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El color del mar por OlivierCash

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Notas del capitulo:

Bueno, por fin puedo actualizar este fanfic :), lo peor de todo es que el capítulo lo tenía escrito, pero no tuve tiempo de corregirlo. Debido a mis asuntos académicos, no se si podré actualizar el dieciocho, pero, si todo va bien, a partir de febrero todo volverá a la normalidad.


 


Saint Seiya pertenece y ha sido dibujado por Masami Kurumada y el Lost Canvas por Shiori Teshigori.

 


 


 


El sábado había llegado mucho antes de lo que Asmita había esperado y su encuentro con Defteros, aun más rápido si cabe. El Sol se filtraba entre los árboles, llenando la carretera por la que subían de luces y sombras.


 


 


 


En menos de lo que dura un parpadeo, ya estaban en el merendero de arriba, apoyados junto a las flores blancas que como siempre, estaban ahí. Los perros correteaban por el lugar mientras ellos hablaban de banalidades, buscando conocerse un poco mejor.


 


 


 


—¿Qué flores son hoy?—preguntó Asmita de pronto, el aire había cambiando, trayéndole el aroma de las flores.


 


 


 


—Gladiolos, blancos, como siempre—contestó Defteros a la vez que veía ese ramo de alargado tallo verde del que brotaban varias flores blancas.


 


 


 


Asmita se preguntaba que historia habría detrás de esas flores, ese lugar debía de ocultar algo importante para alguien. No cualquiera se tomaría las molestias de ir hasta ahí para colocar unas flores. Miró en dirección al mar, aspirando la salada y agradable brisa, se agradecía un poco de brisa fresca con el calor que comenzaba a hacer.


 


 


 


—Me pregunto quién pondrá esas flores—comentó Asmita.


 


 


 


—Yo también, llevo mucho tiempo subiendo hasta aquí y viéndolas ahí, pero nunca he visto a nadie poniéndolas.


 


 


 


—A lo mejor es alguno de esos fantasmas que todos los días deja flores en el lugar donde murió su amada—comentó Asmita, intentando bromear un poco.


 


 


 


Si bien lo del fantasma podría tener cierta gracia por la cantidad de historias de fantasmas que circulaban, en su mayoría gracias a Shion. El tema de gente muriendo en ese lugar, bien saltando o cayendo desde ese sitio resultó ser un tanto más escamoso.


 


 


 


Defteros no pudo aguantar la tentación de asomarse un poco por el acantilado, se arrepintió de hacerlo. La piel se le erizó de solo ver lo alto que estaba y las piedras puntiagudas que se veían al fondo de ese sitio. Una persona debería tener una suerte ingente para sobrevivir si se caía desde ahí.


 


 


 


—Creo que lo de alguien suicidándose aquí, lo veo bastante probable—comentó Defteros un tanto cortado.


 


 


 


—¿Tanto respeto da el acantilado?—preguntó Asmita con curiosidad, no quería arriesgarse a asomarse, temía no calcular bien y no estaba dentro de sus planes eso de caerse por un acantilado.


 


 


 


—Más que respeto, es miedo—corrigió Defteros, mirando hacía el horizonte, no quería volver a asomarse a ese acantilado, incluso había dejado de apoyarse en la valla, le había invadido un miedo irracional porque esta se rompiera—No parece una caída de la que uno salga entero.


 


 


 


Asmita asintió ante esas palabras un poco pensativo.


 


 


 


—Me pregunto que llevaría a esa persona a tirarse por el acantilado—comentó, aunque no hubiera nada seguro de si esa persona se tiró, o se cayó, o siquiera si era una persona o pasó algo en ese lugar. No tenían nada, solo la posibilidad de imaginarse que había ocurrido ahí y el porqué de esas flores— Porque por lo que parece, hay alguien que sufrió su muerte—comentó, dirigiendo su mirada ciega hacía donde percibía el origen del olor de las flores.


 


 


 


—Es algo que deja un poco de mal cuerpo—comentó Defteros, sin poder apartar la mirada de esas misteriosas y solitarias flores—Como he dicho, llevo viniendo a pasear por aquí y nunca me he encontrado a nadie que cambie las flores ni coloque unas nuevas…


 


 


 


—A lo mejor, simplemente lleváis horarios diferentes y nunca coincidís.


 


 


 


El de pelo azul asintió ante eso, a decir verdad, siempre iba ahí a la misma hora. Con que la otra persona hiciera siempre no mismo, pero en vez de ir a las tardes, fuera a la mañana, haría que no coincidieran.


 


 


 


—Ahora que lo dices, es lo más probable.


 


 


 


La conversación fue hacía otros temas más simples y cotidianos, dejando el asunto de las flores misteriosas totalmente olvidado. Estuvieron un rato más en ese agradable lugar, mas esta vez no se quedaron hasta tan tarde como la anterior, Defteros le había propuesto a Asmita de ir a tomarse algo a un bar y este había aceptado. Así que decidieron marcharse antes de que se les hicieran las mil.


 


 


 


Pero, mientras se iban, cuando ya había colocado a los perros las correas. De pronto, Asmita se volvió repentinamente mirando hacía el acantilado, hacía el lugar donde las flores se movían suavemente a causa del viento.


 


 


 


—¿Pasa algo?—preguntó Defteros un poco preocupado.


 


 


 


Asmita se quedó mirando en esa dirección unos segundos más, hasta que se dio la vuelta, negándole a Defteros.


 


 


 


—No, no es nada—aseguró, pese a que Defteros no se lo creyó mucho, parecía un tanto confundido.


 


 


 


Sin comentar nada al respecto, retornaron el camino. Asmita intentó no pensar en como le había parecido notar una misteriosa presencia que se encontraba sentada sobre esa valla, intentó no pensar en que le dio la sensación de que esa persona miraba las flores con una sonrisa e intentó no pensar en que por alguna razón que no comprendía, tenia la certeza de que esa presencia no era alguien que sonriera fácilmente. Todo eso debía ser producto de su imaginación, porque eso era más fácil y más sencillo a que de verdad, hubiera algo ahí. Por ello, intentó no pensar en eso.


 


 


 


Asmita se dejó guiar por Defteros y fueron a tomar algo donde él quiso. Se sentaron en la terraza del bar, con sus perros tumbados a sus pies, jugueteando. El rubio supuso que estaban en alguna parte del paseo marítimo, no le gustaba admitirlo, pero en esa ocasión se había despistado un poco pensando en esa misteriosa presencia que había sentido antes.


 


 


 


—¿Qué tal va Aspros?—preguntó de pronto Defteros, parando un segundo para darle un sorbo a la cerveza que se había pedido—Hace días que no habló con él.


 


 


 


A decir verdad, Asmita no sabía a santo de qué venía esa repentina pregunta, puesto que llevaba un rato escuchando a Defteros hablar de fondo, pero sin prestarle ninguna atención.


 


 


 


Si lo pensaba con detenimiento, en los últimos días no había tenido ninguna noticia de Aspros. Algo que le resultaba extraño a la vez que muy agradable. Era una auténtica lástima que Defteros fuera el hermano gemelo de Aspros y le tuviera que mentir sobre lo mucho que le alegraba no tener ni idea de donde estaba. Aunque, en cierta manera, se fiaba tan poco de Aspros que el no saber que estaba haciendo, le daba mala espina.


 


 


 


—Ni idea—contestó fingiendo estar un poco preocupado, solo un poco—Hace unos días que ni me llama ni me responde a los mensajes—bueno, el que le costestara a los mensajes sería raro, por eso de que no le enviaba ninguno—Me imagino que estará muy ocupado con su trabajo.


 


 


 


Casi se podría decir que Asmita olía la inquietud que invadió a Defteros ese momento. Le parecía una reacción un tanto exagerada, pero seguramente tendría mucho que ver el que a él, personalmente, lo que le ocurriera a Aspros, le daba igual. En a cambio Defteros era su hermano y se llevaban bien.


 


 


 


—Tienes razón—dijo Deferos, no muy seguro de sus propias palabras—Será solo eso, no sé porqué le tengo que dar más vueltas.


 


 


 


—¿Te preocupa por algo en especia?—preguntó Asmita al notar lo inquieto que estaba su acompañante.


 


 


 


—No—se apresuró a negar Defteros, consiguiendo que a Asmita le diera la sensación contraria y mirara a Defteros con cara de burla al ver como se había delatado—Cosas nuestras, sin más—dijo Defteros bastante cortante.


 


 


 


No quería hablar sobre el tema y Asmita tampoco le iba a preguntar nada al respecto. Por lo que eso quedó en el aire, provocando entre ellos un extraño silencio. Había gato encerrado en todo eso y Asmita tarde o temprano, lo acabaría descubriendo todo.


 


 


 


—Toma—habló Asmita de pronto, pillando a Defteros por sorpresa. El de pelo azul levantó la cabeza para mirar que le ofrecía Asmita, era un programa de fiestas. Defteros lo cogió para echarle un vistazo rápido— Lo cogí de la panadería, me imagino que a ti te será más útil que a mí—comentó Asmita.


 


 


 


Quería hablar de otra cosa, no le gustaba que Aspros estuviera presente ni en las conversaciones ni en los silencios. Y eso era lo primero que se le había pasado por la cabeza. De todas maneras, ni sabía porqué había cogido eso siendo que no le era de ninguna utilidad. Por lo menos Defteros era capaz de leerlo.


 


 


 


—Gracias—agradeció Defteros no muy seguro mientras le echaba un ojo a alguna de las actividades—Aunque confieso que no soy de los que salen mucho.


 


 


 


—Yo tampoco la verdad, así que, como ninguno de los dos somos de los que salen mucho, podríamos cambiar un poco nuestras costumbres y salir juntos a algún lado—nada más hablar, Asmita dudó del sentido que había tenido esa frase. Además, ¿no habían tenido una conversación parecida?


 


 


 


Sus voces se callaron, más la sensación de silencio no llegó. A lo mejor porque de repente se podía apreciar el tenue sonido de las olas del mar. O porque cuando Defteros pasaba las hojas, están hacían ruido. Incluso podía escuchar a los perros juguetear. No era un silencio, era una pausa.


 


 


 


—Estaría encantado—aseguró Defteros con una tímida sonrisa. Asmita le sonrió un poco como respuesta—¿Hay algo a lo que te apetezca ir?


 


 


 


—No, la verdad es que desde que volví, no he ido a nada de las fiestas—confesó Asmita. Podía ser estúpido, pero nunca le había apetecido especialmente acercarse a esos confusos lugares repletos de gente—Para ser más sincero, desde pequeño no me han hecho mucha ilusión.


 


 


 


Si se ponía a recordar esos años, solía pasarse los días de las fiestas encerrado en casa. Escuchando a Shion y Manigoldo hablando de ellas. Alguna vez un pequeño Shion le preguntó si quería acompañarlo a los juegos. Siempre le dijo que no, provocando que Shion se fuera molesto y le llamara aburrido. Sonrió un poco ante eso, en cierta manera Shion había tenido razón en esos momentos. De pequeños, siempre fue muy injusto con Shion.


 


 


 


—No eres el único—habló Defteros, sorprendiendo a Asmita por eso precisamente, por no ser el único—De pequeño prefería pasármela en casa antes de salir fuera, los cúmulos de gente me ponían muy nervioso. Esos días ni salía de casa.


 


 


 


—Yo me pasaba esos días leyendo, leía como si no hubiera mañana, hasta que un año me di cuenta de que me había leído todos los libros que podía leer de la casa de Hakurei—contó Asmita, recordando con cierto cariño esos momentos—Me molesté bastante ese día y desde entonces no paraba de perseguir a Hakurei para que me leyera los libros que yo no podía leer—soltó una pequeña carcajada al recordar las quejas y resoplidos del pobre Hakurei—Al final me compró libros nuevos porque decía que ya tenía suficiente con soportar a Shion.


 


 


 


Defteros escuchó atentamente imaginándose la situación, seguramente las caras que puso Hakurei, con lo expresivo y exagerado que podía ser a veces, fueron muy divertidas.


 


 


 


—Yo me metía en un armario, era una rinconera y por dentro cundía muchísimo. Me escondía entre los abrigos, imaginándome que ese armario era la puerta a un mundo de fantasía. Por eso último, me ponía a leer cuentos—se rio a recordar ese momento, pese a que en su día, no le veía ni pizca de gracia—De pequeño me encontraban los cuentos de hadas, siempre que veía un libro nuevo de cuentos, lo quería—recordó con cariño.


 


 


 


Asmita se había dado cuenta de que Defteros nunca hablaba de la persona que le crió, cuando hablaba de su infancia, al único que mencionaba era a Aspros.


 


 


 


—Me cuesta imaginarme eso, sabiendo como eres ahora—comentó Asmita.


 


 


 


—Todos cambiamos con la edad—comentó Defteros un poco apurado—Me imagino que tú también habrás cambiado mucho.


 


 


 


Esa no era una pregunta que necesitara pensar demasiado para dar una respuesta.


 


 


 


—Tienes toda la razón—admitió el rubio—Cuando era pequeño solía tener muchos encontronazos con Shion, comparado con como estábamos en esa época, hemos mejorado bastante.


 


 


 


Incluso Asmita, debía admitir que la culpa de eso, no era de Shion, era suya.


 


 


 


Defteros no quiso preguntar nada al respecto, por ello la conversación se fue por otros derroteros. En lo que les pareció el tiempo que duraba un parpadeo, ya estaba anocheciendo. La tarde se había pasado volando y ya era hora de que cada uno volviera a su casa.


 


 


 


—Hasta la próxima—se despidió Defteros con una sonrisa.


 


 


 


—Si, hasta la próxima—dijo Asmita un tanto sonriente—Tenemos que hablar para lo de las fiestas—recordó, a lo que Defteros asintió con ganas—Ya nos iremos diciendo algo, pero no lo dejemos en agua de borrajas.


 


 


 


—No te preocupes, te prometo que ahí nos veremos—insistió Defteros.


 


 


 


—Por cierto—dijo Asmita justo antes de que Defteros se marchara, este le miró con curiosidad—Si me entero de algo de tu hermano, lo primero que le diré será que te llame—dijo, decidido a hacerlo—Si pasa al contrario, agradecería que tú también lo hicieras—pidió, aparentando estar preocupado. Tenía unas apariencias que guardar.


 


 


 


—Gracias—murmuró Defteros un tanto asombrado y sorprendentemente, un poco avergonzado—Lo haré, te lo prometo.


 


 


 


No se dijeron mucho más, simplemente se despidieron con la mano y cada uno fue de vuelta hacía su casa. Asmita intentó no pensar en lo que había ocurrido en el mirador, lo mas seguro era que eso hubiera sido una simple malinterpretación del bien, o de algún pájaro posándose en la vaya, solo eso.


 


 


 


Cuando llegó hasta su portal y se dio cuenta de quién era la persona que estaba sentado en el bordillo de este, tuvo unas ganas ingentes de sacarle los ojos con una cuchara. Pero se tragó las ganas y me miró con cara de pocos amigos. Su acompañante por el contrario, se levantó tan contento y lo primero que hizo fue abrazarle. Asmita se tuvo que dejar. Mientras, Spica iba soltando algún que otro ladrido, sin moverse de su sitio, como esperando a que esos dos acabaran. Pero el maldito abrazo parecía no tener fin.


 


 


 


—Tu hermano esta preocupado porque hace días que no tiene ninguna noticia de ti, sería un bonito detalle que lo llamaras.


 


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