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The Nerd's Trouble por Killer Cobain

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Notas del capitulo:

Hey, Hey, Hey 

Ya estoy aquí :') 

 

Gracias a IntentoDeEscritora por haberme remplazado la vez pasada. Estaba muy deprimida por una mala nota que recibí en clases. Uuff, a penas pude terminar el capítulo pero no tenía muchos ánimos para nada :'( 

Pero ya estoy mejor y les traigo un nuevo capítulo, aunque este atrasado por un día. Tampoco está editado porque no pude contactar con mi adorable beta, pero enseguida pueda le pediré que lo edite y resuba. Amo a esa mujer, sin ella mi historia no sería nada :3 Te amo, nena

Bueno, bueno, antes de empezar a leer, quisiera hacer unas cuantas menciones especiales. Cuatro en total ggg

Se aguantan >:v

A Marimo Girl, con quien hablé por Facebook hace poco y me dio una de las conversaciones más satisfactorias que he tenido en mucho tiempo. Aunque aún no sé si es hombre o mujer :u  

 A GatoChocapic666, cuyo nickname amo mucho, me dejó tres reviews seguidos y que me animó cuando estaba triste. Mujer (u hombre, quien sabe 7w7) gracias por todo el apoyo

A Jazmín Ibáñez, amiga mía muy divertida que dijo que odiaba a todas las fujoshis con excepción de mi. Es un gran halago :') Te quiero, weona. No sean muy duras con ella ggg 

Y a JuanPablo Churrascos Farías Merino (nombre larguito ¿no?), mi mejor amigo chileno, a quien apreció muchísimo porque siempre me esta animando a segur escribiendo, aunque le de miedo que sea yaoi. Pobrecito :u También te quiero mucho, weón <3

Es gracioso porque esos últimos dos jamás van a leer esto ggg 

Sin más, pasen y lean :D

 

Lunes por la mañana, y de nuevo, no había dormido en toda la noche.

 

Sus ojos rojos y vidriosos se paseaban por toda la habitación oscura, mientras sentía las dolorosas palpitaciones de una próxima y potente migraña.

 

–Mierda… –susurró con voz grave y la boca seca. Sus dedos largos se deslizaron a través de la superficie de la mesita de noche, hasta toparse con la pequeña agarradera metálica del primer cajón y abrirlo tan fuerte que casi rompió el soporte bajo éste.

 

Sacó un frasco de aspirinas y tomó un gran puño de ellas sin agua.

 

Veinticinco (confusos) minutos después, se puso de pie y se tambaleó torpemente fuera de la cama hasta la puerta de la habitación. Le falta de sueño lo ponía como un especie de zombie gigantón y más torpe de lo normal.

 

Mientras se medio arrastraba lentamente a través del pasillo, recargándose y deslizándose contra la pared hasta el baño, a su adolorida cabeza venían las desconcertantes imágenes de todo lo ocurrido la noche del viernes pasado:

 

a) Había estado a punto de besar a Jude.

b) Su padre casi descubría que había estado tomando.

c) Rebecca estaría en la preparatoria el jueves y quería que la buscara.

 

Después de eso, no había visto a Jude en todo el fin de semana. Le resultaba preocupante y sencillamente desesperanzador que el chico sólo le hubiera contactado cuando él le enviaba mensajes:

 

"Estoy bien, Johnny. El dueño del bar me pidió que cambiara mis horarios para poder trabajar el fin de semana. Ahora probablemente tenga que trabajar ahí toda la semana, pero puede que deje uno de mis otros empleos y tenga más tiempo libre. Así que estaré un poco ocupado. No te preocupes."

 

Una respuesta bastante completa que no lo dejaba satisfecho. Johnny sentía que había más tras de ello, pero sinceramente, ya no quería tener que suponer más acerca de nada.

 

Se cubrió el rostro con una mano, al tiempo que la otra viajaba a su vientre para apretar su estómago revuelto. Tenía unas horribles ganas de vomitar.

 

– ¿Estás bien, cariño? –preguntó su madre, que acababa de salir de su habitación para encontrarse con su enorme hijo, recargado contra la puerta metálica del baño y un aspecto bastante enfermizo.

–Lo estoy, Catherine. Sólo tengo un poco de náuseas, ya se me pasará –respondió Johnny, apartando la mano de su cara y dándose la vuelta para entrar al baño.

–Está bien, Johnny…– dijo su madre tras la puerta, aún preocupada por él. Aunque el propio Johnny ya no lo escuchó, porque para cuando se dio cuenta, estaba de cuclillas frente a la taza de cerámica, vomitando cualquier cosa que hubiera ingerido en la mañana.

– ¿Johnny? –volvió a llamar su madre, aún más alarmada por los sonidos de las arcadas dentro del baño.

 

Con un repugnante sabor a alcohol y comida en la boca, Johnny se puso de pie nuevamente y se acercó al lavabo.

 

–Estoy bien–respondió él, lavándose la boca con enjuague bucal y abundante agua.

 

Normalmente las mañanas de Johnny no se iban en desvelos, tragar pastillas y vomitar. Pero ahora, más cerca de lo que jamás pudo desear de la persona que amaba, se sentía levemente más infeliz y desgraciado.

 

Tenía la cruda sensación de que las cosas en la próxima semana serían lo suficientemente malas para provocarle ganas de encerrarse en su casa.

 

Jude, tan misterioso y completamente alejado de la imagen que siempre había tenido de "una diva" de su talla, lo confundía hasta un punto de oscura inflexión en su persona.

 

¿El tratar de acercarse a Jude de esa forma era correcto? ¿Era normal que al estar junto a la persona que amaba, aun siendo solamente amigos, se sintiera así de imbécil y confundido?

 

Probablemente no.

 

Pero ¿qué iba a saber él? Después de todos, la última vez que llegó a relacionarse de manera "romántica" con alguien más, terminó metido en una situación tan problemática, que su mejor amiga casi lo odiaba por siempre. Eso era algo que no deseaba volver a experimentar jamás.

 

Se dio una ducha rápida ya estando dentro del baño y salió tan torpemente como había entrado. El mareo aún no desaparecía por completo. Por lo menos las heridas de su pecho y brazo ya habían cicatrizado lo suficiente como para que no tuviera que volver a ponerse los vendajes y tener que cubrirlos dificultosamente con plástico de bolsas. Pero tenía que ser muy precavido.

 

Si su madre (o aún peor, su padre) veían tal espantosas cicatrices sobre su pecho, no sabría qué decir.

 

– ¡Baja a desayunar, Johnny! –gritó su padre con voz un poco calma, pero aún con su acostumbrado tono áspero.

– ¡Voy! –gritó en respuesta, no poniendo mucha atención en realidad. Llevaba una de las tres toallas, que siempre estaban en los percheros metálicos del baño, envuelta alrededor del torso.

 

Caminó apresuradamente hasta su habitación, dejando un pequeño caminillo de humedad sobre la oscura alfombra, desde su chorreante cabello mojado. Tan pronto como entró, se vistió velozmente.

 

– ¡Baja ya, Johnny! ¡Por un demonio! –incluso desde su cocina, la portentosa voz de su padre podía aturdir sus oídos dañados por el constante volumen alto de la música en su casa.

 

Un timbrazo. Un mensaje llegó a su celular. Se puso las gafas y se acercó a la mesita donde el teléfono estaba:

 

"No voy a ir a la escuela hoy, Johnny. Estoy muy cansado por el trabajo. Lo siento"

 

Johnny hizo una marcada mueca de preocupación.

 

"¿Estás bien? Podría ir contigo un rato y eso"

 

Enseguida lo envío se sintió idiota. Jude podía pensar mal.

 

"Estoy bien, Johnny. Sólo necesito dormir un poco. Si puedes diles a los chicos… o no. Hasta luego, se te hace tarde."

 

Johnny se quedó viendo la pantalla de su celular unos cuantos segundos, ligeramente molesto por alguna razón. Apagó la pantalla y lo guardó en su bolsillo trasero antes de bajar a la cocina.

 

Su madre y su padre estaban sentados en el comedor, desayunando tranquilamente. Maxwell llevaba su ropa normal de todos los días, pantalones negros con raya, camisa de manga larga y corbata. Revisaba lo que parecía ser el manuscrito de un libro lleno de correcciones con marcador rojo, mientras bebía de su taza de café. Catherine usaba su elegante y sobrio traje grisáceo, con el cabello recogido en un sencillo moño. Los labios pintados de rosa oscuro dejaban una marca en su taza blanca, mientras que las largas pestañas llenas de máscara aleteaban dulcemente al examinar los quince distintos diseños de invitaciones para bodas de esa semana.

 

–Buenos días–dijo el joven nerd, sentándose junto a su madre, naturalmente.

– ¿Ya estás mejor, cariño? –preguntó Catherine con ojos dulces y expresión suave.

–Lo estoy. No fue nada –dijo el muchacho, mientras comía de su plato de huevos, tocino y panqueques. Un dejo de sabor a vómito en la boca le provocó un poco de asco, pero pudo tranquilizarse bastante y comer como siempre.

 

E igualmente, su padre no preguntó nada en absoluto sobre él.

 

Los tres desayunaron apaciblemente, como diariamente lo hacían. Su madre parloteaba acerca de alguna anécdota de su trabajo, mientras su padre asentía gravemente y él sonreía amablemente.

 

Enseguida terminó su desayuno, se despidió de sus padres y salió a la calle. Se puso sus auriculares y anduvo hasta la escuela.

 

Pasó por la casa de Derek, a quien no había visto desde el día que le dio el número de Rebecca. No era algo que lo inquietara realmente, puesto que conocía lo suficiente al joven ex universitario como para saber que seguramente se estaba quedando con alguno de sus amigos alcohólicos o su novia en turno.

 

Una cierta sonrisa se instaló en el rostro barbudo de Johnny y caminó seguidamente hasta la preparatoria.

 

Sin sorpresa alguna, al llegar no se encontró con las miradas atentas de sus demás compañeros sobre él. Al fin y al cabo, Jude no estaba junto a su persona, irradiando esa aura de "deberías estarme mirando justo ahora". Sólo era el torpe tipo alto de barba y lentes feos.

 

Recordó los tiempos en que aún llevaba sus aún más espantosos frenillos, con las gafas gigantescas y el naciente acné en su rostro. Hasta a él le daban asco sus últimos años de primaria.

 

Pero contrario a lo que se esperó, mientras ingresaba al feo edificio gris, con camino a su sencillo casillero, una fuerte mano de dedos romos aprisionó sorpresivamente su hombro, de forma casi dolorosa.

 

Se dio la vuelta para encontrarse con el apuesto rostro bronceado de Bill Donovan en medio de todos los alumnos que iban y venían a través del pasillo apestoso a sudor, perfumes varios y limpiador de pisos floral.

 

–Hey –se limitó a decir Bill con su acostumbrada expresión seria, ante la que Johnny no supo bien cómo reaccionar.

– ¿Qué sucede? –preguntó Johnny, apartando las ganas de deshacerse de la mano de Bill y salir corriendo a su salón de clases (lo cual sería inútil considerando que ahora compartían los mismos horarios).

– ¿Dónde está Jude? –interrogó Bill con la voz llena de un marcado tinte de desconfianza y el ceño fruncido.

 

Johnny relajó los ánimos un poco y suspiró tranquilamente.

 

–Se quedó en su casa por hoy. Está algo cansado por el trabajo y eso. Así que probablemente duerma por el resto del día –dijo, ya alejándose lentamente de Bill. Sin decir nada, se echó a caminar, pero Donovan lo siguió de cerca.

– ¿Aún sigue trabajando? –Bill adelantó el paso para quedar justo al lado de Johnny al caminar. Las personas a su alrededor se dispersaban ante la corpulencia natural del jugador de fútbol y la extrema altura de Johnny.

–Sí, como siempre. Suponía que ya lo sabían –dijo Johnny con cierto y no intencionado tono recriminador.

 

Pero aún lo enfurecían ellos y sus asquerosas actitudes pretenciosas.

 

Bill reconoció ese tono grosero, pero lo pasó por alto con cierto resentimiento.

 

–Sabemos que Jude trabaja. No suele tener ningún tipo de impedimento para decirlo, o no al menos con Daniel y yo. Jane y los demás creen que es un mimado niño de padres ricos, tan caprichoso como ellos.

–Hablas como si no fueran iguales –masculló Johnny en voz baja, no pretendiendo que Bill le escuchara.

 

Nuevamente, Bill lo escuchó claramente, pero tampoco dijo nada.

 

La conversación se terminó enseguida escucharon el timbre anunciando el inicio de las primeras y clases, y ambos se dirigieron a su respectivo salón.

 

Para sorpresa de Johnny, no vio a Daniel en ninguna de las clases hasta la hora del receso. Bill dijo que estaba en una reunión con unos amigos de sus padres y que no vendría hasta el martes o miércoles. Johnny y Bill se vieron obligados a convivir durante bastante tiempo.

 

Los dos caminaban juntos hasta las mesillas de concreto en el jardín, ante las miradas curiosas de los demás alumnos, especialmente mujeres. Era realmente ridículo pensar lo mal que Johnny se veía, con su apariencia desaliñada y de hippie moderno, junto al guapo, bien afeitado y corpulento Bill, siendo que incluso desde lejos, el rostro tímido y cubierto de vello oscuro de White resultaba mucho más amable que el frío y terriblemente serio de Donovan.

 

Había una ambigua diferencia muy marcada entre ellos dos.

 

–Hey –llamó Johnny en voz baja, nuevamente muy incómodo por la sensación de los montones de ojos clavados en su persona. Bill caminaba con total naturalidad, volteó a verle.

– ¿Pasa algo? –dijo el joven con un ligero refunfuño. No se sentía muy feliz de tener que voltear hacia arriba (aunque fueran unos centímetros apenas) para hablar con alguien.

– ¿No vas a fumar hoy, verdad? –preguntó Johnny con el ceño fruncido.

 

Bill, al contrario de lo que White creyó que haría, esbozó una pequeña sonrisa amistosa, como si un niño le hubiera hecho una pregunta inocente.

 

–Tal vez no –se limitó a responder Donovan, justo cuando ya habían llegado a las mesas de concreto. Como casi siempre, la mayoría estaban ocupadas por grupos de estudiantes ruidosos y hambrientos, y otros tantos sentados en el césped húmedo, en círculos de varios tamaños.

 

Bill, con su atractiva apariencia de modelo de revista, llamaba la atención de la mayoría de las alumnas, quienes giraban sus cabezas "discretamente" hacía él, para luego voltearse nuevamente y secretear entre ellas. Los hombres, por su parte, sólo lanzaban miradas envidiosas de vez en vez.

 

Después de su pequeña pregunta, ninguno de los dos dijo mucho. Bill corregía y terminaba lo que parecía ser un trabajo de historia con mucha dedicación. Johnny, en cambio, se limitaba a revisar su teléfono insistentemente, buscando algún mensaje reciente de Jude. No había más aparte de los que le habían llegado en mañana. Observaba la pantalla del celular, luego su reloj y mientras se mordía las uñas, se preguntaba si Jude estaría bien.

 

Bill, un poco harto de la actitud extraña de Johnny, cerró su libro de golpe, listo para preguntarle qué demonios ocurría con él, cuando sus ojos grises captaron la imagen de alguien acercándose rápidamente a su mesilla.

 

Una rubia extremadamente guapa, cuya minifalda tableada, la camisa de manga larga con botones y la corbata negra, le daban un aire muy sexy.

 

Jennifer Richardson, por supuesto.

 

Llevaba el cabello en un coleta alta y sus dedos de uñas largas y esmaltadas en rojo cereza, sostenían delicadamente un bolso de apariencia costosa, mientras sus enormes tacones se enterraban en el suelo húmedo a cada paso.

 

Johnny apartó la mirada de su teléfono, y enseguida notó a la bonita chica acercarse, atrayendo la mirada de casi todos los chicos.

 

– ¡Billy! –llamó con su aguda y casi histérica voz, sentándose con sumo cuidado en el asiento de concreto. Sus ojos castaños se desviaron un momento para observar al feo tipo con pinta de hippie moderno (Johnny) sentado tranquilamente junto a Bill.

– ¿Pasa algo, Jenny?– preguntó Bill con voz más que fastidiada. Alejó sus libros un poco y comenzó a golpetear la pasta de uno de ellos con la punta de su bolígrafo.

– ¿Dónde está Jude? –preguntó con voz desesperada, todavía mirando a Johnny a la cara un par de segundos más. Luego fijó sus enormes ojos en la cara inexpresiva de Bill.

–No vino a la escuela –respondió secamente. Johnny permanecía al margen de la conversación, sinceramente incómodo. Sólo deseaba que por lo menos, Jennifer hablara un poco más bajo, puesto que estaban atrayendo las miradas de aún más personas.

– ¿No vino? ¿Por qué? –la chica frunció el ceño e hizo una marcada mueca de verdadera molestia. Cruzó sus hermosas y largas piernas por debajo de la mesilla, y Johnny sintió la punta de su tacón rozar la pernera de sus pantalones.

–No lo sé –mintió Bill con sorprendente naturalidad, mientras recargaba su mentón sobre su mano, y el codo en la superficie de cemento–, ¿Por qué lo buscas?

–Tengo que hablar con él, no te incumbe –respondió con total soberbia, mirando a los ojos a Bill.

 

Contrario a lo que Johnny esperaba (otra vez), Bill no reaccionó de ninguna forma negativa.

 

–Oh ¿Ya aceptaste que Jude te terminó? –preguntó con todo el cinismo que su grosera sonrisa mostraba–. Escuché por ahí que te la habías pasado llorando y diciendo lo mucho que extrañabas a Black –terminó de decir con voz intencionalmente más fuerte. Muchos de los alumnos a su alrededor lo escucharon con claridad.

– ¡Por supuesto que no! –chilló Jennifer con el rostro rojo de la vergüenza, ante las pequeñas carcajadas que se escucharon y ante la propia risa de Johnny oculta detrás de la palma de su mano. Jennifer lanzó una mirada asesina a éste, y White dejó de reírse inmediatamente.

–Lo siento –masculló en voz muy baja.

–Bueno, eso es lo que escuché –dijo Bill con fingida inocencia.

–No seas idiota, eso ya está superado –admitió Jennifer al mismo tiempo que arrojaba su sedosa coleta tras su cuello–. Quiero hablar con él de otro tipo de cosas.

 

Bill alzó ambas cejas, con la misma sonrisa desagradable.

 

–Bueno, me sorprende que actúes tan tranquilamente. Después de todo ¿Quién era la que hace unos siete meses solía decir que ella sería la primera en terminar a Jude? Aún me sorprende que haya salido durante tanto tiempo con una cabeza hueca como tú.

 

Jennifer apretó fuertemente la mandíbula, mientras que Bill se alisaba el cabello con una mano. La sonrisa de satisfacción en el rostro del futbolista resaltaba especialmente. Johnny sólo se mantenía callado, mirando a todos lados para no tener que ver a Bill o a Jennifer a la cara. La tensión entre esos dos era casi tangible. Los demás jóvenes a su alrededor ya no lo veían con gracia, sino con la misma sensación desagradable que White. Muchos terminaron yéndose de ahí.

 

Pero entonces, la mueca en la bella cara de Jennifer, pronto pasó de la cólera a una sonrisa escabrosa.

 

–Pues debería sorprenderme a mí, guapo –comenzó a decir Jennifer, inclinándose sobre la mesa hacía Bill– Después de todo ¿Tengo que recordarte a quién rechazó Jude para salir conmigo? –sus redondos senos eran presionados en el concreto y su flequillo sujeto con un pasador, se deslizó hasta cubrirle parcialmente los ojos brillantes en malicia.

 

Repentinamente, el sarcástico rostro de Bill cambió a una mezcla de vergüenza y rabia. Apretó en las manos en duros puños y partió el bolígrafo entre los dedos.

 

Johnny se sintió aún más incómodo, de sólo recordar que Jude le había contado el incidente de Bill. Comenzó a rascarse las muñecas casi de forma impulsiva, mientras le rogaba a uno de esos amigos que no tenía que viniera a salvarlo.

 

Bill no dijo más, sólo bufaba con verdadera furia mientras que Jennifer le miraba con desfachatez. Rápidamente, la guapa joven se puso de pie y se alisó la falda con dos dedos.

 

–Bueno, si Jude no está aquí, puedo llamarlo después –dijo ella con calma absoluta.

– ¡¿Cómo conseguiste su número?! –preguntó Bill inmediatamente.

 

Jennifer volvió a sonreír ofensivamente.

 

–Suponlo por ti mismo.

 

La chica se alejó con delicadeza de ahí, balanceando su bonito bolso de un lado a otro. Pronto vio a sus amigas y se fue con ellas.

 

Johnny volteó a ver a Bill, que mantenía la vista baja y la cara levemente roja por el coraje.

 

– ¿Estás bien? –preguntó en voz muy baja.

– ¿Jude… te dijo algo sobre "eso"? –enseguida preguntó de vuelta Bill, pasando su mano a la tapa de su libro y abriéndolo lentamente.

–Sí –contestó franco–. Pero…

–No digas nada –lo interrumpió secamente, sacando una pluma de su bolsillo y continuando el trabajo escolar.

 

Johnny se rascó la nuca, revisó la hora en su teléfono y sacó un libro nuevo que su padre había traído de la editorial. Si mal no le dijeron, había una junta improvisada de maestros por lo que la siguiente hora al receso quedaría libre.

 

Pasaron alrededor de veinte minutos hasta que Bill terminó de apuntar en su cuaderno y guardó todo dentro de su mochila.

 

Johnny levantaba la mirada, preguntándose si el resto de los odiosos amigos de Bill no vendrían.

 

–Bill ¿Dónde están tus amigos? –preguntó al chico que revisaba con expresión aburrida su teléfono celular. Aún desde la distancia a la que estaba, Johnny alcanzaba a distinguir la bandeja de inicio llena de mensajes y llamadas perdidas distintas. No sintió envidia alguna, sino bastante intimidación.

–No lo sé. No es que me importe mucho –dijo el muchacho sin culpa alguna, apagando la pantalla del celular y guardándolo en su bolsillo de nuevo.

 

Johnny le volteó a ver con expresión sorprendida y levantó una de sus gruesas cejas.

 

–No deberías hablar así de tus amigos –recomendó White en voz baja, con cierto tono sarcástico.

 

Bill sacó un paquete de cigarrillos de su bolsillo, y cubriendo el frente con su mochila, los dejó caer fuera de este y comenzó a contarlos relajadamente. Casqueó la lengua ruidosamente.

 

–Ellos no son mis amigos, realmente. Son desagradables y asquerosamente cínicos. Sólo Jude y Daniel son más sinceros. O al menos, Jude lo es –dijo el muchacho con la vista clavada en los cigarrillos. Los contaba, los tomaba entre los dedos y con un plumón fino permanente, escribía pequeñas palabras a lo largo de estos.

 

Johnny clavó los ojos en su libro de vuelta y trató de fingir que no se sentía apenado por él. Parecía que ni entre los amigos de Jude se aguantaban en serio.

 

Se calló un rato, mientras Bill seguía jugueteando con sus cigarrillos, hasta que éste rompió el silencio entre ellos dos.

 

– ¿Ya has hablado con Rebecca? –preguntó Bill y Johnny giró su cabeza hacia el inmediatamente.

–Oh… –se rascó la nuca nuevamente y cerró el libro sobre la mesa–, Algo así. Me ha enviado algunos mensajes.

 

Bill sonrió muy levemente.

 

–Oh ¿sí? ¿Te ha dicho algo importante?

 

Johnny enrojeció hasta las orejas y casi enterró la nariz en la mochila de Bill sobre la mesa.

 

–Dijo que estará aquí el jueves. Quiere que la vea.

 

Bill se recargó sobre la mesa y extendió las piernas bajo esta. Johnny escuchó el tronar de los huesos de su cuello cuando él lo dobló.

 

–Ella va a las preparatorias de vez en cuando. Se reúne con sus amigos y otros universitarios. A veces traen alcohol o drogas o porquerías así –comenzó a contar Bill, aburrido. Luego empezó a guardar sus cigarrillos de nueva cuenta–. Tienes bastante suerte, chico. Rebecca no es de salir con cualquier tipo.

–Me intimida un poco –admitió con voz temblorosa.

–Lo suponía, es alg… –el timbre de su teléfono lo interrumpió. Lo sacó y revisó rápidamente. Al parecer le había llegado un mensaje. Bill se tardó unos minutos en leerlo, contestarlo, recibir otro mensaje y volver a contestar. Luego apagó la pantalla y lo dejó sobre la mesa.

 

–Era Daniel –dijo al instante–, preguntaba por Jude. Al parecer, de nuevo no contestó sus llamadas.

 

Johnny se quitó las gafas un momento y comenzó a limpiarlas con un trozo de tela especial.

 

–Daniel se preocupa mucho por Jude ¿no es así? –mencionó en voz alta, pensando en distintas cosas acerca de eso.

–Es algo normal, creo – dijo Bill con un poco de fastidio al hablar–. Se conocen de hace mucho tiempo.

 

Johnny abrió los ojos como platos y giró su cuerpo por completo para mirar de frente a Bill. Éste volteó un poco y no mostró mucho en su guapo rostro.

 

– ¿Son amigos de infancia? –preguntó sumamente incrédulo.

–No –contestó rápidamente–, no lo son. Pero según tengo entendido, o algo así, Daniel y Jude fueron a la misma primaria y secundaria. Creo que en el mismo grupo, más o menos.

 

Johnny se acercó un poco más y le pidió que siguiese hablando.

 

–Daniel me ha contado algo, aunque no mucho, sinceramente. Y Jude jamás habla de eso. Pero siempre han sido un poco más cercanos de lo que los dos son con el resto de sus amigos y conocidos. Incluso, el año pasado, cuando Jude faltó a la escuela por casi dos meses por enfermedad… –o algo así les dijeron, aclaró Bill. Johnny tampoco estaba seguro–, Daniel fue el único que habló con él. Pero… –Bill carraspeó un poco y continuó hablando– Tampoco son muy amigos o cualquier cosa. Jude siempre es muy distante con nosotros.

 

Johnny apretó los labios y alejó la mirada del rostro serio de Bill. Con un dejo molestia en el estómago nauseabundo, comenzó a torturarse a sí mismo con la común maraña de preguntas que zumbaban en su cabeza al enterarse de algo nuevo de alguien a quien creía tan simple.

 

No sabía que si lo que estaba sintiendo era desconcierto o frustración (o bien una mezcla de ambas) pero sí sabía que eso no era nada bueno. Y al mismo tiempo, comprendió que probablemente Bill se sentía de la misma forma.

 

Que alguien te guste pero no estar seguro de absolutamente nada de esa persona porque abiertamente, ella no te considera su amiga si quiera. O al menos, eso era con Bill, pero aún peor. Ser rechazado por esa persona era mucho más doloroso.

 

Se revolvió el cabello a sí mismo, en un fallido intento de relajarse y dejar de preocuparse tanto. Bill no decía nada y miraba fijamente a una de las ventanas de los edificios.

 

–Jude es un buen chico –esta vez habló Johnny, captando la atención del distraído Bill–, Sólo que, siendo sincero, y como me lo ha dicho él mismo, no es muy feliz con ustedes  hablaba como si estuviese dando una mala noticia a alguien.

 

Aunque en teoría, lo estaba haciendo.

 

Bill cerró los ojos un minuto exacto. Se alisó el cabello hacía atrás y suspiró:

 

–Lo sé.

 

Johnny se quedó callado y Bill se lamentó en voz baja.

 

Notas finales:

No sé porque en el capítulo pasado, mientras describía al papá de Johnny, a mi mente solo venía la imagen de Patrick Carney :u 

Así que si quieren imaginárselo, piensen en el baterista de The Black Keys, pero más viejo y amargado :v

Si el texto se ve mal o algo así, avísenme :3 

Gracias por leer! :D

 

Nota al pie de la editora IntentoDeEscritora: ¡Editado y resubido! 


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