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Spin Off - Antes de Superarte, hay que tenerte por kurokaze

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Notas del capitulo:

Yeih!!!

Aquí la loca editora Orphen. Lamento la tardanza, pero espero que en verdad disfruten este capítulo tanto como yo. Realmente Kurokaze se lució :D

Lo triste es que a Kurokaze por la prisa de querer sacar el capitulo cuanto antes olvidó darme la nota para ustedes, así que deberán preguntarle a ella lo que quieran saber XD

Sin mas, Disfruténlo 

 

SEGUNDA HISTORIA

–  Sueños Compartidos –

Midorima x Takao

 

La primavera pasaba lentamente en la academia Shutoku el día había comenzado a tornarse gris y amenazaba con llover pronto, para entonces todos los alumnos ya se habían ido a casa excepto por cierto par. Midorima y Takao habían quedado a cargo de guardar algunas cosas en la sala del club por lo que serían casi los únicos en la escuela cuando la lluvia comenzó, aun tenían que guardar algunos videos en la sala así que se mojaron al refugiarse allí.

– ¡Waa! ¿Qué le sucede el clima hoy? Se supone que solo sería una pequeña lluvia pasajera pero parece una tormenta. – Se quejo Takao quitándose el saco del uniforme.

– Deja de ser tan ruidoso Takao, si no hubieras hecho enojar al capitán no estaríamos en este lio para empezar. – Le regaño el peliverde secando sus lentes.

– Ahh eso ya no tiene importancia Shin-chan. – dijo Takao dejándose caer en una silla y revisando una de las cajas cercanas buscando que hacer. – ¡Ah, cierto! Shin-chan ven acá, Motoki de la clase B me dio esto ayer ¿Qué dices? ¿Te animas? – Pregunto divertido sacando de su mochila un video porno.

Un débil sonrojo se apodero del rostro del peliverde mientras este se acomodaba los lentes. – Tch no propongas esas cosas indecentes.

– ¿Acaso hay algo mejor que hacer? – Insinuó y sin escuchar al más alto puso el video. Para ser sincero Takao no tenía interés en eso su compañero le había pedido que se lo guardara por que en su casa venían visitas y su madre limpiaría toda la casa, pero para el pelinegro era sin duda la oportunidad perfecta para ver la reacción de Midorima ante aquello.

El video comenzó y por más que el peliverde se reusara era imposible no poner atención, Takao había puesto el volumen alto dado que con la tormenta nadie andaría cerca y ellos no podían salir tampoco. A pesar de todo el pelinegro se veía bastante decepcionado, la cara de fastidio del peliverde no había cambiado mucho salvo por un notorio sonrojo pero era natural, en Teiko Aomine ya le había mostrado a Midorima mil y un atrocidades incluso peores a las de ese video. Aun así Takao no se daría por vencido, Midorima era un chico también después de todo, solo necesitaba un empujón mas.

El pelinegro se levanto lentamente acercándose al más alto que se encontraba apoyado contra una mesa con la mirada perdida en la ventana, antes de que Midorima lo notara el pelinegro se había acercado lo suficiente como para besarle el cuello y rápidamente devorar con ferocidad sus labios arrinconándolo más contra el mueble.

– ¡¿Q… Q-que crees que haces Bakao?! – Exigió saber el peliverde una vez que el más bajo le dejo recuperar el aliento.

– Solo me divierto un poco. – Se limito a responder el pelinegro con una sonrisa traviesa. – Lo sabía, Shin-chan es un chico después de todo, te estás poniendo duro como una roca. – Comento presionando con su mano la entrepierna del peliverde.

Midorima se estremeció sintiendo como una descarga de electricidad recorrerle toda la espalda pero se contuvo, no iba a darle a Takao lo que quería. – ¿Qué piensas hacer?

– No te preocupes Shin-chan, voy a tomar la responsabilidad de esto. – Afirmo con una mirada llena de lujuria. – No podremos salir de aquí en un buen rato y ambos estamos en una situación difícil ¿Qué dices, quieres intentarlo? Tener sexo conmigo. – Propuso con una sonrisa felina y traviesa.

Takao sabía que podía enfadar a Midorima con eso pero no pudo contenerse, llevaba más de un año ya enamorado de ese tsundere fanático de los horóscopos ¿Qué mejor oportunidad que esa para intentar llegar a algo más? Incluso si él terminaba odiándolo después de eso, al menos una vez quería sentirlo, quería unir su cuerpo con el suyo. Para su sorpresa Midorima no se resistió a aquella propuesta indecorosa, simplemente se sentó sobre la mesa contra la que se había estado apoyando y desvió la mirada sin decir nada más. Kazunari se apresuro a retirar los pantalones de otro dejando al descubierto la erección del más alto que formaba un gran bulto debajo de sus calzoncillos. Tomo el miembro del peliverde con ambas manos masajeándolo lentamente de arriba hacia abajo frotando con los dedos la punta de este haciendo que Shintaro apretara con fuerza los dientes para evitar dejar salir algún sonido vergonzoso.

El pelinegro no podía creer lo que estaba pasando, debía ser un sueño. Empezó a lamer el miembro del más alto con cierto erotismo metiéndolo todo en su boca y succionándolo mientras que con su otra mano apretaba y masajeaba los testículos del peliverde haciendo que a este se le escaparan algunos gemidos roncos. Takao siguió haciéndolo presionando con más fuerza y jugando un poco con su lengua a una lentitud torturante sintiendo como el miembro de Shintaro se endurecía mas llegando al clímax.

– Ta… tak-ka… o… basta ahh… ya no puedo aguan… nngth… – El peliverde se corrió salpicando el rostro del pelinegro, esta era la primera vez que Shintaro sentía algo así, todo lo que estaban haciendo y ver a Takao de aquella manera de alguna forma lo provocaba mucho. Sabía que aquello no estaba bien pero su mente no podía parar de imaginar al chico de los ojos de halcón retorciéndose y gimiendo debajo de él, no tardo mucho en excitarse y volver a ponerse duro pero esta vez su mirada era distinta, esta vez era él el que estaba hambriento de sexo.

Takao recostó su rostro en el muslo del peliverde devolviéndole la mirada lujuriosa y predispuesto a lo que sea. – Shin-chan, aun tenemos tiempo, sigamos jugando. – Propuso desabotonando su camisa y arrojando su saco al suelo.

Midorima recostó al menor en el suelo sobre la prenda que este había arrojado y comenzó a desvestirlo mientras lo besaba con voracidad, sentía como la temperatura ascendía y la ropa comenzaba a molestarle, cada vez era más la necesidad de sentir el cuerpo desnudo de su compañero contra el suyo. Antes de que el pelinegro pudiera notarlo se encontraba completamente despojado de sus ropas contemplando el torso desnudo del peliverde, este por su parte se había dedicado a atacar los pezones del menor lamiéndolos y pellizcándolos hasta dejarlos erectos mientras que con la otra mano iba delineando y explorando el cuerpo ajeno.

El pelinegro se dejo llevar sin contener la voz ni en lo mas mínimo hasta que al sentir las manos del otro acariciando su trasero y abriéndose paso hacia su entrada se sobresalto un poco. – ¡Alto, Shin-chan! No puedes, no puedes hacer eso.

– Si no lo hago te dolerá mas. – Respondió con firmeza el peliverde.

– Ese no es el problema. – Respondió el pelinegro con la misma firmeza, había fantaseado con aquello tantas veces que el dolor en el trasero por la penetración era lo de menos, lo que le preocupaba era otra cosa. – Shin-chan tus manos… – Le indico señalando las vendas en sus dedos. – Siempre las cuidas mucho para tus tiros, no quiero… es decir…

Midorima lo observo seriamente, el más bajo estaba realmente preocupado por algo como aquello y eso hacía que su corazón latiera aun mas. – No seas idiota Bakao, se ordenar mis prioridades. – Contesto acercando sus manos a su boca y desenvolviendo sus dedos para sorpresa del pelinegro.

El rostro de Takao se tiño de rojo, en ese momento no sabía si morir de vergüenza o de felicidad pero decidió no decir nada y simplemente disfrutar ese momento, las manos expertas del escolta de Shutoku se movieron una masturbando su miembro y la otra comenzando a abrirse paso en su estrecha entrada. El pelinegro arqueo la espalda dejando salir un sonoro gemido mezcla del dolor y el placer, dolía no iba a mentir pero de ciertas forma también lo disfrutaba, sentir las atención que el peliverde le brindaba a su parte baja mientras los dedos de este iban cada vez más profundo dentro de sí le producía un éxtasis inimaginable.

Al peliverde le estaba costando demasiado controlarse, de hecho hacia ya mucho que su cerebro había dejado de pensar y se había por primera vez entregado a sus instintos. En una situación normal pero ni de broma se le hubiera ocurrido pensar en hacer algo así y menos con el chico halcón pero antes de poder darse cuenta ya se encontraba metido en todo ello, y lo peor de todo, lo estaba disfrutando. No era la primera vez que se había sorprendido así mismo observando de mas a su compañero, fijándose en cada detalle insignificante en él, deseando tocarlo. Haberlo visto acercársele de ese modo, provocándolo había sido el detonante para que su autocontrol se desconectara por completo, ya pensaría en como lo vería a la cara luego ahora solo quería seguir, estar dentro de él.

– Shi… Shin-chan, ya está bien… mételo ahhh… quiero tenerte dentro… – Pidió el pelinegro moviendo las caderas simulando embestidas con los dedos del otro indicándole que quería mas.

– No necesito que me digas que hacer. – contestó Midorima con una ligera y fina sonrisa retirando sus dedos y apresurándose a desabotonar sus pantalones y dejar al descubierto su erección. Tomo con firmeza las piernas de Takao subiéndolas a sus hombros y lentamente entrando en él teniendo cuidado de no herirlo, el interior del menor lo apretaba con fuerza y se sentía realmente caliente haciéndolo perder la cabeza pero debía controlarse. Él no era como Aomine u otros de sus compañeros, sabía que debía ser delicado o que de lo contario podría lastimar a Kazunari.

Conforme seguían las estocadas la velocidad de las mismas iban aumentando así como los gemidos del menor y sus ruegos por más. La lluvia continuo una hora más y cuando al fin paro ambos miembros del club de baloncesto se dirigieron a las duchas del gimnasio y de ahí a sus casas sin cruzar palabra alguna. Los primeros días luego de aquella tarde de lluvia fueron un poco incómodos, ninguno de los dos se dirigía mucho la mirada y les resultaba realmente raro quedarse solos, tanto que preferían evitarlo. Finalmente al pasar una semana fue Takao quien hablo primero, el pelinegro quería poner fin a esa situación pero no pretendía olvidar lo sucedido, así que propuso una idea por la que en cualquier otro momento seguramente  el peliverde le hubiera gritado a todo pulmón o peor, pero sorpresivamente este acepto. No iba a hablar de sentimientos en un momento como ese, pero si podía aprovechar aquello lo haría, si no podía tener el corazón de Shintaro al menos quería tener su cuerpo. Amantes, amigos con derecho, no había nombre para su relación, solo sexo y eso estaba bien para ambos.

– ¡Oye Shin-chan! Espera, el capitán nos pidió a nosotros encargarnos de ordenar las cosas. – Comunico el pelinegro con una sonrisa divertida jugando con un manojo de llaves. – Sera solo acomodar unas cosas así que podríamos tomarnos nuestro tiempo para hacerlo antes de ir a las duchas ¿Qué opinas? – Inquirió en un tono seductor.

– Si nos lo pidieron no hay nada que podamos hacer. – Se limito a responder el peliverde acomodándose los lentes.

La pareja conocida como “la luz y la sombra de Shutoku” había llegado ya al tercer año habiendo comenzado su “relación” a principio de segundo manteniendo todo obviamente en secreto. Takao fue quien lo había sugerido todo, con una relación como esa seguramente el peliverde no haría más que sentirse humillado e insultado, además al no involucrar sentimientos eran libres de hacer lo que quisieran. Kazunari amaba a Shintaro pero no se sentía correspondido, sabía que el mayor tenía sus ideales y que estos no se cumplirían a su lado, varias veces lo había visto totalmente perdido observando a Kuroko y Kagami con su hijo. La joven pareja de Seirin habían tenido a su primer hijo hace no mucho y se veían como una dulce y feliz pareja, aunque no lo admitiera ni bajo amenaza Midorima solía perderse en esa imagen como si añorara verse a sí mismo en aquella situación. Cuando lo veía así Takao sabía que no tenía lugar en ese sueño.

Luego de ordenar todo ambos chicos se dirigieron a las duchas completamente desoladas, no paso mucho tiempo antes de que presa del deseo ambos se encontraran desnudos dentro de la misma ducha mientras el peliverde arrinconaba al menor contra la pared besándolo con una pasión incontrolable mientras penetraba al pelinegro que mantenía ambas piernas aferradas a la cintura ajena arañando la espalda de este a la vez.

Eran escasos, pero esos momentos eran los únicos en los que Takao podía sentirse bien, feliz, completo, amado. Su pecho dolía, saber que el amor de su vida estaba tan cerca y tan lejos a la vez le frustraba, prefería dejar de pensar en eso e ignorar ese dolor. La segunda mitad del año había dado inicio y todos sus compañeros de clase no paraban de hablar de una cosa: la universidad. El pelinegro no tenia planes en especifico pero antes de darse cuenta había consultado la carrera de medicina en alguna universidades, sabía que Midorima quería ser doctor y eso lo había animado pero luego de que en un pequeño accidente en el patio de juegos su hermanita terminara con un yeso en el hospital Takao había tomado cierta admiración por los enfermeros. Ya había oscurecido y estaba haciendo mucho frio, normalmente en un día como ese y mas siendo sábado hubiera ido a algún lugar con el peliverde pero este se había pasado todo el día ignorando sus llamadas y poniendo mil y un excusas, aquello le preocupaba bastante. No era como si tuviera algo de qué preocuparse al fin y al cabo entre ellos dos no había nada.

No eran nada… si tan solo su estúpido corazón opinara igual no habría sentido como si un puñal de hielo se clavara en su pecho y se retorciera. Allí frente a sus ojos saliendo de un café charlando y sonriendo se encontraban Midorima y una mujer adulta, jamás había visto al peliverde sonreír así y las cualidades de su compañera empeoraban todo, era bien sabido que al escolta de Shutoku le gustaban las mujeres mayores, maduras. Ver aquella escena fue como un baldazo de agua fría para el moreno, un “Idiota ¿Tenias esperanzas aun? Por favor, jamás te vera de esa forma”. Sintió algo romperse dentro de sí pero no dijo nada ¿Con que derecho lo haría? Él mismo había especificado que no eran nada, que solo era sexo, Midorima era libre de ver a otras personas, de tener una pareja real, de intentar formar una familia. El pelinegro se mordió el labio ahogándose en sus propias palabras, su propio veneno le causaba daño y Shintaro como siempre estaba tan cerca y tan lejos a la vez, era realmente doloroso.

 

Al otro día en la escuela Takao prefirió pasar de todo, no saludo a nadie ni escucho nada, llego a su pupitre y se dejo caer deseando morir, durante la clase pudo sentir la mirada curiosa del peliverde pero lo ignoro por completo, no tenía ganas de hablar y menos con él.

– ¡Takao! – Le llamo con cierta irritación el peliverde persiguiéndolo por los pasillos, ya que ni bien había sonado la campana el pelinegro salió prácticamente corriendo. – ¡Espera Takao! – Volvió a llamarle y al no recibir respuesta se adelanto aun más irritado sujetándole el brazo. – ¿Qué ocurre contigo?

– Nada. – Contestó secamente el menor sin desprender la vista del suelo. – Simplemente quería tomar aire eso es todo.

– ¿Qué te sucede? – Insistió el mayor ignorando aquella patética excusa. – Has estado actuando de forma muy extraña, te llame todo el día de ayer y no contestabas y ahora me ignoras por completo. – Le reprocho con severidad.

El menor apretó los puños aun con la mirada baja ¿Para qué quería Midorima hablar con él si podía salir con aquella mujer? Sin pensarlo mucho tiro bruscamente y se deshizo del agarre del mayor alejándose un poco mas solo para volverse a ver acorralado por el as de Shutoku. El peliverde observo por el rabillo del ojo en ambas direcciones que el pasillo estuviera completamente vacío y acto seguido empujo a su amante dentro de una de las aulas desocupadas aprisionando contra la pared y besándolo de una forma voraz. Normalmente las cosas hubieran seguido así y ambos habrían terminado haciéndolo allí mismo, sin embargo para sorpresa de Shintaro ni bien se separaron un poco Kazunari lo golpeo con tanta fuerza que sus lentes cayeron al suelo, aun con la vista borrosa pudo escuchar claramente como el menor contenía inútilmente el llanto y se iba lo más rápido posible dejándolo solo.

¿Qué demonios acababa de hacer? Takao aun no lograba entender porque lo había hecho, por mas frustrado y dolido que estuviera no era excusa para golpear de aquel modo al más alto, después de todo si Midorima quería tener sexo con él ¿Cuál era el problema? Lo habían hecho miles de veces sin importarles nada, aun así el corazón del moreno dolía, pensar que su peliverde ya le pertenecía a alguien mas dolía mas que cualquier otra cosa.

El día pasó y ninguno de los dos volvió a dirigirse la palabra, después de lo ocurrido ninguno sabia como mirar al otro o que decir. Al finalizar las clases y las practicas Kazunari tomo sus cosas y salió lo más rápido que pudo, ese día era lunes, el único día de la semana cuando los padres del peliverde trabajaban de noche y no volvían sino hasta el martes por la tarde, habían tomado la costumbre de volver juntos a casa y de que el pelinegro pasara la noche allá pero hoy eso sería imposible. Las nubes grises se hacían cada vez mas espesas, habían anunciado lluvia para la tarde y por una vez el pronóstico acertaba justo a tiempo. El moreno maldijo entre dientes mientras corría para resguardarse un poco cuando choco con alguien, el agua caía cada vez más fuerte y eso le había dificultado ver el camino, al menos agradecía que fuese una persona con lo que choco y no un poste.

– Discúlpeme en verdad lo lamento mucho. – Se apresuró a decir con una leve reverencia.

– ¿Takao? – Pregunto con una pisca de asombro una voz conocida.

El mencionado levanto tan rápido la cabeza que se mareo un poco pero logro reconocer a quien tenía enfrente de inmediato. –  ¡¿Miyaji-san?! ¿Qué está haciendo aquí?

– Mis clases fueron por la mañana y había venido a hacer algunas compras antes de que comenzara a llover, por suerte me vine preparado. – Señalo mostrando su paraguas. –¿Qué hay de ti? ¿Dónde está Midorima?

La pregunta del castaño era normal, ellos dos siempre andaban juntos por lo que era extraño ver a uno sin el otro, aun así con todo lo ocurrido recientemente esas palabras lastimaron al menor. Midorima no lo había venido a buscar, no le importaba porque había actuado así o que le pasaba, pensar en eso hizo que varias lágrimas escaparan y comenzaran a inundar su rostro.

– ¿Takao? ¡Oye, Takao! ¿Estás bien? – Pregunto alarmado el mayor. – Te estás empapando, ven vamos a mi departamento.

Ni bien llegaron al departamento de este Miyaji tomo unas toallas y ayudo al menor a secarse, le indico donde estaba el baño y busco para él un poco de ropa. Kazunari sabia porque su superior hacia aquello, hace un año antes de graduarse Miyaji se le había confesado a Takao, lamentablemente en ese tiempo el pelinegro aun tenía la esperanza de que Midorima correspondiera sus sentimientos así que lo había rechazado.

– Que idiota. – Se regaño así mismo con una sonrisa cansada mientras se vestía. – Era un caso totalmente perdido, si tan solo hubiera sido más inteligente y hubiera aceptado a Miyaji-san no estaría pasando por esto ahora…

Cuando salió del baño el castaño había preparado una humeante taza de café para ambos y algunos bocadillos, sintiéndose tan frágil  y pesado como si en lugar de carne estuviera hecho de papel mojado el pelinegro se sentó al lado de su superior en el sillón. No paso mucho tiempo antes de que Takao le contara todo lo ocurrido, Miyaji era bueno haciendo hablar a las personas y el chico de ojos de halcón no fue la excepción. Cuando este hubo finalizado tuvo que reunir las pocas fuerzas que le quedaban para evitar que el castaño fuera a buscar al peliverde para partirle la cara.

– Basta por favor, déjalo así. No tiene caso, además Shin-chan no tiene la culpa. – Le recordó Takao logrando que Miyaji volviera a tomar asiento.

– ¡Aun así me gustaría decirle a ese bastardo un par de cosas! – Afirmo el mayor con rabia pero luego decidió calmarse. – Escucha Takao ¿Por qué no pasas la noche aquí? Por el bolso que llevas supongo que tu familia cree que estarás en lo de Midorima esta noche y con este clima no es recomendable salir.

– ¿Seguro? No quiero molestar, justamente no a ti.

– Jamás serias una molestia para mí. – Le aseguro acariciándole el rostro. – Ve a dormir si quieres, puedes utilizar mi cama, necesitas descansar así que no aceptare un no por respuesta. – Dijo acariciándole el cabello y despeinándolo un poco.

 

Midorima se sentía inquieto, durante las clases había intentado averiguar que ocurría, porque Takao había reaccionado como lo hizo. Repaso lo ocurrido los últimos días para ver si había hecho o dicho algo que lo hubiera molestado pero por más que pensaba y pensaba no lograba saber que había provocado todo. Tampoco iba a pedirle explicaciones al pelinegro, su orgullo se lo impedía, además no tenía derecho tampoco en exigirle nada, ellos no eran nada. Nada, otra vez esa palabra molesta, Shintaro la odiaba. Saber que a pesar de todas las cosas que pasaran juntos o de todo lo que hicieran su relación seguiría siendo eso, nada, le enfada mucho. Sin embargo no había mucho que hacer, el mismo Takao fue quien había propuesto aquello, claramente no tenia deseos de comprometerse con alguien como él.

Llego a su casa con un inmenso vacío, sus padres no volverían sino hasta el otro día y su hermana menor estaba con sus abuelos, antes no le molestaba aquello, usaba ese tiempo para estudiar o relajarse con algún buen libro. Sin embargo desde que el pelinegro había empezado a acompañarlo los lunes se habían convertido en un día que esperaba con ansias, ahora que el ya no estaba volver a la rutina parecía gris y frio. Su mente no lo dejaba en paz, la lluvia no hacía más que empeorar y su cabeza le mostraba continuamente la imagen de Kazunari empapado, triste y solo. Ya sin poder resistirse tiro su orgullo por la borda, se sentó en el sofá y tomo su celular, marco varias veces el número del pelinegro hasta que por fin atendió, sin embargo no era la voz de Takao la que se escuchaba del otro lado.

– ¿Hola? Disculpe quería comunicarme con el dueño del teléfono Takao Kazunari. – Procedió a decir en el tono más educado que pudo.

– Ahórrate esas cosas Midorima. – Respondió la voz del otro lado del teléfono.

Shintaro reconoció inmediatamente al dueño de aquella voz y se incorporo de un salto. – ¡¿Miyaji-san?! ¿Qué está pasando? ¿Porque tiene el celular de Takao? – Cuestiono sin medir el tono de su voz, tenía todo el derecho de estar alarmado, el hecho de que el castaño se le había confesado una vez a Takao no fue algo que pasara desapercibo, al menos no para Midorima.

– Me encontré con Takao hoy, parecía muy triste y dolido así que lo traje a mi departamento. Me dio mucha lástima lo frágil que se veía así que aproveche, en estos momentos no puede atender el teléfono ya que se encuentra durmiendo en mi cama, pero si tienes algún mensaje para el yo son gusto se lo daré luego. – Ofreció con cierta malicia en su tono antes de colgar.

Midorima se quedo helado por unos minutos, aquello había sido una obvia provocación pero aun así había bastado para hacerle hervir la sangre, el solo imaginar que su Takao estuviera en la cama con alguien más lo enfurecía, tenía ganas de tomar a Miyaji por el cuello y matarlo, y la lluvia no iba a impedírselo.

Por su parte Miyaji dejo el celular en su lugar y se dirigió  a su habitación, no había mentido, Takao se encontraba dormido plácidamente, al parecer una buena siesta había ayudado a calmarlo un poco. El castaño se sentó a un lado de la cama y dejo salir una pequeña sonrisa antes de despertar al pelinegro.

– Takao abre los ojos, será mejor que te levantes, tengo la ligera impresión de que alguien vendrá nadando si hace falta solo para verte. – Le dijo intentando contener la risa.

– ¿Eh? ¿Qué cosa? Senpai hable claro. – Pidió el menor estirándose un poco.

– En resumen que te vistas, no debe tardar demasiado en llegar. – Le dijo abandonando la habitación.

Shintaro llego casi de inmediato, ya había ido una vez al departamento del castaño cuando este se había acabado de mudar y los había invitado a  todos a ver, pidió al taxi que lo esperara unos minutos y subió. No iba a tardarse mucho sacaría a Takao de ahí y mataría a Miyaji antes de que la tarifa de espera subiera demasiado. Lo que Midorima no esperaba era que al llegar en la puerta lo estuvieran esperando Takao con su bolso en mano y sin entender nada y Miyaji con una sonrisa socarrona.

– Bien como te dije, vino con diluvio y todo. Ya no me voy a meter en sus asuntos así que siéntense ambos y háganme el favor de hablar con sinceridad. – Les ordeno empujando al pelinegro contra el  recién llegado.

– Pero… ¿Qué esta… – Midorima no podía entender nada, ni siquiera pudo completar la oración de lo perdido que se encontraba.

– No hice nada. – Se apresuro a decir Miyaji. – Solo quería ver tu reacción como una pequeña venganza por ganarme a Takao, pero no te preocupes ya no estoy interesado, si trajera a otro hombre a mi cama ese idiota hiperactivo no me dejaría ni morir en paz. – comentó con una pequeña sonrisa antes de regresar al interior de su departamento dejando solos en el pasillo  los otros dos.

Midorima no perdió el tiempo, tomo con fuerza la pelinegro del brazo y lo bajo casi a rastras hasta el taxi que los llevo de regreso a la casa del peliverde. Ninguno dijo nada en todo el viaje, Midorima pago el taxi y arrastro al pelinegro hasta  adentro sin decir nada. – Takao… – Le llamo una vez que estuvieron en el living. – ¿Qué te molesta? Necesito que me lo digas, se sincero conmigo ¿Qué fue lo que paso?

– Pero… Shin-chan. – Takao vacilo ¿Valía la pena decirle todo? ¿De qué le serviría a fin y al cabo? No, debía decírselo, quizá así su corazón doliera menos. – ¡Me gustas! – Grito a todo pulmón sintiendo el rostro arder. – Esa es la verdad, yo desde el inicio, siempre estuve enamorado de ti Shin-chan. Eras arrogante y raro pero no me importaba, verte trabajar tan duro, verte cuidar de los demás pero sin admitirlo, no había forma de que te odiara, era divertido estar contigo y poco a poco fui empezando a amarte. – Reconoció con unas lágrimas amargas cayendo por su rostro. – Pero jamás te dije nada, porque sabía que no me verías de la misma forma nunca, cuando mirabas a Kuroko y a Kagami con su bebé había un brillo en tu mirada que jamás había visto… entonces supe que lo que en verdad querías que en ese anhelo tuyo yo no estaba… – Finalizó entre llanto.

El corazón del peliverde dio un vuelco, acorto la distancia entre ambos en un instante y resguardo fuertemente al menor entre sus brazos dándole un dulce beso en la frente y acariciando su rostro. – Cielos, si que eres un idiota Bakao, si tan solo lo hubieras dicho desde el inicio me hubieras ahorrado tantas cosas. Es verdad, reconozco que siento cierta envidia hacia Kuroko, él y Kagami son totalmente abiertos y sinceros el uno con el otro y ya han formado una familia. Pero en ningún momento dije o di a entender que tu no podías formar parte de aquello, de hecho eres el único con el que me imagino teniendo una familia, no quiero una si no es contigo Takao.

El pelinegro no sabía que decir, una oleada de sentimientos le recorrieron y a pesar de que quería abrazar al peliverde y besarlo fue otra cosa lo que le salió. – ¡¿Quién era esa mujer?!  Si en verdad me amas entonces respóndeme ¡¿Qué estabas haciendo el sábado con esa mujer en ese café?!

– ¿Qué? – Inquirió el peliverde confundido, intento ordenar sus pensamientos y respiro profundo. – Te refieres al sábado pasado ¿Era eso lo que traía tan molesto?

– No lo digas como si fuera una estupidez, yo te vi, te reías y sonreías como nunca, jamás te había visto tan cómodo con nadie ni mucho menos conmigo. – Le reclamo ardiendo en celos.

– ¿Podrías esperar un poco? Es increíble la velocidad con la que empiezas a sospechar de todo. Esa mujer con la que me viste era una vieja amiga de mis padres, la conozco desde que nací, actualmente es la directora de la carrera de medicina en la universidad que quiero ingresar así que me reuní con ella para discutir sobre ello además de la posibilidad de una beca.

– Pero a ti te va bien Shin-chan, no necesitas una beca. – Replico el pelinegro ya mas calmado.

– No es para mí, es para ti. Te vi muy interesado en ser enfermero y esa universidad es  de las mejores, si trabajas duro podrás obtener la beca. Sé que puedes entrar a cualquier otra pero… simplemente pensé que sería mucho mejor que siguieras a mi lado, me dejaría mas tranquilo. – Confeso desviando el rostro para ocultar su sonrojo.

Los ojos de Takao brillaban como nunca y su rostro enrojeció por completo, nuevas lágrimas surcaron sus mejillas pero estas estaban acompañadas de una ancha sonrisa, abrazo al peliverde con todas sus fuerzas escondiendo el rostro en su pecho. – Te amo, en verdad te amo Shintaro.

El rostro de Midorima se volvió del rojo vivo pero aun así acaricio el rostro del menor mirándolo a los ojos. – Y-yo… ta… también te amo Kazunari. – Pronuncio algo entre cortado y forzoso debido a la vergüenza para luego unir sus labios con los ajenos en un suave y dulce beso.

 

 

Los años pasaron y el invierno decoraba la ciudad de Tokyo con un fino manto blanco que junto a las luces de la plaza daba un aire mágico digno de una postal. Midorima se encontraba caminando tranquilamente con una bolsa llena de víveres y una lista en la mano con lo que faltaba aun por comprar, delante de él un pequeño niño de seis años de cabello y ojos verdes corría observando con ilusión las vidrieras.

– ¡Shin-chan mira, mira! – Gritaba el pequeño Kazuo eufórico.

– Ya voy Kazuo, no te adelantes tanto por tu cuenta ¿Qué viste? – Pregunto inclinándose a la altura del menor.

– Mira ese juego de ajedrez de cristal. – Dijo señalando el objeto en la vitrina. – Quiero uno, siempre pierdo contra Sei-chan así que debo practicar ¿Me comprarías un juego de ajedrez?

El mayor dejo escapar una pequeña sonrisa y acaricio con amor la cabeza de su pequeño hijo. – Claro, me alegra ver que demuestres interés en esas cosas. – Dijo con una sonrisa entrando al local. – ¿Hay algo más que llame tu atención?

– A ver… ¡Ah, ese! Quiero comprar ese libro. – Dijo señalando con entusiasmo un libro grueso en la estantería.

– Es un poco avanzado, no creo que puedas leerlo.

– Está bien, no es para mí. En dos semanas es el cumpleaños de Sei-chan y quiero dárselo como regalo, Sei-chan es genial, él ya puede leer esos libros complicados así que quiero darle uno. – Comentó emocionado el menor.

– Se ve que quieres mucho a Seiji-kun. – Comentó Midorima con una sonrisa tomando el libro y el juego.

– Si, quiero mucho a Sei-chan, como tú a mamá. – Contestó el menor con una sonrisa. – ¿Ya compraste el regalo de Kazuna-chan?

– Si ya lo hice, ahora apresurémonos a terminar las compras para dárselo. – Propuso el mayor pagando lo pedido por el menor y encaminándose a una última tienda mas antes de regresar a casa.

Midorima y Takao se habían mudado juntos a una casa bastante amplia y elegante en uno de los mejore barrios de Tokyo sin estar demasiado alejados del centro, si había algo que particularizaba su hogar de entre los demás era sin duda la gran cantidad de Lucky Items que adornaban las estanterías. Takao estaba terminando de preparar la cena mientras esperaba algo impaciente a su pareja y a su hijo, hoy cumplía ya diez años de pareja con el peliverde y había mandado a este a que comprara unas cosas y el pastel para el postre. No era que el pelinegro no pudiera celebrar a gusto sin un pastel o algo pero los antojos podían más que el, acaricio su vientre de ya seis meses y dejo escapar una sonrisa que se ensancho mas al oír la puerta principal abrirse.

– ¡Kazuna-chan volvimos! Y trajimos el pastel. – Anuncio su pequeño hijo corriendo a sus brazos.

– Ya era hora, comenzaba a pensar que pasaría nuestro aniversario solo. – Bromeo el pelinegro besando la frente de su pequeño y sirviendo la comida.

El clima durante la cena fue el mismo de siempre, Kazuo comentaba sobre lo que había aprendido en la escuela recibiendo elogios de sus padres y una que otra broma de su madre, pero entre tanto y tanto ambos peliverdes se dirigían unas miradas intensas como discutiendo por algo y finalmente como en el quinto round Kazuo pareció ganar.

– Kazunari, ven un minuto. – Le llamo Midorima indicándole que se parara a su lado. – Lo siento, se que tarde demasiado, simplemente estaba buscando la oportunidad perfecta pero no importa, no voy a poner excusas.

– ¡Papá! Deja de darle vueltas al asunto y díceselo. – Le ordeno su hijo que empezaba a perder la paciencia.

– Todo paso muy rápido, la llegada de Kazuo, la casa nueva, todos fueron momentos que me llenaron inmensamente de felicidad, pero entre ellos y nuestras carreras el tiempo pasaba y la oportunidad que buscaba se alejaba cada vez más. Por eso te pido perdón e intentare remediarlo ahora. – Se explico y con cierto nerviosismo sacó de su bolsillo una caja de terciopelo roja que contenía dos anillos. – Diez años juntos, diez años llenos de momentos inolvidables y también hoy el diez es el número de la suerte para cancer y escorpio, Kazunari ¿Te casarías conmigo?

– Pfff… ¿Y aun tienes el descaro de preguntarlo? ¡Por supuesto que me casare contigo! Digo soy la madre de tus dos, o según el doctor tres hijos ¿Y voy a decir que no? Realmente eres un idiota Shin-chan. – Decía entre carcajadas el pelinegro extendiendo la mano para que el otro le colocara el anillo con una gran sonrisa y algunas lágrimas.

– Cierto, pero soy tu idiota ¿No? – Coincidió el mayor besando las lágrimas de su pareja.

– Iugh, no se pongan melosos frente a mí. – Les pidió le menor sacando la lengua en un infantil gesto de asco.

– Jajajajaja está bien, pero ven acá, esta noche es muy especial y quiero estar con toda mi familia. ¿Shin-chan podemos dormir todos juntos? – Pidió Takao con una sonrisa abrazando a su pequeño.

– Por supuesto, no hay nada que desee más que eso, salvo claro agregar a nuestros dos pequeños a la cama también cuando ya hayan nacido… La familia que siempre soñé, gracias por dármela Kazunari.

– Gracias por dejarme formar parte de ella Shintaro. – Contesto el pelinegro acercándose a él y sellando la distancia con un profundo y dulce beso.

 

 

 FIN.

 


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