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Clandestinos por PandoraBoxx

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Notas del capitulo:

Lamento mucho la espera, pero he aquí la continuación del fic, espero les agrade y ya saben, los personajes usados aquí son propiedad de Oda-sensei...

 

— ¡Me gustas! — Declaró la bella joven de cabello negro violáceo, rizado y enormes ojos color violeta.

Para los chicos, esa mujer ya era cliente regular y sabían por que frecuentaba la cafetería.

—Quisiera saber si me acompañarías a salir… nada formal.

La timidez le gobernaba al pronunciar esa oración,  y se dejaba ver en la simple acción de arrugar su vestido deformando los círculos morados plasmados en el blanco de la prenda. Ese sentimiento a Sanji le provocaba una sonrisa plena ya que muy  a su pesar, la costumbre del dulce rechazo de la jóvenes a las que cortejaba lo obligaron a entender que una cita con alguna de ellas era una simple ilusión ya que de antemano su profesión así lo dictaba, aun así no rechazaría a la bella joven.

— ¿Cita? Pero por supuesto que si mí bella dama… que vergüenza para un caballero como yo, que una hermosa señorita haya hecho el primer movimiento.

Los chicos de antemano conocían ese desarrollo, cuando la hermosa señorita viera la tira blanca adornando el cuello del rubio, se reiría tiernamente para decir lo mismo que las demás “Ahh que desperdicio”, pero las cosas para Zoro no era tan simples de sobre llevar.

 Al ver como el mesero y cocinero, canturreaba y coqueteaba ante la joven y, sobre todo cuando ella no rechazó el beso a su mano, el dolor le atravesó el pecho zarandeando y haciéndolo  tropezar con una silla dejando caer todo lo que cargaba en la charola. Los vasos de vidrio que se estrellaron en el piso haciéndose pedazos  atrajeron de inmediato la atención de Ace, suspirando, comenzó a dirigirse hacia Zoro.

Para él esa situacion le provocaba un nudo en la garganta ya conocido por experiencia propia; de hecho a los compinches —todos— les disgustaba que el seminarista actuara de esa manera, sin embargo no podían mencionar algo o decir nada ya que dos factores aun no se esclarecían, uno de ellos que Zoro no aceptara que estaba perdidamente enamorado y el otro, que Sanji ni siquiera se imaginara eso.

Para el último, Zoro no era nada más que su hermano, el solitario niño que necesitaba de compañía ese mismo con el que antes dormía acorrucado en su regazo en las noches frías o lluviosas, por eso, que los acercamientos como el de la farola, no pasaran de ser meros momentos de cercanía con él, por supuesto que el mismo Sanji —a su conveniencia— se fabricó esa idea, claro está.

Y con ese pseudo pensamiento sembrado en su cabeza trataba de continuar con normalidad, sin importar su comportamiento hacia el propietario delatara algo más, algo que en su interior comenzaba a colmarlo, algo que lo hacia dedicarle miradas llenas de seducción, o incluso leves detalles que quizás para él pasaban desapercibidos como un ligero roce con sus manos a los hombros con la excusa de moverlo de sitio, o un leve abrazo con el afán de tomar cualquier cosa que estuviese a la espalda de Zoro, incluso le habían visto como corregía la corbata del cafetero en varias ocasiones y eso para los chicos eso era otra cosa, pero para ese par de cabezas duras, no era nada.

— ¡Déjame ayudarte con eso! ¿Pero que rayos te pasa marimo? —Expuso el seminarista pasando de lado, dejando a Ace atrás. Ya que al escuchar el estruendo se dirigió al hincado dueño del establecimiento, dejando a la joven con la  mano extendida y el rostro lleno de duda.

Ace se quedó a medio camino observando la escena. Ese hecho fue el más demostrativo que los demás también vieron, ¿Sanji, dejando a una hermosa chica que sí lo había aceptado a pesar de saber lo que sería,  con la mano estirada por correr hacia Zoro? No podía significar nada mas que… bueno, eso sólo lo sabrían a ciencia cierta en algún tiempo, esperando que fuera corto ya que la estadía del seminarista con cada día que pasaba se reducía, ya tan solo le quedaban escasos seis meses para estar con ellos.

—A ver, estas sangrando idiota… vamos, el botiquín esta en tu oficina, ¿cierto? —Cuestionaba sosteniendo la mano sangrante de Zoro, una esquirla de vidrio estaba incrustada justo en la palma.

—Ace… por favor termina de atender, ¿si?

Un tono ligero de preocupación obligó al pecoso a salir de sus conjeturas, asintiendo se encargó del establecimiento, más que nada, terminó de atender a la femenina mientras de reojo observaba como  Sanji y Zoro se perdían al subir las escaleras. La oficina del marimo se encontraba al fondo del segundo piso, alejado de las mesas y la terraza de “Le Caffe Gourmet”  hasta donde después de llegar y cerrar la puerta  el seminarista se dedicó a atender esa herida.

—Veamos…

Miraba en todas direcciones, aunque ya tuviese trabajando ahí por casi cuatro meses, era la primera vez que entraba en la oficina, realmente no la imaginaba de tan de buen gusto, enormes libreros de roble, o el  piso lacado de la misma, pero  no era el momento de fijarse en detalles por el momento: insignificantes como esos. Buscó atento hasta que encontró el botiquín a lo alto de un librero.

Zoro se quedó recargado en su escritorio, esa enorme mesa de roble ya antigua era un regalo de su padre y al mismo tiempo una reliquia muy bien conservada.

El seminarista se volvió y lo miró en esa pose: se parte baja recargada en la mesa, con una de sus piernas semi-flexionada, cargando su peso en la contraria mirando atento como por la herida brotaba su sangre más parecía no importarle.  Ante sus ojos Zoro lucía demasiado triste, tanto que  su corazón también resentía ese comportamiento y lo demostró palpitando mucho más rápido de lo normal. Él había empeorado en su estado de animo desde hacía unos días y Sanji creía saber la razón, la “platica” sobre su chica y todo por la bocota del cejillas. Se acercó y sosteniendo la mano con firmeza, retiró la astilla cristalizada y comenzó a limpiar la herida.

—Está profunda, deberíamos de ir al hospital…

—No hace falta, sanará por su cuenta. —Respondía insensiblemente el marimo, ni siquiera el dolor marcaba una diferencia en su semblante y eso, inconscientemente afectaba al rubio.

—Bueno, marimo, ¿Qué te pasa? Estas muy distraído… escucha, no debí meterme donde no me llaman y siento que hablé demás la otra noche… no me tomes importancia…

Miraba atento cómo el rubio secaba la sangre y presionaba ligeramente al tiempo que escuchaba  con atención.  Las disculpas de Sanji siempre eran así, nunca decía un “Lo siento” pero, ese era su modo de ser y él ya lo sabía. No perdía detalle de sus cuidados aunque dolorosos le agradaban, la calidez de sentir su mano sujetada por él le embargó de calor uno que incitó a hablar de ese día.

—Es que es verdad, ella murió por culpa mía…

Sanji lo miró directo al rostro, enfocándose en su ojo granate sin soltarle la mano y sin quitar la gasa, tanta tristeza arraigada en una persona tan fuerte como Zoro agrietó la personalidad del rubio.  Con su mano libre sacó un cigarrillo, lo encendió y después de darle una profunda calada, lo puso en la boca de Zoro.

—Cuídalo un momento.

Sustituyó la gasa húmeda por la sangre por una seca, luego recuperó su vicio dedicando una ligera caricia a los labios de su compañero lo puso en su boca  y continúo con su atención a la mano herida.

—Continua… no diré nada.

Sanji se concentraba en la mano de Zoro, demostrándole que nada de lo que dijera en ese instante sería más importante que la herida y para él así era, pero eso  lo mantendría en secreto  junto con el pensamiento de “Que él  no necesitaba saber” . El marimo lo entendió y habló tranquilo.

—Ese día hablaba por teléfono mientras yo conducía, estábamos por ir a ver una casa que Mihawk le había obsequiado… cuando ella mencionó: “Si, ya nos quedan únicamente dos semanas para estar juntos por siempre”… —Zoro tragó saliva y suspiró. —Me… inquietó el hecho de saber que lo perdería todo…

— ¿Todo? —Preguntó Sanji curioseando la herida.

—Si, todo… —Respondió Zoro mirando hacia otro lado.

—Continua… —Sanji dio la última calada al cigarrillo, lo apagó en la suela de su zapato y puso la colilla en el escritorio cuidando de que la parte caliente no lo tocara, —él sabía respetar las cosas materiales de los demás— momentáneamente, para  luego centrarse de nuevo en la profunda y sangrante cortada.

—Yo no la quería, me comportaba con ella atento porque mi padre así me lo pidió, además, no sé… ella era paciente y no me reclamaba nada de eso, pero aún así, no lograba quererla y cuando me di cuenta, cuando en realidad entendí que estaba por perder todo…

Zoro guardó silencio y humedeció sus labios, como si con eso encontrara las palabras que seguían en la oración.

—Te asustaste marimo tonto. —Completaba el rubio esa declaración a medias.

—Le pedí que extendiéramos el compromiso, cuando menos por seis meses mas, pero ella no quiso y comenzamos a discutir, me preguntó el porque y yo no pude decir nada…

— ¿Te asusta el hecho de saber que amas a otra persona? —Interrumpió Sanji aún concentrado en la herida.

Zoro dudó demasiado en responderle, mas bien, no lo hizo y continúo con su historia.

—Enojada me reclamaba “Ya tenemos mas de medio año así, no puedes seguir de este modo” cosas así, yo trataba de ignorarla… hasta que me insistió con que le diera una razón para ello…

—Va a arder… —Lo interrumpió Sanji.

La mueca de Zoro aparte de mostrar la molestia de la herida, dejó ver la culpa, por fin el joven de cabello verde mostró algo en ese semblante congelado.

—Después de eso… me distraje por unos momentos y el coche comenzó a dar vueltas, terminamos en el fondo del barranco, yo quedé atrapado en el auto y ella, salió por el parabrisas… cuando los rescatistas llegaron no pudieron hacer nada para ayudarla.

Ante sus ojos azules, Zoro ocultaba todo detalle que en su mente se presentaba tan claramente que con extender su mano, podría tocar las imágenes,  sin embargo los sentimientos respecto a esa pelea nunca se expondrían, él no era de los que lloraban o expresara su sentir plenamente y Sanji bien lo sabía por lo que insistirle, seria causa perdida.

—Bueno marimo… no es culpa tuya nada de eso… —Suspiró al cubrir la herida con una gasa. —Debes darle la vuelta a la página y seguir adelante, piensa que si te hubieses casado bajo esa circunstancia ni tú ni ella habían sido felices….

Zoro lo miraba atento, sin parpadear, memorizando como envolvía su mano con la venda, más que nada, resguardando toda la escena para si mismo, una que bien sabía no se re repetiría nunca.

—Hubiese sido un verdadero martirio estar atado con alguien a quien nunca amarías, no digo que su muerte deba verse como una liberación, pero mi padre siempre dice: “Las cosas que pasan antes, tienen gran peso en las que vienen” así que… —Suspiró Sanji al terminar de vendar la mano. —Debes dejar de perder tu vida de esa manera, no creo que ni a tu padre, ni a los idiotas que trabajan contigo ni a ella les agrade verte así. —Pregonó el rubio colocando un trozo de cinta para detener la tela en la mano del propietario.

— ¿Y a ti? —Preguntó Zoro sujetando su mano vendada, observando como Sanji regresaba todo a su sitio.

—A mí… — Hizo una pausa alzándose para colocar la caja blanca del botiquín en el librero. — Se me hizo extraño ver al fuerte marimo tan… cabizbajo, por que Zoro no es así, pero también me preocupas.

El tono “despreocupado” no levantaba su ánimo, Sanji era meramente cortes con él y eso le molestaba, ¿Qué no podía ser distinto con él? ¿Por qué no lo animaba de verdad? ¿Por qué tenía que ser él quien sufriera así?

Pero ¿Qué estaba maquinando? ¿Por qué a medio día se torturaba con esos pensamientos? Su límite comenzaba a perder terreno ante su amor y desesperación. Eso en definitiva no estaba bien ya que los problemas siempre le acompañaban cuando él cedía terreno ante sus sentimientos.

 —Anda marimo, debemos regresar al trabajo…

El mesero extendió su mano esperando  que su jefe la sujetara, pero la duda en el joven de cabellos verdes que lo mantenía mirando al piso no lo permitió, alzando su ceja en espiral hizo lo único que podía: patearlo. Sanji era joven de poca paciencia además comprendía bien que el marimo no entendería a menos que fuese de un modo rudo.

Tremendo golpe se llevó el dueño de la cafetería al estómago, uno que lo hizo quedar sentado en el piso y recargado en el enorme escritorio,  mirando a lo alto. Suspirando el rubio se acuclilló en frente.

—No puedes vivir todo el tiempo en arrepentimientos, con tus acciones no la traerás de vuelta además marimo idiota, las buenas personas que se preocupan por ti, ¿No te importan? Sin contar imbécil árbol andante, que tú no eres así. Tú… —Dudó Sanji mirándolo y posando su mano en la rodilla de Zoro. —Cuándo quieres algo, lo consigues sin importar qué, eres decidido y con determinación, así te recuerdo y según el capitán goma, no has cambiado nada.

Una leve sonrisa apreció en la faz de Sanji, una que a Zoro le esclareció dudas, en vez de pensamientos confusos, imágenes de los chicos con él y de Sanji —Sobre todo del último— lo comenzaron a saturar. Lo que el rubio le estaba diciendo no era nada más que la verdad, los demás chicos sí estaban preocupados por él desde un buen tiempo atrás, ¿Cuántas veces no los había rechazado al invitarlo a salir con ellos? ¿Cuántas veces les había dado la espalda cuando ellos le hablaban de cualquier cosa con tal de atraer su atención? Zoro se había sumergido en la completa soledad y de paso, los arrastró con él sin siquiera permitirles tomar un salvavidas.

Sanji con su sincera sonrisa y palabras, aunque fueran anti sonantes, le habían traído de vuelta un poco de su ser, ese que se fue con Perona al otro mundo y que ni siquiera sabia que había perdido, sus instintos y sobre todo sentimientos lo obligaron a actuar; extendiendo su mano vendada, el empresario acarició el rostro blanco del seminarista pasando de largo, con el único fin de sujetarlo fuerte por el cuello y  acercarlo hasta una distancia en la que su nariz rozaba con la del seminarista, éste se quedó mirándolo curiosamente sin moverse de su sitio o hacer intento de retirarse.

De nueva cuenta, la tira blanca en el cuello del último le recordaba lo que era el joven de ojos azules e inconscientemente lo detuvo. Zoro se quedó perdido observando ese orbe índigo que lo miraba fija y despistadamente, en lo profundo de ese mirar un poco de anhelo fue apreciado.

Sanji mostraba en su mirar cierto afán de que Zoro continuará con la caricia, ¡Qué la terminara! En su interior él sabía que estaba demasiado mal ese deseo, ¿Qué demonios le pasaba? ¿Por qué ansiaba eso? Se supone que trataba de recuperar a Zoro de esa profunda zanja en la que estaba sumergido, ¡No tenía que sacar nada a cambio de esa acción! Y ahora, deseaba con todo su ser ¿Un beso? Definitivamente Sanji estaba mal. Menos mal que el marimo si comprendía y respetaba lo que el rubio “era”.

—Gracias. —Dijo acariciando la mejilla del rubio.

Sanji en ese preciso momento comprendió que Zoro no tenía intenciones de más con él, era un tonto por pensar de esa manera y aunque la tristeza le escupió y lo machacó cruelmente peor que a insecto en el piso, también se sintió aliviado de entender  que su compañero aún lo estimaba como tal.

—No hay de que, ahora, de vuelta a mi conquista… ¡¡¡Mellorinne!!!— Gritó al levantarse y dejar a Zoro sentado ahí, ambos necesitaban espacio para recapitular lo que recién pasaba.

El rubio salió fingiendo todo su comportamiento habitual, sin embargo, por dentro se desquebrajaba levemente. A esa hora la terraza estaba vacía por lo que al atravesar el amplio patio, rodeando y esquivando mesas y sillas suspiraba al tiempo que tragaba saliva.

Pronto comprendió que mientras Zoro era rescatado del suplicio, él comenzaba a hundirse lento pero seguro en ese océano de tristeza y melancolía, desgraciadamente, para Sanji, no habría un bote o un salvavidas que le ayudara, siendo esa su profesión se dedicaría de por vida a salvar a los demás de sus condenas entendiendo así que ese sentimiento y ese horrible y doloroso nudo en la garganta nunca se desaparecerían.

—Así que para eso estás tú. —Mencionó al entrar al interior de la cafetería, sujetando su cuello, hablándole a la gargantilla en él y mirando el desolado pasillo que conducía a las escaleras. — ¡Maldición! —Refunfuñó con la voz a punto de quebrarse. —Esto, no es bueno.

Sin más y sobre todo actuando, se dirigió a las escaleras para bajar al primer piso, un Sanji normal apareció delante de Ace.

Alternadamente Zoro dejó escapar una leve sonrisa para después centrarse en sus pensamientos, tal vez él rubio tenia razón. “Tal vez”  ¡No! Sanji tenía razón y ahora entendía mejor las cosas, que estúpido había sido al dejarse caer de esa manera, con semejantes amigos y buenas personas cuidando de él y únicamente se concentró en lo malo, incluso Mihawk, el padre de Perona lo había visitado en varias ocasiones insistiéndole que todo saldría bien y que continuara con su vida, pero enceguecido por la culpa no se lo permitió.

Sincerándose con él mismo, ni siquiera recordaba por que discutía con la peli rosa, de hecho, Perona también estaba en un desacuerdo completo en el matrimonio y al igual que él o hacia por obediencia a su padre, con el paso del tiempo una linda amistad había surgido entre ellos, y recordando esa hermosa amistad sus grises pensamientos se disiparon como nubes oscuras después de la tormenta, mostrándole lo que en realidad tenía que hacer, incluso, se imagino ver  a Perona parada en la puerta saludándole con una enorme y cándida sonrisa: “No hay nada que perdonar, anda ya… él se puede ir”.

—Nunca te olvidaré. —Mencionó Zoro al sujetar su rostro, específicamente la cicatriz sobre el. —Pero, en verdad quiero…

 “Lo sé, no tienes nada que temer… anda ya.”

La visión de la hermosa chica se desvaneció, Zoro tragó saliva y él sí logró pasar el doloroso nudo en su garganta después de todo,  no portaba una ajustada tira blanca, se levantó del piso y se dirigió a la planta baja, no todo sería tan fácil como parecía, sin embargo, ahora mucho más tranquilo trataría de volver a ser el de antes, de eso estaba cien por ciento seguro.

Al mismo tiempo, Ace terminaba de limpiar la mesa en donde antes la bella joven había invitado a Sanji a salir, cuando el rubio apareció.

— ¡Nooo! Mí Mellorinne. —Gritaba dramático.

—Tú y tus “mellorinnes”, toma, dejó esto antes de marcharse, pero Sanji, —Ace se mostró curioso ante esa situación. — ¿Puedes salir con ella?

—Ahh, gracias…  —Estiró su mano para recibir una hoja— No es una “cita” y si puedo…

—Pero… tú —Ace no atinaba en mencionar nada de sus estudios y únicamente miraba el cuello del rubio.

—Estoy en mi descanso… no te preocupes que no haré nada que me aparte de mi camino.

Ace dejó escapar un suspiro y tomó el brazo de Sanji, esa situación se alejaba cada vez más del curso que él creía, debía tener.

—No lo decía por eso, escucha cejudo,  debes prestar atención a lo que te rodea, dentro de la cafetería hay una persona que te…

En ese justo momento un aura amenazante lo dejó mudo.

—Ace, Usopp necesita ayuda con un encargo en el callejón.

—En- enseguida…

Pronunció saliendo disparado no sin antes poner la pequeña hoja de color verde en la que estaba anotada la hora y el sitio para la cita con la bella joven en la mano de Sanji.

—Rayos, ese día trabajo…—Declaró al leer la hoja. — Bueno, será en otra ocasión. —Refunfuñaba al guardar la  nota en su bolsillo.

Zoro le dedicó una mirada un tanto tierna para luego sonreírle levemente. Esas muecas ya eran más como él y Sanji asintió sonriendo plenamente, su amigo marimo estaba regresando al Zoro de antaño.

—Eso está mejor. —Declaró el rubio al dirigirse a la cocina.

El propietario únicamente negaba al mirarlo entrar a su santuario, tomando aire profundamente, pensaba en ayudar a los chicos en la descarga de harina, granos de café y demás en la entrada del callejón cuando un par de siluetas femeninas se delinearon en la entrada principal, el aroma a mandarina en una de ellas le obligaron a fruncir el ceño mostrando un rostro en total desacuerdo.

— ¿No te gusta nuestra visita? ¡Lastima porque a nosotras nos encanta venir!

Suspirando les dio la espalda y se estancó en la barra de bebidas, sacó un enorme libro y lo dejó abierto de par en dicho sitio, Nami la joven que olía a mandarinas comenzó a ojearlo en lo que Robin le mostraba unas fotografías.

—Marimo, necesitamos… —La visión de esas bellezas mundanas silenció al rubio que casi, casi sangró por la nariz al ver a semejantes chicas en ese sitio. — ¡Que diosas! ¡Bellezas del alba y crepúsculo! Regocijados sean los ojos que tengan el honor de observarlas… —Gritaba y danzaba el al observarlas, su oración inicial ni siquiera dio a entender el mensaje que llevaba, la voluptuosidad de las jóvenes lo domó casi al instante y Sanji se dedicó a vitorearlas y llenarlas de halagos propios de él.

Las chicas voltearon a verlo, era la primera vez que veían a ese rubio y por ende no lo conocían.

— ¿Quién es? —Preguntó Nami después de verlo de reojo, los números le atraían más que el chico.

—El cocinero nuevo, Karmen renunció ya hace casi cuatro meses, ¿Recuerdas? —Respondió Zoro mirando las fotos, sosteniendo con la mano herida un par a modo de naipes. —Me atrae esta locación. — Agregó.

—Es una de las principales que pensé te agradarían, ya por el establecimiento previo podríamos sacar provecho. —Respondía la joven morena, con una amplia sonrisa.

— ¡Marimo andrajoso! ¿Dónde están tus modales, no me presentaras a las bellas señoritas?

Las interrupciones de Sanji, meramente llamados de atención similares a los de los pequeños niños berrinchudos  los interrumpían y distraían de su plática, como Zoro bien sabia, no se desharía de él hasta que le dieran su clásico k.o.

—Cejillas, ella es Nami, mi contadora y quien lleva todas las finanzas del establecimiento. Y ella es Robin, mi consejera, ella rastrea los siguientes puntos para otras sucursales… Chicas, él es un idiota.

— ¡¿Pero que dijiste?!— Lo encaró Sanji restregándole el rostro completamente al suyo.

— ¡Lo que escuchaste!—Reafirmó Zoro con el mismo gesto a modo de espejo.

—¡¡Zoro!! —Ese grito colérico interrumpió la pelea entre ambos chicos — ¿Qué significa este aumento de gastos a los que les pusiste “extras”? ¡Es mucho dinero! —Preguntaba la pelirroja deslavada señalando con su índice la cantidad escrita y emanando un aura maligna que incluso lo hacían dudar de responder sobre todo por el enorme esfuerzo de explicarle con lujo de detalles la inversión en ese extra.

—Es un extra como bien lo dice ahí, es un pago más para este idiota.

Apunto con su pulgar a su costado señalando al rubio, Robin fue la única que prestó atención al chico rubio y de inmediato la tira blanca atrajo su curiosidad, esa mujer  que combinaba el color de su cabellera con un pantalón de vestir y el azul de sus ojos con una blusa que mostraba demasiado de su feminidad, le sonreía pícaramente al ver el modo en que se trataban y relacionó el cambio de actitud del marimo con él, aunque si bien no pasaban mucho tiempo en convivencia con Zoro, sus ademanes y sobre todo, su tono de voz mostraban un leve cambio para mejor.  Zoro sí mostraba un cambio en su modo de ser que ella supo discernir casi de inmediato.

—Entonces, ¿Cuál es tu nombre, cocinero-san? —Preguntó mirándolo directamente a los ojos.

—Sanji mi bella dama, un gusto conocerla.

 Extendió su mano para sujetar la de ella y tratando de besarla, un golpe en su trasero lo empujó de frente hacia Zoro, arrojándolo prácticamente a sus brazos, se quedó refugiado ahí sin darse cuenta ya que la siguiente visión así lo estableció, Luffy fue el causante de la interrupción al cariño hacia la morena.

— ¡Maldito Luffy! Fíjate por donde vas…

Su refunfuño ni siquiera se completo, la imagen de Luffy estrechando entre sus brazos a su chica, la contadora pelirroja en vestido largo entallado abierto de un costado y coleta de caballo que se colgaba del cuello del moreno  lo dejó sin palabras o insultos para continuar. Que sorpresa para Sanji ver la mujer que Luffy tenía como novia, arrugando la camisa del joven de cabellera verde se quedó ensimismado en lo que estaba siendo abrazado por Zoro, Robin dejó escapar un a sonrisilla pícara sin dejar de verlos.

Un leve sonrojo se apoderó del blanco rostro de Sanji al observar el tierno beso de la pareja, Zoro no prestaba atención a nada más que al hecho de tener en brazos al seminarista, incluso dejo de fijarse en las fotografías que sujetaba y únicamente miraba atónito al rubio.

Cuando Sanji elevó la vista levemente y miró de cerca al marimo se quedó perplejo ante ese hecho, era la segunda vez en un día que una acción así los unía de esa manera. Mirando de lleno al ojo de Zoro el nerviosismo lo golpeó, sus piernas en imitación a una gelatina tiritaban, en su estómago un enjambre de abejas sustituyó a las usuales mariposas ya que el ajetreo era mucho mayor, la ansiedad se vio reflejada también en su rostro, ya que instintivamente mordió su labio inferior para luego dejarlos entreabiertos, esperando una caricia que no llegaría.

—Zoro esto es  lo… último en…

Ace sin quererlo interrumpió tan bella escena y con el siguiente reflejo del seminarista, descubrió sus verdaderos sentimientos hacia Zoro. De inmediato y por inercia lo empujó con fuerza y con la cara roja hasta la nuca, se alejó maldiciendo.

— ¡Maldición! ¡Pero ¿Qué demonios te pasa, imbécil?!

Su refunfuño se perdió junto con él al entrar a la cocina  y fue justo ahí a dónde Ace lo siguió con la excusa de terminar de organizar todo lo recién llegado. Ahí, mirando el sonrojo de Sanji entendió lo que pasaba y con su sensatez y madures propia, comenzó con una charla con base y fundamentos en su propia experiencia.

—No te debes sentir apenado, es común ese sentimiento al inicio pero cuando te das cuenta de que no vale la pena, lo dejas de lado. —Declaraba apilando los pequeños costales de granos.

— ¿De que estas hablando idiota pecoso?

—De tus sentimientos por Zoro.

La voz de Ace junto con su rostro serio y demasiado formal, no permitió espacios para negaciones o contradicciones, ese chico pecoso había atinado justo al centro del meollo y Sanji no tenía modo de defenderse, agachando la cabeza, suspiró y se dedicó a escuchar después de preguntar:

— ¿Tú como puedes estar tan seguro de eso?

—Por que así me sentía yo cuando me di cuenta de mis sentimientos por Marco.

El seminarista alzó la cara y lo miró con gran sorpresa, sus facciones inamovibles le marcaron que no era broma y que todo lo que Ace contaba no era nada más que la verdad,  en su tono de voz no existía la burla, el temor, el horror o el desprecio, hablaba desde el fondo de su corazón y le remarcaba todo con tilde amoroso, ese mismo que resonaba cuando hablaba con Luffy.

—No te espantes, el que este enamorado de un hombre no me hace nada diferente a lo que recuerdas.

—Yo no he dicho nada así, es sólo que… me es, extraño, siempre tuviste mucha popularidad entre chicas.

—Bueno, la popularidad y el amor sincero son cosas muy distintas Sanji y yo opté por lo más seguro, además luchar contra los sentimientos no es fácil, ese pesar que sientes cada vez que miras a la persona que amas y que sientes que esta mal decirlo, no cualquiera logra vencerlo.

¿Ace lo había estado viendo a la distancia? Se preguntaba el rubio al observarlo detenidamente como acomodaba cada cosa en su sitio, ese chico en madurez era el más grande de la pandilla y dicho sea de paso, de edad también. En verdad que el seminarista nunca se imaginó que su camarada terminara enamorado de un chico, pero eso no le escandalizaba lo que si lo alarmaba era que él entendería lo que ni el mismo Sanji captaba ¿Cuándo y cómo se había enamorado de Zoro? Eso era lo que no lograba entender.

Su mirada fija en el cafetero lo hacía cuestionarse ¿Desde cuando era así? ¿Desde cuando le faltaba la respiración al observar al jefe? ¿Desde cuando le atraía con locura el marimo? Mirando atento a través de la pequeña ventana circular en la puerta de la cocina, sus ojos y sonrisa cambiaban delatando la verdad que Ace ya sabia.

—Deberían de hablar seriamente, ya sabes, dialogar y no golpearse como es habitual.

—No tenemos nada de que hablar, no hay nada que decir.

—Sanji, todas las personas se merecen dos o tres o más oportunidades, pero, en tu particular caso… bueno, yo no sé como se rijan las reglas de la iglesia, mas una vez que estés dentro no sé si puedas salir, piensa en tu futuro y sobre todo, en el de él.

— ¡No tengo nada que pensar o decir! ¿Qué no lo entiendes? No me puedo alejar de mi compromiso, no puedo abandonar lo que tanto nos ha costado…

— ¿Nos? —Cuestionó Ace interrumpiendo la declaración del seminarista. — ¿Estas siendo obligado? ¿Quién lo hace, el cardenal? —Cuestionó el mayor de los D. en tono molesto, de inmediato el seminarista supo ver que la mente de Ace ya maquinaba en el peor sentido, Sanji estaba atrapado y era hora de confesar de lo contrario ese chico armaría un escandalo y eso en definitiva, no era lo que él quería.

—No me obliga, es una promesa que debo cumplir.

—Una promesa a costa de tu felicidad ¿Qué vale semejante sacrificio Sanji?

—Los niños, el orfanato, el viejo…

Un suspiro lo interrumpió. Ace no era amante de conocer la vida y secretos de las demás personas, pero en ese momento, esa promesa le carcomía todo su interior además si no lo obligaba, ¿Por qué carajos lo hacía?

— ¿Me contarías?

El seminarista guardó silencio unos instantes, después sacó uno de sus cigarrillos y al encenderlo y tranquilizarse con la primer calada comenzó con la historia.

—Para no hacértela tan larga, unos mensajeros del vaticano dijeron que ya suficiente tenían con soportar que el cardenal estuviese en esa capilla como para que de ese lugar no se graduara ni un solo clérigo, dándole de plazo dos meses para que cuando menos uno de los niños quisiera pertenecer a la orden sacerdotal.

Ace lo miró atónito. En verdad que todos sabían que Sanji estudiaba esa profesión y, también sabían que no lo hacía por gusto, pero al  entender el sacrificio que estaba haciendo su corazón se enterneció al punto de hacerlo sudar.

— ¿Por eso te ofreciste?

—Así es, no estaba dispuesto a permitir que esos imbéciles le quitaran lo que le ha costado tanto al cardenal mantener en pie, teniendo trabajos a escondidas, doblegando su orgullo con el único fin de mantener el recinto para los niños que estábamos y los venideros.

La impotencia bien reflejada en Sanji, que apretaba sus puños y miraba al piso mostrando que de poder hacerlo lo molería a golpes, se alejó una vez que el cigarrillo se terminó, lo apagó en la suela de zapato y arrojando la colilla extinta en el basurero lo miró fijamente, pidiendo que no contara nada de lo que recién había escuchado, el pecoso como buen entendedor se levantó del banquillo, se sacudió y continuó acomodando los vivieres.

—El sacrificio que estas haciendo es muy altruista Sanji, pero no vale tu felicidad y la de varios involucrados, deberías de pensar en más opciones. Estoy seguro que podrías sacar adelante el orfanato de otra manera.

—Eso lo entiendo bien pecoso, pero, obligadamente tengo que ser sacerdote para contar con el permiso de albergar a los pequeños en ese sitio, de lo contrario cerrarían el recinto y no tendrían donde quedarse.

Las pequeñas tazas y sus chasquidos no mitigaban las palabras de Sanji, ambos cumpliendo con sus obligaciones continuaban charlando. Ace entendió que obligadamente, que Sanji fuese sacerdote era parte del trato para que el cardenal conservara su puesto y con ello, la pequeña y decrepita iglesia llena de enanos sin hogar.

Por el modo de ser del cardenal, Ace de inmediato, como chasquido de dedos comprendió que algo más estaba de trasfondo, al rudo regente del orfanato no lo detendrían así como así en un sitio de esos, pero ir con el cardenal y decirle “Oiga, quiero saber porque carajos se queda aquí” no era como ir a la tienda de la esquina y pedir un litro de leche. El respeto a Zeff y ¿Por qué no? Algo de miedo incluido nunca permitirían que una charla así ocurriera.

Sin darse cuenta, su plática fue escuchada por uno más de la parvada, uno que guardaría el secreto hasta que fuese necesario: Usopp.

Un rato después de esa charla sincera, Luffy entró y los llamó a todos a la barra, ya habían terminado el día y el sitio estaba vaciándose, Sanji pintó una ligera línea en su modo de actuar hacia las bellezas asociadas del marimo y únicamente se limitaba a atenderlas del modo más atento y caballeroso posible sin ser tan meloso.

—Bueno, el motivo de esta pequeña reunión es simple, viene navidad y con ello, los regalos para los niños del orfanato.

El seminarista detuvo sus atenciones hacia las jóvenes y optó por tomar una postura mucho más sería. Fumando cerró la puerta y se dedicó a escuchar.

—Bueno, como en cada año, tendremos que ponernos de acuerdo para saber que llevar y, saber también como recaudaremos lo que nos falte, ¿Sabes cuántos niños están en el recinto, Zoro?

Sujetándose la barbilla, el cuestionado no atinaba a responder, mordiendo sus labios y emitiendo el clásico “Mmmm” dejaba en claro que no tenía la menor idea de la respuesta.

— ¿No has hablado con el cardenal? —Preguntó Robin, antes de sorber a su taza.

—No he tenido el tiempo para hacerlo, pero mañana a primera hora, hablo con él.

—Pero Zoro para que perder más tiempo, ¿Sanji tú sabes cuántos niños hay en orfanato? —Preguntó Luffy parándose a un costado de Nami y abrazándola por la cintura.

—Bueno… —El seminarista aclaró su garganta. —Son cerca de doce, con distintas edades, hay niños en preescolar y únicamente dos en secundaria.

—Esos son los datos que necesitamos. —Recalcó la contadora escribiendo en la pequeña agenda.

—Cocinero-san, ¿Cómo es que sabes de ellos? —La curiosidad reflejada en los orbes azules de Robin ya no podía ser controlada, como el cocinero y seminarista no tenía las mínimas intenciones de ocultar lo que era, asintiendo respondió:

—Porque mi padre y yo los atendemos a diario, mi bella dama.

— ¡En verdad que no me había dado cuenta de que eres un sacerdote! —Alegaba Nami apuntando a la garganta del rubio.

—Aún no  me recibo, estoy en descanso, pero, ayudo a mi padre con todo lo que puedo.

— ¿Tu padre, cocinero-san?

—El cardenal.

—Entonces… tú y ellos... —Nami dudaba en aclarar al tiempo que miraba a la pandilla de pingüinos repartidos en varias mesitas y viéndola de frente.

— ¡Somos hermanos!

Aclaró toda duda Ace respondiendo tranquilamente y sonriendo al tiempo de.

—Bueno, dejando de lado todo este hecho, ¿Cómo repartiremos este año los gastos?

— ¡Quiero que este año se gaste el doble del dinero de siempre Nami! —Declaró Zoro.

— ¡¿De nuevo el doble?! ¡Con cada año que pasa, aumentas el doble! Si sigues así, quedarás en la ruina.

—No lo creo, desde que el idiota trabaja con nosotros, las ventas han aumentado.

—Claro que si, —Agregaba Usopp. —Los postres de Sanji atraen a la clientela.

—Se hará como quieras, pero no me hago responsable de tu próxima ruina.

Entre risas, charlas e insultos, terminaron en mutuo acuerdo, el mismo de cada año, pero antes de marcharse  Sanji necesitaba pedir un permiso ante su jefe, miró tratando de encontrarlo sin éxito alguno, Zoro estaba en la segunda planta, para cuando él lo alcanzó, el marimo cerraba su oficina.

—Marimo, ¿Tienes algo de tiempo? Necesito hablar contigo.

—Claro, pasemos si quieres.

Insinuaba Zoro girando la manilla, entreabriendo la puerta.

—No es tan importante, podríamos hablar aquí.

—Como quieras.

Suspirando se recargó en la barandilla del segundo nivel, mirando en dirección de la iglesia. El viento gélido causaba que Sanji tiritara, siempre había sido su punto débil, un poco, en ese instante, Zoro quien vestía su gabardina, precisamente por eso estaba en el segundo nivel, la extendió por completo y se acercó hasta él, cobijándolo con la misma, quedando parado a su espalda.

Cuando Zoro lo rodeó por la cintura con ambos brazos, el seminarista sintió como la sangre le calentaba el rostro al grado de hacerlo cambiar de color, incapaz de alejarse, recargó su cabeza hacia atrás para sentir la calidez que el cafetero le ofrecía.

— ¿Qué querías decirme? —Preguntó Zoro mirando hacia el frente, precisamente el recinto, manteniéndolo entre sus brazos.

—Que… —Dudaba Sanji, las palabras se negaban a salir ya que ese momento estaba tan fuera de escena que no quería que terminara. En sus pensamientos pedía al tiempo que se detuviera justo ahí.

— ¿Qué? —Reafirmó Zoro.

—No…podré venir a trabajar el veinticinco, hay muchas cosas que hacer en la iglesia. —Respondió por fin después de una infinidad que disfrutó de estar en brazos del marimo.

—No te preocupes, —Respondió Zoro con una leve sonrisa visible. —No abrimos ese día, de hecho, nuestros clientes ya saben que desde víspera de navidad, cerramos temprano y no regresamos hasta después del día tres de enero.

—Oh, son muchas vacaciones marimo.

—Lo son. — Confirmó Zoro al tiempo de recargar su barbilla en el hombro de Sanji.

Toda esa escena estaba mal y él lo sabia, de hecho ambos lo sabían y sin embargo, así se quedaron por un largo rato, con el único y firme pensamiento de querer permanecer de esa manera para siempre, Sanji  ya razonaba sus sentimientos por su jefe y la respuesta a la ecuación no le agradaba en lo más mínimo, no por el hecho de entender y comprender que estaba enamorado de un similar varón sino por el hecho de saber que no se podría quedar con él, conociendo su camino, tendría que dejar ir a Zoro.

Por su parte, él comprendía bien que Sanji nunca se quedaría para él, por dos simples razones, una de ellas, nunca le pediría que se alejara de que lo que él ya tenía establecido como una vida a seguir y segundo, nunca, nunca se animaría a decir tan importantes y pequeñas palabras con el simple temor de perderlo para siempre, porque ¿Y si Sanji era meramente cortes con él, como decirle un “Te amo” y que el rubio se espantara al grado de odiarlo? Ni de broma, era mejor que las cosas se quedaran así, disfrutaría de él lo que le quedaba para trabajar con ellos y después, que la vida le marcara el camino a seguir…

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Bueno, sin más, me retiro por el momento, nos leemos después... se cuidan mucho, mucho.


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