Desperté en una vieja habitación, estaba totalmente oscura y la ventana daba hacía la pared de un callejón. La cama era sencilla y una sola sabana la cubría. Me senté despacio y prendí una lámpara que había en la mesa de noche que encontré al tantear con mi mano alrededor. La habitación se ilumino un poco.
–Ya despertaste –una voz se escuchó desde una esquina del cuarto y me asuste–. Lo lamento por haberte asustado.
–N-no, no es nada –tartamudee–. ¿Dónde estoy?
–En mi casa. Bueno, no es en sí una casa pero la tomo como tal.
–Quién eres –pregunté viendo hacia esa esquina.
–La persona que te salvo de ser violado por unos idiotas –me contestó serio y con algo de obviedad.
–Ah, muchas gracias, señor. No sabe cuánto me ayudo –le hice un reverencia desde la cama.
–No soy un señor, apenas tengo 22 años –me contestó un poco divertido, su voz estaba ronca.
–Oh, l-lo siento… Es que no lo vi bien cuando estuve en la calle.
–No te preocupes, mi nombre es Kim Jong Hoon –se presentó más no salió de la oscura esquina.
–Y-yo soy Kim Ryeo Wook –le contesté algo nervioso.
–No tengas miedo, no te haré nada.
–Lo sé pero no puedo evitarlo. No creo que sea normal ser casi asaltado, que te salve un desconocido y despertar en su casa.
–Es normal en las novelas.
–Pero esta es la vida real y cotidiana. No hay nada de fantástico aquí. Esto no es un cuento de hadas –afirmé serio. No es que me desagraden este tipo de cosas ni nada de eso, solo opino que esta es la realidad y que sucedan las cosas como en esas historias es algo imposible.
–Como quieras, Ryeo Wook –parece que se levantó de donde estaba sentado porque su sombra se notó en la oscuridad y pude verla moverse.
Se acercó a mí y por instinto, retrocedí. Para mi lamento, la cama era pequeña y apenas pude hacer un movimiento hacía atrás antes de chocarme con la pared. El chico salió, tenía puesta una chaqueta con gran capota, no podía ver bien su rostro, apenas y podía ver sus labios y su barbilla.
–Mira, –se metió las manos a los bolsillos y sacó las bolsas de estos hacía afuera– ¿Ves? No tengo ningún arma corto punzante ni mucho menos una de fuego. Si fuese un asesino, no me gustaría matar a alguien con las manos.
– ¿Para qué me dices eso?
–Retrocediste. No debes temerme. Más miedo podías tenerles a esos chicos de la otra vez –su voz ronca era tranquila. No podía dejar de pensar en que se me hacía familiar.
–Bueno… Voy a buscar algo para comer –me senté en la cama y me iba a parar pero él me detuvo.
–No toques nada. Me desagrada que toquen mis cosas sin mi permiso y que además las dejen en otro sitio que no sea el correspondiente –se cruzó de brazos y levantó un poco la cabeza pero aun así seguía sin poder ver el resto de su rostro.
–Está bien, no lo haré –aunque me frustraba el quedarme quieto. Es como si le privaran a un niño de tres años jugar con su juguete favorito.
–Gracias. Ahora, qué quieres que te traiga para comer.
–Algo caliente de tomar, por favor –le dije y me senté otra vez en la cama.
Jong Hoon asintió y salió de la habitación liberando sus brazos de su postura firme.