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Entre Libros y Estantes por HarukaChan

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Había pasado una semana desde que el joven  escritor Ichiku Ushiromi había entregado su nueva obra maestra a  su editora, que había quedado más que conforme con el resultado de tan larga espera, pues había esperado 5 meses antes de poder obtenerlo completo. Según el albino el arte no debía apresurarse o nunca saldría bien, después de todo era el libro más largo hasta ahora y los fans lo esperaban con ansias, él nunca los iba a decepcionar con una obra mediocre. En los días siguientes el albino había dormido como nunca, normalmente cuando el pelinegro iba estaba dormido y se levantaba más o menos a la hora del almuerzo, debido a eso a Alex le habían entregado un juego de llaves. Aquel día era uno como cualquier otro, el ojiazul acababa de llegar y sorpresivamente el escritor ya se encontraba despierto. Durante esa semana que había pasado ambos habían empezado a llevarse bastante bien e incluso la iguana ya se estaba acostumbrando, lo que era una buena señal. En ese momento ambos estaban sentados en el mueble, viendo un programa de psíquicos, le divertía ver cómo los demás lucían esas “habilidades”.

 

-¿Te has caído de la cama Ichiku? –preguntó el menor con total tranquilidad mientras se quitaba el bolso y lo dejaba sobre el otro sillón, notaba que la iguana se encontraba sobre el regazo del albino, “seguramente está muy cómodo” pensó para sí mientras un pequeño sonrojo coloreaba sus mejillas.

-¿eh? Pues no, tuve una llamada para un trabajo a domicilio, pero es en la tarde, así que veo a los farsantes con Ikki –comentó, manteniendo fija su mirada en la pantalla de la tv. Le parecía muy gracioso que la gente realmente creyera en ese tipo de gente- Los verdaderos psíquicos no vamos a hacer shows para entretener a la gente.

El menor ladeó el rostro, pues lo dijo incluyéndose. Había escuchado rumores de que había un hombre albino que iba a casas abandonadas, pero nunca pensó que sería el escritor de sus sueños- ¿Eres un psíquico? –preguntó tranquilamente, llevándose una mirada de reproche pero de la iguana.

-Ichi es un psíquico verdadero, no como esas basuras. Aunque ya lo verás, tú irás con él al lugar donde están ocurriendo los poltergeist... Así que no causes problemas, señor asistente~ -la iguana le dedicó una mirada burlona para continuar visualizando el programa.

-¡¿EH?! ¡¿Yo?! –el menor estaba en blanco, no es que tuviese miedo pero el ver algo así en persona causaba que un escalofrío recorriera su cuerpo, haciéndolo estremecer. Nunca en la vida pensó que se vería envuelto en ese tipo de situaciones por lo que empezaba a sentirse ansioso y vaya que no era para menos.

-Sí, tú. No te preocupes, yo estaré contigo. Como estoy  a cargo no dejaré que nada te ocurra, así que le des demasiadas vueltas al asunto  –comentó el albino, que parecía totalmente ajeno a la situación. No era la primera vez así, que ya estaba más que acostumbrado a ese tipo de cosas.

El pelinegro dejó escapar un suspiro bastante fuerte y audible- Está bien, tampoco tengo otra opción –comentó y con tranquilidad se estiró- ¿qué te provoca comer hoy? –sonrió un poco, con un sonrojo en sus mejillas. A veces pensaba que parecía la esposa del albino de tan bien que lo atendía y cuidaba, pero ese era su trabajo de asistente.

-Quiero pasta... Con mariscos.  Fuimos de compras ayer, así que todo está en la nevera –volteó a verlo de reojo, le agradaba tener al pelinegro siempre con él. Una pequeña sonrisa surcó sus labios mientras se estiraba con levedad- Gracias, cariño~ -dijo con tono juguetón, para volver a ver la televisión.

Todo su rostro tomó un tono rojizo, debido a las palabras del escritor. Estaba demasiado avergonzado como para mirarlo, por lo que desvió su mirada y se dirigió a la cocina. Aquel hombre siempre le hacía ese tipo de bromas, sin saber que alimentaba la esperanza del pequeño pelinegro de ser amado por el albino.

-Ichi, ya he dicho que ataques de frente ¿no? Las iguanas machos peleamos por nuestras hembras y no andamos con tantos juegos –se quejó la iguana, mirando a su compañero.

-Yo no soy una iguana, Ikki. Además... Es más divertido de esta forma, no quiero ser rechazado así que tal vez deba tomarlo por la fuerza la primera vez –comentó, con una sonrisa un tanto ladina. Quería quedarse ese pequeño pelinegro para él solo, pasara lo que pasara iba a ser suyo y solamente suyo. Tenía todo lo que necesitaba, lo más importante era una paciencia enorme para su personalidad un tanto indiferente.

-Asegúrate de no causar que te odie, sería una pena perder a alguien que puede comunicarse conmigo –declaró la iguana, sin ni siquiera voltear a verlo. Sencillamente mantenía sus orbes en la pantalla.

-Lo sé, lo sé. No te preocupes por eso, no voy a dejar que se vaya –sonrió con tranquilidad, sin quitar la vista de la tv. Él estaba más que decidido a quedarse con  el menor, así que ya no había dudas, siempre conseguía lo que quería por lo que esa situación no sería una excepción. Necesitaba compañía, inspiración y alguien que soportara su pesada personalidad, nadie mejor que ese pequeño pelinegro que tan fácilmente se había acostumbrado a la personalidad del albino.

 

Tanto la iguana como el joven albino estaban totalmente distraídos con el programa, burlándose y comentando entre ellos lo tontas que se veían aquellas personas intentando parecer verdaderos psíquicos. El ojinaranja estaba más que seguro que ellos nunca entenderían el peso real de esa habilidad, un peso que él había estado cargando desde joven y el cual lo había llevado al borde de la muerte muchas veces, ellos nunca entenderían lo cruel de ser un verdadero prodigio.  El pelinegro por otro lado se encontraba totalmente concentrado en la cocina, pues debía preparar algo que fuese delicioso para el albino, que siempre decía que la cocina de Alex era realmente buena por ser tan variada. Pronto todo estuvo listo, ya había puesto la comida de Ikki respectivamente en su plato al lado del refrigerador, tenía la mesa servida para Ichi y para él mismo que ya se había empezado a acostumbrar a comer allí junto a él. No tardó en anunciarle a ambos que ya era hora.

 

-Es hora de comer, así que apaguen la tv –anunció con voz suave y una tranquila sonrisa, típica de sí. Cada día que pasaba junto a ellos se sentía más y más cómodo, por lo que su vergüenza había estado disminuyendo progresivamente. Se estaba convirtiendo en un miembro más de ese extraño “dúo” que ahora empezaba a aparecer un “trío” no es que fuese malo, por el contrario, consideraba que tanto la iguana como el albino eran muy amables y simpáticos cuando se les llegaba a conocer bien.

 

-¿Eh? ¿Ya? Eso fue rápido, vamos Ikki... –el albino tomó a la iguana entre sus brazos después de haber apagado la televisión. Se levantó con bastante pesadez ya que se había acostumbrado a dormir hasta tarde para reponer todas las energías que había gastado durante la creación de su último libro, estaba conforme con todo lo que había obtenido de él pero  sentía que había trabajado más que en los anteriores.

El pelinegro los observó con tranquilidad para ladear un poco el rostro- si estás cansado deberías haber dormido un poco más, después de todo el trabajo a domicilio en más tarde ¿no? –preguntó el menor mientras ladeaba un poco el rostro. El albino le pasó por un lado dando una suave caricia en su cabello para responderle con tranquilidad un: “no te preocupes”. Aquello hizo que el menor se sonrojara notablemente y caminara tras él para sentarse en la mesa- Ahora que lo pienso... No sé qué se supone que debo hacer para ayudarte cuando vayamos a ese trabajo.

Ichiku lo miró de reojo, después de haber dejado a Ikki sobre el suelo para sentarse en la mesa junto al ojiazul- Pues es obvio, asistirme. Aunque es suficiente con que me acompañes, es aburrido ir solo  e Ikki últimamente se niega a ir conmigo a esos lugares. Al ser un animal me cuesta mucho más evitar que las energías negativas lo afecten –comentó de forma desinteresa. Notó que su respuesta no había satisfecho la curiosidad del contrario y se frotó un poco el tabique de la nariz- Vamos a comprobar la veracidad de una supuesta “muñeca” maldita. Según rumores camina por los pasillos del hospital en la noche y siempre aparece en las habitaciones de pacientes con enfermedades terminales –explicó el joven albino con seriedad.

Alex no pudo disimular la sorpresa que lo había embargado, siempre había visto películas donde el “malo” era un muñeco poseído, por lo que la simple idea de ver uno en persona le causaba escalofríos. Eso le era realmente problemático, pues no quería resultarle un estorbo al mayor, así que debía ser valiente para no causar inconvenientes- Entiendo. Haré mi mejor esfuerzo para no serte un problema... ¿La muñeca hace algo malo? –preguntó con ingenuidad para empezar a comer con cuidado su pasta, sonriéndole levemente.

-¿Eh? –la pregunta del pelinegro lo sacó de onda por un momento, no esperaba que fuese a preguntarle algo así. Normalmente las personas reaccionaban de una manera más violenta, como “hay que acabarlo de una vez” o algo así, tampoco parecía demasiado asustado, eso le agradaba. Después de todo aunque los espíritus fuesen problemáticos para los vivos, en algún momento habían sido humanos y no merecían ser tan aborrecidos. Algunos espíritus solo buscaban ayuda para poder descansar en paz pero los vivos siempre malinterpretaban sus intenciones- Eso iremos a averiguar, algunos pacientes se han llevado grandes sustos y no es bueno en la situaciones críticas en las cuáles se encuentran. Todos los pacientes que ha visitado la muñeca han muerto y es por eso que debemos hacer lo que sea necesario para descubrir qué está ocurriendo en ese hospital –explicó el albino para disponerse a comer, sonriendo con calma- está rico.

Había estado poniendo total atención a la explicación del mayor, analizando cada una de sus palabras. Le parecía curioso que la muñeca solo visitara a enfermos terminales, por lo que pensó que lo mejor era darse el tiempo para revisar muy bien el hospital- Entiendo... Me alegra que te guste –declaró el pelinegro, dedicándole una sonrisa sincera al ojinaranja. Era muy feliz cuando el contrario halagaba su comida o sus acciones, lo hacía sentir útil y necesitado. Continuó comiendo en silencio, al igual que el albino  para poder disfrutar plenamente de aquella deliciosa comida.

 

Ambos se dedicaron  a comer, disponiéndose a hacerlo con tranquilidad ya que no tendrían mucho tiempo para descansar después, ya que debían ir al hospital a las 2:30 pm. Cuando terminaron, el menor se dispuso a retirar los trastes mientras que el albino había tomado a la iguana para dejarla sobre el sofá con el control de la tv; después se dispuso a ir a su habitación, recogiendo todo lo que necesitaba para aquel trabajo y asegurándose de que no hubiese pasado nada por alto sobre la descripción del mismo, quería darle tranquilidad a los enfermos. El pelinegro se dispuso a quedarse sentado junto a la iguana, esperando que el albino saliera de su habitación y le anunciara que todo estaba listo.

 

El albino no tardó mucho más en salir de su habitación para caminar a la sala, viendo al pelinegro con tranquilidad- Nos vamos, Ikki quedas a cargo de la casa –declaró con voz segura, serena y tranquila, sabiendo que no había nadie mejor para el trabajo que aquella iguana. Ikki no tardó en asentir diciendo con calma: “Vayan, es mejor que no lleguen tarde al trabajo”.

-Está bien –comentó el menor para con tranquilidad caminar hacia la puerta del departamento, saliendo con el mayor siguiéndole. Sentía la mirada penetrante del albino en su espalda pero no quería voltear, sabía que cuando su mirada se cruzara con la ajena su corazón lo traicionaría.  Debía controlarse, ya que iban a trabajar así que no podía distraerse observando al contrario.

-Tranquilo, no va a ser demasiado difícil. Hace mucho que no veo un espíritu realmente maligno por aquí... Capaz y sea alguna broma y lo demás haya sido una trágica coincidencia, he visto casos así últimamente –comentó con tranquilidad, sonriéndole al pelinegro. Después de todo él solo se encargaba de verificar la validez de los fenómenos paranormales, lo demás se lo dejaba al monje que siempre estaba dispuesto a exorcizar cualquier espíritu que estuviese causando problemas.

El pelinegro se sonrojó un poco, seguramente había preocupado al contrario por lo que de inmediato se volteó para verlo, dedicándole una sonrisa- estoy bien. No tengo miedo... Es solo que es la primera vez que voy a ser testigo de algo así, por lo que no quiero causarte problemas... –dijo algo avergonzado, para desviar la mirada inmediatamente después.

Sonrió complacido ante las palabras del menor y sin vergüenza alguna se acercó a él para tomarlo de la mano y continuar su camino fuera del edificio- Ya te dije que no me causas ningún problema Alex, por el contrario. Me alegra que vayas a acompañarme, no es algo que vaya a ser realmente problemático. Yo no hago el exorcismo, solo verifico el fenómeno, para así mandar a un monje de verdad a hacerlo. Tengo muchos amigos que han dedicado su vida a esto, pero yo prefiero la escritura –declaró tranquilamente, sin dejar de caminar. Llevaba puesto sus lentes oscuros como de costumbre, no le gustaba para nada el hecho de que sus ojos fuesen vistos por cualquiera.

Un suspiro de alivio escapó de los labios del pelinegro, no tenía de qué preocuparse si solo iban a verificar las cosas. Su cuerpo se relajó, pero mantenía aquel adorable sonrojo en su rostro. Era normal que estuviese así, estaba tomado de la mano con el hombre a quien amaba y estaban siendo vistos por todos los transeúntes de por allí, ciertamente eran una “pareja” extraña- Ya me relajé... ¿Falta mucho para el hospital? –preguntó ladeando el rostro, pero el contrario solo alzó su brazo hacia al frente, por lo que el menor volteó, observando un enorme edificio blanco- Oh... Es enorme.

-Lo es, es un hospital bastante viejo. Creo que el mes que viene cumple los 49 años desde su fundación. Muchas cosas han pasado en ese lugar, cuando se inició apenas tenía un piso y era algo parecido a una casa de dos plantas actual –anunció tranquilamente, fijando su vista en aquel edificio. Podía sentir la presencia de varias entidades, aun estando fuera de la construcción. Ninguna le pareció especialmente maligna, por lo que empezó a dudar de la veracidad de la supuesta muñeca maldita. De todas formas su trabajo era investigar, no juzgar.

-Sabes mucho, Ichiku –comentó el menor, sintiéndose un poco tonto. Él también lo sabría, pero nunca antes había leído algo sobre ese hospital, pues si lo hacía nunca lo habría olvidado. Con calma observó al albino de reojo mientras entraban a los terrenos del hospital y posteriormente a la recepción del mismo. Casi de inmediato una chica de cabellos rubios y unos orbes verdes esmeralda. Parecía que era la gerente de la institución.

-Usted ha de ser María de Andrette, es un placer conocerla en persona. Este es mi asistente Alexander –presentó al pelinegro con tranquilidad mientras aquella chica hacía una leve reverencia, agradeciéndoles por haber ido tan rápido- No hay problema ¿puede mostrarnos la muñeca? –preguntó casi de inmediato y la joven asintió nerviosa para empezar a caminar, indicándoles que la siguieran.

El pelinegro observó de reojo a su jefe, asintiendo ante aquella presentación para mostrarse agradecido con la rubia. No tardó en empezar a caminar tras la chica, junto al albino quien no parecía interesado en esa joven hermosa. Eso hacía que la mente del menor estuviese dando vueltas, preguntándose si aquella chica no era del tipo que le gustaba al albino o tal vez ni siquiera le gustaran las chicas, aquel pensamiento lo llenaba de esperanza.

-De verdad agradezco su asistencia, los pacientes están muy asustados y temerosos ante el hecho de que esa muñeca vaya a visitar sus habitaciones... En estos momentos está en la habitación del último paciente que visitó, una niña con una enfermedad de corazón. Parecía mejorar pero después de la visita de esa muñeca decayó drásticamente y falleció... –contó la gerente con voz apagada, ciertamente aquello no ayudaba a la fama del hospital pero le preocupaban más los pacientes que podrían ser afectados por esa supuesta maldición. Continuó caminando y cruzó hacia una habitación vacía. Sobre la cama se hallaba una muñeca de porcelana, de cabellos color negro y unos orbes rojos, pero algo pasó en cuanto entrado, pues los ojos de aquel juguete parecieron voltear hacia donde estaban. La rubia se estremeció, yéndose hacia atrás pero siendo detenida por las manos del pelinegro.

Sin tardar demasiado el albino entró a la habitación, dejando que el menor sujetara a la rubia para evitar que se cayera debido al sobresalto. Suspiró lentamente para ver a la muñeca, ciertamente tenía una energía espiritual poderosa, pero no parecía del todo siniestra- Parece que estamos frente a un verdadero poltergeist así que será mejor que llame a Leo... –susurró con calma para acercarse a la muñeca y poner las manos en torno a ella, observándola con curiosidad. Podía ver algo en ella que no estaba del todo contaminado- Puedo decirle con seguridad que la muñeca no es la causante de las muertes de sus pacientes. Solo se siente atraída por la esencia de las personas cercanas a la muerte, su dueña murió en este hospital y es por eso que vaga acompañando a las personas en sus últimos momentos. No está maldita –comentó el albino para volverla a poner sobre la cama, en esos momentos la muñeca volteó hacia la pared de nuevo.

-Eres impresionante Ichiku –anunció el pelinegro con una enorme sonrisa, le parecía bastante genial que solo con tocar a la muñeca pudiese ser testigo de algo tan profundo- Entonces la muñeca desarrolló un alma por sí misma o algo así ¿no?  -preguntó el menor con una inocente curiosidad, pero el contrario negó con suavidad antes de responderle: “El deseo de la misma niña de no morir sola fue lo que creó un alma dentro de la muñeca, las almas de los objetos pueden ser desarrolladas por deseos inocentes” aquellas palabras resonaron en la mente del menor, de alguna manera sentía que su deseo también podría cobre vida si se lo proponía- entiendo...

La rubia estaba sorprendida ante la rapidez del análisis del chico por lo que casi de inmediato preguntó- ¿Eso fue todo? –el albino le dirigió una mirada serena para responder: “Mandaré a alguien que venga más tarde, él se hará cargo de la muñeca así que no va a molestar más a los pacientes. ¿No fue para eso que pidió mis servicios?”. No pudo evitar carraspear levemente y asentir, no estaba acostumbrada a ser tratada con tanta frialdad por un chico- Tiene razón. Mis disculpas  si mi pregunta sonó grosera.

El albino le dedicó una sonrisa al menor para después fijar su mirada en la rubia- No se preocupe, es una reacción normal en las personas que piden mi ayuda. Entonces me retiró –comentó tranquilamente para volver a tomar la mano del menor, empezando a caminar fuera del hospital pero repentinamente las luces se apagaron, parpadeando por unos minutos mientras ambos caminaban- Parece que la muñeca no es el único poltergeist en este lugar... –susurró, mirando a los lados. Podía sentir nuevamente las presencias de varios espíritus, se movían entre las paredes, pasando por las habitaciones. Podía notar que estaban bastante inquietos, por lo que con un brazo rodeó la cintura del chico a su lado. No quería que nada le fuese a pasar.

Alex casi da un pequeño salto al sentir la mano del albino sobre su cintura, concluyó que era debido a lo que estaba ocurriendo con las luces. Era la primera vez que veía algo así en persona por lo que estaba ansioso y nervioso. Lentamente se apegó más al contrario, viéndolo de reojo con un pequeño sonrojo; le gustaba sentirlo tan cerca, se sentía muy bien. Suspiró un poco cuando pudieron salir, pero al voltear hacia arriba notó que alguien cerraba una persiana, eso lo hizo estremecer un poco- Qué bueno que eso terminó...

-Sí... Por lo menos para nosotros, ahora mismo le enviaré un mensaje al monje que se va a encargar de purificar el lugar, bueno yo le dijo monje por costumbre pero es un sacerdote –explicó a la ve que sacaba su celular y se disponía a enviar un mensaje. Cuando terminó miró de reojo al menor para abrazarlo con suavidad- disculpa si te hice pasar una mala experiencia. Si no quieres volver a acompañarme lo entiendo... –habló con voz suave, denotando que se encontraba bastante preocupado por el contrario, no quería que éste se asustara o pensara mal solo por su trabajo.

-Eh... ¡¿Eh?! –se sorprendió evidentemente al ver al contrario tan cerca, bajó la mirada por inercia y lo abrazó un poco. Estaba totalmente sonrojado, pues podía sentir el cuerpo del mayor contra el suyo, provocándole una sensación que ya conocía: excitación; no debía ponerse de esa manera  justo allí pero realmente le era difícil evitarlo- n...No tienes que disculparte Ichiku... Quiero acompañarte cuando tengas otro trabajo... –susurró el menor mientras se separaba del contrario, éste lo miró perplejo pero al ver el pequeño “problema” del menor le tomó el mentón- q... ¿Qué haces?

-Lo que debí hacer hace tiempo –susurró para después besar los labios del contrario de una manera intensa y pasional, quería saborear aquella fruta que había considerado prohibida al inicio. Le gustaba arriesgarse y más por alguien que valía la pena. No quería que se alejara y mucho menos que buscara a alguien más para compartir sentimientos; ese pequeño pelinegro iba a ser suyo de una u otra manera. Hizo más intenso el beso cuando sintió los labios ajenos entreabrirse, dándole paso a su lengua. Lo estaba disfrutando en demasía.

-m...Mhh~ i...Ichiku –las mejillas del menor estaban totalmente sonrojadas, nunca esperó que el albino fuese a hacer aquello; pero no le molestaba para nada, por el contrario estaba realmente feliz de sentirse correspondido de alguna forma. Lentamente subió sus manos para ponerlas contra el pecho del mayor, empujándolo un poco, no quería llevar las cosas tan rápido.

-Alex, eres MI asistente... No puedes besar a nadie más, ni sonreírle a alguien más como lo haces conmigo ¿Bien? –declaró el mayor, recibiendo como respuesta un suave asentimiento. Tomó la mano del pelinegro y empezó a caminar de regreso, jalando su mano con suavidad; podía ver de reojo que el contrario tenía la cabeza gacha pero eso no le preocupaba, quería llegar a casa lo antes posible, desahogar todo lo que sentía por el pelinegro en un simple acto.

 

Ambos continuaron caminando de regreso al departamento del albino, las personas los miraban con evidente curiosidad pero  ninguno de ellos prestaba atención. En esos momentos solo existían ellos, nada ni nadie lograría cortar aquella determinación que estaba totalmente dibujada en la mirada del mayor. Iba a mostrarle al menor cuánto lo quería en un solo acto, una prueba de amor verdadero, un intercambio tanto de cuerpo como de alma... Él ya estaba seguro de lo que quería y parecía que el menor no se iba a oponer. Alex estaba evidentemente nervioso, el tiempo hasta el departamento del menor se le hizo eterno, pero en cuanto el contrario abrió la puerta, supo que no había vuelta atrás.

 

El albino le indicó que entrara y en cuando el contrario entró, cerró la puerta, entrando tras él y dejando los lentes sobre la mesa. Su corazón estaba algo agitado, una cosa que casi nunca le ocurría. Pero era algo normal, nunca había tenido sentimientos hacia nadie. Sonrió al ver que la iguana ya se encontraba reposando sobre el suelo, por lo que no se detuvo allí, tomó la mano del pelinegro para guiarlo a su cuarto, era más que obvio lo que se traía entre manos el albino- Si quieres que me detenga, mejor dilo ahora... Porque luego no lo haré –declaró el mayor, viendo al menor de reojo.

-Si quisiera que lo hicieras ya te hubiese detenido, Ichiku... –sonrojado se dejó guiar hasta la habitación del contrario, la cual estaba pintada de blanco con detalles negros. Las sábanas de la cama tenían también colores monocromáticos, parecían ser los favoritos del escritor, y de hecho así era. Sintió unas manos en sus hombros y después todo lo que vio fue al albino sobre él. Había sido puesto sobre la cama en muy pocos minutos, realmente pensaba que todo eso era un sueño.

-Entonces tomaré todo de ti... –susurró el ojinaranja con voz ronca y ansiosa. Empezó a retirar una a una las prendas que le evitaban ver a aquel hermoso pelinegro como era debido. Suspiró con alivio al verlo desnudo y casi de inmediato buscó los labios ajenos con los suyos, uniéndolos en un fogoso beso. Sintió las manos ajenas  hurgar entre sus ropas para quitarlas de manera ansiosa.

Suaves jadeos se escapaban de sus labios, tenía al mayor sobre él, desnudo y excitado ¿Cuántas veces se lo había imaginado de esa manera? Muchas en realidad, pero nada comparado con la realidad. Se estremeció al sentir como una de las manos del mayor se dirigía a su hombría, por lo que suavemente buscó su cuello, abrazándose a él y viéndolo- i...Ichiku... Te amo... –el pelinegro estaba totalmente sonrojado, tembloroso y avergonzado; estaba feliz de no ser rechazado. Un gemido sonoro escapó de sus labios al sentir como el mayor empezaba una suave caricia en su hombría.

-También te amo... Alex... No me vayas a odiar... –susurró el albino con voz ronca, sin dejar de acariciar la hombría del menor. Besó sus labios, su mentón y su cuello, dejando un pequeño chupón en éste mientras con su mano había empezado un vaivén en torno a la extensión del miembro del pelinegro. Estaba excitándose y eso sería un problema, ya que no era bueno esperando. Las manos del menor empezaron a acariciarle el cabello y la nuca, provocando que ajara la mirara para lamer suavemente su cuello, proporcionándole suaves besos.

-Ah... Ahh~ -suaves gemidos escapaban de sus labios que estaba rosados por los fogosos besos del mayor. Su cuerpo se estremecía ante las caricias y el vaivén de la mano del contrario, provocando que un pequeño hilo de saliva cayera por la comisura de sus labios. La mano del mayor dejó de masturbarlo y lentamente se dirigió a su entrada para empezar a acariciarla con suavidad, eso provocó que el menor se arqueara un poco- i...Ichiku... s...Sé cuidadoso...

-Lo seré... No te preocupes –susurró el mayor con una sonrisa ladina, dejó la caricia para suavemente lamer sus dedos, ensalivándolos bien. Miraba de reojo al menor, pues éste se encontraba totalmente sonrojado y en cierta forma, ansioso por lo que iba a ocurrir.  Lentamente separó sus dedos de su boca, para dirigirlos a la entrada del pelinegro y sin esperar demasiado, introduciendo uno de sus dedos, la expresión lasciva del contrario era algo que valía la pena recordar.

Su cuerpo se arqueó casi de inmediato al sentir aquella intromisión, un gemido alto escapó de sus labios mientras jadeaba levemente, intentando acostumbrarse. Era vergonzoso, se estaba entregando a aquel joven escritor, de pocas palabras y unos orbes penetrantes; él era el hombre a quien amaba, por lo que no había nada de qué arrepentirse. Cuando se acostumbró, movió un poco sus caderas, indicándole al mayor que ya podía continuar.

-Alex... –susurró el nombre de SU asistente mientras se disponía a introducir otro dedo en su interior con lentitud, para empezar a moverlo casi de inmediato. Fijó sus orbes naranjas en los azules del contrario, extasiado ante aquella mirada tan lasciva y los gemidos que resonaban en aquella habitación, todo lo incitaba a tomar el cuerpo del menor como suyo en esos momentos. El nuevo movimiento de las caderas ajenas le indicaba que ya estaba listo, por lo que retiró sus dedos, posicionándose entre las piernas del contrario.

El menor se movió con nerviosismo bajo el cuerpo del albino, viéndolo a los ojos con ansiedad. Estaba a punto de entregarse por primera vez a alguien y eso lo hacía sentirse extraño, ansioso y sobre todo amado. La persona que  más quería y a la cual había anhela lo iba a hacer suyo. Sus pensamientos fueron interrumpidos por la repentina intromisión del miembro del contrario en su interior- ¡Ahh!~ -cerró sus orbes con fuera, dejando que pequeñas lágrimas corrieran por la comisura de sus orbes.

Ichiku jadeaba suavemente, realmente se sentía bien al estar dentro del contrario. Lentamente limpió sus lágrimas, besando su rostro con suavidad y acariciando sus pezones para hacer que olvidara un poco el dolor- Tranquilo... –le susurró suavemente, para después de unos minutos empezar a embestirlo con suavidad, besando su cuello y dejando chupones en éste; le gustaba marcarlo como suyo.

Los gemidos aumentaron de volumen progresivamente ante las embestidas del albino que cada vez eran más fuertes y profundas. Su cuerpo lo estaba delatando, pues a pesar de que el dolor era intenso, no podía dejar de disfrutarlo. Se abrazó fuertemente al cuello del contrario, sintiendo que las embestidas se profundizaban- Ahh... Ahm... i...Ichiku... s...Si sigues no soportaré~ -declaró entre gemidos, le era muy difícil postergar el clímax cuando el placer era tan intenso.

El albino no se detuvo, por el contrario aumentó el rimo de sus embestidas, al igual que el de los jadeos que escapaban levemente de sus labios. Estaba ansioso de hacer que el contrario experimentara el clímax entre sus brazos. Continuó dando embestidas intensas hasta que sintió que el interior del menor presionaba su hombría, por lo que no pudo aguantar más y llegó al clímax, llenando el interior del menor con su esencia. Un jadeo fuerte escapó de sus labios para después recostarse sobre el pecho del pelinegro- t...Te amo, Alex...

Alex temblaba levemente, había sido demasiada excitación para su inexperto cuerpo y aquel clímax lo había dejado agotado. Suavemente se abrazó al albino, acariciándole la espalda mientras jadeaba suavemente- t...También te amo, Ichiku... –susurró en voz suave y cansada mientras se movía un poco, sacando al mayor  de su interior- mmh~

Ichiku no tardó en acostarse a su lado, para abrazarlo y acurrucar al menor en su pecho, le gustaba sentirlo de esa manera, tan suyo... Besó su frente para ver como el pelinegro cabeceaba por el cansancio así que recargó la cabeza con la ajena para cerrar sus orbes naranjas. No había nada que decir, se habían entregado uno al otro y viceversa, por ahora todo lo que les quedaba era descansar. Mañana sería otro día. Poco a poco ambos fueron cayendo en los brazos de Morfeo, qué los transportó al mundo de los sueños en pocos minutos.

 

 

 

 

 


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