Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Spin Off - Antes de Superarte, hay que tenerte por kurokaze

[Reviews - 43]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

KuroKaze: Hola gente!!!!!

Feliz San Valentin!! Happy Valentine day!!

Amo en verdad esta fecha y por eso quiero hacerles un regalo con todo mi amor. Así que de corazón espero la pasen muy bien. El amor es muy importante y les dejo de regalo aquí una hermosa y trágica historia que espero disfruten mucho. Mis mejores deseos y los dejo leer.

 

Orphen:

Hallo!!!

Este especial es tan nuevo que ni yo lo he leido XD así que si encuentran algún detallito me comentan para que luego lo corrija jaja. Espero les guste.

El titulo aun así como todos los de los otros especiales es de una canción, esta vez corre por cuenta de Rammstein (si, así es) "STIRB NICHT VOR MIR" (No mueras antes que yo), cuando lean el especial sabrán por que. Esta vez les debo el link ya que la versión que es del titulo es esa en la que Till Lindemann hace a dueto que se escucha en el album "Rosenrot" y en youtube no la encontre pero igual si encuentran la canción solo cantada por el es genial. Si tiene Spotify ahí si está  (el links ahi los lleva) XD.

DECIMA HISTORIA

– Stirb nicht vor mir (Don’t die before I do) –

Nebuya Eikichi x Kurenai Hana   //   Nebuya Eikichi x Otsubo Taisuke

 

 

 

                  El entrenamiento en Rakuzan era infernal pero Nebuya no tenía derecho a quejarse, lo que venía lo valía completamente. Este era su ultimo año en Rakuzan y estando por iniciar la Winter Cup le llegó la mejor noticia que podía esperar, aparentemente Kiyoshi Teppei podría regresar a Japón a tiempo para jugar en las últimas rondas de esta. Desde que se había retirado a Estados Unidos el año pasado para seguir con la operación de su pierna y la rehabilitación Eikichi había pensado que ya no tendría oportunidad de volver a enfrentarlo en la cancha pero el destino le había sonreído.

 

                  Desde que sabía que podía tener una oportunidad de revancha contra el pivot de Seirin entrenaba todos los días al máximo. Usualmente eso provocaba que Reo y Kotaro se quejaran de su exceso de “entusiasmo”, pero como Akashi no le había dicho nada él seguía a su ritmo cuidándose de simplemente no herir a nadie, de lo contrario sabía que su capitán se lo haría lamentar.

 

                  – ¡Grandísima bestia! – Se quejó Reo cuando el moreno le había golpeado la espalda para felicitarlo por su última jugada. – No solo eres un bruto sino un asqueroso, tu mano estaba toda empapada de sudor ¡¿Tienes idea de lo repugnante que es?!

 

                  – Reo-nee tiene razón, estas sudando mucho. Y apestas, maldito gorila. – Le siguió Kotaro tapándose la nariz.

 

                  – Jajajaja. Vamos no sean así, es solo el entusiasmo.

 

                  – ¡Pues tu entusiasmo apesta! – Le replicaron ambos a unísono.

 

                  – Chicos, aprecio la intención pero podrían bajar el volumen de sus voces. – Les indicó Akashi acercándoseles. – La practica acabó así que Eikichi dirígete a las duchas de inmediato, los demás pueden cambiarse.

 

                  Conservando su buen humor el moreno se encaminó a las duchas y los otros dos más aliviados al vestidor. Como eran los titulares y estaban en pleno inicio de torneo Akashi insistía en que ellos entrenaran horas extra para mantener el nivel y mejorar, por lo que en esos momentos solo estaban ellos cuatro en el gimnasio.

 

                  Kotaro se deshizo de su playera y rebuscó en su taquilla la camisa de su uniforme y sus pantalones ya que como había llegado tarde los había simplemente arrugado y arrojado sin cuidado dentro. Akashi por su parte tenía su ropa perfectamente doblada y la había dejado sobre la banca para comenzar a cambiarse. Sin embargo ni bien se quitó la playera el sonido de la taquilla de Reo cerrándose de golpe le llamo la atención.

 

                  – ¡Ah, perdón Sei-chan! Se me escapó y la cerré con más fuerza de la que pretendía. – Se disculpó el pelinegro tomando su ropa. Últimamente  solía hacer eso, tomar sus cosas de prisa e irse a cambiar a otro lado.

 

                  Seijuuro tenía la impresión de que por alguna razón le estaba evitando pero prefería no inmiscuirse en sus asuntos, si no quería hablar con él no debía forzarlo.

 

                  – ¿Eh? ¿Sucede algo, Seijuuro? Reo-nee y tú han estado actuando muy raro desde hace unos días. – Intervino Kotaro algo preocupado por sus amigos.

 

                   – No, no es nada Kotaro pero gracias por preocuparte. – Le agradeció con una sonrisa ladina buscando cambiar el tema. – ¿Y qué hay de ti? ¿Seguro que no quieres que te ayude con tus exámenes?

 

                  Hayama al igual que los otros tendría pronto sus exámenes de ingreso a la universidad y si bien Akashi se había ofrecido a ayudarles a estudiar Kotaro había sido el único en rechazarlo, lo cual le había sorprendido mucho.

 

                  – Tranquilo, tengo todo bajo control. No es que no aprecie tu ayuda, sé qué pasaría con facilidad de permitir que me ayudes pero… digamos que hay alguien en especifico a quien quiero pedirle ayuda ¡No pienso rendirme hasta que acepte ser mi tutor!

 

                  El pelirrojo sabía perfectamente a quien se refería. Desde la Winter cup pasada su amigo había quedado totalmente cautivado por aquel chico de Shutoku, incluso había hecho visitas constantes a su universidad y planeaba entrar en esta solo para verlo más seguido.

 

                  Intentó reprimir una sonrisa pero incluso en el tono de sus palabras se notaba. – En ese caso te deseo muy buena suerte.

 

                  Luego de cambiarse, y de mandar a Nebuya a que tomara una segunda ducha, los cuatro chicos de Rakuzan abandonaron el gimnasio. Normalmente iban juntos a comer algo tras lo cual se iban cada quien por su camino, pero esa vez algo se les interponía. A la salida del club una chica parecía esperarlos desafiándolos con la mirada.

 

                  La chica en cuestión era esbelta y de piel clara, pero lejos de ser delicada tenía cierta formación muscular, índice de que practicaba algún deporte. Su cabellera de un rubio castaño caía desprolija  hasta su abundante busto, pero lo que más llamaba la atención era sin dudas sus ojos. Eran duros y peligrosos, como un animal salvaje, su color dorado lo intensificaba más.

 

                  – ¿Cuál de ustedes es Nebuya Eikichi? – Preguntó con un tono frio escaneándolos con la mirada. Llevaba puesto el uniforme de Rakuzan así que debía ser compañera suya.

 

                  – Para que una chica tan linda luzca así de aterradora… ¿Qué le hiciste? – Preguntó Reo al moreno confundido.

 

                  – ¿Y cómo voy  a saberlo? Es la primera vez que la veo. – Murmuró el aludido sin saber qué hacer.

 

                  Finalmente el que dio un paso adelante fue el pelirrojo. – Nebuya Eikichi es un miembro de mi equipo. Yo soy el capitán del club de basket de Rakuzan, Akashi Seijuuro ¿Qué es lo que necesitas de él?

 

                  – Mi nombre es Kurenai Hana, pertenezco al club de basket femenino de Rakuzan. – Se presentó la chica. – En cuanto a lo que necesito es una respuesta a una pregunta que quiero hacerle ¿Puedo?

 

                  Ante aquello Nebuya se adelantó hasta quedar a pocos pasos de ella. – Yo soy a quien buscas ¿Qué es lo que quieres preguntarme?

 

                  Hana clavó sus ojos dorados en los azules del otro, Nebuya sintió una descarga de electricidad recorrerle el cuerpo cuando ello pasó. Si no tuviera experiencia y auto control hubiera retrocedido solo con eso. – Mejoraras o abandonaras ¿Cuál de las dos? – Preguntó manteniendo su tono apático.

 

                  – ¿Qué? ¿De qué hablas?

 

                  – Del basket por supuesto. – Respondió ella. – ¿Mejoraras tu estilo o abandonaras el equipo de basket?

 

                  – ¡¿Eh?! Mira, no sé quién eres  ni quien te crees pero dame una buena razón para hacerte caso, rubia. – Le espetó molesto.

 

                  – Yo también soy titular y juego de ala pivot para el equipo femenino. – Empezó como si eso aclarara mucho. – Estoy muy orgullosa de mi fuerza y de lo que aporto al equipo, sin embargo desde el campeonato pasado muchas personas han empezado a comprarme contigo, por eso sentí curiosidad de ver como eras. Pero eres un verdadero desastre, por lo que así están las cosas o mejoras o te marchas pero no permitiré que nos sigan comparando. – Sentenció con suma seriedad, como si su palabra fuera ley.

 

                  – Esto no se ve bien. – Comentó Reo preocupado. – Sei-chan ¿No crees que deberías intervenir?

 

                  – Primero veamos como reacciona Eikichi. – Dijo este limitándose  a observar.

 

                  Nebuya era fácil de provocar, normalmente ya hubiera empezado a gritar y amenazar a  los golpes a quien se atreviera a hablarle así, pero esa persona era una chica. Además aunque fuera un chico algo en sus ojos le decía que tampoco hubiera podido golpearlo. Así que apretó con fuerza los dientes y los puños mientras contaba mentalmente para calmarse.

 

                  – Juega conmigo. – Dijo finalmente. – Quizá mi forma de jugar te parezca vulgar o yo que sé, pero no soy débil. Si jugamos en la misma posición enfrentémonos en un uno a uno, de ese modo podremos ver nuestros estilos y que tan parecidos son o no.

 

                  Hana no apartó la mirada de los ojos del más alto mientras analizaba la propuesta. Por primera vez desde que había aparecido su rostro cambió dejando ver una sonrisa de entusiasmo. – Bien, me parece perfecto ¿Apostamos algo?

 

                  – ¿Qué te parece esto? El ganador tiene derecho a corregir el estilo del perdedor. Después de todo si eres mala no me gustará que me comparen contigo. – Propuso Nebuya sintiendo su vena competitiva crecer. Algo le decía que eso sería realmente emocionante.

 

                  Antes de que los demás pudieran decir algo ambos regresaron al gimnasio listos para empezar. Sin poder oponerse a ello Seijuuro decidió hacer de arbitro y delimitó el partido a un cuarto, quien hiciera más puntos ganaría. Ni bien el partido comenzó quedó claro que la base del juego de ambos competidores era la fuerza bruta. Nebuya quedó gratamente sorprendido, para ser una chica Kurenai parecía ser muy fuerte, es más, estaba casi pareja con él e incluso si le ganaba en fuerza la chica era ágil y rápida y podía devolverle todas las jugadas.

 

                  Lo que había empezado como una simple competencia para cerrarle la boca a una chica presuntuosa se había convertido en un verdadero partido donde debía dar si o si su 100%. Corrían de un lado a otro de la cancha y cada vez que Nebuya creía haberla acorralado ella se detenía haciendo un quiebre con medio giro y pasando rápidamente a posición de tiro. Incluso si fallaba ya estaba preparada para saltar y volverla a encestar, tenía tanta fuerza y a la vez era tan pequeña a comparación de él que simplemente se le escaba de entre los brazos.

 

                  Finalmente cuando el partido acabó el marcador final fue 32 a 33 a favor de Hana. La rubia sonrió y empezó a festejar burlándose un poco del moreno pero sin malicia en sus palabras, ambos la habían pasado bien compitiendo y si bien tenían ciertas diferencias sus estilos eran parecidos y habían dejado bien en claro que ambos se tomaban el basket muy en serio.

 

                  – Bueno, gane. Eso significa que a partir de ahora tengo derecho legítimo de fastidiarte todos los días que entrenes. – Le recordó la chica con una sonrisa ladina.

 

                   – Claro, de todas formas siempre quise una manager personal. – Respondió este en tono de burla.

 

                  – Sueñas, grandote.

 

                  A partir de ese día Hana empezó a frecuentar el gimnasio durante las prácticas del equipo masculino de basket. Con su aballazante personalidad no le costaba nada interrumpir y corregir  a Nebuya a los gritos o de ser necesario incluso a los golpes. Todos habían pensado que terminarían por expulsarla del lugar o que Nebuya, siendo terco y orgulloso, no se dejaría mandonear así, pero por el contrario como sus consejos parecían en verdad ayudar al moreno Seijuuro la dejaba hacer lo que quisiera con este. Mientras que Eikichi por su parte lejos de estar molesto parecía encantado y divertido con la situación.

 

                  Conforme pasaban los días Nebuya se acostumbraba más a la presencia de Hana hasta el punto de llegar a esperar con ansias el verla. A diferencia de las chicas que conocía, y Reo, Hana no se quejaba de que sudara o eructara frente a ella, cuando él la golpeaba en la espalda o el brazo por la emoción no le decía que había usado demasiada fuerza sino que le devolvía el golpe y peor, si él salía a comer ella lo acompañaba e incluso competían por ver quien comía más o acababa su plato primero.

 

                  Esa tarde ambos se habían quedado solos en el gimnasio, los demás se habían ido temprano pero Hana había insistido en que Nebuya entrenara un poco más prometiendo a Seijuuro no sobre exigirle. Ya solo restaba que el moreno hiciera unas vueltas más al gimnasio así que mientras lo hacía hablaban elevando el tono de voz, de cualquier forma estaban solos así que daba igual.

 

                  – ¿Quieres ir a comer al restaurante chino del centro? Escuche que tienen una promo de que si te comes unos domplings súper picantes en quince minutos ganas unos cupones a una cena gratis de pato pekin. – Comentó la rubia mientras le observaba.

 

                  – Eso suena prometedor. – Coincidió Nebuya sin detenerse. – Pero dejémoslo para mañana.

 

                  – Oh, tu ritual personal de llenarte el estomago a reventar antes de un partido. Aun sigo diciendo que es increíble que no vomites en pleno partido por hacer eso. Aunque si alguna vez te sucediera seria épico, ya imagino la cara de Mibuchi y Hayama jajajaja Oh dios y Akashi te mataría. – Comentó en medio de un ataque de risa.

 

                  – ¡Mira quién habla! Tú comes tanto como yo o más, me compadezco de esa chica de primero que dices que les prepara el almuerzo a todas para los partidos, debe pasarse una semana en vela para cocinar tanto como para llenarte.

 

                  – ¡Ey, soy una chica en crecimiento! Además que puedo decir, si mi gran metabolismo y mi rigurosa rutina de ejercicios me permiten comer lo que quiera y no engordar bienvenido sea.

 

                  – Pues desde aquí veo dos cosas que si engordan.

 

                  – Pfff jajajaja tienes razón. Yo tengo a mis chicas y tú tienes esos cañones que llamas brazos, es decir míralos creo que ni mi cabeza es tan gruesa ¿Dónde compras tu ropa? ¿En la misma tienda que King Kong?

 

                  – Claro, “Simios y Asociados” tiene ropa muy buena, quizá pueda llevarte un día para que dejes de vestirte con las donaciones de la iglesia. – Replicó con una sonrisa el moreno haciendo a la rubia estallar en carcajadas nuevamente.

 

                  Cuando terminaron con todo el cielo comenzaba a oscurecerse por lo que se apresuraron a ir hacia la estación de trenes, desde allí se mantenían juntos unas tres paradas donde Hana bajaba y Nebuya seguía otras dos. Las primeras veces que habían empezado a volver a casa juntos Eikichi se había ofrecido a acompañarla a su casa pero ella le había dicho que no era una jodida princesa y que si alguien intentaba asaltarla sabía patear donde le doliera. A riesgo de terminar siendo él al que patearan le había tomado la palabra.

 

                  – Oye, Eikichi. Mañana es el partido contra Kaijo ¿Verdad? Así sabrán quien avanzará a las semi finales de la Winter Cup.

 

                  – Sí, será un partido intenso por eso prefiero que dejemos lo del restaurante chino para mañana a la mañana así llego con todas mis fuerzas. – Aclaró golpeado y flexionando sus bíceps sacándole una sonrisa  a ella. Eikichi podía pasarse todo el día mirando a Hana sonreír, no era una sonrisa delicada o dulce, cuando Hana se reía mostraba todos los dientes sin vergüenza o delicadeza alguna y sus ojos brillaban con una excitante diversión.

 

                  Desde hace un tiempo su corazón había comenzado a ir más deprisa con esos pequeños detalles por parte de la chica. Sin pretenderlo ella causaba mil revoluciones dentro de él y si bien Nebuya era lo más opuesto posible a alguien cursi o dulce ella lo provocaba a intentarlo, a ser al menos un poco más atento y delicado.

 

                  – ¡Ey! La tierra a Eikichi, te estoy hablando. – Le reclamó Hana deteniéndolo y parándose frente a él.

 

                  – Ah, perdona Hana supongo que me perdí en mi mente. – Se excusó rascándose la cabeza.

 

                  – Increíble ¿Puedes perderte en algo tan pequeño? – Bromeó la rubia dándole un puñetazo en el hombro. – Como sea, te decía que iré a animarte. Pero a cambio quiero que hagas lo mismo. El partido del equipo femenino es por la tarde así que ni bien le ganes a Kaijo debes venir a animarme. – Le ordenó esta con una sonrisa. – Podemos incluso hacer una competencia, para el final del día el que haya hecho más puntos paga la cena.

 

                  – ¿Cena? ¿Quieres que vayamos a cenar juntos tras los partidos? ¿Los dos solos? – Preguntó con un reciente nerviosismo.

 

                  – Pues claro ¿O es que acaso ves a alguien más aquí a quien pueda pedírselo?

 

                  Aquella noche Nebuya casi no pudo dormir, el día de mañana sería sin duda el más importante de su vida y no solo por el partido. No es como si no hubiera comido a solas con Hana antes pero era distinto. Hana nunca había ido a verlo a un partido ni mucho menos le había invitado a uno de los suyos, que de repente no solo lo hiciera sino que quisiera compartir su victoria con él le parecía otro nivel de compromiso. Reo y Kotaro lo habían estado molestando desde hace semanas con cosas como que él y ella hacían linda pareja, o que no encontraría a alguien que le soportara como Hana lo hacía, y aunque no en voz alta Nebuya pensaba igual.

 

                  Hana era perfecta, sentía como si los hubieran hecho para estar juntos, como si los hubieran cortado del mismo molde. Podía ser él mismo con ella sin preocuparse de nada y a su vez podía compartir abiertamente todo y le hacia feliz que ella también lo hiciera con él.

 

                  Al otro día se había preparado y puesto el uniforme de basket para reunirse con la rubia en el restaurante chino y de allí ir directamente al partido. Ya había avisado a Seijuuro de ello así que mientras llegara a tiempo al partido no tendría problemas. Sintió el corazón acelerándose cada vez más cuando vio a Hana, el uniforme de basket de las chicas era muy similar al masculino con la diferencia de que los colores estaban invertidos, en lugar de ser blanco era celeste y la palabra RAKUZAN iba en blanco.

 

                   – ¡Eikichi, buenos días! Entremos pronto, me estoy muriendo de hambre. – Le apresuró la rubia colgándose de su brazo.

 

                  Ganar el desafío de los domplings picantes había sido pan comido para ambos así que mientras disfrutaban de unos momo manju y charlaban habían decidido que usarían su premio de pato pekin para su cena de la victoria.

 

                  – ¿Y bien? Es tu turno, responde. – Le incitó Hana ya que habían empezado con un juego de “Las 20 preguntas” solo para matar el tiempo.

 

                  – Es que no lo sé, a decir verdad sé que el año esta a punto de terminar pero aun no tengo idea de que quiero hacer. Quizá me tome el año libre. – Respondió con cierta pereza, él era más de los que pensaba sobre la marcha en vez de planificar algo.

 

                  – Damas y caballeros les presento a Nebuya Eikichi, futuro vagabundo. – Comentó la rubia con un tono burlón. – A diferencia de ti yo sé perfectamente que haré. ¡Voy a abrir mi propio gimnasio! – Anunció alzando los puños al aire emocionada.

 

                  Nebuya ya había oído varias veces sobre ese sueño que tenia la rubia y amaba que lo repitiera porque cada vez que lo hacia sus ojos dorados brillaban como las estrellas más hermosas que jamás hubiera visto.

 

                  – Pero, si en verdad no tienes nada planeado. – Había proseguido bajando los brazos. – Entonces puede que considere contratarte. – Le propuso con una sonrisa radiante.

 

                  A Eikichi casi se le cayó la comida de la boca, nunca se había esperado algo como eso. Y las sorpresas no habían parado allí. Durante el partido contra Kaijo si bien tuvo uno que otro tropiezo por increíble que sonase pudo escuchar en varias ocasiones con suma claridad los gritos de Hana animándolo. Y efectivamente siempre que volteaba a las gradas allí la veía, gritando a todo pulmón como si fuera ella la que jugaba. Afortunadamente nadie podía escuchar lo que pensaba o lo tacharían de cursi e idiota pero el verla allí alentándolo le infundía una fuerza extraordinaria.

 

                  El partido contra Kaijo fue ganado por Rakuzan con un total de 110 a 118 y si bien Akashi se había hecho cargo de Kise Ryouta por su cuenta nadie podía discutir que quien había colaborado como nadie en esa victoria había sido Nebuya. Sin embargo en lugar de presumir o celebrar con sus compañeros el moreno ni siquiera había ido a los vestidores, desde la cancha corrió a los pasillos con una única cosa en la mente, o más bien una persona. Como si se tratase de esas películas románticas antiguas Hana corrió hacia él ni bien lo vio y ambos se unieron en un abrazo a la vez que el moreno la levantaba. Se sentía demasiado o feliz como para preocuparle quien podría estarlos viendo. Hana lloraba de la alegría mientras lo felicitaba pero él poco escuchaba de aquello, solo deseaba seguir así con ella, hacer que ese segundo fuera eterno. Sin embargo lo que siguió fue incluso mejor. Sin darle tiempo a decir nada Hana había sostenido su rostro con sus dos manos y se había agachado para cerrar el espacio que los separaba con un apasionado beso.

 

                  Eikichi y Hana habían sido desde el inicio una pareja fuerte y muy unida. Compartían su pasión por el deporte y se ayudaban mutuamente a volverse más fuertes. Después de aquel primer beso y su posterior declaración esa noche en el restaurante chino Hana había pasado a ser parte permanente de su vida, incluso se había vuelto la mejor amiga de Reo. Y tal como la rubia le había prometido al terminar la preparatoria y juntar el dinero suficiente ambos abrieron su propio gimnasio. Eikichi había insistido en llamarlo “Crimson GYM” en honor al apellido de Hana, Kurenai ya que para la gran apertura él la había sorprendido proponiéndole matrimonio.

 

                  Al poco tiempo habían tenido a su primera hija, Kaoru, y las cosas siguieron su curso, Eikichi salía con Kotaro o visitaba a Seijuuro y Hana llevaba a Kaoru a jugar con Seiji y se quedaba hablando con Reo. Si había algunas peleas las solucionaban al poco tiempo o luego de unos gritos, eran una pareja normal, hasta ese día.

 

                  Era un día horrible, había estado nublado desde la mañana y ya entrada la noche estaba anunciada una tormenta. Eikichi y Hana habían discutido y este se había ido a casa de Seijuuro como hacia siempre que peleaba con su mujer. Kotaro estaba allí también y mientras Kita jugaba con Seiji y Asamu los ex miembros de Rakuzan intentaban hacer entrar en razón al moreno.

 

                  – Sabes, nos ahorraríamos muchas molestias si solo reconoces que eres un bruto cabeza dura y te disculpas con Ha-chan. – Le reprendió Reo.

 

                  – ¡¡Tú siempre te pones del lado de ella!! – Replicó Nebuya tomando otro trago largo a su cerveza, ya como la octava de esa tarde desde que había llegado.

 

                  – ¡Lo hago porque te conozco! Además Ha-chan no se enojaría tanto a no ser que hubieras hecho algo realmente estúpido.

 

                  – No es estúpido. Hana se ha estado quejando que descuido el negocio y la dejo con todo el trabajo a ella, pero no es así. Cada vez que quiero hacer algo con el gimnasio debo pedir su opinión y cuando quiero comenzar un proyecto ella se pone a molestar con detalles y termina apoderándose de todo.

 

                  – Bueno en eso Eikichi tiene algo de razón, Hana suele ser algo controladora y perfeccionista. Pero ya era así desde secundaria, no veo la novedad. – Comentó Kotaro dándole un buen trago a su bebida.

 

                  – ¡Exacto! Sé que ella siempre ha sido así pero creí que podría confiar un poco más en mi, luego es sencillo quejarse sobre que no hago nada ¡¿Cómo demonios se supone que haga algo si ella está siempre opinando y tratando de controlarlo todo?!

 

                  – Eikichi, cálmate. – Le pidió Akashi buscando mediar la situación. – Creo que no deberías verlo como que Hana no tiene confianza, ella es así y le costará cambiar pero si en lugar de enojarte y discutir con ella como siempre se sentaran a hablarlo podrían cambiar las cosas.

 

                  – ¡No lo creo! – Se apresuró a negar vaciando su cerveza. – Ella es terca y orgullosa y yo también. Pero me cansé, no voy a pedirle perdón de rodillas. – Sentenció irritado cuando el sonido de su teléfono lo interrumpió. Se alejó un poco de sus amigos para atender, se sentía algo mareado y quizá fuera por el alcohol también pero estaba muy irascible. – ¿Qué quieres ahora, Hana? – Preguntó con brusquedad al atender.

 

                  – Argh, has estado bebiendo ¿Verdad? – Cuestionó su esposa del otro lado de la línea. – Mira Eikichi, no quiero discutir contigo. Solo llamé para ver si irás a buscar a Kaoru de la casa de su compañero, ya es tarde y está lloviendo bastante fuerte.

 

                  – Tienes auto ¿No? – Respondió con un tono mordaz.

 

                  – Y tú pelotas, creo. – Contestó dejando escapar un audible suspiro. – Eres increíble, la verdad es mejor que vaya a buscarla yo, no quiero ni imaginarme que pasaría si vas  a buscarla en ese estado.

 

                  – Oh, ¿Entonces insinúas que eso tampoco puedo hacerlo bien? ¿No quieres escribirme un manual con según tú la forma correcta de hacerlo, ya que estamos?

 

                  – ¡Vete a la mierda! Olvida que te llame y espero disfrutes ahogándote en alcohol. – Le dijo con la voz rasposa y algo cortante.

 

                  – ¡Ojala te mueras!

 

                  No lo dijo en serio, estaba mareado y muy molesto, que tuviera más alcohol que sangre circulando por sus venas tampoco ayudaba. Inmediatamente después de cortar se había quedado pensando en la voz de Hana, seguramente estaba llorando y por eso sonaba ronca y cortada. Eso bastó para hacerlo sentirse como la peor basura del mundo. Había dejado de beber y se había tirado sobre la mesa medio adormilado mientras escuchaba un sermón por parte de Seijuuro sobre la responsabilidad y demás.

 

                  No supo exactamente cuánto tiempo había pasado pero sabía que era tarde, el pequeño Asamu había venido a buscar a Reo para que le leyera algo antes de dormir y Kotaro tuvo que ocuparse de Kita que había convencido a Seiji de jugar en el jardín con la lluvia y había logrado que ambos cayeran al lodo quedando embarrados hasta el punto que lo único que no era marrón en sus cuerpos eran sus ojos. Algo apenado Kotaro se había disculpado con Seijuuro y había llevado a ambos niños al baño para limpiarlos.

 

                  Entonces mientras Seijuuro le servía una taza de café y se sentaba a su lado a observar la lluvia su teléfono volvió a sonar. Ya más tranquilo y con la mente despejada se propuso a disculparse al ver el nombre de Hana en la pantalla, pero no era su voz la que sonó.

 

                  – Buenas noches ¿Me comunico con el señor Nebuya Eikichi, esposo de Nebuya Hana? – Preguntó una voz femenina.

 

                  Algo desconcertado Eikichi tardó en procesar aquello pero aun así respondió. – Sí, soy su esposo.

 

                  La mujer del otro lado contuvo el aire como si se preparara para algo incomodo. – Lamento mucho comunicarle esto pero le estamos llamando desde el hospital central. Su esposa sufrió un accidente al volante y tanto ella como su hija fueron ingresadas recién.

 

                  Nebuya estuvo a punto de dejar caer el teléfono. Sintió su sangre helarse y el corazón darle un vuelco. En unos segundos ya estaba perfectamente despierto y desesperado rogándole a Seijuuro que lo llevara hasta el hospital.

 

                  Ni bien llegó su prioridad fue Kaoru, su pequeña hija solo tenía siete años, si algo malo le hubiera ocurrido… Afortunadamente su pequeña estaba bien, a excepción por unas vendas en los brazos estaba tan inquieta como siempre. Kaoru saltó a los brazos de su padre ni bien lo vio y comenzó con su lluvia de preguntas, pero ahora que sabía que su hija estaba bien su desesperación fue hacia otro lado. Dejó a Kaoru con Akashi e interrogó a cada doctor que vio para saber que había sido de su mujer. Las noticia son fueron tan buenas como con su hija.

 

                  Hana se había llevado la peor parte de todo y se encontraba en ese momento en cirugía. Eikichi tuvo que pedirle a Seijuuro que por favor se llevara a Kaoru a su casa y la dejara con Reo mientras él esperaba por Hana, pero a medida que el tiempo pasaba la desesperación le cerraba la garganta de forma dolorosa. Las lágrimas le quemaban los ojos y se sentía horriblemente impotente. No pudo parar de pensar en su última conversación. Las últimas palabras que le había dicho fueron “Ojala te mueras”. No podía evitar sentirse horriblemente culpable y más cuando las puertas se abrieron y le dieron la devastadora noticia.

 

Hubiera dado lo que sea por cambiarlo todo, aunque fuera por haber podido decirle “Te amo” una vez más.

 

Lo que siguió después no lo sabría poner en palabras. Nebuya había quedado en una profunda depresión por lo ocurrido, apenas hablaba y si bien sus amigos intentaron subirle el ánimo y le ofrecieron su ayuda él los rechazó. Luego del entierro de Hana se había encerrado en su casa y se la pasaba en la cama. Kaoru aun era una niña así que no entendía muy bien la situación pero hasta ella podía ver que su papá no estaba bien.

 

Nebuya llevaba más de dos días sin salir de la cama y la casa era un desastre. Kaoru había comido lo que había en la nevera pero ya no quedaba nada y los platos se acumulaban así como la ropa sucia. Aun así para la pequeña la prioridad era la comida. En una situación normal hubiera tomado el teléfono y llamado a su tío Reo por ayuda pero este estaba en Kyoto con su familia por algún tema urgente del trabajo.

 

Cocinar no era opción y su papá parecía demasiado triste últimamente así que Kaoru tuvo que pensar en una solución. No podía comprar en la tienda porque no tenía dinero y no quería comer algo como cereal, ella quería carne. Entonces un recuerdo acudió a su rescate. A dos calles de su casa había un restaurante al que habían ido con su papá  hace unos días. Su papá y el dueño se habían quedado hablando bastante, aparentemente eran amigos, y el señor le había prometido a Kaoru cocinarle su plato favorito la próxima vez que fuese.

 

No tuvo que pensarlo mucho, tomó su abrigo y salió rumbo al restaurante, además quizá si traía un plato delicioso de carne su papá se animaría y volvería a ser el de siempre. Afortunadamente no tuvo ningún problema para llegar al lugar y entrar, no había mucha gente por lo que encontrar al señor con el que su papá había estado hablando no le fue difícil.

 

–¡¡Señor!! – Le llamó emocionada a la vez que se le acercaba corriendo.

 

Otsubo se sorprendió al escuchar la voz de un niño y aun más cuando una pequeña corrió hacia él abrazándolo con cariño. Le encantaban los niños, siempre jugaba con ellos cuando alguno de sus amigos traía a sus hijos, pero no fue hasta que la pequeña pelinegra le pidió un plato de carne con los ojos brillando de la emoción que reconoció de quien se trataba.

 

– ¡Delicioso! – Exclamó Kaoru devorando su plato.

 

– Tranquila, come despacio que la carne no irá a ningún sitio, te puedes atragantar. – Le dijo Otsubo con cariño sentándose a su lado. – Te llamas Kaoru ¿Verdad? ¿Dónde está tu papá? ¿Nebuya no vino contigo?

 

– Mi papá esta triste. – Respondió la niña tomando un poco de agua. – Desde hace unos días que esta triste y no sale de la cama, por eso vine a comer, ya no había nada en casa. – Le explicó volviendo a su carne con papas.

 

Otsubo no supo como reaccionar a ello. El ex jugador de Rakuzan y él no eran tan cercanos, en su época de secundaria lo había respetado y hace unas semanas cuando este se había aparecido por su restaurante con Kotaro y Miyaji  se habían quedado hablando y se habían hecho amigos, pero no al grado de contar sus penas. Aun así considerando la actitud del moreno y lo feliz que se le había visto hasta hace unos días no podía entender a que se debía ese cambio tan brusco en su estado de ánimo.

 

– ¿Y tu mamá? – Preguntó recordando a la mujer de la cual el moreno solía presumir tanto. – ¿Ella no hizo nada para ayudar a tu papá?

 

– Mamá no está. – Contestó la niña. – El tío Reo dijo que mi mamá fue a dormir como las princesas de los cuentos, pero que eso la convertiría en un lindo ángel y siempre me estaría cuidando. Aun no entiendo porque mamá quiso ser un ángel, pero cuando se canse de eso se despertará y volverá con papá y conmigo.

 

Otsubo se quedó en silencio, entendió a la perfección lo que aquello significaba y el porqué Nebuya estaba como lo había descripto su hija. Se aseguró de que Kaoru comiera bien y se quedó con ella hablando y jugando un poco, decidió cerrar temprano y acompaño a la pequeña hasta su casa, la cual ya lo consideraba un gran amigo, sobre todo si le seguía cocinando.

 

Una cosa era la comprensión y la compasión pero Otsubo se olvidó de ambas al ver el estado de la casa. Si Kaoru no tuviera un apetito feroz en poco tiempo el lugar se convertiría en el basurero más grande de la zona. Haciendo uso de todo su autocontrol decidió no ir a hablar con Nebuya ni reclamarle el estado en el que tenía viviendo a su hija. En lugar de eso y con ayuda de la menor Otsubo comenzó a limpiar el lugar. Kaoru le ayudaba encantada ya que el castaño le hacía ver las aburridas tareas como juegos entretenidos, además la idea de que si la casa estaba en orden su papá se  sentiría mejor también la motivaba.

 

Una vez la casa estuvo en orden y había logrado hacer dormir a Kaoru venía lo verdaderamente difícil. Sin ninguna delicadeza abrió la puerta de la habitación y entre las sabanas encontró a Nebuya con la mirada perdida en la nada.

 

– ¿Piensas quedarte así por mucho? – Inquirió molesto pero sin recibir respuesta alguna, como si sus palabras hubieran rebotado contra un muro. – Mira, lo siento por tu esposa, no voy a  decir que lo entiendo porque mentiría, debe ser la peor porquería esta situación, pero no por eso debes dejarte estar.

 

Nebuya seguía sin contestar, como si se tratase de un objeto inanimado. Otsubo solía tener una gran paciencia pero sabía que así no llegaría hasta Nebuya. Nadie le había pedido que hiciera aquello, tampoco se consideraba lo suficientemente cercano a él como para animarlo pero él no era de los que ignoraban a alguien que los necesitaba. Esa nena, Kaoru, había recurrido a él, un completo extraño, por lo que no debían tener  a nadie cerca y no podía dejarlos solos, no en ese momento cuando se notaban que estaban pidiendo ayuda con gritos mudos.

 

Nebuya siempre le había parecido el tipo de chico irritante y demasiado enérgico, pero eso no era malo, las personas así eran divertidas y tenían un gran espíritu deportivo. Cuando se habían reencontrado hace unas semanas habían empezado a hablar sobre el basket y luego a ponerse al día sobre la vida del otro más por tener de que hablar que otra cosa. El moreno había comenzado a ir prácticamente a diario luego de ello, y su estruendosa risa se había convertido en un sonido reconfortante que a Otsubo le gustaba escuchar. Con una sonrisa en el rostro le había hablado sobre su familia y su trabajo y había elogiado su comida. Pero aquel hombre que estaba ahí en la cama no era ni la sombra de lo que había sido.

 

Le era casi doloroso ver tan abismal diferencia, le molestaba profundamente. Dejándose llevar por aquel sentimiento apretó el puño y descargó un fuerte golpe en el rostro del moreno devolviéndolo en sí. De repente los ojos azules de este volvieron  a la vida y le dirigieron una mirada sorprendida.

 

– Necesitabas despertar. – Respondió Otsubo a la pregunta que el otro no había alcanzado a hacer. – Me voy pero vendré mañana a prepararles la comida, si cuando llego aun sigues en la cama te golpearé con más fuerza. – Le prometió. – Quizá no sea nadie para hacer o decir esto pero no estás solo imbécil. Aun tienes a tu hija y no dejaré que esa pequeña la pase mal por que seas un idiota.

 

Sin detenerse a escuchar alguna respuesta o reacción por parte del moreno se giró sobre sus pasos y salió de la casa para volver a la suya repasando mentalmente lo que había dicho y comprendiendo la envergadura que tendría aquel papel que había asumido.

 

Tal y como lo había prometido al día siguiente se presentó en la casa del pelinegro y si bien fue Kaoru quien le abrió la puerta al menos encontró a Nebuya sentado en la cocina. La pequeña Kaoru lo recibió con alegría y admiración, como si al hacer que su padre dejara la cama se hubiera convertido en un superhéroe. Otsubo se dedicó a cocinar y ayudar a la pequeña a prepararse para ir a la escuela, había perdido ya dos días de clases y aunque eso tenía a la menor sin cuidado él no podía permitir que eso siguiera.

 

Mientras Kaoru protestaba y Otsubo le ayudaba a prepara sus cosas para la escuela Eikichi los observaba en silencio. La situación le parecía un poco rara pero aun sentía sus emociones algo dormidas. Sin embargo su rostro aun recordaba el fuerte golpe que le habían dado ayer como para ayudarle a mantener la mente ligeramente más clara. No es que no quisiera prestar atención a las cosas a su alrededor, simplemente no podía notarlas. Desde la muerte de su amada Hana el corazón le dolía y su garganta se oprimía con fuerza, no podía pensar en otra cosa que no fueran las últimas palabras que le había dicho. Era su culpa, él lo había provocado todo.

 

Para colmo tampoco tenía a nadie en quien apoyarse, Seijuuro y Reo habían tenido que viajar a Kyoto y no deseaba molestar a Kotaro con ello. Por eso cuando Otsubo había entrado y lo había golpeado el día anterior pudo sentir cierto alivio. En la preparatoria Otsubo había sido un gran rival contra quien competir y cuando lo había reconocido hacia unas semanas se la había pasado muy bien hablando con él, pero nunca hubiera esperado que él viniera a ayudarlo.

 

Luego de comer el castaño se llevó a Kaoru a la escuela dejando a Eikichi nuevamente solo con sus nocivos pensamientos. Si hubiera sido por él seguramente hubiera vagado por ahí buscando peleas callejeras o algo, pero por suerte, como solía decirle Hana, aun conservaba una neurona viva. Si no había hecho ninguna estupidez era por su hija, no quería que Kaoru sufriera más. Pero de todas formas no hacía un buen trabajo tampoco, la había descuidado y ella había tenido que ir en busca de alguien más para que les ayudara. Dios, si algo le hubiera ocurrido cuando salió sola a buscar a Otsubo jamás se lo podría perdonar.

 

– ¿Ahogándote en tus penas? Bueno al menos no huele a alcohol, te daré puntos por ello. – Comentó Otsubo al regresar.

 

– Perdona las molestias. Gracias por todo pero ya puedes irte, yo me haré cargo. – Dijo algo cansado.

 

– No lo haré. – Negó rápidamente el castaño atrayendo la atención del otro. – El esposo de Miyaji, Kotaro, habla mucho de ti cuando voy de visita. Por lo que sé no sabrías ni cómo hacer un huevo en el microondas, no pienso dejar que empieces a alimentar a Kaoru con comida rápida, es una niña en crecimiento. Además nada me garantiza que no decaigas de nuevo, así que seguiré viniendo todos los días que haga falta hasta que mejores. – Sentenció colocando en la nevera las compras y comenzando a lavar los platos sucios.

 

– Kotaro no debió abrir la boca. – Masculló por lo bajo.

 

Otsubo dejó salir un suspiro y dejó los platos para sentarse en la mesa junto al pelinegro. – Hablemos, claramente tienes mucha culpa así que adelante, desahógate conmigo.

 

Eikichi lo observó esperando indicios de algún sermón o algo pero no encontró nada de ello, Otsubo se estaba ofreciendo a escucharlo sin juzgarle, solo quería que se desahogara, que le contara que había pasado. Sintiendo con cada palabra el nudo en su garganta crecer comenzó a narrarle lo ocurrido desde su última pelea con Hana, para cuando había llegado  a su conversación por teléfono gruesas lágrimas empaparon su rostro mientras le daba golpes a la mesa.

 

Cuando el relato acabó Otsubo se puso de pie sin decir nada, Nebuya creyó que iba a golpearlo nuevamente, lo merecía por haber sido tan imbécil. Pero en lugar de ello Otsubo volvió a sentarse unos minutos después ofreciéndole un té con miel.

 

– Te hará bien. – Le dijo acercándoselo. – Ahora comprendo un poco mejor todo, pero necesitas saber algo. No fue tu culpa, tu esposa tuvo ese accidente porque la tormenta hacia difícil el conducir y alguien se atravesó, ella solo perdió el control al esquivarlo. Le pasó a ella como le pudo pasar a cualquiera y como te habría pasado a ti de haber ido tú a buscar a Kaoru. Lo que dijiste no tuvo que ver, es decir, no dudo que le habrá dolido pero por lo que me cuentas Hana no era el tipo de mujer que se tomaría tan al pie de la letra esas frases, mucho menos si eso ponía en peligro a su hija.

 

 – Gracias, pero eso tampoco me hace sentir mejor.

 

– Mi intención no es que te sientas mejor. – Replicó el castaño. – Solo quiero que entiendas que puedes hacerte cargo de lo que hiciste pero no debes culparte de lo ocurrido.

 

– ¡¡Es exactamente lo mismo!! Es mi culpa como sea. – Sentenció Nebuya frustrado.

 

– Por supuesto que no, ¿Es que no prestaste atención en la escuela? Hacerte cargo de tus actos no es igual a echarte la culpa. El accidente no fue tu culpa, tus acciones que llevan a que te sientas culpable sí. Debes aceptarlas y entender que no podías evitar lo que pasó. Una vez que hagas eso, solo entonces, debes mirar hacia adelante y seguir con tu vida. Tienes una hija hermosa que te necesita, además de haber pasado al revés ¿Tú querrías que Hana se hundiera en la depresión por la culpa o que siguiera?

 

– ¡No es igual! – Exclamó poniéndose de pie. – Hana no sería tan tonta, ella ni siquiera necesitaría que alguien se lo preguntara, seguiría adelante. – Comentó con una sonrisa.

 

– Ahí lo tienes, si sientes que no puedes perdonarte entonces recuerda que no lo haces por ti, lo haces por tu familia. Piensa en ello. – Le dijo poniéndose de pie. – Me voy, debo atender mi restaurante pero no te preocupes, iré a buscar a Kaoru y la traeré a la noche para hacer la cena. Seguiré viniendo para llevarla a la escuela y para hacer la cena el tiempo que necesites. Intenta perdonarte. – Pidió con una dulce sonrisa antes de marcharse.

 

Nebuya tuvo mucho tiempo para asimilar lo ocurrido y pensar en ello. Mientras los días pasaban la rutina se repetía, Kaoru se despertaba ansiosa por que Otsubo llegara y al regresar por la noche le contaba todo lo divertido que había hecho y que había pasado en el restaurante. En unos días más, y gracias a varios golpes que el castaño le dio, volvió a abrir el gimnasio e intentó reiniciar su vida.

 

Finalmente casi un mes y medio después todo había vuelto a la normalidad, Otsubo había dejado de visitarlos y la vida de Kaoru y de él se había establecido. La pequeña seguía haciendo aun berrinches por la mañana alegando que quería que Otsubo volviera pero no podía seguir abusando de su amabilidad, había hecho muchos por ellos ahora Nebuya debía mostrarle que aquello no había sido en vano, que podía seguir adelante.

 

Pasaron otros dos meses, el gimnasio se mantenía con buenos ingresos y ayudaban a Eikichi a distraerse, su trabajo y su hija eran el centro de su vida ahora y podía sentirse realmente como alguien nuevo. Ya podía reunirse con Seijuuro y los demás sin sentir culpa o sentir que alguien iba a atacarlo en cualquier momento, si llegaba  asentirse así el recuerdo del dolor provocado por los golpes de Otsubo lo hacía enderezarse de nuevo. Aunque hacia mucho que no se sentaba tranquilamente a hablar con él. Había estado algo ocupado para pasarse por el restaurante pero se aseguraba de mandarle mensajes y Kaoru insistía en llamarlo todas las noches o se reusaba a dormir.

 

Aquello le daba gracia, en poco más de un mes Otsubo se había vuelto parte de la vida de él y de su hija y ahora parecía tan extraño no tenerlo allí. A veces Eikichi regresaba de trabajar y casi esperaba encontrarlo en casa cocinando algo delicioso como siempre, o incluso cada vez que hacia una estupidez esperaba en vano un golpe por su parte. Por lo mismo casi le dio un infarto cuando ese sábado al regresar a casa en lugar de encontrar a Kaoru mirando la tele la vio divertida en la cocina junto al castaño.

 

– ¡¿Otsubo?! – Exclamó Nebuya pensando que su mente ya comenzaba a jugarle bromas pesadas.

 

– ¡Ah, Nebuya! Hasta que llegaste, la cena estará lista pronto. – Respondió este como si nada.

 

Ante el desconcierto del pelinegro la pequeña Kaoru empezó a reír a carcajadas. – ¡¡Yo lo invite!! – Declaró con una sonrisa. – Extrañaba mucho la comida de Otsubo-san, y sé que tú también lo extrañabas mucho papá, así que le llamé para que venga con nosotros.

 

– Debo admitir que me fue difícil decirle que no a ella. – Coincidió el castaño con una sonrisa.

 

– Por favor perdónala es solo qu… ¿Eso es carne asada? – Preguntó al captar el aroma proveniente de la cocina.

 

Otsubo dejó salir una carcajada y le indicó que pusiera los platos en la mesa para que pudieran cenar los tres juntos. Por su parte Kaoru entretuvo a todos contándoles un montón de cosas sobre la escuela y lo que había visto en la tele. Y finalmente la pequeña solo aceptó irse a dormir cuando Otsubo prometió volver otro día.

 

– Gracias por esto, en serio. – Dijo Nebuya mientras se despedía.

 

– No hay de que Nebuya, en serio. Me agrada Kaoru y disfruto mucho cuidarla.

 

– Eikichi, después de todo lo que pasó creo que puedes llamarme por mi nombre. – Le interrumpió con una risa un tanto nerviosa. – También le agradas mucho a Kaoru, siempre habla de ti así que en serio, gracias por venir.

 

– Tienes una linda familia, me gusta formar parte de ella de vez en cuando así que no me des las gracias. Lo hago porque quiero. – Afirmó con una sonrisa.

 

– Puedes formar parte de ella cuando quieras, si no fuera por ti no sé como hubiera terminado todo, así que si te mereces mi gratitud. Gracias por todo Taisuke.

 

Otsubo sonrió y se acercó más al moreno. – En ese caso, con esto bastará para agradecerme. Nos vemos, Eikichi. – Se despidió dándole un corto pero intensó beso.

 

De todo aquello ya habían pasado muchos años. Kaoru estaba preparándose, a pesar de que la Winter Cup ya había comenzado y no podía faltar a los entrenamientos aquella era una situación especial. Era la única vez que se atrevía a ponerse algo como un vestido, la hermosa pieza de un brillante y delicado negro se ajustaba perfecto a su cuerpo, como era de esperarse de una creación de su tío Reo. Una vez vestida bajó los escalones donde su padre, su padrastro y su hermanito la esperaban.

 

– ¿Por qué tenemos que usar esto? – Repetía como siempre Tousuka que no entendía porque no podía ponerse su ropa de siempre para visitar el cementerio.

 

– Es para mostrar respeto. Es solo una vez así que aguanta, lo entenderás cuando crezcas. – Le decía Otsubo a su pequeño hijo.

 

Nebuya se adelantó tomando en brazos  a su pequeño. – ¡Vamos campeón! Si yo debo soportar usarlo tú igual, además piensa que luego en la noche comeremos un montón de comida deliciosa.

 

– ¡¡ ¿En serio?!! – Exclamó el menor emocionado.

 

Otsubo no pudo evitar reír. – Si, cocinaré todas sus comidas favoritas así que a cambio prométeme comportarte.

 

– ¡¡Lo haré!! ¡¡Lo haré!!

 

Kaoru observó a  su familia con una sonrisa en el rostro y corrió a colgarse de su padre y molestar a su hermano. Estaba ansiosa por ir  a ver a su madre y contarle como había estado todo y pedirle que le deseara suerte para los partidos. Era una especie de costumbre, desde el primer mes Otsubo, su padre y ella habían ido siempre juntos a hablarle a la tumba de su madre, le contaban cosas, le pedían que los cuidara y luego Otsubo cocinaba para todos. Era algo como un tiempo en familia sagrado para ellos. Por lo mismo el año entrante quizá podría integrar a Kaname a aquello.

 

– ¡Kaoru, Tousuka! ¿Podrían bajarse de su padre? Ya jugaran luego. – Les reprendió con cariño el castaño a lo que los chicos accedieron con algunas protestas. – ¿Estás bien, Eikichi?

 

Nebuya sonrió abrazando  a su esposo. – Siempre me salvas ¿Eh? – Bromeó. – Bueno es hora de irnos o los niños nos dejaran atrás.

 

– Cierto, andando. – Coincidió separándose un poco, pero inmediatamente el otro volvió a atraerlo hacia sí.

 

– Pero antes quiero “agradecerte” por rescatarme. – Continúo con una media sonrisa. – Gracias Taisuke. – Dijo atrayéndolo más contra sí y uniendo sus bocas en un beso.

 

 

FIN.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).