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Y se fue el amor por lizergchan

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Disclaimer: Los personajes de Sherlock Holmes no me pertenecen, sino a su autor Sir Arthur Conan Doyle, la serie “Sherlock” pertenece a la BBC. Este fic lo hice sólo y únicamente como diversión.

Personajes: Sherlock, John Watson y otros.

Aclaraciones y Advertencia: Este fic contiene Slash, angustia y lo que se me vaya ocurriendo, kesesesese.

 

Resumen:Sherlock despertó solo en la cama, como había estado sucediendo en los últimos meses. Después del sexo —si es que llegaba a suceder—, John se levantaba nada más terminar, se daba un baño y se iba a su antigua habitación, dejando al detective con el corazón roto y sintiéndose como una vulgar ramera.

 

 

Beta: Lily Black Watson.

 

OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO

 

 

Y se fue el amor

 

 

 

Capítulo 8.- Ave enjaulada

 

 

 Antonio preparó el desayuno como cada mañana; ese día, él y Sherlock tenían que reunirse con el resto de los doctores, pues los últimos dos miembros: Luka Wyss, un experto anestesiólogo y Frederick Taylor, de quien el español sólo sabía que era un pediatra y que era el único inglés entre ellos. Después de la reunión, irían al aeropuerto a recoger a Teresa y a Ben, luego, debían hacer las compras necesarias para poder tener al gato: juguetes, una cama, caja para sus necesidades, arena, dos platos, comida, una torre para que afilara sus uñas y escalara, sin mencionar todos los detalles que involucraba el arreglo de la habitación para los bebés.

 

—¿Un gato? —dijo la señora Hudson mientras ayudaba a Antonio a preparar el desayuno —.¿Qué no es peligroso tener gatos cuando se está en periodo de gestación?

 Antonio negó  con la cabeza y le explicó que todo lo negativo que se creía de los gatos y las mujeres embarazadas era, o bien falso o exagerado; todo lo contrario, el ronroneo de los gatos ayuda con el estrés (y no sólo en las etapas de gestación), además de estimular a que los bebés fortalezcan sus defensas, entre otros muchos beneficios.

 

 Después del desayuno, Sherlock y Antonio tomaron un taxi, junto a la señora Hudson, quien tenía curiosidad por ver cómo se desarrollaban los pequeños.

 Los chequeos, aunque de rutina, debieron ser más cuidadosos, para asegurarse que los bebés se encontraban en buenas condiciones, dado el percance de la última vez; pero Sherlock debía seguir guardando reposo, especialmente porque estaba a un día de cumplir las 29 semanas.

 

—Esta tarde habrá una entrevista para la BBC —dijo Emily, mientras su hermano, (viudo desde hace doce años), coqueteaba sutilmente con la señora Hudson. —Lin, James y tú, Antonio, serán los portavoces.

—Emy, ¿por qué no vas tú? —opinó James, pero inmediatamente cambió de parecer, debido a la mirada asesina que le dedicó su hermana.

 

 Sherlock observaba a los mellizos americanos en silencio. Desde que los vio por primera vez, se dio cuenta que la doctora Emily era la dominante, podía hacer que todos a su alrededor la obedecieran, una estupenda líder, seria y entregada a su deber como médico; James, por otro lado, era cándido, alegre, buscaba entablar amistad con cuanta persona se topara. Era fascinante ver personalidades tan contrastantes en personas de la misma edad, que comparten rasgos genéticos parecidos y criadas en el mismo núcleo familiar.

¿Anthony y Sherly serían igual?

 

 

—La entrevista es a las 22:00 hrs. Sean puntuales. Un auto los recogerá dos horas antes, así que vayan muy guapos—.

—Espero que no esté pensando en exponer a Sherlock a algo así —dijo la señora Hudson en tono de regaño.

—Por supuesto que no —respondió Emily, ofendida —. Sherlock no es una atracción de feria; jamás expondría a uno de mis pacientes (quien está protegido por la confidencialidad médica).

—Además, Antonio no dejaría que hiciéramos algo malo con su novio y futuros hijos —agregó James, sonriendo —. Ni nosotros lo haríamos, por supuesto—.

 

 

 El tema de la paternidad de sus hijos, le estrujó el corazón al detective. Cierto, todos, fuera de sus pocos amigos, creían que sus bebés eran de Antonio; decía no importarle, pero Sherlock estaba seguro, que tarde o temprano, su amigo querría iniciar su propia familia e inevitablemente, sus hijos saldrían lastimados.

 

—Chicos, señora Hudson, ya pueden irse. Sherlock necesita descansar y nada de emociones fuertes —el detective bufó molesto, eso significaba que le esconderían el móvil y hasta la portátil para impedir que pudiera resolver casos, aunque sea por esos medios. Tendría que conformarse con juegos de mesa y los catálogos para comprar las cosas de sus bebés, ¡aburrido!

 

 ¡Cierto! Sherlock recordó que Antonio había invitado a John a cenar, seguramente el español planeaba dejarles solos; pero el español no lo había planeado así.

—Puedo llamar al doctor Watson y cancelar —dijo Antonio después de regresar a casa, mientras le daba un masaje en los pies a Sherlock.

 

Antonio era consciente que Sherlock no estaba preparado para estar a solas con su ex pareja; tal vez podría convencer a su jefa para que enviara a otra persona en su lugar.

—Deja preparada la cena. Quiero pastel de moka, galletas de mantequilla y helado de frambuesa —Antonio sonrió. Esa era la forma en la que Sherlock le decía que iba a estar bien, pero aun así, no podía evitar preocuparse por su amigo y sus bebés.

—Bien, pero si necesitas algo, envíame un mensaje a mi móvil; diré alguna excusa y vendré lo más pronto que pueda—.

—La señora Hudson está abajo; subirá cada cinco minutos, permaneciendo veinte para asegurarse que me encuentre bien. La doctora Griffin vendrá a las 21:00 hrs., a tomar el té. Excusa para vigilarme y que tú no estés preocupado—.

 Antonio dio un suspiro de alivio; al menos, Sherlock no estaría del todo solo con John.

Sherlock se llevó una mano al vientre y lo frotó en círculos, eso le gustaba a los mellizos, ese contacto y gesto,  los calmaba.

 

 

 

 

 John estaba emocionado, por fin volvería a Baker Street (al menos de visita), aunque no tendría oportunidad de estar a solas con Sherlock, pues Antonio, con seguridad, estaría pegado a él como lapa.

 Estaba por tocar la puerta del 221, cuando vaciló un poco, preguntándose sí era el momento correcto; lo menos que deseaba era forzar a Sherlock, eso haría que se alejara de él para siempre. John, sumido en sus pensamientos, se sobresaltó en esos momentos, aún parado frente a la puerta de color oscuro. Esta se abrió, revelando la alta figura del español. Antonio estaba vestido con un traje sastre a la medida, de color negro, un saco de igual color sobre una camisa de manga larga de un delicado rosa suave, zapatos perfectamente lustrados. Demasiado elegante para una simple cena.

—Doctor Watson. Llegó antes —dijo Antonio haciéndose a un lado para permitir el acceso de John. —Sherlock está arriba, con la señora Hudson. Por desgracia, debo salir…—

 

 Un taxi aparcó delante de ellos, Emily salió del transporte, donde aún permanecía James y Lin.

 —¡Anthony, vamos muchacho! —el madrileño suspiró pesadamente, seguramente la doctora Griffin los había obligado a llegar, incluso antes de lo previsto; gracias al cielo, conocía de sobra a su jefa y tuvo la precaución de arreglarse con mayor anticipación.

—Voy en un momento, doctora —Emily sonrió.

—Está bien, querido, puedes ir a darle un beso de despedida a Sherlock y no te preocupes, que yo lo cuidaré bien de él —dijo la mujer guiñándole un ojo. John frunció el ceño, celoso por las palabras de la mujer y la sonrisa del español.

—¡Oh!, casi lo olvido. Él es el doctor Watson, antiguo socio de Sherlock —John sintió que se le revolvían los intestinos.

—Un placer. Soy la doctora Emily Griffin—.

—John Watson —dijo estrechando la mano de la estadounidense, quien le sonrió.

 

 Subieron al departamento; Sherlock se encontraba recostado en el sofá con el pequeño gato Ben (que habían pasado a recoger al aeropuerto luego de la revisión médica), arrellanado sobre su abultado vientre. Su ronroneo era relajante, tanto para el detective, como para sus hijos. La señora Hudson estaba en la cocina, supervisando que la comida preparada por Antonio, no se quemará.

—Sherlock, la doctora Emily y el doctor Watson han llegado —dijo el español acercándose al sofá para besar la frente del detective —. Debo irme, pero regresaré lo antes posible, ¿de acuerdo?—

 

 Sherlock hizo un sonido gutural como respuesta. El latino sonrío.

—Te amo —, los dos hombres y la señora Hudson, sabían que esas palabras no tenían otro significado, que el cariño de dos hermanos o un padre siente por sus vástagos. Pero para Emily y para John, era la frase que un novio afectuoso le dedicaba a su pareja.

 

 Y eso le dolió a John hasta lo más recóndito del alma.

—Nos veremos más tarde, señora Hudson, doctora Emily… doctor Watson —dijo este último nombre con tono amenazante.

—Vete o se te hará tarde. No olvides comprar leche y comida para Ben —habló Sherlock y el gato maulló apoyando las palabras de su humano.

 

 Antonio asintió con la cabeza, tomó su abrigo, su portátil y se retiró; faltaban algunas horas para la entrevista, pero él, Lin y James podían aprovechar el tiempo para ordenar la información que pensaban mostrar durante el programa.

 

 

….

 

 

 Sherlock observó a John, que se encontraba sentado en el sillón de piel café propiedad de  Antonio (que había reemplazando el rojo de Watson). La señora Hudson había invitado a la doctora Griffin a tomar el té en su apartamento, dejándolos solos.

 

—¿Cómo has estado? —John estaba incómodo; su antiguo hogar había sufrido varios cambios(sutiles, pero fáciles de reconocer a su ojo), si bien, la decoración era la misma, todo estaba limpio y en su lugar, los artículos personales de Antonio, su misma esencia, habían reemplazado a la suya en aquel lugar.

—Aburrido. Esos doctores idiotas me han prohibido ir a escenas de crímenes —se quejó con gesto melodramático. John sonrio, sintiendo la alegria y tristeza que acarreaba la nostalgia.

—¿Cómo están los bebés? —inquiríó Watson, al recordar la pelea que tuvo con Antonio, pocos días atrás; había estado preocupado que algo malo le hubiese pasado a Sherlock o a sus hijos por culpa de él y sus arranques estúpidos.

—Su desarrollo es el adecuado para un embarazo con las características del mío; aunque en los últimos días he requerido de cuidados específicos (normales en situaciones como la mía), pero no deja de ser aburrido—.

—Yo podría acompañarte a los chequeos médicos y ser tus ojos en los casos —John no había querido sonar tan suplicante y esperanzado, pero era algo que no pudo evitar.

 

 Sherlock estuvo a punto de decirle que no a su compañía en las consultas, que Antonio hacia un estupendo trabajo; aunque, por otro lado, era pésimo en las escenas de crímenes, no porque fuese tan idiota como los miembros de Scotland Yard, más bien se debía a su  nula facultad para hacer daño a otro ser vivo; incluso era vegano. Pero el detective se contuvo a decir cualquier negativa. John parecía tan devastado, tan perdido e indefenso... no era lo que se esperaría de un hombre que acaba de ser padre, pues, si sus deducciones eran correctas (y casi siempre lo eran), la mujer por la que Watson lo había dejado, dio a luz dos meses atrás.
¿Cuál era la razón del cambio?

 

—¿A esa mujer no le molestara que estés conmigo? —John parpadeó un par de veces, antes de comprender; su rostro fue una mezcla de arrepentimiento y enojo.

—No era hijo mío. Me engañaba con su jefe—.

 

Sherlock estuvo a nada de decir uno de sus típicos comentarios sobre lo idiotas que eran las personas cuando sus parejas les engañaban, pero se contuvo, ¿no él mismo había preferido fingir que nada pasaba por temor a aceptar la verdad?

—Seguramente encontrarás a otra mujer que te dé el hijo que tanto deseas —dijo Sherlock desviando la atención a Ben, quien, al darse cuenta de la tristeza de su humano, comenzó a restregarse contra él y darle ligeras lamidas en la mano derecha.


 John se mordió los labios. Quiso gritar que la única persona a quien quería, que deseaba, era Sherlock Holmes.

—De la Rosa es muy afortunado —Sherlock estuvo por contestar, pero se quedó callado; había escuchado los pasos de la señora Hudson y de la doctora Griffin subir por las escaleras.
—Sentimos interrumpirlos, muchachos, pero ya está por iniciar la entrevista —dijo la señora Hudson emocionada.

—La entrevista está por comenzar —agregó Emily mientras encendía el televisor y buscaba el canal correcto.

 

 

 

 

 La entrevista transcurrió sin muchos problemas. Los presentadores (o los televidentes que llamaban al estudio), de vez en cuando le preguntaban a Antonio sobre su vida privada, ignorando por completo la verdadera razón por la que los tres doctores se encontraban ahí.

 

En un momento de la entrevista, les preguntaron sobre la razón de  por qué pusieron en peligro sus carreras, para atender casos tan insólitos como lo eran hombres embarazados; claro, que esto les ofendió, sobre todo a James y a Antonio.

—Hace dieciséis años, mi hijo menor, resultó embarazado —dijo James obteniendo la atención de todos. —Fueron meses muy complicados porque ninguno de mis colegas quería atenderle. Mi hermana decidió hacerse cargo y creó la fundación  Doncel, al que luego de unos meses, se unió Lin y Antonio—.

—¿Y qué significa el nombre? —preguntó la reportera. James dejó escapar una pequeña risita, levemente avergonzado.

—Bueno, aunque la palabra doncel, se refiere a hombres jóvenes, que servían a reyes como pajes o a hijos de nobles; mi hermana tomó el término de algo llamado "fanfic" y que se ajustaba muy bien a las condiciones médicas de mi hijo y de otros hombres—.

—Como es el caso del detective privado, Sherlock Holmes —mencionó el reportero. —Debió ser una gran sorpresa que su pareja sentimental resultara ser un doncel.

—Sherlock es una constante sorpresa —dijo Antonio sonriendo con sinceridad y ocasionando que la reportera se sonrojará.

 

 

 La entrevista terminó una hora más tarde. Los tres médicos salieron del estudio y subieron a un taxi rumbo a Baker Street, pues James y Lin habían quedado con Emily de verse ahí.

 

Todo lo que vino a continuación sucedió muy rápido, el transporte, fue golpeado por delante, el chofer golpeó contra el volante, perdiendo el conocimiento. La puerta izquierda fue abierta y Antonio jalado al exterior, golpeado cayendo al suelo, amordazado sin consideración y obligado a entrar a un auto, todo en segundos. El español forcejeo para liberarse, pero lo único que logró, fue que lo golpearan hasta que se desmayó.

 

 

Continuará…

 

 

 

 

Siento la demora, mucho trabajo y un poco de falta de inspiración.


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