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The Nerd's Trouble por Killer Cobain

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Notas del capitulo:

Ahora sí puedo culpar a otra cosa que no sea mi pereza y mi falta de responsibilidad xd 

Resulta que mi computadora se romío (otra vez :y) y estuvo así, tirada en una lado de la mesa, hasta que mi "buen" padre se dignó a llevarla a arreglar, lo cual se llevó creo que un mes, reparándola unos dos días y mi procastinación sólo le agregó otras semanas de más xd 

Pero aquí estoy, con un nuevo capitulo, que es el principio de algo importante e.e 

Ultimamente me puse a pensar en todo eso de como introducir el mprg correctamente en una historia, y como estoy llevando esta, será un poco complicado de lograr sin que se sienta medio fuera de lugar xd Es algo extraño, pero dejenmelo todo a mí uwu 

Algo se me va a ocurrir xd 

Sin nada más, pasen y lean

Johnny no llamó a Bill esa mañana y apagó su teléfono cuando vio su llamada entrante. En realidad quería irse a pie a la preparatoria. Solo.

Así que ese mismo día, se levantó 20 minutos antes que de costumbre, se lavó la cara, tomó un vaso de leche con un plátano, se cepilló los dientes y dejó su casa a las 6:00 a.m. exactas. Su padre y su madre ya estaban de pie, pero ninguno puso mucha atención al suave “Adiós” que soltó Johnny antes de atravesar la puerta de la casa y alejarse rápidamente por la acera.

No iba a mentirse; tenía muchas ganas de ir a ver Jude. No importaba con cuantos conflictos internos o personales pudiera verse envuelto, siempre sentía la necesidad de ver a Black aunque fuera durante un rato. Incluso aunque a veces no supiera como actuar en su presencia, el escuchar su voz le hacía sentir bien pese. Era una sensación extraña, pero agradable.

Se quedó parado sobre la banqueta, con un pie en el asfalto y la mirada clavada en dirección a casa de Jude. Golpeteaba su muslo con la punta de sus dedos, pensando en sí debería ir a buscarle o esperar a encontrárselo en la preparatoria. No estaba muy seguro.

Al final, decidió que sería mejor mirarle en la escuela y no ir a molestarle tan temprano. Giró sobre sus talones, casi resbalando por la grava en el suelo y se echó a andar, ignorando a los autos que derrapaban junto a él en la carretera. Llegó pronto a la preparatoria y se apresuró para buscar su salón. Tenía matemáticas a la primera hora.

No era demasiado temprano, pero tampoco muy tarde, así que el salón aún estaba a medio llenar. Un par de tipos por allá, un grupito de chicas cerca de la puerta, y al final de la tercera fila, una joven de cabello corto, con un largo vestido floreado y la mirada increíblemente suave y tímida oculta tras sus gafas. Mantenía los ojos pegados a las hojas del pequeño libro que sujetaba, levantando la cabeza de vez en cuando para asegurarse de que el maestro no estuviese dentro del salón. Johnny se quedó mirándola directamente durante casi un minuto. Era muy bonita y toda ella lucía muy agradable. ¿Cuál era su nombre? No lo sabía con seguridad.

Dejó de pensar en todo eso y se acercó a uno de sus asientos favoritos del salón para arrojar su mochila sobre él, antes de que cualquiera pudiera ganarle el sitio. Se dejó caer sobre la silla de plástico rojo, estiró las piernas bajo la mesita y cerró los ojos. Tenía como 20 minutos libres en lo que empezaba la clase, que podría haber usado para leer algo, escuchar música o terminar una tarea, pero prefirió desperdiciar haciendo básicamente nada. Solamente fijó la vista en algún punto perdido de la habitación y se sumió en sus pensamientos. Su mano permanecía metida en el bolsillo derecho de su chaqueta, de donde no había sacado ni la cajetilla de cigarros ni el encendedor de Rebecca de la noche anterior. Pasaba los dedos sobre la caja lisa, sin realmente animarse a hacer algo con su contenido. Tal vez podría regalársela a Bill.

O a Jude. 

“Ahg.”

Gruñó entre dientes y se frotó la cara con ambas manos. Estaba muy cansado, no había dormido del todo bien esa noche. Estuvo despierto un par de horas, sobre la cama, con la misma ropa puesta e incluso los zapatos, y la fotografía de Jude con Rebecca sujeta entre los dedos. Se había quedado mirándola muchísimo tiempo, pasando las yemas de los dedos sobre el papel colorido. La miró con luz, a oscuras, escuchando música y en total silencio. Había algo en esa jodida imagen que le llamaba demasiado la atención. Era esa apariencia inusual de Jude, la mirada del muchacho, la sonrisa extremadamente feliz de Rebecca, o toda la interesante historia que tenía como trasfondo.

Porque hubo un tiempo donde ese par de jóvenes, casi perfectos e increíblemente populares, habían estado juntos y, al parecer, las cosas habían terminado realmente mal. Jude la detestaba y Rebecca se había quedado con un perpetuo malestar. Él no hablaba de ella en absoluto y ella no podía hacerlo. Sonaba menos triste de lo que en realidad era, pero en una situación así, las palabras no bastaban para explicarlo todo.  

Y su curiosidad era demasiado potente, aunque bien sabía que no podría soltarse haciendo preguntas que le terminarían acarreando un par de bofetadas. No era tan imbécil como lucía.

Pero a Rebecca ya le había cuestionado demasiado y no quería volver a tocar el tema con ella, había sido suficiente. Y con Jude… eso era todavía peor.

Así que hizo sus propias suposiciones. Jude no hablaba de todo el viejo problema porque le traía malos recuerdos, y llegar de repente a hacerla toda una interrogación sobre eso (que de paso, era un asunto del que se suponía él no debía saber) sería un poco (muy) imbécil. Black se enojaría, le preguntaría que de donde sabía todo eso y sólo terminaría por arruinar aún más todo lo sucedido con Rebecca (si es que había una forma de empeorar todo eso). Quedarse callado era lo mejor.

“Entonces… Bien. Shhhh.”

Aunque no podía evitar desear con gran fervor ver a Jude como lucía en esa vieja foto. Esa extraña imagen, tan violenta y desgarbada le provocaban una ligeramente inquietante emoción. Casi excitación. No quería aceptar lo muy gay que era todo ese entusiasmo, pero probablemente no habría otra forma de llamarlo.

Quería ver a Jude lucir así de masculino y rudo.

—Awwww…

— ¿Por qué suspiras, Romeo?

Johnny, que sin darse cuenta había acabado con la barbilla apoyada en la mano, los ojos cerrados y suspirando como mocosa enamorada, levantó la cara para encontrarse con la fuerte figura de Bill Donovan, de pie justo frente a él.

—Ah, hey… —restregó un poco su cara, sin poder borrar su expresión aletargada — ¿Cuándo demonios llegaste?

—Hace unos minutos —Bill se sentó cuidadosamente en el asiento vacío contiguo a Johnny y dejó su mochila oscura sobre el suelo de loseta blanca — ¿Tú por qué no respondiste mi llamada de hoy?

White sonrió ligeramente, pero Bill no cambió su mueca de ligera molestia.

—No sé, quería venir solo a la escuela.

— ¿Tú solo? ¿Incluso sin Jude?

—Pues sí, creo. ¿Tiene algo de malo?

—Supongo que no —Bill se giró sobre su silla, levantó la mochila y sacó un par de cuadernos de esta, mientras revisaba la hora en un reloj de pulsera que Johnny no recordaba haberle visto antes —Pero podrías haberme avisado antes.

White volteó a verle, con cierta sonrisita juguetona. El gran y rudo William Donovan se sentía preocupado por él. Eso de algún modo era adorable.

—Pero bueno, como quieras —Bill abrió uno de los cuadernos que había sacado previamente y se puso hojearlo sin más —Yo me encontré a Jude justo en la entrada, pero se fue detrás de los edificios, creo que a hablar con alguien por teléfono. En un rato más vendrá.

—Está bien —se limitó a contestar.

Efectivamente pasó un rato (unos cuatro o cinco minutos, los cuales ya eran de clase, el profesor venía retrasado) cuando Johnny escuchó el rechinar de las suelas de un par de zapatillas deportivas atravesando la puerta y volteó para encontrarse con Jude Black entrando al salón.

Vaqueros a la cadera, una blusa de manga larga y tres botones a rayas en color negro y blanco, una chaqueta de cuero encima, la mochila al hombro y el cabello unos centímetros más corto. Se había cortado los mechones tinturados de púrpura. Y como muy seguramente lo haría durante mucho tiempo después, el corazón de Johnny dio un vuelco en su pecho cuando le miró.

Jude sonrió dulcemente al divisar el rostro blanco de su mejor amigo entre el montón de ruidosos alumnos.  Le saludó con un pequeño movimiento de la mano y se sentó en uno de los primeros lugares, naturalmente. Fijó la mirada al frente y no volteó a ver de nuevo a Johnny durante la clase. El maestro había llegado y rápidamente comenzó a anotar lecciones y un montón de números que él no entendía. A su lado, Bill parecía muy ocupado apuntando cualquier trazo dibujado por el maestro. Johnny no quería parecer el único idiota que no estaba haciendo nada, así que se apuró y comenzó a escribir, sin poner mucha atención de verdad.

La clase era demasiado aburrida para Johnny, pero no tenía más opción que mostrar un interés que no sentía. Toda su atención se iba a la nuca de Jude, que era lo único que podía apreciar de él, desde el lugar donde se encontraba sentado, aspirando el aroma a colonia, loción para afeitar y gel fijador que despedía el cuerpo de Bill a un lado suyo. Le miró unos minutos, apreció la piel ligeramente bronceada, el perfil masculino y la pronunciada nariz de ángulo perfecto. Se dijo durante un segundo que era muy atractivo y regresó a observar la cabeza cubierta de cabello sedoso de Jude.

Daniel estaba sentado junto a Black, echado hacia atrás, quizá con la misma sensación de pereza que invadía a Johnny. Pero eso no le interesaba. Sólo quería que Jude se volteara un poco para verle a la cara. Tenía ganas de mirar sus ojos.

Pero Jude no giraba el rostro ni un poco.

— ¿Cuántas horas son de esta materia? —preguntó a Bill, en voz  muy baja.

—Ah… —el joven de ojos grises revisó un pequeño horario dibujado sin mucho cuidado al final de su cuaderno de matemáticas —Una hora.

—Que bien —masculló, mientras volvía a mirar al pizarrón. Sólo unos minutos más para acabar e irse de ahí.

Los 30 minutos que quedaban de clase se fueron rápido y Johnny sintió un montón de alivio cuando pudo despegar su trasero de la silla y estirarse un poco. Bostezó, ligeramente adormilado. El profesor recogió sus libros del escritorio, explicó un par de asuntos a unos cuantos alumnos dudosos y prontamente salió del salón.

—Pareces cansado —le llamó Donovan, acercándosele. Johnny se frotaba la cara con las manos nuevamente.

—Esta clase me hace dormir, la detesto.

— ¿No te gustan las matemáticas, nerd? —bien pudo molestarse por aquel nombrecillo y la sonrisa burlona que se dibujaba sobre las mejillas de Bill, pero no tenía caso hacerlo. Sabía que estaba bromeando.

—No, y ni siquiera soy bueno en ellas. Normalmente no pasó con algo más alto que un ocho —bajó la mirada a su enormes manos, viéndolas durante un momento como si fueran la cosa más interesante del mundo —Tú y Jude siempre aprueban con dieces, que envidia.

—Sólo deberías estudiar más y ser menos conformista, grandulón —soltó un golpecillo con los nudillos en el hombro de Johnny. Escuchó el pequeño chasquido que provocó el impacto de los huesos de sus dedos contra las duras clavículas de Johnny.

—Que pereza —musitó, mientras buscaba con la vista a Jude entre el puñado de muchachos que iban y venían entre las filas del salón. Estaba de pie junto al escritorio, con la cadera contra él y sujetando su teléfono celular con una mano, mirando a la pantalla. Entonces lo guardó en un bolsillo de su chaqueta y elevó el rostro, inspeccionando todo el sitio. Detectó nuevamente a Johnny, a unos metros de él y volvió a sonreír. Johnny no respondió con una sonrisa o un mayor gesto de vuelta, solamente clavó sus ojos ojerosos en los brillantes orbes purpuras de Black.

Jude borró su sonrisa enseguida y se quedó mirando a los ojos de Johnny también. Lucía muy serio y sus labios se habían cerrado en una suave línea recta. Fue un contacto visual intenso, extraño. White frunció un poco el entrecejo y apretó los puños, mientras que Jude apenas y mostraba algo en el rostro. Cuando escucharon el timbrar de la campana escolar, ambos reaccionaron, Jude apartó la mirada, rápidamente alcanzó la puerta y salió de ahí.

Johnny le siguió con los ojos hasta que desapareció tras el marco de la puerta, entre los corredores llenos de gente.

— ¿Te pasa algo? —preguntó Bill, finalmente sacando a Johnny de su mini trance.

—Nada en especial, sólo cosas que quisiera hablar con Jude —contestó él, volviendo la vista al frente, en dirección de Bill. Un rayo de luz que se escabulló por la ventana y deslumbró a White por un segundo. Bajó la cara y se talló los ojos, aturdido.

Bill se quedó callado, pensado. Había notado la forma extraña en la que ambos se habían mirado y la manera en la que Jude alejó la vista, casi rehuyéndole a Johnny.

—Oye, no quiero ser un entrometido, pero… —comenzó a decir el joven futbolista — ¿Tienen algún problema?

—Bueno, yo… —Johnny balbuceó durante un segundo. No podía contarle todo lo que Rebecca le había dicho la noche anterior, no sería cortes ir por ahí divulgando los secretos de ella y Jude.

Aunque claro, Bill no era uno de esos chismosos de mierda, que irían por toda la escuela gritando a los cuatro vientos la historia secreta de alguien. De cualquier forma, por el momento no podría decirle mucho. 

— ¿Jude te dijo algo? ¿O tú le dijiste algo a Jude?

Johnny se quedó callado, incomodo ante las preguntas de Bill. Apartó la mirada y suspiró.

—No es nada que él o yo hayamos dicho, sólo un par de cosas de las que hablé con Rebecca ayer.

—Oh… ¿en verdad? ¿Qué dijo?

—Sólo un par de asuntos extraños, nada especial —no era la mejor mentira del mundo, pero tal vez podría evitar un par de preguntas durante un rato.

—Dime entonces —o tal vez no.

“Diablos”.

—No es nada importante, Bill, lo juro —levantó un poco las manos en el aire y soltó una corta risilla nerviosa. Donovan le miraba ligeramente impaciente, sabía notar cuando Johnny mentía o quería evitar hablar de algo en particular.

Si hubiera sido cualquier otra situación, le habría dejado en paz. Pero si se trataba de Jude, sentía cierta necesidad de saberlo.

—Bueno, si no es nada importante, dímelo, sólo por curiosidad —frunció suavemente el ceño, cruzando los brazos y recargando la cadera contra el borde de la mesa de madera de uno de los mesa-bancos. Johnny tragó duro y se rascó la cabeza con tres dedos.

—No quiero decírtelo aquí —le miró, algo afligido —Te lo diré hoy, pero no aquí.

Bill aflojó su gesto y levantó la barbilla, con expresión de satisfacción.

—Muy bien, hoy tengo que ir a una fiesta con mi padre, así que no podemos salir, pero te marcaré en la tarde —le apuntó con un dedo, mientras Johnny le miraba aún nervioso —Mantente atento a tu teléfono celular, ¿ok?

—Claro —se limitó a responder el muchacho de gafas feas.

Bill levantó la muñeca izquierda, donde tenía puesto su nuevo reloj de pulsera y miró sobre él apenas unos segundos.

—Bien, quedan dos minutos de receso —bajó el brazo y se encogió de hombros —Mala suerte.

Los dos chicos se tumbaron de nuevo en sus asientos y esperaron tranquilamente a la siguiente clase, viendo a los demás alumnos regresar al grupo. Jude fue de los últimos en entrar, con Daniel tras de él.

Entonces Jude realmente no volteó ni una sola vez para verle de nuevo durante el resto de las clases.

Las demás clases fueron igual de aburridas y Johnny ni siquiera intento ponerse al día con ninguna de ellas, solamente mantenía la mirada fija en el pizarrón, como si en verdad estuviese entiendo algo, aunque lo único que pasaba por su cabeza era en que quería charlar con Jude un rato. Seguía enviándole miraditas extrañas de añoranza, que el muchacho ni siquiera notaba.

Y Bill sólo estaba ahí. Sentado, mucho más concentrado en las lecciones, elevando las manos para responder y asintiendo así como los maestros deban un nuevo dato. De vez en cuando volteaba a mirar a Johnny, riéndose por lo bajo al notar la expresión de perro abandonado con la que miraba a Black. Casi le pedía a gritos que le pusiera un poco de atención y resultaba tan extremadamente patético, que si no fuera porque ya era su amigo, habría hecho algún comentario hiriente sólo para ponerlo en vergüenza frente a toda la clase y frente a Jude.

Pero no, no podía. Se dijo que sería algo muy gracioso, pero no sería amable.

¿En qué momento comenzó a decirse que cosas eran amables o no? Probablemente durante el tiempo que comenzó a llevarse con Jude, o con Johnny. Le parecía demasiado estúpido. Entonces dejó de pensar en ello.

Para cuando el ultimo timbre del turno tocó, Johnny sintió la necesidad de echarse a correr (o saltar por la ventana) fuera de ese salón. Pero Jude Black seguía ahí dentro, sin dirigirle un solo gesto de interés. Guardaba las cosas en su mochila, apresurado. Salió del aula detrás de un par de chicas, y a diferencia de la forma en la que metió los útiles a su bolso-mochila, caminó con pasó tranquilo hasta perderse entre los demás jóvenes.

Johnny le miró irse pero no dijo nada, ni siquiera para sus adentros. Suspiró y se alejó lentamente de su pupitre, mientras que Bill apenas se levantaba de su asiento, frotándose los ojos. Observó a su alto amigo, con cierta sonrisilla burlona floreciendo sobre sus labios. Al final se cargó la mochila al hombro y se acercó lo suficiente a White para darle un pequeño empujón.

—Camina más rápido, cuatro ojos —murmuró tras la espalda del joven, quien respondió con una leve sonrisa, no divertida del todo.

Los dos salieron juntos y después de un par de minutos de recorrido lento por el pasillo, ambos se vieron fuera del edificio achaparrado.

—Más vale que me contestes el teléfono enseguida te marque —comenzó a decir, así como los dos cruzaban la puerta del cerco y salían a la banqueta frente a la escuela — ¿No quieres qué te lleve a casa?

—No, gracias —respondió él con tono suave —Iré caminando, si no hay problema.

—Cómo quieras entonces —Bill se encongió de hombros y se despidió con un pequeño movimiento de la mano —Te veo mañana.

—Hasta mañana —respondió en voz baja.

Le miró trotar con paso ligero hasta acercarse a su bonito automóvil estacionado en uno de los pocos lugares que había para los alumnos frente a la puerta de la preparatoria. El muchacho subió a este, lo encendió y condujo en reverse hasta salir del medio de los otros dos autos a su lado.   

Cuando Bill se alejó en su automóvil y lo último que pudo ver de él fue el polvo que dejaba al pasar, Johnny se echó a andar de regreso a su casa. Los demás jóvenes se acumulaban frente a la entrada, pegados al cerco, sentados en las sendas bancas de concreto o ya yéndose lejos de ahí. Johnny revisó la hora en su teléfono celular antes de mirar al otro lado de la calle y comenzar a caminar.

Como todos los días de invierno en esa ciudad, las tardes estaban heladas y nubladas, a veces con ligera llovizna o brizna o todo eso. Había logrado dejar de pensar en Jude, en Bill o en Rebecca y mantener su cabeza en blanco. O algo como eso.

Pensó en que quizá debería llamar a Rose un rato, hablarle sobre todo ese ridículo asunto y esperar que ella tuviera algo bueno que decirle. Rose era muy lista, y Johnny lo sabía. Tal vez ella podría ayudarle a aclararse la cabeza más de lo que él sólo podía hacerlo, con televisión basura y un poco de pornografía antes de ir a dormir.

Pero sus propios pensamientos se vieron interrumpidos cuando sus ojos cansados se encontraron con la figura de Jude Black, caminando tranquilamente hacia a su casa, del otro lado de la acera. Ahí iba, calmado, a paso lento y con las manos metidas en los bolsillos, saltando entre las grietas del cemento y pateando cualquier guijarro o lata de gaseosa que se encontrase en su camino.

Lucía distraído, pensativo. Algo le molestaba, Johnny podía verlo en su rostro. O al menos en el gesto extraño, poco usual, sobre las delicadas facciones del muchacho. Johnny le había visto enojado, molesto, o tan siquiera incomodo, muy pocas veces. Normalmente andaba por todos lados con la misma sonrisa amable de siempre. La misma que usaba para conseguir favores así como para perder algunos.

Y eso le parecía tan curioso.

Pensó en la foto. En la sonrisa que distaba a todo lo que pudiera ver en el actual rostro de Jude.

“¿Por qué hablar como si ya fuera el mismo Jude?”

Porque ya no lo era.

No era como si Jude hubiera aumentado de peso, como si hubiera crecido o su rostro se hubiese deformado por alguna situación desafortunada. Jude seguía siendo el mismo físicamente.

Mismo cuerpo delgado, mismas piernas largas, mismo cabello azabache y mismos ojos purpuras. Mismo rostro delicado y mismos labios rojos.

Pero realmente hubo otro Jude. Uno que no sonreía amablemente y que no se reía con los brazos cruzados contra el pecho.

Hubo un Jude de sonrisa maliciosa, como si supiera algo muy malo sobre ti y fuera usarlo en tu contra. Que se dejaba golpear por chicas que había abandonado el mismo día (aunque fuese igual con Jennifer y esa extraña escena de ruegos hace meses). Un Jude que no hablaba con casi nadie. Uno que era violento, serio y aterrador.

Uno que quiso a Rebecca a escondidas y se sintió tan decepcionado por su relación que al final la odió.

Toda la idea le dio escalofríos, ¿por qué todo era tan difícil de asimilar? Jude y Rebecca juntos, como pareja. Y un Jude que parecía un drogadicto, dispuesto a pelear y perder un par de dedos. Esos golpes en su cara y la mueca de sus labios. Se lo imaginaba así, como los tipos que a veces merodeaban la secundaria a la que asistía, los mismos chicos desaliñados a quien su madre le tenía prohibido acercarse.   

Todo era tan desconcertante.  

Pero ahí iba Jude, el mismo que era su amigo y a quien amaba, pese a todo. El Jude nuevo.

— ¡Jude! —gritó antes de que pudiera decirse que lo mejor era alejarse rápidamente.

Pero por un demonio, no había hablado con él en un par de días. Le extrañaba.

El muchacho giró la cabeza, al escuchar el gritó que clamaba su nombre. Se encontró con Johnny de pie del otro lado de la calle. Sonrió y con cierto tinte de duda en sus movimientos, se encaminó hacia él, cruzando rápidamente el asfalto. Johnny se sintió nervioso ante él, casi como si fuera la primera vez que fuera a hablar con Jude.

Sabía que era bastaste tonto ponerse así por algo como eso, pero por alguna razón, no encontraba la fuerza para convencerse de que todo estaba bien. Había algo ahí. En él. En Jude.

Desde el día anterior se había sentido así de inquieto, incomodo, como si estuviese perdido en la calla que llevaba conociendo durante un año. Pero más que nada, se sentía extraño ante Jude.

Le miraba al rostro y ya no miraba al mismo Jude infantil y dulce que tanto le gustaba. Sólo podía ver la sombra de esa expresión grosera, bordeando lo obsceno, con que había mirado a la cámara. Miraba a la chica de cabello rosa y su entusiasmo, la forma en la que ella parecía demasiado feliz mientras sujetaba el brazo escuálido de ese pequeño… monstruo.

“¿Eh?”.

“No, espera”.

Johnny no había pensado en ese adjetivo como el más adecuado, ni siquiera había tenido de usarlo, siquiera pensar en ello.

Jude no era un monstruo, nunca lo había sido. O al menos eso creía él. No tenía ni razones para pensar que lo fue, lo era o siquiera lo sería. Black era un muchacho cualquiera, un poco misterioso y todo eso, pero no era malo. Tal vez tuviera un par de riñas con un par chicas tontas, pero era todo. Jude no le hacía daño a nadie.

—Hey, Johnny… —la voz de Jude le sacó de su ensimismamiento y lo puso en alerta — ¿Pasa algo?

—Oh no —respondió, un poco lento —Quería saludarte, es todo. 

 Jude sonrió, con cierta mueca penosa, bajando ligeramente la mirada.

—No me has enviado un solo mensaje desde el viernes pasado, ni siquiera me dijiste algo durante todas las clases —colocó ambas manos a cada lado de su cara y elevó el rostro para mirar a Johnny a los ojos.

En ese pequeño instante, Johnny pudo escrudiñar su rostro rápidamente. El mismo delineador, la misma boca roja, las mismas pestañas largas y las mismas mejillas rosadas. Realmente no había mucha diferencia en él desde hacia un… Oh.

Ojeras.

Jude Black tenía ojeras. En todo el año que llevaba ahí, desde antes siquiera de comenzar a ser amigos, jamás había visto ojeras en el inmaculado rostro del muchacho.

¿Cómo no las había notado que estuvieron en la escuela? Ciertamente eran muy claras, no demasiado oscuras como las suyas (o como las que el propio Jude tenía meses atrás), pero ahí estaban. Pequeñas manchas purpuras bajo los redondos ojos de Jude.

—Lo lamento, ni siquiera tengo una excusa para todo eso, yo… —era verdad, no tenía una excusa. Bien podría decirle que no quiso hablar con él porque aún se sentía afectado desde el beso de Rebecca, y ahora era peor porque sabía que clase de relación había tenido con ella. Pero no quería ser grosero… o que él le odiara.

—Está bien, Johnny —pronunció el muchacho, antes de que White pudiese decir algo más —Entiendo si no quisiste hablar conmigo, no quiero ser molesto…

—Tú nunca eres molesto —esta vez Johnny interrumpió a Jude, antes de que él se hiciera la idea equivocada —Sólo estuve un poco abrumado por un montón de situaciones, realmente no hablé con nadie, no es nada que tenga que ver contigo.

—Oh —Jude habló con cierto tono de alivio, que no pasó del todo desapercibido para Johnny. El muchacho puso una mano en su pecho y suspiró — ¿Está todo bien? ¿Te pasó algo malo?

—Claro, sólo es un montón de tonterías, nada demasiado importante —le sonrió, cariñoso —Cortaste tu cabello.

Jude devolvió la sonrisa, y elevó la mano hasta su cabello, en un gesto casi tímido.

—Bueno, el cabello tinturado se estaba maltratando demasiado, así que mejor lo corte —se pasó un par de dedos por los mechones oscuros —pensé en cortarlo más, pero por ahora me lo dejaré así.

Para sorpresa de Jude, quien mantenía los ojos cerrados así como hablaba y se reía entre dientes, pronto sintió el roce de la mano helada de Johnny tras su nuca. Y sus dedos largos se perdieron entre la mata de cabello oscuro al reverso de su cabeza.

Johnny le acariciaba la cabeza y el cabello. Un suave rubor cubrió las mejillas de Jude, el cual fue imperceptible para White, siendo que el joven mantenía la cabeza baja mientras su amigo seguía sujetándole de esa forma.

Todo se volvió aún más extraño cuando con poca consideración, Johnny tiró hacia atrás su cabello y obligó al muchacho a enderezar el rostro. White le miraba curioso, mientras Jude se decía que todo eso le resultaba de lo más raro.

Johnny dejó de tocar su cabello, deslizando su mano sobre su hombro y rozando el largo cuello de Jude con la punta de sus dedos, causándole un (placentero) escalofrío.

— ¿Johnny?

—Sólo quería tocar tu cabello un poco. Siempre luce tan suave, que, yo… lo siento.

Jude parpadeó, confundido. Johnny, por su lado, lucía bastante tranquilo. Como si nada de eso acabara de pasar.

—Está bien, no hay problema.

Johnny carraspeó, repentinamente tenso. Restregó las manos contra sus pantalones y exhaló fuertemente.

— ¿Irás a trabajar? —fue lo único que se le ocurrió para romper el silencio.

—Oh, sí —Jude tardó un poco en responder —Y debería apresurarme, no quiero llegar tarde.

—Por supuesto —Johnny se rascó la cabeza, se balanceó un poco sobre sus talones y bajó la mirada al concreto bajo sus pies —Tenía ganas de charlar un rato contigo, pero estás ocupado.

—Eh, sí… —Jude le miraba de frente, aún con White viendo al suelo. Todo el ambiente entre los dos estaba fuera de lugar. Se sentía más como hablarle a un viejo conocido con quien te acababas de encontrar aunque nunca se llevaran del todo, a estar hablando con su único y mejor amigo. ¿Qué estaba diferente ahí? Pero Black no deseaba quedarse con esa sensación. Si Johnny quería hablar con él, le iba a dar la oportunidad de hacerlo, aunque fuera durante unos minutos —Pero podrías llevarme a mi empleo, tal vez. Podríamos hablar un rato y…

—Ah, bueno, creo que voy a estar un poco ocupado porque tengo que terminar unos deberes rápido antes de que oscurezca y eso, no sé si yo…

— ¿Puedes llevarme al club para caballeros? Es hasta las 7 de la noche. Entonces podrías tener tiempo.

Johnny se quedó callado, pensando. Jude le miraba insistentemente, aunque White no estaba al tanto de ello.

—Está bien. A esas horas ya habré terminado todo… —decía, sujetándose el mentón mientras hablaba —Además de que me gusta más manejar de noche.

Jude sonrió, ligeramente divertido.

— ¿A dónde debo ir?

—Al restaurante Blue Baker, en la calle Bridges, cerca del centro —comenzó a decir —Lo reconocerás no es muy  grande ni muy viejo. Es más una cafetería que otra cosa, pero nadie está seguro, je.

—No hay problema. Iré por ti.

—Perfecto, yo… —se aclaró la garganta y le miró cariñosamente —Te estaré esperando, parado justo en el frente del restaurante.

—Por supuesto. Ahí estaré —Johnny le regresó la sonrisa, con gesto cohibido —Hasta luego.  

—Hasta luego —se despidió el muchacho de cabello corto, cruzando la calle rápidamente hasta la otra banqueta. Johnny se quedó de pie en su sitio, mirando al muchacho alejarse a paso acelerado.

Después de que el dulce joven desapareció de su área de visión, se dio la vuelta y con las manos metidas en los bolsillos, volvió a su camino directo a casa.  

Ciertamente se sentía aún desconcertado por el extraño momento que acaba de pasar junto a Jude, pero hizo su mejor esfuerzo y lo pasó por alto después de un rato. Sólo quería llegar a su hogar, tirarse en el suelo a hacer tarea y luego dormir hasta que diera la hora en la que tuviera que encontrarse con Black nuevamente.

Si Johnny podía ser sincero consigo mismo, en realidad él no estaba ocupado ni tenía demasiados deberes por realizar. Sólo no sabía qué hacer. Podría haber llevado a Jude en ese momento y haber hablado con él. Pero aún se sentía ligeramente intimidado, incluso aunque le dijo que tenía ganas de hablar con alguien.

Johnny era así y era ridículo. Había estado toda esa mañana mirándole las espaldas, deseando que volteara, sonriera y pudieran hablar como los amigos cualquieras que eran. Pero ya que le tenía frente a él, con su delgado cuerpo y esos ojos imposibles, no tenía idea de cómo actuar. Sólo podía ahuyentarle o huir, esperando que al anochecer su cuerpo y su mente por fin despabilaran y le dijeran que hacer.

White era un idiota total, sin duda, pero seguía enamorado y aún quería ser su amigo pese a todo. Pero ya no podía verle igual. Sentía que a partir de ese momento y para siempre, lo único que vería sobre el rostro de Jude siempre que él estuviera cerca, sería el rastro de un joven extraño y pálido.

A decir verdad, Jude ya era extraño y pálido. Pero era diferente, claro. Este era un Jude lindo.

Chistó, incómodo y ligeramente desorientado mientras elevaba la mirada para observar su no tan pequeña casa bonita. Bonham le miraba por la ventana, ladrando naturalmente emocionado por verle de vuelta. Johnny esbozó una sonrisa apenas visible y se acercó hasta la puerta, atravesando el jardín.

Antes de introducir su llave al cerrojo de la puerta y entrar, su atención se desvió hacia la casa contigua a la suya. La casa de Derek.

Lucía silenciosa y templada. Probablemente Carson no estaba ahí, de lo contrario se escucharían un montón de golpes o música lo suficientemente fuerte para traspasar las paredes. Pero esa tarde no, estaba todo muy callado.

—Idiota —masculló entre dientes, apartando los ojos de la pequeña construcción. Se concentró en todas las cosas aburridas que tenía que hacer ese día hasta que fuera por Jude.

Nuevamente trató de dejar su mente en blanco.

 

* * *

—No… —susurró. Sentía la cara caliente, pegada a una superficie lisa y tibia. Aspiró suavemente, percibiendo el aroma a papel y tinta de un libro muy cerca de él — ¿Qué hora es…?

Abrió los parpados y se encontró frente a la pila de libros viejos y maltratados, la cuál él recordaba perfectamente estar en el piso. Y lo notó.

Estaba en el suelo. Y se había quedado dormido.

—Demonios.

Estaba tirado sobre su estómago, graciosamente con la camiseta arriba de su ombligo y uno de sus calcetines lejos de su lugar original, su pie. Sentía el cuerpo entumecido y caliente, y aunque el piso de madera había estado helado al momento de echarse ahí, para hacer tarea sentado sobre su trasero y la espalda recargada contra la orilla de la cama individual, ahora que había terminado recostado en él, estaba mucho más cálido.

Recordaba haber estado sentado, con dos cuadernos sobre las piernas, escribiendo y resolviendo un montón de problemas de matemáticas que le aburrían, cuando comenzó a bostezar y sus ojos a lagrimear. Entonces dejó caer los libros a un lado y echó la cabeza hacia atrás, cerró los ojos y un par de minutos después, cayó dormido sin más. Lo cual era bastante extraño, puesto que él no se había sentido tan cansado durante el día.

Pero ahí estaba, con líneas dibujadas sobre el vientre descubierto y manchas de saliva seca en las comisuras de la boca y en las mejillas.

Se pasó las manos por el cabello y, con movimientos torpes, buscó su teléfono sobre la superficie de la cama. Sentía los ojos hinchados, aunque el haberse quedado dormido con la luz encendida le permitía no sentirse cegado al momento de mirar la pantalla luminosa de su teléfono.

6 p.m. Tendría que ir por Jude dentro de una hora más.

Se talló los ojos y aun ligeramente aturdido, se puso en pie como pudo. Bajó la mirada a sus pies, faltantes de uno de los calcetines y luego elevó el rostro hacia la puerta. Le extrañaba que su madre no le hubiera despertado para que por lo menos durmiera en su cama. Supuso que aún no había llegado del trabajo.

Se estiró lentamente y se dejó caer en el duro colchón. ¿Qué haría entonces? ¿Debía darse una ducha y usar su mejor ropa? ¿O irse exactamente como lucía en esos momentos?

“No, ninguno de los dos”.

No podía dejar de decirse que toda la situación era ridícula. Jude y él llevaban apenas unos meses de tranquila amistad e iba a dejar que todo lo que él hizo antes le afectara. Aunque no supiera realmente todo eso.

Pero Rebecca se lo dijo, si él quería saber algo, debía preguntárselo a Jude. Y Johnny no quería preguntar nada. No quería hablar de ello ni pensar en ello ya. Al menos no si estaba cerca de Jude.

En realidad ya ni siquiera sabía que deseaba hacer. Si quería hablar sobre todo eso o quedarse callado. Pero era inevitable sentir ambas cosas. ¿Había alguien en toda la escuela que conociera a Jude más de lo que Johnny lo hacía? Probablemente sólo Daniel y Bill, o Jennifer, o cualquier otra chica estudiante con la que hubiese salido. Pero ellos no eran nada. No, al menos, en comparación de White.

¿Qué le hacía tan especial frente a Jude? No estaba muy seguro, incluso aunque Black dijera constantemente que era su honestidad o que no tenía la cabeza inflada como los demás. Pero se decía que no era eso. No era suficiente justificación. ¿Jude le tendría lastima? ¿Le consideraría una especie de perro, leal e idiota, tanto como para contarle secretos que no le diría a nadie más?

Como esperaba que la respuesta fuera sí.

Porque, incluso aunque sólo le provocara un sentimiento de pena, eso era mucho más de lo que los demás tenían de él. Jude podría ser tan amistoso como quisiera y sonreírle a todos en todo momento, pero para los que estaban más cerca de él (como Johnny) era fácil notar que no sentía mucho por nadie. Una mirada cualquiera, una sonrisa, y sus nombres se borraban de su cabeza.

Que alguien como Johnny White, raro, larguirucho y tan poco atractivo, se hubiera hecho de un pequeño lugar entre, era increíble. Como un parasito, una cicatriz o un recuerdo permanente, Johnny había entrado, había hecho su marca en él, y Jude, ahora, finalmente, le consideraba algo. Ni siquiera habría exigido ser un alguien, ser algo le bastaba.

Johnny era mucho más para Jude de lo que los demás lo eran. Él le llamaba amigo. Su único amigo. No Bill, no Daniel, nadie de ese montón de idiotas de otras universidades con los que se metía. White era el único que de alguna forma se las había arreglado para obtener la confianza de Jude.

Y era por ello, por lo que quería más. Pero entendía que Jude no iba a dárselo. Por algo había terminado recurriendo a Rebecca, aunque no fueran sus planes iniciales. Tampoco planeaba arriesgarlo todo, lo poco que tenían. Black tenía razones para no hablar, su propio voto de silencio, ¿Por qué habría de llegar frente a él, pidiendo que le contara todo lo que no le contaría ni siquiera a un amante?

Johnny lo sabía. Él era más. Pero no lo suficiente. Y había cosas que tal vez ni debía saber aún. O jamás. No podía decirse mucho en ese punto.

A eso se resumía todo. A deseo y temor.

Y ambos caminos eran tan egoístas. Johnny no quería ser egoísta, jamás lo había sido y se veía incapaz de serlo.

“No hay más que hacer, ¿verdad, Johnny boy?”

No notó cuanto tiempo se quedó sentado en silencio y con la mirada perdida. Sacudió la cabeza y esbozó una sonrisa leve. Hora de arreglarse, pensó.

Al final lo único que hizo fue ponerse un par de calcetines nuevos, otra remera y sus zapatillas deportivas viejas de color negro. Se colocó encima la chaqueta que llevaba usando desde el día anterior, de donde no sacó la cajetilla de cigarros ni el encendedor. Metió la manos, con las llaves en la palma y en las dejó en el mismo bolsillo. Acarició una vez más la superficie suave del paquete de cigarros. Estaba nuevo, aún con el plástico sobre él. Y el encendedor debía llevar poco de usado. Nuevamente los dejó ahí, sin atreverse a hacer más con ello. Y tampoco los sacó.

Salió de su habitación, corrió escaleras abajo, acarició a Bonham en el camino y salió por la puerta principal de la casa. Dejó las luces encendidas.  

Cuando subió a su viejo Ford Mondeo, se quedó sentado durante un minuto, sin mover un solo musculo. Casi parecía que estaba decidiendo si debía o no ir por Jude. Se dijo que para esos momentos ya no se podía echar para atrás, así que arrancó el auto y se perdió entre los demás vehículos que transitaban la calle.

Repasaba mentalmente el camino hasta la calle del restaurante, la cual ya conocía, aunque el establecimiento no. No lo recordaba del todo, la última vez que recogió a Jude de su trabajo, él le estaba esperando cerca de una parada de autobús, realmente no le dijo en donde trabajaba.

Miró la pequeña placa verde en la punta de un poste, justo al inicio de la calle, y supo que estaba ahí. Avanzó lentamente, con un par de autos detrás de sí. Encontró con la vista el lugar, con letras fluorescentes en color azul en la fachada del pequeño edificio. Un estacionamiento pequeño y un cartel con luces de “ABIERTO”. Realmente sólo era una cafetería, no un restaurante en el sentido estricto de la palabra. Sonrió suavemente.

Y también reconoció a Jude. Pero no estaba de pie frente al restaurante, esperando. Estaba a algunos metros del lugar, caminando en la calle oscura al lado de distintas personas que andaban indiferentes. Johnny alzó las cejas y se apresuró a acercarse al muchacho.

— ¡Jude! —le gritó, bajando la ventanilla.

Jude volteó rápidamente, reconociendo la voz conocida y enseguida ubicó el rostro de Johnny tras el vidrio.

—Oye, viniste —masculló, con una sonrisa dibujándose sobre sus labios. Un brillo extraño apareció en sus ojos, tan rápido como desapareció de ellos.

—Sí, pero vamos, sube rápido al auto —dijo Johnny, sonriendo ligeramente tenso —No quiero estacionarme por aquí.

Black asintió y corrió frente al auto, hasta llegar a la puerta junto al lugar de pasajero. Entró en un salto, cerró la puerta tras su espalda y se acomodó en un costado sobre el asiento, mirando el perfil serio de Johnny. White avanzó, dio vuelta en la salida a otra calle y se dirigió directamente a la dirección donde él recordaba que estaba el club para caballeros donde Jude trabajaba. No estaba muy lejos, a unos 15 minutos en auto.

—Dijiste que esperarías en el restaurante —le acusó Johnny, sin ni siquiera regresar el rostro para mirarle.

Jude tragó con pesadez y sonrió de forma casi imperceptible.

—Pensé que quizá no vendrías —admitió con vergüenza, como si aquellas fueran las palabras más estúpidas que salieron de su boca. Johnny entonces le echó una mirada encima, examinando lentamente el rostro suave de Jude. Estaba igual que en la mañana, todavía con esas ojeras poco notorias bajo los ojos.

— ¿Por qué pensarías eso?

Jude apartó la mirada de Johnny, acomodándose correctamente sobre el asiento y entrelazándose sus manos frente a su cuerpo.

—No lo sé. Sólo comencé a creer que estarías muy ocupado, que en algún momento me llamarías para decirme que no podrías venir, o que no querrías —apenas durante un segundo, la voz de Jude tembló —Y me eché a andar, sin pensarlo.

—Pues aquí estoy —Johnny le sonrió y Black respondió al gesto con otra sonrisa, aunque lucía bastante cansado. White lo notó.

—Claro —murmuró entre dientes.

Unos cuantos minutos más de viaje, en medio de un silencio semi-incomodo, y Johnny reconoció el cartel con luces de neón que anunciaban el infame lugar. El estacionamiento estaba a medio llenar, pero sabía que en unas horas más, estaría a reventar. Los hombres a veces eran todos unos pervertidos, se dijo para sus adentros.

Se detuvo a un lado de la acera, esperando a que Jude se apeara del automóvil, dijera algo como “Hasta mañana” sin mucha emoción y se alejara lentamente por la banqueta. Pero no. Todavía no.

Jude se quedó ahí sentado, a su lado, con la mirada fija en sus botas sin tacón, de largas agujetas gruesas. Parecía perdido en sus pensamientos. Johnny mantuvo la vista sobre él, con la sensación de que su corazón se volvía más pesado dentro de su pecho y la respiración volviéndose más áspera. Estaba algo ansioso.

Quería preguntar, realmente quería. Pero no podía. Claro que no.

— ¿Estás bien? —le interrogó con voz calma.

Jude reaccionó ante la pregunta, elevando la cabeza y buscando con los ojos la cara velluda de Johnny entre la fría oscuridad que inundaba el automóvil.

—Oh, c-claro… —dijo, con voz extraña —Sólo estaba pensado en cosas, nada importante.

“Todo lo tuyo siempre es importante, mi amor” el pensamiento que golpeó cada rincón de su cabeza, así como apretaba los dedos alrededor del volante.

La boca se le secó y sintió los ojos llorosos. La visión de las facciones de Jude, a unos centímetros de las propias, le mareó. Sentía la tensión, así como los orbes purpuras del jovencito recaían en cada uno de sus rasgos faciales y notaba como una de sus manos frotaba nerviosamente su delgado y delicioso muslo enfundado en los pantalones negros de mezclilla. Jude estaba tan poco confortable como él.

—Deberías afeitarte la barba—pronunció con tono grave, rompiendo el silencio que los envolvía a ambos.

— ¿Ah? —respondió, tomado por sorpresa por su inesperado comentario.

La mano de Jude se elevó, y dudosa, se acercó a una de sus mejillas y rozó la superficie cubierta por vello oscuro, apenas con las puntas de los dedos. El pulgar se estiró y acarició tímidamente los huesudos pómulos. El tacto provocó un profundo escalofrió que recorrió toda la espina de Johnny.

—Te envejece —parecía muy concentrado en la mitad inferior del rostro de White.

—No lo sé —contestó, sin darle mucha importancia.

Cuando Jude bajó el brazo, Johnny sintió muchas ganas de atrapar su mano con la suya. Pero no lo hizo. En cambio, sólo se limitó a seguirle mirando.

Hizo un recuento mental. Ahí estaba todo, se dijo. Las cejas, la nariz pequeña, los labios de sangre y los ojos imposibles. El cabello estaba más corto, pero para los estándares de un peinado masculino, seguía siendo largo. Las mejillas claras.

Pero a medida de que dibujada el rostro tan familiar frente a sus ojos, los demás rasgos desaparecidos volvían.

Ahí estaban esos moretones, la sangre seca, el cigarro a medio terminar, la mirada viciosa y la sonrisa. Esa sonrisa.

Jude ni siquiera estaba sonriendo en el momento, siendo que su semblante era bastante serio. Pero eso era lo que podía mirar. La camisa blanca y el suéter delgado desaparecieron, en su lugar mostrándose una camisa de franela, a cuadros, abierta de los últimos botones. La dolorosa marca amorotonada se asomaba sobre su hombro escuálido. Los pantalones ajustados desaparecieron, dando paso a un par de vaqueros viejos, un par de tallas más grandes que la del muchacho, sujetos a su cadera por un cinturón, tan apretado que probablemente marcaría la piel debajo. Las botas eran zapatillas deportivas desgastadas y bajo su mano delgada y herida, se encontraba la botella de Jack Daniels, casi por terminar.

Ahí estaba ese Jude espeluznante, que sonreía poco y cuando lo hacía, era inquietante.

Aguantó la respiración, así como su mente devastada le confundía y le presentaba algo que no estaba. Porque ese Jude no era el que estaba junto a su persona, ese era uno que ya no existía. Uno que estaba muerto.

“A veces la gente cambia mucho, Johnny boy”

Oh dios, como le habría gustado conocerle. Incluso aunque la propia idea de tener a alguien así en su auto, en una calle oscura y lejana le daba terror. Pero era Jude, se decía. Podría parecer un drogadicto y seguiría siendo Jude. O una versión algo parecida.

¿Le agradaría entonces? Ojala pudiera saberlo. Tal vez entonces realmente le daría pena aneja, le vería con desprecio y luego se reiría en su cara por tratar de hablarle, mientras su brazo rodeaba la cadera de Rebecca y se alejaban juntos.

La imagen le partió el corazón.

Hizo un gran esfuerzo y regresó a la realidad. Jude sentado junto a él, vestido con su uniforme de mesero y mirándole como si esperara algo. ¿Esperar qué? Johnny jamás tendría nada para darle aparte de amor y lealtad condicional. Se tiraría de un décimo piso si él se lo pidiera. Pero eso no le bastaría a alguien como Jude. Alguien como él merecía más, no desperdiciar sus años jóvenes junto a un imbécil como él.

Pero por un demonio, como le quería. Lo quería demasiado, más que a su vida o que a el mismo.

Esa forma en la que se le estrujaba el pecho al mirarle, las frases sin terminar que se perdían en el fondo de su garganta, imposibles de ser completadas. Y la mirada al aire que decía más de lo que jamás podría expresar con palabras.

Le quería tanto que…

“No lo hagas. No lo digas”.

“NO”.

—Hablé con Rebecca ayer. Fui a verla a su casa.

Toda la expresión en su cara cambió. En cambio, el rostro de Johnny se ensombreció.

— ¿Ah sí? ¿Te contó algo interesante? —preguntó, con un tono que revelaba ligero miedo, indignación, tratando de ser ocultos tras una falsa indiferencia. 

—Ella me dijo que ustedes salían juntos —la sentencia salió grave y lenta, como palabras arrastradas, así como Johnny miraba al frente, fuera del parabrisas del auto.

No necesitó voltear a verle para notar como la delgada figura del joven se tensaba de pies a cabeza. Suspiró, con cierta sensación de pesadez alejándose de sus hombros. La calma vino, pero en esta ocasión, la tormenta sería después.

— ¿Ella te lo dijo, sin más? —se inclinó hacia el frente, apoyándose con las manos sobre el sillón. Su voz poco a poco bajaba en intensidad.

—Yo se lo pregunté —era una verdad a medias.

Los ojos. Los ojos purpuras. Y las pupilas dilatadas. Jude estaba aterrado.  Giró la cabeza, encontrándose con el rostro pálido, de expresión atemorizada. Esperó todo, menos el miedo. Pero ahí estaba.

“¿A qué le tienes miedo?”

— ¿Qué más te dijo? —las ojeras parecían volverse más oscuras y su cara perdió un poco de su atractivo natural. Lucía tan estresado, tanto que le preocupó. Quería pedirle disculpas y decirle que mejor olvidara todo, que no era nada. Pero ya era muy tarde, no había forma de regresar las palabras.

—No demasiado, sólo que ustedes salieron unos meses, que terminaron mal y que eras muy diferente antes —le resultaba ligeramente más difícil el hablar —Muy poco.

— ¿Seguro qué es todo lo qué te dijo? —no había todavía una sola pizca de molestia en la forma en la que hablaba, sólo se veía demasiado preocupado.

—Lo juro.

Jude se dejó caer en su lugar, con la mirada realmente perdida en el vidrio de la ventanilla cerrada. Se notaba tan desolado que Johnny se sintió culpable. Los dos estaban callados, sin mirarse. Se dijo que todo había sido extremadamente estúpido, que debió haberse quedado callado y tragarse todas sus emociones y dudas. Pero no podía. Tenía que ir, ser el mismo maldito marica de siempre y ser honesto. No podía mentirle, jamás podría.

“Lo siento mucho”.

Sentía que todo ese silencio le estaba mutilando las ideas, mientras el auto se sentía inexplicablemente más frío. Escuchó un pequeño gemido escapar de la garganta de Jude, seguido de un grave sonido que podía pasar por un sollozo. Aunque obviamente no estaba llorando. Sólo estaba muy  afligido. El miedo mezclado con ciertos tintes de dolor. Era muy extraño.

— ¿Por qué no me preguntaste a mí? —finalmente exclamó.

—No me lo habrías dicho —lo dijo, por muy grosero que sonase.

—Sí te lo habría dicho… —su voz se había vuelto un hilo tembloroso, mientras se apretaba las manos, una contra otra. Se estaba enterrando la uñas en las muñecas y Johnny lo vio.

“Por favor, no”.

—No lo habrías hecho —continuó, pese a todo —Te conozco.

—Parece que no lo suficiente, ¿eh? —soltó una risilla irónica, totalmente falta de gracia alguna.

Johnny esta vez fue él que sintió mal. Se sentía como un imbécil, uno insensible y poco confiable. Lo notaba en la manera en la que evitaba encontrarse con sus ojos. Él estaba decepcionado. Mucho.

—Sólo quería saber las cosas que tú no me dices —confesó, sintiéndose al borde de las lágrimas. Estaba tan apenado, quería tirarse sobre su regazo y pedir perdón en medio del llanto. En vez de eso, mantuvo la compostura, aunque su voz se quebrase.

—No te las dije por una razón. ¿No lo crees?

—Lo sé —por supuesto que lo sabía.

—Es mejor que me vaya de una vez —masculló Jude, pasándose una mano por el rostro y sin siquiera dirigir una sola última mirada a Johnny antes de salir. White no respondió.

Jude salió del auto, cerrando la puerta tras de sí con calma. El sonido pesado de la portezuela golpeando el automóvil al regresar a su lugar resonó en los oídos de Johnny. Había algo más en el ligero estruendo. Tenía otro significado. Y Johnny casi lo pudo leer como quiebre.

Algo se rompió. En el instante en que Jude se bajó del vehículo. En el momento en el que dijo que tenía que irse. Cuando se río y le dijo que no le conocía. Cuando Johnny admitió la verdad.

No era un quiebre total, solo una grieta. Una que iba a crecer. Se sintió asustado ante lo que vendría después, el día siguiente o la siguiente semana.

Introdujo la mano en el bolsillo donde estaba la cajetilla y el encendedor, los cuales tocó con cuidado. Su dedo índice se deslizó sobre el plástico delgado y apretó con suavidad la pequeña caja. Cerró los ojos, relajando los hombros sobre el asiento acolchado. Escuchaba el sonido amortiguado de las botas de Jude golpeando la banqueta mientras se alejaba del pequeño auto compacto.

— ¡Jude! —y su ultimo pequeño intento.

El muchacho, contrario a lo que esperaba, volteó. Giró sobre sus talones, sin mostrar mucha emoción en su rostro.

— ¿Sí? —al menos le respondió.

—Acércate, por favor.

De nuevo, no fue lo que esperaba. Pero él le obedeció. Y se acercó. A paso lento y de tal forma que parecía que se echaría a correr directo al edificio de colores chillones, pero lo hizo.

Se detuvo a un metro del auto, desde donde Johnny le enviaba una mirada extremadamente triste, casi suplicante. Se sacó la cajetilla del bolsillo y con una mano que emergía tímida tras la puerta del automóvil, la extendió frente a la mirada espectadora de Jude.

—Tómala.

Black enfocó la mirada oscura en la caja rectangular sobre la palma de Johnny. Una cajetilla de cigarros Pall Mall, nueva, todavía envuelta en el plástico. Acercó los dedos a ella, con intención de tomarla, pero pronto cambió de idea, regresándola a su pecho, junto con la otra.

— ¿Por qué tienes una caja de cigarros?

—No lo sé —no iba confesar esa pequeña verdad.

— ¿Acaso la compraste para mí? —preguntó, sin ningún signo de molestia o desconfianza.

Johnny no respondió, se quedó la misma posición con el brazo arriba y la cajetilla frente a Jude.

—Johnny…

— ¿No la quieres? —habló apenas en un susurró.

—No la necesito —contestó —Adiós.

No un “Hasta mañana” o un “Hasta luego”. Un seco “Adiós”.

—Adiós, Jude.

* * *

Cuando miró la llamada entrante, se preguntó si debía colgar o contestar. Estuvo escuchando el timbre sonar, casi cuando iba a colgarse automáticamente, hasta que finalmente se dignó a tomarla.

—Hola —su voz le sonaba distante. Estaba echado en la cama, sin camiseta ni zapatos. Tenía frío, pero ni siquiera tenía los ánimos de cubrirse.

—Hey, hey… —el tono animado de Bill le pareció insoportable — ¿Cómo estás, grandulón? Yo acabo de llegar a casa, esa fiesta fue tan aburrida, traté de escaparme como dos veces. Las reuniones de mi padre con sus colegas son de lo peor.

—Bien, creo —mentira.

—Se te escucha un tanto decaído —inquirió el joven, así como en su voz se develaban ligeros tintes de preocupación.

—Sólo tengo sueño, es todo —más mentiras —Estaba esperando a que me marcaras, así que todo lo que quieras preguntar, hazlo rápido, que muero del sueño.

—Vale —respondió con tono burlón, aunque no grosero. Casi le podía mirar sonreír del otro lado de la línea —Antes que nada, me acaban de decir que va a haber una fiesta por el fin del curso en la universidad estatal, si no me equivoco, en unas dos semanas. ¿Te gustaría ir?

—Pero voy en la preparatoria —respondió, soltando una suave risa nerviosa.

— ¿Y qué? Yo también soy de preparatoria y me avisaron. No seas llorón, White —Bill probablemente jamás se cansaría de tratarle de esa forma amistosa-agresiva. Era... encantador.

—Supongo que está bien.

—Ahora sí… —el muchacho se aclaró la garganta y río levemente — ¿Qué te dijo Rebecca? ¿Algo interesante?

—Ah, yo… —dudaba. No quería decirle. No a él.

—Vamos, dime —insistía con un tono de niño ansioso que jamás le había escuchado antes. Se sintió abrumado. Porque no sabía cómo iba a reaccionar. Tal vez se sentiría desconcertado, o enojado, o destrozado. ¿Por qué habría de? Se dijo. Tal vez le daría igual, un poco de sorpresa y ya no diría nada.

No quería tener que averiguar cuál sería la reacción correcta.

—No lo sé, es una tontería sin… —se rascaba la cabeza, mientras pensaba en las palabras adecuadas para liberarse de eso.

— ¿Importancia? —Terminó antes de que él pudiera decirlo —Siempre dices cosas así. Ahora dímelo.

No sonaba enojado o autoritario, pero sí podía notar que no iba a soportar sus desvíos de tema o cualquier intento de evitarlo. Bill le había llamado por una cosa y no le dejaría colgar hasta que le dijera.

— ¿Qué te dijo Rebecca? —volvió a preguntar, aún animado, pero ligeramente más serio.

Johnny suspiró y miró directamente al techo, abriendo la boca para hablar.

—Rebecca y Jude estaban juntos. Lo estuvieron durante unos meses, en las vacaciones de invierno pasadas.

Silencio.

Escuchaba la respiración de ambos y el sonido acuoso de su garganta al pasar saliva.

—Bien —la voz grave de Bill se deslizó por la línea y le provocó un escalofrío. Uno muy desagradable —Buenas noches.

Y entonces, colgó.

Notas finales:

A todos los que siguen leyendo los desvaríos de esta tonta joven, a dos días de cumplir sus 17 primaveras: Les agradezco enormemente que aún se pasen por aquí y les siga gustando mi trabajo. Muchas gracias

Naturalmente, evísenme de cualquier error que hayan notado y dejen sus comentarios con cualquier sugerencia, opinión o petición que tengan, con gusto los leeré y los contestaré c: 

Gracias por leer <3


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