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Sueño de una noche de Halloween por HaePark

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Notas del capitulo:

Puntualmente como les prometí. 

Espero que les guste el lemon, por lo general soy muy mala escribiendo lemon pero esta vez quedé más o menos satisfecha.

Lean.<3

Durante las próximas semanas, los sueños de Snape se vieron infestados de perversiones. Durante las primeras noches, el trío que había montado en los sueños de Lupin se aparecía en los suyos propios, pero Harry iba quedando relegado a un segundo término a cada acción que transcurría. En los siguientes (y más intensos), Harry no figuraba en la escena y se encontraban Lupin y él solos.

Tras las primeras noches, despertaba turbadillo. ¿Era normal soñar de manera tan enfermiza con el hombre al que detestas? ¿Y con el hijo del hombre al que detestaste aún más? ¿Con dos hombres, a fin de cuentas? Snape jamás se había planteado su sexualidad, ya que al parecer su adolescencia se saltó el “desarrollo del deseo sexual” a la torera, y hasta los veinticinco no tuvo su primer sueño erótico. A los veintiséis, su primera erección, y a los veintiocho perdió la virginidad en una noche loca con el señor Kettleburn (el predecesor de Hagrid en la asignatura de Cuidado de Criaturas Mágicas). Durante esa noche, había estado tan ebrio y descontrolado, que su mente no había asumido realmente todas las repercusiones que tiene acostarte con alguien de tu propio sexo (básicamente la aceptación de que te atrae tu propio sexo). Hasta ahora, cuando comenzó a plantearse la bisexualidad. Tras darle un par de vueltas, decidió que esos sueños le gustaban, se les diera el nombre que se les diera, y no sufrió por reprimirlos.

A fin de cuentas...

Si durante las primeras noches su despertar era confuso, las siguientes era totalmente resolutivo. Despertaba envuelto en sudor, hiperventilando, y con una sospechosa sustancia pegajosa adherida a la cara interior de sus muslos. Y, en ocasiones, con una erección mañanera propia de un adolescente.

Decidió que sí, deseaba el trasero de Remus Lupin tanto como codiciaba el vengarse de él por lo del boggart y por el buylling que sufrió cuando era un colegial (Que sí, que precisamente Remus no era el más indicado para vengarse de eso, pero con dos muertos y uno fugitivo, pues…poco era mejor que nada).

Tal vez podría juntar ambos deseos, aunque eso significara el infringir unas cuantas normas del colegio, y otras tantas del código moral, si bien podía ampararse en que los Slytherin poseen más bien reducido este segundo.

 

 

Snape hubo de sustituir a Lupin durante un par de días a causa de la “enfermedad” de este. Al parecer, la poción matalobos no había sido tan eficaz esa vez como las anteriores, como fuere, realmente fue algo que no escandalizó a Snape. Más bien se alegró de poder impartir su asignatura favorita durante ese lapso de tiempo, aunque fuera frente al burlón y escéptico auditorio de los chavales de tercer curso.

En el tercer curso se encontraban Harry, Ron, y su amiga la sabelotodo Hermione, con los que Snape ya había tenido algunos altercados en el pasado. La animadversión de Snape, en un principio centrada en Harry, se había hecho extensible a Ron y a Hermione con el paso de sus tres años en Hogwarts. Optó por ignorar a los dos chicos y aplacar las ansias de responder y de conocimiento de Hermione a base de palabras frías. Centrar su odio en Neville Longbottom (autor del desafortunado Riddíkulo con el que comienza esta historia) le pareció lo mejor, y salió de la clase al término de la misma más alegre que unas castañuelas.

Y, al día siguiente, había partido de quidditch. Gryffindor contra Slytherin. Los partidos que enfrentaban a estas dos casas solían ser los que se esperaban con mayor intensidad, por aquello de su omnipresente rivalidad.  Durante la víspera del partido, mientras los chicos de una y otra casa no escatimaban en maldiciones, amenazas e insultos, Minerva McGonagall y él se saludaban con excesiva amabilidad. Aunque él era plenamente consciente de que el brote de spattergroit que le había salido en la espalda era obra suya. Por suerte, pudo curárselo empleando una solución de pus de bubotubérculo con amortentia. Cosa que McGonagall no podría decir del forúnculo venenoso que le había plantado en el tobillo y que hora a hora se extendía por toda su pierna, dibujando en la estela de granos negros la constelación de la Osa Mayor.

Esa noche se encaminó a la sala común de Slytherin, que se ubicaba en una de las mazmorras más recónditas del castillo. Quedaba bajo el lago por lo que el brillo verde de las paredes se mecía todo el tiempo, como el oleaje del agua al crearse ondas, y olía a pura humedad.

Dio una alentadora charla al equipo de Slytherin, formado por siete reconocidos zoquetes, y se fue a dormir.

Soñó que se desdoblaba en cinco personas diferentes, aunque todas poseían su físico y hablaban con su voz, y le hacía un gag bang al tiernito licántropo, que en sus sueños era más menudo que en la realidad, más joven y más inocente.

Sus fantasías se volvían día a día cada vez más retorcidas.

Despertó como todos los días previos a él de un tiempo a esta parte, se fue a duchar y a masturbarse bajo el claro agua de la ducha. Ver su semen fluir por el desagüe abundantemente le hizo darse cuenta que necesitaba hacer algo con esa obsesión sexual, o acabaría cogiéndose a Lupin sobre la mesa del Gran Comedor durante la hora del desayuno si era necesario.

Pero ese día no sería posible, porque Lupin no bajó a desayunar. Mientras Snape atacaba sus gachas con avena, Dumbledore, sentado a su lado, le dio un sutil codazo para atraer su atención y le susurró:

—Deberías ir luego a ver a nuestro peludo amigo, Snape…me temo que tal vez su…—echó una ojeada por encima de sus lentes de media luna al resto de comensales, cerciorándose de que no estuvieran con el oído puesto—…problema sea más grave de lo que esperamos.

Snape tuvo que morderse la lengua para no preguntarle: ¿Y por qué no va usted a comprobarlo, si puede saberse? Si el profesor estaba encerrado en su dormitorio, convertido en un licántropo peligroso, Snape no poseería más poder que Dumbledore para controlarlo. En todo caso menos.

Pero claro, Dumbledore no deseaba arriesgarse. Tendría que ir y…

Se acordó del episodio de los lepreuchans del cuadro escuchando sus infructuosos intentos de entrar. Acercó su boca al oído de Dumbledore para inquirir:

—¿Cuál es la contraseña?

—Sifones de torposoplo—le dijo, y Snape puso los ojos en blanco.

Terminó de desayunar. Mientras todos los alumnos salían a raudales del Gran Comedor, charlando y riendo entre ellos, excitados ante el inminente partido de Gryffindor vs Slytherin, Snape se incorporó lentamente, se limpió los labios con refinamiento y emprendió el camino.

No lamentaba perderse el partido; estaba convencido de que mientras Crabbe y Goyle figuraran como jugadores, había más posibilidades de que Peter Pettigrew estuviera vivo y Black fuera en realidad inocente.

Llegó, y cuando los lepreuchans lo reconocieron y le exclamaron: ¡Contraseña! Con un deje de chulería, les respondió con oscura complacencia:

—¡Sifones de torposoplo!

Los lepreuchans se miraron entre ellos, fastidiados. Algunos parecieron, por sus expresiones faciales, más dispuestos a dejarle fuera, pese a todo, pero las normas se impusieron sobre las travesuras y el cuadro giró sobre unos goznes invisibles.

Snape se sujetó el bajo de la túnica, como una damisela, para no tropezar, cuando franqueó el espacio dejado por el cuadro y penetró en un oscuro pasillo, estrecho y bajo.

Al fondo del pasillo, había una puerta de madera, de aspecto antiguo y desvencijado. Sin embargo, era elegante y parecía valiosa. Un poco como Remus Lupin, en conjunto.

La aldaba tenía forma de snornack, y le saludó cuando se acercó:

—¡Hola! ¿Aviso a Lupin?

Snape se llevó un susto, pues las aldabas parlanchinas no eran típicas en el castillo, pero acertó a asentir varias veces.

La aldaba se giró, y donde antes estaba la faz con el cuerno aparecieron unas crines plateadas.

—Severus Snape, señor—le oyó decir, con la voz amortiguada por la presencia de la puerta entre ellos.

—Hazlo pasar—replicó la voz de Lupin desde el interior.

El rostro de la aldaba volvió a aparecer.

—Puedes pasar—anunció; y la puerta giró sola sobre sus goznes, como las puertas mecánicas que aparecerían varias décadas después.

Snape penetró en el interior de la estancia. Tuvo una fuerte sensación de deja-vù, como si ya hubiera estado allí. La reconocía. La cama, situada contra la pared. Un armario tras ella, y en el cabecero, una estantería repleta de libros de hechicería. La habitación era circular, y de por sí amplia, aunque todos los muebles habían sido apilados ocupando el menor espacio posible.

Era la habitación en la que él había follado a Lupin durante el sueño erótico de este.

El Lupin de carne y hueso estaba echado sobre la cama, leyendo un libro. Tenía las piernas cruzadas cómodamente, y un brazo bajo la nuca mientras con el otro sostenía la lectura. Los ojos de Snape lo revisaron de arriba abajo, cada rasgo de  su postura, los centímetros de piel que quedaban a la vista, sus pies descalzos…cualquier detalle de apariencia anodino fue para Snape como un recuerdo que almacenar.

A partir de entonces, sus sueños eróticos versarían sobre montárselo rodeados de libros y realizar prácticas fetichistas en las que intervinieran los pies. Lo sabía.

Cuando Snape entró en su habitación, Lupin lo miró, dejó el libro y se incorporó, quedando sentado sobre la cama en dirección a él.

—Buenos días, Severus. ¿A qué se debe el placer de tu visita?

Snape se centró por fin en el cometido le había llevado hasta allí. Fijó su mirada en el rostro de Lupin y decidió que no, en él no había ya ningún rasgo lupino. Parecía perfectamente humano.

—Dumbledore estaba preocupado por ti…porque no viniste a desayunar y eso—incómodo, se llevó una mano a la nuca y se la rascó.

Lupin sonrió bondadosamente.

—Cuando bajes, dile que me encuentro perfectamente…

—¿Y por qué no has ido a desayunar? —inquirió Snape, aunque realmente la respuesta le importaba bastante poco, su única pretensión era prolongar su estancia en la habitación de Lupin.

El ambiente estaba impreso del olor natural del lobito, un olor como almizcle dulzón, entre animal y humano. Ese olor se le colaba por el olfato y le bloqueaba el resto de sentidos. Distorsionaba su pensamiento y aumentaba el deseo que había comenzado ya a sentir hacia el hombre que estaba sentado sobre la cama, frente a él.

Comenzó la cuenta atrás. En diez segundos una notable erección se habría formado en sus ingles. Y maldijo la túnica de Hogwarts por ser tan fina.

—Bueno...esta vez la poción matalobos no funcionó tan bien como las otras ocasiones—Lupin se rascó la mejilla e hizo una pausa antes de continuar—me dirigí al bosque prohibido y allí me transformé en un lobo completo, aunque aún conservaba algo de raciocinio humano sobre mi cuerpo animal, mas no mucho. Cacé durante toda la noche y soy consciente de que me acerqué demasiado a Hogsmeade. Una niña me vio y se llevó un susto de muerte. Y por muy poco no la ataqué. Cuando volví a adoptar mi forma humana, al término de la luna llena, me embargó la culpabilidad y la preocupación. No me encontraba con ánimos de bajar y desayunar, o de ir a ver el partido de hoy. Lo siento, Severus.

—La verdad es—se oyó decir Snape—que yo tampoco.

Un incómodo silencio se apoderó de la estancia. Los ojos de Lupin permanecían fijos en Snape, y los de Snape en él. Probablemente pasaron solo unos segundos, pero Snape sintió aquella pausa como minutos largos. Era la primera vez en toda su vida que se encontraban en tal intimidad, y, pese a que se conocían desde los once años, no sabían que decirse.

Finalmente, Lupin rompió el contacto visual y bajó la mirada.

—Sé que no confías en mí, y es lógico, después de todo lo que sucedió en nuestra época…—suspiró—pero te suplico que me creas, Severus, pues yo no estoy ayudando a Sirius Black a nada en absoluto. Nuestra amistad acabó en cuanto se descubrió su falacia, y su traición, y lo último que haría sería abrirle las puertas de Hogwarts para que viniera a cargarse al hijo de James, a Harry.

Harry. El nombre atravesó la mente de Snape como un fogonazo. Harry era su rival, por así decirlo, pues Lupin los deseaba a los dos, a Harry, y a él mismo.

Empero, haciendo buen uso de sus cartas, mataría varios pájaros de un tiro. Y ya las había combinado, de tal manera, que Lupin nada tenía ahora que hacer contra él.

—Pareces tenerle mucho cariño a Harry.

—Así es—respondió con orgullo.

Snape esbozó entonces una tenebrosa sonrisa.

—¿Y qué crees que diría Harry…si supiera…que su profesor favorito lo ve como algo más que un alumno?

—Le tengo un cariño especial a Harry por ser el hijo de James, pero acostumbro a tratar a todos mis alumnos por igual, Severus—replicó con molestia, interpretando las palabras de Snape como una obvia acusación de favoritismo—No como otros—empleó la fina sutileza de la indirecta.

Snape, lejos de sentirse ofendido, sacudió la cabeza.

—No, no, no, querido Lupin…no es a eso a lo que me refiero…

Se acercó a él hasta invadir su espacio vital. Colocó ambas manos sobre sus hombros y suavemente, lo empujó para hacerle quedar tendido sobre la cama. Los ojos de Lupin se llenaron de sorpresa y de algo parecido al miedo.

—¿Se…Severus? —murmuró descolocado.

Snape se colocó a horcajadas sobre él para acorralarlo contra el colchón.

—S…¡Severus! —exclamó Lupin, comenzando a retorcerse bajo el cuerpo de Snape. Parecía un animalillo intentando revolverse fuera de una trampa. Algo sumamente enternecedor, a menos para Snape, cuyas piernas suponían una férrea sujeción estando ancladas en los costados de Lupin.

—Pareces un lobito en una trampa de un cazador—Snape le hizo sabedor del símil. Lupin no lo acogió con alegría:

—¡Suéltame, Severus! ¿Qué demonios de crees que haces? ¡Por el hacha de Gimli! —maldijo. Estrelló su rodilla contra la entrepierna de Snape.

Los ojos del profesor de pociones se nublaron y casi se desvaneció de dolor. Sentía como si le estuvieran clavando miles de puñaladas en el abdomen, y como la sangre, caliente y repugnante, descendía por sus testículos. Sin embargo, eran todo sensaciones, desagradables sensaciones que solo sirvieron para aumentar su rabia.

—¡Deja de moverte!—aulló el dolorido—¡O le haré saber a todo el colegio tu pequeño secreto! ¡En especial a Dumbledore!

—Él ya lo sabe—jadeó Lupin, que no terminaba de darse por vencido.

—No hablo de la licantropía, sino de lo más oscuro de tus pensamientos…—susurró sibilino, acercando sus labios al oído de Lupin.

Éste dejó de sacudirse y frunció el ceño, descolocado.

—¿Cuál secreto?

—Que sueñas con tirarte a Harry Potter.

El silencio que siguió a su acusación fue tan cortante que ambos sintieron como la piel se les erizaba. Los ojos de Lupin se abrieron más, de puro terror, y comenzó a balbucear:

—¿Qué…qué…qué dices, Snape…? ¿Yo…?

Snape soltó una sardónica risotada.

—¿Serías capaz de tomarte un veritaserum y afirmar lo contrario?

Lupin pareció a punto de aceptar, pero luego reculó. Pensando para sí que con el veritaserum no solo confesaría aquello, sino un sinfín de perversiones más, muchas de las cuales incluían  a su interlocutor, optó por rechazar el desafío.

—N-no…¿Cómo lo sabes…?

Se veía tan indefenso, tan tierno, tan uke, sonrojado, apresado contra las sábanas y avergonzado que Snape tuvo la certeza de que iba a tomarlo, ya fuera con su consentimiento o sin él.

—Resulta que poseo un útil don, lobito…—no dio más detalles.

Los ojos de Lupin se llenaron de lágrimas.

—Lo siento…siento tener esa suciedad en mi mente…no digas nada, Severus, por favor…

—Mi silencio no es barato—sonrió cruelmente Snape.

—¿Qué quieres a cambio de él…?

—Que te acuestes conmigo, Lupin.

Aunque pareció sorprendido, atemorizado, confundido, Snape supo que la propuesta le había excitado tanto como a él. Básicamente porque comenzaba a notar el miembro de Lupin endurecerse bajo él.

Snape lo recogió entre sus manos y lo acarició por encima de la tela del pantalón. Lupin soltó un gemido y se retorció en la cama.

—¡No…no! ¡De verdad, Snape, no quiero esto!

Snape rió, pues el gemido de Lupin había sido bastante revelador. Lupin estaba algo necesitado de una sesión de buen sexo.

Supuso que era buen momento para utilizar la última arma que estaba almacenando:

—¿Sabes? En el sueño que yo te vi no solo te acostabas  con Harry Potter.

Lupin hubiera deseado poseer la capa de invisibilidad de James para poder camuflar su sonrojo. Y su evidente excitación.

No deseaba oír la respuesta de los labios de Snape, pues bien la conocía ya é, pero inquirió con voz trémula, aunque solo fuera para sofocar el silencio:

—¿A qué te refieres?

Snape sonrió, una sonrisa ladina, juguetona y divertida.

—Me pregunto qué dirían los grandes merodeadores Sirius Black y James Potter si supieran que su inseparable Remus tiene sueños sexuales con su enemigo Severus Snape. Quejicus—agregó con sorna. Por primera vez ese apodo serviría para avergonzar a alguien que no fuera él.

Lupin ladeó la cabeza para no tener que mirar a sus oscuros ojos. Snape aprovechó el momento para introducir una mano bajo su camiseta y ascender con ella por la piel del pecho del lobito hasta alcanzar uno de sus rosados pezones. Lo acarició, lo frotó, y una vez estuvo erecto, lo pellizcó, haciendo que Remus gimiera y lagrimeara de excitación.

Inconscientemente o conscientemente, al revolverse frotaba su entrepierna contra la de Snape, mandando a los cuerpos de ambos ramalazos de intenso placer.

Snape utilizó la otra mano para abrir el pantalón de Lupin y bajárselo lo suficiente para sacar su miembro de los bóxer y acariciarlo contra su piel. La puntita de su erección goteaba, pero Lupin seguía en su negación:

—¡Snape! ¡Snape…! ¡Detente…!

El profesor de pociones le alzó el trasero y le dio un fuerte azote para castigarlo / excitarlo. Lupin gimió por el efecto del mismo, lo que le demostró a Snape sin ningún género de duda que el lobito sentía ciertos bajos instintos hacia la sumisión y el masoquismo. Su trasero sonrojado se le antojó hermoso a Snape, quien sacó la mano de debajo de su camiseta y soltó su miembro, para girarle sobre la cama y dejarle boca abajo.

El cuerpo de Lupin era tan pequeño y manejable que esto no le supuso ninguna dificultad.

Snape se colocó a horcajadas sobre los muslos de Lupin y le agarró del grisáceo cabello para tirar de su cabeza hacia atrás y susurrarle al oído:

—Esto va por humillarme delante de todo el colegio.

Y comenzó a azotarle, primero en una nalga, luego en la otra, aumentando en intensidad y dureza. Su palma abierta se estrellaba una y otra vez contra la piel ya rojiza e hipersensibilizada, sus ojos contemplaban el bamboleo de las generosas nalgas del licántropo bajo su rudo tacto.

Su propietario, con la cara contra las sábanas de la cama, soltaba pequeños gemiditos a cada azote y se estremecía, mas sin oponer ningún tipo de resistencia. La verdad era que su miembro estaba erecto a mas no poder y ya estaba manchando las sábanas.

Supuso que tenía mucho por lo que odiarse, más allá de su licantropía; su homosexualidad, sus bajos instintos, pero…¿Cómo odiarse por algo que le hace sentir a uno tan condenadamente bien?

Snape lo azotó hasta que sintió su ira calmada (y, teniendo en cuenta lo que hemos llegado a conocer a Snape a lo largo de la saga, podemos interpretar sin problemas que dejó a Lupin a punto de hacerse pipí). Después, pasó un brazo bajo la cintura del lobito para alzar su trasero. Su ahora rojizo y caliente atributo parecía un manjar delicioso en las manos de Snape. Sin poder contenerse, introdujo sus labios entre las nalgas de Lupin y su lengua por el pequeño orificio que era su entrada.

Lupin gimió a voz en grito, pues no se esperaba tal acción, y sin poder evitarlo, se corrió abundantemente sobre su propia cama.

Snape solo rió.

—Estabas algo necesitado, Lupin—le dijo con evidente complacencia, mientras el otro trataba de normalizar su respiración.

—Que te den—jadeó.

Snape sacudió la cabeza hacia los lados.

—La verdad es que prefiero darte yo a ti—y sin esperar respuesta de su parte, lo alzó para colocarlo sobre la cama a cuatro patas. Como sus músculos se hallaban relajados después del orgasmo, no le fue difícil introducir un dedo en su recto, si bien Lupin soltó un gritito como respuesta a su acción—¿Eres virgen? —se sorprendió Snape.

Lupin soltó una entrecortada risa.

—¿Qué crees? Por supuesto que no. Pero llevo sin follar por el trasero un tiempo ya.

Si Snape pensó que Lupin era un poquito ninfómano, no hizo ningún gesto ni aseveró nada que lo demostrara. Se limitó a chuparse sus propios dedos para lubricarlos y le introdujo otro, indolente. Los usó para dilatar las paredes del recto de Lupin, empujándolas con los dedos tanto como fuera posible.

Lupin se tensó, pero inmediatamente se relajó, comenzando a respirar pesadamente.

—¿Te duele? —inquirió Snape, deteniendo el movimiento de sus dedos en el interior de Lupin.

Él sacudió la cabeza.

—No…me…me gusta—admitió tiernamente avergonzado—sigue…

Snape no necesitó que se lo repitieran dos veces, y a los pocos momentos había tres dedos en el interior de Lupin, entrando y saliendo, frotando su interior con las yemas de estos, follándole literalmente.

De repente, uno de estos dedos rozó algo en el interior de Lupin que hizo que el lobito se retorciera entero, gimiendo.

—¡S…Snap…e! —cerró los ojos, apretó los labios con fuerza, pero aún así siguieron oyéndose sus gemidos ahogados, puesto que Snape, en vez de apartar los dedos de su próstata, los utilizaba para frotarla y torturar a Lupin.

El miembro de Lupin volvió a endurecerse a velocidades inusitadas a causa de ese roce.

—¿Te gusta ahí?

Lupin, que parecía encontrarse al borde de las lágrimas, asintió varias veces con la cabeza.

Severus Snape suspiró y sacó sus tres dedos del recto de Lupin. Se despojó de la túnica y la dejó sin cuidado, echa un guiñapo, sobre el cabecero de la cama. Se bajó los calzoncillos grises y un poco rotos por la parte de delante, y sacó su miembro. Lo acarició durante unos instantes, empleando la imagen del trasero abierto de Lupin para excitarse. Acto seguido, lo apoyó en la entrada a su recto, lo aferró por las caderas, y de una acometida se empaló en el interior de Lupin.

Estuvo unos segundos sin moverse para dejar que su amante se acostumbrara a su presencia en su interior, pero tras un gemido bastante necesitado por parte de Lupin, supo que podía comenzar a moverse.

Y lo hizo, primero suave, y luego más rápido, acabó por follarle duramente. Las manos de Lupin se agarraron al cabecero de la cama y apoyó la cabeza sobre la almohada, que a las pocas embestidas estuvo llena de saliva. Los muelles de la cama crujían, Lupin gemía y Snape jadeaba. No era capaz de recordar la procedencia de tanta fuerza física, pero la verdad es que con Lupin resultó ser un amante mucho más resistente y fuerte de lo que se esperaba.

Su miembro embistió la próstata de Lupin durante unos diez minutos. Después, Lupin se corrió primero. El gemido le salió ya ronco (había gritado mucho) y su semen brotó como un manantial blanco y espeso de su miembro.

A causa del orgasmo, los músculos que conformaban el apretado anillo que era su entrada se contrajeron, apresando el miembro de Snape. Snape gimió en voz suave, casi inaudible, al sentir como esas paredes de fuego le engullían hasta el fondo. Su orgasmo se superpuso al de Lupin, pero él se corrió en su interior sin poderlo evitar.

El culmen del éxtasis le recorrió todos los músculos del cuerpo durante lo que se le hicieron varios minutos después de haberse corrido. Permaneció quieto, mientras su miembro y su cuerpo sufrían placenteros espasmos, como pequeñas descargas de placer.

Su respiración se tornó errática, hiperventiló y jadeó hasta conseguir normalizarla. Después, cerró los ojos, salió del trasero de Lupin, y se tumbó a su lado sobre la cama.

Los ojos color caramelo del lobito lo miraron fijamente durante unos segundos. Snape lo tomó por el mentón para acercar su rostro al de él. Y lo besó en los labios.

Después, todo negro.

Lupin se despertó en su cuarto un segundo después, completamente solo. Miró a su alrededor, el sueño sexual había sido tan real que no le hubiera sorprendido encontrarse a Snape tendido a su lado sobre la cama.

Qué sueño tan extraño, se dijo. Un Snape oclumántico que decide vengarse por lo del asunto del boggart…que le desea en cuerpo y alma…y que acudió a su cuarto y le ofreció el mejor sexo de su vida.

Pero no había sido real, había sido solo un sueño. Otro más a engrosar la larga colección de sueños eróticos con Severus Snape.

Remus Lupin suspiró malhumorado y desilusionado, se incorporó en la cama, se calzó las zapatillas y se encaminó al baño, a bajarse la erección él solito bajo un agradable agua caliente.

~FIN~

Notas finales:

La verdad es que pocos escritores escribimos con el punto de mira puesto en los review's a recibir, pero cuando no se recibe ni uno...duele en el caldero de amor caliente e intenso.

Bueno, espero que les gustara este Two-Shot. La verdad es que he disfrutado bastante escribiéndolo y probablemente haga más de esta pareja (o de otras de Harry Potter, la saga de HP es una en la que shippeo a todos con todos). Espero que vosotros lo disfrutarais tanto como yo, y a lo mejor nos leemos en otro fic en el futuro.

Gracias por dedicar parte vuestro tiempo a la lectura de este fic.<3

@lost_nagini


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