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Spin Off - Antes de Superarte, hay que tenerte por kurokaze

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Notas del capitulo:

Kurokaze:

Gente!!!!

Tanto tiempo, aqui como prometimos la "sorpresa" XD

Espero les guste, en el grupo era una de las parejas que mas me pedían y la verdad me costo mucho hacerlos. Espero que les guste, puse todo de mi e investigue muchos doujin y fics para poder escribir esto XD

Hasta que termine con el siguiente cap disfruten este extra con todo nuestro amor...

 

Orphen:


Disculparán ustedes la tardanza pero la esclava de arriba ultimamente no anda muy inspirada pero ya la azotaré más fuerte para que se apure XD (no se crean).

Espero lo disfruten mucho y como siempre, este tambien tiene el titulo de una canción que va con la historia es de esta, es "Wrong" de "Archers of Loaf", si le dan al link la pueden escuchar.

 

NOVENA HISTORIA

–  WRONG –

Nijimura Shuuzo x Haizaki Shogo

 

                  Desde la secundaria que Nijimura no ponía un pie en Japón, su país de origen. Había estado en el extranjero por motivos relacionados a la salud de su padre pero una vez todo se hubo solucionado había decidido regresar a Japón para empezar la universidad. Ya tenía la edad suficiente para vivir solo y con todo lo ocurrido pensó que sus padres necesitarían tiempo para ellos, si bien le gustaba Estados Unidos su vida en oriente era un permanente en su mente que no estaba dispuesto a seguir ignorando.

 

                  Habían pasado varios años así que se había planteado la idea de llamar a sus ex compañeros de Teiko, si bien cada quien había seguido su vida le gustaba la idea de poder volverlos a ver y ponerse la día con ellos, también estaba Tatsuya, el amigo que había hecho en América y según sabía ahora estudiaba en Yousen, una preparatoria en el norte en Akita. Sin embargo a pesar de ello ni bien pudo instalarse en su nuevo departamento sus dedos solo pudieron marcar un número al que ni siquiera se atrevió a llamar.

 

                  Su problema tenía nombre y apellido: Haizaki Shogo. Durante la secundaria el peliplateado había sido tanto su mayor razón de estrés como su saco de boxeo personal durante casi tres años, pero eso no terminaba ahí. A decir verdad conocía a Haizaki desde incluso antes, sus madres se conocieron por trabajo cuando él tenía doce años y desde entonces había sido indirectamente puesto a cargo del desastre andante que era el menor. Cuando ambos entraron en Teiko Nijimura se encargaba de ser el doble de estricto que con el resto, lo conocía, sabia como era, como actuaba y sentía la necesidad de corregirlo a golpes de ser necesario.

 

                  Cuando cedió su puesto a Akashi como capitán del equipo su mayor preocupación había sido, como siempre, Haizaki. Si podrían controlarlo, que harían con él o como seguiría de ahí en más. De ello ya habían pasado más de tres años y no sabía qué hacer. No podía simplemente llamarlo después de tanto tiempo y preguntar cómo iba todo, tampoco estaba bien que preguntara a otros por él. Lo odiaba, odiaba esa parte suya que se empeñaba en saber que había sido del otro. Quería olvidarlo, enterrarlo de ser posible.

 

                  Había empezado a estudiar administración en la universidad T, un sueño del que habían hablado muchas veces con su padre mientras este estaba en el hospital, planeándolo paso por paso, como si se tratara de un ritual, la esperanza de que cuando él se graduara su padre seguiría allí para acompañarlo. Ahora que su salud había mejorado ese sueño que había nacido entre las blancas paredes del hospital estaba cada vez más cerca, era casi real. Decidió dedicarse con todo lo que tenía en ello, mantener su cabeza centrada en los estudios le ayudaba a avanzar.

 

                  El año pasaba horrorosamente lento, se había puesto en contacto con Tatsuya y con Akashi al mes de haber llegado excusándose con la mudanza y demás para explicar el porqué había tardado tanto. Se sorprendió bastante al saber que, Tatsuya había sido compañero de Murasakibara, y su sorpresa fue el doble cuando supo que el pelinegro se había retirado a América a estudiar y había empezado una relación a larga distancia con el titán. Como si eso no fuera poco, o quizá el universo simplemente adoraba fastidiarle, Akashi también había comenzado una relación con un superior de Rakuzan. Y ahí estaba otra vez, esa parte de él que volvía a gritarle que lo llamara, que tratara de saber de él, y otra vez ese odio que se tenía, sobre todo porque termino por ceder.

 

                  Cada vez que los horarios de la universidad se lo permitían se juntaba a tomar algo con Akashi en un café que ambos frecuentaban, tomaban café, hablaban de algunas cosas hasta, a veces, el atardecer. Fue en una de sus charlas, cuando el pelirrojo había hecho alusión a algo sucedido durante la secundaria, que aprovecho para hacer la pregunta.

 

                  – ¿Qué ocurrió con Haizaki? – Soltó intentando lucir desinteresado, como si esa pregunta se hubiera colado casualmente y por primera vez en su cabeza. – Quiero decir, me imagino que te habrá causado muchos problemas.

 

                  – En realidad no muchos. Cuando Kise llego y vi que había alcanzado un nivel considerable  y aun tenia potencial hice que reemplazara a Haizaki y le pedí abandonar el club. – Explicó con sencillez dando otro trago a su café. – Luego de aquello no supe mucho de él hasta la preparatoria donde tuvimos un… pequeño percance, pero Kuroko se encargo de ello.

 

                  – ¿Pequeño percance? – Repitió sintiendo la ira surgir. – ¿Qué hizo esta vez? – Exigió saber haciendo un esfuerzo por no romper nada. Sabía que ese idiota no podía comportarse, se aseguraría de darle una buena golpiza cuando lo viera.

 

                  Akashi se permitió una sutil sonrisa antes de tomar su café. Se había estado preguntando cuanto tardaría el pelinegro en preguntar por Haizaki desde que se habían reunido por primera vez. Conocía muy bien a su ex capitán y sabía que solo era cuestión de tiempo para que su orgullo cayera y finalmente preguntara. Generalmente prefería no meterse en esos asuntos pero considerando los caracteres de esos dos y la “inusual” forma que tenían de estar de cierta forma siempre buscando excusas para llamar la atención del otro consideró hacer una excepción. Quizá fuera solo un capricho, habían pasado muchas cosas últimamente y desde que salía con Reo una sensación de bienestar lo mantenía tranquilo y le hacía despertar interés por cosas como estas, que en el pasado seguramente hubiera tachado de superficiales e insignificantes.

 

                  – Lesionó a Kise durante el partido de la Winter Cup de nuestro primer año, pero más allá de eso no ha hecho nada remarcable. Según tengo entendido, por lo que Kuroko me contó no ha abandonado el basket, pero siendo sincero dudo que sus malas costumbres como faltar a clase o buscar pelea hayan desaparecido. – Comentó con cierta satisfacción al notar como el otro apretaba los puños reprimiendo el instinto asesino.

 

                  Si su orgullo le impedía ir a hablarle directamente a ese idiota su ira lo logró. Tras terminar su pequeña reunión con Akashi hizo un par de llamadas decidido a encontrar a aquel infeliz ese mismo día y darle con todo en su estúpida cara.

 

                  Haizaki solía salir temprano de la escuela, de hecho eran muy pocas las clases a las que asistía y así y todo dormía la mayor parte de estas, y se dirigía al árcade. Ese era su último año pero no había nada en especial que deseara hacer. Ya no vivía con sus padres, desde el segundo año había conseguido un trabajo en una tienda y se había mudado a un departamento. Era pequeño y sin ningún lujo pero bueno, su techo sus reglas, allí no debía escuchara su madre insistiéndole en que pensara en su futuro y demás.

 

                  Planeaba jugar unas horas y luego pasaría por la tienda antes de ir a casa para conseguir la cena. Ese había sido el plan, sin embargo las cosas no resultaron tan bien. Debió saber que algo malo iba a pasar, por alguna razón su cuerpo se sacudió en un horrible y familiar escalofrío. No quería creerlo, reconocía aquella emoción pero no podía ser posible. Entonces lo sintió, un fuerte puño impactando con furia en su nuca.

 

                  Se frotó la cara que había quedado con las marcas de las teclas del juego del árcade grabadas, entonces se giro comprobando su más grande pesar. – No puede ser, tiene que ser un maldito espejismo.

 

                  – Oh ¿Te parezco un espejismo, idiota? ¿Acaso necesitas que te golpee más fuerte? – Sugirió Nijimura con una aterradora sonrisa haciendo sonar sus manos. – Afuera, ahora.

 

                  No hizo falta que repitiera la orden, Haizaki quería protestar pero francamente no estaba de humor para un escándalo público o para tragarse los mandos de las maquinas del árcade. Aparentemente su ex senpai había regresado y al mejor estilo acosador había averiguado donde estaba y done vivía, algo le dijo que eso se lo debía a su madre. Caminaron en silencio rumbo al departamento del menor. Haizaki aun traía  el cabello negro pero ya no llevaba rastas, dio gracias a ello o seguramente Nijimura se burlaría de él el resto de su miserable existencia.

 

                  Ninguno de los dos pronuncio ni una palabra así que eso le dio tiempo al menor de observar al otro. Nijimura no había cambiado prácticamente nada desde secundaria, sí estaba más alto y sus puños eran peor que como recordaba, pero fuera de eso seguía teniendo la misma estúpida cara ceñuda y el mismo carácter de mierda. No entendía a qué demonios había ido a buscarlo, pero conociendo al ególatra y maniático del control ese seguramente se había sentido con la “responsabilidad de encaminarlo”. Si claro, y mañana iba a ganar la lotería. Solo había un motivo para que estuviera allí, joderle la vida.

 

                  Ni bien pusieron un pie dentro del departamento fue el menor quien rompió el tenso silencio. – ¿Se puede saber que mierda quieres?

 

                  – ¿Así es como le hablas a un superior que no has visto por tanto tiempo? – Le regañó echando un vistazo al lugar. – Es un asco, he visto cerdos que viven mejor.

 

                  – ¡Si no te gusta el lugar lárgate de una maldita vez! – Le gritó sintiendo como rápidamente su escasa paciencia llegaba al límite.

 

                  El mayor lo tomó del cuello de la camisa y lo arrinconó bruscamente contra la pared golpeando su cabeza en el proceso. – Yo que tú mediría mi tono. – Le advirtió antes de soltarlo. – Eres un verdadero dolor en el trasero, pero para bien o para mal, sobre todo para mal, debo hacerme cargo de tus líos. – Explico dirigiéndose a la nevera y buscando algo para beber como si estuviera en su propio departamento. – Fui muy ingenuo al pensar que Akashi podría contigo, siempre estuve yo para ponerte límites y al irme comenzaste a hacer cualquier cosa, así que debo hacerme responsable por ello. Tu madre estará muy disgustada si terminas siendo un simple criminal, además gasté mucho de mi valioso tiempo tratando de enderezarte, si vas y tiras todo mi esfuerzo por la borda ahora personalmente te golpearé hasta que la muerte sea un dulce sueño. – Le amenazó asentando sus palabras con una mirada que dejaría paralizado y sin aliento a cualquiera.

 

                  Lo odiaba, odiaba esa forma que tenia de imponerse, pero por lo mismo, muy en el fondo, le admiraba. De mala gana soportó el largo sermón que ya sabía que el pelinegro había preparado. No estaba de humor para empezar con eso de ser un maldito alumno ejemplar, pero según el tono de Nijimura estaba claro que si para fin de año no podía postular para una universidad decente su siguiente paso sería al cementerio.

 

 

                  Tras la primera semana hubiera preferido que le rompieran todos los huesos y hubiera muerto, la muerte sería mucho más hermosa que ese infierno. Cada mañana Nijimura pasaba a levantarlo y asegurarse de que asistiera a clases, al regresar de las mismas le “ayudaba” a estudiar al mejor estilo espartano, y finalmente llegaba molido al trabajo. Y ni hablar de lo que había pasado cuando intentó saltarse alguna de esas tres actividades, tras una miserable semana sentía que moriría.

 

                  – No hagas un drama por estupideces. – Le regaño Shuuzo resaltando uno de sus apuntes para la universidad. – Estuve observando tus calificaciones y si bien estoy seguro de que puedes llegar a un nivel decente deberás dedicarle más tiempo a tus estudios. – Indico dándole un trago a su tasa de café.

 

                  – Si recuerdas que soy un ser humano y necesito comer y dormir, ¿Verdad? – Habría querido contestarle con sarcasmo o manarlo de paseo, pero incluso para eso estaba cansado.

 

                  – Técnicamente tú estás por debajo de las personas así que puedo maltratarte un poco más. – Exclamo con una sutil sonrisa llena de satisfacción al ver la mirada frustrada del menor. – Bueno, pero si insistes entonces solo habrá que hacer espacio en tu itinerario. Si dejas ese estúpido trabajo sin sentido tendrás más tiempo para estudiar. – Explico lentamente para asegurarse que el otro lo había entendido, la respuesta era tan sencilla que estaba pensando que quizá el menor era incluso más imbécil de lo que pensaba.

 

                  – ¡¡Como si fuera tan fácil!! Ese trabajo será una mierda pero por si no lo notaste lo necesito para pagar este lugar. – Señalo con un gesto brusco de la mano.

 

                  – Cierto, había olvidado que esto es un alquiler. Por lo horrendo que es pensé que debían pagarte a ti para que vivieras aquí. – Dijo re inspeccionando el lugar con una mueca de horror. – Muy bien, ni siquiera un mal nacido como tú merece vivir en “esto”. A partir de mañana vivirás conmigo en mi departamento, de ese modo ya no tendrás que trabajar y podrás centrarte en tus estudios.

 

                  Haizaki se quedo observándolo con los ojos abiertos como platos. ¿Había escuchado mal? Definitivamente tendría que haber escuchado mal ¿Por qué sino le estaría proponiendo aquello? Debió de haber puesto una cara realmente estúpida porque el mayor enseguida chisto dándole un golpe y dejando el asunto como decidido. Los días siguientes tras la escuela se dedicó a empacar y a mudar sus cosas al departamento del pelinegro. Como era de esperarse el maldito desgraciado vivía a todo lujo, el departamento tenía un amplio living, una cocina bien equipada, el baño y, afortunadamente, dos habitaciones. Nijimura había estado usando la otra habitación como un estudio pero “amablemente” le cedió el lugar a Haizaki.

 

                  Si la primera semana había pensado que no le podía ir peor ahora quería darse un puñetazo por haber tentado a la vida. Durante la mañana se debía levantar temprano para llegar a la escuela y ni bien volvía debía, según el “acuerdo de convivencia”, cocinar y ordenar un poco para luego sumergirse inmediatamente y sin descanso en los libros. Nijimura por su parte se encargaba de la limpieza más a fondo y de supervisarlo, así y todo siempre estaba al día con sus deberes y siempre se despertaba antes que Haizaki y se dormía después de él ¿Cómo mierda podía estar todo el día así? ¿Acaso el desgraciado no era humano?

 

                  A pesar de todo vivir con él no era malo, fuera de sus gritos y golpes tenía que reconocer que era una gran mejora. Sus notas habían subido lo suficiente como para querer golpearse así mismo por parecer un nerd retardado, pero al menos eso le garantizaba que no recibiría una golpiza al llegar a casa. Casa ¿Desde cuándo llamaba a ese departamento su casa? ¿Su hogar? Había salido de la escuela y hecho las compras emocionado por mostrarle a él sus notas pero… ¿Por qué? ¿Desde cuándo se había empezado a sentir como un estúpido cursi? ¿Desde cuándo había asumido que su lugar era con Nijimura?

 

                  Se sentía estúpido, su corazón latía fuertemente mientras más vueltas le daba al asunto y se odiaba por eso. El trabajo del corazón era bombear sangre y mantenerlo vivo, que se dejara de pendejadas como el amor. Lo peor de todo es que actuando así, cocinando y esperándolo en el departamento, parecía una estúpida ama de casa ¿Qué mierda tenía en la cabeza?

 

                  Contra su voluntad su cabeza le siguió dando vueltas al asunto mientras preparaba la comida y ordenaba. El año estaba a poco de acabar y las pruebas de admisión para la universidad serian en nada, al paso que iba quizá podría conseguirlo. Su registro había estado limpio de peleas y cosas semejantes últimamente y siguiendo la “sugerencia” de Nijimura había dejado que su cabello volviera  a su tono plateado normal. No es que le emocionara el trabajo de oficina ni nada pero no podía quedar por debajo de Nijimura, quería demostrarle que era capaz, que estuviera orgulloso de él. Y ahí estaba otra vez, pensando en querer su aprobación, en querer ser alguien mejor para él ¡¿Por qué tenía que seguir pensando en esas mierdas?!

 

                  Pasó el tiempo y el pelinegro no regresaba a casa, algo para nada común. Normalmente estaría allí puntual para comer juntos y tener otra sesión de estudios. Luego de unas horas, cuando ya había oscurecido, el peliplateado decidió abandonar su orgullo y llamar al celular del otro para ver si se encontraba bien. Pero antes de llamar escuchó la puerta principal abrirse, y con un alivio inmenso corrió hacia la puerta.

 

                  – ¡¡¿Se puede saber donde mierda estabas?!! No es que estuviera preocupado, pero al menos avísame antes para que no prepare comida extra. Luego soy yo el que escucha tus estúpidas quejas sobre desperdiciar la comida. – Argumentó Haizaki viendo algo extrañado como el mayor se sacaba los zapatos con fastidio y tiraba su bolso sin ningún cuidado. – Oye, esas son las cosas de la universidad ¿Qué no llevabas ahí tu notebook? Ten más cuidado, esas cosas son caras y tienes muchos documentos importantes allí.

 

                  – Si, si, como digas. No molestes. – Contestó el mayor sin mirarlo a la cara. De hecho parecía que a duras penas lograba mantenerse en pie.

 

                  Nijimura se tambaleo un poco tropezando con el escalón y siendo rápidamente sujetado por el menor. Fue entonces cuando el fuerte hedor a alcohol resolvió el misterio. – Agh, estas borracho, ¿Saliste a beber con tus compañeros? Vaya cambio, señor responsabilidad. – Ironizo intentando ayudarlo a ponerse de pie.

 

                  – No te creas mucho, solo acompañe a unos amigos y no fue para tanto. Volví ileso ¿O no?

 

                  – Me gustaría contar con testigos antes de responder. Ahora vamos, te darás un buen baño e irás a dormir. – Le ordenó guiándolo al baño.

 

                  Era más fácil decirlo que hacerlo, con mucho esfuerzo pudo arrastrar al mayor hasta el baño y meter su cabeza bajo el rocío de la ducha. Era en verdad molesto, se suponía que él debía cuidarlo y mantenerlo vigilado, no viceversa. Pero de cierta forma también le gustaba. Nijimura era un hombre orgulloso, que se permitiera mostrarse así frente a él debía significar algo. Incluso con esa situación de mierda no podía evitar sentirse un poco feliz y orgulloso, poder ver al imperfecto Nijimura Shuuzo era algo que solo él podía disfrutar.

 

                  – Con esto debe bastar. – Dijo el peliplateado cerrando el grifo y buscando la toalla. – Espero que sea la última vez que cometes la estupidez de embriagarte así, te podría haber ocurrido algo en la calle o…

 

                  Lo que sea que estuviera diciendo lo olvido por completo. Con un brusco movimiento el pelinegro lo había tomado del brazo y jalado hacia sí aprisionándolo contra su pecho. – Cierra la maldita boca. Con todas las cosas que he tenido que soportar por tu culpa ¿En verdad te crees con el derecho de sermonearme, maldito infeliz?

 

                  Y si hace cinco segundos se sentía como una estúpida adolescente enamorada ahora volvía a ser el de siempre. Si había algo que Haizaki no tenia era paciencia, le importaba una mierda que seguramente pagaría caro por ello pero no se dejaría pisotear. No iba a darle el brazo a torcer tan fácilmente. Había preparado unos cuantos insultos cuando Nijimura lo tomó violetamente del cuello. Se preparó para un golpe pero lo que pasó lo dejo aun más sorprendido. Un beso.

 

                  Y maldita sea, el desgraciado sabia besar. Haizaki había salido con muchas chicas, ninguna santa u estúpida virginal entre ellas, pero aun así ese beso estaba a otro nivel. Era salvaje y brusco, la lengua del mayor se adentraba en su boca sin esperar su consentimiento, apoderándose de sí y reclamándolo como suyo. Podía sentir el fuerte agarre en su cuello atrayéndolo más mientras la otra mano se paseaba posesivamente por su cadera y luego por debajo de su playera. Si no fuera porque sabía que el otro había estado bebiendo hubiera pensando que aquel beso era el que lo dejaba de cierta forma embriagado, sin control de sí mismo, solo como un esclavo de aquel placer.

 

                  Aun así no podía seguir así. Tenía su orgullo y no iba a dejar que un ebrio imbécil hiciera lo que quisiera con él. Logró quitárselo de encima con un fuerte mordisco en el labio del otro haciendo que la sangre aflorara. Rápidamente dio una fuerte patada al más alto alejándolo de sí y se puso en pie limpiándose la sangre ajena que había quedado en su boca.

 

                  – Vete a la mierda, maldito ebrio. Iré a dormir y no quiero ni sentirte cerca de mi habitación. – Le gritó dirigiéndose con paso firme a su habitación, sin voltearse ni una sola vez a ver al otro.

 

                  Su idea original era acostarse y dormir deseando que la alarma sonara para poder mandarlo a la escuela. La única jodida vez que estaría feliz de llegar temprano. Sin embargo sus planes tenían una clara complicación, era viernes. Al día siguiente no tendría escuela y eso significaba que tendría que vérselas con Nijimura. Bien si esa sería su última noche al menos deseaba poder dormir bien.

 

                  Cuando se despertó el sol entraba brillante por la ventana, lo maldijo y se cubrió la cabeza con las sabanas como siempre. Solo que algo no estaba bien. Normalmente Nijimura siempre lo despertaba para desayunar, si, ni en fines de semana dejaba de fastidiar, pero no se escuchaba ni un solo ruido. Al tomar su celular verifico que ya iban a ser las 1pm, lo cual volvió aun más extraño el hecho de que no lo hubieran levantado a las patadas. En la cocina había una bandeja con el desayuno listo junto a una nota.

 

                  Aparentemente habían llamado al mayor para una reunión de emergencia sobre un proyecto para la universidad. Al parecer un idiota borró sin querer algunos datos durante la borrachera de anoche y debían rehacer el trabajo. Eso estaba bien, tendría la casa para él solo. Calentó su desayuno y comenzó a repasar sus últimos apuntes escolares. A ese ritmo entrar en la universidad que quería no parecía inalcanzable. ¿Qué cara pondría Nijimura cuando le mostrará que había aprobado el examen de ingreso? Solo pensar en ello ya era motivación suficiente.

 

                  Y fue entonces que notó un pequeño golpeteo en el pecho. Un maldito día que tenia libre de aquel cuervo idiota, ¿Y qué hacia? Pasársela pensando en él, le encantaría darse a sí mismo una buena paliza. Entonces el recuerdo de aquel beso lo asaltó con una vivida sensación. No pudo evitar rozarse el labio con la yema de los dedos y recordar cada roce de los labios del mayor, su lengua y sus fuertes y grandes manos recorriendo su cuerpo.

 

                  Se tuvo que dar un fuerte puñetazo antes de que aquellos pensamientos despertaran algo más. Se habían dejado llevar, eso era todo. La gente suele cometer estupideces bajo los efectos del alcohol. Seguramente el pelinegro ni siquiera recordaba que había hecho o le daría la mínima importancia.

 

Aquello le dolió. Reconocer que estaba perdiendo la cabeza por un estúpido beso, pero que quizá el otro ni siquiera lo recordara o le importase le dolió. Siempre había sido así en realidad. Desde que eran niños Nijimura Shuuzo era perfecto en todo y siempre lo molestaba por ello, fuera en los estudios o en deportes y fuerza el pelinegro siempre terminaba ganándole de un modo humillante. Pero eso no era todo. Tal vez lo irritara hasta el extremo o lo golpeara como nadie, pero Shuuzo era también el único que nunca se rendía con él. Siempre lo obligaba a estudiar o a practicar porque confiaba en que podía hacerlo. Muy a su manera siempre lo había cuidado y había dado todo para sacarlo adelante, incluso ahora.

 

Poco a poco había mejorado pero luego había empezado a hacerlo a propósito. Verlo enojado, recibir sus golpes, eran para él una forma de probarlo, de ver si en verdad seguiría yendo sin importar cuantas fuesen necesarias. Que sin importar que tan desastroso fuera, Shuuzo seguiría yéndolo a buscar. Pero todo se había descarrilado en secundaria, Haizaki estaba consciente de que no podían seguir así toda la vida pero aun así todo fue muy abrupto. De repente el pelinegro le había dejado su puesto de capitán a Akashi y poco después se había marchado a América ¿Lo peor de todo? No había vuelto a llamarle, de un momento a otro salido de su vida sin siquiera despedirse, eso lo había desequilibrado. La única persona que pensaba que sin importar qué siempre estaría a su lado lo había abandonado. Esa había sido la primera vez que había sentido su corazón romperse en mil pedazos.

 

Y sin embargo aquí estaba, como un idiota dejando que Nijimura volviera a entrar  en su vida para hacer con ella lo que quisiera. ¿Qué le garantizaba que no terminaría igual que la otra vez? ¿Cómo saber si quiera que pensaba? Quizá para él todo esto era un juego, un proyecto o una mera responsabilidad de la infancia. Un viejo quehacer que le había quedado pendiente. Mierda, odiaba pensar en ello. Unas amargas lágrimas desfilaron por su rostro mojando las hojas de sus resúmenes. Definitivamente se odiaba por parecer tan patético.

 

Intentó secarse frenéticamente las lágrimas con sus brazos cuando escucho la puerta abrirse. ¿Tan rápido había vuelto? Imposible. Sin embargo ahí estaba, Nijimura acababa de entrar y se había quedado congelado, casi en shock, al ver al peliplateado llorando.

 

Se produjo lo que debió haber sido el silencio más largo e incomodo de la historia. Haizaki quería morirse, como si la situación en sí no fuera ya una mierda ahora lo atrapaban llorando como un idiota ¿Por qué la vida tenía que ser tan perra con él? Sin decir nada tomó sus cosas y se levantó con la intención de encerrarse en su cuarto. Pero las cosas nunca eran tan sencillas, ni bien paso junto al pelinegro este lo sujeto del brazo.

 

– ¿Por qué estas llorando? – La pregunta había sido tan simple y plana, carente de alguna emoción bien definida, que irrito al peliplateado.

 

– ¡¿Y a ti qué mierda te importa?! ¡Consíguete una vida propia y deja de meterte en la mía, maldita sea! – Le grito girándose para regresar a su habitación.

 

Sin embargo ni bien había puesto un pie en su habitación sintió una mano aferrándose con fuerza a su brazo y antes de que pudiera protestar Nijimura lo había inmovilizado contra la pared. Los ojos oscuros del mayor reflejaban cierta irritación ¡¿Con qué derecho se ofendía él?! Debería patearlo en la cara, tomar sus cosas y largarse, seguir allí solo le traería problemas.

 

– Lo diré una vez más y espero contestes como corresponde. ¿Por qué llorabas? – Reiteró el pelinegro con un tono calmado y llano.

 

¿Se estaba burlando de él? ¿Tanto placer le producía humillarlo de aquel modo? No iba a seguir permitiéndoselo, Nijimura Shuuzo no seguiría teniendo tal poder sobre él, no más. Centró su mirada en los ojos del mayor decidido a dejar las cosas en claro, luego tomaría sus cosas y se largaría.

 

– ¡Me cansé de esto! Estoy harto de verte entrar a mi vida y hacer lo que quieras con ella para luego abandonarme. Me mandoneas y me haces pensar que te importo, pero la verdad es que solo estas aburrido ¿No? ¡Pues me canse de ser tu estúpido pasatiempos! Tampoco soy una puta barata con la cual descargarse como ayer. Si no tienes nada mejor que hacer que dedicarte a este pequeño “proyecto” de enderezarme vuélvete a América y no me vuelvas a dirigir la maldita palabra. – Le gritó sintiendo la ira aflorar desde su garganta, sus ojos picaban amenazando con soltar más lágrimas pero no se iba a tirar atrás.

 

Nijimura había escuchado las acusaciones prácticamente atónito con los ojos abiertos, pero rápidamente estos se estrecharon reflejando irritación, sin medir sus fuerzas tomó al menor del cuello de su playera y lo arrojó con fuerza a la cama.

 

– No puedo creer que seas tan idiota ¿Esa es la imagen que tienes de mi? – Cuestiono enojado.

 

– ¿Y a ti que mierda te importa? – Respondió intentando golpearlo, mas el otro le torció la mano y  en un abrir y cerrar de ojos se quitó la corbata y ató con esta las manos del peliplateado a la cabecera de la cama. – ¡Ey! ¡¿Qué rayos crees haces?!

 

– Cierra la boca. Como al parecer tu cerebro es tan diminuto para comprender voy a tener que mostrarte yo mismo todo. – Dijo empezando a quitarse la camisa. Normalmente era más tolerante pero Haizaki sabía como sacarlo de sus casillas en tiempo record. ¿Pasatiempos? ¿Proyecto? ¿Cómo podía pensar que él lo veía de esa forma?

 

Haizaki protestó, lo insultó e intentó patearlo varias veces pero Nijimura lo inmovilizó con una sonrisa triunfante en el rostro. El menor estaba nervioso, podía sentirlo y eso lo hacía ver malditamente adorable. Sin embargo no iba a ser dulce e indulgente solo por eso, ese idiota solo entendía de una forma: por las malas.

 

Nijimura separó las piernas del menor presionando la entrepierna de este con la rodilla. – ¿Qué sucede? ¿Asustado?

 

El peliplateado estuvo a punto de insultarle pero cualquier cosa que fuera a decir murió en su garganta al sentir la presión de la rodilla del otro. Con las manos atadas se encontraba vulnerable y eso le molestaba, aunque tampoco era como si tuviera demasiado tiempo para pensar en ello. La constante presión de Shuuzo en su entrepierna y el hecho de que el condenado se viera tan jodidamente sexy sin la camisa no le ayudaban a pensar en otras cosas.

 

Rápidamente la situación se tornó en un horrible juego de resistencia donde el peliplateado luchaba con todas sus fuerzas por reprimir unos gemidos. Nijimura había comenzado a lamer su oído y a morderlo con una voracidad salvaje bajando por su cuello y prácticamente arrancando los botones de la camisa del menor, su rodilla continuaba presionando con renovadas fuerzas su entrepierna y sus manos acariciaban con malicia su vientre mandando oleadas de placer por todo su cuerpo. No sabía que se proponía pero fuera lo que fuera no estaba dispuesto a darle el gusto, prefería la muerte a seguirle el juego.

 

Al ver la resistencia del otro Shuuzo mostró una amplia sonrisa llena de placer, nunca lo diría pero desde jóvenes había fantaseado muchas veces con situaciones parecidas, someter a Haizaki, atarlo y hacer con él miles de cosas hasta lograr arrancar unos sonoros gemidos de su garganta, destruir su orgullo en miles de pedazos y hacerlo suyo. El solo pensar en ello ya lo calentaba.

 

Le costó un poco de trabajo, sobre todo el contener las patadas del menor, pero luego de torturarlo un poco al no obtener lo que quería había cambiado de táctica. Se había deshecho de la poca ropa que le quedaba al peliplateado y lo inspeccionaba deleitándose e imaginando como podría proseguir desde ahí para obtener lo que quería. – Debo admitir que eres más resistente de lo que creí. Pero me gusta, no sería divertido si no fueras orgulloso. – Aclaró antes de tomar los muslos del menor y separar sus piernas. Sabía que Haizaki no se quedaría quieto así que hundió los dedos en su piel apresando sus muslos y dejándose el suficiente espacio para utilizar su boca en el miembro de este sin temor a que le pateara el rostro. Sus dedos seguramente dejarían marcas amoratadas en la piel del otro y eso lo excitaba aun más. Quería marcarlo, demostrarle que era suyo, que ese sentimiento salvaje solo lo provocaba él.

 

Haizaki tuvo que morderse el labio hasta el punto de hacerlo sangrar para reprimir su voz, podía sentir la lengua de Shuuzo deslizándose a lo largo de su falo y como los dientes de este hacían presión en la punta haciendo que se retorciera en un placer morboso. Por un lado quería golpearlo y mandarlo a la mierda por todo aquello, pero por otro lado quería gritarle que no parara. Esa brusquedad con la que lo trataba, el sentimiento del dolor y el placer mezclándose, era un éxtasis único. Cada marca que Nijimura dejaba en su cuerpo dolía como si le estuvieran quemando con un fierro ardiente, pero a la vez era tan embriagador, quería que lo marcara más, ser consumido por completo por ese fuego.

 

Shuuzo sonrió ampliamente cuando, al levantar el rostro, pudo ver la expresión del menor, se notaba que estaba a punto de llegar al climax. Sin embargo no pensaba permitírselo, había hecho un gran trabajo conteniendo su voz así que no iba a permitirle venirse tan fácilmente. Buscó en el bolsillo de su pantalón una de las goma elástica que llevaba siempre para la universidad, por si acaso, nunca se sabía, y con ella ató el miembro del otro.

 

Ante la repentina mueca de asombro y pánico de Haizaki el pelinegro se limitó a sonreír y limpiar con el dedo el hilo de sangre que se deslizaba por el mentón del menor para luego llevárselo a la boca aprovechando para humedecer bien sus dedos. Shogo apenas tuvo tiempo para volver a morderse el labio antes de que Nijimura comenzara a meter sus dedos, lentamente iba estirando la entrada del menor con un ritmo tortuoso.

 

– Esto podría ponerse más agradable para ti si me dieras lo que quiero. – Sugirió divertido el pelinegro, respondiera o hiciera lo que hiciera él lo disfrutaría igual.

 

– V-vete… a la… mierda. – La respiración del peliplateado era entrecortada y forzada, pero el menor no iba a permitir que su voz le fallara. Le tomó un poco acostumbrarse lo suficiente como para hablar más o menos decente. – Maldito pervertido ¿Tanto te estás divirtiendo?

 

– ¿Y si lo hago? ¿Acaso vas a negarme que no lo estabas disfrutando?

 

– Muérete… dejá de joderme y andá a follarte a una puta si estas tan caliente. – De haber podido le habría escupido en el rostro.

 

Nijimura retiró sus dedos y comenzó a quitarse el pantalón a la vez que dejaba salir un pesado suspiro. – Se ve que tu cabeza no sirve en lo más mínimo, quizá te golpee demasiado cuando éramos niños. – Tras terminar de desnudarse se acercó al otro tomándolo del mentón y girándolo violentamente en su dirección. – Si te dejo ahora y me voy a buscar a una puta como quieres ¿Qué harías?

 

La piel de Haizaki se heló como si le hubieran echado un balde de agua fría. La seriedad en el tono de voz del mayor y la irritante frialdad de sus ojos mostraban que no mentía. Algo volvió a derrumbarse dentro de él al pensar en Nijimura marchándose con una mujer. Algunas de las lágrimas que había retenido en su discusión se escaparon y ante aquello el pelinegro sonrió de nuevo.

 

– Jodido sádico.

 

– Si soy un sádico eso te convierte a ti en un masoquista. – Afirmó Nijimura delineando los labios del otro con su pulgar. – Mierda ¿Es demasiado pedir que seas un poco más inteligente? Después de todo este tiempo pensar que eres un pasatiempo o sugerirme que me largue con cualquier mujer me enoja mucho. ¿Es que acaso debo dibujarte la situación para que la entiendas? – Preguntó con enojo a pesar de la excitación que su cuerpo sentía.

 

Haizaki volvió a sentir que su pecho se comprimía, pero esta vez por otro motivo. Debía estar luciendo tan idiota como se sentía porque el mayor dejo salir una corta carcajada y luego se acercó para besarlo. Igual que la otra noche, un beso voraz y apasionado. Sintió como Nijimura se removía contra su cuerpo, como entre cada estúpida pausa para recobrar el aliento mordisqueaba sus labios y acariciaba sus piernas, se había perdido por completo en el caos que era aquel beso, tanto que ni había notado cuando le habían desatado las manos hasta que el otro le susurró contra los labios un malicioso “sostente” y lo penetró logrando conseguir aquellos tan deseados gemidos.

 

Poco importaba a esas alturas cosas como el orgullo, o si los del departamento vecino los oían o no, en esa pequeña habitación el mundo iba a otro ritmo, más caliente y salvaje, todo lo demás podía e iba a esperar, en ese momento solo importaba una cosa: saciar ese voraz deseo.

 

 

 

El invierno se hacía notar ese año, con las primeras nevadas las temperaturas habían descendido de forma aplastante decorando de blanco la ciudad. Preferiblemente Nijimura querría estar sentado en su casa junto a la estufa y con un buen café en lugar de en pleno distrito comercial congelándose la nariz. Pero era el cumpleaños de sus hijos y había prometido llevarlos a comprar sus regalos. Tarou y Shaina eran mellizos y cumplían diez años ya, aunque a simple vista no lo parecían en lo absoluto. Su hija había heredado su cabello negro pero tanto sus ojos platinados como su actitud eran sin lugar a  dudas las de su esposo. Shaina era orgullosa, altanera, ruidosa y cabeza dura, pero en general se comportaba bien, era solo una niña hiperactiva con un fuerte ego al fin y al cabo, su querida y fuerte princesa.

 

Por el contrario Tarou era más calmado, su cabello plateado era lo único que tenía en común con Haizaki, era un chico tranquilo, reservado y estudioso que disfrutaba más pasar el día con la consola que otra cosa. Sin embargo sus ojos oscuros reflejaban la misma astucia que Nijimura cuando quería conseguir algo.

 

– ¡¡Rápido, papá!! Si no nos damos prisa las tiendas cerrarán. – Protestó Shaina corriendo por la calle.

 

– Relájate, no van a cerrar aun, además tardaremos el doble si por descuidada tropiezas y te lastimas así que por favor no corras. – Le pidió Shuuzo levantando la voz.

 

– Si te alteras ella correrá más. Sabes que debes dejar que se aburra si quieres que se tranquilice. – Dijo Tarou caminando a su lado sin levantar la vista de su shounen jump.

 

Nijimura dejo salir un largo suspiro hasta que finalmente su hija regresó a su lado. – ¿Me recuerdan cómo es que su madre logró librarse de acompañarnos?

 

– Porque él nos dio dinero para que gastemos en lo que queramos de cumpleaños, además esta decorando nuestros pasteles. – Le recordó Shaina divertida pensando en su delicioso pastel que le esperaba ni bien llegaran a casa.

 

– ¿Qué clase de idiota le da dinero a dos niños de diez años? – Protestó el pelinegro maldiciéndose, en realidad, por no haberlo pensado él. Sin embargo eso no duró mucho, pensar en su esposo en casa le hizo sonreír. El desgraciado era un buen cocinero para su sorpresa, pero imaginarlo decorando con crema aquellos pasteles –si obligaba a sus hijos a compartir uno las cosas no terminarían bien– era una imagen tentadora, bien valdría el salir con ese frío.

 

Tarou levanto la vista de sus mangas unos minutos antes de regresarla. – Papá otra vez tienes esa mirada, ¿Estabas pensando cosas raras con mamá? – Preguntó sin ningún pudor.

 

– ¡¡Waaahh!! Estaba pensando en besarlo, que vergonzoso. – Le siguió Shaina riendo.

 

– Los adultos ponen esa cara rara cuando piensan en las personas que quieren en los mangas,  generalmente luego los golpean ¿Mamá también lo hará si se lo decimos?

 

– ¡Basta los dos! – El pelinegro les dio un suave zape en la cabeza a cada uno. – No estoy pensando nada raro ¿Entendieron? Y si quiero besarlo o no estoy en mi derecho, por algo es mi esposo. Ahora compórtense o no les compraré nada.

 

– ¡¡No es justo!! Yo quiero un balón nuevo ¡Prometiste comprármelo! – Protestó Shaina dando golpes en el suelo con los pies mientras hacía pucheros.

 

– Y hoy sale una nueva figura de mi anime favorito, es edición limitada, prometiste que me lo comprarías para mi cumpleaños. – Agregó Tarou mirándolo con reproche.

 

– Entonces pórtense bien para que podamos volver pronto a casa.

 

Las compras no habían sido tan complicadas como el había pensado, sus dos hijos sabían exactamente lo que querían y no tardaron en encontrarlo, y pobre del que se metiera en su camino. Si había algo en lo que ambos si coincidían era en que era mejor no ponerse en su camino cuando querían obtener algo. Shaina había conseguido su balón y unos tenis nuevos para practicar mientras Tarou compró su figura de anime y un videojuego nuevo para su consola. Ya en casa Haizaki había acabado ambos pasteles y los recibió con algo caliente y una sonrisa sarcástica para su marido.

 

– ¿Estas tan viejo que ya no pues con los niños? Que patético. – Se burló.

 

– Ellos tienen demasiada energía, pero si de verdad quieres ver si puedo mantener el ritmo te lo demostraré cuando ellos se duerman. – Le propuso tomándolo posesivamente de la cintura y dándole un pequeño y rápido mordisco en el cuello.

 

Haizaki sonrió e intento apartarlo, lo dulce no era su estilo, lo suyo era otro ritmo. – Me encantaría verlo. Pero primero hay que lograr que esos dos se duerman, no quiero estar parando en medio de algún juego como la otra vez porque la patada que te daré entonces te dejará definitivamente estéril.

 

– Quieres dormirlos rápido y les das kilos de azúcar, no me parece la mejor estrategia pero pensar nunca fue tu fuerte. – Se burló besándole el cuello. – Sin embargo la noche es larga y ambos tienen el sueño pesado así que yo no me preocuparía por “interrupciones” esta vez.

 

– ¡¡¡Waaaaa!!! Ya empezaron otra vez ¡¡ASCO!! – Gritó Shaina haciendo gestos como si fuera a vomitar.

 

– Si molestamos podemos ir a casa de los abuelos, digo tendremos otro cumpleaños el año entrante por si nos quieren seguir ignorando. – Señaló Tarou con una sutil sonrisa.

 

– Nada de eso, trabaje demasiado para cocinar eso así que festejamos todos, si su padre necesita enfriar la cabeza lo dejamos afuera y listo. – Continuo Haizaki separándose de un empujón de su esposo y yendo con sus hijos a la vez que le enseñaba la lengua de forma burlona.

 

Nijimura suspiro dejando escapar una sonrisa, Shogo no cambiaría jamás pero eso estaba bien, lo ama tal y como era. Además de otro modo no sería divertido. Se unió a su familia para cenar mientras intentaba que Shaina no metiera los dedos en el pastel antes de comer. La risa de sus hijos y el anillo brillando en la mano de Shogo, de su esposo, eran como el mejor sueño de todos. Después de todo lo que había pasado, todo lo que le había tocado vivir, si todos esos dolores de cabeza habían sido el camino para llegar a esto, bien había valido la pena. No cambiaría nada de lo que pasó, todo se había vuelto recuerdos muy preciados, y se aseguraría de seguir teniendo muchos más.

 

 

FIN. 

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