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The Nerd's Trouble por Killer Cobain

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Notas del capitulo:

¿Adivinen quién no estaba muerta, sólo muy, muy, muy ocupada? 

YO, SU ADORADA Y ODIADA AUTORA *aplausos* 

:'v 

Pues verán, mis amados lectores, sé que dije que iba a tratar de no tardar mucho con el siguiente capítulo (e irónicamente este fue el tiempo más largo que tardé en publicar algo), pero uffff, ¿por dónde empezar? 

He estado llena de trabajos y tarea en la preparatoria, así como un horrendo bloqueo creativo que no me dejaba escribir nada sin atorarme en algo a los dos renglones. Es algo bien jodido y la neta, que parece que mí me pasan muy seguido xd 

Y sé que han sido muchos meses, y en verdad lo lamento. 

Pero se los prometí: no importa que, está historia va a tener su final, incluso si eso me lleva muchos más meses. No importa. 

Así que aquí está, nenes, la continuación y les puedo asegurar que muchos de ustedes se van a llevar una que otra sorpresa. 

Y bueno, enseguida publique, me pondré a contestar reviews y más, lamento si no lo hice antes, pero en serio no tenía tiempo :c 

El próximo capítulo espero que esté a más tardar, el próximo lunes o martes, será bastante corto pero dará paso a mucho más dentro de la historia xd. 

Sin más, pase y lean, y perdón por todo, nenes :'v

Johnny se miró en el espejo por segunda o tercera vez, indeciso por completo.

 

Apretaba el rastrillo entre sus dedos romos de vez en vez, mientras que con la otra mano tocaba cuidadosamente todos los bordes de su barbilla. Ni siquiera se dio cuenta cuando dejo crecer tanto su barba o porque esta misma era mucho más gruesa de lo que debería ser para un joven de

diecisiete años como él. Y siendo que con la usual apariencia seria, demacrada y poco saludable de su rostro, Johnny siempre había aparentado tener unos, mínimo, veintisiete años.

 

También notaba con cierta molestia como la cabellera le había crecido mucho, casi hasta cubrirle las orejas por completo y un con un largo fleco de cabello maltratado y opaco colgándole frente a las gruesas cejas que tenía. Se pasaba los dedos entre los mechones, recordando nostálgico todas las veces en las que Rose solía cortarle el cabello a él y Danny, desde que los tres tenían 13 años de edad, solamente porque a ella no le gustaba que “sus chicos” tuvieran tan largos los mechones sobre su cabeza.

 

—Ojala estuviera aquí —masculló en voz muy baja.

 

Con precaución, y aún un poco inseguro, tomó las finas tijeras metálicas que descansaban sobre el lavabo del baño, y comenzó a recortar el vello facial. Cortó su barba cuidadosamente, dejando caer los trozos de vello grueso al piso, para finalmente dejar una delgada capa de este sobre su mentón y un bien recortado bigote parejo sobre toda la extensión de su labio superior. Se lavó la cara y con cierto asombro, notó como parecía un poco menos feo de lo que siempre había sido.

 

Posteriormente, comenzó a cortar mechones y mechones de cabello mojada, (el cual aún escurría y le humedecía los anchos hombros), tal y como recordaba que Rose solía hacerlo. Y con leve habilidad aprendida de años de ver a su mejor amiga hacerlo, Johnny se dejó un perfecto corte de cabello, suficientemente largo como para que pudiera peinarlo como normalmente lo hacía, sin el molesto flequillo feo.

 

White sonrió tímidamente ante el reflejo juvenil y ligeramente atractivo de su rostro limpio y despejado, aún pese a las ojeras oscuras, los raros lunares de su cuello o cualquier otra imperfección de su piel morena. No evito pensar en qué creería Jude si le miraba en ese mismo momento. Quizá le diría alguno de esos cariñosos halagos amistosos que solía hacerle. Incluso querría tocarle el cabello. Se sonrojó levemente ante la idea.

 

Sin embargo, enseguida sus pensamientos se dirigieron hacia la figura mental que tenía de Rebecca Shoreline, bonita, divertida y grandiosa. Le provocaba unos casi agradables escalofríos el pensar en ella, y la forma tan desconcertante en la que parecía que podía ponerle de buenas con cualquier gesto o palabra. Ella era genial, sin duda.

 

Salió del baño, enfundado en los vaqueros menos gastados de todo su armario, un par de sandalias de goma que usaba en la regadera, así como una sencilla camiseta de tirantes cualquiera y una toalla verde mojada, sostenida entre sus dedos. Ya limpiaría después el pequeño cuarto.

 

Como normalmente pasaba, se encontraba completamente solo en su casa, puesto que su padre debía estar trabajando como siempre y su madre había ido a visitar a uno de sus hermanos, fuera de la ciudad. A como ella lo dijo, quizá no volvería hasta la tarde del jueves. Así que después de haber llegado de la escuela, dejando a Jude en su hogar, había llegado al propio para encontrarse con nadie más que su buen perro Bonham, mascando algún juguete de goma, echado en una esquina de la sala.

 

Con suerte su padre llegaría un poco tarde, así que quizá podía tener tiempo para quedarse un rato más con Rebecca.

 

“O podría ir a buscar a Jude”.

 

Negó para sí mismo, con una sonrisa apenada en el rostro.

 

“Seguramente buscará a su novia y la llevará a cenar a algún lado. Estuvo quejándose un rato de que no tenía mucho que hacer en la tarde, así que ella es su mejor opción” se decía mentalmente, mientras bajaba las escaleras de la casa hacia la cocina e ir al patio trasero para tender la toalla húmeda. Johnny aún se preguntaba como el jovencito hacía todo eso. Ya debía ser mes y medio o poco más o menos desde que había terminado con su ex novia y ya estaba saliendo con otra chica, que curiosamente, parecían ser todo lo contrario a lo que Jennifer podía ser.

 

Johnny no tenía mucha noción de que era tener una novia. Más allá de las desagradables memorias pasadas de una mujer a la que jamás pudo entender por completo, ni en los más íntimos momentos oscuros que estuvo con ella. Ella quizá fue demasiado complicada a la hora de tratar con White, o quizá él mismo trato de convencerse de que ella era mucho menos compleja de lo que siempre fue en realidad.

 

Con una incómoda sensación de añoranza inútil recorriéndole, pronto remplazó los recuerdos extraños por las claras remembranzas que tenía de los días de convivir con Rose Dempsey y Danny Callahan.

 

Rose siempre había tenido un montón de novios, aproximadamente desde que la chica tenía 12 años. Mayor que Johnny por un año, Rose nunca había sido la definición perfecta de una adolescente normal.

 

Y es que era fácil recordarla como la guapa muchacha de 1.80, de piernas largas y cuerpo menudo, ojos de color avellana y el eterno peinado de cabello corto castaño, ligeramente rizado, al más puro estilo de Jim Morrison, cuya voz grave no te permitía reconocerla como una chica o un chico a la primera vez de escucharla. Ella siempre había sido violenta, grosera, mal hablada y poco femenina, aunque tenían una curiosa pasión casi jurada por el salir con chicos no demasiado guapos, así como un cariño especial por sus dos mejores amigos. Fue la primera mujer en la vida de Johnny, fuera de su familia, que significaba algo verdaderamente especial para él, la primera chica que realmente le habló por ser amistosa y la persona más fuerte que conocía de siempre.  Ella era genial, le había roto el brazo y la quería un montón.

 

Danny, por su lado, era cool.

 

5 centímetros más bajito que la misma Rose, él chico era la diversión pura. Solía ser mucho más estúpido que Johnny, así como el doble de apuesto. Con bonito cabello castaño rojizo, inocentes ojos azules y una sonrisa de dientes un poco prominentes, era un imbécil en el modo de que aunque no captaba las cosas tan rápido como el resto de sus amigos, pero que solía tener sus propios trucos para todo. Salía con muchas chicas y muchas veces había tratado de conseguirle una novia al mismo Johnny, pero el carisma nulo del joven nerd comparada a esa aura divertida y confianzuda de Danny, eliminaban cualquier posibilidad de que el chico hubiese podido salir con alguna de sus amigas. Danny aún se lamentaba por ello.

 

Y aunque Johnny jamás lo dijo, siempre había creído que el chico estaba enamorado de su mejor amiga. O eso fue lo que  pensó después de tantos años de verlos juntos, todas las veces en las que Rose llegó a ellos dos, después de terminar con alguno de sus novios, algunas veces más triste que otras, pero siempre con una sonrisa tímida en su rostro de facciones finas que parecía decir “Lo hice de nuevo, chicos” y notaba con preocupación la forma desesperada e insistente en la que Danny podía mirarla durante horas, quizá esperando a que ella le mirara y dijera mucho más de lo que solía hacer. No era secreto para Johnny que ellos dos habían sido amigos desde mucho antes de que White les conociera.

 

Y fue eso mismo lo que le provocó una dolorosa sensación de culpa durante meses enteros, después de que alguna calurosa noche de agosto, en pleno verano, en los primeros días de sus 16 años y durante una de todas esas veces en las que se quedó a dormir con su mejor amiga cuando sus padres salían de viaje, ella lloró abiertamente frente a él, después de terminar con su novio en turno, un tal Jake o Jack Simmons, a quien nunca conoció bien.

 

Ella lloró como jamás lo había hecho, apretándose las rodillas contra los pechos, ocultando su suave rostro abotargado entre las manos. Johnny, que nunca había sido bueno con las palabras, mucho menos de apoyo, permaneció una hora y media frente a ella, sentado en la cama individual, escuchando los suaves sonidos del llanto ahogado bajo sus palmas. Rose berreaba, gemía y sollozaba con fuerza en momentos, para luego bajarlo a pequeños hipos esporádicos, mientras se limpiaba las gruesas lágrimas que bajaban por sus bonitas mejillas. Y Johnny solamente se sentía mal, con un peso muerto presionándole el estómago, furioso contra un hombre que no conocía en realidad. Esa vez, White descubrió cuanto odiaba verla llorar, cuanto la quería en verdad y que si no hubiera sido por “ella”, o por cualquier otra cosa, él podría haber amado a su mejor amiga como jamás habría de amar a ninguna otra mujer jamás.

 

Al final, Johnny sólo dejó que ella se hundiera entre sus brazos, ambos medio desnudos, sudorosos y con los rostros húmedos, en una situación que tenía una tensión sexual casi palpable. Ninguno de los dos lo notó hasta muchos meses después. Aspiró el aroma tenue a fragancia de fresas sobre su cuello, y permitió que ella le rasguñara suavemente los hombros descubiertos. La dejó enredar sus largas piernas en su cadera y dormir sobre su pecho, mientras él mismo le tomaba de una mano y la sostenía por el muslo derecho.

 

Sí, pudieron tener sexo en cualquier momento aquella noche, o al menos, llegar a besarse, pero los dos estaban demasiado agotados emocionalmente para algo así.

 

A la mañana siguiente, ella le dijo que no se lo contara a nadie, ni siquiera a Danny. Y fue ahí donde empezó la culpa. “Él nunca me ha visto así. No se lo digas” fueron sus palabras exactas.

 

De algún modo eso le resulto una especie de halago y una bofetada al mismo tiempo. Pero como el mejor amigo que era, le prometió jamás contárselo a Danny, incluso en los días donde percibía la desesperación del chico por acercarse un poco más a ella.

 

Rose solamente dejo de hablar de todo eso, pero siempre sonriéndole con una mueca extraña que llegaba confundirlo, en aquellos momentos singulares donde sus miradas se encontraban casualmente. Ya fuera sentado el uno frente al otro en la sala de alguno de ellos, en medio de un pasillo de escuela atiborrada de alumnos ansiosos o en una calle vacía de camino a casa. Ella siempre le sonreía de un modo en el que Johnny no podía entender demasiado que podía estar pasando por su cabeza, mientras él hacía el mayor esfuerzo por aparentar que estaban pensando lo mismo. Por la manera en la que solía soltar suaves carcajadas ahogadas con solo verle un poco, Johnny daba por seguro que ella sabía que no era así.

 

Oh sí, el montón de raros recuerdos que solían hacerle sonreír con cierta sensación de turbieza dentro de sí. Los echaba mucho de menos, a Rose y a Danny, y cada día parecía que las llamadas y los mensajes de texto no eran suficientes.

 

Con cautela inexplicable, regresó al interior de su hogar después de tender la toalla a los ya nulos rayos solares que se ocultaban lentamente. Estaba atardeciendo poco a poco.

 

Su perro corría de abajo a arriba en la casa, un poco ansioso sin razón en especial, mientras Johnny subía las escaleras, llevándose la mano al pecho y hombro. Se tocó el borde de las cicatrices no tan viejas, que aunque notorias, no se veían extremadamente mal. Solamente resaltaban como dos líneas casi perfectamente rectas de un color blanquecino en su piel morena.

 

Su teléfono, olvidado encima el mueble del pasillo, comenzó a vibrar ruidosamente sobre la superficie de madera barnizada, al tiempo que la pantalla se encendía y su tono de timbre le avisaba acerca de la llamada entrante.

 

Justamente pasaba por ahí, lo que le dio el tiempo perfecto para tomarlo rápidamente con una mano y atender la llama con naturalidad.

 

— ¿Diga? —habló con voz amortiguada.

 

— ¿Johnny? —Rebecca, claro. Johnny sonrió — ¿Ya vienes para acá? Ya casi termino de arreglarme y pues se está haciendo un poco tarde —la muchacha sonaba ligeramente preocupada.

 

—Oh, por supuesto que sí —se apresuró a contestar, sonando tal vez más emocionado de lo que en verdad quería. Sería horrible que ella creyera que estaba desesperado —Solamente me pongo una camiseta, los zapatos y salgo para allá.

 

— ¿Todavía recuerdas dónde vivo, no?

 

—Por supuesto —admitió, aunque sin mencionar para nada que lo recordaba bien por ser el lugar donde casi violaban al chico que le gustaba.

 

—Oh, genial —Johnny sintió una repentina tibieza envolverle el estómago al hablar con ella y escuchar ese suave timbre feliz y expectante que tenía su dulce voz al pronunciar palabra alguna. Resultaba tan reconfortante pensar que ella podía estar igual de emocionada, o hasta nerviosa, como él lo estaba —Bien, te espero aquí, trata de no tardar mucho —soltó una corta risita —, adiós, Johnny.

 

—Hasta luego, Rebecca —se despidió con un ligero tono afectuoso, que lo preocupo un poco. No debía encariñarse así de rápido con alguien quien ciertamente no conocía (por más que la situación le recordara levemente al potente flechazo que sintió por Jude Black, a quien ni siquiera le hablaba en esos días).

 

Entró a su cuarto, donde descansaba una sencilla camisa de manga corta color negro y de botones, junto con una chaqueta cualquiera sobre la cama y un par de botas negras, bien abrillantadas, al pie de ésta.

 

Aún entusiasmado, sin ni siquiera darse un momento para pensar en Jude, en Derek o en cualquier otra persona más allá de Rebecca y lo mucho que ella comenzaba a gustarle a esas alturas. Incluso pudo ignorar casi por completo esa pequeña zona de su cerebro que se empeñaba en repetirle una y otra vez que el salir con una chica, con Rebecca, era la traición real hacia…

 

¿Hacia qué?

 

Hacia nada.

 

“No hay nada por lo que sentirse culpable” se dijo mentalmente, casi enojado consigo mismo por pensar en cosas así.

 

Pese a todo eso y a su propio intento de eliminar la sensación de culpabilidad, aún en el fondo, muy en el fondo, en realidad llegaba a creer que hacía algo malo. Aunque en verdad no lo era.

 

Con algo de prisa, se terminó de vestir, se puso el par de botas y apenas y se pasó un peine por el desordenado cabello húmedo. Se paró frente al espejo de la pared, pasándose las manos por las arrugas de la camisa y del pantalón, revisando que no hubiera nada raro o desagradable en su cara. Solamente se puso las gafas de vuelta, y se acomodó la chaqueta. Sí, lucía mucho menos feo de lo que normalmente era, incluso parecía de 17 años en verdad.

 

Con las llaves de su auto y la casa en la mano y el teléfono bien metido en el bolsillo trasero de los vaqueros, Johnny salió de su habitación. Bajó las escaleras rápidamente, encontrándose a Bonham echado despreocupadamente en la mitad de éstas. Le dio un leve golpecillo en las costillas con la punta de la bota, el perro apenas se dio la vuelta y se pegó a la pared.

 

—Bonzo perezoso —masculló Johnny, mientras continuaba su camino.

 

Salió de la casa, echó el pestillo de la puerta exterior y atravesó el jardín de pasto amarillento hasta la cochera del costado de su casa. El Ford Mondeo seguía estacionado ahí, con un par de botes con gasolina junto a él.

 

A medida que avanzaba, escuchaba el sonido de otro auto acercarse. Pronto notó que era el Mustang de Derek.

 

El auto se estacionó justo frente a la entrada a la casa de Carson, y de este mismo se bajó el chico, vestido con unos vaqueros cualquiera, una camiseta blanca y unas gafas oscuras colgando de del cuello de esta. Tenía una expresión cansada en el rostro, así como apretaba los puños de vez en vez mientras caminaba hacia la puerta de la cerca. Fue entonces que volteó y notó a su joven amigo parado a unos metros de él, con pinta de salir a algún lado y viéndole de forma desconfiada.

 

—Hey, Johnny —llamó en voz alta, con una leve sonrisa extendiéndose en su guapo rostro, mientras se echaba a andar en dirección al muchacho. Johnny permaneció de pie en a unos pasos de la cochera, con cierta incomodidad.

 

Derek seguía siendo su amigo, uno de los pocos que tenía ahí (diciendo que en realidad Jude, Derek, Bill y Rebecca eran sus únicos amigos en esa ciudad), pero no podía olvidar por nada el recuerdo de las miradas sugerentes, las sonrisas molestas y la desagradable tensión sexual que se formaba cuando él y Jude estaban frente a frente. Parecía que ambos querían lo mismo, y eso le resultaba demasiado molesto. Demasiado desalentador.

 

—Derek — trataba de sonar lo más tranquilo posible — ¿dónde has estado? Últimamente solo te pasas por acá unos cuantos días y te desapareces después —tragó duro, un poco tenso.

 

—Oh, bueno —Carson se pasó una mano por el cabello brillante, para luego poner ambas sobre su cadera —He estado por ahí, conocí a una chica hace unas semanas y hemos estado saliendo mucho, pero las cosas no se dan como me gustaría. Ella es tan aburrida, plana y cosas así, no es divertida —el muchacho elevó la mirada, lejos del rostro de Johnny y enfocó la vista en cualquier cosa.

 

Suspiró profundamente, mientras Johnny chasqueaba la lengua y pensaba en Rebecca.

 

— ¿A dónde vas, galán? —preguntó el ex universitario mientras sonreía con una mueca burlona, casi grosera, examinando de arriba abajo el vestuario de Johnny y su cara semi afeitada. White iba a contestar, pero entonces el joven extendió su dedo índice frente a él, y sin dejar de sonreír, respondió por él — ¿Vas a salir con una chica, no es cierto?

 

Johnny aguantó la respiración un momento, ligeramente ofendido y nervioso. Las mejillas se le colorearon de rojo, mientras que apretaba la quijada con poca fuerza. Finalmente, esbozó una sonrisa esforzada.

 

—Sí, pero no es una cita en realidad —se lamió los labios nerviosamente —es una amiga e iremos al cine —era justo el momento cuando no quería decirle con quien iba a salir. Algo le decía que si llegaba a comentarle que era Rebecca con la que estaba saliendo, él no estaría muy contento.

 

Derek se le quedó viendo fijamente, con las cejas alzadas. Había notado con relativa facilidad los nervios en la expresión del joven nerd.

 

— ¿Has hablado con Rebecca últimamente? —la pregunta le tomó con desagradable sorpresa.

 

—Ah, yo —el chico se alejó de Derek dando unos tres pasos hacia atrás, mientras se mesaba el cabello de la nuca con mano sudorosa —Sí, pero no mucho.

 

—Supongo que está bien —Derek aún le miraba con intensidad — ¿Ya te vas? Podría cerrar la puerta de tu cochera cuando te vayas y…

 

—Sí, sería genial que lo hicieras, es que ya voy tarde —mentía con cierta facilidad, aunque en realidad no lo hacía del todo bien. Se dio la vuelta sobre sus talones, levantando trozos de césped y lodo del jardín mientras se echaba a andar rápidamente hasta su automóvil —Hasta luego, Derek, y gracias—alcanzó a gritar, ya cuando se hallaba junto al auto, abriendo una de las portezuelas.

 

Entró al auto, lo arrancó y se apresuró a salir de la cochera, pasando el Mondeo justo frente a Derek, que solamente retrocedió un par de pasos, observando al joven dentro del armatoste. Le miraba con expresión inquisitiva, aún dudoso de muchas de sus palabras.

 

Johnny aún seguía alejándose de ahí en el auto, y mientras más lejos se hallaba de Derek y su propia casa, más relajado se sentía. La fuerza con la que apretaba el volante disminuía y los pensamientos en su cabeza se calmaban. Sin más que decir por el momento, sonrió tranquilamente, mientras inevitablemente, volvía a pensar en Rebecca.

 

Siguió conduciendo todo el camino a casa de Shoreline, con la radio encendida en alguna estación de música country, género que no le gustaba ni le molestaba. Incluso se tarareaba un par de canciones de Hank Williams que le parecía más o menos conocidas. Se sentía muchos más relajado, aunque aún nervioso. Rebecca era demasiado genial y si él llegaba a hacer alguna tontería, muy probablemente ella se sentiría desagrada por él. Eso sería una horrible decepción.

 

Se mordía el labio inferior tan fuerte, al mismo tiempo que bajaba y subía la fuerza con la que apretaba el volante, que terminó abriéndose una pequeña fisura sobre la piel de este, mínimamente dolorosa y sangrante. Solamente se pasó una mano por la boca y limpió los restos de sangre.

 

Mientras conducía, notó con sorpresa un bonito y pequeño local que relucía entre los edificios grisáceos y poco atractivos. Era una sencilla florería.

 

Le llamó la atención la apariencia feliz y colorida que tenía el pequeño edificio, puesto que todo ese barrio siempre había tenido un aspecto bastante seco y gris. No era el mejor lugar de la ciudad. Le pasó por la cabeza la idea de detenerse y comprarle un ramo de flores a Rebecca.

 

Lo pensó un poco, pero al final chasqueó la lengua, sonrió y negó lentamente con la cabeza.

 

“Demasiado anticuado”.

 

  ~~~~~~~~~~~~~~~~* * *~~~~~~~~~~~~~~~~~

 

 

 

La casa de Rebecca era realmente bonita y grande. Johnny estaba parado justo en la banqueta de concreto, con las llaves del auto en una mano y tocando tímidamente el pequeño botón del timbre sobre una de las columnas de cemento a las que se unía las rejas que rodeaban la gran estructura.

 

Sentía que le sudaban las palmas y que se le había secado la boca, al mismo tiempo que el corte del labio inferior comenzaba a dolerle un poco más. Se lamió toda la boca con cuidado y suspiró profundamente, mientras esperaba a la chica.

 

Pronto miró como la puerta de la casa se abría, dando pasó a la estilizada figura alta y esbelta de Rebecca. Llevaba puestos unos jeans azules ajustados junto con una sencilla camiseta de manga corta negra con franjas horizontales blancas y un par de sandalias plateadas. No llevaba una bolsa o algo así, solamente se notaba el bulto de su teléfono celular en uno de sus bolsillos y lo que parecía ser un fajo de billetes en el otro. Sólo tenía en las manos las llaves de su casa.

 

Johnny enseguida reparó en el hecho de que llevaba la cara limpia, apenas con un poco de labial en la boca. White pensó que era mucho más bonita que las chicas de su preparatoria, llenas de maquillaje siempre, de una forma en la que en realidad le resultaba menos atractivo de lo que se suponía de debía ser.

 

Ella sonrió dulcemente enseguida le miró, con un brillo especial en sus bonitos ojos verdes.

 

— Hey… —llamó amistosamente, sin dejar de sonreír, mientras abría y atravesaba la reja de su casa. Johnny sonrió inmediatamente ante ella —, te ves muy bien hoy.

 

— ¿En serio? —preguntó con voz baja, al tiempo que las mejillas se le coloreaban de rojo. Se llevó una mano al rostro, tocándose el mentón —me corté un poco la barba y el cabello, realmente esperaba lucir menos feo y eso —soltó una risilla extraña, tratando de ser menos tímido.

 

—Oh, vamos —Rebecca le tomó por sorpresa, sujetándole el rostro con ambas manos sin avisar. Johnny sentía la cara caliente al contacto de las delicadas manos de Shoreline, cuyos movimientos eran amables —, ciertamente no eres feo —le dio un par de suaves caricias a la superficie de sus mejillas, bajando las manos rápidamente. Regresó su mirada a los ojos cafés de Johnny.

 

—Gracias, Rebecca. Tú luces preciosa —admitió, aún con vergüenza. Tenía la sensación de que debía de cuidar muy bien las palabras que decía frente a ella para evitar una estupidez.

 

—Gracias —ella rio suavemente, sonido que parecía encantador a oídos de Johnny —no quería ponerme algo muy “elegante” o demasiado revelador. Siempre me han gustado más los pantalones —decía mientras elevaba un poco una de sus largas piernas y la miraba con ceño fruncido, aun sonriendo pese a ello.

 

Johnny suspiró, sumamente encantado, mientras la veía hacer las tiernas muecas que se dibujaban en su rostro de facciones perfectas. Ella solamente volvió a enfocar la vista en la cara sonriente de White, devolviendo la sonrisa felizmente. Rebecca era demasiado dulce, demasiado divertida.

 

“Esta chica es tan perfecta” pensó para sus adentros, mientras el corazón le latía con fuerza y tragaba duro. Sentía ganas de besarla.

 

— ¿Sabes en qué estaba pensando hace rato? —Comenzó a hablar ella, sacando a Johnny de sus pensamientos —Aún quiero ver una película, pero conozco un cine genial al que podemos ir, en vez de alguno de cadena comercial.

 

—Por mi está perfecto —respondió el joven nerd con una sonrisa —pero tendrás que decirme por donde es. Ese es mi auto —dijo mientras señalaba al poco atractivo Ford Mondeo, con expresión tímida —, no es la gran cosa, pero funciona y me gusta.

 

Rebecca miró el auto, y en vez de algún gesto de desagrado o rechazó, esbozó una sonrisa amable y brillante, mientras regresaba la mirada al rostro de Johnny. El muchacho tenía la cara blanca, intimidado por cualquier cosa que ella pudiera decirle.

 

—Me gusta —pronunció ella, con tono bajo, sonriendo amistosamente. Rápidamente caminó al auto y con suma delicadeza, pasó sus dedos finos sobre el vidrio frío de la ventana, hasta llegar al metal y finalmente a la pequeña manija. Abrió el auto y entró a este cuidadosamente —Vámonos ya, o no llegaremos a tiempo. 

 

Johnny esbozó una sonrisa amistosa, sumamente enternecido.

 

“No lo arruines” se dijo mientras daba la vuelta al auto y subía a este.

 

 ~~~~~~~~~~~~~~~~~~*  *  *~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

 

 

 

No sabía con exactitud cuánto tiempo había pasado desde que Johnny se había ido, dejándole con una desagradable sensación en su persona. Sentía que el chico le ocultaba algo y eso no le gustaba para nada.

 

Derek estaba sentado en el ancho sofá de su sala, con las piernas recargadas en la mesilla de cristal del centro y con una pila de latas de cerveza vacía al pie de esta. Tenía otra a medio beber en la mano, mientras que cambiaba los canales de televisión constantemente. Odiaba los días cuando no salía y no tenía nada que hacer.

 

Incluso en su tiempo universitario estaba mucho más ocupado que eso, salía con lindas estudiantes y había fiestas más seguido. Pero como el joven adulto sin trabajo que se mantenía con el dinero de su abuelo muerto, a costas de dos padres que probablemente le odiaban, no tenía mucho que hacer un miércoles a mitad de semana. La chica con que salía (Madeleine, nombre desagradable en opinión de Carson) estaba ocupada, aunque en esos precisos momentos sólo tenía ganas de mandarla al diablo, ella estaba demasiado jodida. Y el resto de sus amigos, estudiantes o adultos trabajadores, estaban igual de atareados con sus respectivos deberes.

 

Dejo de pensar en Johnny para comenzar a preguntarse si quizá ya era tiempo de conseguirse un empleo, conocer a una chica bonita y hacer una familia de buena vez. Lo meditó unos 5 minutos, mientras mantenía los labios pegados al borde de la lata de cerveza.

 

Negó rápidamente con la cabeza, prácticamente asqueado por semejante idea. “Aún no es tiempo”, se dijo bebiendo el alcohol con rapidez.

 

Aplastó la lata entre los dedos y la dejo caer al piso sin cuidado, mientras se ponía de pie, caminando hasta la cocina por otra cerveza. Comenzaba a extrañar demasiado los días de levantarse temprano para ir a estudiar un montón de cosas que sentía estar olvidando poco a poco.

 

Sin darse cuenta, sus pensamientos volaron lentamente hacia la imagen de la bella pelirroja con la que solía dormir, Rebecca.

 

En algún punto de su extraña relación de acostones, gritos y alcohol siempre presente, llegó a creer que la amaba. No lo hacía, en realidad. Pero no podías evitar pensar en lo muy perfecta que ella lo parecía, lo adorable y única que podía llegar a ser. Era una chica increíble, aunque parecía que siempre habría esa aura de misterio a su alrededor,

 

Había algo que ella jamás le decía.

 

Suspiró profundamente, mientras sacaba su teléfono celular del bolsillo trasero de sus pantalones y revisaba la hora sobre la pantalla. Era un poco tarde. Revisó los viejos mensajes de Shoreline, así como el número guardado en los contactos con ligera añoranza. No pudo evitar sentir también cierta envidia hacia Johnny, a quién en realidad no le creía eso de que no había estado hablando mucho con la chica. No sabía mucho que pensar, quería confiar en White, pero los celos se lo impedían en parte.

 

“Llamarla una vez no hará daño” se dijo mientras contemplaba la pantalla brillante con mucha atención. “Sólo una llamada, pregunta como está y deja que lo demás fluya”.

 

Fue muy poco lo que en verdad lo pensó, antes de presionar la tecla “Llamar” y se ponerse el celular junto a la oreja, en espera de una respuesta pronta.

 

El timbre sonó y tuvo miedo de quedar en la vergüenza de que Rebecca descubriese una llamada perdida suya en su buzón.

 

Pero ella contestó.

 

— ¿Hola? —escuchó la voz de la chica con poca claridad, sonaba como si el viento le golpease la cara, tal como lo hacía al viajar en auto con la ventanilla abierta.

 

—Rebecca, soy yo, Derek —se limitaba a responder de vuelta, se sentía un poco extraño mientras la escuchaba hablar y se veía a sí mismo forzándose a contestar tan naturalmente como siempre lo haría.

 

—Derek, hola —no sonaba particularmente molesta o feliz — ¿Sucede algo?

 

Carson se pasó una mano por el cabello, respirando un poco rápido. ¿Podría decir que la extrañaba porque se aburría y que quería verla otra vez, aunque en verdad no la amaba?

“No.”

 

—Nada en realidad, sólo quería saludar un rato, aunque… —seguía escuchando el sonido del viento, así como el de otros autos y la voz de fondo de un hombre que preguntaba con quién estaba hablando — ¿Estás con alguien? —su propia voz parecía temblar, nervioso y dando la impresión de que le importaba con quien estaba la chica que jamás fue su novia o algo así.

 

—Estoy con Johnny, tu amigo. Vamos al autocine cerca de la calle Santana —admitió la chica, animada como nunca.

 

A Derek se le secó la garganta cuando la escuchó.

 

— ¿Con Johnny? —“Con que eso era lo que no querías decirme, pequeño mentiroso” se dijo mentalmente, no totalmente enojado. Sólo quizá un poco celoso — No pensé que irías en serio con él, Rebecca.

 

—Yo tampoco —susurró ella del otro lado de la línea —pero él es demasiado divertido y en realidad me agrada. Pero sólo iremos a ver una película, no es mucho —la chica suspiró un poco y soltó una risilla inocente —Hasta luego, Derek.

 

Rebecca colgó sin siquiera darle oportunidad de despedirse. En verdad no estaba enojado con Johnny ni con Rebecca, aunque ciertamente le embargaba una sensación de molestia extraña. Ella no le importaba de esa forma y White podía hacer lo que quisiera.

 

“Los dos ya son grandes y tú eres aún más mayor, deja de ser tan marica por favor”. Revisó la hora una vez más en la pantalla de su teléfono antes de guardarlo. Volvió a revisar los mensajes y llamadas, y como por un destalle repentino, a su mente vino la poderosa imagen de Jude Black.

 

La garganta se le secó por completo enseguida sus pensamientos se enfocaron en el bello rostro del muchachito y el cuerpo perfecto que se cargaba, mucho más sexy que muchas de las mujeres universitarias con las que había dormido casi en toda su vida sexual.

 

“Vive cerca de aquí. Él dijo que podías verlo de nuevo”.

 

“HAZLO”.

 

Más rápido de lo que él podía adivinar, salió corriendo de su casa con las llaves en la mano y el celular en el bolsillo, sólo dándose tiempo para cerrar la puerta de la entrada. Bajó la velocidad mientras atravesaba su jardín y se dejaba enfriar la cabeza.

 

La última vez que lo miró en realidad no había pasado nada. Ciertamente él había estado esperando un acercamiento mayor, pero Jude parecía ser bastante cauteloso. Incluso aunque su mirada de profundos y enormes ojos púrpuras le resultara de lo más sugerente. El chico era jodidamente sexy, no podía olvidarlo.

 

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— ¿Es aquí? No sabía que había un autocine en la ciudad —exclamó el joven nerd, mientras avanzaba lentamente sobre la pequeña fila de autos que se hacía frente al lugar para poder entrar. Había ya unos 200 autos estacionados dentro, mientras en la enorme pantalla del lugar se proyectaban lo que parecía ser anuncios publicitarios.

 

—Es el autocine Larson. Creo que sólo los universitarios y personas viejas lo conocen, realmente no es muy concurrido —decía la chica, mientras sacaba un par de billetes de su bolsillo —, pero es mi lugar favorito en toda la ciudad. Ponen muchas películas clásicas y siempre es divertido estar aquí por la privacidad que te da estar en tu propio auto.

 

Johnny la escuchaba atentamente, sonriendo mientras la veía a la cara. Por alguna razón sentía que le parecía aún más bonita que de costumbre. Sentía que podría escucharla hablar por mucho tiempo.

 

—Mira —llamó la chica —yo pagaré las entradas y tú las palomitas, ¿está bien?

 

—Oh no, déjame pagarlo todo yo, tranquila… —trató de insistir el chico mientras se sacaba la billetera de los pantalones —, no tienes que…

 

—Tonterías —cortó ella con una sonrisa y el ceño tiernamente fruncido —yo te invité y sabía que no querrías dejarme pagar, pero al menos puedo pagar yo la mitad de lo que necesitemos y tú la otra mitad —la chica hizo un adorable puchero con los labios.

 

—Pero Rebecca —el auto avanzó hasta estar frente a la ventanilla, donde atendía un tipo mucho más bajito que Johnny, llenó de acné, prominentes frenillos y un penoso bigote mal desarrollado.

 

—Hola Lucio, dame dos boletos —saludó Rebecca con una sonrisa amable al chico, cuyas mejillas llenas de espinilla se enrojecieron y esbozó una tonta sonrisa enamorada.

 

—Con todo gusto Rebecca, aquí tienes —le entregó ambos boletos, clavando la mirada anhelante en el rostro afectuoso la chica. Johnny sintió un poco de gracia ante la expresión perdida del joven. Entonces el auto avanzó de nuevo, atravesando el pequeño umbral de arco metálico que enmarcaba la entrada al gran terreno frente a la gigantesca pantalla.

 

 

 

Johnny notó con cariño la expresión cálida con la que los ojos de Rebecca inspeccionaban todo a su alrededor, melancólica y feliz, como si cientos de buenos recuerdos la embargaran.

 

—Realmente te gusta este lugar —masculló Johnny, mientras estacionaba el auto justo detrás de la primera hilera de automóviles, en el último hueco vacío que había.

 

—Conozco el lugar desde hace años, he venido aquí con mis padres, amigos, novios y demás, pero siempre es un sitio donde me siento demasiado feliz —decía ella, bajando la mirada a sus pies escondidos bajo el tablero, esbozaba una leve sonrisa muy bonita a ojos de White —, me gusta venir aquí siempre, y de hecho…—levantó el rostro de repente, con las mejillas levemente sonrojadas y soltando una fuerte risa ligeramente nerviosa —mi primer beso fue aquí, en el auto de un… amigo —Johnny no tomó en cuenta la forma extraña en la que pronunció “amigo”.  

 

El rostro de White se tornó de un intenso rojo, de mejillas a orejas, abrumado por el dato inesperado. Su mano sobre el respaldo del asiento de Rebecca se deslizó lentamente, mientras todo el cuerpo se le tensaba. No solía ser tan penoso como para intimidarse ante la historia de un romance pasado de alguien ajeno, pero no se esperaba escuchar que el primer beso de una chica que le gustaba (bien, ya admitía que Rebecca le gustaba. Y mucho.) Se había dado en las mismas circunstancias en las que se encontraban durante su “primera cita”.

 

“¿En serio es una cita? No tengo la más mínima idea.”

 

“¿Eso quiero decir que tengo una oportunidad de besarla?”

 

“Imbécil.”

 

“No lo arruines, Johnny. NO LO ARRUNES.”

 

— ¡JOHNNY!

 

— ¡Ah! ¿Qué? —Johnny giró la cabeza tan violentamente hacia el rostro de Rebecca, que escuchó claramente el crujido de sus vertebras por tan brusco movimiento. Ella se rio ante la expresión despistada de su cara, las cejas altas, los ojos dilatados y la boca abierta.

 

— ¿A dónde te fuiste? Te decía que iba a ir por las palomitas y las bebidas, el puesto está a unos metros de la entrada y… —dijo ella mientras ponía la mano sobre la manija.

 

—No, deja, yo las pagaré e iré por ellas, tú quédate aquí, ¿sí? —Decía él, saliendo rápidamente del automóvil, sonriéndole con cierta sensación de vergüenza ante ella — ¿Qué te gustaría?

 

—Bueno, quería una salchicha, unas palomitas medianas y un soda grande de fresa, pero no quiero que lo pagues todo, es mucha comida —reía ante su propia glotonería —Deja te doy algo de dinero —Rebecca levantó la cadera del asiento para tratar de sacarse unos billetes, pero Johnny se negó de inmediato nuevamente.

 

—No, ya pagaste los boletos, es mi turno —dijo mientras sonreía —Además, es lindo que no te de vergüenza pedir la comida, aunque en mi opinión no es mucha. Mi mejor amiga debe comer el triple de eso —ambos se rieron y él se comenzó a alejar del auto —Ya regreso.

 

Caminó a través del patio terrenoso, mirando con cuidado los autos a su alrededor y enfocando el no muy pequeño puestecillo de botanas, seguido de la pequeña fila de 4 personas esperando a comprar. Sacó un billete de 50 dólares y espero tras una joven pareja que se abraza frente a él.

 

La chica era bajita, de corto cabello negro y el chico era muy alto, de espesa cabellera rubia.

 

Cada pensamiento en su cabeza sobre palomitas, citas, parejas, películas viejas, Rebecca y besos dentro de los autos se deformó lentamente hasta volverse un solo recuerdo potente dentro de su cabeza: Jude Black.

 

La sacudida dentro de su pecho y cabeza, acompañada de la punzada dolorosa que golpeó con fuerza su estómago le llegó como un vértigo repentino. Había pasado casi una hora sin pensar en él, más sumido en cualquier cavilación acerca de la bella joven que estaba con él.

 

“Oh, Jude” se dijo mentalmente, con una sensación de malestar llenándole de pies a cabeza. Cerró los ojos un momento, tocándose el vientre con una de sus manazas. Se preguntó en dónde estaría, como estaría, si en esos mismos momentos estaba con su novia, besándola, abrazándola…

 

—Ugghh… —gruño en voz baja, llamando la atención de la chica de cabello negro. La joven lo miró con curiosidad, con brillantes ojos castaños. Johnny sonrió tímidamente, a lo que la chica sólo respondió con una suave sonrisa amistosa. “Que linda” pensó muy vagamente, apenas sobre el recuerdo intenso del rostro de Jude, fuertemente atrapado en su cerebro.

 

De nuevo le vino la culpa, la culpa inexplicable y sin razón. Pero era sólo así si lo miraba de la forma más objetiva. Dentro de su propia e indecisa perspectiva, estaba casi seguro de que estar sintiendo algo por Rebecca, el propio hecha de querer ser su amigo, el tan sólo estar saliendo con ella, estaba mal. A Jude no le agradaba ella, él amaba Jude. Estaba mal.

 

“Deja de culparte por todo. Jude tiene novia, tú eres su amigo. Sólo su amigo estúpido que está deseando algo que jamás va a pasar”.

 

—Cierto —masculló entre dientes, con la mirada clavada en los pies sobre el suelo de tierra.

 

— ¿Qué va a comprar, señor? —le llamó una muy pequeña chica, detrás del mostrador, mirándolo con cierta curiosidad.

 

—Oh, bien…

 

“Piensa en Rebecca por el resto de la noche y ya, ¿quieres? Ella es linda y se merece tu atención. Quizá un poco más de lo que Jude la merece.”

 

“Estoy enamorado de Jude.”

 

“Sí, pero él no lo está de ti. Olvídalo sólo por hoy y mañana puedes regresar a arrastrarte tras él, como siempre.”

 

“Bien."

 

*  *   *

 

 

 

La puerta se abrió con poco cuidado, revelando la pequeña figura tras de ella.

 

— ¿Derek? —Jude sostenía la puerta por el borde de esta, con la mano recargada sobre el marco de madera — ¿Qué haces aquí? —quizá parecía molesto o sorprendido, pero no podía pasar por alto el tono suave de su voz y la forma casi complacida con la que lo miraba.

 

Derek experimentó una fuerte oleada de deseo cuando lo miro. Una camiseta de finos tirantes color negro, otra blusa blanca desabrochada de manga corta con una de estas cayendo sobre su brazo, de color blanco y un par de ajustados vaqueros negros. Su plano vientre blanco estaba a la vista por lo corto del pantalón y la misma blusa.

 

—Pasé a saludar —contestó con tono burlón comiéndose con los ojos al chico. Jude se ruborizó de forma apenas muy visible, mientras soltaba la puerta y cubría su pequeño pecho blanco con ambos brazos.

 

—No esperaba verte pronto, a decir verdad, pero supongo que es bueno verte por aquí —Jude sonrió entonces, mientras abría la puerta por completo y se ponía las manos en las anchas caderas. Derek suspiró encantado, mientras observaba con cuidado la suave figura curvilínea de su delgado cuerpecito. Un sueño de muchacho perfecto, se dijo.

 

—Huele a comida por aquí —dijo mientras pasaba al interior, sin esperar a que el chico dijera más —Supongo que preparas algo, ¿tienes un compromiso o…?

 

—En realidad, sólo cocino la comida de mi almuerzo —se apresuró a contestar mientras se daba la vuelta después de cerrar la puerta tras de Derek. El ex universitario se mantuvo de pie un par de momentos mientras Jude se adelantaba frente a él. Tuvo durante unos momentos, la vista perfecta de su trasero redondo y esponjoso. “Hermoso.”

 

—Bien puedes quedarte a comer, estoy solo después de todo —Jude se dio la vuelta de repente, girando ágilmente sobre sus finos pies enfundados en botitas de tacón alto. Le sonrió con coquetería, o al menos eso notaba Derek, en la suave manera con la que sus labios se curveaban y sus ojos brillaban.

 

Derek sintió una punzada de emoción golpearle el estómago (así como otros sitios) mientras ponía atención al muchachito llevarse un mechón de cabello tinturado de morado tras la oreja izquierda. Notó con agradable sorpresa un simple arete muy sencillo de diamante atravesado en su pequeño lóbulo. El muchacho era una caja de sorpresas para él.

 

—Lo haré con gusto, preciosura —las mejillas de Jude tomaron cierto tono rojo así como dejaba salir una risilla tímida muy linda — ¿Qué preparas?

 

—Pasta espagueti con salsa de carne, no es muy complicado pero es bueno —el muchacho caminó de vuelta a la cocina con paso rápido, seguido de Derek, que andaba con las manos en los bolsillos, bastante relajado.

 

—Estoy bien con eso, me gusta el espagueti, la carne y la salsa —Jude volvió e reírse, dándole la espalda mientras daba vuelta con un cucharón al contenido de una no muy grande olla metálica. Derek sólo jaló una de las sillas del pequeño comedor para sentarse y dejar su celular sobre la superficie de esta. Revisó la hora sin darle gran importancia en verdad.

 

—En realidad me sorprende que andes por aquí, pensé que no te vería de vuelta —el chico se dio la vuelta, recargando la cadera contra el filo de la mesa de granito blanco —, cuando dijiste que querías volver a verme no creí que en hablaras en serio —Jude golpeó ligeramente el piso con el tacón y sonrió coquetamente —Es bueno verte.

 

Derek sonrió ante la mueca juguetona del muchacho, interesado en él como no recordaba haberlo estado en nadie durante mucho tiempo. Se sentía bastante nervioso, incluso ansioso, sentado frente al chico de bellos ojos purpuras.

 

—No pensaba faltar a mi palabra chico —Derek se sacó una cajetilla de cigarrillos del bolsillo junto con el encendedor, y apenas con una mirada de aprobación de Jude, procedió a encender uno y ponerlo entre sus labios —, tienes algo que, no sé, me llama mucho la atención.

 

Ambas miradas se encontraron durante unos segundos, una más intensa que la otra a cada momento que pasaba. Derek sintió la boca secársele, juntó con el fuerte sabor del tabaco, mientras que Jude se ruborizaba sin notarlo, así como la mano en su cadera apretaba hasta enterrarse las mismas uñas. Era la abrumadora sensación de estar ante algo emocionante y desconocido.

 

—Puedo decir lo mismo. —Jude movió la cabeza bruscamente, agitando el cabello despeinado sobre sus hombros — ¿No tienes novia o una chica con la que salir? Eres bastante lindo, y eso.

 

Derek sonrió pensativo, dándole una segunda calada al cigarrillo encendido.

 

—Sí, pero no es algo así como mi novia. Sólo es una chica con la que salgo muy seguido y he dormido con ella un par de veces —Jude le escuchaba con atención —, pero creo que ya no me gusta tanto, no sé.

 

Sopló el humo fuera de su boca, mientras golpeaba suavemente la mesa con los nudillos. Levantó el rostro y volvió a mirar al chico:

 

— ¿Qué hay de ti?

 

—Una especie de novia que no es tan genial como me gustaría. Llevamos poco, pero tampoco me gusta tanto ya. Es bonita y buena en la cama, pero eso no lo suficiente, tú sabes —ambos rieron en voz baja —, es una situación triste, mi amigo.

 

—Claro que lo es —respondió Derek, fumando y riéndose —De hecho, llamé a una chica con la que había estado “saliendo” —levantó ambas manos para hacer las comillas en el aire —, si le podemos llamar así a beber y acostarnos juntos. El punto es que la llamé, pero ahora está en una cita con un amigo  y se siente bastante estúpido pensar que pude haberla convencido para dormir otra vez conmigo. Probablemente es demasiado genial para mí.

 

— Eso no es lindo, chico —Jude sonrió un poco burlón, lo que parecía no molestarle en absoluto a Derek — ¿Cómo se llama tu amiga?

 

—Rebecca —el chico sólo se limitó a decir su primer nombre —pelirroja, alta y guapa. Una preciosidad de chica.

 

Jude se quedó pensando, intrigado.

 

— ¿Rebecca Shoreline?

 

—Sí, ella, ¿la conoces?

 

Jude suspiró profundamente, enterrándose con mayor fuerza las uñas y tensándose por completo de pies a cabeza. No borró la sonrisa del rostro, pero si la disminuyó mucho.

 

—Algo así. —el chico se llevó las manos a los antebrazos y se frotó a si mismo con expresión incómoda —Tuve mis tratos con ella hace un tiempo.

 

Derek alzó una ceja, extremadamente curioso, mientras hacía rodar el cigarrillo sobre su labio inferior y clavaba los ojos sobre el rostro serio de Black. Bien pudo haber preguntado, pero su lado más intuitivo le dijo que no era buena idea. No diría nada.

 

— No sé qué me inquieta más, que ella esté saliendo con alguien más —Jude se relajó un momento, apagando la comida sobre la estufa y caminando a paso lento hacia Derek en la mesa —o que ese alguien es mi buen amiguito Johnny —soltó lo que parecía una extraña risa molesta.

 

Está vez Jude parecía sinceramente consternado. No se esperaba eso de absolutamente ningún modo.

 

— ¿Rebecca y Johnny están… en una cita? —el chico le miraba con expresión totalmente sorprendida, quizá molesto. Derek se mostró aún más extrañado por las reacciones del muchachito.

 

—Ella no dice si es o no una cita, pero considerando que Johnny no quiso decirme que iba a salir con Rebecca, me da a pensar que probablemente los dos se gustan y no quieren admitirlo. En realidad no lo sé. Ella no me gusta ahora, pero sólo me sorprende que en verdad trate de ir en serio con White. Es bastante curioso.

 

—Mucho —Jude sonaba disgustado, molesto, decepcionado, hasta… celoso —Él tampoco me dijo que saldría con ella. Dijo que no era una cita, que sólo iría a algún sitio con una chica, pero no dijo que era ella. Vaya.

 

—Pareces molesto —está vez Derek se dio el permiso de ser un poco imprudente.

 

—No lo estoy —Jude se puso bastante cortante al instante.

 

— ¿Qué clase de relación tienes con Johnny?

 

“La pregunta del millón.”

 

Jude paró de respirar durante una fracción de segundo, dándose la vuelta sobre los talones para caminar a la nevera, mientras tras de él se ponía de pie el ex universitario.

 

—Somos buenos amigos. Grandes amigos —el chico abrió la puerta de la nevera, para sacar alguna botella de cerveza o lata que hubiese por allí. Aunque la violencia con la que lo hizo denotaba mucho más que una simple molestia en el muchacho.

 

— ¿Puedo preguntar cómo se conocieron? —Derek estaba por terminarse el cigarrillo, pero no parecía preocupado por buscar otro. Miraba fijamente al voluptuoso cuerpo del chico y se sentía invitado a hacer algún tipo de movimiento extraño.

 

—Johnny me encontró en una situación muy desafortunada hace un tiempo. Me salvó. Es un gran chico y lo quiero muchísimo —por alguna razón desconocida que hizo enojar a Jude, algo dentro de sí le dolió al decir que quería a su joven amigo, y algo más lo hacía querer decir otra cosa. “¿Decir qué, idiota?”. Se sentía llanamente confundido.

 

Derek comenzó a caminar hacia él, mientras aún seguía de espaldas, buscando dentro de la nevera.

 

—Así que sólo son amigos, ¿eh? —la voz de Carson se había tornado extrañamente profunda y mucho más cercana al oído de Jude. El chico de ojos purpuras sintió un tibio aire rozarle el cuello tras de él, junto con el inconfundible aroma del humo de cigarro.

 

Se dio la vuelta justo cuando la pierna de Derek acarició el reverso de la suya y un escalofrío demasiado fuerte le recorrió la espalda hasta erizarle el vello de la nuca.

 

Cerró la puerta, se dio la vuelta y sin más, tenía a Derek Carson, guapo, lindo y sumamente interesante, acorralándolo contra la puerta de su nevera, una mano junto a su cadera y la otra junto a su cuello, la cual sostenía la última colilla de su cigarrillo aun consumiéndose entre sus dedos, mientras los restos de humo en su boca se escapaban prácticamente sobre la cara de Jude.

 

—Hey, hey… —Jude sintió como el corazón se le aceleraba sin cuidado así como la cara se coloreaba de rojo al sentir la proximidad del cuerpo del chico, — ¿Qué intentas?

 

—No finjas que no sabes —Derek pegó su nariz pronunciada a la fina de Jude, se rio apenas un poco sobre sus labios y antes de pegar los suyos a los de él.

 

Jude pudo haberlo apartado de un empujón, pero fue mucho mejor para él.

 

Las manos de Black fueron a parar al cuello de Derek, quien se comía la boca del chico sin cuidado, arrojando el cigarrillo al suelo y aplastándolo bajo sus zapatos. Sujetó con fuerza la cadera de Jude, mientras el beso no se detenía y escuchaba los sexis gemiditos del chico entre sus brazos.

 

— Sabes a alcohol y cigarrillos —masculló Jude contra la boca de Derek, en el instante que se separaron para respirar. Black se lamió los labios, encantado y sonriente, respirando rápido y agitado —Me gusta.

 

Entonces de nuevo se apresuró a juntar su boca con la del ex universitario, quien sin previo aviso o permiso, deslizó una mano juguetona al carnoso glúteo derecho de Jude. El chico se sorprendió apenas, soltando el cuello del tipo al que besaba tan intensamente, para llevar su mano a la muñeca de este y apretar mientras este sobaba su trasero con fuerza.

 

—Oh dios… —apenas y se separaban para respirar un poco, antes de que Jude sintiera de nuevo la lengua caliente y resbalosa de Derek escurrirse entre sus dientes blancos y llegar hasta el final de su cavidad bucal. La otra mano en su cadera acabo igualmente en su trasero, apretando y sobando ambas porciones de carne, suaves y redondas. Derek  no sabía que era mejor, los carnosos labios rojos con sabor a cereza, o el trasero enorme del muchacho.

 

Jude solo apretaba su cuello con ambas manos de nuevo, jalándole mechones del cabello sin cuidado mientras se sentía aún más desesperado y caliente ante el tacto de un hombre, como nunca le había pasado antes.

 

—Vamos a la mesa —susurró Jude, cuyas piernas comenzaban a retroceder sin tratar de separarse de Derek.

 

Derek obedeció sin pensar, despegándose de sus labios para ir directamente al cuello blanco y delgado del chico, a besuquear y morder mientras sus manos jugaban sin consideración en su retaguardia y acariciaba la extensión de su delgada espalda blanca bajo la blusa corta del muchacho.

 

Caminaron hacia atrás apenas un poco, antes de que Derek elevara a Jude del piso y lo cargara torpemente mientras seguía succionando y lamiendo a su cuello al tiempo que el chico acariciaba su espalda, excitado sin más.

 

Jude chocó contra la mesa de madera, antes de dar un suave saltito ayudado por las manos de Derek, para que su redondo trasero acabara sobre la superficie fría de esta.

 

Derek se apartó de su cuello, toqueteando al chico aún y clavando la mirada en la de Jude.

 

—Jamás había besado a un chico —admitió Jude, agitado, despeinado y con los labios levemente hinchados después del apasionado beso de ambos — ¿Qué haremos ahora?

 

—Yo tampoco había besado a un chico antes —dijo justo cuando le daba uno más, fugaz y ruidoso en los labios —, sin mentir chico, sólo quiero tenderte en esta puta mesa y hacértelo tan fuerte como pueda.

 

Derek se frotó contra la pierna de Jude, quien sintió emocionado la durísima erección en sus pantalones, así como sentía su propio miembro levantarse bajo sus vaqueros ajustados. Estaba caliente y sumamente excitado, olvidando demasiado rápida de lo mucho que le gustaban las mujeres normalmente, incluso que tenía una novia con la que realmente disfrutaba tener sexo (o algo por el estilo).

 

—Oh, eso es… —no iba a decir que no quería, porque en realidad lo deseaba. Pero no sabía que pensar ciertamente.

 

—Tengo un condón el bolsillo, Jude, eso y muchas ganas de hacerlo contigo ahora —Derek parecía mortalmente serio, mientras su mano caliente se paseaba provocativamente sobre el largo muslo del chico —Y no bromeo.

 

Jude sonrió, con sudor caliente bajándole por la espalda pese al ambiente frío del día, así como el corazón le seguía latiendo como locomotora.

 

— Hagámoslo, entonces —Derek sonrió como un lobo, lo que pudo haber preocupado a Jude, si no fuera por la misma lujuria sin sentido que lo embargaba en el momento.

 

Jude se tumbó sobre la mesa, arrastrándose un poco hacia arriba para darle el espacio a Derek para que él pudiera subir sobre él y seguir haciendo lo suyo. Se dejó caer sobre el pequeño cuerpo frágil, empujando las llaves, la cajetilla, el encendedor y su celular fuera de la mesa para caer estrepitosamente sobre la silla al lado. Las llaves acabaron en el piso.

 

Volvió a sus labios, desesperado por penetrar su boca con la lengua y comerle los labios violentamente, así como dejaba a sus manos perderse bajo la blusa y tentar las costillas marcadas en los costados del chico. Su respiración se había vuelto mucho más rápida y desaforada, mientras las piernas de Jude se enredaban en su cadera cuadrada, obligándolo a pegarse aún más a su cuerpo.

 

Eran besos violentos, y caricias torpes y duras, pero eso no bajaba la calentura de ambos jóvenes en ningún modo. Jude tiraba de su cabello, lo besaba como si no hubiera un mañana, mientras sus piernas se apretaban y se excitaba más al sentir la erección del ex universitario frotarse contra su ingle, cadera y su misma entrepierna. Derek por su lado, besaba al muchacho, metía su escurridiza lengua sin preocupación y chupaba tanto dentro de la boca y sobre sus labios como podía, mientras la enorme ansia por darle vuelta al chico y metérsela lo carcomía por dentro.

 

—Carajo, carajo… —nunca una erección había comenzado a dolerle tan rápido, pero no podía negar que el chico le ponía como nada y estaba verdaderamente desesperado por penetrarlo de una buena vez. No, no era sexo romántico o por amor o como cualquiera quisiera decirle, era puro y llano sexo casual desde la vista de ambos. Era rudo, sucio y sumamente sexy.

 

Extendió las manos sobre la mesa, llevándose las de Jude entre las suyas, hasta dejarlas atrapadas contra el filo de la mesa. Una sola de sus manos bastó para contener las dos de Jude, así como usaba la otra para abrirse el pantalón él mismo y comenzar a bajar el de Jude. Rio aún más caliente cuando se dio cuenta que los grandes glúteos de Black no dejaban bajarle los pantalones con facilidad. “Es en verdad hermoso.” Se las arregló para lograrlo bajar hasta las rodillas, con Jude arqueándose para ayudar y pataleando cuidadosamente hasta dejar este en sus tobillos y finalmente caer al piso.

 

Se sintió totalmente maravillado cuando notó las bragas negras muy ajustadas de bordecitos azules y bajo las cuales se notaba la presión de una erección, un pene algo más grande de lo que el chico se esperaba.

 

La punta de su propio miembro resaltaba aún bajo el bóxer fuera del pantalón abierto, frotándola descaradamente contra el ombligo del chico, bajándolo con un movimiento de cadera bastante sensual a través de su cintura hasta el hueso que resaltaba en la esquina de la cadera de Jude. Black sentía deliciosos escalofríos así como la punta húmeda del chico lo acariciaba.

 

Se daban pequeños besos entre risas traviesas, aún con Derek sujetando las manos de Jude sobre su cabeza y se restregaba contra las piernas y vientre del bello joven.

 

Sin aviso entonces, le dio vuelta completa, soltando sus manos y quizá siendo un poco brusco. Pero Black ignoró la falta de cuidado cuando se sintió boca abajo contra la mesa, el trasero hacia arriba y una mano de Carson apretando las nalgas blancas y perfectas, con sus pequeños calzoncillos apretando el elástico a la mitad de estas.

 

—Qué cosa más perfecta, demonios —dijo el muchacho ex universitario, que siempre había tenido un gusto descarado por los traseros grandes. No quería quitarse los pantalones, así que solamente dejo su erección salir fuera aún con la ropa interior encima. Cerniéndose sobre el cuerpo del otro hombre, pegó su miembro justo en medio de los glúteos de Black, quien gimió suavemente ante el contacto caliente del muchacho sobre sí.

 

Derek se recostó aún más cerca de él, aspirando el hipnótico aroma a perfume de bambú y flores que el joven emanaba, mientras sentía con suma delicia la suavidad de su trasero, así como la de sus piernas y la piel de su cuerpo descubierto en general. Ese joven era perfecto en su opinión.

 

Su boca acabo junto a la oreja de Jude, quien resoplaba y dejaba salir pequeños gemidos suaves mientras Derek no paraba de friccionarse contra él, y sus manos sujetaban el borde de la mesa, como si tuviera miedo de caerse en cualquier momento (aunque bien podía tomar en cuenta lo muy fuerte que está se movía debido a los ya rudos movimientos de Carson).

 

— ¿Sabes? —Llamó Jude entre gemidos al chico, que tenía la mirada clavada en el trasero de Black y sólo suspiraba fuertemente contra el oído del chico de cabello azabache —Jamás le he dado una mamada a un chico.

 

Jude río sin vergüenza alguna, ante la forma tan estúpidamente graciosa en la que Derek le miró durante unos momentos. Confundido y totalmente emocionado ante el comentario inesperado, Carson sólo se limitó a darle la vuelta al chico, ponerse de pie y bajarse los pantalones, junto con la ropa interior, hasta los tobillos.

 

Jude se giró sobre sí mismo, agitado y sudado, sin pantalón alguna y el cabello enmarañado y húmedo sobre su cabeza.

 

—Qué lindo —fue lo único que dijo entonces.

 

*    *   *

 

 

 

La película debía llevar quizá unos 45 minutos o más, pero Johnny no parecía ponerle demasiada atención a ella. Rebecca por su lado, era un pequeño monstruo devorador de comida.

 

El hot dog había desaparecido en segundos así como las palomitas se perdían en su garganta y la soda subía por el popote rayado para escabullirse entre sus dientes blancos y derechos. Los ojos verdes de pupilas dilatas permanecían clavadas en la enorme pantalla de lona donde se podía ver claramente todo lo que sucedía durante la película “Full Metal Jacket”. A los dos chicos realmente les gustaba, pero White estaba bastante más entretenido mirando a su acompañante. Le causaba una gracia y ternura sin sentido verla comer de la forma en la que lo hacía. La chica no tenía mucho ímpetu y eso en verdad no le importaba.

 

Tenía que decir algo para iniciar una conversación y poder conocer a la chica un poco mejor.

 

— ¿Por qué tú y Derek dejaron de salir? —la chica no parecía molesta ante el tema, así que sólo se limitó a preguntar y esperar. Rebecca, que seguía comiendo de sus palomitas, lo miró a la cara, tragó una última roseta y dio un trago a su soda. Luego se limpió la boca con una mano y se acomodó en su lugar.

 

—Bien, en realidad nunca estuvimos saliendo, así, como alguien diría que tiene una relación con otra persona —Rebecca guardo sus palomitas bajo el asiento, así como dejaba su soda en el piso del auto y sacaba de su bolsillo un paquete de gomas de mascar de menta. Tomó una y le ofreció otra a Johnny, que la aceptó sin pensar mucho —Nos conocimos en alguna fiesta de por ahí, mientras el bobeaba con las chicas de los primeros semestres y yo me deshacía de los tipos molestos. Le llamé la atención y él a mí, pero no lo suficiente como para decir que nos gustábamos. Al final todo acabó en una relación de sexo casual e ir a tomar a algún bar de por ahí de vez en cuando. Pero al final, otra vez, dejó de ser divertido y solamente fue cuestión de decirle que no había mucho más para nosotros después de eso.

 

Rebecca miraba a la película, distraída más en contar la historia y masticar su goma de mascar. No había rastros de dolor, molestia o disgusto en el rostro de la bella universitaria. A Johnny le daba a entender lo suficiente que realmente todo ese asunto no había sido algo difícil. Bien por él, porque así no tendría que sentirse culpable de estar “saliendo con ella” (aún no sabía si eso era estar saliendo con Rebecca, pero debía ser parecido).

 

— ¿Y por qué le pediste mi número? —Ok, quizá eso no debía preguntarlo, pero juraba por dios que tenía una curiosidad enorme por ello.

 

Rebecca se rio un poco, sin enojo o incomodidad. Bien por él.

 

—No lo sé, la verdad. Pero aquella vez que te vi por primera vez tenías una apariencia muy interesante. Realmente creía que eras mayor que Derek. Pero ahora somos amigos y eres divertido, y lindo, y eso es increíble para mí.

 

Johnny se quedó de piedra durante unos segundos, rojo y caliente de la cara.

 

—Eres la mujer más adorable que conozco. —Enseguida terminó de decirlo, acabó corrigiéndose a sí mismo a pesar de lo que demás que pudiera pensar —La persona más adorable que conozco, a decir verdad.

 

Esta vez fue Rebecca quien enrojeció, dándose la vuelta hacia la ventana para escupir la goma de mascar al exterior y ocultar la sonrisa tímida que se formaba sobre sus labios carnosos y rosados. White también terminó escupiéndola fuera. Se pasó los dedos por el cabello y golpeteó un poco el vidrio de la ventana con los nudillos.

 

La sonrisa de Rebecca era tan bonita y sincera, aunado a la forma tan adorable en la que sus mejillas se coloreaban, que algo dentro de Johnny le dijo que si no besaba a esa mujer en ese mismo momento podría estarse perdiendo de mucho.

 

La chica subió las piernas al asiento, abrazando sus rodillas contra su pecho y echando la cabeza hacia atrás, quedando recargada contra la ventana semi abierta.

 

— ¿Quieres besarme? —Rebecca parecía poder leerle la mente. Al contrario de lo que el mismo podía creer, no reaccionó con más que una sencilla sorpresa ante su comentario repentino.

 

— ¿No es demasiado pronto? —apretaba el volante con fuerza, tal y como si en cualquier momento fuera a arrancar el auto y salir huyendo con toda y la pelirroja a su lado.

 

— Quiero besarte, Johnny. Pero como un beso… de amigos.

 

¿Un beso de amigos? Johnny no tenía una definición o una idea clara de que demonios podría significar eso exactamente. “Quizá es como cuando besas en la boca a alguien que te gusta pero no es tu novia o algo así”.

 

“Bésala y ya”.

 

—Ven aquí —la voz de Johnny se tornó gruesa y ligeramente intimidante, pero eso no importó cuando las largas piernas de Rebecca se deslizaron sobre el asiento del auto, y él estiró los brazos para sujetarla de la cadera. ¿Cuándo fue la última vez que besó a una chica? Mucho tiempo quizá.

 

Las (no tan) cuidadas manos de la chica acabaron tras la nuca de Johnny, mientras White la apretaba contra sí por la cadera. El beso fue rápido y torpe, y escuchó claramente como sus dientes chocaron contra los de Rebecca antes de poder saborear sus labios con cuidado. La boca le sabía a salsa de tomate, soda dulce y palomitas saladas, bien oculto por el gusto de la goma de mascar. No le importó porque su propia boca sabía así.

 

Subió las manos por la espalda de la chica, una y otra vez, hasta volver a tomarla de la cadera, mientras ella se aferraba a sus hombros, besándolo con delicadeza. Le mordía el labio inferior con mucho cuidado, para luego despegarse de él, dar leves besos cortos y regresar al húmedo movimiento. Sentía la saliva de ella pasar a su boca y la suya pasar a la de Rebecca.

 

No duró demasiado, basto con que ambos quisieran respirar para que el beso terminara, con Rebecca alejándose de él para regresar a su asiento y Johnny se acomodara la camiseta de nuevo en su lugar. Rebecca tenía el cabello enmarañado y los labios húmedos, así como él tenía la ropa arrugada y los labios hinchados muy levemente. Le sorprendía no tener una erección en el momento, siendo que tuvo a esa impresionantemente bella mujer sobre sus piernas, besándolo en la boca durante minutos eternos.

 

Lo único en lo que pensaba en el momento es en Jude. Bien, había besado a Rebecca, pero no podía evitar pensar en él. De nuevo se cuestionó por una traición a algo que no existía. ¿Aún amaba a Jude? Por supuesto, y parecía no dejar de hacerlo ni un poco cada día, pero la hermosa pelirroja representaba una pequeña parte de algo que en verdad quería conocer.

 

“¿Recuerdas la última vez que te relacionaste con una chica creyendo que no estabas haciendo nada malo?”. La piel se le erizó por completo. “Quizá pueda ser igual, después de todo”.

 

Volteó a ver a Rebecca, que bebía de su soda con velocidad, solamente regresaba la mirada a la pantalla y parecía bastante tranquila después de todo. La chica se elevó de nuevo, esta vez para sacar una muy arrugada cajetilla de cigarrillos y un sencillo encendedor desechable.

 

Ella se puso uno en los labios, siendo que sólo le quedaban dos en el viejo paquete. Lo encendió con cuidado y aspiró el humo suavemente. El auto se llenó del inconfundible aroma y a él no le molestó de ninguna forma. Incluso lo relajó un poco.

 

El aroma a humo de cigarro le recordaba inexplicablemente a Jude. 

 

— ¿Me regalarías uno?

 

Rebecca se le quedó mirando un par de momentos.

 

— ¿Fumas?

 

—No.

 

La expresión de angustia en la cara de Rebecca le arrugó el corazón.

 

— ¿Estás seguro, Johnny?

 

—Sí, tranquila —le sonrió con todo el cariño y seguridad que podía transmitirle con el movimiento de sus labios y la forma intensa en la que sus ojos se clavaban en los verduzcos de ella.

 

Rebecca se encargó de ponerle el mismo cigarrillo entre los labios, y lo encendió con la colilla del propio. La mirada de ambos se encontró de nuevo, al tiempo que sus narices se rosaban, punta a punta. La mano de la pelirroja se deslizó hasta quedar sobre la de Johnny, ambos en el borde del asiento de conductor, mientras que con la otra quitó ambos cigarros de sus bocas. No se tomó el tiempo de pedir nada antes de darle otro beso, mucho más suave y amargo.

 

Johnny subió su mano hasta la nunca cubierta de cabello y la dejó meter su pequeña lengua caliente. El gusto a tabaco le resultó mucho mejor que en cualquier boca donde pudiera haberlo probado.

 

Tabaco, palomitas saladas y pensamientos sin final.

 

                                                       *   *   *

 

 

 

Exhaló un gemido larguísimo, así como su espalda blanca azotaba el piso y sentía las manos del muchacho apretar sus delgadas muñecas. Su poca delicadeza lo emocionaba en parte.

 

Derek le mordía el hombro desnudo, hasta marcar los dientes sin cuidado en la clavícula resaltante. Su mano apretaba fuertemente el muslo blanco de Jude, hasta dejar un claro moretón con la forma de sus dedos sobre este. Black rodeaba la cadera del chico, mientras sentía el miembro caliente del ex universitario deslizarse dentro y afuera de su cuerpo, aún con el condón sobre toda su larga y gruesa extensión.

 

Jude permanecía en el piso, sólo con la camiseta de tirantes y las bragas rasgadas y sucias como últimas prendas sobre su cuerpo. Derek se había desecho de la camisa, pero al final se había subido los pantalones de vuelta. El piso estaba algo frío, pero estaba demasiado caliente, penetrando al muchacho bajo él una y otra vez para notarlo. No tuvo que quitarle la ropa interior, sólo romperla un poco y apartarla lo suficiente.

 

Jude estiraba la cabeza hacia atrás, dejando a la vista todo su cuello blanco, suave y fácil de marcar. Derek aún tenía un poco de razonamiento incluso en su locura sexual. No sería buena idea dejarle un moretón ahí, visible y difícil de explicar.

 

Volvió a buscar sus labios de cereza con desesperación, mientras Jude gemía tan fuerte que estaba seguro de que cualquiera fuera podría escucharlos y la garganta se le desgarraría en cualquier momento. Lo besó con profundidad, lengua a lengua, sin dejar de mover la cadera violentamente de un lado a otro, de forma circular, y haciendo chocar su pelvis contra la de Black.

 

—Derek, Derek… —Jude sentía que se ahogaba contra los labios de Carson, aún con el ligero dolor que sentía en todo el cuerpo. La cadera, la espalda, las manos, el hombro, todo. Pero al mismo tiempo se sentía flotar, embargado por ese placer tan sucio de tener sexo con otro hombre. Era fantástico.

 

Se aferró a los hombros de Derek, después del beso. Aspiraba el aroma a champú de hombre en su cabello, y gemía escandalosamente junto al oído del chico. Las manos de Carson lo apretaban y acariciaban sin cuidado, pero no le daba importancia. Solamente le mordía el mentón y le arañaba la espalda con sus cortas uñas perfectas, esmaltadas en azul oscuro.

 

Y mientras emitía sonidos que parecían sollozos y gemidos mezclados, la imagen borrosa y amada de Johnny se paseó frente a sus pupilas.

 

El estómago se le llenó de un sentimiento extraño mientras pensaba en él. ¿Añoranza, celos, molestia, culpa…? No tenía ni idea, quizá eran todas esas. Pero por un momento, el placer se volvió menos intenso, sus gemidos parecían más sollozos que otra cosa y la expresión de satisfacción en su rostro pasó a ser una de dolor extraño.

 

¿Por qué Johnny le mintió? ¿Dónde estaba? ¿Qué carajos estaba haciendo? Retorciéndose entre los brazos fuertes de Derek, su mente voló hacia Johnny, hacia todo lo que él era y que demonios podía estar haciendo con…

 

“Por un demonio”.

 

—Johnny… —exhaló en voz muy baja, justo cuando Derek se alejaba de su cuerpo. Se sintió bordear el orgasmo, mientras las embestidas contra su cadera aumentaban el ritmo, velocidad y fuerza. Sus dedos de los pies se enroscaron contra el piso, la piel se le erizó y las manos con las que rasguñaba a Carson le temblaron suavemente.

 

Derek parecía un perro grande, retorciéndose, jadeando y susurrando palabrotas, así como se encorvaba y el cabello le cubría los ojos. El sudor de sus sienes resbala hasta caer sobre la piel de Jude.

 

“Oh, Johnny, ¿dónde estás?”

 

  ~~~~~~~~~~~~~~~~ *  *  * ~~~~~~~~~~~~~~~~~~

 

 

 

—Hasta mañana —Rebecca sonrió muy tímidamente, mientras abría la portezuela del auto y estiraba una pierna para bajar cuidadosamente. Llevaba la bolsa de palomitas en la mano, con la otra sujetaba el vaso de soda y entre los dedos, el cigarrillo a medio consumir.

 

—Cuídate mucho, Rebecca —Johnny extendió una mano para despedirse y le devolvió la sonrisa. Las mejillas de Shoreline se colorearon un poco, quizá penosa, pero bastante tranquila.

 

Permaneció estacionado hasta que vio como entraba a su casa y se despedía una última vez de ella.

 

El interior del automóvil apestaba a cigarrillo y había restos de ceniza sobre los asientos. La boca le sabía del asco y se sentía ligeramente mareado, pero era su primer cigarro y le estaba yendo mejor de lo que esperaba. Se acordaba de Danny, la vez que trató de fumar a escondidas en los baños de la secundaria. Acabo vomitando en el lavabo, mientras que Johnny se moría de la risa frente a él.

 

Enseguida ella desapareció de su vista, arrancó el auto de nuevo y siguió conduciendo, fumando de vez en vez. Encendió la radio, para encontrarse como alguna canción en español de una radio bilingüe que no recordaba haber escuchado antes. Sonrió burlón ante ello.

 

El aire estaba bastante frío, y llevando la ventana abierta, sentía como el golpe de este le hería la cara y el humo le entraba a la nariz, pero no le interesaba en absoluto.

 

No podía parar de pensar en Jude y en Rebecca. En lo genial que se sintió besarla y en lo horriblemente culpable que se sentiría al ver a Black a los ojos el día de mañana.

 

Se preguntó a sí mismo si aún amaba a Jude. No le sorprendía hallar que la respuesta era un “Sí” sin titubeos. Era el sentimiento de angustia, de tibieza, y de añoranza estremecedoras al mismo tiempo que una necesidad casi absoluta de correr de vuelta a él y quedarse a su lado mucho tiempo. Siempre.

 

—Oh, Jude, ¿qué estarás haciendo? —sonrió pensando en él, en las enormes ganas que tenía de verlo. El cigarrillo incluso le supo mucho menos amargo de lo que era. Dulce, quizá.

 

El camino siguió con tranquilidad, entre los sabores amargos y los pensamientos tristes de Johnny. Planeaba llegar hasta su casa e ir a dormir, quizá llamar a Jude un rato, tal vez ir a verlo en su casa.

 

“Si es que no está con su novia”.

 

Apretó el volante con las manos, friccionando los dientes. Si hubiese tenido el cigarrillo entre ellos probablemente lo habría partido.

 

Jodidos celos sin sentido, se decía una y otra vez. Por más que tratara de convencerse de lo contrario o decirse que estaba mal, no podía evitar ponerse así por absolutamente cualquier cosa respecto a Jude. Sus novias, sus amigos, la gente que lo conocía más que él. Era asqueroso en su propia opinión, se sentía el doble de celoso al no tener ni la mitad del derecho para celar a Black como lo hacía.

 

—Una mierda —se llevó el cigarro a los labios de nuevo, deteniendo suavemente el auto ante una luz amarilla que eventualmente se volvía roja. Los demás autos pararon y el aire dejo de golpearle la cara.

 

Miró a su alrededor con poco detenimiento, más concentrado en no vomitar por la molestia y el sabor del tabaco. Las luces lo encandilaron un poco, y las gafas no ayudaban.

 

Siguió viendo, preparándose para arrancar de nuevo, hasta que sus ojos vidriosos se encontraron con algo interesante:

 

La florería no estaba cerrada aún. Había luces encendidas fuera y un pequeño cartel luminoso que rezaba “ABIERTO” en luces rojas parpadeantes. Poco sutil para un lugar tan pequeño.

 

Y… bingo.

 

*  *  *

 

 

 

—… Y ella era jodidamente bonita, y yo quería salir con ella. Uno la veía fumar muy seguido fuera de la secundaria, así que la mayoría asumió que era buena idea comenzar a fumar para impresionarla —dio una nueva calada al cigarrillo, mientras seguía acariciando el muslo desnudo de Jude —Fui de los primeros en hacerlo, y ahora… estoy aquí.

 

Jude sonrió, estirándose sobre el sillón, mientras echaba atrás la cabeza y fumaba de su propio cigarro.

 

—Yo también inicié por una chica, pero ella me invitó a hacerlo, lo hice y llevo con ello varios años. Es un vicio horrible, pero no voy a dejarlo por ahora.

 

Derek recostó su cabeza contra el muslo desnudo de Black y le sonrió encantado. Él tenía los pantalones cerrados, sin camiseta alguna, mientras que Jude apenas tenía la camiseta de tirantes y un par de calzoncillos nuevos, después de que los otros fueran rasgados por los dedos de Derek.

 

Miraba con suma curiosidad un detalle en el brazo izquierdo de Jude que probablemente ni Johnny había visto jamás.

 

— ¿”Black Style”?

 

Jude que fumaba con los ojos cerrados, escuchó la voz de Derek hablarle. Miró hacia donde apuntaba con el dedo y enseguida cayó en cuenta de que hablaba: el tatuaje que a veces olvidaba que tenía.

 

En el pequeño hombro de Jude, se leía en estilizadas letras delgadas que parecían emular la fuente característica de una máquina de escribir, las palabras “Black Style”.

 

— ¿Desde cuándo lo tienes? —la sonrisa en el rostro de Derek era de interés puro.

 

—Como desde los diecisiete. Me lo hizo el hermano de una ex.

 

El chico se echó de nuevo hacia atrás, fumando relajadamente.

 

— ¿Y qué significa exactamente? ¿Es una referencia directa a tu apellido?

 

Jude chasqueó la lengua y se recostó sobre su costada izquierdo, ocultando el tatuaje de la vista de Carson y cerrando los ojos de vuelta, listo quizá para dormir un rato.

 

—Algo así. Es por mi padre, mi hermano, cosas así —seguía fumando, algo distante.

 

—Oye Jude —Derek le llamó de nuevo, con voz baja — ¿Dónde están tus…?

 

— ¡Jude! ¡Abre!

 

Escucharon la ruidosa forma en la que Johnny golpeó la puerta de la entrada, y ambos chicos reconocieron la voz de White enseguida.

 

Jude saltó sobre el sofá, casi pateando en la cara a Derek, quien de repente parecía muy molesto. Black estaba bastante asustado.

 

— ¡Rápido, corre a la cocina y escóndete ahí, Johnny no puede verte aquí! —se puso de pie, y sin más consideración, le arrojó la camiseta a los brazos, así como sus zapatos y lo obligó a callarse rápidamente.

 

—Pero… —Derek no lo entendía. ¿Qué no eran sólo amigos?

 

— ¡Vete! ¡No hagas ni un solo ruido! —Jude lo empujó para que se fuera y el ex universitario sólo atinó a seguir sus órdenes y escabullirse cuidadosamente de vuelta a la cocina, disgustado sin admitirlo.

 

— ¿Jude, estás ahí? —Johnny volvía a llamar y sonaba un poco preocupad. Jude sonrió al escucharlo y se sintió realmente asustado de que pudiera descubrirlo así, con Derek.

 

Se puso una camiseta vieja que encontró en el sillón encima, sólo para cubrir la mordida en el hombro y las marcas oscuras de su pecho. Se alisó el cabello con los dedos y caminó a la puerta con la mejor seguridad fingida que podía actuar.

 

Sentía que iba a vomitar de los nervios.

 

*  *  *

 

 

 

Johnny tocó una vez más a la puerta, balanceándose sobre sus talones y puntas de los pies. No podía creer que había gastado casi cuarenta dólares en un ramo de flores totalmente improvisado, pero no había podido evitarlo.

 

Jude siempre olía a flores y quizá un montón de ellas le gustarían.

 

—Johnny —el chico salió, encontrándose con su mejor amigo parado en la entrada de su casa con un montón de tulipanes purpuras envueltos en papel del mismo color.

 

—Hola —White sonrió con las mejillas rojas, al ver que Jude sólo traía puestas unas bragas muy pequeñas además de una ajustadísima camiseta blanca encima. Olía a cigarrillos, flores, comida, perfume de bambú y otro aroma que no podía identificar.

 

“¿No es colonia de hombre?”

 

— ¿Johnny, qué haces aquí? Deberías estar en tu cita —Jude no pudo evitar dejar salir cierta molestia entre palabras al pronunciar la oración. No se le olvidaba que esa chica con la que había salido era Rebecca y que él le había mentido. Johnny no detectó el tono extraño en su voz.

 

—Sí, pero ya la lleve a su casa y bueno, pasé frente a una florería que jamás había visto y pensé en ti— extendió el ramo frente a él, el jovencito miró las flores con ojos brillosos —Los tulipanes purpuras son un poco más caros que los demás, pero son casi tan bonitos como tú.

 

No le importaba que tan cursi podía sonar al decir eso, pero la sonrisa en su rostro y la calidez que le recorría le daban una seguridad casi imposible. Jude tomó las flores entre las manos y lo miró, aún un poco molesto, pero ciertamente enternecido.

 

—Es un detalle muy dulce —le sonrió con alegría, aunque aún su interior se retorcía al pensar en que él había estado con Rebecca, y que no se lo había dicho. No quería echárselo en cara, pero en verdad estaba molesto.

 

“Pero… en verdad pensó en mí.” Se sentía algo confundido.

 

Johnny lo miraba desde arriba, con una batalla interna bastante parecida a la de Jude. Era la culpa que se lo comía por dentro y que sentía que lo obligaría a escupir que había pasado toda la tarde con la pelirroja que a Black no parecía agradarle en lo más mínimo.

 

Quizá debía decirlo, o quizá debería mentir. Ni idea de que debía hacer. Era darse la vuelta e irse sin decir más o hablar con la única verdad que había que admitir.

 

Pero…

 

Amaba tanto a Jude.

 

—Jude —le llamó con voz tímida, Black seguía con la vista clavada en las flores, con expresión pensativa y casi triste. Levantó la mirada hacia el rostro apacible de su mejor amigo —Salí con Rebecca.

 

Jude abrió los ojos con total sorpresa, que Johnny interpretó por su lado.

 

“Bien, tal vez ahora me odia y no querrá hablarme nunca. Que mal”.

 

Quería arrancarse los ojos en esos mismos momentos.

 

Jude, en cambio, sólo podía sentirse bastante imbécil. Muy, muy imbécil.

 

Contempló los ojos tristes de su amigo, la barba recortada y la piel blanca en su cara con una expresión que cualquiera fuera de ellos dos habría entendido como un profundo e infinito amor. ¿Cuán noble, dulce y jodidamente endeble podía ser ese chico que parecía poder partir un caballo en dos con sólo quererlo? Jude se cuestionó que estaba haciendo con él, porque eran amigos y como podía ser que no lo odiara.

 

Sentía su interior quebrarse y conmoverse hasta la medula de los huesos, diciéndose que no merecía en absoluto ser amigo de un chico tan increíble. 

 

Johnny no sabía interpretar las demás emociones en el rostro de Jude, aterrándose internamente creyendo que todas eran decepción absoluta. ¿Qué haría si él lo despreciaba? No podría seguir adelante de esa forma.

 

—Lo siento —susurró, con el tono de voz más triste que Jude había escuchado en él jamás. Tragó saliva muy duro y miró abajo, como niño regañado.

 

—Todo está bien, tranquilo —Johnny, lo había admitido, perfecto, pero eso no alejaba las demás dudas dentro de él — ¿No pasó nada, verdad?

 

Johnny se preguntó si mentir era bueno en esos momentos. Pero estaba demasiado asustado como para querer hacerlo de vuelta.

 

—Nos besamos un rato.

 

La mínima sonrisa en el rostro de Jude se congeló un par de momentos, quizá aún más molesto y conmovido al mismo tiempo. Johnny le estaba pidiendo disculpas por hacer cosas de las cuales tenía todo el derecho de hacer. Eso era tan… tierno. Comenzaba a dolerle.

 

“Ni te atrevas a reclamarle. Te acostaste con su amigo, con otro hombre y sabes que eres demasiado cobarde como para admitir que lo hiciste. Perdónalo enseguida, incluso aunque no haya nada que perdonar.”

 

“Oh, pobre y dulce Johnny”.

 

— Todo está bien, Johnny. No estoy molesto ni nada. Tranquilo —Jude sonrió lo mejor que pudo, pero sus facciones le traicionaron y sólo lo hicieron parecer mucho más triste de lo que estaba.

 

Johnny seguía muy intranquilo frente a él, frente a la notoriamente forzada sonrisa del chico.

 

— ¿Podría darte un… abrazo?

 

Jude sonrió incluso aún más enternecido.

 

—Claro.

 

Sus bracitos rodearon el cuello de Johnny cuando este se agachó para sujetarlo. Las manazas de White se aferraron a su pequeña cintura, elevándolo sobre el piso hasta que sus pies no tocaron el concreto. Se sentía como un niño siendo abrazado por su padre.

 

Se aferró a los anchos hombros de Johnny, con cuidado de no soltar las flores, y aspirando el aroma a humo que despedía su cabello despeinado. Cerró los ojos, con unas potentes ganas de llorar al sentirse rodeado de la tibieza del cuerpo de Johnny, sus brazos gruesos y fuertes apretarle con total delicadeza mientras que lo escuchaba respirar junto a su oreja.

 

Johnny sentía que partiría el pequeño cuerpo de Black, pero estaba tan desesperado por hacerlo sentir que lo amaba, incluso por medio de un abrazo, que no ponía mucho cuidado a nada. Durante unos momentos, sólo fueron él, Jude y un ramo de tulipanes purpuras.

 

—Te quiero, Jude —no era un “Te amo”, pero era lo mejor que podía darle por ahora. Lo único que podía.

 

Jude tuvo que morderse el labio para no romper en llanto al escuchar la voz temblorosa y frágil de su amigo decirle tal cosa.

 

—Yo también te quiero, Johnny —su voz tenía ese sonido ahogado de alguien que está a punto de llorar y no podía ocultarlo.

 

Johnny apretó con más fuerza a Jude, y este sólo oculto el rostro en su cuello.

 

La noche era bastante oscura. 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Bien, gracias a todos los que aún recuerdan que yo existo y que la historia también xd

Si el texto se ve mal, ya saben, avisenme para poder corregir y todo eso (quizá noten enseguida que las líneas que separan el texto están mal o algo así, pero ahhhg, por más que las acomoden no se ponen bien xd) 

No hay mucho que decir más que un perdón por tardar tanto para dar una señal de vida y gracias por seguir leyendo las tonterías de esta pobre autora novata xd 

Gracias por leer a todos, los adoro <3

P.D. El capítulo es muy largo, espero muchos reviews e.e (? 

e.e 


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