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The Nerd's Trouble por Killer Cobain

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Notas del capitulo:

Muuuuuuy bien. 

Aquí estoy de nuevo, para que vean que ya no me tardo tanto como antes xd 

Pero bueno, acabo de terminar el capítulo y es mejor que lo publique de una vez antes de que lo olvide uwu xd 

Recuerdo cuando quería escribir capítulos nás concisos y todo eso, pero eso nunca me funcionó. Ahora parece que todo lo que escribo debe tener más de 9000 palabras o no sirve xd 

Pero como sea, espero que les guste c; 

Pasen y lean~

Bajaba la pantalla, la volvía a subir y los ojos leían los nombres de contactos con velocidad. Eran pocos, así que no le tomó mucho tiempo.

Pese a todo el frío que hacía esa noche, aunado al hecho de que en su casa nunca habían tenido calefacción (y probablemente jamás tendrían, por muchas veces que pudiesen cambiarse de lugar una y otra vez), prefería quedarse sentado en la vieja cama individual, con el cobertor hasta el regazo y sin camiseta alguna sobre él. Estaba echado ahí, con la espalda apoyada en la helada pared tras de sí, y la mirada vacua clavada en la brillante pantalla luminosa. Al final la mano que sostenía el teléfono se dejó caer al colchón.

Casi podía hacerse pasar por un hombre catatónico, pero lo único que estaba haciendo en una posición tan tranquila, era pensar.

Pensar en un montón de cosas, una, dos, tres veces, hasta que sentía la frente caliente y le dolía la cabeza. Se llevó una mano a la boca y comenzó a mordisquear la uña de su largo pulgar, sin despegar los ojos ni un solo segundo de la pared al frente.

Su otra mano soltó el teléfono celular, viajó a su no tan escuálido pecho, y con las yemas de los dedos comenzó a frotar suavemente el relieve derecho de su relativamente reciente cicatriz. Ya no le dolía ni un poco, pero esas feas marcas blanquecinas se veían demasiado anti estéticas. Pero a decir verdad, tampoco le importaba mucho, siempre traía una camisa encima. Y si llegaba a dormir con una chica que le preguntase por ella, podría inventar una historia bastante interesante (aún más interesante que el mismo hecho de haber peleado con un par de tipos en un callejón). 

Y entonces, mientras permanecía perdido en sus propios pensamientos, la puerta de su habitación se abrió rápidamente. Tuvo los suficientes reflejos para deslizarse por completo hasta el colchón, cubrirse con la cobija y ocultar su pecho desnudo, y por consecuencia, su sospechosa cicatriz.

—Hey, Johnny… —su madre le llamaba, parada en medio del marco de madera, y dejando entrar toda una franja de luz al cuarto oscuro —La cena ya está lista, tú padre llegará en un rato ¿no bajas a cenar?

Elevó la mirada sobre las sabanas tibias y miró al rostro de su progenitora, que le veía con cierta expresión preocupada.

—En realidad no tengo demasiada hambre, creo que estoy bien —mentía, se moría por bajar a comer algo. Podía oler las albóndigas con salsa desde allá arriba. Pero ciertamente tampoco se sentía en el ánimo correcto para caminar (arrastrarse) escaleras abajo, sentarse en la mesa y aguantar los gestos serios de su padre mientras escuchaba a su madre tratar de iniciar una “agradable” conversación de familia, a la cual sólo él terminaría respondiendo con monosílabos. Estaba más ocupado deprimiéndose en su habitación a oscuras y medio desnudo.   

— ¿Seguro? ¿Comiste algo en la tarde?

—Un sándwich de pavo y un vaso de chocolate —más mentiras.

Su madre se quedó de pie ahí, así como Johnny ocultaba la vista bajó su cobertor y miraba silenciosamente las manchas pequeñas de la pared junto a su cama. No quería verla al rostro. Se cruzó de brazos, esperando a otra respuesta, o pensando en una nueva pregunta.

— ¿Estás bien, Johnny? —La preguntaba que realmente no quería tener que contestar.

—Claro, ¿por qué lo dices? —se giró un poco, con cuidado de no descubrirse el torso.

—No lo sé, este último mes te veo un poco diferente, quizá un poco más nervioso o intranquilo —se acercó lentamente a la cama de su hijo —No estoy del todo segura, pero algo ocurre contigo.

Johnny sabía que su madre no iba a irse de ahí sin tener una respuesta medianamente creíble, y él no era lo suficientemente buen mentiroso para inventarse toda una buena excusa para su extraño comportamiento de esas semanas. Lo mejor era irse por lo fácil y evitarse una visita al psicólogo:

—Es la escuela, Catherine —su voz siempre parecía quebrarse un poco al comenzar a contar una mentira, pero era algo que su madre difícilmente notaría, siendo que era raro que Johnny mintiera —Faltan apenas unas dos semanas para el final del semestre y tengo muchos exámenes que hacer. No quiero tener que quedarme mi mes y medio de vacaciones recursando una materia, ¿sabes? Eso es todo, ya se me pasará cuando terminen las clases.

Se quedó callada un minuto, mientras reflexionaba las palabras de Johnny y este buscaba mirar a cualquier otro lado menos la cara de su madre.

—Entiendo entonces —retrocedió poco a poco hasta regresar a la puerta —Si pasa algo, o cualquier cosa, puedes hablar conmigo, ¿sí?

—Por supuesto, mamá —sólo estaba esperando a que saliera de una buena vez.

—Te dejaré algunas albóndigas en un recipiente en la nevera, si te da hambre las puedes calentar… —parecía que finalmente se iría —Ah, Johnny, por cierto…

— ¿Ajá?

—Tu amigo ese, Bill, el que viene por ti de vez en cuando… —ya estaba fuera de la habitación con la puerta a medio cerrar —Es bastante guapo para su edad ¿no lo crees? Deberías invitarlo a cenar aquí o a mirar una película, les prepararía algo de comer —ella sonrió con una mueca extraña que puso nervioso a Johnny.

—Yo le digo, tranquila —no se imaginaba lo terriblemente vergonzoso que sería pedirle a alguien como Bill que si quería pasar una noche en su casa, con su madre sobre ellos.

Ella salió del cuarto y todo el lugar volvió a envolverse en silencio y obscuridad casi total. Un par de rayos de luz de luna se colaban por la ventana y el único sonido que podía escuchar era el de su propia respiración, así como sus pies y manos rozando las sabanas de la cama, y los propios resortes de ésta al rechinar.

Oculto en su cobertor, regresó a pensar en todos sus asuntos personales, que aunque ni siquiera eran tan graves, parecían volverse peores mientras más se llenaba la cabeza con ellos. Visualizó a Jude, a Bill y a Rebecca, todos juntos en una habitación oscura, con él mismo sentando frente a ellos en un piso frio y húmedo. Preferiría que esos tres le mataran a patadas antes de tener que confrontarlos.

Especialmente a Jude.

Se cuestionaba una y otra vez si todavía le gustaba como cuando le vio por primera vez, pero su subconsciente se apresuraba a responder con un ansioso “¡Sí!”, aun cuando ya lo conocía un poco mejor de lo que esperaba llegar a hacer. Black no era una mala persona en absoluto, pero le inquietaba todo ese comportamiento extraño, jodidamente misterioso. ¿Es qué no podía dar una respuesta concreta para todo?

Pero a Jude le gustaba dar rodeos y guardarse las respuestas e historias para sí mismo, y Johnny se esforzaba lo más que podía por respetar todo eso. Después de todo, él no era un entrometido y no le gustaría terminar causándole un disgusto a su amado. Incluso aunque le diera ganas de tirarse del cabello hasta arrancarse el cuero cabelludo.

Y ponerse a pensar en que tarde o temprano tendría que confesarle sus patéticos sentimientos no le ayudaba en nada a disolver toda esa tensión. Sólo tenía de dos: sufrir una horrible humillación frente a Jude o acabar con la cara deshecha a puñetazos y brazo roto, además del despreció de Bill.

Él no quería que Jude dejara de ser su amigo por su estúpido enamoramiento, pero tampoco quería que Bill le odiara por ser un marica. Nunca en su corta vida había visto sus opciones tan limitadas. Podría soltarse a llorar en cualquier momento.

Al menos sabía que a Jude no le enfadaba como creería todo ese asunto con Rebecca, desde que no había mostrado mayor reacción a todo ese asunto de su besuqueo inesperado. Podría seguir saliendo con ella de vez en vez, sin tener que cargar con la culpa por cualquiera que fueran las viejas rencillas de esos dos.

Se dijo que quizá en un extraño caso en el que tanto Bill como Jude no quisiesen volver a relacionarse con él, al menos aún tendría a Rebecca. Entonces tal vez podría besarla siempre que quisiera. O siempre que ella quisiera.

Se sacudió ese pensamiento extraño y tentó cuidadosamente con la mano el colchón, en busca del teléfono celular que se había perdido cuando tiró de su cobija para cubrirse. Al menos no había caído al suelo.

La luz blanca le cegó durante un segundo, antes de pasar su dedo sobre la superficie de vidrio y buscar la parte de la pantalla que le decía la fecha y hora. Domingo 30 de Noviembre, a las 8:35 p.m. Su padre llegaría a la casa a las 9, unos minutos antes o después.

Se las había arreglado para ignorar a Jude durante dos días enteros, algo que rara vez hacía desde el inicio de su complicada y corta relación. Se dijo que no debía sentirse culpable, puesto que Jude tampoco había hecho ningún intento por saber que sucedía con él. Ni un solo mensaje suyo desde el viernes pasado en la tarde, después de la escuela y la última vez que lo vio en ese frio fin de semana. Dos días de no hablar con él no iba a matarle, se volvió a decir. Ya había aguantado casi un año de no hablarle, dos jodidos días no serían nada.

Pero también se decía que no soportaría no volverle a hablar.

Se sentía bastante idiota, poniéndose así de paranoico por nada tan pronto, pero Johnny siempre había tenido la tendencia de preocuparse por cosas sin importancia. No sabía cómo más reaccionar. Siguió mirando a la pantalla de su celular, pasando entre la galería, el buscador, la agenda y el registro de llamadas.

Rebecca” rezaba en esas letras tan pequeñas, acompañadas de la pequeña figura de un corazón rojo. El nombre resaltaba tanto en la pantalla como en su cabeza al momento de leerlo.  dentro de sí igual, se lo decía ese pequeño vuelco en el corazón que sentía cuando pensaba en ella en cualquier situación.

Aún se preguntaba cómo alguien tan genial y bonita como ella podría sentirse mínimamente interesada en un tarado sin futuro de la talla de Johnny White.

“Las mujeres están locas” pensó.

Cayó en cuenta de que a ella tampoco la había llamado o enviado un mensaje de vuelta en esos dos días, desde que le envió un sencillo mensaje el viernes durante clases. A Rebecca sí podría hablarle con mayor facilidad para pedir disculpas por su desconsideración, había algo en ella que le relajaba mucho más en su presencia, incluso su sola voz resultaba más suave. Quizá era porque era mucho mayor, y eso la hacía más madura o cosas así.

Estuvo unos dos minutos mirando a la pantalla, debatiéndose entre marcarle, enviar un mensaje o algo por el estilo. Quería ir a verla aunque fuera un rato y que ella notara que en verdad le agradaba, que no iba a desaparecer de repente después de que se besaron.

Entonces se sentó, colocando los pies en el piso y apoyándose con las manos al borde de la cama. Sólo tendría que ponerse una camiseta, una chaqueta o suéter, y salir huyendo de ahí en el auto sólo para verla un rato.

No pasó ni un minuto cuando el joven de gafas horribles finalmente aprobó su propia decisión, y con llaves en manos, bajó las escaleras rápidamente y casi corrió hasta la entrada de la casa.

— ¿Johnny? ¿A dónde vas? —su madre, sentada en la sala, enseguida le llamó con alarma.

—A la biblioteca, necesito un par de libros para mañana —contestó el muchacho, que se había quedado congelado con la mano en el picaporte.

— ¿No llevas mochila?

—Así estoy bien, sólo son dos libros —movió el brazo, ansioso, y clavó la mirada en los ojos de la mujer — ¿Puedo irme?

Ella se quedó pensativa un segundo y contestó de vuelta.

—Está bien, pero trata de no tardar, ya sabes que a tu papá no le gusta demasiado que estés fuera cuando él ya está aquí.

—Sí mamá, ya vengo —respondió atropelladamente y salió casi corriendo, cerrando la puerta de golpe y atravesando velozmente el patio hasta la cochera, donde aguardaba su humilde auto.

Se apresuró a arrancarlo y salir conduciendo del vecindario, antes de que pudiera divisar el auto de su padre y toda la valentía improvisada que sentía en el momento se desvaneciera. Pronto se halló en medio de la carretera, frente a un semáforo en rojo y con otro montón de vehículos junto al suyo. Apretaba con fuerza el volante entre sus manos heladas y rojas por el frio del ambiente, mientras pensaba en una buena razón de porque se aparecería en la casa de Rebecca a esas horas y sin avisar.

Sólo deseaba que no estuviese acompañada en su casa. O que por lo menos estuviera ahí.

El resto del viaje a su calle no fue demasiado largo y sólo se limitaba a echar miradillas rápidas en todas direcciones, tarareando alguna canción y revisando la hora en su teléfono en cada alto y semáforo.

Cuando divisó un par de locales conocidos, entendió que ya estaba bastante cerca de su hogar. Se sintió aún más emocionado, ansioso, o cualquiera que fuera la emoción que estaba experimentando y que él no podía identificar del todo. Sólo sabía que tenía muchas ganas de ver su cara y oler ese bonito perfume que desprendía su cuello.

Si hubiese sido alguna otra situación de algunos meses atrás, se habría rehusado a entrar o siquiera acercarse a un barrio tan extraño y de poca confianza como ese, pero sencillamente decidió ignorar todo eso. Pero se seguía preguntando porque alguien como Rebecca vivía ahí. 

Atravesó el tramo ensombrecido, debido a un poste de luz fundido y divisó rápidamente la gran casa de la chica. Aparcó el auto frente a la cera, se apeó y terminó de pie frente al cerco, con las llaves en la mano. Su largo dedo índice buscó el timbre junto a la puerta de tubos de metal y apretó el botón con gentileza. Metió las manos a los bolsillos y esperó.

Suponía que alguien debía estar ahí, alcanzaba a notar una luz encendida en la planta inferior, aunque no se apreciaba sonido alguno más que el de las chicharras.

No pasó mucho hasta que la grande puerta principal de la casa se abrió con un leve chirrido y dio lugar a lo único que quería ver esa noche: Rebecca.

Aunque no como solía verla, pero ahí estaba. Con unas delgadas sandalias oscuras, un holgado pantalón de lana gris y una camiseta negra cualquiera. Llevaba el cabello sujeto con broche en un sencillo moño despeinado, y era obvio que no llevaba una sola gota de maquillaje en el rostro. Johnny no evitó pensar que era demasiado bonita con o sin él.  

— ¡Johnny! —su voz no revelaba desagrado ni molestia, sólo estaba sorprendida. Enseguida esbozó una amplia sonrisa y caminó hasta la reja para hablarle — ¿Qué haces aquí?

—Sólo quería verte un rato —también sonrió, aunque la expresión en sus facciones no era tan alegre como la suya —Lamento no haberte llamado o enviado un mensaje desde el viernes, sólo es que estuve abrumado por un montón de cosas y no quise hablar con nadie. Espero que no te moleste eso, ni tampoco que haya venido sin avisar y…

—Hey, todo está bien —le interrumpió con gesto compresivo, sólo para evitar que el joven se deshiciera en explicaciones innecesarias —No estoy enojada ni eso… pero me alegra verte hoy —Johnny aguantó la respiración cuando ella abrió la puerta y su delicada mano sujetó su muñeca con suavidad —Pasa, rápido.

White se quedó callado mientras ella volvía a cerrar la puerta y tiraba de su muñeca de piel blanca por el pequeño camino de concreto hasta la entrada de su casa.

—Tal vez debería ir a cambiarme, no creo que se me vea muy bien la ropa para estar sola en casa —empezó a parlotear, con cierto tono apresurado mientras iba a la cocina a lavarse las manos olorosas a metal — ¿Quieres un refresco, una cerveza o jugo? Tengo té helado también.

—Está bien para mí. Luces muy bonita de cualquier forma —Johnny le miró a los ojos y la cara de Rebecca se puso inesperada roja —Me gustaría una cerveza.

La cara de Rebecca se puso inesperadamente roja ante el comentario de Johnny.

—Enseguida te la traigo, espera —la chica apartó la vista y sonrió sin decir otra cosa.

Johnny por su lado, no sabía si sentir envidia o estar maravillado ante la enorme casa en la que estaba en esos instantes. Era blanca por dentro, la sala era gigante, con tres sillones grandes, una larga mesa de vidrio en el medio, así como un gran mueble de madera lustrosa con la pantalla de plasma más grande que había visto en su vida, rodeada con un montón de botellas de licores caros en cada uno de los estantes del mueble. Del otro lado del lugar, estaba una bonita y pulcra cocina de granito y mármol, una pequeña mesa dentro de ella y una larga mesa con 10 sillas contigua a ésta. No satisfechos con eso, en la esquina de la sala había un pequeño bar con otro montón de licores, vinos y whiskeys finos. Y justo en medio de las dos zonas, las bonitas escaleras de barandal dorando en forma de espiral que subían al segundo piso. Había un par de puertas junto a esta, y Johnny dio por sentado que eran en el baño y cualquier otra habitación. 

Todo la estructura le recordó un tanto a su casa, pero mucho más bonita y sofisticada.

—Este lugar es increíble, no es como la pocilga donde vivo —admitió, aún asombrado, frotando la piel suave de los sofás. Golpeó el piso de losetas blancas y negras con la suela de sus botas. Rebecca río en voz baja y se acercó al muchacho, ofreciéndole la botella de alcohol ya destapada. Johnny apenas murmuró un tranquilo “Gracias” y ella se dejó caer junto a él en el sillón, también con una cerveza en la mano.

—Es una de las tres casas de mis padres —se soltó el cabello y arrojó el broche a uno de los otros sofás sin mucho cuidado —La otra está al otro lado de la ciudad, cerca del centro comercial Sunlight, y la otra está en Manhattan.

Johnny volteó a verle, aún más curioso.

—Tus viejos deben tener un montón de dinero, ¿a qué se dedican?

—Papá es cirujano cardiovascular, egresado de la universidad de Nueva York, mi mamá es neurocirujana, de la misma universidad. Mi madre es de Brooklyn, pero se mudó a Manhattan cuando eran muy joven, conoció a mi padre en la escuela, se casaron a los veinte años, terminaron sus carreras como a los veinticuatro años y trabajaron allá hasta los treinta —subió las piernas al sillón y recargó el cuello contra el respaldo de este, viendo a Johnny a la cara —Pero papá se aburrió de una ciudad tan agitada, así que prefirió venir aquí, el mismo lugar al que mis abuelos paternos se mudaron cuando él ya era un adulto. Compró una casa y me tuvieron a sus treinta y dos años.

—Eso sí es genial, mi papá es editor y mamá organiza bodas —volvió a mirar todo el lugar a su alrededor —Por algo no tenemos una casa tan bonita —Rebecca soltó una fuerte carcajada.

—Eso no es nada, creo. Casi todas las personas de mi familia son médicos, o abogados o ingenieros en alguna cosa. Mis papás se hicieron de buen dinero durante toda su adultez, contando aparte que de por sí mis abuelos paternos ya eran una pareja acomodada, así que se encargaron de enviar a sus tres hijos a escuelas privadas y asegurarse de que ellos les pagaran todo lo que invirtieron en su educación de vuelta. —Rebecca río un poco entre dientes —La familia de mi madre no estaban exactamente en la misma situación, pero tampoco se iban a morir de hambre, así que mandaron a su hija a esa escuela, esperando que a ella le fuera mucho mejor que a ellos. Supongo que así fue.

Johnny escuchaba toda su historia con mucha atención.

— ¿Es por eso que estudias medicina? ¿Por tus padres? —la expresión de la joven se relajó un poco y su sonrisa disminuyó ligeramente.

—Ah, claro —emitió una risilla extraña —Esos dos no dejarían que su única hija no estudiara una de las tres carreras más comunes entre todos sus parientes. Papá quería enviarme hasta Nueva York a estudiar en la misma universidad que ellos, como lo hizo mi tía Julie con mis dos primos hace unos cuatro años, pero preferí quedarme aquí. Cuando salí de la preparatoria estuve un año trabajando en varios sitios para poder pagar yo la escuela en el momento en el que yo quisiera entrar, pero al final mis padres me sacaron de mi trabajo, me metieron en esta casa y luego a la universidad.

Johnny notó como el tono de voz de la chica se había vuelto un tanto más melancólico y calmado, pero prefirió no ahondar en ello. Quizá a Rebecca no le gustaría hablar sobre todo eso.

—Eso es genial, ya no te falta demasiado para terminar la escuela ¿no? —tenía la botella entre las manos, y mientras que ella ya le había dado varios tragos, Johnny ni siquiera se la había acercado a la boca. Dio un traguito corto y saboreo el gusto amargo de la bebida en su garganta.

—Dos años es relativamente poco, o algo así —la chica volvió a sonreír, con cierta aura de preocupación a su alrededor —A mí me parecen muchos, incluso aunque ya lleve tres años en la carrera.

—Ojala la termines con éxito —musitó el muchacho, tratando de sonar amable.

—Yo también lo espero —volvió a reírse, bebiendo lentamente.

Los dos jóvenes se quedaron en silencio durante un rato, como si no supieran que decir a continuación, aunque no estuvieran particularmente incomodos. Johnny solamente se reservaba a beberse su cerveza y golpetear su rodilla huesuda, pensando en un montón de cosas.

Y como siempre parecía que lo iba a hacer estando con Rebecca, comenzó a pensar en Jude.

Tal vez podría preguntarle algo sobre él y averiguar lo suficiente acerca de su relación amistosa fallida, aunque le bastaba recordar las palabras de Bill acerca de su sentir el uno por el otro para saber que no era buena idea. Se odiaban mutuamente según el futbolista y no quería provocarle un disgusto para que lo terminara echando a patadas de casa.

Aunque no estaba seguro, ¿Rebecca de verdad odiaba a Jude como él creía que lo hacía? A Jude le molestaba mucho saber sobre ella y ya lo había comprobado una vez, aunque no podría estar seguro de eso.

Mientras pensaba en ese montón de cosas, giró el rostro hacia donde ella, mirándola fijamente. Suspiró profundamente y Rebecca notó los ojos sobre ella. La chica sonrió cariñosa, pese a que Johnny no mostraba mucha emoción en sus facciones.

— ¿Sucede algo? —preguntó la joven después de un minuto de extraño contacto visual.

—Nada, sólo eres muy guapa —respondió en voz muy baja. Muy probablemente Johnny estaba demasiado ensimismado con ella para darse cuenta de lo que estaba diciendo.

Pero Rebecca, acostumbrada durante años a los halagos de propios y extraños, no evitó volver a sonrojarse sutilmente como pocas veces lo había hecho en tanto tiempo.

Johnny finalmente reaccionó un poco y apartó la cara para elevar la mirada hacia la enorme televisión frente a ellos dos. Ya debían ser las 9 de la noche o incluso pasadas, aunque él no sentía que había pasado mucho tiempo. Debería regresar a su casa pronto, para no meterse en ningún problema con el gruñón de su padre.

—Le dije a mi mamá que fui a la biblioteca y que volvería pronto —se bebió el último trago en la botella de una sentada —Me alegra haberte visto hoy aunque sea un poco, pero tengo que irme y ver donde consigo unos libros para la escuela, je.

El chico se puso de pie y dejó la botella vacía en la mesa transparente, se fregó las manos en su pantalón de mezclilla y se predispuso a irse lo más pronto posible, aun por muy grosera que su despedida repentina hubiera sonado.

— ¿Sabes? —alcanzó a llamarle antes de Johnny saliera de la casa —Tengo un montón de libros viejos de la preparatoria allá arriba, quizá pueda darte un par y evitarte algún problemilla.

Ella se inclinaba sobre el sofá, sonriendo de mejilla a mejilla ante Johnny. White revisó la hora en su teléfono, se rascó el cuero cabelludo y resopló.

—Me ayudarías mucho, en realidad.

No necesitó más para ponerse de pie en un salto y nuevamente tomar al adolescente frente a ella por la muñeca para incitarlo a subir juntos las escaleras. Johnny naturalmente se dejó hacer y disfruto silenciosamente la sensación tibia y tersa de la piel de su mano.

Subieron para encontrarse con un gran segundo piso, con cuatro diferentes puertas alrededor de ellos. Rebecca le soltó la mano y se adelantó a la última puerta para abrirla rápidamente y darle paso a Johnny.  

—Es mejor que te quites los zapatos o la alfombra se ensuciara —murmuró, dejando sus sandalias a un lado de la puerta —No sé a quién se le ocurrió poner una tonta alfombra blanca.

Johnny sonrió e igualmente se deshizo de sus botas viejas, arrojándolas al suelo con las sandalias.

Johnny admiró la gran habitación de color azul pastel y una suave alfombra de colores claros. Debía ser unas cinco veces más grande que su propio cuarto en forma de rectángulo, con una bonita cama matrimonial cubierta de sabanas de seda y un montón de muebles y escritorios de madera alrededor. Incluso había una gran pantalla de plasma en una mesa de madera en la esquina del lugar. Lo mejor era sin duda el gran closet de puertas corredizas, que abarcaba casi toda la pared frente a la puerta. Y fue a éste al donde ella se dirigió directamente.

—Tengo unas tres cajas por aquí llenas de libros y sobres con fotografías y cartas viejas, déjame te encuentro algo decente —le dijo, abriendo la puerta y tirando con fuerza una caja de cartón mediana, cubierta de polvo. Sacó otra del mismo tamaño y al final, una caja de zapatos que puso sobre la segunda caja.

Se sentó en el suelo acolchado, cruzando las piernas e invitó a Johnny a hacer lo mismo, quien sin protesta alguna, se agachó junto a ella para revisar el interior de todas esas cajas sucias.

—Puedes revisar la caja de zapatos, si quieres —masculló Rebecca, mientras se apuraba a abrir una de los cajas más grandes y comenzar a hurgar entre todos los libros roñosos dentro de ellas —Sólo está llena de cartas de tipos, unas cuantas pulseras y creo que unas pocas fotos, nada importante.

—Bueno —Johnny la atrajo a su regazo y levantó la tapa con un golpecito. Salió volando lejos de sus pies y apenas metió un par de dedos para mover el montón de papeles dentro.

Encontró efectivamente un montón de cartas y notas pequeñas de hombres, algunas más extrañas y cursis que otras (aunque le recordaban a las cosas que él mismo solía escribirle a Jude), dos pulseras diferentes hechas con piezas de madera y cristalería falsa, un esmalte de uñas purpura y un par de dados transparentes. Cosas que la gente conservaba aunque no supieran por qué.

Y al final dos sobres con fotos. Uno de color rojo, estaba lleno con unas 15 fotografías de gente distinta, algunas tomadas en escuelas y otras de lugares. Unas cuantas lucían viejas y parecían haber sido tomadas por una de esas cámaras instantáneas, o eso creía. Johnny no era lo suficientemente viejo para saber mucho sobre cámaras, siendo que era raro que la gente las usaras en aquellos días. La mayoría tenía las fotos en sus teléfonos celulares y cosas así.

Entonces, al final de la fila de hojas de papel y sobres en la caja, encontró un cuadrado, último sobre color azul. Sólo tenía dos fotografías adentro; una bastante extraña de lo que parecía ser una fiesta que comenzaba a terminar, con cuatro chicos amontonados en un sucio sillón de feo tapiz, y dos tipos más, dormidos (o probablemente desmayados) en el suelo de una casa mínimamente iluminada.

La imagen le provocó escalofríos sin razón aparente, pero decidió pasarlo por alto y examinó la otra foto.

Dos jóvenes. Una chica y un chico. No era una foto de cuerpo completo, apenas se podía distinguir la mitad de sus pechos y toda su cara. Detrás de ellos había una pared con tapiz de franjas verticales en rosa y verde claro, y tampoco parecía que el cuarto donde se encontraban estuviese realmente alumbrado, como si el flash de la cámara hubiera sido toda la luz ahí al momento de fotografiar a la pareja.   

La joven tenía el cabello corto hasta cubrirle las orejas, teñido de un intenso color rosado y una diminuta calcomanía en forma de corazón negro pegada sobre su mejilla, al final de su ojo izquierdo. Sonreía increíblemente alegre, con los parpados cerrados y la mano elevada, formando una V con los dedos en señal amistosa. Llevaba puesta una camiseta sin cuello ni mangas, color negro, en cuyo pecho se podía leer “NO BAD DAYS” en letras grandes blancas.

Entonces, estaba el tipo.

Debía ser unos cinco u ocho centímetros más alto que la mujer junto a él, pero su rostro era igual de delicado que el de ella y sus hombros tan escuálidos como los de la chica, aún con la cabeza de cabellera rosada de la joven apoyada en uno de ellos.

Cabello corto negro y despeinado como si acabara de levantarse de la cama. Una camiseta de franela a cuadros rojos y negros, abierta de los dos últimos botones y por donde se podía apreciar la piel mallugada de su pecho, provocada tal vez por una patada o puñetazo. Labios rojos que sostenían un cigarrillo a medio consumir, ojos purpuras oscuros rodeados de ojeras y enmarcadas por finas cejas delgadas desordenadas. La mejilla derecha lucía un colorido moretón que se extendía desde el rabillo del ojo hasta la mitad del rostro, así como un largo rasguño rojizo desde el labio inferior hasta perderse bajo la línea del mentón. Tenía una sencilla bandita color durazno justo en el tabique de la nariz, además de una pequeña mancha marrón de lo que parecía ser sangre seca, saliendo justo desde su fosa nasal derecha. El muchacho sujetaba una botella de whiskey contra al pecho, mientras la chica enredaba su brazo derecho con el del chico.

Toda la expresión en la cara de ese adolescente, la mínima media sonrisa en sus labios, así como esa curiosa sombra en sus ojos entrecerrados resultaba de lo más inquietante. Tenía toda la pinta de ser un drogadicto a quien le acababan de dar una buen golpiza.

Pero Johnny White reconocería ese rostro bonito en absolutamente cualquier lado, en cualquier situación. Y en serio no quería preguntar, quería ignorar la foto que tenía en las manos y fingir que no la había visto.

Pero no lo haría. No al menos en esa ocasión. 

—Rebecca —llamó con voz casi quebrada — ¿Quiénes son ellos?

Extendió su mano hacia ella, con la fotografía en la punta de los dedos. Rebecca volteó a verle, con un par de libros en las manos, dejó dos de ellos en el suelo y tomó la foto con cuidado.

—Oh —exclamó la pelirroja, pasando sus ojos verdosos sobre la colorida superficie de la foto —Bueno, la chica soy yo… —la punta de su dedo índice cayó sobre esa parte de la fotografía y se movió lentamente sobre ella a la par que seguía hablando —Y él es Jude Black.

Johnny realmente no habría necesitado preguntar para saberlo. El solo profundo latir de su corazón al divisar los intensos iris de purpuras se lo dijo. Y ahora que estaba en el momento adecuando, tal vez podría hacer las preguntas necesarias.

— ¿Jude Black? ¿El mismo de mi preparatoria? —suponía que Rebecca debía saber en qué preparatoria cursaba el muchacho.

—Sí, es él —contestó sin regresar a mirarle a la cara por estar hurgando entre los libros —Creo que ya encontré un par de libros de historia, te los puedes llevar si qui…

—Luce muy diferente —Johnny miraba a la foto una y otra vez, sorprendido por la imagen única que tenía frente a sus ojos. ¿Dónde estaba el Jude Black delicado, femenino y dulce del que estaba tan enamorado? Sólo podía a ver un chico delgado y raro, ligeramente espeluznante.

Aun así su rostro era impresionantemente atractivo, pensó.

—Supongo que sí, no lo he visto muchas veces en estos meses —Rebecca se recargó contra la puerta de madera detrás de ella y cruzó los brazos sobre su pecho abultado.

— ¿Tú y él eran muy amigos? —Johnny dejó la foto en el suelo y levantó la mirada hacia la cara blanca de su compañera.

Rebecca sonrió con expresión apenada y se frotó la mejilla manchada de polvo con el dorso de la mano.

—Salíamos juntos, o eso se podría decir.

Bien. Muy bien. Johnny se quedó sin aliento. Las orejas le zumbaron y sintió un puñetazo impactarle la carne blanda del estómago.

“Mierda”.

Antes de que sus largas piernas le obligaran a correr fuera de la habitación de Rebecca por la espantosa y abrumadora sensación de absoluta incomodidad que estaba experimentando en ese minuto exacto, hizo su mejor esfuerzo por suspirar y enfriar su cabeza.

Pero estaba ante algo enorme. Y una respuesta a un montón de cosas, según todo lo demás que sabía. ¿Rebecca y Jude se llevaban tan mal por qué habían estado juntos? A decir verdad era una opción muy factible siendo que nadie conocía del todo su relación real y porque había terminado de esa forma. Y aunque Johnny en primer lugar se planteó que podría ser una cuestión de envidia sobre la popularidad del cada uno (lo cual no parecía muy probable, Jude ni Rebecca aparentaban ser personas así), el hecho de que hubieran salido juntos le daba mucho sentido a todo eso.

Y al mismo tiempo empeoraba todo el sentir de Johnny. Porque ahora no sólo se estaba viendo con una persona que no era del agrado de Jude, sino con una persona que no era de su agrado porque era su ex pareja. ¿Eso ya se podía contar como alta traición? Muy seguramente sí.

Jude debió estar realmente rabioso cuando confesó que la había besado, ¿fue esa la razón de su comportamiento callado durante la última vez que le miró en la escuela? Ni siquiera se hacía a una idea de que habría pasado por la mente de Black cuando descubrió que tenía el teléfono de Rebecca, o cuando le dijo todo eso sobre lo que habían hecho juntos. Al menos no le había molestado lo suficiente como para no querer volver a hablarle.

— ¿Salieron juntos? ¿Cómo novios? —se acomodó justo frente a ella, mientras la chica se fregaba la nariz y pasaba el pulgar sobre su carnoso labio inferior.

—Bueno, él nunca me pidió que fuera su novia y yo nunca le dije que sí —estiró un poco las piernas y dejó caer sus dos manos sobre cada muñeca —Pero estábamos juntos y era implícito que clase de relación teníamos, aunque ni a él ni a mí nos agradaba la idea de tener que decírselo a alguien. Básicamente la mantuvimos en secreto durante los pocos meses que duró.

— ¿No fue larga? ¿Cuándo se conocieron? —desearía poder grabar sus respuestas para no olvidar ni un solo detalle.

—Nos conocimos creo que a mediados de septiembre, cuando Jude y todos sus amigos apenas llevaban un mes y medio en la preparatoria, pero yo ya lo conocía de vista. Había ido a su preparatoria durante las primeras semanas a ver a los tipos del último semestre y alcancé a mirarle de vez en vez —Rebecca sonrió mientras contaba la pequeña historia y su voz se suavizaba —Causaba ya bastante revuelo por su cara bonita, además de que se llevaba con el otro montón de idiotas que ya se hacían reputación en la escuela, así que a la gente le gustaba y todo eso.

— ¿Se conocieron en la preparatoria, alguien te lo presento o…?

—Oh, no, nada de eso —emitió una suave risilla —En realidad nos conocimos en una fiesta cualquiera de la universidad, Jude había ido con sus amigos y yo estaba por ahí, pero ciertamente no fue una situación del todo ventajosa. El pobre muchacho se había embriagado y había acabado tirado en el baño de la casa, así que tuve que arrastrarlo por todo el lugar hasta la sala, esperando que no hubiera muerto envenado o algo.

— ¿Jude solía beber y drogarse mucho?

—No, en realidad siempre fue todo lo contrario —Rebecca apartó los libros con los pies y extendió las piernas en la suave alfombra, hasta que sus dedos casi tocaron las perneras del pantalón de Johnny —Despreciaba mucho a los drogadictos, ni siquiera soportaba el aroma de la marihuana, así que siempre se apartaba cuando miraba a alguien inyectándose o aspirando alguna porquería, y tampoco fue un gran bebedor. No era muy común verle con una botella de algo más fuerte que una cerveza, aunque solía decirme que le gustaba más el whiskey, el licor o el vodka que otras cosas pero no acostumbraba tomar nada de eso en público, sólo en algún par de ocasiones. Era todavía más raro verle emborracharse en fiestas, incluso aunque conmigo si llegó a beber de más múltiples veces. No sé cómo sería con otras personas.

—También le gusta fumar, ¿no?

—Oh demonios que sí —Rebecca parecía sentir mucha gracia por eso —Cuando lo conocí yo ya llevaba un par de años fumando y trataba de no hacerlo demasiado, pero parecía que Jude llevaba toda una vida haciéndolo y solía tener un cigarro en la boca siempre que podía, hasta tomó la costumbre de fumar a escondidas en la escuela. Creo que entonces fumaba como media cajetilla diaria, sino es que más. Ese chico no dejaría el tabaco ni aunque le costara la vida… —ella se detuvo durante un segundo, a pensar en lo que había dicho y volvió a reírse, ligeramente apenada —Bueno, sabes a que me refiero.

—Claro —Johnny respondió a la risa de Rebecca — ¿Entonces no estuvieron juntos mucho tiempo?

—No sabría qué contestar con seguridad —la pelirroja resopló y se pasó las manos por el sedoso cabello —Fuimos buenos amigos durante un mes y medio, entonces comenzamos a salir a mitad de noviembre, y todo terminó a finales de febrero.

— ¿Por qué terminaron? —Johnny sabía que se arriesgaba a tener una respuesta que tal vez no desearía oír o a traerle recuerdos molestos a la pobre mujer, pero era mejor saberlo todo de una vez. Rebecca enseguida se mostró un tanto incomoda y triste, pero dispuesta a contestar como pudiera.

—Jude y yo nos teníamos mucho afecto, ¿sabes? Pero nuestra relación nunca fue del todo bien desde el principio hasta el final, y hubo un montón de situaciones realmente desagradables, y había también otro montón de cosas sobre mí que a Jude nunca le terminaron de gustar, cosas que ni siquiera a mí me gustaban —ella se frotaba los brazos mientras soltaba risillas sin sentir gracia —Al final creo que él estaba harto de todo eso y yo tampoco sabía qué hacer, así que su mejor opción fue decir adiós y alejarse.

—Lo lamento —musitó Johnny. Se sentía culpable por haberle preguntado todo aquello.

—Ya no importa, eso fue hace ya más de medio año. Fue lindo mientras duró, aunque me hubiera gustado que siguiera siendo mi amigo —Rebecca esbozó una sonrisa una sonrisa a medias —Me apena más la imagen que le haya quedado a él de mí, pero entonces ninguno de los estábamos en nuestros mejores tiempos.

White permaneció en silencio. Sentía que lo más prudente era callarse un rato y dejar que a Rebecca se le pasara cualquier sensación dolorosa.

Regresó a tomar la pequeña foto entre los dedos. Jude lucía extremadamente diferente, con ese cabello corto desgreñado sin tinte alguno, la cara tan llena de golpes e imperfecciones y esa mirada oscura y casi maliciosa. Incluso podía jurar que alcanzaba a notar una sombra de barba sobre todo su mentón, pero eran imaginaciones suyas. A Jude no le saldría ni un solo vello en la cara aunque pusieran su cara contra el suelo y lo frotaran hasta que la arena y las rocas le laceraran la piel.

—Realmente se ve muy distinto aquí… —murmuró sin caer mucho en cuenta de ello —Como si fuera otra persona.

—Es algo gracioso —respondió Rebecca, y Johnny levantó el rostro para mirarla hablando —Cuando entró a la preparatoria siempre andaba vestido con pantalones una o dos tallas más grandes y camisetas gigantes, parecía un jodido vagabundo, aunque ya entonces llegaba a usar pantalones de cuero ajustados o delineador para ojos. Pero sólo era porque quería parecerse a Iggy Pop. Lucía más como un heroinómano, aunque esa cara de niña no se la quitarían ni a golpes. 

Johnny río entre dientes y regresó a observar la foto.

— ¿Qué le pasó en la cara? Alguien debió golpearle un poco feo.

—Ni tanto —se apresuró a contestar —Más bien fue una chica a la que mandó al diablo esa misma noche y ella estaba tan enfurecida que comenzó a lanzar puñetazos y arañazos por todos lados, y como Jude no planeaba defenderse, dejó que se desquitara un rato antes de escapar y evitar que la tipa lo apuñalara con una pluma o algo.

Johnny la miró sorprendido, ¿en serio a alguien podían pasarle esas cosas?

“Pobre Jude”.

—De hecho le pasaba bastante seguido a Black —ella respondía como si hubiera podido leer sus pensamientos —Las chicas se ensañaban mucho con él, y él tampoco era muy amable con ellas. Inclusive alguien inició un rumor demasiado estúpido acerca de que Jude tenía esas marcas porque habría tratado de estrangular a una novia suya mientras se la follaba, y que ella trató de liberarse y no sé qué más tonterías. Mierda sin sentido.

White pensó en por qué rayos alguien habría comenzado a decir tal cosa, o qué clase de enfermo creían que era Jude como para hacer tal cosa.   

— ¿Su personalidad también era diferente entonces?

—Algo. Siempre fue muy callado y reservado, pero en las pocas veces que lo he visto desde todo nuestro asunto parece ser muy amable con todos, se ríe y eso. Antes era muchísimo más agresivo y serio, no era muy dado a sonreír demasiado y prefería quedarse sólo en las fiestas. Ahora le debe gustar estar rodeado de gente, no tengo idea —la chica palmeó sus pantalones, esperando encontrar la cajetilla de cigarros en un bolsillo.

 Johnny la miró unos segundos y regresó la vista sobre la foto, reflexionando todo lo que había escuchado sobre Jude. Le sorprendía lo mucho que una persona podía cambiar y lo muy diferente que era el Jude Black de ahora al de hace un año. Si de algo estaba seguro, es que le habría gustado conocerlo. ¿Le gustaría igual entonces como le gustaba ahora? Tal vez le daría miedo.

“Jeje”.

—Lamento tenerte hablando sobre todo esto —le dijo el muchacho, con una sonrisa apenada dibujándose sobre sus labios delgados —Llegué aquí desde Lancaster hace como un año y medio, pero estuve en otra preparatoria y entre a ésta apenas a mitad de marzo pasado, no me tocó conocer a Jude cuando se miraba así —señaló la foto que descansa en el suelo junto a su pie —Es un poco raro.

—Eso explica mucho, supongo —Rebecca suspiró y le veía con expresión comprensiva —Y no me molesta hablar sobre todo eso, es un cuento que todos conocen, pero lo mejor sería ir con Jude directamente y escuchar la historia de su propia boca. Después de todo, ¿tú le hablas, no?

Johnny se quedó frío durante un microsegundo y reaccionó con torpeza.

— ¿P-por qué lo dices?

—La segunda vez que nos encontramos, en el gimnasio de tu escuela, te acompañaba William Donovan, ¿cierto? Él está en el círculo de amigos de Jude, supuse que en ese caso ustedes tres serían amigos, o mínimo conocidos.

—Bueno, sí me llevo con ellos dos, no sé si lo llamaría amigos o eso, p-pero ya sabes… —Johnny se había puesto repentinamente nervioso, no sabía si a Rebecca le molestaría que fuera amigo de Jude.

—Entiendo, entiendo —no lucía disgustada en absoluto —Bill y Jude eran muy amigos también. O al menos siempre les veía juntos, parecían ser muy unidos aunque los dos estuvieran tan serios todo el tiempo.

— ¿En serio? —bueno, eso no le sorprendía demasiado.

—Oh sí. Era muy raro ver a uno de los dos en una fiesta sin que el otro estuviese cerca, se iban juntos y todo, más que nada porque Jude jamás aprendió a conducir —los dos rieron en voz muy baja —Y Bill siempre andaba tras de él, cuidándole la espalda. Pero algo debió pasar con ellos durante las vacaciones de invierno que dejaron de llevarse como antes. Es triste.

—Claro —murmuró el muchacho.

Rebecca estaba intrigada por aquello, pero Johnny no evitó sentirse especialmente triste. Él sabía que había ocurrido con ellos, porque Jude ya no quería ser amigo de Bill. Pensó en lo realmente doloroso que debió ser eso y sintió miedo de que a él le sucediera lo mismo. Sin ánimos de ofender a Bill, no quería acabar igual que él. Pero tampoco podía asegurar que Black reaccionaría de la misma forma con él como lo hizo con Bill. Por algo le había dicho que era el mejor amigo que tuvo en mucho tiempo, tal vez habría cabida  a la posibilidad de que Jude decidiera pasar por alto su confesión y decidir que aún podían ser amigos.

Sólo esperaba tener esa buena suerte y no ser botado para siempre.

—Pero bueno, a Jude no le gusta contar nada sobre su vida y eso, con suerte sé algo sobre su hermano, o su tío, o sus padres…

— ¿Cuál tío? ¿Te ha hablado sobre sus padres? ¿Qué te dijo?

El tonó desesperado con el que Johnny hizo todas sus preguntas la tomó por sorpresa, pero ella se quedó callada y le miró afligida.

—Escucha Johnny, hay cosas que es mejor no contar sin el permiso de la otra persona. Ya te lo dije, si quieres saber cualquier cosa sobre Jude es mejor preguntárselas a él.

— ¿Por lo menos podrías explicarme eso acerca de su tío? Él nunca ha mencionado a ningún tío.

Rebecca no se sentía muy en paz con toda esa conversación, o al menos en el punto al que habían llegado, pero Johnny no podía parar su curiosidad y su necesidad de saber todas esas cosas de las que Jude jamás le hablaría. Le imploraría a Rebecca si fuera necesario para que ella siguiera hablando.

Pero al final y después de un par de miradas entre ellos, contar algunas cosas más.

—Jude no ha vivido con sus padres desde hace años, se mudó junto a su hermano a la casa donde está actualmente, y ésta era propiedad de su tío. Ese tío falleció hace unos dos años, dos años después de la muerte de su hermano mayor y Jude se quedó sólo ahí. No sé más, nunca me dijo bien el nombre de su tío, ni en donde están sus padres, creo que viven en otra zona de la ciudad, o están separados, no lo sé —era obvio que a ella no le agradaba en absoluto tener que estar hablando sobre todo eso.

Johnny se había quedado callado, con los ojos clavados en los pies delicados de Shoreline, asintiendo mientras le escuchaba. Se había quedado en blanco.

—Vaya —salió del corto trance en el que había entrado e irguió la espalda, mirando a cualquier otro lado que no fuera a la joven de cabello rojo frente a él —Creo que debería irme ya.

—Tal vez —contestó ella.

Los dos muchachos se pusieron de pie, con Johnny ayudando a Rebecca a levantarse. Ella tomó un par de libros de los que había escogido previamente, junto a la vieja y foto, y acompañó a White hasta la salida de su habitación y a la de su casa.

Johnny trastabilló un poco mientras andaba escaleras abajo, mareado sin motivo alguno. Sólo podía pensar en Jude, en su cara de esos días y en su apariencia en los meses que él no estuvo cerca. Se había perdido tantas cosas todo ese tiempo, aunque ni siquiera hubiera estado en cuenta de todo lo que pasó entonces. Le gustaría poder volver el tiempo y conocer a ese Jude tan diferente.

Se sentía más extraño a cada paso que daba por la enorme casa de Rebecca, así como seguía mirando el reverso de su pequeña cabeza cubierta de brillante cabello rojizo. Pero el golpe frío del viento de invierno en su cara al salir al patio le despertó de su letargo violentamente. Al menos ya podría manejar de vuelta a casa sin estrellarse.

Rebecca tampoco se veía muy animada, el gesto feliz con el que había recibido a Johnny hacia menos de una hora había disminuido bastante. Incluso aunque ya tuviera su amada cajetilla de cigarros Pall Mall junto a un encendedor de tienda de autoservicio en la mano, después de tomarlo de la mesa de la cocina.

Una vez estaban fuera de la casa y Rebecca empezaba a abrir la ruidosa puerta de la reja, Johnny supo que tenía que decir una última cosa, una disculpa o algo así.

—Oye, Rebecca —la llamó por su nombre, acercándose hasta su auto. Ella se había quedado de pie justo frente a la puertecilla, con mueca seria —Lo siento por haberte hecho contar   todas esas cosas. Vine porque quería verte a ti, no hablar sobre cualquier otra persona. Y realmente me gustó poder estar contigo hoy.

Rebecca exhaló y relajó su delgado cuerpo tenso. Al final volvió a sonreír y se acercó lentamente hacia Johnny.

—Está bien, tranquilo. También me alegra que hayas venido a verme —levantó la mano con la que sujetaba el par de libros que había preparado para Johnny y la extendió frente a él —Lleva estos dos… —entonces extendió su otro brazo y le entregó la pequeña fotografía de Jude y ella —Y conserva esto también, si quieres. Es mi única foto con él, pero no la necesito ni debería conservarla, creo.

Johnny la aceptó dudoso, y aunque era una linda imagen, quizá lo mejor sería mantenerla alejada de ella. Solamente lo tomó con la punta de los dedos y la ocultó bajo la tapa de uno de los dos libros de historia universal que ella le había obsequiado.

—Está bien, me la llevaré.

—Gracias.

—A ti.

Ella estaba de pie a unos cuantos centímetros de la alta figura de Johnny, y él tenía que bajar la cabeza para poder verla al rostro. Se dijo que el clima debía estar demasiado helado como para dejarle pensar correctamente, pero en ese instante tenía muchos deseos de darle un abrazo. Incluso si era uno muy rápido, pero estaría contento con ello.

Y preguntar no le haría daño.

— ¿Puedo darte un abrazo?

No sabía qué clase de respuesta esperar, pero entonces ella sonrió y supo que no habría problema.

—Por supuesto.

Los delgados brazos de la chica se toparon con el ancho torso de Johnny, cubierto por la chaqueta con bolsillos, y se deslizaron sobre sus costados para atrapar su recta cadera entre ellos. Enterró el rostro en el cuello de White y este sujetó sus hombros con un brazo, mientras que el otro se encargó de rodear su diminuta cintura.

Era inexplicable la sensación de placer que sintió explotar dentro de su pecho y correrse al resto de su cuerpo cuando sus brazos sujetaron fuertemente a la joven y el calor que ella emanaba le cubrió todo el abdomen. Rebecca estaba deliciosamente tibia y olía demasiado bien, tanto que no resistió pegar su nariz a la coronilla de su cabeza y aspirar profundamente el aroma a champú de durazno que desprendía su cabellera.

Frotó suavemente su espalda bajó y se controló lo mejor que pudo para no bajar más la mano y apretar uno de sus glúteos. Nunca había notado lo realmente bonito y redondo que era su trasero, pero no quería arruinar el momento manoseándola o haciendo algo peor.

Rebecca por su lado, soltaba risilla encantadoras contra la piel fría de su cuello al sentir la respiración de Johnny sobre su cabeza, y su enorme mano tocando tímidamente su cuerpo. A White se le erizó el vello de la nuca cuando el aliento caliente de la chica rozó su cuello.

Johnny se debatió entre decir algo más, como un “Te quiero” o irse sin más, pero su instinto le dijo que algo así se inadecuado. Rebecca tampoco dijo nada.

No supo cuánto tiempo estuvieron en esa posición, abrazados mientras Johnny se recargaba en la puerta del automóvil, pero tampoco creyó necesario saberlo. Ella se alejó poco a poco y las manos frías del muchacho sujetaron las mejillas rosadas de Rebecca, clavando los ojos en sus pupilas y ambos respirando ruidosamente. Al final sólo masculló “Hasta luego” entre dientes, y ella contestó con un tono tan quieto que ni siquiera pudo entender bien lo que había dicho. Subió al auto con los libros en las manos, los cuales dejó cuidadosamente en el asiento del copiloto y se alejó de ahí.

Rebecca no regresó adentro hasta que no pudo identificar el automóvil de White entre los otros que pasaban por la carretera.

~~~~~~~~~~*~~~~~~~~~~

Para cuando llegó a su calle de vuelta, ya eran casi las 10 de la noche. No había esperado tardarse tanto en la casa de Rebecca, pero el tiempo se había ido demasiado rápido esa noche.

Su madre o su padre debían estar aún despiertos esperando por él, siendo que las luces de la sala estaban encendidas y la puerta de la cochera estaba arriba aún. White se dijo que no quería entrar aún, así que sólo detuvo el auto en la acera frente a su patio y permaneció en su asiento, sujetando el volante.

Giró el rostro sobre su hombro para buscar la casa de Jude con la mirada. Y la encontró. Todas las luces estaban apagadas ya, por lo que supuso que el jovencito ya debía estar durmiendo o no estaba ahí. Y de verdad esperaba que fuera lo primero.

Se quedó otro rato ahí, respirando el aire frío del automóvil. Tomó uno de los libros de Rebecca y lo abrió sobre sus piernas. Ahí estaba la foto de Jude. La miró un minuto, la guardo en uno de los bolsillos de su chaqueta y dejó caer la cabeza contra el volante, con suficiente suerte para no aplastar el claxon con la frente.

Quería vomitar o llorar, culpable aún por haber casi obligado a Shoreline a contarle un puñado de cosas que ella no debía decirle ni él saber. Sin duda era un entrometido de lo peor. Pero ya no tenía nada que hacer, sólo olvidar todo eso y nunca pronunciar palabra sobre aquello ante Jude y esperar que él le tuviera la confianza para explicarle todo.

Despegó la llave del contacto, bajó del vehículo y metió la mano con todo y las llaves a su otro bolsillo libro. Notó que había algo más ahí dentro. Algo que él no había guardado.

Extrañado, dejó las llaves en el bolsillo donde estaba la foto y sacó lo que sea que estuviera en el otro.

Una caja de cigarros Pall Mall y un encendedor. Rebecca los había puesto ahí mientras se abrazaban y él ni siquiera lo sintió.

—Ah. 

Notas finales:

Espero que les haya gustado el capítulo, por favor avisenme de cualquier error que vean por ahí :3

También dejen un review diciendo que opinan sobre el capítulo, estaré respondiendo los pedientes que tengo (que son demasiados y aún no sé por qué los dejo acumularse x,d) 

Gracias por leer


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