Se dio la vuelta para encontrarse a Jude corriendo con su mochila en la mano y los tres tipos que lo habían molestado anteriormente. Los reconoció por sus rostros furiosos y las secuelas de la pelea en ellos.
— ¡Detente sucio hijo de puta!
— ¡Vamos a destrozarte la cara!
Johnny alterado, sin saber si ir a enfrentarlos nuevamente o acatar la orden de Jude, permaneció congelado un par de segundos, antes de correr de vuelta al auto y meterse rápidamente a él. Page se despertó por el violento portazo del chico y saltó al asiento trasero. Gruñó un poco y regresó a dormir sobre una chaqueta que Johnny había dejado ahí hace mucho tiempo.
Johnny encendió el auto hábilmente y abrió la portezuela a Jude, quien corría extremadamente rápido. Los tres iracundos pandilleros le seguían el paso cada vez más cerca, hasta que esté se lanzó de lleno dentro del automóvil y lo cerró con candado.
Con una suerte del demonio, Johnny arrancó dejando atrás a los maleantes, que maldecían en voz alta al par de afortunados chicos. Incluso la calle había quedado vacía durante el suficiente tiempo para que el Ford Mondeo pudiera derrapar sin tener que frenar a nadie.
Jude respiraba muy agitado dentro del auto, con una mano en los ojos y totalmente torcido sobre el asiento. Sus pies se apoyaban sobre el parabrisas y su cabeza colgaba en un visiblemente doloroso ángulo.
— ¡¿QUÉ MIERDA FUE ESO?! —chilló Johnny al borde de un colapso nervioso. Una gruesa vena hinchada se marcaba en su cara roja y acalorada.
Jude, tan rojo como él por el esfuerzo de la furiosa carrera.
—No lo sé, venía de vuelta hacia al auto y ellos estaban en una esquina, fumando o quien sabe qué cosa. Me vieron, me gritaron y comenzaron a perseguirme. Apenas llegué hasta acá —dijo aún con la respiración acelerada.
—Dime, ¿conoces a esos tipos de algún lado? ¿O solo son unos idiotas que quieren violarte? —preguntó Johnny con los dientes fuertemente apretados. Estaba algo ansioso.
—Un poco de ambos.
La cara de desconcierto de Johnny fue épica.
—Explícate —casi exigió.
Jude se enderezó en el asiento y peinó un poco su cabello revuelto, antes de empezar a hablar.
—La verdad que es que tengo tres trabajos que divido entre el tiempo que tengo libre en la semana. Soy camarero en un restaurante, cajero en una tienda de discos y… en un club nocturno para hombres —confesó terriblemente avergonzado.
— ¡¿QUÉ?! —gritó alarmado.
— ¡Espera! ¡No es lo que piensas! —contestó Jude, tan nervioso como él.
— ¡¿Entonces qué…?!
— ¡Solo atiendo el bar de lugar! ¡Lo juro, lo juro!
Johnny se había mordido la lengua al escuchar eso y el metálico sabor de la sangre le llenaba la boca.
—Estaba trabajando ahí una noche, cuando ellos tres llegaron en medio de mi turno. Empezaron a causar problemas y a molestar a las chicas, así que les pedí que se fueran de ahí. Ellos trataron de intimidarme, pero el jefe del lugar, Rick Jones, los echó casi a patadas y los amenazó con llamar a la policía. Y pues me atacaron y trataron de propasarse conmigo. Solo son unos buscapleitos.
Jude recargó la frente contra el tablero del auto, suspirando resignado.
—Odio ese empleo, pero es en el que pagan mejor.
Johnny tenía nuevamente cientos de dudas. Quería preguntarle acerca de porque debía trabajar si sus padres podían mantenerlo. Pero al mismo tiempo sentía que esa cuestión era extrañamente delicada.
Cuando le preguntó sobre porque sus padres no lo llevaban de un lado a otro, no contestó.
Johnny se quedó callado y no habló más hasta que llegaron al parque Roosevelt.
El estacionamiento del lugar estaba lleno de distintos automóviles, que podía suponer eran los de los amigos de Johnny, y los propios amigos de estos. Después de un rato de deambular por en busca de un lugar libre, lo encontraron, algo alejado de la entrada.
Los dos chicos bajaron del auto, y junto con Jude, Page, a quien había llamado un poco antes de llegar. El gato parecía saber perfectamente que estaba haciendo.
—Hace un rato que no me paso por aquí —dijo Jude con una sonrisa, caminando junto a Johnny.
— ¿Vienes seguido al parque?
—Bastante. Con eso de que aquí juegan y practican muchos equipos de béisbol y fútbol americano de universidades o preparatorias. Y pues la mayoría de los líderes son tipos con reputación entre los alumnos, por lo que muchos populares vienen y naturalmente, tengo que venir —remarcó con especial molestia la palabra "tener" —Daniel siempre me obliga a venir cuando va a practicar con sus compañeros o cuando va a tener partidos amistosos. Los juegos de verdad se practican en el estadio Jefferson, al otro lado de la ciudad —parecía ser conocedor del tema, pero hablaba con total fastidio.
Johnny no hizo nada más que sonreír con un poco de gracia, mientras que Page se paseaba descuidadamente entre las piernas de ambos.
Johnny suponía que el juego ya debía haber iniciado, puesto que a pesar de estar lleno, no había nadie en el estacionamiento.
Entraron por la gran aberturas que alguien había abierto a la fuerza en el rejado de malla del parque, por el cual Jude solo tuvo que bajar un poco la cabeza con sus cómodos 1.70, mientras que Johnny tenía que agacharse 17 centímetros (o más, porque tenía la sospecha de que había crecido un par de ellos más).
Las enormes gradas frente ubicadas alrededor del campo arenoso estaban llenos de muchachos, aparentemente todos universitarios, que esperaban el juego que sorprendentemente todavía no había iniciado. Veía a Derek entre un pequeño grupo de beisbolistas, todos con el mismo uniforme negro. Estaba riéndose a carcajadas y sostenía un vaso rojo de plástico en la mano. Quizá era alcohol.
—Vaya, ¿Estás muy acostumbrado a estar entre gente mayor que tú? —preguntó Johnny, algo intimidado por el montón de jóvenes adultos sentados en las sucias bancas de metal pintado de azul. Muchos fumaban, bebían en los mismos vasos rojos que Derek lo que también podría ser alcohol y hacían chistes raros sobre drogas y sexo que no sonaban lo suficientemente estúpidos para ser de alguien menor a 20 años.
—Mucho en verdad. Siempre estoy yendo a fiestas universitarias, que sin duda son mejores que las preparatorianas, y muchísimo mejor que las de secundaria —explicó el pequeño adolescente, que cubría levemente sus ojos del sol mañanero para visualizar algún espacio libre entre las gradas abarrotadas.
—Es increíble. Yo nunca he ido a una fiesta —dijo Johnny deprimido por su propia y aburrida existencia.
Al menos no era virgen (y era algo de lo que no quería acordarse) pero probablemente jamás volvería a tener sexo.
Y mucho menos con Jude Black.
—Vaya, no hay lugares. Creo que es tiempo de usar un poco de influencia —dijo Jude con una adorable mueca de molestia.
— ¿Influencia? — ¿No se estará refiriendo a...?
Al chico le bastó con sólo echar una mirada a todo el lugar para, basándose en su expresión, encontrar a alguien conocido.
— ¡Saaammm!
"¿Sam?, ¿Quién es Sam?"
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