-¡Manos arriba!- gritaron los dos muchachos con pistolas en las manos. Esta vez, asaltaron un banco.
Hicieron lo mismo que en el bar y escaparon hacia otro pueblo.
Se dirigieron hacia un motel -una habitación- pidió Mikuo seriamente y se encamino con el menor hacia el cuarto asignado.
-No sabes cuanto espere para tener sexo contigo, mi niño- le dijo el mayor mientras gateaba hasta Io, que estaba completamente recostado en la cama.
Io sonrió, Mikuo estaba frente a su rostro- Extrañe que estés en mi interior- dijo con sensualidad.
El mayor sonrió de lado y se aproximo a besarlo dulcemente, hasta que sus cuerpos demandaron más y más. El otro abrió su boca, incitando a entrar en él, cosa que el peliaqua capto rápidamente.
Introdujo su lengua y recorrió todo el dulce interior que lo rodeaba, en algunos momentos sus lenguas se encontraban.
Dejó la boca del menor y se dedicó a bajar hacia el cuello anteriormente marcado por el mismo. Dejo marcas aún más notables, además de lascivas lamidas y suaves besos.
De la manera más rápida posible se deshizo de la ropa que ambos tenían, dejando a Io desnudo y a Mikuo solamente con su pantalón.
Llegó hasta los rosados pezones del menor, mordiendo uno y con su mano pellizcando el otro- ¡Ah! ¡M-Mikuo!- gemía sonoramente el pelirosa, apretando las blancas sábanas en las que estaba.
Mikuo sonrió y acercó su rostro al miembro del menor, le dio unos lengüetazos rápidos- Quiero oírte gemir más- dijo y engullio solamente la punta, haciendo que Io temblara.
El mayor subía y bajaba rápidamente, Io rasgaba las sábanas y soltaba gemidos y suspiros.
No aguanto mas y se vino en la boca de Mikuo, que se trago toda la escencia- Eres dulce Io- dijo sonriente. Acercó tres dedos al rostro del otro- lamelos-
El menor prefirió no preguntar, ya sabía lo que iba a hacer. Acercó su boca y con su tibia lengua lamió todo. El peliaqua estaba mordiéndose el labio, conteniéndose las ganas de no hacerlo suyo en ese mismo instante.
No aguanto más y saco sus dedos bruscamente, e introdujo con fiereza dos dedos en la entrada de Io- ¡Ah!- gritó lleno de dolor- ¡Sacalos! ¡Duele Mikuo!-
- Lo siento mi niño, pero pasara como siempre- le consoló. Acerco su boca y lo beso dulcemente, intentando calmar el reciente dolor que se convertía en placer.
-Ah... Mas...- suspiraba Io entrecerrando sus ojos.
Mikuo se saco sus pantalones y se posó tras el menor. Levanto una de sus piernas y lentamente fue introduciendo su miembro en la entrada del menor, que gemía sin control.
Para hacerlo distraer, le lamia el cuello, los hombros y el lóbulo.
-¡Duele!-
Estiro su mano y acarició suavemente la extensión del menor, hasta sujetar firmemente entre sus manos, moviendo su mano de hacia arriba y abajo.
Después de la noche de pasión, ambos chicos se encaminaron hacia un casino; ese sería su gran asalto.
Haciéndose pasar por normales clientes, burlaron en un segundo la seguridad del lugar, ocultaron los cuerpos de manera "temporal".
Casi a punto de apostar, Io junto a Mikuo subieron a la mesa; el menor traía una metralleta en las manos, mientras que el mayor usaba sus dobles pistolas.
-Abajo todos o disparo- hablo con Io con voz autoritaria, dirigiéndose a cualquier fuente de dinero. Tomó una bolsa y poco a poco, empezó a llenarla.
-Ya tenemos todo...- el menor se subió a la mesa y besó furtivamente al peliaqua, demandando pasión.
Pero, los gritos de la policía afuera del local no tardaron en escucharse.
-¡Agh!- un grito lleno de dolor salió de la boca de Io, cayendo en los brazos de Mikuo.
-¿I-Io?- le llamó con miedo. Bajo un poco la mirada y la camisa del menor estaba manchada de sangre, al igual que su pantalón y sus manos. Cayó en su regazo, haciendo que el mayor se echara en la mesa por la sorpresa.
-Mikuo...- susurro débilmente, con los ojos entreabiertos intentando mantenerse con vida. Extendió su mano para acariciar el rostro de su amante inundado en lágrimas saladas, que al tocarlo sonrió dulcemente- Mikuo... Te amo, aun si desapareceré de este mundo, quiero que me recuerdes y no me olvides... Mis sentimientos hacia ti siempre fueron verdaderos, no me arrepiento de hacer esas andanzas contigo...- Tomó aire y una fina lágrimas recorrió su mejilla- adiós Mikuo... Te amo y siempre lo hare- cerró sus ojos, dejando caer su mano, sin fuerzas ya.
-No... ¡No! ¡No te vayas niño inútil! ¡No te atrevas a dejarme solo!- lo estrechó entre sus brazos, llorando desconsoladamente al perder a ese niño que tanto quería; para él, valía más que cien mujeres juntas.
Nunca se llegó a acostar con una prostituta como sus compinches, bastaba con observar esos orbes celestes para que su día fuera feliz. Recordaba con melancolía el día que lo rescato de la calle: ese día lo encontró entre cartones, temblando como un pequeño chihuahua por el frío que helaba los huesos.
Sucio y débil; no era el mismo Io de hace 4 años, el que estaba abrazando era un Io fuerte, testarudo y decidido, siempre manteniendo la cabeza en alto. Se había enamorado de los dos, del frágil y dulce niño de diez años, y del adolescente fuerte y amoroso de catorce. Aun sabiendo que tendría que convertirse en un ladrón, no chisto ni se quejó, entreno con dureza para llegar a ser lo que era ahora. Amaba con todo su corazón al menor, no quería separarlo de él, pero igualmente la muerte lo proclamará pronto.
-Lo siento...- esas fueron las últimas palabras de Io.
-Mi niño... Te amo...- acaricio el rostro del menor; seguía manteniendo un cálido tacto. Parecía un pequeño ángel dormido, esperando subir hasta el cielo- No te olvidare nunca... Algún día, renaceremos; y estaremos juntos otra vez...-
La policía entró y sin esperar, atacaron con sus pistolas contra el mayor, que no hacía ninguna acción más que abrazar al cuerpo de su difunto compañero.
Su vida acabó en ese instante; entre ese charco de liquido carmesi, queda marcada para siempre la sonrisa de dos eternos amantes.
Fin..