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La Ciudad de los Muertos por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

Hola, holu, holi :3 

Sé que a más de alguno/a le dije que actualizaría el miércoles y...no pude hacerlo e_e 

(Los motivos no importan...) el caso es que estaba pensando en hacer una página de facebook para estar informándoles sobre las actualizaciones del fic.No sé..que piensan ustedes (?)

Capítulo un poquitín más largo de los caps cortos que acostumbro a subir últimamente xDDD

Espero que les guste :3  


PD: En esa pequeña encuesta donde pregunté cuál era su personaje favorito, al parecer ganó Ethan (Y Cuervo le sigue muy de cerca xd) Y bueeno xd hice este << dibujo >> de Eth x3  

Como siempre, si encuentran algún error háganmelo saber :3 

Gracias por leer :) 

Capítulo 52: “Saber a qué atenerse” 



A veces, nos encontramos dando vueltas y vueltas creyendo que intentamos alcanzar un objetivo. Lo necesitamos; una meta, una esperanza, algo que nos mantenga vivos y nos haga creer que encontraremos la luz al final del camino. Pero otras veces, muchas de esas veces, ese objetivo, ese lugar maravilloso que buscamos alcanzar simplemente no resulta ser como lo imaginábamos.

Sabíamos que lo que veríamos iba a ser sobrecogedor, pero nunca imaginé que fuese tan terrible.

Supe que habíamos llegado al centro mucho antes de llegar a la ciudad misma. A lo largo del camino había visto destrucción, muerte y ruinas. Pero lo que tenía frente a mí era un auténtico caos.

La carretera amenazaba con terminar cuando restos de una centena de autos aparecieron frente a nosotros, como si de pronto todo el movimiento de esa ciudad se hubiese detenido precipitadamente, y podía apostar que así había sido. Un manto gris parecía cubrir la ciudad, y a lo lejos se podían divisar las llamas de edificios que aún parecían arder. Casi involuntariamente, todos nos apiñamos en el rincón izquierdo de la camioneta cuando un zombie saltó por el lado derecho, golpeando contra la ventana. El golpe sonó seco, pero nuestro vehículo era blindado y parecía seguro. Me aferré al brazo de Ethan, sintiéndome ansioso y nervioso. Había mucha gente ahí fuera, demasiada para mi gusto, tanta que creí que el vehículo no podría seguir avanzando y quedaríamos atrapados en un mar de gente medio muerta que caminaba sin rumbo alguno y que se alteraba al sentir el motor de la camioneta.

Cuando notamos que ellos no podrían romper los vidrios, todos volvimos a nuestras posiciones anteriores, intentando controlar los sobresaltos y escalofríos que llegaban a nosotros con cada golpe contra la coraza del automóvil.

Una ventanilla lo suficientemente grande como para dar espacio a una o dos personas se abrió en el techo. Yü y Ayame asomaron medio cuerpo por ella y con fusil automático en mano comenzaron a disparar, para limpiar el camino. Les vi caer… a muchos de ellos frente a nosotros, como lo había visto tantas veces, pero esta vez se me hizo mucho más desagradable. La camioneta saltó, una y otra vez, pasando por encima de algún cuerpo y las ventanas se mancharon de la sangre que salpicaban esos cuerpos. Cassie gritó horrorizada y se cubrió en su hermano para no seguir viendo. Ethan seguía mirando por la ventana, perdido; perdido en ese grupo de gente que casi ya no parecía humana y que intentaba alcanzarnos a pesar de los disparos, a pesar de que esa camioneta altamente protegida podría pasarles por encima.

Intenté ponerme en su lugar. ¿En qué demonios estaría pensando? ¿Empatía por ellos? No lo creo.

Me le quedé mirando fijo, algo extraño había aparecido en sus ojos completamente oscuros; no era algo físico, no era algo que se pudiese notar a simple vista. Era algo que se sentía en el aire, algo que se veía sólo si le mirabas detenidamente. Algo había cambiado en aquella mirada arrogante y hostil a la que estaba acostumbrado.

Miedo.

   —¿Tienes miedo, Ethan? —pregunté en un susurro, muy bajo, sólo para que él me escuchara. No fue una burla, fue una pregunta seria. Incluso sería extraño que él no sintiese miedo, habíamos llegado al centro de la destrucción misma, al origen de todo este caos.

   —Tengo miedo… —murmuró apenas—. Miedo de estar en su lugar —confesó. Entonces lo supe. Claro, a Ethan no le asustaban las mismas cosas que a mí, él no le temía a los zombies, él temía convertirse en uno de ellos.

De pronto, se giró hacia mí.

   —Aiden… —susurró, tan bajo que apenas pude oírle. Posó ambas manos sobre mis hombros. Miré hacia todos lados, al parecer, la fiesta de matanzas que tenían Yü y Ayame arriba tenía acaparada toda la atención del resto.

   —¿Qué...qué pasa?

   —Debes prometerme algo —acercó su rostro al mío para decir eso, él definitivamente no quería que nos oyeran. Mis nervios aumentaron.

   —¿Q-Qué cosa?

   —Prométeme que si yo… —comenzó y antes de que terminara, supe lo que iba a decir.

   —Eso no va a pasar, Ethan —le interrumpí.

   —Eso no lo sabemos —contestó.

   —P-Pero… —intenté decir. Sus dedos se enterraron en mi piel y con ese gesto me obligó a callar.

   —Prométeme que si en algún momento me transformo en una de esas bestias, me atravesarás la cabeza con una bala —Lo dijo con tanta frialdad que todo mi cuerpo tembló en un escalofrío con tan solo oírle, y al imaginarme a mí mismo disparándole, un nudo se alojó en mi garganta.

   —N-No podría hacer eso, Ethan —balbuceé, subiendo levemente el tono de mi voz—. D-Digo, ¿cómo demonios me pides que…? —Una de sus manos acarició mi cabello.

   —Puedes hacerlo. Me encantaría que fueses tú el que lo hiciera.

Eso sonaba retorcido.

   —¿¡Qué clase de loco eres!? —estuve a punto de gritar. La mirada de Eden, quien se encontraba hablando con Jack sobre intentar subir al techo y ayudar a disparar, se dirigió fugazmente hacia nosotros al oírme elevar la voz, pero luego volvió al rostro de Jack. Me obligué a mí mismo a controlarme. Mis manos temblaron, Ethan debía estar jugándome una broma—. ¿Es una broma, no?

   —¿Tengo cara de estar bromeando? —Sus caricias sobre mi cabello aumentaron su ritmo, como si de pronto yo fuese una especie de cachorro nervioso que él intentaba calmar—. Por favor, Aiden. Cuando me convierta en uno de ellos… mátame.

Sentí cómo el calor abandonaba mi rostro y yo quedaba helado por los nervios. Me había puesto entre la espada y la pared.

   —No digo que vaya a ocurrir… —continuó—. Quizás sólo estoy diciendo esto porque estoy asustado —me estremeció el hecho de que él reconociera su propio miedo otra vez. Pero era cierto. Tampoco era como si Ethan se fuese a transformar en un zombie de un momento a otro. Ya no lo había hecho, estaba infectado hace más de una semana y aún no ocurría nada. Él sólo me estaba comentando su miedo a convertirse. Esos miedos no tenían por qué cumplirse.

Me sentí más tranquilo.

   —Está bien. Si te llegas a transformar en una de esas bestias, te llenaré la cabeza de plomo —bromeé. Él sonrió e infantilmente estiró el dedo meñique hacia mí. Solté una carcajada—. ¿Estás hablando en serio? ¿El meñique? —reí.

   —Sí —Él también rió—. Las promesas hechas por el meñique son irrompibles —noté cómo el miedo que me pareció ver en sus ojos comenzaba a desaparecer. Entrelacé mi dedo con el suyo.

   —Es una promesa de meñique, entonces —juré entre risas. Tomó mi mano y me jaló del brazo para abrazarme.

   —Te quiero, Aiden —susurró antes de besarme. No sé si fueron las palabras o la intensidad de sus labios que cayeron fugazmente sobre los míos, con esa dulzura que tanto me encantaba, lo que me hizo temblar y estremecer. Supe en ese momento que haría todo lo que estuviera a mi alcance para no perderle. Ya había perdido demasiado. No soportaría verle en riesgo una vez más.

“Las personas forman lazos fuertes en situaciones extremas” me había dicho Chris hace un tiempo atrás. Sabía que eso era verdad, lo había comprobado con toda la gente que tenía a mí alrededor. Pero también sabía que lo que sentía por Ethan era más que un simple lazo fuerte formado durante una situación hostil.

Le abracé con más fuerza.

   —No sé qué demonios ocurrió contigo, pero yo también te quiero, Ethan —Mis dedos se aferraron a su espalda como si de pronto él se fuese a escapar—. Y eres un imbécil, pero creo que eso sólo me hace quererte más.

   —Demonios, Aiden —rió él y me besó en la frente—. Jamás me habían dicho algo tan dulce.

La camioneta se detuvo de pronto. La ventanilla del techo se cerró y cuando volví en mí y nos separamos, todos nos estaban mirando, pero nadie dijo nada.

Steve, quien estaba al volante, carraspeó la garganta:

 —Tomen sus armas, chicos. Vamos a bajar —dijo.

Miré por la ventanilla. Estábamos estacionados en una calle no muy grande, frente a una casa que parecía ser la única que albergaba vida en su interior.

   —¿A dónde vamos? —me fue imposible disimular el temblor en mi garganta. Aún no llegábamos al Great Bridge—. Seguimos lejos del puente.

   —Hubo problemas con el Great Bridge, el grupo que habíamos enviado divisó algunos cazadores cerca del campamento y creen que ellos querían atacarlos para robarles los alimentos y las armas.

   —¿Y no intentaron ayudar? —pregunté.

   —Intentar ayudar sería un suicidio. Por eso nos estaban esperando. Iremos a ese campamento en cuanto nos reagrupemos. Y si los cazadores los invadieron, entonces les ayudaremos.

   —Está bien, pero sigo sin entender qué estamos haciendo aquí.

   —Esa es la casa de los padres de uno de nuestros chicos —contestó Steve, apuntando hacia la casa frente a nosotros—. Amablemente la cedió durante nuestra estancia aquí. Debemos bajar y llegar hasta la puerta.

   —P-Pero… —Casi me quedé sin voz al oír la idea de “bajar”—. Pero allí afuera…

Afuera estaba plagado de zombies. Moriríamos si intentábamos salir y caminar.

Una pequeña luz roja parpadeó frente a mis ojos y se posó sobre mi cara, obligándome a dirigir la vista de una manera bizca hacia la punta de mi nariz. La luz en forma de punto subió hasta mi frente. ¿Un láser? Sabía lo que eso significaba. Me quedé quieto en mi lugar, paralizado.

   —Tranquilo, amigo —Steve rió y apuntó hacia una de las ventanas del techo de la casa a la que debíamos llegar—. Saluda a Sam, uno de nuestros mejores francotiradores —levantó la mano en forma de saludo y una silueta que apenas si logré reconocer sobre el techo le devolvió el gesto. Pude volver a respirar—. Ellos harán casi todo el trabajo —presionó el botón que quitaría el seguro de las puertas—. Vamos, chicos. Son sólo algunos metros para llegar a la puerta. Una vez dentro, estaremos a salvo —sujeté bien la escopeta entre mis manos, con miedo a que se me soltara—. Uno… —comenzó—. Dos —respiré hondo—. ¡Tres! —Alguien abrió la puerta izquierda y todos salimos juntos, pero en orden. Por lo menos una treintena de ellos se encontraba fuera y apenas nos vieron corrieron como una manada de hienas sobre nosotros. Disparé la escopeta antes de que siquiera mi cerebro enviase la orden y volví a hacerlo una y otra vez mientras avanzábamos, sin importar el molesto pitido que dejaba cada disparo entre las paredes al interior de mis oídos. Cuando estábamos a punto de llegar a la reja, oí un grito delante de mí; a Cassie se le habían acabado las balas y una de las bestias saltó sobre ella. Me adelanté, le empujé para apartarlo y forcejeé con él, intentando mantener su boca lo más lejos de cualquier parte de mi cuerpo. Un disparo pasó rozando mi cabello y le dio al monstruo, justo en la cabeza. Respiré, al borde de un ataque de nervios. La bala había llegado desde el techo.

Alguien me tomó del brazo y me jaló para obligarme a entrar a la fuerza. Caí sobre Ethan al mismo tiempo que la reja metálica y llena de púas que guardaba la entrada era cerrada junto a un ruido agresivo que hizo vibrar toda la cerca.

   —G-Gracias… —balbuceé cuando logré recuperar la voz y me quedé unos segundos mirando el camino por donde habíamos llegado. Con horror, noté que alguien aún seguía en la camioneta—. ¡Steve! —grité e intenté acercarme a la reja ya cerrada, pero el grupo de zombies intentando pasarla y saltando sobre ella me atemorizó lo suficiente como para volver a alejarme. Steve parecía tranquilo, demasiado quizás para estar en una situación así. Oí un grito, una señal que hizo que el pelirrojo volviese a encender el motor del vehículo y derrapara sobre el piso mojado para dar una vuelta en ciento ochenta grados—. ¿Qué demo…? —El ruido de la puerta del garaje activándose me sobresaltó. La estaban abriendo.

   —¿¡Qué diablos están haciendo!? —Ethan pareció reaccionar antes que yo, porque apenas la cortina metálica subió lo suficiente como para que el grupo de zombies que estaba fuera pudiese entrar, él me agarró del brazo y me arrastró hacia un lado para alejarme de ella. El motor de la camioneta chilló con fuerza y vi cómo Steve se dirigía hacia la puerta a toda velocidad.

Lo demás fue tan rápido que apenas si pude verlo. El capitán Steve, en una maniobra de película, logró ingresar la camioneta al garaje, estrellando levemente la parte delantera con una de las puertas que conectaba con el interior de la casa. La cortina de metal se cerró con rapidez, pero diez de ellos lograron entrar. Cuando reaccioné, uno ya se hallaba muy cerca de mí. Vi a Ethan impulsarse y saltar sobre él como una fiera, para tomarle la cabeza y golpearla contra el piso. Entonces, lo que vi después fue incluso más impresionante que las maniobras de Steve al volante. Las nueve bestias rodearon a Ethan y yo levanté mi arma para disparar y ayudarle, pero una mano fuerte sujetó la mía.

   —Espera —Ayame me había agarrado de la muñeca y la apretaba con tanta fuerza que me vi obligado a soltar el arma.

   —¿¡Qué demonios estás haciendo!? —gruñí y forcejeé con ella para que me soltara. Vi que Yü había reducido a Teo y que Eden, Jack y los demás chicos estaban siendo apuntados por hombres de La Resistencia. Todos menos Ethan, que estaba a punto de ser atacado por esos nueve zombies—. ¿¡Qué es esto, Ayame!? —grité—. ¿¡Una maldita trampa!?

   —No. Es una prueba —sonrió la chica, con una sonrisa amable que intentaba tranquilizarme—. El doctor Morgan está observando desde una ventana —me soltó el brazo, pero tomó mi arma—. Tú mismo dijiste que a La Resistencia le interesaría el caso de una persona que fue infectada, pero que logró resistir. El doctor cree que los sujetos que logran sobrevivir a una mordida ya no son los mismos después de ser infectados. Vamos a comprobarlo.

   —Perra… —gruñí entre dientes.

   —No te enfades conmigo, Aiden —contestó. Intenté avanzar y acercarme a Ethan a pesar de estar desarmado, pero unas manos, seguramente de uno de los chicos de La Resistencia, me agarraron con fuerza por el brazo y lo torcieron hacia atrás, doblándolo contra mi espalda en una llave, causándome un gran dolor.

   —¡Suéltame, hijo de puta! —intenté mirar hacia atrás para encarar al que me estaba realizando esa llave, pero él sólo aplicó más presión, lo que intensificó el dolor—. ¡Suéltame!

   —¡Aiden! —Ethan me miró, descuidando su atención.

   —¡Ethan, cuidado! ¡Van a atacarte! —grité. Ethan reaccionó justo a tiempo para darle una patada al que había saltado sobre él. Decir que lo envió volando un par de metros es poco, la bestia se estrelló contra la camioneta y de alguna forma, la abolló visiblemente.

Desde que todo este caos empezó, jamás había visto una actitud en alguna de estas bestias que diese indicios de que ellos pudiesen razonar, pero por algún motivo fuera de mi comprensión, ellos comenzaron a alejarse de Ethan; como si pudiesen oler el peligro que él significaba, dispersándose y empezando a correr en distintas direcciones, para atacarnos a todos.

Entonces el hombre que me mantenía sujeto me dio un empujón, un impulso lo suficientemente fuerte que me envió al centro del jardín y me hizo caer de bruces al suelo. Mi rostro quedó incrustado en tierra húmeda e intenté reincorporarme para quitarme el barro de la cara y cuando lo hice, todas las miradas de esas bestias se posaron sobre mí. En un acto de desesperación o inteligencia, el tipo de La Resistencia me había lanzado como carnada.

Me levanté con rapidez, pero una bala resonó muy cerca de mi oído, terminando de alterar mis nervios y poniendo a temblar mis rodillas.

   —¡No vas a moverte de ahí, Aiden! —gritó Steve, bajándose de la camioneta. Él había disparado el arma para llamar mi atención, ahora me apuntaba directamente a la cabeza.

Entonces me di cuenta. Yo sí era una carnada, una carnada que atraería a las ocho bestias que quedaban.

Y ellas atraerían a Ethan, para obligarle a luchar.

Me quedé en mi lugar, no podía hacer nada más. Todos ellos corrieron hacia mí y lo único que atiné a hacer fue intentar esquivarles, con lo difícil que significa evitar a ocho maniáticos fuera de sí mientras estos están tratando de comerte. Forcejeé con uno y caí al suelo; el peso de la bestia cayó sobre mí, agarré una piedra que tenía cerca y le golpeé en la cabeza. No logré mucho salvo distraerlo, no había golpeado lo suficientemente fuerte. Pero una de las botas de Ethan sí lo logró cuando él le dio una patada que envió al monstruo lejos de mí.

Gritos de asombro inundaron todo el lugar.

Los ojos de Ethan se veían demasiado molestos. Me tomó del brazo y me levantó con fuerza; sin cuidado, situándome tras su espalda y protegiéndome. Ni siquiera permitió que ellos intentaran alejarse otra vez; corrió hacia uno y le saltó encima, agarrándole del pelo y estrellando su cabeza contra el piso, estremeciendo el suelo. Desenfundó uno de los cuchillos que siempre traía consigo y se lanzó sobre el tercero. Cerré los ojos con fuerza al notar su intención de atravesarle la cabeza con él.

Luego, sólo oí cinco disparos que me obligaron a cubrirme los oídos y tirarme al suelo, intentando protegerme.

Cuando volví a abrir los ojos, Ethan estiraba una mano hacia mí.

   —¿Estás bien? —preguntó, intentando sonreír. Asentí con la cabeza nerviosamente; él no podía engañarme, los profundos y punzantes ojos negros le delataban. Él estaba furioso. Peligrosamente furioso.

Tomé su mano. Frente a mí, los ocho cuerpos de aquellas bestias insaciables estaban tirados por el piso humedecido. Él les había matado a todos… tan rápido, que todos esos rostros sorprendidos y algo asustados que veía a mí alrededor apenas si podían creerlo. Ambos caminamos hacia nuestro grupo; donde se encontraban Eden, Jack, Chris, Teo, Claire, Ivy y Cassie; esas personas que habían estado junto a mí todo este tiempo, esas personas que ahora podía llamar familia, esa que nunca iban a traicionarnos. Eden se acercó a su hermano y le palmeó la espalda en un abrazo.

   —Bien hecho.

   —¿¡Bien hecho!? ¡Eso ha sido perfect…! —Steve tuvo que callar de golpe para esquivar el cuchillo que Ethan le lanzó. Empecé a sentir cómo la sangre comenzaba a congelarse otra vez dentro de mi mano, como si de pronto él me hubiese soltado. Terminé de darme cuenta de que Ethan ya no estaba a mi lado cuando oí un golpe áspero que apenas duró un segundo y que se escuchó como hojas secas siendo aplastadas por botas pesadas.

   —¿¡Qué mierda les pasa!? ¿¡Acaso creen que están en el coliseo romano!? —La voz de Ethan se oyó furiosa luego del golpe.

   —¡Sam! ¿¡Sam, estás bien!? —Mis ojos se dirigieron a los gritos, Ethan estaba ahí. ¿Cómo demonios se había movido tan rápido? Eso no importaba; había golpeado al hombre de La Resistencia que me había empujado hacia el centro del jardín y me había convertido en carnada para zombies. El pobre chico, de no más de veinte años, yacía en el suelo mientras se cubría la nariz que parecía estar sangrando. Corrí hasta Ethan para intentar calmarlo y evitar una pelea, pero no fue necesario.

La puerta principal se abrió y de pronto, un olor agradable se esparció desde el interior de la casa. Escuché una voz familiar, chillona y aguda que me hizo sonreír involuntariamente, seguida de un ladrido que no tardé en reconocer.

   —¡Aiden! —Amy corrió hacia nosotros y me saltó encima. Casi por instinto, estiré mis manos hacia ella y la tomé en mis brazos—. ¡Por fin llegaste, Aiden! —se abrazó a mi cuello infantilmente y una extraña sensación me llenó el pecho, haciéndolo arder. Fue alegría, quizás mezclada con algo de angustia; una composición confusa y profunda que me ahogó por un momento, robándome el aliento. Amy de pronto se había transformado en melancolía, en todo lo que había perdido, en todo lo que tuvimos una vez y que ya no volvería, justo como lo fue Ian, Amy también era esa parte del mundo que habíamos perdido. Porque estaba perdido y lo sabía, ya no había vuelta atrás; incluso si lográbamos salir de esta y lográbamos atravesar el Great Bridge y encontrábamos allí el paraíso mismo, ya no habría vuelta atrás. Las personas que vimos caer no volverían a levantarse. Su vida, nuestra vida. Nada volvería a ser lo de antes.

   —A-Amy… —sentí que se me quebraba la voz al abrazarla. Recordé a su madre, recordé la promesa que le hice. La cuidaría y la protegería, pase lo que pase.

   —Les estábamos esperando… —Una voz profunda, masculina y madura llegó a mis oídos y nos sacó a ambos del momento—. Lamento haberles hecho pasar por todo esto, pero necesitaba ver en terreno lo que era capaz de hacer este chico —bajé a Amy de mis brazos y la tomé de la mano, preparándome para verle el rostro al bastardo que había ordenado esa estúpida prueba para Ethan—. La primera conclusión que saqué… es que definitivamente él es un buen compañero —rió y la figura de un hombre de piel oscura, de unos cuarenta años apareció delante de mí. Contrario a lo que me imaginé, el hombre, que aún vestía un delantal de médico, me pareció amable. Sonrió y acarició con la palma de la mano su cabeza rapada—. Mi nombre es Sean Morgan —se presentó—. Soy médico —Abercrombie se acercó a él y él le acarició el lomo.

El famoso doctor Morgan.

Ethan llegó a mi lado y me tomó del brazo. —¿Quién demonios…? —intentó decir.

   —Lo lamento mucho —Morgan interrumpió, volviendo a disculparse—. Pero me informaron que eras portador del virus y que te habías comprometido a colaborar —Ethan me lanzó una mirada punzante que quería decir: “Todo esto es tú culpa” y quizás tenía razón, yo había negociado por él, pero lo hice para salvarle el culo.

El doctor Morgan aplaudió un par de veces.

   —¡Bueno! ¿Qué tal si discutimos todo adentro? —abrió la puerta de par en par y ese delicioso olor que había sentido se hizo más fuerte, era comida. Deliciosa comida—. Además tengo entendido que uno de ustedes necesita revisión médica urgente. Vamos, todos adentro. Hoy es un día especial, no vamos a pasarlo afuera, pasen —Yü y Ayame fueron los primeros en entrar, seguidos de los demás chicos de La Resistencia e incluso Sam, el chico que me había salvado de ser mordido y que luego me había arrojado como carnada. Jack y Eden también entraron. Suspiré, rendido.

   —Vamos, Ethan —Esta vez yo le jalé del brazo y le obligué a entrar, sabía que él no lo haría por su cuenta.

Dentro, todo parecía demasiado acogedor, tanto que me hacía desconfiar.

Lo acogedor y cómodo en estos días duraba muy poco.

Notas finales:

Bueeeno ! está claro que las cosas no irán bien de ahora en adelante (?) xDDD entramos a la recta final :P 

Crítricas, comentarios, preguntas? Pueden dejarlo todo en un lindo -o no tan lindo- review :3 

Abrazos x3 



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