Cap. 3: Sebastian, Ne me regarde pas
Las calles estaban siendo iluminadas por candelabros dorados, en el centro del pueblo la multitud y ella… sus ojos iluminados abiertos exageradamente, mucha gente, la abuela se mantenía a su lado y los niños corrían a su alrededor, muchos que habían viajado en la carroza viejita pero todos los demás tenía a dónde ir, ¿la primera vez que lo veía todo?, le había dejado pasear por donde quisiese y todo le maravillaba, intentaba aferrarse a algo pero nada tenía un recuerdo, si bien le parecía esplendido no le convencía demasiado la idea de caminar a solas.
Su vestido a cuadricula canela, olanes oscuros que acentuaba su figura y los botines que le elevaban por centímetros, aún era una niña pero en unos años ese rostro infantil sería el más hermoso del lugar, sus ojos cautivaron a varias personas, se sintió intimidada y sin notarlo cubrió la parte derecha de su rostro, con su mano.
– Será mejor que entremos – Murmuró la abuela, asintió de manera tímida.
– Ella sí puede pasar, tú no vieja… – Tajantemente y con mirada altiva un hombre de gabán oscuro en el marco de la puerta, no eran iguales las personas pobres que llevaban sus mejores prendas sólo para mal disimular sus carencias, en el salón de baile nadie que no fuese digno podría adentrarse y él era quien lo decidía…
– Tenemos una invitación – La anciana le miró directamente a los ojos, elocuente y sin titubeo el hombre sin decir más cedió el paso pero fue la pequeña de ojos azules quién no quiso entrar.
– Yo… no quiero… – Bajito, era un ruego para la abuela, porque no le había agradado el despectivo tono que el hombre ocupó en la mujer mayor, porque seguramente todos adentro serían igual… y porque de pronto le pareció más enérgico y alegre en ambiente fuera del salón.
– Si no quieres no entraremos a ese lugar, igual, sólo era por curiosidad – Mencionó alegre la abuela – ¡Afuera podemos comer cualquier cosa!
.*.
– ¿Le encontraste? – Cuestionó curioso Alois, sus piernas cubiertas por la frazada, orbes entre plata y esmeraldas esperando una respuesta. – ¿Qué tipo de persona es? Seguro es un viejo asqueroso y ambicioso…
– Es un niño
– ¡¡ ¿Qué!! – La manta cayó al suelo. Alois bajó de la cama, – Sebastian… ¿Está buscando a un niño?
– Dueño de la compañía Phantomhive, mantenía contado con la Reina, demasiadas influencias y poder para un niño de su edad pero… – Alois frunció el ceño, más que una descripción parecían halagos, pero Claude no podía alagar a nadie más que no fuese él... – está muerto, en el gran incendio que hubo hace unos meses, su mansión fue consumida pero...
La sonrisa enorme de Alois pareció bastante menos tenebrosa de lo que era.
– Esto es perfecto… – Con su pijama blanco salió de la habitación, en busca de alguien, lo que quería en ese momento, cegado por la deslumbrante noticia no notó el rostro indescriptible de Claude…
– Los cuerpos…
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Dos niños que le tomaban de la mano entonaban una canción… y recordaba esa melodía, sonrió a ellos, hacían un circulo mientras los músicos baratos intentaban igualar el sonido perfecto del salón de baile, aún así le parecía más hermoso todo por fuera, con sus rostros alegre agradeció el gesto un violinista joven que sonrojado siguió con su trabajo.
Más melodías, chicos murmurando, hablaban sobre la linda niña de mirada azul, de su sonrisa bonita y la hermosura de su rostro. Intentaron en más de una ocasión, más de un chico, invitarle a bailar, la mujer anciana impedía cualquier acercamiento, ella y los niños que le protegían… poco a poco se fueron marchando todos, y cuando fue tiempo de que “ella” también lo hiciese dio un suspiro hondo y con la promesa, a los niños, de volver pronto, se despido y subió a la carroza vieja.
– Fue una noche muy bonita – Murmuró a la abuela, miraba por la ventana y apenas si escuchó lo que la niña le decía.
– Es una lastima que nadie te haya sacado a bailar – Murmuró un niño pelirrojo, sonroja por el comentario, la abuela dio un golpe en las costillas del niño y todos rieron a carcajadas, había más vecinos ahí dentro, alguien que donó una carroza, otros que cooperaron con los caballos, el fin era muchos por poca inversión.
Lo viajes en carroza también se le hacían familiares, estaba en el centro de los asientos y sentía la necesidad de mirar por la ventana, ver su reflejo en el cristal al mismo tiempo que veía los arbustos y las orillas del camino. Comenzó a quedarse dormida, el “clog, clog” que el caballo hacía con cada paso le fue meciendo.
– ¡Cuidado! – Un golpe en la cabeza y lo último que recordó fue a la abuela sosteniéndole entre sus brazos…
“Joven amo… está bien”
.*.
– ¡¡Sebastian…!! – Alois se adentró sin pedir permiso, a la habitación. Sebastian se mantenía de pie, aún con sus prendas impecables, mirando por el ventanal enorme del lugar, le miró, al energético niño con pijama corto… – ¡He encontrado a Ciel Phantomhive!
– ¿Qué? – ¿Lastima por Sebastian? Todo lo contrario fue lo que sintió Alois al ver esa mirada de desconcierto… un buen plan que tenía de todo esto.
– Le he encontrado, sabe que le buscas pero dijo: “No tengo ningún interés en saber nada de él… ese estupido”. – ¿Un mayordomo… podía caer en la mentira de un niño? Tal vez un mayordomo incompleto – Pero antes que a él, yo quiero ayudarte a ti ¿Qué harías para que te diga en dónde está…?
– Muchas gracias – Murmuró Sebastian con los puños disimuladamente cerrados – Pero puedo encontrarle yo mismo…
– ¡Idiota! – Alois intentó abofetear a Sebastian, el mayordomo fue capaz de tomar a Alois por la muñeca, imposible golpearle pero Alois sonrió – Me gustas… Sebastian…
|¤°.¸¸. ·´¯`» Doki Amare Peccavi«´¯`·.¸¸. °¤|
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«.·°·~*~'Búscame‘~*~·°·. »
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Merci beaucoup! Ciel Phantomhive & Sebastian Michaelis y Katie Phantomhive. Gracias por su comentario y por darle una oportunidad al fic, capitulo dedicadisimo.