Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Erase una vez... mi historia por Killary

[Reviews - 47]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Date  vuelta

Date  vuelta y mira en mi dirección

Así conectaremos

No puedo hablar, no puedo hacer un sonido

Para  de alguna manera captar tu atención

Estoy mirando fijamente tu perfección

Mírame para que puedas ver

Lo hermoso que eres

(Stranger – Secondhand Serenade)

 

 

 

2.   Tus ojos en los míos

 

 

 

— Gustavo, ¿eres tú? — Había dado solo un paso dentro del departamento cuando escuché la voz de mi madre.

 

— Sí, mamá

 

— Por fin llegas, empezaba a preocuparme. Cierra bien la puerta y acuéstate que es muy tarde. — Me dijo desde su habitación.

 

— Ok mamá, buenas noches— Dije mientras ponía llave a la puerta.

 

— Buenas noches hijo.

 

 

Caminé hasta mi habitación, entré cerrando la puerta tras de mí y me senté en la cama dando un suspiro. Sonreí de medio lado al ocurrírseme algo, saqué mi celular del bolsillo y escribí “Buenas noches, dulces sueños”. Luego envié el mensaje a Jair… Jair… ¡Había invitado a salir a Jair! Solté una risita al recordar su cara en shock cuando se lo pedí.  ¿Cuántas veces había intentado acercarme para hacerlo? Muchas. Muchísimas. Nunca tuve el valor suficiente. Hasta hoy, que lo encontré sentado allí en ese parque… Se veía tan solo, con esos ojitos verdes tristes y el cabello castaño alborotado. Siempre me había gustado. Desde la primera vez que lo vi en el instituto, sentado junto a otro chico durante el receso. Empecé a recordar…

 

 

 

— ¿Quién es? —  Pregunté a mi amigo Franco haciendo un gesto con la cabeza, mientras cruzábamos el patio camino a la cafetería. Era mi primer año en este instituto así que no conocía a casi nadie.

 

— ¿El rubio? Es Carlos — Dijo sin darle mayor importancia.

 

— No… el otro…

 

— Ah, ese es Jair…— Me quedó mirando un rato en silencio, debió notar que ese muchacho había llamado mi atención... Y es que él me conocía demasiado bien, no por algo era mi mejor amigo desde siempre, nuestras madres se conocían desde la universidad. Se acercó a mí y me susurró — Dicen que están “juntos”— recalcó la palabra haciendo comillas con sus dedos — ¿Entiendes? — Miré disimuladamente hacia donde estaban Jair y Carlos, luego a Franco y asentí con la cabeza.

 

 

Desde ese día, cada momento libre que tenía  en el instituto me la pasaba observándole sin que nadie lo notara. Conocí su sonrisa, la manera en como bajaba la vista y se cogía el cabello cuando estaba nervioso, como se mordía el labio y entrecerraba los ojos cuando dudaba, el hermoso puchero que hacía cuando se enojaba, el sonido de su risa… Todo eso lo aprendí viéndolo mientras estaba con Carlos. Los celos me consumían. Eran casi inseparables. Llegaban juntos a la escuela y se iban juntos también. Conversaban sentados en una banqueta bajo un árbol todo el receso. Poquísimas veces vi solo a Jair. Y en esas veces nunca tuve el valor de hablarle. Me sentía un cobarde. Aunque en varias ocasiones le sonreí a lo lejos en modo de saludo, y para mi sorpresa él correspondió con el mismo gesto. Solo eso bastó para seguir enamorándome cada día más de él.

 

 

Después de meses de torturarme a mí mismo con este amor unilateral, decidí olvidarlo. Un viernes por la noche llamé a Franco para que me acompañe al Luna Llena, una disco gay en la cual su primo Ángel trabajaba por lo que no teníamos problemas para entrar. Franco no era gay, pero era amante del buen sexo sin complicaciones, así que a la hora de elegir le daba igual un hombre que una mujer. Solo le interesaba un buen polvo y luego si te vi no me acuerdo.

 

— ¡Hola chicos!— Nos saludó Ángel moviéndonos la mano para que nos acercásemos a la barra. Tenía 25 años y toda la pinta de surfer, un muy buen cuerpo bronceado y el cabello rubio quemado por el sol. Con su 1.80 era tan alto como yo.

 

— Que tal Ángel— saludé mientras cogía uno de los vasos que nos ofrecía y bebía un poco de ese líquido azul.

 

— Primo, ¿cómo va la noche? — Preguntó Franco mirando alrededor como cazador buscando presa.

 

— Creo que hoy será tu noche — le respondió guiñándole un ojo y alcanzándole un vaso igual que el mío.

 

—Gus, mira allá — dijo de pronto Franco, tocándome el hombro y señalándome hacia los sillones que se encontraban en una esquina algo alejada. Abrí los ojos con sorpresa. Sentados allí estaban Jair y Carlos. Besándose. Creo que mi corazón dejó de latir por unos momentos. — Hey Gus, ¿estás bien? — La voz de mi amigo me sacó del trance en el que me encontraba.

 

— Sí, claro — Respondí girándome otra vez hacia la barra para dejar de ver aquella escena que se me había grabado en la retina. Franco me miró seriamente levantando una ceja. No me creía nada.

 

— Bueno, bueno, hemos venido a divertirnos así que relájate. – Su vista se quedó fija en un punto lejano. — Ya vuelvo, voy a dar una vuelta. — Dijo y desapareció entre la gente que abarrotaba el lugar. Suspiré sin moverme de la barra, ni apartar los ojos de mi vaso. Sentía que la noche había acabado para mí. No sé cuántos vasos más de ese líquido azul  tomé. Ángel de vez en cuando se acercaba y me hablaba, pero no entendía que me decía, no le prestaba atención. Algunos chicos  coquetamente se me acercaban haciéndome  conversación. Los ignoré a todos. Necesitaba un poco de tranquilidad.

 

 

Me dirigí hacia los baños. Al girarme no pude evitar mirar hacia los sillones donde había visto a Jair con el rubio. No estaban ya. Seguro se habían ido. Mejor. El pasillo que tuve que cruzar estaba lleno de parejas besándose y metiéndose mano. Y claro, allí estaba Franco, acorralando y devorando a un pequeño pelirrojo. Pasé evitando que me notara. Entré al baño y me metí a uno de los cubículos. Me senté sobre el tanque y cerré los ojos mientras apoyaba mi cabeza en la pared. Que desastre de noche… Y entonces comencé a escuchar unos pequeños gemidos provenientes del cubículo de al lado. Mierda, ni aquí podría estar algo tranquilo… En eso me paralicé y sentí que se me helaba la sangre.

 

— Carlos, no… para… no…— Susurraron al lado. Era Jair.

 

— Vamos pequeño, sabes que te gusta…— Murmuró Carlos. Otra vez los quedos gemidos… Aunque más parecían pequeños lamentos. Quise huir pero mi cuerpo no me respondía. No podía moverme.

 

— Detente…por favor… no… no me siento bien…— Suplicaba Jair — Por favor… quiero ir a casa…

 

— Shhh, te llevaré a mi casa, te necesito, te he esperado mucho tiempo, ya no puedo más... Te deseo tanto…— Escuché decir al rubio, para después escuchar suaves sollozos del castaño— Sabes que te quiero, no tengas miedo…

 

 

Quería dejar de escuchar, comencé a sentir que me faltaba el aire encerrado allí… Y entonces oí como se abría la puerta del cubículo de al lado. No pude evitar espiar por una rendija. Carlos tiraba del brazo de Jair, que tenía la cabeza gacha y se tambaleaba al caminar. Salieron del baño. Me quedé sin saber qué hacer. No sé cuánto tiempo pase así. Quería no pensar en lo que acababa de suceder, pero no podía. Sus voces aun sonaban en mi cabeza.  Salí del lugar como alma que vio al diablo. No paré de correr hasta llegar a casa. Me metí en la cama con ganas de no despertar jamás.

 

 

La siguiente semana no vi a Jair. No fue a la escuela. Carlos se paseaba normalmente, conversando y riendo con todos. Tenía ganas de preguntarle por el castaño. Pero no lo hice. Después de 7 días lo vi llegar. Cabizbajo, un poco ojeroso… y solo. En el receso lo vi hablar con Carlos. Parecía que discutían. El rubio tenía cara de fastidio.  Y Jair… su cabeza gacha y el cabello que le caía en la frente tapándole los ojos… no podía ver su expresión.  Cada día pasaban menos tiempo juntos.  Mientras el rubio seguía como si nada, Jair se fue alejando cada vez más de todos.  Ya ni salía al receso, se la pasaba en su aula estudiando. Ni bien tocaba el timbre de salida, desaparecía. Y llegaba tan temprano, que casi deje de verlo.

 

 

Durante las vacaciones de fin de año, traté de despejarme. Viajé con  mi madre a casa de mi hermano Javier, que vivía con su esposa y sus dos pequeñas hijas, en otra ciudad. Ver  a mi madre feliz es algo que llena de alegría mi corazón. Disfruté mucho esos días, mis sobrinas preciosas persiguiéndome y llamándome tío, mi hermano insistiendo en tener “charlas de hombres”… ¿Qué pretendía? ¿Hablarme de las abejas y las flores? Ya tenía 17 años, mejor sería hablar de marcas de condones. Bueno, pero lo comprendía, él como hermano mayor  se sentía en la obligación de suplir en algo la ausencia de mi padre al que casi no conocí. Mi hermano era el mejor.  Sólo mi madre sabía que era gay.  Se lo había confesado, y ella me dio su comprensión y apoyo. Me dijo que cuando me sintiera preparado se lo confesara también a Javier, que ella sabía que me entendería. Y si, lo haría… algún día.

 

 

Las vacaciones terminaron. Cuando regresé a la escuela me sentía renovado, más seguro y confiado de mi mismo.  El primer día volví a ver a Jair. Su cabello castaño estaba más largo, casi le llegaba a los hombros. Se le veía tan bien… más hermoso aun de lo que lo recordaba. Pero comenzó a desaparecer en los recesos. No estaba en su aula, en el patio o la cafetería. ¿Dónde se metía? No coincidíamos en la entrada, ni en la salida. Y justo ahora que me había hecho el firme propósito de hablarle de una buena vez.

 

 

Después de 2 meses de buscar oportunidades lo descubrí caminando hacia el gimnasio tratando de pasar desapercibido. Lo seguí dispuesto a hablarle por fin. Lo encontré detrás del edificio, sentado junto a una chica. Me congelé. Estaban conversando, riendo y fumando… ¿Desde cuándo Jair fumaba? ¿Y quién era ella? ¿No que Jair era gay? ¿No que estaba con Carlos?… Un momento, ellos ya no estaban juntos. Es más, Franco me había contado que el rubio se había ido a estudiar a otra ciudad… ¿Entonces? ¿Carlos se fue y Jair de la decepción se volvió hetero? No entendía nada. Caminé de regreso a mi aula con todas esas preguntas dando vueltas en mi cabeza. Y entonces me iluminé. Sólo había una manera de aclarar todo esto. Mejor dicho, sólo había una persona que me podía aclarar todo: Franco… Se sabía todos los rollos de la escuela. Joder que era cotilla. Pero esta vez se lo agradecía.

 

 

Esa tarde fui a casa de Franco, después de pasar por mi casa para cambiarme y avisar a mi madre. No quise preguntarle todo en la escuela, no quería que nadie se enterase de que andaba siguiendo a Jair como un loco enamorado. Me avergonzaba. Así que mi mejor amigo me respondió todas las preguntas, no sin antes escupirme todo lo que pensaba de mi actitud, sobre mi cobardía por no acercarme a él, que era increíble que después de tanto tiempo siga babeando por ese chico, y que era un idiota. Si, si, todo eso ya lo sabía. Pero bueno, en parte me merecía la reprimenda. Al final me enteré que la chica con la que vi al castaño se llamaba Tatiana, iba en último año, y solo eran amigos, que ella tenía un novio universitario y pijo que la venia a recoger en su auto casi todos los días. Suspire aliviado. No podía negar que a pesar de todo lo que pasó, todo lo que escuché, todo lo que vi y todo el tiempo que había transcurrido, aún tenía sentimientos por Jair. No lo podía evitar. No quería evitarlo. Me reafirmé en el propósito de acercarme a él, de hablarle. Esta vez sí, nada me detendría.

 

 

Mientras cruzaba el parque camino a mi casa lo vi. Me detuve en seco. Estaba sentado bajo un árbol, fumando y bebiendo. Solo. Mis piernas temblaron. La cobardía volvió. No, no, no, era ahora o nunca. Tenía que hablarle. Necesitaba hablarle. Me armé de valor y caminé hasta estar frente a él. Lo quedé mirando un largo rato buscando en mi mente las palabras que parecían haber huido de mi boca.  Y levantó la cabeza mirándome con esos ojos verdes que tanto me gustaban… Sí, me miraban, por fin me miraban…

 

 

 

Me había quitado la ropa quedándome solo en bóxers y me metí en la cama. Tenía que descansar, por la tarde saldría con Jair. No tenía ni la más mínima idea de a dónde iríamos o qué haríamos. La verdad no me preocupaba mucho. Lo único que me importaba es que estaría con él.  Ya se me ocurriría algo. 

 

 

Y pensando en unos bellos ojos verdes, me quede dormido…

 

 

 

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).