Seúl, Corea del Sur. Año 2006.
Tao miró por sobre el hombro a su contrincante. Su corto, sedoso y marrón cabello sobresalía del de todos. Su linda cara y su tez de piel sobresalían del de todos.
Tao era de China y había ido a Corea para concursar en un certamen de matemática. Aunque a Tao casi no le agradaba aquella materia, era excelente. Incluso podría realizar los problemas matemáticos cuyos números era el dolor de cabeza de muchos con los ojos cerrados y dormido. Se creía muy capaz de ganar ese concurso y adquirir el premio que consistía en un millón de won.
—En cuanto el reloj marque las ocho con cincuenta, podrán empezar —Un señor regordete y con gadas habló en un muy fluido coreano, cosa que él no entendió, por lo cual un traductor tradujo en chino haciendo que todos los concursantes que procedían de allá, entendieran la indicación.
Podía sentir la tensión y el nerviosismo en el ambiente, aunque él estaba muy tranquilo.
Mordió con el filo de sus colmillos la goma rosada de su lápiz y extendió los brazos mostrándose cansado e indiferente, esperando la llegada del concurso y luego marcharse a casa.
—¿Tienes otro lápiz? —Fue la primera vez que ellos hablaron.
El chico había hablado en un perfecto coreano, por lo que Tao no entendió y lo ignoró. El chico se percató y lo repitió, pero esta vez en un pausado chino.
—¿Tienes otro lápiz? —Repitió. Tao lo miró y volvió a morder la goma del que traía entre sus delgados dedos.
—No. —Tao contestó y el chico se fue para pedir un lápiz, recibiendo respuestas de que nadie traía otro más.
Rio ante la acción del pequeño. ¿Quién iba a un concurso, donde, claramente escribirían la solución de los problemas sin lápiz?
El reloj sonó y todos comenzaron su examen. A Tao casi se le para el corazón al ver que la mitad del examen consistía de algo desconocido para él. Suspiró hondo y entrecortadamente empezó con las cosas sencillas que tardaron no más de ocho minutos. Cuando llegó a la parte difícil, se estancó tanto en éstos que se había ido la hora completa y él solo había resuelto la primera mitad sencilla y tres problemas de diez de la segunda mitad compleja.
—Dejen su lápiz a un lado y cierren el cuadernillo. La hora ha finalizado —Dijo el regordete seguido por el traductor. Tao estaba siendo víctima de un heart attack —. Vayan a comer, en dos horas se anuncia el ganador.
Después de un par de horas, todos regresaron a donde antes. Habían ido a comer a la cafetería del instituto menos Tao. Estaba tan preocupado por reprobar el examen que ya se imaginaba a su madre pegándole con la plancha, el secador de cabello y la lavadora.
Cerró sus tiernos ojitos al pensar en tan tremenda imagen y se volvió a sentar en donde antes, pero a su lado había alguien nuevo: El que había mirado al principio de todo y el que había pedido lápiz.
—Difícil, ¿eh? —Dijo el otro suspirando —. Apenas he logrado realizar todo el examen. Espero no tener solo diez de veinte porque me tiro, hermano, me tiro.
—No seas dramático —Contestó Tao —. Además de pedir disculpas en tu casa cuando llegues, deberías perfeccionar tu chino. Es horroroso.
El otro niño se ofendió y decidió no hablar más. Sí, era principiante hablando chino, pero no era para criticarlo cruelmente.
Tanto Tao tanto el otro se habían odiado mutuamente.
—Deséate suerte, idiota —Dijo el otro en coreano, aunque Tao solo entendió <<Idiota>>, no se inmutó.
—Bien, bien —El regordete y el traductor subieron a la plataforma —. Tenemos el ganador en este papel. A los que no ganaron, estudien más por las noches y no vengan a hacer sus humillaciones con hasta tres de veinte de calificación.
Tao hizo changuitos con sus dedos para ganar. Estaba tan nervioso que sentía el mismísimo sudor recorrer su espalda en una sola trayectoria.
El regordete aclaró su voz, abrió el sobre y sacó el nombre del ganador. Acercó lentamente su boca al micrófono y anunció el nombre con una grave voz:
—Oh Sehun.
El niño irritante al lado de él sonrió de oreja a oreja y se dirigió hacia la plataforma, siendo aplaudido por todos.
—Muchas gracias a mamá, papá, escuela, amigos y todo lo que aprecio…
Tao salió hecho una furia de allí.
<<Tan solo es un fraude. No te enojes, pequeño panda>> Se decía a sí mismo, tranquilizándose.
Cuando estaba caminando con los brazos a un lado, sintió los dedos de alguien presionar su omóplato y forzándolo a voltear.
—¿Celoso, diva? —Era Sehun quien reía a no poder más con el premio en su mano derecha —. Deja ver si lo pronuncio bien: —Se aclaró la garganta — G-A-N-É —Y se echó a reír.
Tao viró los ojos irritado y siguió caminando con Sehun parado detrás riéndose.
Cuando llegó a casa de su tía (se hospedarían allí esa noche) vio a su madre caminar de un lado a otro, arreglándose.
Su madre no era para nada fea: Llevaba un caro vestido de seda rojo y largo, su cabello dorado ondulado por sobre encima de sus hombros, ligero maquillaje en el rostro y labios rojizos seductores.
—Iremos a una fiesta para festejar el triunfo del pequeño Oh —Tao suspiró enojado. ¿Qué nadie entendía lo que sentía? —. Como no ganaste, al menos disfruta de eso. Su mamá es mi amiga, vamos.
Agarró la mano de su hijo, pero ésta volteó aterradoramente.
—Y tienes suerte de que no te arroje la lavadora.
El pequeño y su madre llegaron a la gran casa con espejos elegantes por doquier. Llamaron al timbre y pasaron.
—¡Pequeño panda! —La madre de Sehun lo abrazó. Ni idea de quién era esa señora —. Ve a divertirte con Sehun, yo cuidaré bien de tu madre.
Obedeció a regañadientes, fulminando con la mirada a todo aquel que pasara por su lado. Se reunió con la bola de niños y niñas
—Juguemos —Dijo un joven de alrededor de 15 años, mayor que ellos — a la botella de besos.
Todos se sentaron en un círculo, esperando a su turno. La primera pareja que se armó fue de una niña y un niño tímido bajo sus lentes.
—¡Hyuna y Donghae! ¡Hyuna y Donghae! —Exclamaban todos. El pequeño se acercó a la niña y le plantó un beso en los labios con el rostro rojo, tímido al igual que ella.
Volvieron a girar la botella y para la mala suerte de Tao, la boquilla apuntaba directamente a él. Siguió la trayectoria de la botella y…
¡OH SEHUN ESTABA AL OTRO LADO!
Todos rieron cómplices y animaron a ambos chicos que se miraban con desprecio.
—Yo nunca lo besa… —Dijo Sehun y… ¡Bam! Tao se había acercado a él, besándolo con un estilo francés.
Sehun se impresionó por el actor, pero dejó que la lengua del otro entrara a su cavidad bucal. Tao agarró juguetonamente la lengua de Sehun entre sus labios, haciéndolo gemir. Cuando se separaron, Tao mordió su labio inferior sonriente.
Todos los niños muy precoces —alrededor 12 años la edad media —aplaudían voraces y alegres.
Tao lo miró con el rabillo del ojo. Un Sehun sonrojado estaba en frente de él. Sonrió admirando su belleza.
Después de todo, del odio al amor, solo hay un paso.