Cupido es un bromista
Viernes.
Castiel Novak había terminado una de sus tantas clases de teología. Era un profesor licenciado que trabajaba en la universidad de Lawrence y su cátedra principal era La angelología cristiana. Había muchas más doctrinas, pero él se centró durante años en el estudio de los ángeles. Mientras que por ejemplo, su compañero de trabajo Crowley Fergus se especializaba en demonología. Su material didáctico era principalmente la biblia, pero también utilizaba otras fuentes como las creencias populares o las de ciencia ficción.
Castiel sentía agotado. Ya había terminado la semana y sólo quería ir a su casa a descansar por un largo tiempo. Sus alumnos de primer año eran insaciables. Sus preguntas llegaban al punto de la incredulidad. Tener una clase activa y participativa era el sueño de todo profesor, pero en este caso no. Todos estaban entusiasmados por una serie sobrenatural que emitían en la televisión: Constantino. En ese mundo ficticio los ángeles estaban presentes, aunque no se parecían a los seres celestiales que se describía en la biblia. Entonces un gran debate se inició hasta el punto en que el bullicio de opiniones se oía por los pasillos. Castiel terminó la clase con un extenso trabajo para la próxima clase.
Era acertado decir que su vida giraba en torno a su profesión. Era un ratón de biblioteca y siempre lo había sido. El único ser viviente que lo esperaba cada día en su apartamento era su querido gato, Misha. Hacía mucho tiempo que no había tenido una vida social activa ni una relación seria. Su último novio había sido Balthazar Roché. El hombre inglés era un aventurero y Castiel era su opuesto. Se habían conocido en una de las tantas reuniones que organizaba su hermano Gabriel. La relación había durado un año y medio, hasta que Baltazar decidió volver a su país.
La decisión de la separación fue de mutuo acuerdo. Ya no sentían la chispa de la atracción que una vez los había unido. La palabra amor… nunca se deslizó por sus labios estando con Balthazar. Por lo menos, quería por una vez en su vida decir << te amo>> y ser correspondido.
A sus treinta y tres años, él era un hombre de pocas palabras, serio y en ocasiones demasiado taciturno. Era pacifista de corazón y siempre que podía, participaba en acciones solidarias para la comunidad.
Sin embargo, a causa de su personalidad tranquila era muy subestimado. Si alguna vez tenía que usar su fuerza física ante una situación extrema, no dudaría en hacerlo. No por nada era cinturón negro en artes marciales. Entrenar tres veces por semana desde que era un adolescente le facilitó que en su juventud compitiera en algunos torneos de la ciudad.
En su tiempo libre aún seguía entrenando, pero con su trabajo le era imposible ejercitarse como antes.
Su teléfono celular timbró dentro del bolsillo de su gabardina, despejando sus pensamientos.
—Gabriel…—murmuró al ver el identificador de llamada—. ¿Qué sucede?
La voz del otro hombre resonó con exasperación.
—¿Acaso está prohibido comunicarme contigo?
Castiel suspiró antes de contestar.
—Claro que no Gabe. Lo puedes hacer siempre. Es que…
—¿Qué?
—Es extraño que me llames.
Se oyó otro resoplido del otro lado de la línea.
—Cassie yo te quiero, pero a veces dices cada cosa. Nos vemos poco y nuestros trabajos nos dejan sin vida…
—Es lo que elegimos—respondió Castiel mientras se subía a su automóvil ecológico de bajo consumo.
—Si, lo sé. No me quejo… pero por lo menos admito que a veces me dan ganas de juntar todos estos archivos judiciales y tirarlos por la ventana de la oficina.
Castiel se seguía sorprendiendo de la elección de su hermano. La abogacía era una carrera seria que consumía mucho esfuerzo. Gabriel no era de un espíritu libre pero tampoco era tan serio. Creía que su hermano mayor pondría una pastelería o una tienda de golosinas en algún momento de su vida. El hombre tenía una debilidad por lo dulce a tal punto que podía diferenciar un merengue italiano de uno suizo con sólo echarle una mirada. Pero por alguna razón que no conocía, su bromista hermano había empezado a estudiar para ser abogado.
La familia Novak era numerosa, pero por parte de la rama familiar del padre de Castiel. Él y Gabriel tenían muchos primos. Ambos provenían de New York, pero durante uno de los tantos traslados de trabajo por parte de su madre, la familia se mudo de forma definitiva a Kansas. La crianza de los niños Novak no fue la más común. Sus padres eran personas de pensamientos liberales. En su adolescencia, Castiel era un alma libre con la naturaleza, mientras que Gabriel se había revelado al mandato familiar como todo joven de su edad. Si sus padres optaban por una comida saludable, Gabriel iba directo a la comida chatarra y a los dulces. Los hermanos solamente se llevaban dos años de diferencia, pero siempre estaban unidos en las buenas como en las malas. Durante esa etapa, Castiel supo que se sentía más atraído hacia los hombres que a las mujeres y tiempo después, su confesión fue bien recibido por su familia y más por parte de Gabe, quien quería ligarlo con todos los hombres con los que se cruzaban.
En cuanto a sus padres, ambos se mudaron nuevamente a la gran ciudad mientras que ellos decidieron quedarse y seguir sus vidas en Kansas.
Castiel oyó el lamento de Gabriel y sonrió al imaginarse el inicio de la habitual actuación que estaba por presentar su hermano.
—No hablemos del trabajo en estos momentos—suspiró con dramatismo. Digno de un premio Oscar- Estoy sintiendo una migraña de sólo pensar en ello. ¡Necesito vacaciones!–en pocos segundos, la voz de su hermano mayor cambio con un repentino entusiasmo- En fin Cassie… espero que escuches con atención lo que te voy a decir…
Castiel oyó con detenimiento hasta que su mano apretó con fuerza el teléfono. En ese momento, se arrepintió de haber atendido la llamada de Gabe.