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Despertando el pasado por koru-chan

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Bostecé un par de veces revisando mentalmente mi horario para aquel día sintiéndome, de forma inmediata, exhausto por los miles de deberes que debía realizar.

 

Con torpeza, pequeños tropiezos y varios bostezos en secuencia acompañado de una que otra lagrimilla en mis ojos, me dirigí hacia la cocina, tomé el control de la televisión y encendí esta para sintonizar cualquier canal de noticias a esa hora, principalmente concentrado en la somnolencia y que mi cuerpo necesitaba una buena dosis de cafeína.

 

Me senté frente una pulcra mesa revolviendo mi taza de café humeante mientras me enfocaba en las informaciones trágicas de aquel día y le daba el primer sorbo a aquel recipiente de loza blanca sintiendo la amargura de aquel revitalizador brebaje en mis papilas. Suspiré cuando un timbre conocido me alertó y como un autómata me alcé de la silla del desayunador encaminándome hacia el lugar donde provenía aquella música. Fui hacia a mi habitación donde aquel aparato tecnológico se deslizaba sobre la mesita de noche con estridencia al son de la carismática musiquita que tenía para aquel contacto. Miré la pantalla con una mueca en mis labios. No tenía razón alguna para observar el nombre en aquella brillante pantalla; sabía quién era por el sonido del tono, sólo, titubee en contestar.

 

—Buenos días—saludé al receptor al otro lado de la línea.

 

—¿Cómo amaneciste?—cuestionó banalmente mientras yo me senté en mi desordenada cama inquieto.

 

—Bien… Me quedé trabajando hasta tarde, estoy algo somnoliento aún. Mi voz se debe oír algo extraña—dije con desgana escuchando una risilla a través del auricular.

 

—Lo siento.

 

—¿Por qué te disculpas?—sonreí.

 

—Has tenido mucho trabajo últimamente—su voz se oyó cabizbaja.

 

—No pasa nada. ¡Me gusta mi trabajo!—me apresuré  en contestar de forma positiva.

 

—Takanori…—esperé en silencio lo que diría, aunque en mi mente sabía con exactitud lo que vendría después de mi nombre exhalado de aquella forma—. Lo que pasó ayer… ¿Estás enojado?—suspiré largamente. No lo estaba, pero era extraño hablar con normalidad con él.

 

—No lo estoy, pero tampoco creo que hablar de esto por teléfono sea lo indicado—dije serio.

 

—Cierto… ¿Quieres que te pase a buscar hoy?—contraje mis labios en una línea. Si decía que no, se notaría demasiado que lo estaba evitando y si decía que sí, tendría que tolerar la incomodidad del silencio en el trayecto—. El silencio otorga—murmuró en un suspiro. No lo quería lastimar porque era mi amigo. Odiaba cuando estas situaciones confusas atestaban mi vida.

 

—Yutaka… es mejor que no, ¿bueno? Hablamos hoy en la oficina. Nos vemos—corté la llamada sintiéndome el culpable a pesar que no había hecho nada. No sabía como actuar en esta clase de circunstancias.

 

Una vez que puse un pie fuera de mi departamento suspiré largamente mentalizándome en las palabras correctas que le diría si el tema salía a flote.

 

No sabía que pasaba por la cabeza de kai; él siempre era tan correcto y sincero que no podía creer que después de tantos años siendo amigos jamás me hubiera dicho—o yo me hubiera dado cuenta—, que él era gay. Mordí el labio inferior mientras pulsaba distraídamente el botón del ascensor, esperé escasos minutos cuanto este llegó completamente vacío. Pulsé el primer piso y este, para mi pesar, se detuvo en el piso inferior al mío. Vi tres hombres que vestían completamente de gris quienes exhausto hablan de cuantas cajas les quedaban en el camión. Cuando el elevador llevó a destino: El primer piso. Todos nos bajamos y aquellos hombres, con rapidez, salieron de la portería y se acercaron a un camión el cual contenía varias cajas y muebles embalados en espera sobre el pulcro césped de aquella residencia.

 

Salí del edificio después que  los trabajadores apresurándome en sujetar las grandes puertas de la entrada al ver que uno de los hombres ingresaba con una gran caja.

 

—Gracias—me dijo uno de ellos.

 

—No hay problema—le contesté con amabilidad sonriéndole. Cerré la puerta con cuidado y me giré para caminar un pequeño trayecto hasta toparme con unas cortas escaleras de concreto situada al lado contrario donde estaba estacionado el camión, las bajé para continuar mi camino hacia la estación sobre un sendero transitado mientras rebuscaba en mi bolso audífonos distraído de lo que ocurría a mi alrededor.

 

—¡Ruki!

 

Sobresaltado busqué con la mirada el dueño de aquella familiar voz dando de lleno con un Peugeot clásico del año en tono grafito y a su dueño, el cual penetraba mis pensamientos confundiendo estos en forma caótica. Abrí mis ojos enormemente viendo su figura afirmada de aquel vehículo con los brazos cruzados. Tenía intenciones de huir. Me sentí acorralado; forzado a recordar y, seguro, hablar de algo que me hacía sentir extraño. Por eso, sólo intentaba aplazar nuestro encuentro diario lo más posible, pero ¿Por qué insistía tanto?

 

—¿Qué haces acá?—murmuré conmocionado estático dudando si era propicio acercarme a él.

 

—Quiero que hablemos—lo miré unos segundos.

 

—Kai. En serio, no… Yo…

 

—Me gustas—abrí enormemente los ojos sintiéndome cohibido puesto que estábamos en una calle, a las fueras de mi departamento donde familias vecinas transitaban por aquel lugar para dirigirse a sus respectivos empleos. Con las mejillas encendidas me aproximé a mí amigo con el ceño fruncido, mientras veía su cara firme tras sus comprometedoras palabras.

 

—¿Qué?—susurré cerca de él.

 

—Me gustas…—repitió acariciando una de mis mejillas con delicadeza mientras yo negaba con la cabeza mirando desesperado a mí alrededor—. Me equivoqué al besarte de aquella forma ayer… Fui un tonto. Actué visceral y yo no soy así—lo observé. Se vislumbraba nervioso.

 

—Vamos a otra parte para hablar de esto—entoné incómodo caminando hacía la puerta del copiloto. Una vez dentro del auto suspiré  intentando calmarme; intentando digerir aquellas palabras tan simples, pero que en cosa de segundo me habían descolocado. Creo que llevaba mucho tiempo sin escuchar que alguien me dijera “me gustas”. Sonreí a mis adentros. Estaba seguro que las personas ya ni se molestaban en formular aquellas palabras, simplemente se encamaban y ya.

 

—Supongo que yo no soy tu tipo— habló tras unos minutos en medio del silencioso viaje.

 

—No es eso. Es sólo…—intenté ordenar mis palabras, las cuales salían sin claridad alguna—. Me sorprendiste. Ya sabes, no pensé que te gustasen los chicos, menos alguien como yo—mis ojos miraban hacia el frente, evitando que aquellos pozos negros me tragase. Pude escuchar una sonrisita antes de oír su voz:

 

—No me gustan los chicos, sólo me gustas tú—desvió su mirada hacia mí. Lo pude ver a través del cristal del parabrisas donde mis ojos no se despegaban como si el paisaje gris de la ciudad fuese lo más hermoso—. Tú silencio me dice que te gusta otra persona—lo miré de perfil e iba a decir:—¡claro que no!Pero luego recordé el rostro difuso de mi primer amor, ¿por qué lo recordaba ahora? Ese romance furtivo de mi juventud no tenía cabida en este instante, ni siquiera recordaba su rostro con exactitud.

 

—No. Lo que pasa es que tú eres mi amigo, y no sé qué pensar de eso—vi como aparcó su auto cerca de una solitaria plazoleta y éste en silencio suspiró mirándome con una sonrisa.

 

—Sé que soy muy insistente, pero piénsalo—cogió una de mis manos posadas en mis muslos acariciándola con cuidado.

 

—Yo…

 

—No digas nada. Sólo piénsalo. Piensa que te cuidaré y mimaré como ninguna persona antes lo haya hecho; ten presente mis sentimientos y yo tendré presente los tuyos—me sonrió y se acercó lentamente como si me fuera a apartar de su camino, cerré los ojos en el instante que el roce suave de sus labios se sintió sobre una de mis mejillas—. Esperaré con ansias tú respuesta— articuló con dulzura sofocándome con su mirada, la cual provocó un cosquilleo en mí bajo vientre como si esperara una acción osada de su parte, la cual jamás llegó. En cambio obtuve una leve sonrisa, de esas ya tatuadas en sus labios, mientras alzaba una de mis manos con delicadeza para besarla de forma fugaz.

 

—Va… Vamos a llegar tarde—murmuré nervioso apartando mis manos de su boca.

 

—No te preocupes. Soy tu jefe, ¿no lo recuerdas?—me sonrío acomodándose correctamente en su asiento y, antes de prender el motor, continuo—. Ruki, quiero que actúes como antes conmigo, ¿vale? Me duele verte como si miraras a un desconocido—entabló serio mientras yo en completo retraimiento asentía. Kai como si nada entabló una conversación banal como si todo lo anterior hubiera sido parte de mi imaginación mientras yo intentaba actuar natural cuando mi mente era un verdadero caos. Intenté calmarme una vez que vi las iniciales “PSC” El trabajo me ayudaría a olvidar lo vivido. Me concentraría únicamente en el proyecto de este mes y no mezclaría mi vida personal con la edición de la revista en la cual estaba a cargo.

 

—¿Kai?—pregunté pensativo mientras nos bajábamos del vehículo una vez estacionado bajo el edificio—. ¿Contrataste al fotógrafo editorial? Estamos corto de tiempo—hablé preocupado por la situación de la revista en la cual estaba encargándome únicamente yo. El susodicho  me miró unos segundos y luego vio que lo llamaban por celular.

 

—Sube tú primero—me dijo antes de contestar aquel estridente aparato. Suspiré percatándome de la negativa, tendría que solucionar el asunto por mi cuenta sino la revista sería un verdadero fracaso a fin de mes.

 

Cuando llegué al sexto piso saludé cordialmente a las personas que ya estaban en sus respectivos puestos de trabajo. Separé mi silla del escritorio y mientras sacaba mi laptop de mi bolso miré mi agenda, en cual tenía deberes sin cumplir e iba aplazando por falta de personal en aquella empresa. Bufé frustrado, mirando un vacío importante en aquel ejemplar: Fotos. Los textos diagramados sobre un diseño estridente estaba casi listo, pero las fotos, lo más relevante de la ecuación no se hallaba. Mordí mi labio inferior intentando recordar alguna agencia que nos facilitara a algún gráfico  que conociera la revista y como trabajábamos. Pasé gran parte de la mañana inmerso en llamados, respondiendo mails y correcciones hacia mis subordinados, era una mañana agitadísima en la oficina y lo agradecía, no deseaba lo contrario, puesto que el tiempo de quietud me haría pensar de más, no quería que mi mente se pusiera a recordar lo ocurrido con mi jefe.

 

—Takanori, llegaron las muestras de papel—se acercó Kai con un sobre marrón en sus manos. Siempre guardando las apariencias en el área de trabajo.

 

—Genial. Gracias, las estaba esperando… — hablé distraído rasgando el papel  para dejar a la vista una serie de sustratos de diversas texturas—. ¡Ah, cierto! Tanabe…—lo cogí del extremo de su chaqueta de tela formal—. ¿Puedo hablar contigo?—me quedó mirando y este me dio una palmadita en la espalda.

 

—Es sobre el gráfico, ¿no?—asentí sorprendido. Pensé que no me había escuchado minutos atrás cuando tomé el tema en el subterráneo—. Está por llegar. Te conseguí a alguien excepcional. Un fotógrafo renombrado en Londres. Llegó hace dos semanas. Se está instalando así que me pidió, por favor, si podría llegar un poco tarde—fruncí el ceño. No teníamos minutos de sobra para tener complacencia de ese tipo con el “renombrado hombre”. Bufé, pero debía admitirlo, Kai me había salvado de un colapso nervioso, puesto que por más llamadas que hice no pude conseguir a nadie de la altura requerida para la revista—. Tranquilo. Todo está perfecto. Haz hecho un trabajo excepcional. Estos percances suelen ocurrir—me calmó con una sonrisa y yo agradecí junto a un suspiro aliviado

 

.

 

Los minutos transcurrían, iban a ser las dos de la tarde y la “súper nueva contratación de la editorial” ni señas daba. Estaba tan desesperado por una pronta respuesta que estaba dispuesto a ir a su hogar y plantearles los ítems que debían seguir. Bufé histérico, necesitaba calmar mis nervios. Ahogado por el ritmo de aquella empresa decidí ir por un café a la cafetería del edificio. Bajé por el ascensor y dada la hora, la cual había pasado por alto y con ellos mi error: La cafetería estaba llena de trajeados en espera del almuerzo. Hice una mueca y di media vuelta para ir a comprar algún jugo a la máquina dispensadora del hall. Busqué algunas monedas entre mis ropas cuando oí la voz de Kai la cual provenía de la puerta de entrada y ésta cada vez se escuchaba más cerca. Se notaba que hablaba con alguien. Con presura cogí mi refresco para girarme y alcanzarlo, quería preguntarle de nuevo sobre el dichoso fotógrafo quien tenía el descaro de hacernos esperar. Divisé, desde mi posición, que se encaminaba junto a varios ejecutivos hacia los elevadores. Troté para aproximarme llegando justo cuando el elevador estaba cerrando sus puertas, con rapidez interpuse una de mis manos entre ambas placas metalizadas. Estas se abrieron permitiéndome el paso justo a tiempo.

 

—Takanori, no te había visto—me sonrió mi amigo al verme agitado tras mi carrera.

 

—Quiero hablar contigo, sobre el fotógrafo. Ya es demasiado tarde, el tiempo se nos va a venir encima. Me importa un reverendo pepino si es el mejor fotógrafo de Londres, aquí es Japón y los horarios se respetan. Ese tipo no puede  ser tan “diva”  para llegar a su primer día de trabajo a las tres de la tarde—exclamé firme. Sabía que kai a veces podía ser demasiado flexible. Vi como extrañamente incómodo se reía mirando a algún sujeto tras de mí, pero estaba tan ensimismado en una pronta respuesta que no entendía sus torpes gestos, fruncí el ceño alzando mis hombros sin entender su actitud hasta que me dijo:

 

—Emm… Justamente venía hablando con él, cierto, ¿Akira?—me daba exactamente igual si el sujeto “importante” estaba ahí. Esa era mi postura, odiaba la tardanza y los minutos muertos, quería resultados ¡YA! y ese tipo no me los estaba dando. Me giré para saludarlo  cuando mis ojos dieron de lleno a su rostro. Estaba seguro que si por alguna circunstancia de la vida me encontrara con Reita, este se vería casi igual que el sujeto parado en frente a mí. Él era demasiado idéntico… Demasiado…

 

 

Notas finales:

Espero que El fic esté siendo de su agrado. Gracias por leer y comentar.

 

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