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Entre Libros y Estantes por HarukaChan

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Notas del capitulo:

*Me disculpo por tardar tanto, pero estuve ocupada con cosas del estudio xD y tristemente empezaré la universidad el 23 de este mes, por lo que tardaré un poco más en subir capítulos.

Aquella mañana, todo estaba como de costumbre, Ichiku veía la televisión con su iguana mascota sobre sus piernas; Alex estaba terminando de lavar los trastes para disponerse a retirarse y encaminarse hacia su postgrado. Al parecer el escritor no tenía ninguna idea para continuar escribiendo, por lo que pensó en tomarse unas pequeñas vacaciones, cosa que descartó de inmediato, ya que no tenía sentido irse a las aguas termales sin el pelinegro.

-¿Ya te vas? –preguntó el albino, cuando el menor tomaba sus cosas para ir caminando hacia el escritor, sentado sobre el sillón. “Sí, nos vemos en la tarde” le dijo con voz serena, provocando que el mayor se levantara para besarlo en los labios con suavidad, dedicándole una pequeña sonrisa- Está bien, ten cuidado...  Si algo ocurre, y debo salir; Ikki te avisará cuando llegues... Tengo el presentimiento de que algo bueno, está empezando a crearse...

-Ok~ lo tendré en cuenta, tú también ten cuidado... Y si vas... Trata de no sobrepasarte ¿Sí?  -comentó con una pequeña sonrisa, recibiendo un asentimiento por parte del mayor. Debía acostumbrarse a los horarios variados del ojinaranja, él pronto debía buscar un trabajo, aparte de ser el asistente del albino... “Después de todo... No puedo depender de él para siempre... Aunque eso me haría feliz” pensó, antes de despedirse con la mano de la iguana y salir corriendo del departamento; se le había hecho tarde.

 

-“Ese día” ha llegado de nuevo... Cada año parece más corto el tiempo... –murmuró la iguana, dejando que el escritor volviese a sentarse, éste a su vez dejó escapar un suspiro mientras se arreglaba en el sillón, dejando caer su cabeza hacia atrás-

-Es inevitable, Ikki. Ya han pasado 4 años, desde que el abuelo murió... No es necesario tomarlo como algo malo, pero... Aun así... Yo no le comenté nada a Alex sobre ello... Incluso cuando le conté muchas cosas de mi pasado... Puede que, sencillamente no quiera hablarlo con nadie... –sus orbes naranjas se centraron en el blanco techo, mientras el mayor dejaba que los pensamientos vagaran por su mente.

-Nadie va a culparte Ichi... No tienes la culpa de haber visto como los espíritus se llevaban la vida de tu abuelo... No hubieses podido evitado, esos fantasmas estaban tras el alma de la persona que acabó con sus vidas... –la iguana sabía que aquello era un tema tabú para el albino, pero no quedaba nada que hacerle, era necesario que el albino recobrará la compostura lo más pronto posible. “El pasado no debe ser un impedimento para el futuro”, eso le había escuchado decir al escritor demasiadas veces.

-Lo sé, lo sé. No es necesario que me lo digas, el precio de una vida sólo puede ser pagado con otra. Es diferente cuando se trata de alguien importante para mí, o eso creo. Mi vista sigue siendo neutra, el abuelo obtuvo lo que sembró. Yo no tengo nada que agregar –dejó escapar un suspiro, empezada a sentirse extrañamente enojado- ¿Vas a querer ir a visitar la tumba? –preguntó, dirigiendo su mirada al reptil que estaba a su lado. “Prefiero no ir” contestó la iguana, desviando su mirada.

-Bien, iré yo solo. Cada año creo que es más pesado el hecho de tener que ir –se estiró con levedad, para levantarse y tomar sus lentes oscuros- Me voy, dile a Alex que fui a comprar algo... Cuando sea necesario, se lo diré... –murmuró, antes de cubrir su mirada con las gafas. Tomó su abrigo negro y salió; aun poniéndoselo. Iría a comprar algunos lirios y luego iría al cementerio en el cual se encontraba el cuerpo de su abuelo.

 

La iguana suspiró, observando hacia la pantalla de la tv. Sin problemas se movió un poco, para cambiar el canal, notando que estaban pasando un documental sobre una isla- Ichiku... Deberías dejar de torturarte, si haces eso, tal vez yo pueda descansar en paz por toda la eternidad... –susurró la iguana para sí. ¿A qué se refería? ¿Por qué parecía tan nostálgica aquel día? Eso era un secreto que no pensaba revelar hasta mucho más adelante. Movió un poco su cola, mirando hacia la pantalla- El don que tienes, es un arma de doble filo, espero que no la uses en tu contra... –la iguana continuó viendo el televisor, nada más tenía que murmurar sobre aquello.

 

Entre tanto el pequeño Alex; ignorante de la situación que vivía en esos momentos el albino. Se encontraba prestando toda su atención al profesor, que estaba explicándoles acerca de una antigua historia, llena de Dioses, monstruos, ángeles y criaturas sobrenaturales. No podía negar que le resultaba fascinante pensar en que esos seres fuesen reales... Era algo maravilloso pensarlo. Los minutos pasaron volando para el pelinegro y pronto el profesor anunció que era la hora de retirarse. Por lo que tomó sus cosas, y apresurado se despidió de sus compañeros para salir corriendo del instituto en dirección al edificio donde se estaba quedando. “Espero que Ichi esté allí...” ese pensamiento resonaba una y otra vez en su cabeza, por lo que sus labios se curvaron en una leve sonrisa.

-¡Alex! –gritó una joven de cabellos rojizos desde un auto estacionado a la esquina, notó que el pelinegro se detuvo, deteniéndose en seco para después acercarse a donde la mujer se encontraba. Le parecía extraño que el pequeño pelinegro anduviese solo, después de todo, conocía a la perfección el carácter obsesivo del albino. Cuando el menor estuvo lo suficientemente cerca, le sonrió, saludándolo con normalidad- ¿Qué haces por aquí? –preguntó, obteniendo como respuesta: “Estaba en mi postgrado y ¿Tú?”-  Estaba dando una vuelta, ¿Quieres que te lleve con Ichiku? Seguro ha de estar en el cementerio, si no mal recuerdo, hoy su abuelo cumple 4 años de muerto...

Alex no pudo evitar mostrar una mueca de sorpresa ante esas palabras, ¿Por qué el albino se lo había ocultado? ¿No era digno de la confianza del mayor?... ¿Cuál era la razón de ello?... Quería averiguar la razón por la que el mayor no había confiado en él- Mejor no... Ichiku no me dijo nada. Así que, regresaré a casa y lo esperaré allí... –el menor hablaba en voz suave y algo deprimida, haciendo que la pelirroja lo mirara con cierta ternura, antes de asentir y abrirle la puerta al menor.

-Está bien, si es lo que deseas, te llevaré al departamento –murmuró la mujer con tranquilidad, una pequeña gota apareció en su sien, al darse cuenta que había hablado de más- de todas formas... No le des tanta importancia, es un tema muy difícil para él. Incluso yo, no sé la historia completa y tampoco he tenido el valor de preguntar. Ichiku es reservado, siempre ha sido de esa manera. Por eso estoy feliz por él, desde que llegaste parece estar más tranquilo –comentó con voz suave, haciendo que el menor se sonrojara.

-Puede ser... Es sólo que me preocupa el hecho de que no me tenga total confianza...Tal vez estoy siendo dramático... Pero quiero servirle de apoyo –susurró algo avergonzado y dirigió su mirada hacia la mujer que subía al auto, para encenderlo. No pudo evitar voltear hacia la ventana, cuando arrancaron en dirección al departamento del albino. Todos sus pensamientos giraban en torno al escritor que tanto adoraba. Las nubes se fueron poniendo, ocultando tras ellas al brillante sol- Espero que Ichi no se vaya a mojar... Por cierto... Saki... ¿Desde cuándo conoces a Ichi?... –aquella pregunta había estado en su mente durante bastante tiempo, y por fin parecía tener la oportunidad de saber la respuesta.

-Seguramente ya debe ir de camino a casa, no te preocupes... –ante la pregunta que le hacía el pequeño pelinegro, no pudo evitar soltar una suave risa. Le parecía una preguntas nostálgica, ya que habían pasado varios años desde que se había convertido en la editora del misterioso escritor- Fue hace tres años, cuando me encontré con él, era alguien bastante particular, que llegó a la editorial exigiendo que le dieran el mejor editor que tuviesen. La mayoría lo ignoró por ser tan joven, pero yo vi en él un gran potencial. Así que me tomé la molestia de leer el manuscrito que había llevado. Era una obra de arte, desde ese momento empecé a trabajar con él... Pero no hablaba demasiado, aún no lo hace. Sé una que otra cosa, por Leo...

-Entiendo... Puedo imaginarlo –dejó escapar una suave risa ante la imagen mental de un Ichiku más joven y arrogante, entrando a una gran editorial en busca de atención- Así que Leo... ¿Él conoce a Ichiku desde hace mucho, también? –preguntó, recibiendo un asentimiento por parte de la ojiverde que se tensó un poco antes de responderle. “El abuelo de Ichi era un monje, él fue el maestro de Leo. Por lo que esos dos se conocen desde hace muchísimo tiempo. Ya que desde pequeño Ichiku pasaba tiempo allí, en el antiguo templo del anciano...” la voz de la mujer parecía estar un poco ansiosa, lo que aumentó la curiosidad del menor-

-Es algo del pasado, y a pesar de todo, ya sabes cómo es Ichi. Nunca ha querido depender de nadie demasiado tiempo, por lo que en la secundaria era considerado como un  “lobo” ya que evitaba contacto con cualquier persona. Solía estarse en la biblioteca la mayor parte del tiempo o eso le he escuchado decir a Leo. Realmente no me sorprendería, él es ese tipo de genio... –declaró la mujer mientras detenía el auto frente al edificio, aún no empezaba a llover, pero no tardaría mucho- Bueno, aquí te bajas. ¿Podrías darle a Ichi esto? Es la copia de su nuevo libro que me pidió. ¡Ah! Y dile que espero con ansias el nuevo libro, espero que ya lo haya comenzado –anunció la pelirroja mientras le tendía al menor un sobre que llevaba dentro el libro.

El pelinegro dudó por unos momentos, pero luego tomó el libro y lo guardó en su bolso. Asintió y salió del auto con una leve sonrisa- Muchas gracias por traerme, Saki –agradeció con una leve reverencia, cerrando la puerta después. Miró el enorme edificio, dejando escapar un suspiro al tiempo que empezaba a caminar hacia la entrada, ya no había marcha atrás. Estaba nervioso, y de alguna manera dolido, quería encontrar la manera de ser digno para el albino. Ese pensamiento de insuficiencia lo estaba consumiendo.

 

Pasaron unos minutos mientras el menor entraba al edificio y tomaba el ascensor. El viento había empezado a soplar con fuerza y las gotas empezaron a caer de una a una, cubriendo el paisaje con un manto de lluvia. Eso podía notarlo a través de las ventanas que había en el pasillo. Se tomó su tiempo para  entrar al departamento, encontrándose con la iguana que reposaba a gusto en el suelo, la tv estaba encendida pero parecía que Ikki no le estaba prestando atención al documental.

-¿Ocurre algo, Ikki?  -preguntó, fijando sus orbes en el animal. Parecía estar sumido en sus pensamientos, porque cuando le habló, se movió de un lado a otro; no se había dado cuenta de la llegada del pelinegro- Pareces algo acomplejado... –susurró, estaba un tanto inseguro, pero era su deber preocuparse por la iguana cuando el mayor no se encontraba.

-¿Eh? Sí, estaba algo preocupado, Ichi no ha vuelto. Sé que es normal, pero empezó a llover y seguramente debe estar pasando frío... –la iguana estaba nerviosa e inquieta, normalmente no se preocuparía por su amo, pero en siendo el día que era, las cosas pintaban diferente para él. Notó que sus palabras parecieron causar un mal efecto en el pelinegro, por lo que negó- Estoy seguro que ya debe venir de regreso... Un poco de chocolate caliente estaría bien para cuando llegue...

Alex forzó una sonrisa y asintió suavemente, incluso Ikki se había hecho a un lado para que el escritor afrontara sus problemas solo. El pequeño pelinegro quería ayudar de alguna forma, pero no podía hacer nada, ya que no conocía la historia... La voz de la iguana lo sacó de sus pensamientos, “No le des vueltas al asunto, Ichi te lo dirá cuando esté listo... Confía en él”... Esas palabras lo hicieron sonreír y asentir con suavidad- Tienes razón, no seré de ninguna ayuda si me enfrasco en eso... –se dirigió a la cocina, dedicándose a preparar un delicioso chocolate caliente para cuando su querido escritor regresara.

Por el contrario la iguana se quedó en la sala, volviendo a sumirse en sus pensamientos. “Alex es un buen chico... Él es capaz de sacar a Ichi de sus preocupaciones” ese pensamiento resonó en su cabeza, y lo hizo sonreír con levedad. Si el escritor estaba bien, él también lo estaría y sabía que en esos momentos, sólo el ojiazul podía curar las heridas del pasado que azotaban al ojinaranja. El sonido de la puerta lo hizo voltear, encontrándose con un Ichiku mojado y temblando, parecía que la lluvia lo había atrapado a mitad de camino- Je... ¿Qué te ocurrió Ichi? ¿Una pequeña lluvia?

El albino se frotaba levemente los brazos, pero dejó de hacerlo para cerrar la puerta y quitarse los anteojos- Cállate, me muero de frío... Empezó a llover de la nada cuando ya estaba llegando... Grr.... ¡Qué molestia¡ -se quejó mientras dejaba caer la chaqueta y se quitaba la camisa. Vio salir al menor de la cocina, todo apresurado, preguntándole: “¿Estás bien? ¿Busco algo de ropa? ¿Quieres tomar una ducha?”. Sonrió un poco, y negó levemente- Estoy bien, pues... Una de las batas de baño estará bien, estás preparando chocolate ¿no? Lo tomaré aquí mientras me seco y entró en calor... –el albino no parecía abatido, y no lo estaba. Había tenido mucho tiempo para pensar mientras caminaba de regreso. El encuentro anual con el espíritu de su abuelo era algo terrible, ya que había sido consumido casi completamente por otros fantasmas. Las palabras de éste fueron rudas, pero cargaban la verdad: “Ichiku, debes dejarme descansar. Estoy muerto, no es necesario que vengas aquí, ha de ser difícil para ti... Mientras mantengas mi recuerdo latente, no podré dormir. Así que, por favor, olvídame...”  Luego de eso, había entendido que su infantil mente había mantenido a su abuelo, atado en ese mundo.

El ojiazul no tardó en salir corriendo al cuarto, ya que no quería que se le fuese a pasar de calor el chocolate y mucho menos quería que el mayor se fuese a enfermar. Buscó en el baño la bata de color negro y sin pensarlo, regresó a la sala, encontrándose con Ichi desnudo.  Su rostro se sonrojó inevitablemente mientras le tendía la bata- t...Ten... Deja la ropa allí, la recogeré cuando terminé de preparar el chocolate... –susurró el más bajo, avergonzado. El mayor tomó la bata, provocando que el menor huyera a la cocina de inmediato, completamente sonrojado.

No pudo evitar soltar una pequeña risa ante la actitud del menor, por lo que se dispuso a colocarse la bata con tranquilidad. El albino no era bueno con climas fríos, pero odiaba más el calor. Tomó asiento en el sillón, sintiendo la intensa mirada de la iguana en el suelo- Cálmate Ikki, ya estoy más que bien, así que deja de preocuparte... –la iguana se dispuso asentir con lentitud, parecía estar realmente impaciente por saber en qué había terminado aquella visita- Todo se terminó... No descubrí nada, voy a olvidarme del asunto... No es necesario seguir escarbando en el pasado de los muertos...

-Tardaste mucho tiempo en darte cuenta, pero me alegra que lo hayas entendido por ti mismo... –anunció la iguana, moviendo la cola con suavidad. Le alegraba que por lo menos todo ese asunto se viese resuelto. Miró hacia la cocina, asegurándose que el pelinegro estuviese entretenido aún- Le debes una explicación a alguien ¿No crees? Estaba realmente preocupado por ti... Y tengo la impresión de que ya lo sabe, así que no dejes que el pasado nuble tu futuro. Sería realmente una lástima, si dejas que eso suceda –murmuró la iguana, antes de callarse, pues el ojiazul se acercaba con una bandeja y dos tazas, que dejó sobre la mesa del centro.

-Parece que has entrado ya en calor, Ichi. Eso me hace feliz, toma un poco de chocolate, te ayudará –dijo el menor mientras se agachaba, tomando una taza para dársela al ojinaranja, que la recibió gustoso. Tomó la suya para sentarse a un lado del escritor- Por cierto... Me encontré con Saki de camino aquí, ella me trajo. Te mando la copia del libro que pediste, y también dijo que esperaba que estuvieses trabajando en tu próximo libro –sonrió al ver cómo el más alto suspiraba con pesadez, ciertamente no parecía entusiasmado; aunque el menor sabía perfectamente que la escritura era lo que más amaba el escritor, eso nunca lo pondría en duda.

-No he podido pensar en nada decente para mi próximo libro, pero creo que empezaré el día de hoy... Si no me atrasaré de nuevo y Saki hará de mi vida un infierno –se encogió de hombros para continuar bebiendo su chocolate, disfrutaba del sabor dulce que tenía. Lentamente pasó uno de sus brazos por sobre los hombros del menor, atrayéndolo un poco a sí mismo- Tomaremos un baño y luego me dedicaré a escribir... ¿Cuándo terminarás el postgrado? –preguntó con serenidad, manteniéndose centrado en tomar el caliente líquido.

-Esta semana será el acto final –sonrió totalmente confiado, estaba feliz de que ya casi terminaría. Podría empezar a buscar un trabajo, aunque eso significara pasar menos tiempo con su querido albino... Lentamente se recargó sobre el hombro del ojinaranja, sonriéndole- Me agrada la idea, la del baño... –murmuró con las mejillas sonrojadas. Los pensamientos negativos que habían estado resonando en su mente, ya se encontraban disueltos, olvidados, dejando sólo la felicidad de poder estar junto al escritor- Espero que puedas escribir una gran historia, disfruto mucho de leer tus libros –comentó con sinceridad, después de todo, él era fan del mayor.

El ojinaranja sonrió con tranquilidad mientras terminaba de tomar el chocolate- Me alegra, entonces creo que te acompañaré cuando agreguen eso a tu currículo...  Por cierto... Si he hecho que te preocuparas lo siento mucho. Realmente necesitaba estar solo el día de hoy –comentó con voz suave. Con una de sus manos tomó el mentón ajeno, para hacer que el pelinegro lo viese, ya que había apartado la mirada por unos momentos –Fue por el aniversario de la muerte de mi abuelo, creo que ya lo sabes... Pero todo está bien ahora, no es necesario que te preocupes –le tranquilizó el mayor con una leve sonrisa.

Un sonrojó intenso coloreó las mejillas del menor, que sólo se disponía a asentir ante la confesión que el joven escritor le estaba haciendo. “Todo está bien ahora” pensó mientras fijaba sus temblorosos orbes en los ajenos. Dejó la taza sobre la mesa para abrazarse al albino, ocultando el rostro en el pecho del mismo –Ichiku... Pensaba que no confiabas en mí, temía mucho no ser de ayuda... Si vas a sufrir no tienes que hacerlo solo... –murmuró el ojiazul con timidez, recibiendo una nueva caricia por parte del contrario en su mejilla.

–Lo sé... Confió en ti, aparte de Ikki, eres la única compañía que considero totalmente agradable... –lentamente besó el cuello del pelinegro, apegándolo suavemente a su cuerpo. No quería que se alejara... Deseaba que siempre fuese suyo de la manera en lo que lo era ahora ¿Sería demasiado pedir? Esperaba que no, pues como buen terco que era; no renunciaba a nada con facilidad. Pegó su frente con la del más bajo, dedicándole una sonrisa tranquila. La iguana que observaba aquella escena se fue en dirección a la cocina, dándole “luz verde” al ojinaranja –Vamos  a tomar un baño, quiero relajarme...

–Sí, vamos... –susurró Alex con una pequeña sonrisa. Sus orbes azules observaban los labios de su novio con cierta lascivia, estaba siendo provocado de una manera tonta, ya que no había razón aparente para sentirse excitado. Se levantó con cuidado, separándose del mayor con cuidado de no rozarse contra él, ya que conocía perfectamente el efecto de esos roces. Pronto el escritor estaba de pie a su lado, guiándolo hacia la habitación que ambos compartían.

 

Ichiku se adelantó un poco, entrando al baño para disponerse a llenar la tina, parecía encontrarse un poco ansioso, de una manera que el pequeño pelinegro no entendía, sin embargo lo hacía feliz. Ambos estaban allí, juntos; compartiendo sus emociones a grado tal que sin decir palabra alguna podían sentirse comprendidos, queridos, amados... Nada en esos momentos podría arruinar lo que ambos intentaban construir: una familia, puede que pequeña, ya que sólo eran ellos dos y la iguana, pero al fin y al cabo estaban unidos. Pronto el mayor hizo una seña con la mano, a la vez que se quitaba la bata, volviéndola a colgar. El menor se acercó titubeante, antes de empezar a desnudarse con un sonrojo notable. Pronto ambos estuvieron en la tina, el pequeño ojiazul frente al escritor, que lo abrazaba por la cintura.

 

 –Eres  tan hermoso... –comentó el más alto mientras una de sus manos se deslizaba traviesamente a la entrepierna de su ojiazul. Un estremecimiento por parte del menor lo hizo sonreír, provocándolo de inmediato a proseguir con aquel acto. Besó el hombro ajeno, mientras con su mano acariciaba la hombría de Alex, empezando a masturbarlo con suavidad. Los gemidos empezaron a llenar la habitación, lo que hizo que el albino se excitara casi de inmediato, era casi una reacción automática.

El pelinegro ya empezaba a estremecerse, retorciéndose un poco y pegando su espalda al pecho del mayor –Ah~ Ahh~ -un gemido tras otro escapaban de los labios del menor, que se acoplaban al movimiento que el escritor estaba ejerciendo sobre su hombría de una manera constante y suave. Quería más, siempre deseaba más del ojinaranja, su aroma, su tacto, sus palabras, todo le pertenecía en aquellos momentos... Su cuerpo se estremeció al sentir que la otra mano del albino acariciaba sus glúteos –q... ¿Qué haces?~ -murmuró con voz suave y lasciva, antes de cerrar sus orbes ante la intromisión de un dedo en su entrada.

–Relájate –anunció el  escritor con voz ronca, llena de excitación y lujuria. Con su diestra se aseguraba de masturbar el miembro del más bajo, lo hacía de una manera suave, lenta, tortuosa; queriendo prolongar el momento de placer. Uno de los dedos de su otra mano estimulaba la entrada del ojiazul, arrancando gemidos de los labios entreabiertos de su novia. Poco a poco fue aumentando el movimiento de su dedo y sin avisarle al contrario, introdujo otro de sus dedos, empezándolo a moverlo de la misma manera.

El cuerpo del ojiazul reaccionaba ante el enorme placer que el mayor le estaba brindando en esos momentos, sus pezones erectos y rosados le dolían; deseaban ser atendidos por el albino también... Cerró sus orbes, gimiendo con algo más de intensidad ante el aumento de los movimientos en su entrada y miembro, era la primera vez que su adorado Ichiku se dedicaba a “torturarlo” de esa forma tan erótica. Poco a poco empezó a dar un vaivén con su cadera, sintiendo que los dedos ajenos rozaban un punto intenso en su interior, provocándole pequeños espasmos. “Ahh~ ahm~ ah~” cada vez los gemidos iban aumentando, al igual que los movimientos del albino.

Ichiku se relamía, totalmente atento a las reacciones del menor su miembro ya mostraba señales de excitación; provocada por los gemidos del pelinegro. Introdujo un tercer dedo en la entrada del menor, el cual empezó a mover al ritmo de los demás. Podía sentir cómo Alex se estremecía, gemía y se arqueaba con levedad, todo del pequeño le encantaba, sobre todo sus gemidos que lo incitaban a volverse más salvaje. Siguió masturbándolo, sin dejar de estimular su entrada con un movimiento intenso. El cuerpo del menor se contrajo, presionando los dedos y anunciándole al albino que había alcanzado el clímax. Retiró sus dedos con lentitud e hizo que el  ojiazul se volteara para verlo: mejillas sonrojadas, un pequeño hilo de saliva cayendo por la comisura de sus labios y una respiración alterada; todo eso lo hacía ver demasiado lascivo –Alex... Eres sumamente adorable...

No podía respirar normalmente y aún su cuerpo estaba temblando un poco. El azabache estaba siendo presa de los efectos secundarios de aquel placer tan intenso que su querido escritor le había brindado. Rodeó con sus brazos el cuello ajeno, recargando la frente en el espacio entre el cuello y el hombro del albino –Ichiku... No soy adorable –se quejó el más pequeño mientras recobraba lentamente el control de su respiración. Sintió las cariñosas manos de su amado rodearlo, lo que provocó que se sonrojara aún más, por lo que intentó mantener el rostro oculto. “Claro que lo eres” afirmó el albino, provocando que  Alex negara –no lo soy... –volvió a asegurar el más joven.

El ojinaranja no pudo evitar soltar una suave risa, antes de apretar más al menor contra su pecho –Seguiré afirmando que eres adorable... –susurró, antes de lamer su oreja con lentitud, mordiéndole el lóbulo con suavidad, causándole un estremecimiento al azabache. Su erección lo delataba ante su novio, que podía sentir claramente la hombría del escritor contra la suya. Ichiku se movió un poco, acariciando con levedad los muslos del menor.

Alex separó su rostro del cuerpo ajeno, fijando sus orbes sobre los ojos naranjas del mayor. Un nuevo deseo brotaba en su interior, deseaba darle el mismo placer que el albino le había proporcionado –y...Yo lo seguiré negándolo... –murmuró, antes de alzar un poco sus caderas, sorprendiendo al escritor con su acción. Bajó diestra para tomar la hombría erecta del más alto, para dirigirlo a su ya dilatada entrada. Un roce primero, una presión después y pudo meterlo con suavidad; lo que le arrancó un gemido de sus labios -¡Ahhm!~

Ichi estaba totalmente encantado con la acción activa del pequeño azabache, jadeó suavemente al sentirse presionado por el interior ajeno y sin darle demasiado tiempo deslizó sus manos por los muslos del contrario, ante de jalarlo un poco hacia abajo, provocando una penetración completa. Abrazó el cuerpo del azabache, pegándolo al suyo con lentitud. Sus orbes naranjas se fijaron en los azules del pequeño, acariciándole un poco la espalda para hacer que este se relajara y empezara a moverse con suavidad. Estaba sintiéndose cada vez más ansioso.

El azabache se aferró un poco al cuello del albino, antes de empezar a moverse de una forma suave, tortuosa, pero que poco a poco fue aumentando en intensidad. Su cuerpo le exigía ser complacido por su adorado escritor. Se estremeció al sentir los labios ajenos besar su pecho, su clavícula y su cuello... Pronto los besos fueron sustituidos por lamidas, mordidas, chupones progresivamente. Aumentó los movimientos de su cintura, sintiendo como las penetraciones se hacían cada vez más profundas; sus gemidos también iban en aumento, haciéndose más roncos y constantes.

Las manos del albino mantenían al más pequeño un tanto apegado, pero no lo suficiente como para que le impidiera besar sus rosados pezones, que para ese momento estaban más que erectos. Desde su posición tenía una vista excelente de las marcas que sus labios habían dejado en la blanca piel del ojiazul, le encantaban, eran una prueba de que Alex era todo suyo... Cuando sintió que el ritmo de las caderas ajenas decaía, empezó a aumentar sus propios movimientos, llevándolos a una intensidad mayor.

Pronto el menor se aferró con mayor fuerza al cuello ajeno, gimiendo cerca del oído del más alto: “¡Ahm! ¡Ahh! ¡Ahhm!” seguramente acabará afónico si continuaba de esa forma. La lengua húmeda del escritor sobre sus pezones hacía que su cuerpo se estremeciera, reaccionando ante sus lamidas y succiones. Un hilo de saliva caía desde la comisura de sus labios, hacia su mentón. Sus mejillas sonrojadas y sus orbes entreabiertos por el placer, todo en el azabache desbordaba lascivia.  Una fuerte embestida lo llevó al clímax, que provocó la contracción de su interior y al mismo tiempo arrastro al máximo placer a su adorado albino, que llenó con su cálida esencia al ojiazul.

Los jadeos del albino se escuchaban claramente, aunque una leve sonrisa cruzaba sus labios. Buscó los labios ajenos con los suyos, uniéndolos en un húmedo beso, que no duró demasiado –Te amo, Alex... –consiguió articular con voz ronca, aún afectada por el reciente acto. Sus manos empezaron a acariciar la espalda ajena, el cabello liso y negro del pequeño... Su respiración empezaba a normalizarse, al igual que la de Alex. Salió con cuidado de su interior, dando un suave beso en la frente de su pareja.

El más bajo se sonrojó ante las tiernas acciones del escritor y pronto se acomodó en su pecho, agotado por la entrega de amor entre ellos. Sus mejillas aún mostraban aquel inocente sonrojo que tanto le agradaba al ojinaranja, eso era algo que nunca quería perder... Alzó un poco la mirada, antes de depositar un beso en el mentón del mayor- Y yo te amo a ti, Ichi... –murmuró algo adormilado. Estaba cansado, había sido un día lleno de cosas nuevas, por lo que su mente y cuerpo estaban dispuestos a terminar su función por ese día.

 

Ichiku se dispuso a enjabonar el cuerpo del pelinegro, limpiándolo con suavidad y cuidado, dejándose a él mismo para después. Cuando por fin estuvieron limpios ayudó al menor a salir, ayudándolo a secarse, antes de colocarse la bata. Ambos entraron a la habitación, pero sólo el azabache se recostó, ya que el escritor debía hacer lo que más amaba: escribir. El pequeño ojiazul estaba consciente de que eso era lo más importante para su pareja, por lo que solamente se removió en las sábanas murmurando un: “No te acuestes tan tarde, es malo para tu salud...” Sabía que probablemente no sentiría cuando el ojinaranja se acostara con él, pero la idea de despertar a su lado lo hacía olvidar cualquier otra preocupación.

El albino le dedicó una tierna sonrisa a su pareja que ya se encontraba cayendo a los brazos de Morfeo y se agachó para darle un beso tierno en los labios –Descansa, intentaré no sobres forzarme... –le susurró, para después cambiarse, y dirigirse a su estudio. Encendió su lapto y dejó que las ideas de su mente fuesen siendo plasmadas en palabras, a través de sus dedos que se movían en el teclado casi automáticamente... Aquella noche regresó en la madrugada a la habitación, con un evidente cansancio y ganas de dormir. Se recostó, acomodándose debajo de las sábanas para poder estrechar al profundamente dormido pelinegro entre sus brazos. Por aquella noche, el escritor se había rendido ante el Dios del sueño.

 

 

 

Notas finales:

*Gracias por leer~ Espero que les haya gustado~


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