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The Nerd's Trouble por Killer Cobain

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Notas del capitulo:

Hasta a mí me parece raro estar actualizando tan pronto xd

¿Recuerdan cuando actualizaba casi diario? Que tiempos :') 
Pero aquí estoy, otra vez, y con un capítulo terminado de más de 9000 palabras uwuwuwuwuwuw

Me sorprende que sea tan largo porque creo que no es tan relevante, sino sólo un puentecito a todo lo que pasará después e.e 

De cualquier manera, ya está terminado y hecho, así que se aguantan y bla bla bla 

Ya viene lo bueno jsjsjsj e.e 

O algo así xd 

Sé que no he contestado reviews, y en parte es porque soy muy perezosa y tengo que responderlos por mi teléfono celular, porque una vez intenté hacerlo en mi laptop y no salió bien xd 

De cualquier forma, les agradezco a todos los que han dejado sus reviews, especialmente a Senrou72 (a quien tengo agregada en Facebook, y apenas lo noté, pero ella no sabe quien soy y no le diré jejejeje e.e o eso creo xd), quien es una fan bastante animosa y divertida :0

Gracias por todo el apoyo, muchachita <3

Sin nada más interesante que decirles, les dejó leer uwu 

Tocó dos veces más, en espera de algo.

Silencio.

Page estaba echado en el marco de la ventana, tras las cortinas, viendo a la cara de Johnny.

Es un lindo gato, pensó.

Pero nadie salía a atender.

— ¡Jude! —volvió a gritar, con algo de pena. No le gustaba tener que estar parando fuera de la casa de Black, a las 6:15 a.m., en el frío de la mañana, esperando a que el chico se dignara a abrirle la puerta.

Suponía que se había quedado dormido o algo. Pero bueno, Jude nunca se quedaba dormido. En general dormía muy poco y despertaba muy temprano.

Así que, ¿por qué no salía? Johnny estaba a punto de patear la puerta para agujerarla, y tratar de entrar.

¿Algo le había pasado? No quería ponerse a pensar en cosas así, o se preocuparía tanto que le darían ganas de vomitar o de llorar, o ambas cosas. Qué horror. 

Sopló sobre sus manos heladas, frotando una contra otra, aun esperando. No sabía ni cuánto tiempo llevaba ahí, pero en serio comenzaba a agobiarse un poco. Pateó una roca, tosió y miró alrededor. Pero Jude no aparecía.

Bien, eso era raro.

— ¡Ju…!

—No grites, vas a despertar a los vecinos.

Y entonces, Jude Black.

Johnny volteó inmediatamente, en busca de la voz de su amado. Sus ojos pronto lo enfocaron.

A unos cuantos metros de él, venía el chico sobre la acera, con sus maltratadas zapatillas deportivas resbalando en la grava tirada, los ojos vidriosos y el cabello despeinado, pero aún húmedo. Se había duchado en algún lugar, muy temprano. Pero la ropa que traía puesta parecía ser su uniforme de mesero.

— ¿Dónde estabas? —enseguida preguntó Johnny, que corrió al encuentro con Jude. Black sonrió cálidamente ante la preocupación ajena y esa forma tan adorable en la que White le interrogaba con la mirada. Sus redondos ojos de perrito, pensó Jude.

Por ahí.

— ¿Qué se supone que significa eso?

—No sé.

— ¿Qué?

—Nada.

Jude caminó junto a Johnny, hasta llegar a la puerta de su casa. Se sacó las llaves del bolsillo y abrió la cerradura con un leve chasquido; —Pasa.

Los dos chicos entraron, con Jude quitándose la chaqueta de encima al pasar por el marco de la puerta. White sólo atinó a seguir mirando al muchacho con cierta molestia. Ya no le preocupaba que algo malo le hubiese ocurrido, pero ahora se preguntaba en donde se había metido toda la noche.

Page saltó desde la ventana, hasta cruzarse entre las piernas de su dueño, quien sólo se agachó para darle un par de caricias en el lomo y luego apartarle cariñosamente con las piernas.

—Oye Jude, tenemos que ir a la escuela, así que si te vas a cambiar o algo, hazlo rápido. No hay mucho tiempo.

Johnny se quedó de pie tras su espalda, mientras Jude se deshacía de los zapatos y arrojaba la chaqueta al sofá.

—Lo sé, lo sé. ¿Desde cuándo te volviste tan grosero conmigo? —el chico sonrió un poco cínico, quitándose la camisa de botones, dejando a la vista sus aún húmedos y escuálidos hombros, y su delicado torso cubierto con la camiseta de tirantes blanca. Jude notó una mancha de labial rojo y sangre en el cuello de la camisa, y con una juguetona mueca de culpa, la enrolló rápidamente y la arrojó al suelo.

—No estoy siendo grosero, sólo digo la verdad —Johnny arrastró accidentalmente la mochila que sostenía con la mano derecha, y enseguida oyó el sonido de la fricción entre la tela y el suelo, se la colgó en los hombros —Ya casi son las 6:20.

— ¿Cuánto tardamos hasta allá? —preguntó el chico, con fingido tono de interés, mientras se escurría un poco el cabello. Todavía no se le secaba del todo y con ese frío espantoso no lo haría pronto. Ni siquiera hacía tanto sol esa mañana.

Chistó molesto, ante la posibilidad de atrapar un resfriado.

—Como 40 minutos. Ya te lo dije. Es mejor que te apresures o llegaremos tarde.

Jude se dio la vuelta y frunció un poco el ceño, examinando el rostro de White. Sí, el mismo chico barbón, de lentes feos y facciones de drogadicto (¿Por qué siempre que miraba a Johnny pensaba en drogadictos?). Ningún cambio. Pero había algo un poco raro en su rostro y no le gustaba todo eso.

Johnny notó la forma aguda con la que Jude le veía, y no supo cómo responder. Normalmente se habría sonrojado ante la mirada fija de Black sobre su persona, cualquiera fuera la razón para, pero ese día había algo un poco extraño en sus grandes ojos purpuras de gato.

Jude suspiró y apartó la vista de Johnny.

—Hoy nos toca Historia a primera hora, el maestro siempre llega como media hora tarde. Tranquilo, no habrá problemas.

—Pero olvidas que no nos dejarán pasar si vamos muy tarde…

—Calmado, ya voy, ya voy.

Jude dejó caer el cinturón que sujetaba sus pantalones al suelo. Junto con los pantalones, igualmente.

Esta vez Johnny se sonrojó ante la visión del cuerpo semi desnudo de Black. Hace un rato que no le miraba así, y ciertamente, lo añoraba un poco. Su piel y sus piernas eran tan bonitas que le dolía no poder tirarse al suelo, de rodillas, para tocarle por lo menos con las yemas de los dedos.

Pero obviamente, soló tragó duro y aguantó sus impulsos de pervertido.

La imagen del redondo trasero esponjoso, cubierto con un par de esos feos bóxer, con franjas y arrugados (que eran tan raros de verle a Jude en vez de bragas o trusas), y las largas calcetas gruesas de hombre que apenas le llegaban a la mitad de las espinillas, al final de sus extensas piernas perfectas, le mareó. ¿Acaso era un dios? Estaba casi seguro de que sí.

—No sé sí tengo más ropa limpia, no he hecho lavandería en un rato —masculló el chico que se agachó para quitarse las calcetas sucias. El gato, echado en el sillón, observaba atentamente a los dos jóvenes.

Johnny suspiró una vez más al ver los pequeños pies de princesa del chico y el rojo volvió a su rostro cubierto de vello al ver la forma en la que su pequeña blusa de tirantes se levantó suavemente sobre su tronco.

Notó con una mezcla de asombro y excitación lo diferente que resultaba el torso del chico a lo que el imaginaba. Había pequeños músculos bastante marcados en sus costados, pecho y en su estómago, y un poco de su oscuro vello púbico se asomaba bajo el elástico de su calzoncillo, en un casi invisible caminito de vellosidad desde su pubis hasta su ombligo. No era muy notorio, pero ahí estaba.

Un vientre de hombre.

“Oh”.

Obviamente no tenía un jodido abdomen de lavador, pectorales enormes o algo por el estilo, pero la forma en la que se dibujaban las líneas de sus oblicuos, o los distintos músculos en todo su frente revelaba un físico que en caso de desarrollarse más, darían en resultado un cuerpo fibroso, delgado y fuerte. Incluso recordó a esos tipos que solían tener peleas repentinas en las afueras de su secundaria, con los cuales algunas veces Danny llegó a verse en vuelto en tontas riñas.

Chicos delgados, en ocasiones no demasiado altos, pero de miradas extrañas y serias (tan parecidas a la de Jude), cuyas piernas largas se lucían fuertes y duras bajo los pantalones ajustados, y sus esbeltos torsos no resaltaban demasiado entre las diferentes capas de ropas que usasen. Según su viejo amigo, esos chicos solían resultar incluso mejores luchadores que los tipos enormes y corpulentos, que se valían en el tamaño de sus cuerpos y pura fuerza bruta. Tipos de golpes duros con manos huesudas, movimientos rápidos y esa increíble habilidad para correr y saltar, y esquivar los impactos.

Johnny le creía eso de ser mejores peleadores, después de ver al revoltoso Jessie Wyman, de 1.65 de altura y unos 15 años de edad, derribar y moler a puñetazos a Albert Sutton, de 1.79 y 17 años, en el parque cercano a su secundaria, en una pelea en la que Albert ni siquiera podía seguirle el paso.

Regresó la mirada a Jude, aún maravillado por la forma de su cuerpo.

En realidad, sí lo analizaba con mayor detenimiento, era fácil notar que toda su persona era en parte así. Las líneas de los bíceps y tríceps en sus brazos, sus costados, su pecho, sus muslos, sus pantorrillas. Toda Jude era un chico de complexión sólida, delgada, de músculos duros, bien distribuidos en todas sus extremidades.

Aunque ¿qué esperaba de Jude si llegaba a verlo desnudo o semi desnudo? ¿Un par de pechos bonitos, un vientre suave y sin vello, y una diminuta cintura en figura de reloj de arena? Bueno, la cintura pequeña sí la tenía, pero todo lo demás era justo como el de un chico normal. O algo así.

Jude era un varón después de todo. Por alguna razón, caer en cuenta de todo eso (quizá por primera vez), lo excitó un poco más.

“Que gay”.

Jude Black era un hombre, por mucho maquillaje, listones, tacones o cualquier cosa que se pusiera encima. Y parecía que nadie se percataba del todo de eso. Tal vez ni el propio Jude caía en cuenta de ello.

“¿Jude será bueno para pelear?”

“No, es muy pequeño”.

“Mide 1.75, eso no es pequeño”

“Tú mides 1.90, cállate”

—Cómo sea, voy a cambiarme, no tardo —pronunció el muchacho mientras caminaba por el pasillo a su habitación. Johnny escuchó el golpe de la puerta de madera contra el marco, cuando Jude se encerró en su cuarto.

White se echó un momento sobre el sillón, con cuidado de no molestar al gato. Sentía los pantalones apretarle un poco, aunque no tenía una erección todavía. Milagrosamente no la tenía. Suspiró profundamente y revisó la hora en su teléfono. Faltaba como media hora para la entrada a la escuela, si Jude no se apresuraba, probablemente llegarían muy tarde.

En menos de lo que esperaba, Jude salió rápidamente de la habitación, con unos vaqueros entubados negros, una sencilla blusa de franjas negras y blancas, y un suéter de lana azul marino. Apenas y se puso un par de botas oscuras, hasta la espinilla.

—Espera un momento, ya voy —el chico corrió a la cocina, a servir un poco de comida para gatos en el plato de Page, y algo de agua fresca en el mismo.

Lo último que hizo fue meter un par de cuadernos a su mochila, y los dos chicos salieron de la casa. Jude cerró la puerta y ambos emprendieron el camino hacia la preparatoria.

La mitad del recorrido se llevó en silencio total. Ninguno de los dos decía mucho, y había cierta tensión en el ambiente.

Johnny sentía que había algo ligeramente inusual en toda esa mañana. El primer encuentro, Black quitándose la ropa y White sentándose en el sofá, sin esa emoción de siempre. Se decía si Jude percibía lo mismo, si también notaba todo eso. Aunque tampoco estaba seguro de a qué se refería con ello. ¿Había algo distinto en verdad ese día?

“Lo hay, pero no sé qué es” pensó, con malestar.

Johnny aún quería preguntarle donde se había metido todo el día anterior para haber llegado a las 6 de la mañana a su casa, y Jude quería preguntar exactamente lo mismo, sólo que él no se explicaba porque no le había un mísero mensaje en todo la tarde.

Pero ninguno de los dos tenía la valentía para atreverse a preguntar.

— ¿Por qué no te fuiste con Bill hoy?

—Lo llamé temprano, quería pasar por ti hoy.

—Eso es lindo.

—Creo que sí.

Ese silencio sin sentido le ponía algo mal. Normalmente era capaz de hablar de cualquier tontería con Jude, y él le respondía como si fuera la cosa más interesante del mundo. Había mucha risa y tranquilidad cuando estaba con él, pero en ese momento todo parecía bastante rígido. Incluso la forma en la que los dos caminaban, el uno junto al otro, sin los constantes golpecitos en los hombros, los tambaleos tontos o esa tierna y graciosa costumbre de Black de tomarle por la muñeca y balancear sus brazos de adelante a atrás, como un par de niñas tontas.

Jude se reía un montón con él, y le sonreía siempre que sus miradas se encontraban, pero ese día no era el caso.

White sólo se vio a sí mismo, junto a su mejor amigo y eterno amado, caminando juntos, algo apartados, sin decir nada.

Sólo escuchaba la forma en la que sus zapatos golpeaban el concreto al andar y la respiración profunda de Jude. La suya sonaba un poco rápida, como si estuviera nervioso. En parte lo estaba, quizá.

Pero seriamente, no tenía idea de qué decir o que hacer.

Volteó a verle. Admiró unos segundos su esbelta figura, que como siempre, se paseaba por la banqueta con gracia natural. Sus delicados movimientos le recordaban mucho a los de un gato.

Notó como toda su oscura cabellera aún seguía húmeda, y que probablemente no se secaría en un rato.

—Deberías sujetarte el pelo, o algo.

Jude, que iba con la vista fija al frente y una expresión de indiferencia, giró el rostro enseguida escuchó la voz de White.

— ¿Por qué?

—Todo ese cabello mojado colgando alrededor de tu cuello y orejas frías, ¿no te hará daño?

El chico se tocó un poco la mata de cabello negro, así como la piel del cuello.

—Supongo que tienes razón. Con este frío no es bueno andar con el cabello empapado —pronunció el muchacho —Quizá tenga una banda elástica o algo por aquí.

El muchacho buscó entre sus cuadernos en el bolso-mochila, hasta encontrar una pequeña ligua de tela color rojo, con algunos viejos cabellos enredados en ella.

—Ni siquiera me cepillé el cabello esta mañana, je —Jude se pasaba los dedos cuidadosamente entre los mechones, mientras sostenía la liga con los dientes. Una vez hubo desecho los pequeños nudos de su pelo, lo ató en una ajustada coleta que terminó volviendo un pequeño moño de cabellos violetas y negros. Un corto flequillo cayó sobre su frente, y Jude sólo lo sopló a los lados de su frente —Mucho mejor, pienso.

Johnny sólo asintió. No despegó la mirada de la cara de Jude durante un par de minutos.

En lo que a White le respectaba, en todo ese tiempo que llevaba de ver de lejos al popular muchacho, y en las escasas semanas que tenían como amigos, se había aprendido por completo todos los rasgos del rostro de Jude Black.

Su frente ancha y blanca. Las cejas delgadas y oscuras, en cuyo medio ya se dibujaban un par de arrugas casi invisibles, por tanto fruncir el ceño (aunque casi nunca lo hiciera en presencia de Johnny). Los grandes ojos purpuras enmarcados por las pestañas largas y negras. La nariz fina, puntiaguda y enrojecida por el frío del ambiente. Los labios rojizos, gruesos y suaves. Le gustaba esa forma en la que se dibujaban pequeñas líneas alrededor de los bordes de su boca, cuando sonreía.

Toda su cara, redonda, de barbilla afilada, era demasiado bonita. Su cabello sujeto de esa manera sólo resaltaba la fina belleza de sus facciones, que a diferencia casi total de su cuerpo, no asemejaba en absoluto la de un hombre. Jude era hermoso en figura y rostro, pero mientras que su físico podía revelar la verdad más pura, su cara era bastante engañosa.

De cualquier manera, era toda una preciosura de persona, se dijo.

Johnny quería decírselo. Quería decirle lo mucho que le gustaba todo él, de pies a cabeza, pero no sabía si había una manera adecuada de decirlo sin exponer por completo sus sentimientos.

Recordó con pesar la especie de promesa que Bill le casi obligó a hacer, y suspiró con todo el arrepentimiento de su persona.

¿Cómo planeaba ganar el valor para decirle algo sobre sus sentimientos en menos de mes y medio? Le tomó casi medio año hablarle, y ni siquiera fue porque quería, sino porque se vio obligado a ello (más o menos). Había cosas imposibles para Johnny, y tratar de ser valiente y abierto con alguien como Jude, estaba entre ellas.

Echó una pequeña mirada nuevamente a Jude y todo su cuerpo tembló en un escalofrío de solo imaginar cómo sería la dicha declaración.

Lo único que se le ocurría es que sería probablemente, un desastre.

En sí toda la idea le parecía muy ridícula. Johnny podría ser alguna especie de escritor amateur o como se supone que llamasen a eso, pero hasta él sabía que tenía una deplorable falta de sensibilidad y tacto para algunas cosas. Aunado a eso, su estúpida inseguridad también era otro obstáculo muy grande. Realmente. ¿Qué esperaba Bill que alguien como John White hiciera para confesar su tonto a amor a alguien como Jude?

Lo más seguro es que se lo diría, Jude no diría nada por la impresión y los nervios le provocarían un colapso, o un desmayo, o alguna otra desagradable reacción física.

“Ojala no lo salpique de vómito, si eso sucede”

—Qué asco… —pronunció en voz muy baja.

— ¿Dijiste algo? —preguntó un distraído Jude.

—Oh, no. Estaba pensando en voz alta —el chico soltó una sencilla risilla nerviosa y no dijo más hasta que ambos vieron la escuela, a un par de metros suyo.

Entraron igual de silenciosos como llegaron, y pronto ingresaron al edificio para buscar su salón.

Estaba casi lleno, siendo que ya eran las 7:12 de la mañana, y como Jude lo supuso, el maestro no había llegado aún. Todos los demás alumnos estaban en el pasillo o dentro, parados, hablando y gritando, como siempre que no había autoridad para controlarlos. El chico de cabellera azabache rápidamente buscó un asiento en el frente, sentándose en el último que quedaba libre en esa zona. Johnny se resignó a un lugar en la parte media, lejos de Bill, que estaba en la primera fila junto a las ventanas al exterior, lejos de Daniel, también en los asientos frente a la pizarra, y obviamente, lejos de Jude.

Se dejó caer, en toda su enorme extensión, sobre la vieja silla de plástico negro, y estiró las piernas cuanto como pudo bajo la mesilla de madera. No tenía muchas ganas de estudiar nada.

Con discreción, buscó con la mirada a Bill. El muchacho estaba sentado igualmente, con la barbilla en la mano y leyendo algún libro. “El Viejo y El Mar” de Ernest Hemingway.

“Qué lindo”.

Entonces el futbolista volteó un poco hacia la puerta, para terminar notando al enorme muchacho de gruesas gafas, sentando lejos de él, con expresión distraída.

— ¡John!

Johnny apenas y pudo oír bien como Bill le llamaba, entre todo el barullo que producía el salón. Se levantó torpemente de su lugar, para ir a sentarse en el asiento vacía de algún chico, cuya mochila descansaba sobre la mesilla.

— ¿Dónde está Jude? —le preguntó enseguida el chico estuvo cerca. Johnny únicamente levantó el dedo índice y apuntó al muchacho, que permanecía inclinado sobre su asiento, escribiendo algo en su cuaderno.

—Ah —exclamó Bill sin mucha emoción. Cerró su libro y lo guardo cuidadosamente dentro de su mochila —Ya creía que se habían escapado por ahí.

Johnny sonrió con cierta pena.

—No, cuando fui a su casa para buscarlo a las 6:10, él mismo apenas estaba llegando. Se tardó un rato cambiándose, pero me dijo que no había problema, que el maestro de historia siempre llegaba tarde y eso —White se quitó las gafas del rostro, y sacando el mismo trozo de tela suave que siempre, limpió las lentes empañadas.

— ¿Dónde estuvo todo el día para apenas llegar a su casa a las 6 de la mañana? —le cuestionó Bill con la misma mueca de extrañeza que el propio Johnny pudo haber tenido cuando vio a Jude apareciendo en la calle.

—Le pregunté, pero no quiso responderme… —Johnny repensó sus palabras —Más bien, no me dio una respuesta completa… creo.

Johnny tampoco estaba muy seguro de que le había respondido.

Bill suspiró tranquilamente, abriendo el libro frente a él, sólo para hacer unos cuantos garabatos con la pluma en la última hoja.

—De cualquier forma, sí debieron irse juntos a algún lugar —el joven de ojos grises regresó el rostro en dirección de White y esbozó una bonita sonrisa juguetona —Para que le dijeras de una vez que te gusta.

Esta vez la cara de Johnny finalmente tomó ese tono rojo tan normal en él, ante las palabras de Bill. Donovan, por su lado, notó el sonrojo de su amigo,  lo que sólo le provocó una suave risa.

—No podría tan rápido, déjame en paz —White dejó caer el rostro en la mesa de madera. Bill volvió a reír y le dio un amistoso golpecillo con los nudillos en la cabeza.

—Llorón —el chico volvió a reírse, casi en la cara de Johnny, pero el joven nerd no le daba tanta importancia. Puesto que tenía razón —Ya te lo dije, un mes y medio.

—Es muy poco tiempo.

—No me importa.

Johnny elevó la mirada, hacia el rostro demasiado tranquilo de Bill. Quería picarle los ojos con unas tijeras o algo.

—Pero si me ayudarás, verdad ¿no? —preguntó algo ansioso.

—Siempre y cuando no sea algo muy tedioso, tengo otras cosas que hacer —Bill volvió a sonreír de forma casi grosera y White sintió muchas ganas de empujarlo de su mesa banco. Volvió tirarse sobre la superficie de madera, lamentándose en voz alta. Donovan sólo seguía riéndose de él

Daniel, que también había escuchado como Bill llamaba al muchacho de las gafas horrendas, volteó a ver a ambos jóvenes. Sus ojos azules examinaban detalladamente los gestos de ambos, especialmente los del futbolista. Le sorprendía en especial como la mirada grisácea del muchacho se volvía mucho más afable, casi cariñosa, en presencia de Johnny, cuando generalmente sus expresiones y la forma en la que dirigía la vista a todos eran bastante duras, incluso con las chicas.

Era casi la misma manera en la que veía a Jude. Aunque a Black siempre le miraría con ese raro brillito en las pupilas y un gesto mucho más sumiso, como si esperara a algo.

Bill notó entonces como alguien le observaba. Sus ojos se encontraron con los de Daniel y un fuerte escalofrío bajó por toda su columna. Hacía unos días que los dos amigos no se hablaban de frente, solamente en mensajes y llamadas esporádicas. Donovan experimentó cierta sensación de añoranza, al mirar el rostro serio del joven rubio.

Daniel no sonrió ni expresó mucho, pero mantuvo la vista fija en la cara de Bill. De cualquier manera no podría decirle nada, suponiendo que no le oiría en absoluto con todo el ruido que hacían los demás. Igualmente, a él no le gustaba tener que gritar o siquiera hablar en voz alta.

Bill se mantuvo unos segundos más contemplando las severas facciones de su amigo, también sin pensar en pronunciar algo.

Johnny, que asomó la mirada desde la mesa donde estaba acostado, se dio cuenta enseguida del cambió de humor que revelaban los gestos en la cara de Donovan.

— ¿Sucede algo? —preguntó al joven deportista, cuya visión seguía absorta en el lejano semblante del otro adolescente.

Daniel miró como Johnny se incorporaba y se dirigía a Bill, así que sólo se dio la vuelta para hablar con una guapa chica que le había llamado apenas hacia unos segundos. Bill se percató de cómo Grant esbozó una sonrisa encantadora frente a la jovencita, que le coqueteaba con cientos de gestos tontos.

Suspiró con cierta molestia, sin hacer mucho caso a las palabras de White.

—Bill, ¿estás bien? —volvió a hablarle, siendo que el muchacho seguía viendo distraídamente en dirección de Daniel. Johnny volteó a hacia donde fuera que estuviera mirando, pero sólo se encontró con Daniel conversando con alguna estudiante.

—Ah, claro —hizo un pequeño ademán con la mano, y regresó a dibujar garabatos en las hojas de su libro —Todo está bien, tranquilo.

A Johnny no le convencía del todo, pero tampoco era como que quisiera preguntarle mucho a Donovan. Probablemente se enfadaría con él por ser un entrometido. El futbolista sólo revisó la hora en su teléfono celular, mientras presionaba su mejilla con la lengua.

—Ya pasan de las 7:30, tenemos hora libre —masculló el muchacho mientras se ponía de pie y guardaba el celular en su bolsillo trasero. Se puso encima un suéter Adidas cualquiera que tenía ocultó tras el respaldo de su asiento —Vamos, quiero comer algo.

Los demás alumnos fueron saliendo del salón, al mismo tiempo que unos pocos prefirieron quedarse adentro a seguir hablando. Johnny asintió ante la casi orden de Bill, parándose de inmediato. Caminó tras él, acercándose al lugar donde Jude cerraba su mochila y la dejaba sobre la silla.

Donovan pasó justo al frente de Daniel, que permanecía hablando con la chica esa. Echó un rápido vistazo al chico rubio, esperando a oírle decir algo para él, pero Grant sólo le miró un poco con semblante serio, hasta que volvió a la conversación con la joven. Bill tampoco dijo algo y salió al pasillo velozmente.

— ¿Vienes? —Preguntó amablemente Johnny a Jude, que volteó a mirarle cuando oyó su voz —Bill quiere ir a desayunar.

—Claro —contestó el jovencito con una semi sonrisa.

Johnny iba a decirle algo más, pero sintió un suave golpeteó en su hombro. Giró un poco el cuello para encontrarse con la cara de Daniel Grant, a unos cuantos centímetros de la suya.

— ¿Me permitirías hablar con Jude? —su tono de voz pretendía ser educado, pero la forma en la que escupía las palabras, viéndole a los ojos casi como si quisiera empujarle lejos de ahí, lo asustó un poco. Los vellos de la nuca se le erizaron, y por algo parecido a un reflejo, dio dos pasos atrás.

—Supongo que sí —se alejó de ellos dos apresuradamente —Nos vemos en las mesas junto a la cafetería, ¿sí?

—Sí —apenas respondió Black.

Sin mirar atrás otra vez, Johnny salió del salón y caminó a paso rápido junto a los casilleros solitarios. Bill estaba de pie, al final de la fila de puertas metálicas a su izquierda, con las manos en los bolsillos y gesto serio.

— ¿Y Jude? —casi la misma pregunta de la mañana.

—Daniel quería hablar con él, así que se quedaron allá adentro —White señaló a sus espaldas con el pulgar y bajó la mirada, aun intimidado sin razón. Bill alzó las cejas, sorprendido.

— ¿No oíste de qué quería hablar o algo?

—No, sólo los dejé solos y me fui. Daniel me provoca escalofríos.

— ¿Por qué? Es sólo un chico.

—Lo dices tan fácil. Están en el mismo estatus.

Bill lo pensó durante un minuto.

—Supongo que tienes razón.

Los dos caminaron hasta salir del edificio hasta llegar a la senda tiendecilla, con sombra para unas cuantas mesas, que ejercía de cafetería. Bill rápidamente se hizo con un emparedado de pavo, y dos paquetes de galletas de chocolate. Johnny sólo pidió un vaso del chocolate caliente que ya tenían preparado. Ocuparon una de las mesas vacías y Bill sólo dedicó a comer violentamente.

—No deberías comer tanta azúcar, te volverás obeso —masculló Johnny entre dientes, que le soplaba de vez en vez a su bebida para enfriarla y no quemarse la lengua (otra vez, como cuando le dio el primer trago). Donovan, con dos galletas metidas en la boca, ni siquiera podía hablar y tuvo que esperar a que tragara.

—No lo creo —no le puso mucha atención. Dio otra mordida a su emparedado y enseguida se metió otra galleta entre los labios.

—Por lo menos decide que comer primero, te asfixiarás.

El muchacho negó con la cabeza y esbozó una sonrisa graciosa, enmarcada por sus mejillas infladas por toda la comida dentro de ellas. Johnny pensó en esas ardillas grises, gordas y de grandes colas esponjosas. Río para sus adentros y sonrió ante la imagen de Bill como una ardilla.

—No es problema para mí —un trozo de carne cayó sobre la sudadera del joven, quien rápidamente lo tomó y se lo metió de nuevo a la boca, dejando una mancha oscura en la tela. Ciertamente tenía toda la cara manchada de grasa y migajas, pero ni siquiera se daba el tiempo para tomar una de las servilletas que le dieron junto con la comida, y limpiar la suciedad de su mentón.

Pronto hubo acabado el sándwich y procedió a devorar el último paquete de galletas entre sus manos. Ofreció una a White, acercándolas al rostro de su amigo y mirándole a los ojos. Johnny sonrió y negó con la mano. Prefería no comer tantas cosas dulces o se empalagaría.

Mientras Bill seguía atragantándose, buscó en las proximidades a Jude. Esperaba verlo aparecer cerca de ahí pronto, pero el chico no se mostraba. Le dio un trago a su chocolate y continuó esperando con mueca de preocupación.

—Por cierto… —escuchó la voz de Bill, y volteó a verle — ¿Jude no te preguntó nada?

— ¿Preguntarme qué?

—Algo sobre porque no fuiste a la escuela ayer, donde estabas, esas cosas que le preguntas a tus amigos cuando no los miras, y eso —el muchacho se sacó el mechero que usaba para encender sus cigarros, de un bolsillo en la sudadera, y comenzó a juguetear con él entre los dedos.

—No, en realidad.

La cara de Johnny se oscureció de repente. Recargó su cara en su mano y bebió un largo trago de su vaso. Un poco de bebida le escurrió por la barbilla. Se limpió con la manga de su suéter.

—Supondría que te bombardearía con un montón de esas preguntas —pronunció, sin apartar los ojos de Johnny, que por su lado miraba al feo edificio. Golpeteó la mesa de concreto con el mechero y dejó salir la pequeña flama naranja.

—Igual yo —para cuando se dio cuenta, el último trago de chocolate estaba ya helado. Lo regó en el césped junto a él y dejo el vaso boca abajo sobre la mesita.

—Eso es un poco raro, siendo que parecen tan cercanos y todas esas tonterías…

La voz de Bill se vio interrumpida por un pequeño escandalo junto a ellos; tres chicas se sentaban en una de las mesas de concreto, a apenas un metro de distancia de los dos chicos.

Johnny las reconoció enseguida.

Jane, Barbara y otra muchacha de cabello rojo y rizado, llamada Natalie Cowden. Johnny conocía a esta última por ser también integrante del equipo de porristas, y por ser (en opinión del joven White), extremadamente guapa. Sus ojos azules y la nariz salpicada de pecas le daban un vuelco a su pequeño corazón cada que la veía, siendo sincero.

Igual siempre la había considerado la más agradable del grupito de chicas, aunque obviamente a ella nunca le había hablado nunca. A las otras dos… ni siquiera quería recordarlo.

Jane clavó sus grandes ojos llenos de rímel y delineador en la cara sucia de Bill y en el rostro esquelético de Johnny.

— ¿Por qué están afuera ustedes? —preguntó la rubia, dirigiéndose más que nada a Donovan. Johnny deseaba poder esconderse dentro de su sudadera, aunque no podía evitar echar miradas rápidas a Natalie de vez en vez.

—Nuestro maestro no llegó a tiempo —respondió secamente. White sabía que ellos no se llevaban tan bien como uno creería — ¿Ustedes por qué están afuera?

—Son las 7:50, ya acabó nuestra hora —Johnny rápidamente revisó la hora. ¿En serio se les habían ido 20 minutos ahí? Y él juraba que Bill comía muy rápido —Salimos a descansar un poco.

Donovan no contestó de vuelta, se limitó a bufar y torcer la boca, a lo que Jane respondió con una mueca de irritación. Barbara parecía demasiado desinteresada en ambos chicos, así que sólo se puso a revisar cosas de su teléfono y enviar montones de mensajes. Natalie miraba fijamente a Bill, con gesto de admiración.

—Hola, William —saludó la bonita pelirroja, en voz baja. Escondía un poco la vista. Claramente tímida. Casi tanto como Johnny.

—Hola —le devolvió la cortesía, sin mucha importancia.

—Si ustedes dos están aquí, ¿dónde está Daniel? —interrogó Jane, con cierto tono de curiosidad.

—Está con Jude —la forma en la que Bill lo dijo y como sonrió, revelaba un extraño sentimiento de satisfacción. Y la expresión en el rostro de Jane hizo entender a Johnny a que se debía.

Satisfacción por poder hacer enojar a Jane Waters.

— ¿Ah sí? ¿Y por qué está con Jude? —se inclinó un poco sobre la mesa, acercándose levemente al joven futbolista.

—Pregúntale a él —Donovan apuntó con el pulgar a Johnny, frente a él, quien aún trataba de pasar desapercibido en la conversación de los dos jóvenes.

Jane dirigió su mirada molesta a White y mostró una especie de mueca de desagrado.

—Él quería hablar con Jude —Johnny no necesitó que Jane hiciera la pregunta nuevamente para responder.

— ¿De qué quería hablar?

—No lo sé.

Ella apretó los dientes, y cerró las manos en sendos puños, con cuidado de no enterrarse las largas uñas esmaltadas en las palmas. Barbara sonrió, un poco cínica, a su lado, y Natalie no hizo más que darle un trago a la pequeña caja de jugo de uva con popote que tenía entre las manos.

Pasó aproximadamente un minuto, hasta que Jane se tranquilizó lo suficiente. Cerró los ojos y comenzó a alaciar su largo cabello con los dedos, en un acto de relajación. Volvió a fijar la mirada en los dos jóvenes, intercalando entre ambos. Miraba a los dos con el mismo gesto de desagrado.

—Últimamente no te veo muy cerca de Daniel, ¿eh? —golpeteó un poco el concreto con la punta de sus dedos y clavó los ojos, en los de Bill.

El futbolista no exteriorizaba demasiada emoción y no parecía que tuviera toda la intención de contestar. Aun así, le respondió.

—Dudo que sea algo que te interese —aunque no fue una respuesta agradable.

La chica sonrió, totalmente odiosa. Desde el punto de vista de Johnny, parecía que en cualquier momento empezarían a saltar chispas debido a ese contacto visual tan intenso. Prefirió apartar su propio mirada de los dos, y fingir que estaba más centrado en cualquier cosa a su alrededor.

— ¿Y no puedo preguntar? —Sopló un inocente mechón de cabello que caía sobre su frente —No tienes que ser tan agrio.

—No es como que me importe ser amable contigo, guapa.

Bill giró el rostro hacia un lado y escupió, sin mucha consideración. Barbara volvió a reír entre dientes, mientras que Natalie seguía viendo fijamente al muchacho. Sus mejillas llenas de mecas se habían puesto ligeramente rojas.

—Debería decirle a Daniel que no es bueno para él llevarse con alguien tan idiota —Johnny casi sintió que le dolían los oídos de sólo oírla hablar.

—Lo mismo dijiste de Jude… —Bill sacó la lengua, juguetón —Y bueno, piensa donde están.

Johnny río por lo bajo, mientras que Donovan tiraba de sus mejillas, como un niño tonto burlándose de un adulto. Jane, por su lado, se notaba más furiosa que antes.

La rubia gruñó levemente y casi arañó la mesa.

Mientras Bill se regocijaba, notó la graciosa forma en la que Johnny no dejaba de ver a Natalie, al tiempo que la misma pelirroja tenía los ojos sobre sus manos sujetando el jugo, igual de tímida que el propio nerd. Y naturalmente, sintió ganas de molestarle;

—Hey, Natalie —llamó a la chica. Ella volvió el rostro en su dirección enseguida oyó la grave voz del futbolista hablarle.

— ¿Sí? —contestó con un tono meloso que distaba un poco de la imagen seria que casi siempre predominaba en ella. Johnny se sonrojó de solo oírla musitar con tono tan cariñoso. Era demasiado bonita (no como Jude, quizá como Rebecca).

—Él es mi amigo Johnny White y cree que eres linda —apuntó sin cuidado directamente a la cara de Johnny, cuyas mejillas velludas se tiñeron de color casi al instante. Natalie le miró y sabía que no podía quedarse callado, o sólo se vería como el idiota que ciertamente era.

—Hola —exclamó entre dientes, demasiado asustado para tratar de hablar más fuerte.

—Oh, sí —la joven sonrió, quizá más incómoda de lo que el propio White estaba, y elevó la mano en una especie de ademán que intentaba ser amistoso, pero resultaba un poco torpe —Hola.

Johnny quería tirarse al suelo, cavar un agujero y enterrar la cabeza para olvidarse de ese horrible momento. Estaba seguro de que Bill debía estarlo disfrutando mucho, o al menos eso le decía esa gran sonrisa grosera que se le dibuja de mejilla a mejilla.  

—Como sea —se puso repentinamente de pie, ante la sorpresa de sus dos amigas —Voy a buscarlo.

Barbara, que no había dicho nada en todo el rato y sólo se limitaba a echar miraditas en dirección de Johnny de vez en vez, por fin habló:

— ¿Y qué se supone que hagamos nosotras? —señaló a la chica frente a ella, que igual permanecía en silencio.

—Podrían acompañarme… —la chica revisó rápidamente la hora en su teléfono celular —O irse de una vez al salón, ya son las 8:00.

—Que mierda —masculló la joven de oscura cabellera, mientras se paraba y se alejaba de la mesa. Natalie también se levantó, y se alisó suavemente la falda tableada, y tomó su pequeña caja de jugo ya vacía. Volteó a ver a Bill una vez más, y su rostro se tornó rojo nuevamente.

—Hasta luego, William —se despidió ella, con un pequeño gesto de su mano.

—Lo que digas —no era muy amable, a decir verdad.

—Hasta luego… Johnny —se tomó toda la cortesía de hacer lo mismo con White, aunque era muy notoria su desagrado.

—Claro —no tenía ganas de decirle más.

Las tres chicas se perdieron tras el edificio, con Jane caminando bastante rápido, casi corriendo. Las otras dos solo iban tras de ella, conversando sobre alguna tontería.

—No vuelvas a hacerme algo así, fue espantoso —exclamó Johnny, molesto.

—Sólo estaba bromeando, cálmate —el muchacho se inclinó al frente, apoyando su rostro en ambas manos, y esbozó una larga sonrisa tonta que sólo le provocó una inesperada risa ahogada a Johnny. Esa forma en la que sonreía, con la barbilla cubierta de un muy fino vello por la falta de afeitado y todas esas manchas de comida sobre sus mejillas, le causaba demasiada gracia.

Johnny sintió cierto miedo, ante la idea de que quizá se estaba volviendo incapaz de molestarse verdaderamente con Bill. Le miró una vez más a la cara y se dijo que nada de eso podía ser bueno.

—Bueno, aún tenemos otra hora libre, ¿soy yo o los maestros se han vuelto más perezosos últimamente?

—Pues ya estamos a unas semanas de salir de vacaciones de invierno, creo que la mayoría no le da mucha importancia ya.

—Que montón de idiotas.

—Supongo.

Los dos jóvenes se quedaron en silencio unos momentos, viendo hacia todos lados y evitando encontrarse con la mirada del otro. Johnny seguía pensando en Jude, con un amargo sabor de desconcierto recubriéndole la boca del estómago. El chico aun no llegaba con ellos, y al igual que la misma Jane, se moría de curiosidad por saber de qué rayos debía estar hablando con Daniel.

Trataba de hacerse una idea, pero no se le ocurría mucho. ¿De qué hablaban los chicos populares cuando estaban juntos? Obviamente ni Jude ni Bill hablarían de las mismas cosas que hablaban con él, que cuando estaban con Daniel, o Jane o todos esos chicos.

Probablemente hablaran de otras personas, o de fiestas, o de cómo gastar tiempo y dinero de forma estúpida, se dijo.

“Eso es muy cliché”.

“Sinceramente todo esto lo parece”.

“Cierto”.

Siguió perdido entre sus pensamientos un rato más, casi cerrando los ojos por su propio embeleso, cuando la voz áspera del joven futbolista le llamó una vez más esa mañana.

—Johnny… —su voz enmarcaba un gracioso tono cantarino que White jamás creyó oírle a alguien como él. Bill estaba perdiendo poco a poco la compostura frente a Johnny.

¿Cómo pasaba de ser el tipo bronceado, de ojos oscuros y expresión dura a para todo y todos, al ligeramente inquietante muchacho con restos de comida en la cara, que se reía por cualquier tontería y que le cantaba su nombre para hablarle? Aún en esa extraña forma que estaba tomando William Donovan, Johnny se decía que muy seguramente seguía siendo el mismo tipo serio de siempre.

Sólo que trataba de ser más suave con Johnny, o algo así.

Sinceramente, le daba algo de miedo.

— ¿Sucede algo? —respondió.

— ¿No has hablando con Rebecca?

“Bingo”.

Todo lo que se desencadenó en la cabeza de Johnny se sintió casi como un puñetazo en medio de los ojos.

Bill enseguida obtuvo su respuesta, sólo con divisar directo en los claros ojos castaños del muchacho, que revelaban lo suficiente. Johnny abrió la boca, sintiendo aún más imbécil que de costumbre.

—Supongo que eso es un “no” —el chico le golpeó el mentón con dos dedos —Cierra la boca o vas a tragar moscas, niño.

—Soy un tarado —se lamentó mientras hundía la cara entre sus grandes manos frías.

—Ya lo sabía, aunque no entiendo por qué te lamentas tanto —volvió a sonreír, tratando de ser algo comprensivo (pero otra vez, nada de eso le salía bien) — ¿Cuánto llevas sin llamarle?

—Todo el día de ayer.

—Oh, entonces no deberías preocuparte, ni es tanto. Invéntale una excusa o algo.

Johnny levantó la cabeza y le miró, acusatorio, ante ese intento de sonrisa tonta, dibujado en el rostro facciones impresionantes. 

— ¿Acaso no lo comprendes? O sea, la última vez que nos vimos, nos besamos. ¿No crees que es grosero haberte besado con alguien y después ignorarle por completo? Ella se lo puede tomar a mal, no quiere se ponga triste —el muchacho quería arrastrar la cara en el césped mojado.

— ¿El beso significó algo? —preguntó Bill.

—Supongo que no… ni siquiera estoy seguro. Pero creo que no fue nada.

— ¿Entonces? No creo que haya problema. Yo una vez me acosté con una chica y no le envié ni un solo mensaje en las siguientes dos semanas —soltó una risita bastante boba.

— ¿Inventaste algo?

—No —su risa distaba mucho del cinismo, sino que parecía más bien, apenado.

—Bueno, señor encanto, eso no funciona conmigo —replicó, algo más irritado de lo que esperaba estarlo —Yo no parezco modelo de revista —ciertamente con la facha que se cargaba en esos instantes, Bill tampoco, pero ambos entendían a qué se refería.

—Ajá —el futbolista giró los ojos en sus cuencas y bufó, aunque no estaba ofendido en realidad.

—Será mejor que le envíe un mensaje ahora —tomó rápidamente su teléfono celular entre las manos y procedió a teclear tan deprisa como sus largos dedos le permitían.

— ¿Enviarle un mensaje a quién?

“No”.

La delgada sombra que se cernía sobre ellos, así como esa tenue respiración que sentía junto a su cuello y el fino roce de un par de hebras de cabello sobre su oreja derecha, develaban la presencia de justamente la persona que menos quería que apareciera mientras él hablaba de Rebecca. Sin embargo, su cuerpo no evitó reaccionar como siempre lo haría al detectar la presencia del guapo jovencito; sintió todo su vello erizarse, desde las piernas hasta la nuca, y una fuerte sensación de calor estalló desde su entrepierna, recorriéndole arriba y abajo, para acabar en un sutil cosquilleo en la punta de sus dedos.

Jude era el único ser que le provocaba tales efectos físicos tan intensos.

No había necesidad de mencionar los emocionales.

“Ufff”.

— ¡Ah, Jude! N-no… es que-e… —“Habla bien, imbécil”.

—Su padre le dijo en la mañana que iba a llegar especialmente tarde a casa hoy, y le pidió que le avisara a su madre, pero el tonto de aquí lo olvidó —Bill era bastante bueno en las mentiras improvisadas.

—Eso es malo —el chico se sentó junto a Jude, y recargó su mentón en su mano — ¿Pero por qué vas a enviarle el mensaje ahora? Podrías decirle más tarde.

—Ah, b-bueno, es…

—Probablemente lo termine olvidando después, así que era mejor que lo enviase de una vez, ¿no crees? —Bill le sonrió a ambos chicos. Jude devolvió el gesto, pero Johnny estaba más ocupado ocultando la pantalla del aparato con la mano.

—Tal vez tienes razón —Black rio sin ánimos de burlarse, y le dirigió una afectuosa mirada al alto joven —Johnny a veces es un poco distraído.

—Ustedes sólo me hacen sentir mal —contestó el muchacho con fingido tono de indignación, al tiempo que se apartaba ligeramente de Jude, para poder escribir el mensaje lo más pronto posible.

Lamento no haberte hablado ayer, Rebecca, pero estuve algo ocupado todo el día (aunque suene raro jajaja). ¿Te parece sí te envío otro mensaje cuando salga de la escuela? Hasta luego, cuídate” rezaba el texto en la brillante pantalla azulina. Presionó ‘Enviar’ y experimentó un poco de alivio.

— ¿Listo? —preguntó Bill, en cuyos ojos se leía implícitamente a que se refería en realidad. Johnny apenas y asintió con la cabeza. Jude sonrió frente a los dos chicos.

El mensaje de respuesta llegó en menos de un minuto.

Está bien, tranquilo. Espero que todo vaya bien contigo. Igual, espero el mensaje. Besos <3” su corazón se estrujó un poco, pero se evitó sonreír para no levantar cualquier tipo de sospecha por parte de Jude. En lo que le concernía al muchacho, su madre solo estaba confirmando el dicho aviso de su padre.

—Por cierto, Jude… —Black giró la cabeza, en busca del rostro de Bill — ¿De qué quería hablar Daniel contigo?

Jude, al igual que Bill y Daniel, no era demasiado expresivo, por no decir que sus perfiles siempre carecían de una emoción palpable, si no era en situaciones específicas. Y siendo eso, ni sus ojos ni su boca demostraron mucho;

—Nada importante en particular —jugueteaba descuidadamente con un trozo de papel blanco entre los dedos, convirtiéndolo en una pequeña pelota y estirándolo de nuevo —Realmente no era nada, tonterías suyas de siempre, ya sabes.

—Pues ni siquiera me sorprende, Daniel es mucho de llamarte para hablar de cosas de las que nunca me cuentas, así que… —Bill se miró las uñas, sin darle mayor importancia a la situación alrededor de él.

Johnny intercalaba la vista entre sus dos amigos, al tanto de todo lo que decían; aun había cosas que debía averiguar sobre Jude y Bill.

—Ya conoces a Daniel, Bill, no hay mucho dentro de su cabeza. La mayoría de los asuntos que trata conmigo son cosas de ir a ver a otros tipos en otro montón de escuelas que no conozco, o de ayudarlo en sus molestas relaciones sociales, mierda como esa. No hay mucha relevancia en ello.

Johnny se echó sobre la mesa, y se predispuso a contemplar a los dos jóvenes desde su posición inferior a ellos. El cabello de Jude lucia muy despeinado y la cara de Bill se notaba sucia.

—Hablas de él como si fuera un tonto —le acusó.

— ¿Y qué no lo es? —Bill volvió a abrir la boca, con toda intención de objetar, pero Jude se le adelantó —Y bien sabes que sí, no te pongas a tratar de defenderlo ahora.

Bill decidió quedarse callado un rato, mientras Jude alejaba su visión de las dos personas en esa mesa, además de él. Johnny pensó que Jude se veía molesto, y un poco de la forma en la que comenzó a rascar los bordes de la mesa con sus largas uñas, solo reforzó esa creencia. Aun así, no sabía de qué debía decirle.

—Pues… algo debió decirte, para que luzcas tan enojado —y al parecer Bill también notó esa aura de enojo que le rodeaba.

—No estoy enojado… —Jude en serio trató de demostrarlo, pero parecía todo lo contrario —en absoluto.

—No estoy tan seguro —la forma en la el futbolista le hablaba tenia todos los tintes de ser un especie de interrogatorio, pero por muy listo que Donovan fuera, Jude quizá lo era más.

—Mejor deja de preguntar —Jude le miró con ojos afilados y Bill, aún no del todo seguro, prefirió cerrar la boca.

—Supongo que no es mi problema, entonces.

—Exacto.

Jude y Bill lucían muy tensos, y algo que a Johnny jamás le había gustado en particular, era esa clase de situaciones. No es que se le ocurriera una forma de relajar el ambiente, así que le resultaba más conveniente quedarse en silencio.

—No importa ya —Jude suspiró, en señal de tregua —No es nada notable.

—Lo que sea —Bill también se calmó y se tronó los nudillos escandalosamente —Si no vas a decir algo, mejor no pregunto.

—Hasta que lo entiendes —Jude se puso en pie, casi tropezándose con sus propios pies y se alejó un poco de la mesa —Voy a la biblioteca a adelantar una tarea.

—Pero no tenemos tarea… —susurró Johnny, aún acostado en el cemento.

—Sí, sí tenemos —el muchacho se sacó un trozo de pañuelo que tenía en el bolsillo del frente de su pantalón, e inclinándose al frente, la pasó sobre la boca de Bill sin mucha delicadeza —Y tú límpiate la comida de la cara, dios.

Jude se alejó de ellos a pasó rápido, como si quisiera huir de algo. Johnny tuvo el impulso de levantarse con él y perseguirle, pero creyó que se vería demasiado patético haciendo eso. Se quedó echado sobre la superficie de concreto, viendo a Bill frotarse las mejillas con el pañuelo.

—En serio parece molesto, pero es inútil tratar de preguntar por qué —expresó mientras se quitaba las manchas de la piel —Tiene que ser tan jodidamente cerrado y terco para todo, por un demonio.

Johnny no quería decírselo, pero Bill también se veía enojado. Sus facciones se habían vuelto amargas nuevamente, y la forma tan tosca en la que se fregaba la cara y arrugaba el papel entre sus dedos para arrojarlo lejos, lo descubrían. Si bien tenía razón, y tanto Bill como Jude (y Daniel aparte) no eran muy dados a dar muestras sinceras de sus sentimientos, el enojo o la molestia eran bastante más fácil de identificar en sus bellos rasgos.

Johnny tocó su propio rostro, pensando vagamente si él sería alguien expresivo, o si siempre se miraba serio, o asustado, o tonto… ni idea.

— ¿Quieres regresar al salón? —preguntó Bill, cuando Johnny no le estaba poniendo atención. Entonces el muchacho se incorporó nuevamente.

—Si tú quieres, no tengo problema con estar afuera o adentro —aunque lo decía con sinceridad, era más que nada porque en esos momentos de disgusto de su amigo, no quería contradecirle y terminarle de enfadar.

—Vamos entonces —Donovan se encaminó de vuelta al edificio, con las envolturas de su comida en las manos para tirarlas a algún bote de basura cercano.

Con cierta pereza, Johnny se arrastró sobre la mesa y se enderezó en brusco movimiento, sólo para seguir las fuertes piernas de Bill, que se movían en ese peculiar andar de pasos cortos y rápidos. ¿Así caminan todos los futbolistas, acaso? Se preguntó para sus adentros. Johnny pensó en lo mucho que le gustaría verle jugar en algún partido o eso.

La siguiente clase, que era matemáticas, no tardó mucho para comenzar. Johnny y Bill se la habían arreglado para cambiarle el lugar a una chica y quedar juntos, pegados a la ventana. Jude terminó llegando tres minutos tarde a clase, lo cual el profesor dejó pasar y le permitió entrar a sentarse. Johnny no cayó en cuenta de la pequeña miradita extraña que había mandado a una chica en los lugares de en medio, de lentes y cabello corto hasta el mentón, quien se sonrojó incontrolablemente cuando los ojos purpuras de Black se posaron sobre su pequeña figura, seguido de una de esas enigmáticas sonrisas que parecían no tener un significado entendible por ningún lado. La bonita joven trató de devolver el amable gesto, pero su timidez extrema, que podía rivalizar con la de White, se lo impedía. Al final terminó apartando el rostro violentamente, a la par que Jude soltaba una carcajada ahogada.

Johnny, como siempre, no puso demasiada atención a la clase ni a nada a su alrededor en general. Se perdía entre sus propias cavilaciones, mientras sus ojos recorrían de arriba abajo la maravillosa figura de Jude Black, sentado al frente, levantando una y otra vez la mano para responder. Bill también elevaba la mano, y también la pequeña muchacha, aunque en menor medida ante toda la vergüenza que sentía.

Johnny sólo hacia burdas anotaciones en su cuaderno, con letra sucia y rápida, reflejando la poca importancia que le daba a todo eso. Probablemente no volvería a ver esas hojas escritas nunca hasta que en serio le necesitase.

A su mente volvía la imagen de Jude, y un incómodo sentimiento de inconformidad. No la misma inconformidad de siempre, de no poder hacer nada para llevar más lejos su relación (a lo que ya se había acostumbrado), sino era porque ese justo día, había algo muy diferente a lo habitual en su pequeña amistad. Jude se sentó lejos de él, no volteaba a verle, no le sonreía y no decía nada.

Y él mismo tampoco se animaba a tratar de decirle algo. Por más que se veía a si mismo caminando hacia él, sentándose a su lado y comenzando una tonta conversación acerca de por qué la película de Watchmen en realidad era bastante buena o por qué Alan Moore era su guionista de comics favorito, pero sencillamente no podía. Se sentía como todos esos días que le vio andar a la escuela, antes de ser amigos, cuando su timidez le congelaba las piernas y las palabras, y el siquiera acercarse para pronunciar un “Hola, ¿cómo estás?” sin acabar con una hemorragia, le parecía imposible.

Odiaba sentirse en aquellos momentos, y odiaba tener que pasar por ello otra vez. Pero seriamente se sentía demasiado abrumado y su cabeza se había puesto en blanco de nuevo. Permaneció en silencio otro rato, hasta que la siguiente clase acabo, y la posterior a esa.

Bill no le preguntó nada, demasiado ocupado haciendo los ejercicios, resúmenes o cualquier cosa que les hubieran dicho que tenían que hacer ese día. Jude estaba igual, así que terminó aburriéndose mientras las horas pasaban.

Para cuando se dio cuenta, el último maestro borró el pizarrón, tomó sus cosas y salió del salón con expresión solemne. Enseguida la puerta azotó el marco, todo el grupo se apresuró a guardar cuadernos, libros y plumas y salir rápidamente. Jude no era la excepción, ya con el bolso sobre la mesita y la correa sobre el hombro.

Aún se estaba debatiendo si ir a pedirle que se fueran juntos a su casa como siempre o irse con Bill, cuando el propio futbolista saboteó sus posibilidades de no tener que optar por la primera opción.

—Oye, Johnny —llamó al distraído muchacho — ¿Te irás con Jude?

—Supongo… —respondió, algo confundido — ¿Por qué? ¿No puedes llevarme?

—Ah, yo… —su mirada se desvió a la figura de Daniel, aun de pie junto a la puerta, conversando con un tipo cualquiera —Tengo algunas cosas que hacer, así que creo por ahora no podré llevarte hasta dónde vives, ¿no tienes problema con ello, verdad?

—No, tranquilo —Johnny se dijo que Bill realmente no tenía por qué darle razones, bien podría haberle dicho “Porque no quiero llevarte” y lo habría entendido. Al final, mejor no dijo nada —Iré a decirle a Jude, hasta mañana.

—Claro, cuídate —Daniel había desaparecido de la puerta de una vez y Bill se apuró a andar lejos de la fila donde había estado sentando.

Johnny le miró irse y suspiró. Quedaban unas cinco personas en el grupo, entre ellos Jude y otro par de alumnos. Black parecía estar revisando unos cuantos apuntes de su cuaderno, antes de guardarlo entre las demás libretas en su mochila. Johnny caminó hacia él con paso dudoso.

—Oye… —Jude levantó la cara justo a donde estaba Johnny — ¿Nos vamos a casa de una vez?

—Por supuesto —respondió, esbozando una extraña sonrisa que parecía ser bastante forzada. Eso no ayudó en nada en aliviar la rigidez de toda su persona.

Ambos jóvenes caminaron juntos por el pasillo abarrotado de estudiantes, hasta salir entre otra bola más de frenéticos adolescente. Había muchas voces parloteando a su alrededor, pero ni Jude ni Johnny decían nada.

Jude ni siquiera regresaba a verle, sus ojos se enfocaban en el camino y a veces se distraía con algún gato que divisaban en el camino o algún auto bonito que pasaba en la carretera. Johnny tenía las manos metidas en los bolsillos y apretaba los dientes.

Se quebraba la cabeza pensando en una sola buena pregunta para romper el hielo, pero no se le ocurría nada bueno.

“¿Qué hiciste todo el día de ayer? ¿Por qué llegaste tan tarde a casa? ¿Dónde estabas?”

“No, no, no”

No quería parecer un maldito acosador (aunque sí lo fuera en parte). Pero esas tres preguntas zumbaban en su cabeza desde la mañana, pese a que no se atreviera a preguntarle nada en absoluto. Jude no le preguntaba donde había estado él, ¿por qué él sí tendría que cuestionarle cosas así? Era vergonzoso estar así de preocupado por cosas que básicamente no le incumbían.

Se metió el pulgar a la boca, mordisqueándose la uña mientras seguía pensando en algo que decir antes de que llegaran a la casa de Jude. Nada aún.

Supo que su tiempo estaba agotado cuando reconoció la bonita casa vieja, a unas cuantas casas más de la suya. También cuando escuchó el tintineo de las llaves de Jude, cuando él las sacó de un bolsillo en su mochila y encontró la correcta para abrir la puerta.

—Bueno, nos vemos mañana —pronunció Jude, sonriéndole otra vez.

Johnny sólo asintió con la cabeza.

—Hasta luego.

Jude no dejó de sonreír hasta que se dio la vuelta, y Johnny encontró encantador el sonido de sus suelas aplastando la grava de la banqueta, hasta llegar a los pequeños escalones de su casa. Le vio abrir la cerradura, entrar y golpear con algo de brusquedad la puerta de madera pulida contra el maltratado marco. Se mantuvo de pie ahí, un minuto más. Giró sobre sus talones y se echó a andar, de vuelta a su propio hogar.

No pensaba en otra cosa además de que se supone que diría el día siguiente, cuando le volviera a ver.

Y en enviar un mensaje a Rebecca.

“A ella sí podré decirle algo interesante, creo”.

Johnny llegó a la puerta de su casa y jamás notó a Derek caminando del otro lado de la calle, a la casa de Jude.

 

 

 

 

 

Notas finales:

Supongo que no les tendría que decirselo siempre, pero ya saben nenes, si ven algun error de edición, continuidad, gramatical o cualquier cosita que ustedes vean fuera de lugar, avisenme y trataré de corregirle de inmediato usu 

El siguiente capítulo espero que esté listo pronto, igual ya tengo todo en la cabeza y cuestión de empezar a escribir uwu 

Dejen sus reviews, morritos, con gusto los estaré leyendo y veré si puedo contestar algunos o todos de una buena vez xd c: 

¡Gracias por leer! :D


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