los gemidos de Alex.

–Ahh...~ Ahm~  Ah~... –los gemidos escapaban uno tras otro de los labios entreabiertos del pequeño ojiazul. Su cuerpo reaccionaba de inmediato a las caricias del albino, que en esos momentos besaba, lamía y succionaba su cuello; dejando pequeñas marcas de chupones en la piel del menor. No le importaba, era más que feliz sintiéndose presa del escritor con penetrante mirada. Se mordió un poco el labio, no quería gemir tan fuerte, pero las palabras del mayor lo hicieron soltarse casi de inmediato; “déjame escucharle” le susurró- i...Ichiku~

No podía dejar de marcar el cuello del menor, haciendo marcas en donde posaba sus labios. Él mismo había empezado a excitarse, aunque decidió no hacer caso, pues toda su atención estaba puesta en proporcionarle placer al pelinegro frente a él. Los gemidos sonoros del menor lo hacían sentirse cada vez más ansioso, por lo que aumentó la velocidad de su mano, un estremecimiento y un gemido con su nombre lo hizo notar que el menor había alcanzado el clímax- creo que ahora yo, tengo “ese” problema... –murmuró en voz seductora, cerca del oído del ojiazul.

Alex jadeaba, recargado en el pecho del mayor. Sus mejillas estaban sonrojadas debido a las últimas palabras del albino, se volteó levemente, abrazando al mayor por el cuello, para recargar la frente en su hombro- Ichiku... Te amo... –sintió como los brazos del ojinaranja lo estrechaban, haciéndolo sentir amado de una forma más que pura. El sonrojo seguía persistiendo en su rostro, por lo que cuando el mayor se acercó para besarlo, no hizo más que corresponder el beso, entrelazando sus dedos con el cabello de la nuca del contrario.

El mayor profundizó un poco más el beso, acariciando levemente la espalda del menor, bajando hasta llegar a sus glúteos. Lo movió suavemente, de manera que se levantara un  poco; el pequeño pelinegro pareció entender de inmediato que trataba de lograr el albino, por lo que se alzó un poco; cortando aquel beso. Ichiku no pudo evitar sonreír mientras tomaba la caderas del menor con suavidad- también te amo, Alex... –le murmuró, antes de rozar lentamente su hombría con la entrada del pelinegro; haciéndolo estremecer ante el acto.

Lentamente los brazos del menor se volvieron a enredar tras el cuello del ojinaranja, sosteniéndose de esa manera. Jadeaba suavemente y pequeños gemidos escapaban de sus labios al compás de los roces— ¡Ahhh!~  -un sonoro y fuerte gemido escapó de sus labios, al sentir la intromisión del albino. Sus manos se aferraron un poco más a la pálida piel del menor, intentando acostumbrarse a aquella nueva posición. Recargó su frente sobre el pecho ajeno, al sentirse sentado sobre el escritor. Su cuerpo temblaba levemente  intentaba adaptarse a la sensación de tenerlo completamente dentro.

–Calma... Empieza a moverte cuando te sientas listo... –susurró el mayor con voz ronca, dejando que sus manos acariciaran la espalda baja del menor en un intento por relajarlo. El ojiazul aferró un poco más sus manos a los hombros del albino, usándolos de soporte para empezar un suave movimiento de caderas; lo que hizo que el escritor reaccionará instintivamente ante los gemidos de su pareja. Lentamente subió sus manos, dirigiéndolas al pecho del más bajo, con toda la intención de empezar una caricia estimulante en los pezones de éste.

Sin poder controlar los gemidos que escapaban de sus labios, empezó a moverse cada vez con más intensidad, sintiendo que su lujuria crecía ante las caricias que el mayor le propiciaba- Ahh~ Ahhm~ I...Ichiku~ –sus gemidos se hicieron cada vez más altos; y en cuando el mayor empezó a moverle las caderas, pensó en qué iba a tener que hacer un esfuerzo por no quedarse sin voz. Sin embargo, lo estaba disfrutando. Quería ser uno con el escritor, ni siquiera la lujuria era capaz de cegar ese pensamiento.

El ojinaranja mantuvo sujeta las caderas del pelinegro, haciendo sus embestidas más profundas e intensas. Empezaba a jadear con suavidad, era difícil resistirse al cuerpo del pequeño ojiazul, difícil en muchos sentidos. Sus movimientos siguieron aumentando de ritmo, mientras con sus labios buscó los ajenos, uniéndolos en un fogoso beso. El menor le dio paso directo a la lengua del mayor, haciendo que ésta buscase la suya; empezando así, un juego de roces y caricias entre ambas.

Pequeñas lágrimas empezaban a acumularse en la comisura de los orbes del menor, mientras cedía su lengua a aquel juego. Sentía que estaba cayendo ante tanta excitación, pero le era imposible no hacerlo, después de todo, era el escritor de sus sueños el que lo estaba haciendo suyo- ¡Mhh!~ ¡Mmh! –los gemidos estaba siendo ahogados en aquel beso, tan pasional, pero no fue por mucho tiempo; ya que el menor empezaba  a sentir la necesidad de respirar. Como pudo alejó su rostro, haciendo que sus gemidos volvieses a resonar por la habitación. Sintió como una de las manos del mayor lo soltaba, y sin esperarlo, el mayor lo empezó a masturba; mientras con su otra mano continuaba moviendo las caderas del ojiazul. Alex empezaba a sentir que “explotaría”.

Ichiku empezaba a sentir que estaba en su límite, pero eso sólo hizo que aumentara la intensidad de sus movimientos; provocando que sus jadeos y los gemidos del menor se hiciesen más fuerte. Le encantaba escucharlo, podría decirse que incluso se había vuelto adicto a los gemidos del azabache. Continuó embistiendo con intensidad por algunos minutos más, antes de correrse con intensidad dentro del menor; el cual llegó al clímax en el mismo momento, provocando que se dejara caer en el pecho del albino. Ambos jadeantes.

El pelinegro se quedó recostado sobre el pecho del mayor, subiendo un poco la mirada, mostrando un sonrojo intenso- I...Ichiku... –murmuró el nombre del albino, para después ocultar un poco el rostro en su cuello; en esos momentos agradecía ser bastante más bajo que el ojinaranja. Se estremeció levemente cuando el contrario abandonó su interior, para empezar a lavar la espalda del azabache con cuidado- s...Se sintió bien... –susurró, algo avergonzado. El mayor le dedicó una sonrisa, para después besar su frente, susurrándole: “Me alegra, para mí también se sintió muy bien”. Lo que aumentó el sonrojo en el más bajo.

El albino continuó enjabonando con cuidado el cuerpo del menor, limpiándolo y besando un poco su rostro. Podía ver con claridad las marcas de chupones en el cuello del pelinegro, lo que provocó que sonriera para sí. Le agradaba  saber que era suyo y de nadie más; pero sabía que aquello también podría ponerlo en “riesgo” ya que empezaría a ser más sociable, cosa, en lo que no tenía ningún interés. “Sólo necesito los amigos que me sean necesarios, no más, no menos” o eso había dicho hace unos años. Parecía que su círculo se había abierto un poco más con la llegada de Alex- Puedes descansar hoy, iremos a comer fuera... –comentó tranquilamente, teniendo como respuesta una adorable sonrisa del chico.

-Está bien... De todas formas no creo que sea buena idea moverme mucho... –sus mejillas adquirieron de inmediato un suave tono carmín, que indicaba lo vergonzoso que le resultaba aquel tema. Suspiró aliviado, y con timidez empezó a enjabonar el pecho del mayor. Le resultaba un poco rara aquella situación, pero no estaba nada mal... Incluso comenzaba a pensar sobre la posibilidad de permanecer así para siempre... No estaría tan mal, en realidad sería divertido vivir con su amado escritor por siempre- ¿A dónde  iremos? –preguntó con curiosidad.

-Conozco un buen restaurant de comida mexicana. ¿Te gustaría ir? –el ojinaranja observó como el menor asentía rápidamente, sonriéndole evidentemente emocionado. “Me gusta la comida Mexicana, pero... No creo que quiera moverme demasiado” le dijo al albino. El mayor soltó una suave risa, antes de abrazar al azabache, acariciándole con cuidado la espalda- lo pediremos a domicilio... Y en su defecto, siempre queda la pizza o la comida chica –comentó con una leve sonrisa. Sería mejor dejar de darle vueltas a lo de ser “sociable”. Con tal de que pudiese seguir haciendo lo que amaba, todo estaba bien.

-Me parece perfecto~ -dijo animadamente el pequeño ojiazul, que parecía haberse repuesto rápidamente de la “sesión” que acababa de tener con el mayor. Aunque le iba a doler en lo que intentara levantarse, eso lo tenía bastante claro. Sonrió un poco más para empezar a quitar el jabón del cuerpo ajeno; dejando que el escritor hiciera lo mismo con el suyo. Sus mejillas continuaban adornadas con un sonrojo, mucho menos notable que el anterior, pero que lo hacía ver igual de “tierno”. Lentamente cerró los ojos, recargándose en el pecho ajeno. Miraba de reojo como el contrario se encargaba de lavar el jabón de su cuerpo, por lo que simplemente se relajó.

El albino rodeó nuevamente al menor con sus brazos, acariciándole la espalda con mucha levedad. Estaba alegre de tenerlo para él en esos momentos, pero estaba seguro de que pronto la iguana estaría quejándose de que aún no le habían dado comido- será mejor salir para secarnos y vestirnos; Ikki se va a enojar si lo dejamos pasando hambre –sonrió levemente para besar su frente con levedad. El pequeño azabache asintió con suavidad, para levantarse con cuidado y tomar una toalla, para secarse con tranquilidad.

-Iré adelantándome para preparar el café... Puedes quedarte un poco más –murmuró el menor mientras se acariciaba la cintura, sintiéndose un poco adolorido. Secó su cuerpo con suavidad, teniendo cuidado de no hacer demasiada presión en los lugares adoloridos. Al terminar se encaminó con total calma a la habitación para cambiarse; dirigiéndose luego a la cocina, dónde la iguana esperaba ansiosa por su desayuno.

 

Entre tanto el pelinegro se encargaba de darle comida a la iguana y preparar el café, el albino se quedó un rato más en la tina; analizando las cosas sucedidas desde la llegada del pelinegro. Decidió pensarlo luego y se levantó, con toda la intención de secarse; lo que hizo con serenidad, para después vestirse, reuniéndose en la cocina con Alex, que estaba muy concentrado en el café. Saludó a su mascota y se estiró un poco, ya se estaba acostumbrando a aquel estilo de vida; no quería un cambio en esos momentos, por el contrario. “Todo estaría bien, si las cosas no cambiaran en un tiempo”... Aquel pensamiento era lo que removía su mente  desde hace días.

 

-Ustedes dos, casi olvidan darme el desayuno, empezaré a enojarme con ustedes si vuelve a ocurrir –amenazó la iguana mientras volvía a meter la cabeza en su plato, alimentándose de diversos vegetales en rebanadas. Sencillamente hacía aquello para provocar un sonrojo de vergüenza en el pelinegro, que parecía ser un blanco divertido para la mascota, que solía divertirse molestándolo de diversas formas- Por cierto... Parece que ambos tuvieron problemas con el espíritu de ayer ¿no?

-No fueron problemas, sencillamente el alma de esa niña estaba intentando decirnos algo... Pero como siempre, Leo impidió que sus sentimientos fuesen escuchados –el albino se acarició la nuca con algo de molestia, odiaba fallar, y su trabajo como psíquico no era la excepción- Matt debe venir hoy, seguramente... Tengo la impresión de que encontró algo interesante en los registros de ese hospital, por lo que intentaré no preocuparme demasiado... –comentó para sí mismo el mayor.

-¿A qué te refieres con eso? –preguntó el pequeño azabache, intentando desviar el tema de lo del desayuno. Miró de reojo al escritor mientras éste susurraba: “Está más que claro, Alex. Debe haber un médico que no está haciendo bien su trabajo. Seguramente entre las muertes registradas, hay un médico en común. Tomando eso en cuenta, y agregando lo que dijo la muñeca, podemos llegar a la suposición de que estamos ante un asesino en serie, muy bien disfrazado debo decir”. Aquellas palabras sorprendieron al menor, que casi deja caer el café. Los orbes naranjas del escritor parecían  tener un brillo de ansiedad, era la primera vez que lo veía de esa manera- eres increíble... -murmuró el ojiazul, sirviéndole el café al mayor.

-Claro que lo es, después de todo, Ichi es un genio, un escritor... Todo lo que hace, le ayuda enormemente a sus obras, es como si su inspiración le ayudará con los crímenes de la realidad... –la iguana volvió a dirigir sus orbes hacia los chicos presentes, notando que el escritor negaba levemente. Lo observó tomar el café con tranquilidad; provocando que la iguana dejara escapar un pequeño suspiro- Eres un caso perdido, si explotaras todo tu potencial, seguramente serías una enorme ayuda para la humanidad.

-¿Cuándo he dicho que quiero ser eso? –cuestionó el ojinaranja, frunciendo levemente el ceño. Ikki sabía que aquello era un tema delicado para al albino, pero aun así quería que el pequeño azabache viera aquel lado del escritor que tanto admiraba. Después de todo, Ichi no podría ocultar sus verdaderos pensamientos por toda la eternidad- Yo no tengo nada que ver con la humanidad, todo lo que quiero es poder escribir para las personas que disfrutan de mis libros. Lo que ocurra con el mundo no es cosa mía, después de todo... Esto es lo que nosotros mismos hemos forjado; por eso... Yo seré el mensajero de los muertos, nada más... –declaró el mayor, volviendo a centrarse en beber su café. Miró de reojo al azabache, que parecía sorprendido por las palabras del albino.

-No creo que estés en lo cierto, si tienes ese don... Deberías usarlo para el bien de la humanidad ¿no?... –el pequeño ojiazul, era realmente valiente para intervenir en esos momentos, o por lo menos eso creyó la iguana, que lo miraba con algo de sorpresa- b...Bueno, es lo que creo... Después de todo, los espíritus alguna vez fueron humanos... ¿No deberías ayudar tanto a los vivos como a los muertos? –el pelinegro ladeó el rostro, esperando que el escritor no se enojara por su intervención.

-Eso es lo lindo de ti, Alex. Eres muy ingenuo... –murmuró el mayor, dejando la taza sobre la mesa- Sabes... Esa niña no hubiese muerto si un médico hubiese seguido los procedimientos correctos. Muchas personas no hubiesen muerto, si otras no hubiesen causado sus muertes... ¿Es acaso necesario que yo sea quien les perdone los pecados? Claro que no, sencillamente no voy a meterme en esas cosas... A menos que fuese para ayudarte a ti... Sólo contigo sería tan amable –comentó el albino; provocando que un sonrojó iluminara sus mejillas. El sonido de golpes en la puerta lo hizo suspirar- dejemos ese tema para otro día. Iré pidiendo el almuerzo mientras le abres a Matt –comentó el escritor, para marcar el número en su celular, disponiéndose a llamar.

El menor por su parte, fue hacia la puerta, abriéndola con suavidad para encontrarse frente a frente con un hombre de unos 28 años, de cabellos rubios y ojos azules; le pareció a simple vista atractivo, pero nada comparado con el albino- b...Buenos días... Mi nombre es Alexander... Soy el asistente de Ichiku –dijo el menor, haciendo una pequeña reverencia, dejando espacio para que el mayor entrara.

-Uhm...  Así que tú eres Alex, Leo me habló de ti... Es un placer, mi nombre Es Mattew Baskerville. Pero me llaman Matt, soy un detective que trabaja en conjunto con el departamento de la policía –anunció el rubio, entrando al departamento para dirigirse hacia la sala. El paso le fue bloqueado por el albino que tenía los brazos cruzados- ¿Eh? ¿Qué ocurre, Ichi? ¿Esa es la forma de saludar a un amigo?

-No seas estúpido, no somos amigos. Sencillamente nos utilizamos el uno al otro para obtener más reconocimiento en nuestras áreas –declaró el escritor, dirigiendo su vista hacia el menor- Alex, no es necesario que te presentes como asistente, y menos cuando es alguno de estos –suspiró, rascándose la nuca- es mi novio, así que Matt. Te quiero lejos de él, si veo alguna cosa extraña, me las pagarás –comentó el albino para tomar la mano del pelinegro, después de que hubiese cerrado la puerta, para caminar con él hacia el sillón, sentándolo y sentándose a su lado.

El pequeño pelinegro quedó algo perplejo, pero se dejó hacer, sonrojándose casi de inmediato. Al estar sentados se recargó sobre el albino, ya que éste rodeó sus hombros con el brazo. Se sentía prisionero, pero no tenía queja alguna sobre ello, por el contrario, sólo asintió. Dejando que ambos mayores hablaran, el rubio se sentó frente a ellos, con seriedad.

-Bien, bien. Pareces  perro, marcando su territorio. A lo que vine, tenías razón. Después de que me llamaste, empecé a buscar los expedientes del hospital, y creo que encontré a tu “muñeca” –el detective sacó una carpeta de su maletín, dejándolo sobre la mesa. El escritor no tardó en tomarlo, leyéndolo casi de inmediato; para asentir. “Es ella” comentó, dirigiéndole una mirada al rubio- Entonces, todo lo que dijiste era cierto. Su nombre era Marina, tenía 12 años... Fue a ese hospital por problemas en el corazón, fue operada de emergencia y no pasó la operación... Hubo ciertos rumores sobre que el médico que la atendió no estaba en sus cinco sentidos, por lo que busqué aún más atrás...  Encontré que desde que el médico en cuestión entró a trabajar, las muertes en el hospital han sido más frecuentes; todas las muertes extrañas tienen en común algo: Ese doctor.

-Tomando eso en cuenta, la muñeca dijo “traidor” al médico que se supone jura salvarla, pero realiza lo contrario... Hiciste lo que te dije... ¿Sobre los pacientes que la muñeca visitó? –preguntó con gran interés el ojinaranja, recibiendo un asentimiento por parte del mayor; que sacó un nuevo expediente.

-Como sospechaste, todos esos pacientes fueron atendidos por el mismo médico. Yo me encargaré de lo demás, al parecer ese doctor debe unas cuantas explicaciones. Siempre terminas ganando cuando se trata de esto... ¿Te sientes bien con eso? Digo... Estás arruinándole la vida a un ser humano, por personas que probablemente no hubiesen durado más que unos pocos meses más... –comentó el detective rubio, sabiendo que sus palabras molestarían al escritor que de inmediato frunció el ceño, devolviendo los expedientes.

-No me molesta, por el contrario. Estoy más que conforme con lo que he logrado. Independientemente de lo que hubiese pasado... Odio a las personas que quieren jugar a ser un Dios. Una vida sólo se puede pagar con otra, así se simple. Lo que vas a lograr, es darles paz a las familias que han llorado durante tanto tiempo estas pérdidas. Tu trabajo es encerrar a los malos, limítate a eso, yo me encargaré de hacerte llegar los mensajes de las almas heridas –sentenció el albino, abrazando al menor- ya sabes dónde queda la salida, cierra la puerta.

El rubio dejó escapar una risa, para después guardar los archivos nuevamente en el maletín- No tienes remedio, Ichi. Nos veremos en el próximo caso... Un placer conocerte, Alex –murmuró el rubio, recibiendo un “El placer es mío”  por parte del pequeño pelinegro. No tardó en salir del departamento, dejando a los otros solos, era evidente que algo más grande se estaba formando en la mente del escritor, o por lo menos eso creía el detective.

 

-Me alegra que se fuera, no lo soporto... –se quejó el albino mientras soltaba al ojiazul, recargando el mentón sobre la cabeza de éste- No seas amable con él, no se lo merece... Es otro detective tonto, que quiere ser el héroe sin arruinar las vidas de los delincuentes... Él no es más que un iluso –sentenció el escritor, dejando que las manos del más pequeño acariciaran su cabello, calmándolo casi de inmediato. “Bueno, bueno... No es cosa para alterarse, cada quién tiene su forma de ver el mundo, es inútil que trates de obligar a otros a cambiar” le susurró el azabache; provocando que Ichi asintiera- tienes razón... Me estoy dando mala vida, por algo que no lo vale... –suspirando.

-A veces eres realmente extraño, Ichiku... Eso es lo increíble de ti... –murmuró Alex, jugueteando con los cabellos blanquecinos del mayor, enredando sus dedos en ellos y liberándolos con suavidad- Tienes una manera de ver el mundo muy diferente a la mía, eso no es malo... Por el contrario, es mejor de esa forma... Si pensáramos de la misma forma, nos cansaríamos rápidamente estando juntos... –dijo con una pequeña sonrisa- por cierto... ¿Pediste el almuerzo? –observó que el mayor asentía, antes de decirle: “Debe estar por llegar, pedí tacos... Sé que no es la cita de ensueño, pero prometo llevarte a un lugar bonito para la próxima”. Las mejillas del más pequeño se cubrieron de un sonrojo más que evidente, provocando que el albino sonriera satisfecho.

-Esta es nuestra primera cita... Por lo que espero que la disfrutes, a pesar de que no estamos totalmente solos –dijo con tranquilidad, señalando con su dedo a la iguana que estaba sobre el suelo, observando aquella “acaramelada” escena con aires de cansancio. “¿Pueden darme el control remoto de la tv?” dijo el reptil, haciendo que tanto el azabache como el albino rieran suavemente. Alex encendió la tv, y dejó sobre el suelo el control para que la iguana fuese capaz de alcanzarla desde el suelo.

-N...No es problema... Me hace muy feliz que sea una cita... Incluso si es aquí... –concluyó el menor con las mejillas sonrojadas, todo lo que le importaba era pasar un rato diferente con el escritor, y eso estaba logrando. Por segunda vez ese día la puerta sonó, aunque cuando se iba a levantar, ya el ojinaranja le había ganado. Miró tranquilamente mientras su novio tomaba la bolsa con el almuerzo y pagaba sin reparar en el cambio; ciertamente ser tan rico debía tener sus ventajas, aunque lo que más le agradaba del escritor es que si fuese por él, no tendría nada...

-Alex, vamos a comer. Estoy algo cansado, así que después podemos dormir un rato –murmuró, encaminándose  a la cocina. El menor no tardó en seguirlo, sentándose ambos en la mesa para comer.

 

Los dos chicos se sentaron a comer con total tranquilidad, tomando como temas de conversación cosas triviales; sencillamente por no comer en total silencio. El menor se enteró de que los padres del albino vivían en Rusia, pero casi nunca se comunicaban con el escritor, ya que estaban totalmente en contra de lo que hacía, siempre había sido de esa manera, o eso le dio a entender el ojinaranja. Alex también se desahogó un poco, contándole una que otra experiencia al mayor, lo que provocó que Ichi, sintiera aún más empatía por su pequeño pelinegro.

El tiempo pasó rápidamente, por  lo que al terminar se comer ambos se retiraron a su habitación para acostarse. El mayor colocó una película, pero ni siquiera llegó a la mitad, ya que se quedó dormido, al igual que el menor. Se notaba que los dos estaban cansados, por lo que no era de extrañar que cayeran tan rápidamente en los brazos de Morfeo. Pero un pensamiento no abandonaba la mente del albino, ni siquiera en sueños: "¿Qué ocurrirá?". 

 

 

 

 

Notas finales:

*Gracias por leer~


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