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Jellyfish (Medusa) por Angy W

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Notas del capitulo:

¡POOOOR FIN LOS FINALES! Mil perdones por la espera >_< He tardado un montón en actualizar. Aviso que estos 2 finales solos son más largos que el fic entero hasta ahora xDD Pero buff, finalmente están aquí :') 

A todos los antiguos lectores que han llegado hasta aquí, muchísimas gracias por esperar y leer hasta el final. Y a los nuevos lectores, ¡gracias por darle una oportunidad a esta historia!

Un especial agradecimiento a las ukenianas, que han soportado mis comentarios y lloreras todo este tiempo, y, entre ellas, a Miru (TheCuquiCookie) por ser mi beta-reader.

¡Espero que disfrutéis de los finales!

 

Notas: En ambos finales hay partes que son comunes, ya que comparten algunas escenas, pero hay detalles en ellas que son diferentes.

 

Notas del capítulo: Aviso que hay un OoC impresionante en este final, sorry ;_; Y que es LAAARGO.

FINAL B

(Amo a Aoba-san)

 

 

Parte 1

 

 

 

—¿Cómo? —articulo. Algo parecido a un escalofrío recorre mi cuerpo, y mi mal presentimiento se intensifica más que nunca.

 

—Voy a terminar lo que empezó Sei. Todas sus consciencias están firmemente arraigadas en el sistema, las usaré para colapsar la torre.

 

—Pero... ¿podrás hacerlo, Aoba-san? Estás muy débil, no creo que tengas fuerzas suficientes para resistirlo —manifiesto, mostrando abiertamente mi preocupación.

 

Silencio.

 

—Clear... no te voy a mentir. Estoy dispuesto a protegerte. Incluso si tengo que entregar mi vida a cambio.

 

Si tuviera sangre, se me habría helado y habría dejado de circular por mis venas.

 

—No —murmuro.

 

—Clear...

 

—No, Aoba-san. No lo permitiré —digo mientras niego con la cabeza, haciéndolo sonar como si fuese lo más obvio.

 

—Clear, tú siempre lo has dado todo de ti para protegerme. Esta vez me toca a mí. Déjame luchar.

 

¿Dejar a Aoba-san luchar? ¿Cómo puedo hacerlo? Nunca podría desviar la mirada y dejar que Aoba-san se sacrificara.

 

—Aoba-san, no puedo hacerlo. No tiene sentido si no puedo protegerte.

 

—Clear, la última vez dejé que te destruyeras a ti mismo para enfrentarte a los Alphas. Sin embargo, al entrar en ti... dudé y te detuve. No fui lo suficientemente fuerte como para dejarte seguir adelante en tu convicción. Tuve demasiado miedo a perderte... Y ese fue mi mayor error, porque te perdí, y de la peor de las maneras. Esto que nos ha ocurrido, en el fondo, es por mi culpa. Porque fui egoísta y no me atreví a dejarte ir en su momento. A pesar de que tu determinación era tan firme... Lo siento, Clear. Perdóname, por haberte retenido en ese entonces.

 

—¡No, Aoba-san! ¡Yo...!

 

—Quiero compensar mi error. Déjame... aunque sea un poco, enmendar lo que hice. Ahora que te he recuperado, no dejaré que te pierdas otra vez —su voz suena con una fortaleza y tenacidad férreas impensables para su débil y delgado cuerpo.

 

Estoy seguro de que Aoba-san es capaz de conseguir grandes cosas. Aoba-san es increíble y tengo una enorme fe en él. Soy tan importante para Aoba-san como él lo es para mí. Quiere protegerme. Quiere que sea libre, y sin duda lo puede conseguir. Pero... pero no entiende que...

 

—Aoba-san, sé lo que quieres. Sé que lo estás haciendo por mí, al igual que yo en su momento quise salvarte. Pero no lo entiendes. No entiendes que yo... —hago una breve pausa dado que se me quiebra la voz—. No entiendes que si no estás conmigo nada tiene sentido. No entiendes que mi vida sin ti... mi vida sin ti... no te vayas, Aoba-san. No te vayas de mi mundo.

 

Él se queda sin palabras por unos breves instantes, sorprendido. No se le ocurren réplicas.

 

—Aoba-san, te quiero. Te quiero más que a nada. Más que a mí mismo. Si ahora mismo tuvieras que desaparecer, preferiría morir. Dar mi vida por ti sería más fácil. Sé que suena egoísta pero... perdóname, Aoba-san, pero no dejaré que te vayas.

 

—Clear... —murmura, pero supongo que ante mi emocional diatriba no se le ocurre nada sólido que decir.

 

—Aoba-san, úsame. Haz Scrap conmigo y usa mi energía. Al fin y al cabo, soy una compleja máquina. Ni yo mismo entiendo muy bien cómo funciono exactamente, pero sé que necesitas una gran cantidad de energía mental para destruir esta torre y que eso agota tus fuerzas. Y que eso lo puedes realizar gracias a tus poderes de Scrap. Por favor, utilízame. Conecta mi mente con la tuya y coge la fuerza de mí. No utilices tu propio cuerpo.

 

—Estás pidiendo... ¿que actúe de catalizador? —dice él, inseguro. Parece estar reflexionando a toda prisa—. Si te digo la verdad, Clear, ni siquiera yo estoy muy seguro de hasta cuán lejos llegan mis poderes y cómo puedo usarlos. No sé si... no, es posible que pueda hacerlo, pero no lo haré. Es demasiado peligroso. Si el Scrap sirve para controlar la energía vital de otros, prefiero...

 

—¡No queda otra opción, Aoba-san! —replico rápidamente—. Por favor, no te preocupes por mí y hazlo. No dejaré bajo ninguna circunstancia que te uses a ti mismo.

 

—Pero, Clear, no sé hasta qué extensión podría controlarme. Si las cosas van mal, tú podrías... —se calla sin llegar a pronunciar la última palabra.

 

—No moriré, Aoba-san. Soy mucho más resistente de lo que parezco. Sin un daño físico a mis circuitos mentales, mi energía es prácticamente inagotable ya que estoy diseñado para reponer y renovar fuerzas de forma autónoma. Te prometo que no moriré. Además, sé que tú nunca permitirías que lo hiciera.

 

—¿Por qué confías tanto en mí? —murmura con un tinte de desesperación.

 

—Porque eres mi master, y eres la persona más increíble que he conocido nunca. Creo en ti, Aoba-san, y en lo que eres capaz de conseguir. Aunque tú no lo hagas—dejo pasar un segundo antes de decir—. Si no puedes confiar en ti mismo, por favor, confía en mí.

 

“Aunque sé que no estoy en posición de hablar...”—callo rápidamente mis pensamientos de remordimiento y culpabilidad, que nunca dejan de acecharme. No es momento para mostrar inseguridad.

 

Aoba-san aprieta la mandíbula con fuerza unos segundos, aún con dudas.

 

—¿Qué hay de Sei-san? —digo de pronto. Le pillo por sorpresa—. Sei-san es el que ha hecho la mayor parte del trabajo, ¿verdad? No destruiremos esta torre solos. Tú solo activarás las conciencias de Sei-san y las utilizarás, pero deja que sea él el que destruya Oval Tower.

 

Aoba-san sigue callado, inmerso en pensamientos.

 

—Por favor, Aoba-san... no saldré de esta torre si no es contigo. Deja que te ayude.

 

—De acuerdo —dice, finalmente—. Entraré en ti, Clear. Por favor, préstame tu poder.

 

Tras esas últimas palabras, noto súbitamente una sensación extraña. Como algo que me invade y se cuela en mi interior. Una presencia cálida... ¿Aoba-san? Tras aquello, el mundo se apaga a mi alrededor.

 

 

 

Cuando despierto, veo paneles flotantes con la palabra “COLAPSED” escrita en ellos. Están suspendidos en el aire, intangibles, y nos rodean. En ellos, aparece la cara de un joven de cabellos negros, pero la imagen se ve borrosa.

 

Me incorporo poco a poco, estaba tumbado en el suelo. Una sensación de increíble cansancio penetra de pronto en mí, y siento que mis acciones están ralentizadas. Alzo la cabeza. Mire a donde mire, a mi alrededor solo hay paneles. Sonidos de alerta se entremezclan con el rugido gutural de la torre sacudiéndose desde sus cimientos. La luz blanca de la habitación ahora se ha vuelto roja y está parpadeando. La torre se está derrumbando.

 

A mi lado, Aoba-san, aún en la cama de operaciones, respira con dificultad.

 

—Logré... salir de ti a tiempo... —dice entre jadeos. Su cuerpo está cubierto de sudor—¿Estás bien, Clear?

 

—Sí, Aoba-san —digo. Intento ignorar la debilidad extendida en todo mi cuerpo—. Aoba-san... lo has conseguido.

 

Él ríe entre dientes.

 

—Eso parece... sin embargo, si no salimos de aquí pronto caeremos junto a la torre.

 

Me levanto, y tomo su cuerpo entre mis brazos. Él da un respingo de la sorpresa. Me duele cada movimiento que realizo, pero no dejo que eso me afecte. Aoba-san ha estado luchando hasta el final, lo último que puedo hacer yo es rendirme por esta nimiedad. Noto que, a pesar de haberme usado, él está más exhausto que yo. Debo sacarle rápido de este lugar y llevarlo a alguien que pueda atenderle enseguida. Si no, las cosas podrían tornarse graves.

 

 

 

Salgo corriendo de la sala quirúrgica y llego a la habitación donde se encuentra la enorme celda plateada. Allí tenía retenido a Aoba-san hasta ahora. Desvío la mirada y continúo hasta alcanzar el pasillo. Una vez fuera, veo a personas con batas blancas, guardias y perros robot corriendo en todas direcciones, formando un gran caos y alboroto. El pánico y la urgencia predominan en el ambiente y nadie se para a fijarse en nosotros.

 

Estamos en la planta de los laboratorios, en uno de los pisos más altos de Oval Tower. Considero la posibilidad de bajar en ascensor hasta la planta baja, o dirigirme hacia las escaleras para saltar por la ventana, pero las descarto enseguida. No lograríamos llegar abajo a tiempo y desde esta altura ni siquiera yo podría llegar al suelo indemne, por no decir Aoba-san. Entonces, solo queda una opción. Sin titubear ni un instante, echo a correr hacia las escaleras.

 

En mi camino encuentro sin parar los paneles que indican que la torre ha colapsado. Esa persona que aparece en ellos... ¿será Sei? ¿Estará él en alguna parte, observándonos? ¿Podrá saber alguna vez que el plan que ha estado construyendo durante años al final logró llevarse a cabo? Me pregunto qué pensaría él de todo esto. Su imagen en los paneles se ve impenetrable y enigmática. Extraña, como la sombra de alguien que una vez estuvo pero que dejó de existir. Aún no comprendo del todo la muerte. Eso quiere decir que, en el fondo, ¿tampoco comprendo la vida?

 

La torre está cayendo. Las paredes crujen, agrietándose por dentro mientras el suelo se vuelve inestable. Aprieto los dientes y acelero el paso. Antes de que esto se derrumbe, debo llegar...

 

Logro visualizar la puerta hacia las blancas y pulidas escaleras, y entro corriendo. Trozos de pared comienzan a caer al suelo formando un gran estruendo. Intento esquivarlos mientras subo a trompicones hasta el siguiente piso. Protejo con mi cuerpo todo lo que puedo a Aoba-san, convirtiéndome en un escudo para él.

 

“Una planta más...”

 

A mi alrededor todo es ruina y polvo, acompañados por los incesantes sonidos de alerta. Me quedan pocos peldaños para alcanzar la puerta del ático, pero las escaleras bajo mis pies comienzan a tambalearse. Flexiono un poco las rodillas para coger impulso y cubro rápidamente la corta distancia con un único y enorme salto. En el aire, aprovechando la fuerza de la propulsión, estiro mis piernas en dirección a la puerta y la abro de una patada, cayendo así en el exterior. Hemos salido. Extasiado, aspiro el aire fresco mientras contemplo el cielo repleto de nubes. ¿Cuánto tiempo hacía que no lo veía?

 

—Aoba-san, hemos salido... —susurro.

 

Sin embargo, no me detengo y sigo corriendo, dejando que el frío viento agite mis cabellos. Poco a poco, a medida que me acerco al borde de la azotea, la visión de los altos edificios de Platinum Jail se extiende a mis pies.

 

No sé si hubiera oído a Aoba-san de no haber estado su cabeza reposando en mis hombros, justo al lado de mi oído. Parece haberse percatado de lo que está sucediendo a su alrededor, porque en un susurro indefinido me dice:

 

—Siempre estás cayendo del cielo. Parece que esta vez tendré que caer contigo.

 

Trago saliva. Aoba-san... puedo sentir su sonrisa contra mi piel. Lo sujeto con fuerza, estrechándolo contra mí, y me preparo para lo que me dispongo a hacer.

 

Una vez casi llegados al límite, sin frenar mi carrera, me agacho un poco e hinco mis piernas. Tomo una gran bocanada de aire y, a continuación, salto con todas mis fuerzas. Al siguiente instante me encuentro volando. Desde el aire, me quedo sobrecogido ante la vista que se extiende ante mí. Puedo ver el paisaje de toda Midorijima en su pleno esplendor. Bajo nosotros, Platinum Jail; y el Antiguo Distrito Residencial un poco más adelante, con las pequeñas casas, las montañas y el mar a lo lejos. Realmente estamos en el punto más alto de la ciudad. Nuestra trayectoria describe un amplio arco y, a continuación, comenzamos a caer. Mechones de pelo azul flotan frente a mi campo de visión. Me gustaría quedarme en este instante para siempre.

 

No planeo llegar hasta el suelo, por supuesto, sino aterrizar en uno de los altos tejados contiguos. Concretamente, en el de un enorme edificio acristalado prácticamente pegado a Oval Tower, que tiene aspecto de ser un hotel.

 

Cada vez estamos descendiendo más rápido y nos acercamos a la edificación bajo nosotros. Aprieto los dientes, preparándome para el potente choque contra el suelo. Cuando llegamos y mis pies tocan el duro cemento de la terraza, el enorme y fuerte impacto de la caída me golpea y sacude mi cuerpo, pero planto firmemente las piernas y amortiguo la presión como puedo. Sobre todo intento que Aoba-san sufra lo menos posible.

 

Después del forzoso aterrizaje, me detengo un momento para recuperar el aire y me giro para contemplar la torre de donde hemos provenido. La visión de Oval Tower derrumbándose en pedazos, como un enorme titán cayendo, aparece ante mí dejándome abrumado.

 

—Lo hemos hecho... Aoba-san.

 

Él respira de forma agitada, mientras observo cómo su pecho sube y baja a gran velocidad.

 

—¿Somos... libres? —murmura.

 

—Sí —digo con emoción contenida—. Volveremos al Antiguo Distrito. Volveremos a casa.

 

 

 

Parte 2

 

 

 

Después de aquello, volvimos al Antiguo Distrito Residencial. Recuerdo que a medida que nos acercábamos a la casa sentía cómo un angustioso, ansioso y expectante nudo crecía en mi pecho; y me preguntaba cómo debía de sentirse Aoba-san. Debía de estar emocionado. Iba a volver a casa por primera vez en largos, larguísimos meses.

 

Yo, en cambio, sentía cómo, en algún lugar dentro de mí, mi corazón se encogía. Estaba increíblemente feliz por Aoba-san y por que las cosas hubieran salido bien, claro, pero... ¿realmente había terminado todo? ¿Realmente saldrían las cosas bien? No podía evitar preguntarme cómo reaccionarían todos al ver a Aoba-san, y sentía un profundo miedo hacia ello. Al fin y al cabo, fui yo el que más daño le hizo. ¿Y si... me pedían que me alejara de Aoba-san para siempre? No podía evitar aterrorizarme por ese pensamiento. Porque no podría refutarles. Porque tendrían razón.

 

 

 

 

 

Una de las cosas que siempre se quedarán grabadas en mí fue el reencuentro con Tae-san aquel día. Fue la primera vez, y seguramente la última, que la vi llorar. No dijo nada. Cualquier palabra hubiera quedado innecesaria y superflua en aquella escena. Tan solo estuvo la encarnación directa de honesta y pura emoción. Aoba-san intentaba aguantar como podía sus propias lágrimas mientras trataba de esbozar una torpe y poco convencida sonrisa para calmar a su abuela.

 

Tae-san no hizo preguntas. Aún a día de hoy es incómodo sacar el tema. Aoba-san le ha explicado a grandes rasgos la historia con Toue intentando obviar todo lo que ha podido mi parte, pero creo que en el fondo ella intuye la situación y la verdad detrás del suceso. Sin embargo... nunca me ha mirado ni una sola vez con sospecha ni odio. A veces vislumbro una extraña profundidad bajo su aparentemente hosca mirada cuando me habla, y en esa profundidad veo tristeza.

 

 

 

Koujaku-san fue la segunda persona en ver a Aoba-san desde nuestro regreso. Nada más enterarse de que había vuelto, vino enseguida. No sé qué me hizo sentir más miserable. Si su imagen en el marco de la puerta de la entrada, respirando jadeante seguramente por haber estado corriendo todo el camino, con gotas de sudor recorriendo su frente y una anhelante y desesperada mirada en sus ojos carmesí, colmados de miedo y esperanza; o su cara después de ver a Aoba-san.

 

No lloró. No gritó ni torció su rostro en ninguna expresión exagerada de odio o tristeza. Pero sus hombros y mandíbula temblaron visiblemente y sus ojos dilatados mostraron cómo se rompía por dentro. Lloraba sin lágrimas. Gritaba sin voz. Quise por un momento apartar la mirada pero por algún motivo no podía dejar de observarlo. Era como si pudiera sentirme en sintonía con su dolor. Se acercó a Aoba-san y se sentó a su lado, sin fuerzas. No sé si llegó a oírle, ya que estaba perdido en su conmoción, pero Aoba-san susurró suavemente: “¿Koujaku?” mientras giraba la cabeza en su dirección.

 

Con lentitud, casi con miedo, Koujaku-san alzó una mano y rozó suavemente su mejilla. A partir de ese momento no pude seguir mirando. Salí discretamente de la habitación, en parte porque sentía que debía dejarles privacidad, en parte porque la culpabilidad y la miseria me consumían por dentro.

 

No sé cuánto sabrá Koujaku-san de la historia, seguramente no lo suficiente ya que hasta ahora no he visto que haya mostrado signos de odio hacia mí, pero soy incapaz mirarle a los ojos. Tampoco solemos coincidir mucho, cosa que me alivia, ya que lo único que nos une es Aoba-san.

 

 

 

A lo largo del tiempo más caras conocidas fueron mostrándose en la casa. Mizuki-san, Virus-san, Trip-san... a veces incluso me pareció percibir por unos instantes la distintiva figura de Noiz-san a través de la ventana, mirando en silencio.

 

Aoba-san en ningún momento mencionó a Ren-san. Pero sé que lo echaba—y lo echa—de menos. Fui varias veces a los escombros de los restos de Oval Tower desde ese día, cosa que no resultó fácil porque restringieron la zona. Pero nunca pude encontrarlo. No sé dónde está, ni qué ha sido de él. Pero seguramente seguiré volviendo. Seguiré buscando. A pesar de que es un AllMate, sé que es especial para Aoba-san, y que siempre estará clavado en su ser. Ren-san...

 

 

 

Aoba-san poco a poco está mejorando, tanto física como mentalmente. Fue especialmente duro los primeros días. Estaba esquelético, muy por debajo de su peso normal, y sus músculos estaban completamente atrofiados. Poco después de llegar sufrió una fiebre muy alta.

 

Al principio tuvo que ser ingresado en el hospital de Midorijima, donde pasó casi dos semanas. Durante su estancia allí fui cada día a visitarle, y me mantuve a su lado todo el tiempo que me permitía el horario de visita. El hospital de Midorijima es un edificio liso sin balcones, así que de noche me mantenía en el tejado, cantando para Aoba-san. En cierto modo, siempre me mantuve a su lado, acompañándole con mi presencia o con mi voz. Una vez, gracias a mi fino oído, oí que Aoba-san murmuraba un: “Gracias, Clear” en la oscuridad de su cuarto.

 

Cuando Aoba-san se recuperó completamente de la fiebre y su vida fue puesta fuera de peligro, habiendo ganado también un poco de peso, Tae-san lo llevó a casa, a pesar de las reticencias de los médicos.

 

Gracias a sus conocimientos de medicina y su esmero en los cuidados, Aoba-san siguió mejorando. Yo ayudé en todo lo que pude—de sus atenciones básicas como higiene o alimentación me encargaba yo—, y Koujaku-san en sus constantes visitas también quiso contribuir como pudo.

 

Con el tiempo las cosas han ido poniéndose más fáciles. Aoba-san también ha ganado más energía, y ha regresado parte de su carácter alegre de antaño. Ante todo intenta mostrarse optimista para no añadirnos más carga a nosotros.

 

 

 

Aoba-san sabe que me siento culpable. Sabe que no puedo perdonarme a mí mismo, y que me guardo mis remordimientos en mi interior. Por eso, siempre me sonríe con ternura, se esfuerza en adaptarse a su situación y me agradece que me mantenga a su lado. Una vez murmuré que no merecía que fuera así conmigo. Él me respondió:

 

“Si no puedes perdonarte, te perdonaré yo por ti. Si no puedes dejar de odiarte, te amaré yo por ti, tanto que superaré tu odio. Y si no puedes dejar de sentirte responsable por mí, si no puedes librarte de vivir con tu carga entonces te sonreiré cada día y te daré las gracias por estar a mi lado y por amarme con todo tu corazón”.

 

¿Tengo corazón? Debería tener uno, ya que siento. Pero a veces aún me lo pregunto, porque en el fondo siempre será un misterio. Sin embargo, en ese momento, las palabras de Aoba-san hicieron que sintiera ganas de llorar. Algo palpitó en mi interior. ¿Qué fue?

 

Siempre, siempre, siempre amaré a Aoba-san. Nunca podré expresar con palabras todo lo que significa para mí. Aoba-san es una presencia tan grande en mi mundo, y sin embargo su vida es tan efímera y frágil. No estará siempre en este mundo. Algún día, partirá. Cuando ese momento llegue, quiero estar a su lado. Quiero pasar el resto de su vida con él, mañana tras mañana, noche tras noche, velando su sueño y su despertar. Juntos. Hasta el día que ya no necesite despertarse.

 

*

 

—ar... Clear —la lejana voz de Aoba-san llamándome por mi nombre me devuelve a la realidad, sacándome de mis divagaciones.

 

—¿Sí, Aoba-san? —respondo reflejando una sonrisa en mi voz.

 

Aoba-san está sobre mi espalda, lo estoy llevando a cuestas. Normalmente para salir solemos utilizar una silla de ruedas, pero para ir hacia nuestro destino hoy ha sido más fácil de esta manera.

 

Aún está acostumbrándose a sus recientes brazos de acero recubiertos de piel artificial, parecidos a los míos. A pesar de que me agarra con la suficiente fuerza , por si acaso, le tengo bien sujeto para que no se caiga.

 

 

 

Los brazos le fueron implantados hace tres semanas. Aún está en rehabilitación y le cuesta un poco manejarlos, pero durante estos seis meses desde nuestro regreso de Oval Tower Aoba-san ha vuelto a ganar bastante masa muscular y su complexión se ha fortalecido. Gracias a los contactos de Tae-san en su época de importante investigadora en los laboratorios de Toue, ha logrado contactar con varios doctores especializados en implantes de prótesis ortopédicas para proporcionarle a Aoba-san brazos y piernas. Las extremidades inferiores le fueron implantadas la semana pasada, así que Aoba-san aún no puede caminar. Estas están fabricadas a partir de una aleación especial de acero que las hace más ligeras que una extremidad humana normal, y más biocompatibles, siendo el material a la vez resistente y fuerte.

 

A través de la ropa no se ve en la figura de Aoba-san ninguna diferencia con su complexión anterior. Sus extremidades artificiales fueron bastante difíciles de conseguir, ya que su caso es uno complejo de sustitución completa. Además, los materiales son bastante innovadores, diseñados para durar muchos más años que una prótesis normal, y en el mercado están solicitados a un precio desorbitado por sus pocas existencias.

 

Sin embargo, Tae-san fue terca y no dejó de buscar e insistir, aprovechando su posición de ex-investigadora al máximo, hablando con doctores y altos cargos de corporaciones médicas hasta lograr que alguno aceptase.

 

De todos modos, yo tenía claro que si Tae-san no lo hubiera logrado, yo le hubiera dado a Aoba-san mis propias piernas y brazos sin dudarlo ni un instante.

 

 

 

Junto a su forma física, su mente y su ánimo también parecen haberse recobrado. Vuelve a ser el mismo Aoba-san de siempre, bromeando que “ahora que vuelve a tener extremidades podrá pegarme cuando esté molesto conmigo”. Lo único que no se podrá recuperar es...

 

—¿Dónde estamos ahora? —pregunta con curiosidad.

 

—Alcanzaremos la cima pronto, Aoba-san —le explico con suavidad—. Creo que ya hemos subido dos tercios de esta colina.

 

—Oh, entonces ya queda poco. A lo sumo diez minutos. Aunque bueno... con tu velocidad igual cinco —murmura, calculando mentalmente.

 

Alzo la cabeza para contemplar la infinita masa azul que nos envuelve desde arriba. Oigo cómo Aoba-san ríe detrás de mí.

 

—Tu pelo me hace cosquillas en la cara, Clear.

 

—Hoy el cielo está especialmente brillante —comento—. Las nubes parecen trozos de algodón. Hoy el día me parece alegre.

 

—Aaah, esa es la primavera. Puedo sentir que el tiempo es agradable, por algo se hacen los comienzos en esta época. El cielo primaveral de Midorijima siempre ha sido bonito.

 

Me giro hacia él y veo que está sonriendo. A través de sus ojos cerrados, seguramente está recordando la visión del cielo que acabo de contemplar.

 

Aoba-san ya no puede recuperar la vista. Pero no quiero condenarlo con un “para siempre”. Nunca se sabe qué nos deparará el futuro. Quizá algún día se logre desarrollar una tecnología o se lleve a cabo alguna hazaña en el campo médico que permita a las personas volver a ver. Aún cuando ya no tengan ojos.

 

Camino los últimos pasos hasta alcanzar la cima.

 

—Ya hemos llegado, Aoba-san —digo—. Tenías razón, este lugar está desierto y hay una buena vista de toda la ciudad.

 

— ¿Cuántos cerezos hay? —me pregunta. Los cuento rápidamente.

 

—Cuatro.

 

Él sonríe con un tinte de nostalgia.

 

—Antes solía venir mucho aquí. Sobre todo en primavera, para ver los cerezos en flor. Es extraño que nunca me haya encontrado a nadie más, ya que tampoco es que esté realmente escondido. Este lugar es maravilloso, pero, al ser reservado para mí, se hizo aún más especial. Solía venir cuando quería estar solo. Lo encontré un día de pequeño, cuando escapé de casa porque echaba de menos a mis padres. Desde entonces, no he parado de acudir, incluso en la época en la que fui un adolescente rebelde. Me sentía en paz aquí. Era extraño... sentía que desde esta posición podía observar al mundo entero, pero a la vez olvidarlo —hace una breve pausa, seguramente intentando visualizar este lugar en su mente—. Me alegro de que estés aquí conmigo, Clear.

 

—Aoba-san... yo... ¡yo me alegro de que me lo hayas mostrado! —digo rápidamente, con vehemencia y emoción en la voz.

 

—A partir de ahora, ya no veré este paisaje nunca más, uh —dice. Sin embargo, no hay resentimiento ni rastros de tragedia en su voz, tan sólo un tinte de pena.

 

—Aoba-san... déjame ser tu visión a partir de ahora. Te describiré todo lo que quieras ver —le digo, mientras lo bajo de mi espalda y lo ayudo a sentarse en la hierba. Estoy dispuesto a pasar toda su vida a su lado, ayudándolo, convirtiéndome en unos ojos para él.

 

Él ríe entre dientes.

 

—Entonces... ¿puedes describirme lo que ves, por favor?

 

—Los pétalos de cerezo están cayendo. La brisa agita las flores haciendo que éstos se desprendan y desciendan al suelo, completamente recubierto de hierba verde. Las ramas de los árboles, en cambio, permanecen firmes e inamovibles. Son oscuras y finas, y contrastan con las flores. Los pétalos, rosa pálido, flotan en el aire. Se parecen a los copos de nieve de este invierno, pero son más ligeros. La brisa los arrastra. A veces caen y se posan en el suelo, pero siempre están en constante movimiento. Enmarcan la visión del cielo, azul y brillante. Veo rosa y azul, rosa y verde. El sol, reluciente, da un tono amarillo a todo. Enmarcan también la visión de Midorijima. Bajo nosotros se encuentra el Antiguo Distrito Residencial. Sus casas son bajas, sencillas, pero tienen una sensación de “hogar” —todo lo que voy observando lo voy murmurando con una voz suave. En un momento dado, sin darme cuenta, le añado un tinte de melancolía.

 

Esas casas tienen sensación de “hogar” porque viven personas en ellas. Esas personas pertenecen a ese lugar. Cuando se encuentran perdidas y no saben dónde estar o adónde ir, siempre pueden volver allí. Yo no creo que tenga un “hogar” propiamente dicho como un lugar físico. Más bien es ambulante. Se mueve constantemente, como estos pétalos de cerezo que estoy observando ahora. Mi hogar se encuentra en una persona. Mi hogar es Aoba-san.

 

—Los edificios a lo lejos son altos —prosigo—. Ahora la cúpula que solía rodear Platinum Jail está abierta. Parece los restos de la cáscara de un huevo después de salir el pollito. Y muestra un mundo alto y moderno.

 

—Gracias... por mostrarme la visión de una Midorijima sin la cúpula de cristal, Clear —dice Aoba-san mientras sonríe, una vez termino de hablar—. El paisaje de hoy es realmente precioso. Visto desde tus ojos, el mundo es precioso.

 

Una lágrima desciende lentamente desde uno de sus ojos cerrados.

 

—Podrías... ¿cantarlo para mí? Cántame este mundo que ves.

 

¿Cantar? Alzo la cabeza y contemplo los ligeros copos rosa pálido flotando en el cielo. Esta visión... ¿puedo cantarla? Entreabro los labios y tarareo la melodía que se me viene a la mente al ver los pétalos arrastrados por la brisa. Es una melodía suave, calmada, pero extrañamente brillante. Una melodía que dice “primavera”. Una melodía que dice “mundo”. Una melodía que dice “azul”. Azul como el cielo. Azul como el pelo de Aoba-san, agitado también por el viento, moviéndose constantemente, como olas de agua.

 

Aoba-san sonríe mientras sigue llorando en silencio. Y yo canto. Canto este mundo que veo a través de mis ojos. Canto una melodía que dice tantas cosas. Canto una melodía que dice “amor”.

 

 

 

 

 

FIN 

Notas finales:

Ending: https://www.youtube.com/watch?v=8h_QL-Tz278

 

*Coge aire* CURSIIIIIIIIIIII. Sí, me debí de inyectar chocolate en las venas o algo, que no sé cómo me salen estas cosas. Este final es LARGO y ÑOÑO. Aún así, las últimas frases me dan ganas de llorar y uuuhhhhhh ;_;

Este, sin duda, es mi final favorito de los 2, aunque me costó UN OVARIO escribirlo, me he quedado bloqueada muchísimas veces y por eso he tardado tanto.

¡Muchas gracias por leer y espero que os haya gustado! :') 

¡Me encantaría que me comentarais y me dijerais, si habéis leído ambos finales, cuál os gusta más!

 

Sin nada más que decir, hasta la próxima ~


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