El beso fue gentil, desbordante. En él se encontraba los sentimientos y emociones ocultas que no había salido cuando se separaron, la necesidad de volver a estar juntos, de sentir el calor y el contacto del otro. Lloyd rompió el beso y separó su rostro del contario, para observarlo; el castaño tenía los ojos caídos, vidriosos, lo miraban de una manera extremadamente necesitada. Por su boca salían pequeños suspiros. El rubio, totalmente conmovido, acarició suavemente las mejillas del mayor, que cerró los ojos fuertemente y se dejó hacer.
En el interior de Lloyd su corazón latía fuerte y ansiosamente, pero también latía preocupado. No quería ir rápido en aquellos momentos, no quería lastimar al castaño. Se acercó nuavemente y besó las sonrojadas mejillas mientras que entrelazaba una de sus manos con la del mayor.
Se puso de rodillas, colocándose mejor y vio a Kai desde arriba. El pecho subía y bajaba agitado, el débil cuerpo atrapado en el roto kimono se veía hermoso ante sus ojos, y el pequeño bulto en la parte baja había comenzado a despertar. El rubio sonrió enternecido y comenzó a despojar de toda la ropa su cuerpo. Cuando terminó, prosiguió a hacer lo mismo con el otro, deshaciéndose gentil y lentamente de la suave tela roja. Sabía que Kai estaba ansioso, no paraba de removerse buscando un roce o una caricia que lo aliviara. Al terminar, pero aún sin apartar la ropa interior, volvió a observar el cuerpo que estaba debajo suyo. Lo miró y frunció el ceño. Había rasguños, heridas, marcas rojas en sus delgadas y suaves piernas, en los muslos, el cuello de Kai tenía las huelllas de la mano, como si fuera un horrible tatuaje imborrable; tenía que borrar todo aquello. Tenía que hacerlo por el bien del castaño. Ambos tenía que olvidar lo sucedido, pero sería imposible. Una amargura recorrió toda su garganta, llegando a su boca. Chasqueó la lengua, ganándose una mirada confundida. Miró al castaño y le sonrió tiernamente.
Comenzó lamiendo el cuello, dando pequeños besos y succiones; aunque al principio el mayor se había quejado de dolor, pronto se dejo llevar por la placentera sensación. Recorrió un su lengua todo el pecho de Kai, deteniéndose por minutos en aquellos pezones, para después seguir descendiéndo, saboreando la piel, que a causa del sudor, era dulce.
Al llegar a la zona inferior, se detuvo unos momentos para separar gentilmente ambas piernas que se habían cerrado automaticamente, buscando la fricción. Acarició por encima de la tela el bulto bien formado, escuchando un agudo gemido del castaño por el placentero contacto. Una vez que la ropa interior se sentía húmeda, Lloyd optó por quitarsela, dejándola en una parte de la cama y no en suelo, como habría hecho sino estuvieran en tales condiciones. Con su mano, frotó suavemente los muslos de Kai, los que tenían esas marcas horribles. Después los besó, uno a uno, bajando lentamente al miembro erecto y mojado que rogaba por atención. El mayor estuvo apunto de tomar su miembro con las manos, pero el rubio lo detuvo. Besó los nudillos y le dedicó una sonrisa, susurrando algo.
El castaño cerró sus ojos lagrimosos y gimió al sentir como su erección era envuelta por la calidez de la boca del chico. Se vinó en seguida, sin poder contenerse. Sonrojado, tapó su cara con los brazos, escuchando como el menor tragaba la esencia. Sintió como éste se volvía a posicionar encima suyo y comenzaba a acariciar los gluteos, separándolos. Jadeó al sentir un dedo acariciar su entrada.
—Lloyd...— susurró, destapando su rostro, para abrazar por el cuello al menor, atrayéndolo. Acercó su boca a la otra, sin llegar a unirlas. Volvió a hablar, sintiendo el calor de su propio aliento:—. Date prisa... No puedo más.
El rubio besó la frente del castaño, e introdujo dos dedos en la caliente cavidad. Kai jadeó y por fin unió ambos labios de una manera totalmente desesperada. Los dedos se movían dentro de él inexpertamente, como si fuera la primera vez que lo hacían, y entonces comprendió la notable diferencia de actitud que había estado mostrando Lloyd. Rompió el beso y, mirando los ojos escarlata, sonrió. El menor también lo hizo y preguntó si podía meter otros dos dedos. La respuesta fue afirmativa. Cuando aquellos cuatro digitos estaban en su interior, masajeandolo, pudo ver como su miembro volvía a excitarse rápidamente.
—Ya puedes entrar— dijo el castaño, sintiendo su cara arder. Lloyd asintió, sacó los dedos de la dilatada entrada y dio una fuerte embestida, provocando que el mayor arqueara su espalda y abriera la boca para sacar uno de los gemidos más fuertes que había escuchado. Comenzó lento y siguió así durante todo el rato; no aumentaba la velocidad no sólo por preocupación, sino porque el mayor lo quería así. Había dicho, entre gemidos, que aquellos movimientos se sentían extremedamente maravillosos. Y aunque por tal comentario el rubio se excitó de una manera sobrenatural, no pudo aumentar el ritmo de sus movimientos. La suavidad de las paredes que lo apresaban calidamente también lo hacían querer disfrutar más de ellas, llegando también a querer el ritmo lento pero placentero para ambos.
Pronto sintió aquel cosquilleo característico, que le marcaba su clímax próximo a llegar. Kai se encontraba en las mismas, tratando de reprimir el impulso de correrse. Lloyd fue el primero, viniéndose en el interior del mayor, que acto seguido, por la exquisita sensación de aquel líquido dentro suyo, se corrió fuertemente, manchándo un poco su sonrojado rostro.
El rubio cayó sobre el castaño, ahora relajado, tratando de regular su respiración. Y, cuando Lloyd hizo ademán de salir del interior de Kai, éste se lo impidió, cruzando sus piernas en la cintura del chico. Lo miró sosprendido.
—No... no salgas, se siente muy bien...— susurró, antes de cerrar sus ojos y quedarse dormido.