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Y se fue el amor por lizergchan

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Disclaimer: Los personajes de Sherlock Holmes no me pertenecen, sino a su autor Sir Arthur Conan Doyle. La serie “Sherlock” pertenece a la BBC. Este fic lo hice sólo y únicamente como diversión.

Personajes: Sherlock, John Watson y otros.

Aclaraciones y Advertencia: Este fic contiene slash, angustia y lo que se me vaya ocurriendo, kesesesese.

 

Resumen:Sherlock despertó solo en la cama, como había estado sucediendo en los últimos meses. Después del sexo —si es que llegaba a suceder—, John se levantaba nada más terminar, se daba un baño y se iba a su antigua habitación, dejando al detective con el corazón roto y sintiéndose como una vulgar ramera.

 

 

Beta: Lily Black Watson.

 

OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO

 

 

Y se fue el amor

 

 

 

Capítulo 14.- ¿Y si el amor regresa?

 

 

 

Eran alrededor de las 11:00 a.m., Antonio y Luka se habían escabullido del hospital para ir a una joyería, pues el español pensaba pedirle matrimonio a Molly y necesitaba el consejo y apoyo de su mejor amigo. Mientras la vendedora les mostraba algunas argollas, De la Rosa no pudo evitar recordar el día que le pidió a Molly iniciar un noviazgo.

 

[Los mellizos estaban ya fuera de peligro, aunque su tiempo en la incubadora (en el caso especial de Anthony), aun no terminaba. Sherlock permanecería en el hospital, pues Mycroft consideraba que debía estar cerca por si algo sucedía con el menor de sus hijos y dado el reciente parto, necesitaba de ciertas comodidades, algo con lo que Emily estuvo de acuerdo, pues, de ese modo podría monitorear su salud y vigilar su alimentación, pero claro, Sherlock siempre seria Sherlock; luego del parto, el menor de los Holmes volvió a su rutina, casi no ingería alimentos y dormía poco, lo que hacía que John le riñera todo el tiempo. Sherlock no era el único que fue reprendido durante esos días; Antonio también, quien había dejado su rehabilitación para  apoyar a su amigo y estar al cuidado de los bebés.

 

Sherlock observó al español mientras hacía un gran esfuerzo por cambiar el pañal de la niña.

—Tendrás otra cita con Molly —dijo Sherlock al tiempo que revisaba sus mensajes en el móvil. Antonio sonrió, asintiendo con la cabeza.

—La llevare al campo, el doctor Taylor me recomendó un sitio muy agradable a las afueras de Londres.

El Detective Consultor se mantuvo en silencio; ya había deducido lo que su amigo planeaba, pero, por primera vez, no iba a arruinar la sorpresa.

Antonio se despidió poco después de Sherlock; debía ir al 221B a ponerse ropa apropiada para su cita, después, se dirigió a casa de Molly, era el día de descanso de la chica, por lo que podrían estar fuera todo el día.

Fueron a las afueras de Londres. Molly jamás se imaginó que su cita, incluiría un romántico viaje en globo para observar el atardecer, ni que, Antonio se le declararía a la luz de la luna. Era simplemente mágico].

 

 

—Ese parece apropiado —dijo Luka, señalando un hermoso anillo de oro blanco con un diamante rosa en forma de corazón. Antonio sonrió, sí, era más que perfecto.

 

Después de comprar el anillo y dar los últimos ajustes a su plan; Antonio se dirigió a Baker Street, para ver a su amigo y a los mellizos, mientras que Luka se trasladaba al hospital, pues tendría turno nocturno ese día. Como era de esperarse, Sherlock descubrió las intenciones del español,  pero no arruino la sorpresa, ¿qué sentido tenía si no había alguna respuesta interesante? A veces, Antonio era aburrido.

 

 

 

 

Molly Hopper había salido con personas con personalidades tan distintas, con carácteres tan diferentes  que era como si fuesen de galaxias dispares; tuvo un romance efímero con un psicópata que la usó para llegar a Sherlock, había estado enamorada del —hasta entonces, más joven de los Holmes—, pero ningún hombre en su vida se parecía a Antonio; él era como el príncipe que toda niña sueña encontrar y tener “un final de cuento de hadas”; atento, detallista, le gustaban los niños, los animales, era vegano y muy romántico, pero sin llegar a ser empalagoso. Todo un caballero.

Habían salido por algunos meses y, aunque en un principio, Molly se sintió un poco insegura, acostumbrada como estaba a tener sexo con su pareja en turno, con Antonio fue diferente, él consideraba que la base de una relación duradera no debía recaer en el sexo, por el contrario, debía ser en la convivencia y el entendimiento.

Molly terminó de empacar; Antonio la había invitado a pasar el fin de semana en París, la ciudad más romántica del mundo; conociendo a su novio, sería una experiencia maravillosa.

 Ella y Antonio viajaron a Francia en barco; después de dejar las maletas en el hotel, se dedicaron a vagar por la ciudad. Antonio conocía bien París y llevó a Molly a lugares poco conocidos por turistas, pero ciertamente muy hermosos. Al atardecer, regresaron a su suite para descansar un poco y prepararse para ir a cenar a un lujoso restaurante. Hablaron de Sherlock, John y los  mellizos; Antonio estaba emocionado, pues, el mes siguiente, sus pequeños sobrinos (hijos), postizos serían bautizados y él, tenía la dicha de ser el padrino.

 

— ¿Crees que John logre que Sherlock le perdone? —Molly estaba sinceramente preocupada por ese par, pues, ella fue testigo del sufrimiento del menor de los Holmes durante los meses que Watson lo engañaba y, aunque en ese entonces, intentó hacer que Sherlock se fijara en ella y olvidara a John,  Molly jamás vio a Sherlock tan… roto como en ese entonces y comprendió, que sin su blogger, no sería el mismo detective consultor.

—John necesita trabajar mucho —suspiró. —Sherlock lo ama y le perdonara, si no lo ha hecho ya.

 

 Antonio hizo una pausa, se estaban desviando del tema importante; apreciaba mucho a Sherlock y a su familia, pero era su momento con Molly, únicamente de ellos dos. Tomó la mano de su novia y ella le sonrió.

—Molly. Antes de conocerte pensé que mi corazón tenía vetado el amar… —Antonio hizo una pausa; el mesero acababa de traer el postre. —Te amo.

—Y yo a ti —dijo Molly y se levantó ligeramente para besar los labios de su novio. El español sonrió.

— ¿Comemos el postre? —Hooper dejó escapar una pequeña risita y asintió con la cabeza. Molly tomó el cubierto y se dispuso a cortar su mini postre; no tenía nada en contra de los lugares elegantes, como el hotel donde se hospedaban; la habitación era espaciosa y bellamente decoradora para hacerla lo más confortable posible, pero el restaurante, era una cosa distinta, la hacía sentir… fuera de lugar, no como Antonio, que parecía acostumbrado a lugares como ese.

 

Los pensamientos de la forense se vieron interrumpidos por un cuerpo extraño en su postre; hizo a un lado el dulce, descubrió algo rosa; tomó su servilleta y con cuidado extrajo el objeto: un anillo con diamantes rosas. Buscó a Antonio con la mirada, pero éste, ya no se encontraba en su silla, sino frente a ella, con una rodilla en el suelo.

—Molly Hooper, eres la mujer más increíble y maravillosa con que he conocido y agradezco a Dios cada día por haberme bendecido contigo —hizo una pausa para tomar el anillo de las temblorosas manos de su novia. De pronto, el restaurante entero se había quedado en silencio, observando la mesa donde la pareja se encontraba.

— ¿Me harías el honor de ser mi esposa?

 

Molly se cubrió la boca con  ambas manos, las lágrimas comenzaban a empañarle los ojos; la emoción era tanta que las palabras se negaban a salir, por eso tuvo que asentir con la cabeza, efusiva. Antonio sonrío, tomó el anillo, lo limpio un poco y se lo colocó en el dedo, pronto, los aplausos y los vítores irrumpieron la atmosfera silenciosa.

 

 

 

 

La boda se llevaría a cabo tres meses después del compromiso, los mellizos estaban por cumplir nueve meses de nacidos. La relación de Sherlock y John ya no era tan tensa, incluso, retomaron —de cierto modo—, su amistad e incluso iban a los casos juntos, pero el contacto físico se mantenía en lo mínimo. Por el momento, era lo mejor.

 

 

Sherlock dejó el móvil en la mesa junto a la cama, no tenía casos que resolver, al menos que valieran la pena. Estaba aburrido y solo; John había llevado a los niños al parque; la señora Hudson, de compras; Antonio estaba con Molly arreglando los últimos detalles de la boda que sería la semana siguiente.

 

El Detective Consultor bufó aburrido,  Antonio quería una boda religiosa, pues, como él mismo lo había dicho en diferentes ocasiones; era un hombre creyente y temeroso a Dios; su sueño siempre fue casarse por la iglesia, pero, con su difunta esposa había sido imposible por la falta de recursos económicos y cuando los tuvieron, el matrimonio simplemente se enfrío.

 

Una boda. Sherlock nunca se interesó en una, ¿qué de interesante tenía el vestirse formales  para firmar unos papeles y alimentar a un puñado de invitados aprovechados? Sin embargo, cuando John se casó con Mary, no pudo evitar imaginarse en el lugar de ella; después vino la separación y el deseo de Holmes desapareció. John regresó a Baker Street poco después, formalizaron su relación; nuevamente Sherlock experimentó la ilusión de un matrimonio con Watson, pero ahora…

El detective  salió de su habitación; había escuchado pisadas en las escaleras y sabía de quien se trataba.

 

—Sherlock —dijo a modo de saludo Mycroft, pero no venía solo, Anthea estaba con él; pero ella sólo dejó las bolsas que cargaba en el sofá y se retiró. El Detective no necesitaba deducir para saber que, dentro de esos paquetes, había cosas para los mellizos.

—Mycroft, que adorable sorpresa —bufó el menor de los Holmes dejándose caer en su sillón —. Fueron al parque con John, insiste en obligar a mis hijos a realizar actividades aburridas.

—Esperaba que, con lo sucedido, rompieras relaciones con el doctor Watson —dijo el Gobierno Británico, mientras ocupaba el lugar de John, frente a Sherlock. —Si necesitabas un… compañero afectivo, el doctor De La Rosa, era sin duda una opción más adecuada.

 

El Holmes menor levantó una ceja; no le sorprendía el hecho de que su hermano sintiera desprecio por John y el afecto por Antonio, algo que sus padres compartían.

 

—Ya te dañó una vez, Sherlock, no permitas que lo haga de nuevo. No le des el poder para hacerlo de nuevo —por un momento, las palabras de su hermano desestabilizaron al Detective Consultor, sin embargo, logró recuperarse con rapidez. No iba a aceptar frente a Mycroft (ni a él mismo), el temor constante que experimentaba cada vez que John salía de Baker Street. —El doctor Watson se fue para buscar una esposa e hijos, ya tiene lo segundo, ¿cuánto tiempo pasará para conseguir a la mujer e intentar llevarse a los niños?

 

Eso era algo que Sherlock jamás iba a permitir; sus hijos llevaban su apellido (obra de Mycroft), legalmente John no tenía ningún derecho sobre los niños, sin embargo…  el miedo persistía, ilógico, molesto, repugnante.

 

— ¿Cómo va la dieta? —preguntó Sherlock. Mycroft sonrió; un absurdo intento, una patética forma de escapar a la cruel realidad, sin embargo, el político se la concedió.

—Muy bien, gracias.

 

 

 

 

 

 

 Por fin, el día de la boda había llegado, seria en España, en la casa de Antonio, pero la ceremonia religiosa se realizó el día anterior, precedida por el padre Ángel. Luka fue el padrino y Sherlock quien entregó a la novia, pues los padres de Molly habían muerto tiempo atrás.

 La fiesta se realizó en los jardines de la casa de Antonio; un evento que se esperaba íntimo, por poco se convierte en algo más grande, pues, la presencia del antiguo monarca fue inevitable, ya que compartía una estrecha amistad con su antiguo médico.

 

 

 John observó a la feliz pareja; Molly se veía tan hermosa con su vestido de novia, la hacía lucir como una princesa. Watson no pudo evitar recordar el día que se casó con Mary, luego, vino el divorcio, las mujeres con quien buscaba volver a unirse pese a tener una relación formal con Sherlock.

—Hacen una linda pareja, ¿no te parece, Hamish? —la voz del doctor Taylor lo sacó de sus pensamientos. —No te preocupes, algún día, tú y el Sr. Holmes… —John negó con la cabeza; su relación jamás volvería a ser lo que una vez fue.

Un engaño, quizás pueda perdonarse pero no olvidarse.

 

 

 

 Sherlock había dejado el cuidado de sus hijos a Luka y a la señora Hudson, que gustosos aceptaron. Dirigió sus pasos hasta la que fue su habitación en casa del español, algunas cosas que necesitó durante ese tiempo aún permanecían ahí.

—Es una habitación muy bonita —dijo John. Sherlock asintió con la cabeza; en ese lugar, había logrado encontrar algo de sosiego durante los meses que estuvo ahí.

—Sé… que te hice mucho daño y no me alcanzará la vida para enmendarlo —ya habían hablado de esto con anterioridad, incluso se habían besado, pero aun así…

—Aburrido. Ese tema ha quedado zanjado y no me apetece volver a repetirlo —habló Sherlock, fastidiado.

 

 John sonrió; esa era la manera de Sherlock de decirle que estaba tratando de olvidar el pasado, aunque, obviamente la sombra de éste jamás desaparecería. Watson extendió la mano, sonriendo.

—Soy John Watson, mucho gusto —Sherlock pareció confundido por un momento. El doctor sabía que aquello era un cliché, salido de una película cursi de bajo presupuesto, pero, tal vez, era lo que ambos necesitaban.

—Sherlock Holmes —se dieron la mano, un gesto cargado de significado pero que se volvió insuficiente.

— ¿Puedo… abrazarte? —dijo John con el mismo anhelo de un niño que desea un caramelo o una mascota. Sherlock asintió, no siendo capaz de negarle nada a su antiguo amante.

 

 Pero, una vez más, aquel gesto fue insatisfactorio; entonces John hizo algo que ya no le estaba permitido: besó a Sherlock en los labios.

¡Oh! Ese toque, fue como ser enviado al paraíso. John sabía que estaba mal, pero, profundizó el contacto. El hambre se apoderó de ellos —que—, hasta ese momento, no se habían percatado de cuanto se necesitaban.

Manos deseosas redescubrían territorios conocidos.

 

Se amaron sobre aquella cama, testigo mudo del dolor y sufrimiento de Sherlock. Se hicieron uno nuevamente, olvidándose de los malos días. Con el clímax, también vino una promesa; votos renovados, de amor y fidelidad.

 

 

Continuará…

 


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