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El príncipe mestizo por CielTrancy

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Notas del capitulo:

Hola.

Ha pasado un montón de tiempo, empiezo a creer incluso que la demora está haciendo que dejen de leer el fic.

Mil disculpas por la demora, voy a tratar de hacer más seguidas las actualizaciones, honestamente quería corregir algunas partes de este cap. pero iba a demorar aún más.

Estoy feliz porque hemos superado las 11 mil visitas y estoy pensando en hacer una portada para el fic y hacer un Tom/Harry.

Tengo fics guardados que son Tom/Harry y Draco/Harry aunque el último es corto, ambos sin finalizar.

Si quieren ver adelantos ingresen a mi blog.

http://cieltrancy.blogspot.pe/

Hola Isis, espero que te guste este cap.

 "Hay ligeros cambios, cambié unas cuantas cosas"

Capítulo 10

 

Los ojos grises observaron con leve interés a unos estudiantes que pertenecían a la casa del tejón en uno de los carruajes. Las mejillas de dos de las adolescentes se ruborizaron al percatarse de que eran observadas, los nervios las hicieron romper en risas tontas antes de alejarse.

 

Miró su reloj y se percató de que había llegado con 20 minutos de anticipación.

 

Tendría que esperar, fue su error.

 

— ¿Tu cita te dejó Malfoy?

 

Sólo necesitó escuchar la odiosa voz para concebir una imagen en su mente de Weasley y efectivamente era él acompañado de la sangre sucia, no pudo evitar hacer una mueca al percatarse de la apariencia que tenían.

 

—Claro que no, pero ahora que lo dices ese debe ser un problema tuyo. ¿Sigue pasando Weasley?

 

Observó el rostro de Weasley volverse del tono de su cabello, parecía un perro rabioso con el ceño fruncido, la nariz arrugada y los dientes apretados.

 

—Qué asco de rostro Weasley—se volteó—haz el favor de largarte.

 

Dio un breve vistazo a su reloj de bolsillo escondido en su gabardina, manteniéndolo lejos de la vista de Weasley o Granger, aún faltaban 10 minutos.

 

—Vámonos Ron—escuchó.

 

—Sí Weasley, obedece a tu noviecita—habló con sorna.

 

—Salúdame a Parkinson, claro… si es que viene.

 

—Ron, ¡detente!

 

Después de unos minutos escuchó el sonido del metal del carruaje al ser abordado.

 

Fijó su mirada en el enorme portón de la entrada de la escuela para encontrarse con Harry caminando hacia él con un bolso negro cruzado.

 

Harry miró hacia el carruaje y se encontró con Weasley mirando con desconcierto  hacia ellos.

 

¿Qué esperaba Weasley? ¿Un saludo?

 

— ¿Y el bolso, Harry? —preguntó con una sonrisa en sus labios.

 

—Para comprar ciertas cosas.

 

—Planeas vaciar las tiendas—bromeó.

 

Harry sonrió tenuemente y deslizó su mano derecha por sus cabellos, una acción que realizaba cada vez que estaba nervioso y que compartía con su progenitor.

 

—Estoy intrigado, mi padre detesta todo lo relacionado con las artes oscuras.

 

Caminaron hasta llegar al carruaje que estaba detrás del que ocupaba Weasley. Harry subió primero y se acomodó en uno de los asientos mientras que Malfoy hacía lo mismo a su lado.

 

Draco notó la mirada persistente de Weasley sobre ellos.

 

— ¿Qué sucede Weasley, a caso nunca has visto a dos magos decentes frente a ti? —pronunció con la voz cargada de sarcasmo—si deseas puedo darte una foto para inmortalizar el momento. Estoy seguro de que Harry aceptaría si lo pides amablemente.

 

Miró a Draco y no pudo evitar la sonrisa en su rostro al ver a Weasley.

 

Si bien Weasley era un sangre pura no podía hacer alarde de ello humillándolo en el proceso debido a la presencia ahora indeseada de Granger.

 

Eran unos hipócritas, al menos Draco no fingía ser un protector de los hijos de muggles.

 

—Sucia serpiente rastrera.

 

—Harry, por favor—gimió—dile a Weasley que se detenga.

 

Harry por primera vez quiso romper en carcajadas como Malfoy lo hacía, aunque sólo rió un poco.

 

—Ya tenemos que irnos.

 

Draco miró a Harry por unos segundos para luego mirar hacia  Weasley y sonreír con burla.

 

—Adiós Weasley.

 

Su carruaje empezó a moverse a una velocidad regular, se recostó lo mejor que pudo en el asiento mientras observaba el bosque frondoso que rodeaba el camino.

 

— ¿Y eso que traes en el cuello? —preguntó arqueando una ceja.

 

Los dedos elegantes y largos tocaron los eslabones de la cadena que rodeaban el cuello de Harry, rozando su clavícula.

 

Aquella mano tan suave, era peor que la primera vez, sintió el calor cubriendo lentamente sus mejillas.

 

—Es un relicario.

 

Draco sonrió sin dejar de mirar su cuello, aquella no era la pregunta adecuada ya que él obviamente sabía qué era.

 

En su familia había unos cuantos, su madre poseía varios de ellos. Él conocía de joyas gracias a su madre.

 

Él quería decir…

 

—No sabía que te gustaban las joyas.

 

Harry pensó que era tonto que pretendiese ser su amigo y supuso que era aún más tonto que él se encontrase en ese carruaje.

 

—Es un relicario de la familia.

 

Sintió los dedos rozar nuevamente su piel para luego sujetar las cubiertas que eran adornadas con líneas similares a raíces, un símbolo del pasado.

 

Draco rozó con sus dedos más de lo necesario sin ser consciente, el relicario se veía realmente hermoso adornando el cuello blanco, el oro negro contrastaba contra la piel.

 

Harry dejó que hiciese lo que desease.

 

Era tan extraño, él detestaba que lo tocasen con la única excepción de su abuela e  incluso con su padre se sentía incómodo.

 

Una roca  hizo trastabillar al carruaje y rompió la burbuja en la que se encontraban.

 

— ¿Cómo se encuentra tu abuela, Harry? —le preguntó retirándose.

 

—Ella se encuentra bien, goza de perfecta salud. ¿Y ese anillo?

 

Sostuvo la mano blanca poniendo especial atención a los dedos largos  y a la gran gema que adornaba su dedo anular.

 

Una sonrisa llena de orgullo se formó en los labios de Draco y aquel tono que usualmente cargado de arrogancia apareció.

 

—Es el anillo de mi familia.

 

La esmeralda relucía en sus aristocráticas manos.

 

—Me lo entregaron este año.

 

Los ojos grises empezaron a tomar un color plata en los bordes, sólo alguien muy observador podría percatarse del tenue cambio.

 

Miró la esmeralda y luego el rostro que mostraba un ápice de curiosidad en sus ojos y deseó colocar una mano derecha en su mejilla acercando así la piedra preciosa a los orbes verdes para compararlos.

 

Bajó la vista para encontrarse con sus manos desnudas, su abuela aún no lo creía digno de portar el anillo de su familia y quizás nunca lo sería.

 

¿Por qué?

 

¿Por qué?

 

—Ya llegamos.

 

Los galeones estaban guardados en su bolsillo, pero empezaron a sentirse tan pesados.

 

Quería volver al castillo e irse a dormir.

 

— ¡Harry! —llamó— ¿esperas que extienda mi mano para ayudarte a bajar?

 

 

 

 

 

Hermione vio a lo lejos a Harry Potter, ella lo recordaba de la clase de pociones.

 

Él no hablaba mucho con ella, sólo se limitaba  a cumplir con su parte cuando trabajaban juntos, si bien Harry era de Slytherin, él no actuaba como Malfoy y los demás.

 

Él no se creía superior a todos.

 

Entonces, ¿por qué?

 

Por qué alguien como Harry estaba saliendo con Malfoy.

 

Quizás porque pertenecían a la misma casa, pero ella era de Gryffindor y eso no significaba que conociese o se llevase bien con todos los de su casa. Llevar los colores en las túnicas no te daba la lealtad ni la simpatía de los que la compartían, sólo era una oportunidad de ser aceptado.

 

 

 

 

 

Por primera vez el rostro de Draco no lo tranquilizó y aquello en vez de causarle alegría sólo aumentó sus nervios.

 

No quería los malditos chocolates, no quería ir al maldito callejón.

 

Sólo quería.

 

¿Qué quería?

 

—Bienvenido al callejón Knockturn—susurró.

 

Sintió el brazo de Draco sobre sus hombros y al percatarse del lugar en donde  se encontraba se cubrió su rostro con la capucha.

 

Draco se rió.

 

— ¿Harry, estás seguro que no viniste antes?

 

Entre los pocos magos y brujas que transitaban el callejón oscuro la mayoría cubría su rostro y unos pocos se dejaban ver. Harry no pudo reconocer a ninguno.

 

En el callejón Knockturn no había tanto ruido, no eras empujado constantemente y no habían niños corriendo ni riendo. Era completamente opuesto al callejón Diagon.

 

Se detuvo en una tienda pequeña con un simple letrero algo deteriorado que decía Peccātum, las ventanas estaban sucias, era imposible ver lo que había dentro.

 

Draco abrió la puerta y pudo escuchar el chirrido de las bisagras viejas junto al toque de la campanilla.

 

Él volteó a verle antes de ingresar, extendió su mano instándole a entrar como un caballero haría con una dama.

 

La tienda era de un tamaño regular, no habían mesas ni colores pasteles mucho menos cuadros cursis.

 

Las paredes estaban desnudas y frente a ellos se encontraba una vitrina en la que presentaban sus productos, pasteles, bombones, trufas, scones, cupcakes y en la cima del estante había una lista llena de nombres extraños.

 

Las cortinas azules cubrían la vista al interior de la tienda aunque él no lo creyó necesario con lo suciedad en los vidrios.

 

Pronto escuchó el sonido de pisadas contra el piso de madera avisando la llegada del vendedor.

 

Una mujer de estatura baja salió del interior moviendo las cortinas azules a su paso.

 

—Buenas tardes—saludó— ¿qué puedo hacer por ustedes?

 

La mujer se apoyó en el vidrio escondiendo sus manos tras las mangas anchas, no sin antes dejar ver el esmalte negro que cubría sus uñas.

 

Harry no pudo verle el rostro, traía un velo cubriéndolo,  sólo veía el color de sus ojos a través de la extraña tela e imaginó una cicatriz mancillando su piel.

 

 

 

 

 

Harry miró la puerta de la tienda por unos segundos antes de seguir a Draco a través del callejón.

 

Su bolso pesaba un poco más.

 

Elipsis era una trufa de chocolate amargo y al morderla una sustancia rojiza se liberó en su boca manchando sus labios en el proceso.

 

Al morder elipsis tu boca se llenaba con una sustancia similar a la sangre, idéntica realmente, la única diferencia era la ausencia del sabor metálico.

 

Harry sonrió de placer a causa del delicioso chocolate.

 

 

 

 

Al final tuvo que regresar sola ya que pensaba adelantarse con las asignaciones de la semana siguiente, no podía entender la falta de responsabilidad de Ron.

 

Se subió al carruaje y este empezó a moverse, pero antes alcanzó a ver a Potter con los labios ensangrentados.

 

En ese instante aquellas historias que ella tachó como tontas y fantasiosas, contadas de la boca de estudiantes de otras casas se volvieron reales en su mente.

 

 

 

 

 

— ¿Y qué te pareció?

 

—Fue tal cual lo imaginé.

 

Draco asintió mientras pensaba que cancelar su cita con Pansy al final resultó ser una buena idea.

 

Notas finales:

Espero que les haya gustado. No se olviden de comentar, pueden dejarme una crítica, duda, yo gustosa las voy a aceptar.

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