Mello dejó caer los dados que tenía entre las manos, ganándose la mirada de Matt.
—¿Qué has dicho? —Roger, al igual que los otros dos, se sentía completamente confundido, no era algo que se escuchara todos los días.
—Estaba en mi cuarto —el niño tenía dificultad para hablar entre sus propios sollozos—. Abrí la ventana porque había tirado un refresco y quería que secara rápido… Cuando la abrí, vi a Near parado en el medio del patio y poco después, dos hombres se acercaron a él y se lo llevaron.
Roger le tomó del brazo y echaron a caminar en dirección a su oficina. Mello se levantó de golpe y empezó a seguirlos—. ¡Oye, Mello! —Matt aventó los dados al baúl y corrió para alcanzarlos, esperaba que no les regañaran todavía más por hacerlo.
Los cuatro ingresaron a la oficina, Roger soltó al chico y caminó hasta su computadora, donde configuró para que mostrara las cámaras de vigilancia, sus dedos se movieron nerviosamente por el teclado mientras recorría hasta la hora indicada—. No es posible… —murmuró, viendo cómo las cámaras que tendrían que mostrar el patio principal, la puerta de entrada y la salida trasera, no funcionaban, estaban desactivadas.
—Tal vez yo pueda recuperar algo —Matt se apresuró a decir, haciendo que Roger notara la presencia de ambos ahí.
—Jayden, descríbeme la apariencia de aquellos hombres, cuántos eran, cualquier detalle relevante que tengas —Roger le hizo una seña para que se sentara frente a él, mientras que a Mello y Matt les indicaba que se acomodaran en el sillón.
—Eran dos, altos y de aspecto bastante desagradable… —se mantuvo en silencio un par de minutos—. Hablaban en un idioma diferente, ¡como el de Mello!
—¿Cómo el mío…? —Mello no entendía qué se refería y que tuviera relación con él, le desagradaba.
—Cuando estás muy enojado dices palabras raras…
—¿Esloveno? —Matt se rascó la cabeza—. Di algo en esloveno.
—Bedak*.
—Qué lindo —Matt rodó los ojos, devolviendo la mirada al otro chico.
—S-Sí, ese era el acento —el otro se encogió—. Watari, ¿qué querrían con Near?
—Cálmense, lo averiguaré y verán que todo estará bien, vuelvan a sus habitaciones —contestó sin levantar la mirada.
Mello iba a decir algo pero Matt le jaló, dándose cuenta de que si le permitía que hiciese eso, Roger terminaría por correrlos y aislarlos de todo lo que tuviera que ver con esta situación. Haciendo un gran esfuerzo, lo jaló por los pasillos hasta que llegar a su habitación.
—¿Por qué me sacaste? —Le miró con enojo.
—Escucha, Mello, sé que te sientes culpable por lo que pasó pero…
—¿¡Qué estupideces dices!? —Explotó—. Por supuesto que no es mi culpa, él fue el idiota que salió cuando no debía.
Mello se metió al baño, azotando la puerta lo más fuerte que pudo. Como odiaba que Matt dijera esas cosas, odiaba que tuviera razón. Sí, se sentía culpable por lo que había pasado, sabía que Near salió por que él lo había molestado y destruido algo que, pensándolo bien, el no sería capaz de hacer ni en sus más remotos sueños «Él se lo busco… si él no me hubiese molestado, yo no hubiera derrumbado su porquería.» Se dijo, abriendo la llave de agua fría y metiéndose con todo y ropa. Hacía un frio que sería digno de una era de hielo y el agua le empezaba a causar la sensación de que su piel se hacía dura y susceptible a romperse con el simple tacto pero no le importó.
—¿Por qué debe de estar relacionado a mí? —Preguntó, como si no fuese suficiente, las personas hablaban esloveno, su lengua madre.
—Oye, Mello, Roger quiere hablar con nosotros —la voz de Matt le sacó de su congelante estado.
—¿P-Para qué? —Se sorprendió al darse cuenta que el tartamudeo se debía al temblor en su labio por el frío.
—No sé, solo nos dijo que fuéramos —Matt intentó abrir pero encontró cerrado—. Sólo sal de ahí y vístete, no creo que le guste esperar.
Mello cerró la llave y salió de la tina, sentía algunos dedos entumidos y otros le dolían. Si se enfermaba, sería un asco. Se vistió con otro juego de ropa idéntico al que traía y salió, evitando la mirada de Matt.
[…]
—Sí, ya los he llamado, L —Roger suspiró, sentándose en la silla—. ¿Estás seguro que está relacionado?
«Hay un noventa por ciento, me atrevería a decir que noventa y cinco de probabilidad de que así sea.»
Roger apretó la pluma que tenía entre manos.
—Aquí estamos, Roger —levantó la mirada cuando escuchó a Matt, encontrándose con que Mello no le daba la cara.
—Cierren la puerta y siéntense —dijo con voz seria.
«Mello, Matt, lamento molestarlos pero necesito su ayuda»
—¿L? —Mello levantó la cabeza de golpe—. ¿Por qué…? ¿En qué podemos ayudar? —Si L estaba involucrado, la situación de Near no era nada buena.
«Estoy consciente de que saben el caso en donde estoy trabajando, superficialmente.»
—Sí, sabemos de algo pero no tenemos mucha información —Matt suspiró, era obvio que aquello no iba por buen camino.
«Una mafia ha causado demasiados problemas a demasiadas personas. Sin embargo, han surgido algunas situaciones que han complicado enormemente el avance.»
—L, lo de Near es…
«Sí. El porcentaje de que esa misma mafia sea la responsable de la desaparición de Near, es alta, por eso me veo en la necesidad de pedir ayuda a ustedes, mis sucesores. Lo hago con el fin de ayudarles a mejorar y también, para protegerlos. Pueden pensarlos hasta la noche de hoy…»
—¡No! Iremos contigo, te ayudaremos —Mello se levantó, apretando la envoltura de chocolate que traía entre manos.
—¿Qué hay de ti, Matt? —Roger lo volteó a ver.
—Pff, es obvio que sí, iré —sonrió con complicidad, levantándose y cruzándose de brazos.
«Gracias. Watari irá por ustedes esta noche.»
La llamada se cortó, sumergiendo a la sala en un silencio denso y pesado. Mello había sacado otra barra de chocolate y se encontraba mordisqueándola nerviosamente, Matt se estaba acomodando los goggles y Roger tecleaba en su computadora.
—Vayan a preparar su equipaje —finalmente fue Roger quien lo rompió.
—Roger… ¿de dónde es esta mafia?
—Eslovenia, Mello.
Mello no contestó, simplemente salió de la habitación y caminó hasta la biblioteca, donde, por fortuna, no había nadie. Necesitaba calmar todos aquellos sentimientos que se arremolinaban con violencia dentro de su cabeza, por un lado estaba la culpa y por otro, el desinterés. Además de que la idea de volver al país que le había visto nacer pero que, odiaba tanto, no sonaba nada alentadora.
Recordaba que días antes había deseado explicar el por qué pensaba siempre en ese estúpido albino que le sacaba de quicio y ahora, que había desaparecido, empeoró.
—¿Crees que así te librarás de mí, Near? —Murmuró—. Pues estás equivocado, te encontraré y volveré a ser yo el único…
«El único en el que pienses»