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Freistaat Bayern por Mizuki_sama

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Capítulo 17

Marcial caminaba rápidamente y sin hablar, al final del pasillo se veía la doble puerta de caoba labrada, el lacayo que los seguía no llegó a tiempo y el arconte abrió la puerta él mismo, ambos entraron a la habitación más sorprendente que Magda, su reciente esposa, jamás vio.

Había, en los estantes, libros del piso al techo; tan coloridos y hermosos como el techo decorado o los valiosos muebles que embellecían la habitación. En el centro, ante un gran escritorio se sentaba un joven cuyo cabello rubio le caía sobre la frente al escribir.

−Buenas tardes, Erick −dijo suavemente el arconte de Aria− Quiero presentarte a alguién...

Antes de que pudiera terminar la frase, su pupilo se puso de pie detrás del escritorio y lo miró furioso.

−No lo toleraré –exclamó en un tono desagradable− Sé lo que te propones y no quiero que me la presentes ¡Llévatela, llévatela inmediatamente! – exigió y mientras hablaba, arrojó la pluma de ave sobre el escritorio, le temblaban los hombros y el rostro estaba un poco enrojecido, dirigiéndose hacia la ventana, permaneció de pie con la espalda hacia la habitación, mirando al soleado jardín.

Magda lo miró atónita y Marcial se adelantó hacia el escritorio.

− ¡Erick! −dijo, y su voz era como un látigo− Me harás el favor de volverte inmediatamente y de permitirme presentarte a la nueva condesa Magda Suffore, mi esposa. Esta es mi casa, y mientras permanezcas aquí como mi huésped te comportarás apropiadamente con ella.

La voz del noble parecía resonar en el vasto recinto y entonces, lentamente, con una lentitud y desagrado que Magda encontró demasiado obvios, Erick se volvió a mirarla.

Era un joven atractivo, de brillantes ojos azules, cabello rubio corto y piel de porcelana, se quedó mirando fijamente a Magda por un momento. Entonces, la expresión de su rostro cambió poco a poco y con un asomo de sonrisa avanzo desde la ventana diciendo:

−Mis disculpas... No me di cuenta... Creí que usted era... -su voz sonaba turbada.

−¡Erick! −Marcial lo interrumpió con voz de trueno, añadiendo después más calmado− Magda, querida, ¿puedo presentarte a mi algo excéntrico pupilo, el señor Erick Lensherr? Erick, la dama presente es mi esposa, lady Suffore, a quién espero trates con la honorabilidad de su nombre... me temo que no asististe a la boda, por tus estudios.

Erick saludó con la cabeza y Magda hizo una reverencia, a la que siguió un silencio embarazoso, hasta que Marcial, dirigiéndose hacia la chimenea, dijo:

−Tal vez, Erick, puedas explicarme por qué fuiste suspendido de la universidad.

−Me sorprendieron escalando la barda a las dos de la mañana −respondió el joven, apartando la mirada de Magda para mirar a su tutor.

−Qué descuidado fuiste de dejarte atrapar −repuso Marcial con tono indiferente− Espero que la fiesta valiera la pena... o debo decir ¿la dama?

−Ninguna de las dos cosas −replicó Erick con voz hosca, escandalizado en parte de que él dijera eso en frente de su esposa− Estaba solo –aseguro, viendo de vuelta a Magda.

− ¡Solo! −exclamó Marcial− ¿Y qué, en nombre del cielo, andabas haciendo a las dos de la mañana?

Erick no respondió y su señoría continuó:

−Bien, ¿en dónde estabas?

−Estaba en el cementerio, ya que quieres saberlo −replicó Erick, bajando un poco la mirada.

Su tutor lo miró incrédulo.

−Nunca dejas de sorprenderme, Erick −señaló al fin− Sin embargo, lo discutiremos en otra ocasión. Ahora, te agradeceré que atiendas a la nueva señora Suffore. Sé que mi apoderado espera para verme, y por lo menos media docena de personas insiste en que yo les conceda mi atención después de una ausencia tan prolongada. Espero que ustedes dos, siendo jovenes, tengan bastante de qué hablar.

Marcial salió de la biblioteca al pronunciar las últimas palabras. Magda, un poco tímidamente, se quedó parada en medio de la habitación. Aquel día se veía aún más joven que sus años, ataviada con su vestido verde esmeralda y su elegante gorro de cintas. Erick, sin embargo, no la miraba. Vigilaba la puerta a través de la cual había desaparecido su tutor y cuando no escucho más el sonido seco de sus pasos, dijo en un tono exasperado de voz:

− ¡Allí lo tiene! ¿No es muy propio de él? – se volvió a verla, como quién espera un poco de ayuda − ¡Si le hubiera dicho que estaba emborrachándome en una fiesta, o burlado la vigilancia, o roto la mitad de los cristales de la escuela, estaría encantado! O si le hubiera dicho lo que realmente deseaba escuchar, que estuve con una...

De pronto, pareció comprender con quién hablaba. Las palabras murieron en sus labios y se volvió petulante hacia el escritorio, tapando con la mano el papel en el que escribía, como temiendo que Magda lo leyera. Ella en cambio se permitió sonreír solo un poco, en realidad lo entendía, Marcial era infinitamente cortes con ella, pero también la mantenía alejada de sí mismo, como si su presencia no le entusiasmará, la había elegido para ser su esposa por su noble linaje y no se sentía seducido en lo absoluto por su belleza, era amable porque no podía amarla.

Ella lo entendía, sabía que había tenido algo de suerte y ver a aquel muchacho en ese estado emocional le redescubría otra cosa: como no tenía nada en común con ella, esperaba que los dos jóvenes bajo su protección se preocuparan el uno del otro, mientras ella le hacía casó en el favor que le había pedido.

"Erick es un buen chico, cuando no está actuando por impulso" había dicho su esposo.

−Tal vez le parezca impertinente mí pregunta −dijo Magda con voz suave− pero tengo curiosidad de saber: ¿por qué estaba usted en el cementerio?

− ¿Realmente quiere saberlo? −preguntó Erick un poco agresivo−. Muy bien, se lo diré –elevo el mentón −Escribía un poema.

No esperó la respuesta de Magda, sino que continuó en el mismo tono hostil.

− ¡Vamos, ríase! Se preguntará cómo me entretenía con algo tan realmente despreciable y tonto, en vez de estar corriendo detrás de una mujerzuela o probándome que era capaz de convertirme en un borracho petimetre. Pero, por extraño que parezca, esa es la verdad.

Al decir esto, miró a Magda, dispuesto a recibir un comentario cínico o una carcajada.

−Pero sí lo entiendo −repuso Magda amable− Cuando alguien escribe un poema se olvida de todo: del tiempo, de lo que le rodea, del hambre, aun de la necesidad de dormir.

− ¿Cómo lo sabe? −preguntó Erick en un tono muy diferente, sus ojos elevándose hasta ella.

Magda sonrió y se acercó un par de pasos hacía él, lista para ofrecerle un secreto muy pequeño.

Los ojos de Erick se abrieron en espera.

.

.

.

Magda aparto la mano de su mejilla, al terminar de recordar aquella primera vez juntos, Erick era joven y un poco ingenuo entonces, ella también; y Marcial los ignoraba a ambos con la misma actitud afectada de siempre sin mirarlos apenas, eran jóvenes, él no la quería y, aunque apreciaba a Erick, Marcial encontraba parte de su juventud, molesta, dada la emocionalidad del carácter de Erick, que le hacía ser impulsivo muchas veces.

Se habían hecho amigos, se habían hecho cercanos, se habían querido en cierto modo, desarrollando una amistad sincera al principio hasta convertirse en la relación criminal que habían compartido al final.

No había sido del todo culpa de ambos, se dijo en silencio, Marcial la había descuidado a ella, era un mentor amable y sensato cuando quería y Erick le quería a pesar de su naturaleza, pero no era el marido amante con el que ella había soñado, no la amaba, y poco después de la boda dejo de buscarla en sus habitaciones.

Se había sentido despreciada.

Lo único que la mantuvo cuerda por entonces fue saber que ninguna otra mujer o doncel le hacía competencia, el primer y único amor en la vida del conde Suffore era su carrera, el mundo podía morir si esta estaba bien.

Cerró los ojos y pensó de vuelta en Erick, en su naturaleza completa, en su mirada, en el beso suave que habían compartido la primera vez a espaldas de Marcial, y como cuando este había entrado a la biblioteca, aquel día tras el baile de lady Duncan, ambos habían pedido irse de vuelta al campo bajando las miradas y apartando los ojos del arconte.

Marcial debía de haberlo sospechado como poco, pero nunca dijo nada.

Cerró los dedos y hundió las uñas en la palma de su mano, conteniendo un gemido de desesperación que pugnaba por brotarle en la garganta, recordaba su mirada desdeñosa al partir a aquella misión en Baviera y luego en un reino pequeño en la frontera, recordaba el beso en su mejilla y el desdén en su mirada.

-Cuídala por mí, Erick –le había dicho a su pupilo, entonces ya salido de la universidad y empezando una brillante carrera –es mi esposa, así que procura atenderla bien –ambos lo habían entendido, lo que Marcial había querido decir, los ojos de Erick se habían abierto y sus labios apretado escandalizados, Magda había sentido sus mejillas encenderse y sus ojos se habían llenado de lágrimas de humillación.

Cuando volvió hizo lo que pudo para recuperarlo, pero era definitivamente tarde, si antes la había valorado, para su regreso ella había dejado de ser importante para él.

Tenía la mente y el alma ocupados en otra cosa.

Y luego, un año después, el rumor.

"estaba fascinado, dicen que el muchacho es encantador"

"Podría ser todo una exageración"

"solicito una reunión privada con él, no parece exagerado suponer otras cosas"

"¿Y el muchacho? ¿No hizo nada?"

"En lo absoluto, dicen que supo contenerle con tal gracia que incluso resulto ofensiva" una risa de lado "no podría esperarse menos de esas criaturas tan flemáticas"

Ella había callado todo cuando Marcial volvió, le había mirado esperando algo, cualquier cosa, pero tal y como había actuado con respecto a su relación con Erick, a ella tampoco le permitió saber gran cosa de que había pasado en la reunión con Charles Xavier.

Un muchacho que aún no era un debutante.

Ella había tratado de olvidar su existencia.

Pero una vez más aquella existencia volvía a torturarla y llenarla de la humillación que había sentido cuando Marcial le había explicado que no volvería a vivir con ella.

"La mansión Suffore estará a tu disposición en la capital, por mi parte mis misiones explicarán que no esté contigo... te pido en cambio que no vuelvas a ocupar las casas de campo, ni así mis otras propiedades"

Trato de controlarse, pero no pudo más.

Ya no podía más.

Sabía que Erick había ido a cabalgar al mismo lugar en el que lo hacía el hijo de Xavier.

Frente a sus ojos la cajita musical, regalo de bodas de Marcial, seguía moviéndose.

No lo soportaba, sentía su indignación y su despecho subir por su pecho y alcanzar su garganta.

-¡Maldita sea! –grito, tomando la cajita bellamente labrada y tirándola contra la puerta de us habitación.

Ante sus ojos vio claramente como la caja chocaba contra la madera de la puerta doble en el mismo momento en que una de las hojas se abría, dando paso a Erick.

Se miraron a los ojos y ella tuvo que hacer un esfuerzo para contener las lágrimas que amenazaban con brotar de sus ojos, era demasiado humillante ser vista en ese estado, precisamente por él.

-Emma –susurro él, ella elevo el mentón y se paró cuan recta era en el vestido negro que llevaba.

-Erick –la voz amenazo con temblarle y no supo bien que hacer, al final, al verse en sus ojos entendió el mensaje y quiso reírse de sí misma, conocía aquella mirada y aunque Erick sería más amable en palabras, el mensaje era el mismo, tomo un poco de aire y habló –Creo que tenemos que hablar.

Era el principio del fin.

Ella lo amaba.

Pero en aquel momento, siendo abandonada por aquel hombre precisamente por la misma razón por la que había sido desdeñada hacía tiempo, lo odio con casi tantas ganas como odiaba a Charles Xavier.

.

.

.

James Howlett contuvo, con esfuerzo eso sí, un gesto de inquietud al escuchar de boca de la marquesa de Xavier que su hijo se encontraba indispuesto, el olor a enfermedad no había llegado con ella precisamente, pero no tenía razones para pensar que no era cierto, ella no olía a mentira y, en todo caso, la marquesa no tenía razones para mentirle a él.

Y ahí estaba Logan, sentado en una mesa larga para 18 personas, si su conteo de silla era el indicado, ocupando una de las sillas y siendo ocupadas otras tres, frente suyo la hermosa hija adoptiva de los marqueses, lady Raven estaba sentada con aspecto de princesa prisionera a un lado, beta... sería complicado casarla con algo más poderoso, por hermosa que fuera, la mayoría de títulos nobles estaban ocupados por alfas y estos buscarían por encima de todo omegas como consortes.

Presidiendo la mesa se hallaba el señor de la casa, el marques que comentaba alegremente acerca de las últimas carreras de caballos, un tema que nunca era demasiado explotado, al lado del marques se hallaba la marquesa que sonreía a su esposo educada, aunque Howlett podía insinuar que apenas entendía de que hablaban.

Evitando comentar nada se llevó la copa de vino a los labios, paladeo sin prisa disfrutando el bouquet de la bebida al aspirarlo, por encima de la copa vio a Raven apretar las manos un poco ansiosa, como si quisiera que la reunión acabara pronto, una cosa un poco tonta si se lo preguntaban, la muchacha no podría escapar de su destino por mucho que quisiera y continuara espantando a sus pretendientes.

Se permitió una sonrisa al comparar, sin mucha suerte para la rubia, a Charles con su hermana.

No se engañaba, el muchacho era joven, eso cualquiera lo veía, pero también inteligente y dispuesto a aceptar su realidad, cuando era necesario, recordó su expresión dulce, los labios entreabiertos y los ojos brillando en la noche, antes de reír claro y libre como un ave, el recuerdo del hijo de Xavier era agradable, demasiado para un hombre que como él, ya era experimentado.

¿A que venía sentirse así con el recuerdo de un niño?

-¿No lo cree así? –preguntó el marqués y James le miró, tranquilo en apariencia, mientras su mente correteaba a preguntarse qué diablos le habían preguntado.

-Ciertamente –sus labios dieron un asomo de sonrisa y dejo la copa a un lado, recordando el tema –apostaría por ese caballo –tiro un farol en ese último comentario, hablaban de caballos, quizá hablaran de un ejemplar... era lo usual.

Su interlocutor asintió, y Logan oculto un suspiro de alivio.

-Estoy de acuerdo, su primo, Shadow tiene ejemplares magníficos pero Maximus, su alazán oriental es el campeón de este año.

James asintió, no había ido a ninguna carrera aún, no le interesaban los caballos si estos no eran suyos, el que alagaran el caballo de Sebastían Shadow, alguien que según sabía estaba interesado, como él, en Xavier, no le hacía precisamente feliz, volvió a ver al caballero, su frente amplia y los ojos inteligentes, y contuvo un comentario al respecto, ni siquiera era necesario, dudaba que aquel hombre tuviese una doble intención al comentar aquello.

-Debo concordar, es un ejemplar magnifico –estuvo de acuerdo, sin hundirse en detalles -¿Tiene usted caballos en carrera este año, marques?

-Mucho me temo que este año mis alazanes no están en carrera –fue la respuesta del noble, asintiendo al mayordomo cuando este sirvió el postre.

-Es una pena, sus caballos son reconocidos excelencia –adulo un poco, como era necesario dadas las circunstancias.

La conversación continuo y la cena también, la pareja de marqueses supo hacer agradable la misma, ella era inteligente y hermosa, él era importante y sabía hablar de política sin crear discordia y Raven, su hija, sabía estarse callada.

Al final solo quedaba despedirse.

-Nos disculpamos una vez más por la ausencia de mi hijo –dijo la marquesa, cuando se levantaban de la mesa, se supondría que él tendría tiempo aún de ir a algún club de caballeros.

Logan la observo y al final asintió.

-Por favor hágale llegar mis saludos, me habría gustado verle, pero aun quedarán otras ocasiones ¿Han sido invitados a la fiesta de té de los Wallcott? –preguntó, en tono lento y amable, la fiesta de té era en dos días, y sería perfecto para verle.

-sí, hemos sido invitados y pretendemos asistir –sonrió ella, mientras el marques sonreía a su lado.

-En tal caso, espero verlos allí, ¿Le hará llegar mis saludos a su hijo?

-Se los haré llegar –sonrió ella y Logan se despidió de ambos subiendo a su carruaje al poco tiempo.

El blasón de su familia se reflejaba en la noche, mientras la familia lo despedía aun en la puerta.

.

.

.

-¡Es un hombre magnifico Charles! –dijo Raven, con las manos juntas frente a su hermano, que la miraba sentado sobre la cama, no le habían dejado asistir a la cena por tanto Raven le contaba todo con lujo de detalles.

-debiste ver cuando entro... ¡Nunca vi nada tan fascinante!

Por cierto, te trajo flores.

Se miraron a los ojos, Charles sonrió un poco solamente, viendo sobre la mesa en el florero, el ramo de lirios blancos y rosas que le había traído.

-Son hermosas –dijo en tono un poco enternecido.

-Por cierto...

Raven le sonreía.

-Lo veras en la fiesta de té de lady Wallcott, pasado mañana, por tanto mañana podremos ver que traje te pones –Raven empezó a aplaudir, los hombros de Charles se bajaron de golpe.

-Mañana... -dijo en apenas un hilo de voz.

Su hermana calló, repentina, y se miraron, ella creyó entender.

-Es verdad, mañana viene

-Erick Lensherr.

-Sebastian Shadow.

Hablaron al mismo tiempo y la hermosa rubia abrió la boca sorprendida.

-¿Quién?

Charles volvió a cerrar los ojos y se apoyo contra la madera del respaldo de su cama, sentía que podía enfermarse, Shadow contaba con el agrado de su padre, por extraño que fuera y él aún tenía que decirle a su padre que le había dado a Lenssherr permiso de asistir a su casa....

- Erick Lensherr, Raven –gimoteo –me abordo en el parque y no pude decirle que no a su visita ¿Por qué me pasa esto a mí? –pregunto al aire, apretando las manos.

Sui hermana solo sonrió inquieta.

-¿Debería decirle a padre que suba?

-Por favor.

Charless trató de mantenerse tranquilo mientras esperaba que su padre subiera a su habitación, pero no podía estarse en paz, estaba nervioso y asustado en cierto modo.

Desde un punto de vista estaba bien que fuera cortejado tan pronto y por hombre como aquellos, desde un punto de vista superficial.

Pero por otro lado, adivinaba que en cuanto se supiera él debería junto a su familia comportarse educadamente.

Aquellos hombres, Erick Lensher, James Howlett, y Sebastian Shadow caían en una descripción que una vez Marcial le había hecho.

Por tanto...

Debía tener cuidado, no confiarse y rogar que todo saliera bien.

Pensó en los tres, no era ingenuo, las intenciones de ellos eran claras.

Como en el cuento de Paris y las tres diosas él debía escoger.

La voz de Marcial se coló en su mente.

"¿Acaso no lo adivinas? Míralo solamente, advertirás lo apuesto que es. Y como además es rico y persona de importancia, los omegas revolotean a su alrededor como estúpidas mariposas ante una lámpara encendida... después, cuando no se casa con ellos o ellas, cuando se cansa de tener sus dulces brazos alrededor de su cuello, se retiran sollozando amargamente con el corazón destrozado"

Parpadeo y vio a su padre cruzar las puertas de su habitación.

-Charless.

-Padre.

No debía engañarse, ellos tenían esa reputación, como Marcial había tenido la suya.

"Nunca podré casarme contigo Charless, aunque te ame... nunca"

"No te pido que lo hagas, no te quiero como marido"

Se había casado antes con alguien que cumplía las expectativas sociales como él cumplía las expectativas de Shadow, Lensherr y Howlett.

-Debo decirte algo: esta tarde se me acerco el arconte de Ansalli.

Sonrió tímidamente, su padre le miro preocupado.

Pensó de vuelta en Howlett y sus pensamientos de preocupación por él, así como en aquellos que alababan su belleza... no cabía dudas de que sentía cierta atracción y comodidad por ese hombre.

Odiaba a Lenssherr por lo que se decía de él... aunque su presencia amenazara, cuando estaban cerca, con acabar con él y sus defensas.

Y por Sebastián Shadow sentía algo parecido al sentir de un guerrero ofendido.

Se fijó en el azul de los ojos de su progenitor, amables y en expectativa.

Habría mujeres que le odiarían si aún amaban a esos hombres.

Pensó en la condesa Suffore, aquella mujer que había deshonrado a Marcial.

-Me pidió permiso para hablar contigo.

Y pensó, tontamente, que si él no hubiese sido amado por Marcial, también la habría odiado.

Pero Marcial estaba muerto, muerto para siempre.

No volvería a su lado nunca, solo le quedaban recuerdos vacíos de un hombre que aunque amante y dedicado, no había sido para él.

Lensherr había dicho que eran almas gemelas, pensó mientras su padre esperaba que él continuara, pero ser almas gemelas no era prueba de nada, como amarse con toda el alma tampoco era seguro de que algún día terminaran juntos.

-Le dije que sí, que podía venir mañana. 

 

 


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