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The Nerd's Trouble por Killer Cobain

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Notas del capitulo:

Después de escribir todo esto, no creo tener mucho que decir xd 

Pasen y lean <3

Jamás se había sentido entusiasmado ante la idea de asistir una fiesta. Los lugares ruidosos, llenos de gente le provocaban nauseas. Pero ya tenía diecisiete años, se dijo que sería una estupidez no ir.

Aunque le temblaran las piernas.

La mañana de ese segundo domingo de diciembre le pareció más helada que de costumbre. Incluso envuelto en capas de sabanas y cobertores, el frío que se colaba por debajo de las ventanas y puertas se le hizo insoportable.

—Despierta Johnny, el desayuno está listo —le llamó su madre, golpeando la puerta con los nudillos. El joven White balbuceó un par de palabras y se talló los ojos, para encontrarse con su sucio techo blanco. Aspiró el aire frío y le dolieron las fosas nasales.

—Enseguida bajo.

Como en las últimas semanas, su rostro lucía peor de lo habitual. En el espejo lo único que miraba era una cara esquelética y pálida, cuyos ojos ojerosos parecían más hundidos en sus cuencas que lo normal. La barba crecía de vuelta, volviéndose más oscura y despeinada, y el cabello estaba a unos centímetros de cubrirle las cejas.

La cicatriz de su pecho seguía blanca y desagradable, mientras que su cuerpo poco trabajado tenía el mismo aspecto débil y delgado. Sintió que estaba viendo a la foto de un cadáver o un enfermo, más no a su propio reflejo. Suspiró derrotado y se echó a andar al baño. Unas dos aspirinas, un cepillado rápido y una ducha le harían bien.

El vello del cuerpo se le erizó enseguida su piel mojada entró en contacto con el aire frío. Se envolvió en la toalla áspera hasta los hombros y caminó de vuelta a su cuarto, escurriendo agua en todo el suelo de madera. El olor a los huevos y el tocino del desayuno subía por las escaleras, y a Johnny sólo le provocó un cierto malestar estomacal.

Por primera vez en varios meses, Johnny extrañó a su viejo hogar. Incluso aunque ya se hubiera acostumbrado a aquella ciudad después de un año, podía volver a esa sensación de estar en el sitio equivocado. Por lo menos en Lancaster tendría la seguridad de que podría pasar el día con Danny, o con Rose, o con ambos. Conocía las calles, los ruidos, la gente y la escuela. Nada era nuevo, no tenía que hacer amistades nuevas porque le bastaba con las que tenía.

Ahí nunca se habría enamorado (por completo). Habrían pasado todos esos… desafortunados encuentros de Johnny y ella, pero las cosas habrían ido bien. Rose le daría un golpe y tal vez le rompería la nariz, y Danny se reiría de ambos, pero todo sería perfecto. En el lugar donde todo era familiar.

Se decía que incluso su madre lucía más feliz y cómoda ahí. El único que se notaba frustrado era su padre, para finalmente arrastrarlos hasta otra ciudad que ninguno de los dos conocía. En su opinión, todo estaba bastante jodido.

Pero tanto su madre como él aprendieron a soportarlo y adaptarse hasta aprender a vivir en relativa paz, con todo y la constante falta de afecto de su padre y todos los problemas que se había generado con Jude.

Aunque bien Johnny solía decirse que Jude era todo el problema en sí.

Él y esa tonta cara bonita que tanto adoraba.

Tal vez estaba llegando a puntos enfermizos.

Estaba aún desnudo y mojado en el medio de su habitación, sumido en sus pensamientos, cuando el timbre del teléfono le sacó de sus cavilaciones. Lo tomó con una mano y contestó rápidamente.

— ¿Diga?

—Johnny —el tono cremoso y suave se lo dijo todo.

—Rebecca —sonrió al instante, y como si la tuviera al frente en realidad, se cubrió el torso y el pecho con la toalla mojada — ¿Qué sucede?

—No sé si tu amigo, Bill Donovan, te aviso o algo, pero va a haber…

— ¿Una fiesta en la universidad estatal?

—Entonces sí te dijo —masculló, seguido de una corta risita.

—Sí, hace unas semanas, de hecho —el joven se sentó en la cama, aun con la toalla en las piernas — ¿Irás?

—Naturalmente —respondió ella, con un dejo de cansancio en la voz —Es una fiesta de final de curso, siempre hay mucho alcohol y porquerías así, es divertido. Que alguien como yo no asistiera sería una tristeza.

Johnny se removió en su lugar, un tanto incómodo. Eso de “una persona como yo”, “una persona como él”, le ponía nervioso. Y lo hacía sentir inferior.

Muchas veces olvidaba en qué lugar estaba Rebecca, que clase de chica era en la universidad. Todo le resultaba demasiado extraño, casi chocante.

—Ojala te diviertas mucho allá —dijo Johnny, sonriéndole a la nada. Escuchó un pequeño gemido del otro lado de la línea, Rebecca quería decirle algo.

—No era sólo para eso para lo que te llamo, Johnny —hizo una pequeña pausa y volvió a reírse — ¿No querrías ir conmigo?

A Johnny se le atoraron las palabras en la boca.

— ¿E-en serio? —la cara se le tiñó de un profundo color escarlata como pocas veces en la vida.

—Planeaba aceptar la invitación de otro tipo, pero… —suspiró profundamente —Me aburriría un montón con él. Así que pensé en ti, aunque no estaba segura si dirías que sí o…

Johnny cerró los ojos, así como sentía perderse en la voz suave de Rebecca Shoreline. La cadencia de sus palabras, los suspiros y el sonido acuoso de su lengua entre los dientes.

Dios, como le gustaba. Lo comparó enseguida con la forma de hablar de Jude. Él y su tono seco, aunque aterciopelado. Resultaba agresivo y seguro, y cuando estaba triste, tan débil que parecía que iba a quebrarse. Era muy obvia la diferencia entre una chica alegre y honesta, y el joven más extraño que jamás conoció.

—Está bien —respondió con el tono más delicado que pudo hacer.

— ¿En serio irías conmigo?

—Por supuesto —sintió un nudo en la garganta, absolutamente emocionado —Sólo dime a qué hora y yo paso por ti.

—La fiesta inicia a las ocho de la noche. Puedes venir por mí poco antes de las siete y media, ¿te parece? —ella sonaba igual de feliz que él.

—Por supuesto —se puso de pie y con una gran sonrisa dibujándose en su cara —Entonces, nos vemos en la tarde.

—Claro —contestó ella, y Johnny casi pudo ver la misma sonrisa en su rostro —Hasta luego, Johnny.

—Hasta luego, Rebecca —y esperó hasta que ella colgara la llamada.

Dejó caer el teléfono sobre la cama, totalmente ensimismado en la idea de pasar la noche con Rebecca, incluso aun en una fiesta llena de gente que jamás lo voltearía a ver bajo ninguna situación en ningún lugar.

Johnny se quedó desnudo y mojado sobre su cama, pensando en el rostro amado de la chica e ignorando los gritos de su madre, pidiéndole que bajara de una vez.

Incluso la imagen de Jude en su cabeza, se veía un poco difusa.

* * *

 

Tenía la cara fría y sentía su nariz doblarse ante una dolorosa presión.

Abrió los ojos hinchados para encontrarse con las losetas claras del suelo. Movió los brazos e hizo el amago de estirar uno de los brazos, pero un intenso latigazo de dolor le recorrió el cuerpo, desde el cuello hasta la espalda. Debió quedarse dormido en la posición más torcida posible.

Se dio la vuelta sobre la espalda, aún con medio cuerpo fuera de la cama. Una mano se sujetó a la mesita de noche y la otra se aferró al colchón, enterrando las uñas llenas de barniz en las sabanas. Agitó las piernas para notar que estaban enredadas entre las de Lucy y las cobijas.

Con la poca fuerza de su torso, logró empujarse hacia el frente y quedar sentando sobre la cama. Se estiró y volvió a sentir la espalda adolorida. Murmuró una grosería y se frotó la cara. Dormía poco y de forma muy ligera, pero aun así se las arreglaba para acabar en el suelo o con las piernas en la cara de alguien.

Se acomodó, con la cabeza contra la pared y trató de no despertar a la chica, lo que fue inútil.

— ¿Jude? —le llamó con su suave voz somnolienta y pronto su mano caliente buscó la piel del joven. Sintió la palma tibia tocarle el muslo y el vello se le erizó.

—Regresa a dormir —masculló, tomándose la muñeca de la mano herida y aspirando profundamente. Tenía la garganta seca.

—No, está bien —sonrió ante el hecho de lo que único que podía ver era su coronilla despeinada entre los gruesos cobertores y su brazo estirado, sujetando su pierna — ¿Cómo está tu mano?

Jude llevó la vista a su mano derecha, cuya palma estaba cubierta por una gasa y un trozo de cinta adhesiva, y debajo de ambos, cuatro puntos de ese molesto hilo quirúrgico. Dobló los dedos y la estiró, mordiéndose el labio ante el dolor.

—Igual que ayer.

Los dedos delgados de la muchacha treparon por su brazo, hasta su muñeca. Le acarició delicadamente y Jude bajó la mirada, para toparse con los ojos cansados de la chica, viéndole fijamente. Jude bufó y ella se encogió en su lugar. Aún podía sentir sus pies calientes contra los propios, más helados.

—Voy al baño —comentó, poniéndose de pie. Tenía puesto una de esas ajustadas trusas oscuras que se le marcaban en la cadera y el trasero. Lucy le miró alejarse y apreció lo grandes y proporcionadas que eran sus posaderas. Cuerpo de chica, pensó.

Black entró al baño, descalzo y medio desnudo, para irse directamente por el botiquín. Dos aspirinas con agua de la llave y esperó que todo le doliera menos. Se pasó las manos por el rostro y suspiró. Estaba ojeroso, demasiado pálido y entendió que eso no era bueno. Su cara se veía apagada y cansada, como pocas veces se había visto antes. Estaba seguro de que hasta Lucy lo notó, cuando llegó más gruñón de lo habitual, comió en completo silencio y jodieron tan fuerte que ella no lo disfrutó del todo. Ninguno de los dos, para ser precisos.

Estaba enojado de nuevo. O frustrado. Se tiró hacia arriba del cabello y se masajeó el cuero con las yemas de los dedos.

Por un demonio, la mano le dolía, igual que la espalda, el cuello y el corazón. Pero ese último no iba a aliviarse con un par de aspirinas.

Extrañaba a Johnny.

Apenas dos semanas sin hablarle y se sentía triste. Estaba tan ansioso por ir a verle. Quería darle un brazo y hundirse entre sus brazos (lo cual fue el pensamiento más gay que jamás tuvo, pero no le puso mucha atención). Pocas veces en su corta vida se llevó tan bien con alguien, y ahora que tenía un buen amigo de verdad, lo echaba todo a la basura.

Y la sensación de irritación era peor porque todo era su culpa. Quizá un poco de Johnny por tener que preguntar todo eso, pero más suya por ser un exagerado de mierda.

Johnny no le dejaría de querer si se enteraba de un par de cosas, ¿no? Todo lo que hizo antes, lo que le hizo a las chicas y como dejó que su vida se manejara entonces, tal vez no le molestaría tanto. Quizá diría algo como “El pasado es pasado” y le sonreiría, y sería como siempre.

Pero no podía evitar pensar en lo que Rebecca pudiera haberle dicho antes. Lo que sea que ella ya le había contado, bien pudo exagerarlo o eso…

—Carajo —se enterró las uñas en la muñeca y con un fuerte resoplido, trató de despejar su cabeza. Se despojó de la ropa interior y se envolvió la mano con una bolsa de plástico. Una ducha fría, eso estaría bien.

Aún sobre el sonido del agua, pudo escuchar las sandalias de goma de Lucy, deslizándose sobre el piso.

— ¿Quieres que te traiga algo de ropa?

—Claro —respondió, cerrando una de las llaves. Le entró algo de jabón en la boca y escupió rápidamente. Se cepilló los dientes y escupió la saliva y la espuma de pasta a sus pies, para que se fuera junto con el agua sucia por la coladera. El baño de Lucy era algo pequeño y sencillo, en comparación al suyo, con su tina de baño, la regadera y la bonita decoración.

Pero a él le gustaba ese. Se acostumbró a los departamentos pequeños, a las habitaciones compartidas y a los lugares apretados. Le traían recuerdos esas paredes manchadas de agua enjabonada y oxido. Era un lugar viejo, que fue ocupado por un montón de personas antes que su novia y de alguna forma le resultaba inquietante.

Cuando salió de la ducha, toda la piel se le erizó. Hacía demasiado frío. No necesitó tomar toalla alguna y regresó a la habitación, mojado y desnudo, quitándose la bolsa de la mano sin cuidado, para la poca sorpresa de Lucy. Ella le esperaba en la cama, igual solamente en su ropa interior y con sus redondos pechos al aire. Tenía los pezones duro y los poros se le marcaban en la piel sobre ellos, por el ambiente helado.

—Gracias —masculló él, inclinándose por la ropa. La mano de Lucy escaló por su muslo y lo sujeto por la cadera, con la vista clavada a su vientre húmedo. No dijo nada cuando sintió que le arañaba la piel y le pellizcaba suavemente. Jude aún podía notar las mordidas y moretones en su cuello y costados. Lucían dolorosos hasta para el propio Black.

— ¿Tienes hambre? —Preguntó con voz calma —Hay huevos y pan en la cocinada, creo que un par de tiras de tocino también.

— ¿Vas a cocinar para mí? —dijo con una sonrisilla, subiendo la trusa hasta la cadera. Un moñito en el frente de color azul oscuro le daba el toque final. Dejó que el elástico golpeara su piel y Lucy se estremeció ante la visión de sus largos muslos blancos y la forma en la que la ropa interior se ceñía a su cintura imposible. Se dijo que nunca había conocido a un hombre que tuviera un cuerpo así de delicado. Y le encantaba.

—No seas grosero —contestó acompañado de una sonrisa y se cubrió los senos con los brazos —Como si no lo hubiera hecho antes.

—Tampoco es que lo hagas tan seguido —se subió los pantalones de mezclilla hasta la cadera y Lucy de verdad apreció como los bordes de la prenda escondía los huesos sobresalientes de su cadera. De verdad era tan extraño para ella, la forma perfecta en la que se dibujaban sus caderas, la línea de su trasero o los hombros estrechos y huesudos. Ni siquiera ella, cuando tuvo la edad de Jude, había desarrollado esa belleza tan fascinante. Ni siquiera entonces era así de bonita —Generalmente yo lo hago cuando estamos juntos. 

Pero Jude Black era tan especial. Era delgado, alto y tenía la piel más blanca y tersa que jamás tocó. Nunca creyó que un hombre podría llegar a ese nivel de perfección, le resultaba casi irreal. Pero ahí estaba él, con los jodidos ojos purpuras, un par en un millón, y los labios más rojos que jamás miró. Inclusive cuando tenía el cabello corto y su rostro siempre estaba lleno de moretones y rasguños, con esa mirada seria y feroz, era hermoso. Lucy podía dejar pasar el hecho de que probablemente jamás tendría barba o bigote, por mucho que a ella le gustaran en un hombre.

No podía hallarse más satisfecha sabiendo que alguien como él, tan guapo e interesante, podía quererle, aunque fuera un poco.

—Pues supongo que es mi turno prepararte algo —ella se puso de pie y buscó entre la ropa tirada a los pies de su cama. Encontró una camiseta de manga corta color blanco y se la puso encima —Enseguida regreso.

Jude no dijo nada más y se limitó a ponerse la camisa de manga larga y franjas oscuras con tres botones en el pecho. Un par de calcetas, sus botas y sacudió la cabeza llena de cabello mojado. Las pastillas funcionaron de maravilla. Tronó sus nudillos y metiéndose el teléfono en el bolsillo, abandonó la habitación.

Se sentó en una de las sillas de la pequeña mesa redonda. Se puso a revisar la hora y la bandeja de mensajes y llamadas en su móvil. No pasaban de las ocho de la mañana. Tenía uno que otro mensaje de tipas, compañeros de trabajo y dos llamadas perdidas de Daniel.

Con la mano cubriéndole la boca, suspiró con pesadez y llamó de vuelta al muchacho.

Esperó un poco mientras entraba la llamada y el tipo contestaba.

—Hey, hola —el chico sonaba adormilado, como si acabara de levantarse — ¿Sucede algo?

—Acabo de ver tus llamadas —atrapó una servilleta entre los dedos y comenzó a arrugarla — ¿Qué es lo que tú querías?

—Sólo deseaba saber si de verdad vas a ir a la fiesta de hoy en la noche, será como a las ocho de la noche —bostezó muy fuerte y escuchó su mano golpeteando algo —Ya sabes, no puedes faltar —el tono burlón del muchacho le molestó.

—No sé, no me dan muchas ganas… —se quedó mirando a la nevera frente a él, pensando —Pero supongo que iré. No me hará daño.

—Grandioso —respondió el chico — ¿Vas a llevar a alguien o envío un auto por ti…?

—Hasta la noche, Daniel —se despidió antes de que pudiera decirle otra cosa. Colgó y dejó el celular sobre la mesa, con la pantalla abajo.

Lucy se dio la vuelta hacia él, dejando un plato de huevos, tocino y pan tostado frente a él. Jude agradeció en voz baja y acercó el plato, así como el vaso de jugo de naranja que le ofreció la chica. Ella se sentó a su lado y le miró inquisitiva. Había notado la forma agría en la que hablaba, incluso más cortante que lo habitual.

— ¿Quién era? —cuestionó enseguida. Jude se llenaba la boca de comida, sin levantar la cara para mirarla.

—Un amigo —se pasó un tragó de jugo y se limpió las comisuras de los labios con una servilleta —Quería saber si voy a ir a la fiesta que habrá hoy en la universidad.

Lucy le miró con curiosidad.

— ¿E irás? —cruzó los brazos sobre la mesa y guardó silencio, observando atentamente los movimientos del muchacho. Comía con suavidad y su bonita cara no revelaba mucho.

— ¿Quieres ir tú? —cuestionó de vuelta, llenándose la boca del pan crujiente. Aún no subía la cara para verle a los ojos. Las mejillas de la muchacha se tiñeron de rojo y sonrió, feliz.

— ¿Es una invitación formal? —preguntó juguetona.

—Suponía que ibas a ir —el muchacho terminó su comida y se puso de pie para poner los platos sucios en el fregadero — ¿Quieres que vayamos juntos?

—No tendría otra opción —ella se levantó enseguida y se acercó a él —No me dejarían entrar a esas fiestas si alguien no me invita.

Jude alzó las cejas, algo sorprendido. Nunca notaba el hecho de que los demás no eran igual a él. Ni Lucy o Johnny, o los tarados que pocas veces frecuentaba. A ninguno de ellos los trataban como a él, no les daban cortesías, no les invitaban a todos lados, no le reconocían solo por el nombre o el rostro. Eran invisibles y Jude resaltaba como nadie.

Era… molesto.

Gruñó para sus adentros y apartó los pensamientos de su cabeza.

—Creo que lo único que puedo hacer es pagarte el boleto de autobús —dijo en voz alta, con la chica tocándole los dedos con los propios.

—Tenemos que conseguir un auto —masculló Lucy, riéndose bajo.

El “tenemos” le dio escalofríos.

—Vendré por ti a las siete y media, más vale que estés lista ¿sí? —el chico se dio la vuelta y caminó hasta los sencillos sofás del lugar, donde su mochila llena de parches, descansaba entre los cojines.

—Claro —respondió Lucy.

Jude se echó la mochila al hombro y se apresuró a salir de la casa.

Salió tan rápido y sin decir nada, que ella ni siquiera pudo decir “Adiós”.

* * *

 

Debían pasar de las seis de la tarde y todo lo que Johnny había hecho fue echarse en toda su extensión sobre el sofá grande de la sala.

Miraba la tele, con una mano metida en una bolsa de patatas fritas y la otra rozando la espalda peluda de su perro, que dormitaba tranquilamente junto a la mesita de la estancia.

Era claro que aún no les había hablado a sus padres sobre sus intenciones de salir a una fiesta.

Siendo sincero consigo mismo, comenzaba a creer que dejaría plantada a Rebecca. No veía por ningún lado la justificación suficiente para ir a una fiesta de universitarios que estaría llena de adultos estudiantes, alcohol, drogas y demás porquerías.

O al menos eso se esperaba.

Pero en serio quería ir. Estaba seguro de que muchos de los chicos de su edad jamás habrían experimentado nada de eso. Tal vez nunca lo harían. Y él tenía esa oportunidad en la mano.

De ir a una fiesta enorme, con una chica guapa y popular, donde quizá podría llenarse de alcohol y lucir un poco bien ante los demás. La sola idea le hacía temblar las rodillas y lo hacía hincharse de emoción.

Tenía que ir, realmente tenía que.

—Johnny —escuchó a su madre llamarle desde la cocina — ¿Podrías sacar la basura por favor?

—Claro —respondió, y con el cuidado de no pisar a Bonham, se puso de pie y caminó torpemente a la cocina. Ató la boca de la gran bolsa negra y salió con ella hasta la calle.

Bufó al ver el cielo oscureciéndose. Ya era tarde, no tendría tiempo de convencer a su madre.

Arrastró la bolsa de plástico por todo el patio hasta los botes metálicos en la banqueta y la dejó dentro de uno de ellos.

—Hey —una voz áspera le tomó por sorpresa y se giró sobre los talones.

Derek.

—Hola, Derek —saludó animosamente, mientras se acercaba al muchacho. Derek estaba recargado sobre el cerco que separaba las casas, con un cigarrillo apenas encendido entre los labios — ¿Cómo estás?

—Aburrido —respondió con una sonrisa —Estoy esperando a la noche para ir a una fiesta en la universidad.

— ¿De verdad?

—Unos amigos estudiantes me invitaron, y no tengo nada mejor que hacer, así que... —aspiró todo el humo que pudo y lo exhaló rápidamente. Miró a Johnny con duda — ¿No te gustaría ir? Puedes llevar a Jude —la forma extraña y lenta en la que pronunció el nombre de Jude puso nervioso a Johnny. E inevitablemente se puso a pensar en él. El estómago se le revolvió.

—En realidad planeaba ir con alguien más, creo que Jude ira con otra persona —le dolió todo eso.

— ¿Vas a ir con Rebecca, cierto? —la sonrisa de dientes afilados de Derek le asustó ligeramente.

—Quizá —no quería responder por completo —Igual no sé si podré ir.

— ¿Por qué?

—No le he pedido permiso a mi madre —se rascó la cabeza con dos dedos y suspiró —Ni siquiera creo que me dejaría ir a algo así…

—Miéntele —fue su respuesta inmediata. Volvió a aspirar el humo de cigarro, golpeteando la punta contra el cerco para tirar la ceniza.

—No podría inventar algo suficientemente bueno —se sentía demasiado desanimado, no le importaba mucho mentir.

—Dile algo como que irás a la casa de un amigo, o a la biblioteca —el muchacho sonrió de nuevo —Dilo mientras sales muy rápido de la casa y solamente regresa para el castigo.

Johnny lo consideró de verdad, mirando fijamente la cara bronceada de su amigo. Apestaba a humo de cigarro y le gustaba.

—Piénsalo bien muchacho, la fiesta es a las ocho y supongo que tendrás que pasar por la chica antes de esa hora —Derek levantó el brazo, exponiendo su bonito reloj de pulsera —Faltan veinte para las siete —subió la mirada a la cara seria de Johnny —Apresúrate, Romeo.

Derek le dio una palmadita en el cuello y sin decir más, se dio la vuelta y caminó de regreso al interior de su casa. Johnny se quedó de pie ahí un rato más, perdido en sus pensamientos.

No le parecía tan mala idea eso de irse sin explicar mucho y regresar a la casa solo para ser castigado. Bufó y volvió adentro.

Se dejó caer sobre el sillón junto a la puerta y mantuvo los ojos fijos a la pantalla brillante de la televisión. Se quedó así los siguientes veinte minutos, con su madre haciendo diferentes deberes en la casa. Fue hasta que ella se sentó en uno de los sofás que decidió actuar.

—Mamá, necesito ir a la biblioteca — “Más vale que esto funcione”.

— ¿Para qué? —preguntó ella de inmediato.

—Tengo una tarea de biología sobre las diferentes características de los seres vivos y debo hacer un informe algo largo sobre ello —le sorprendía lo segura que sonaba su voz al mentir. Su madre no lucía extrañada o molesta.

— ¿Y por qué ahora, el domingo en la tarde?

—Apenas lo recordé —dijo con toda la pena fingida del mundo. La mujer le miró con extrañeza un par de segundos.

— ¿Tardarás mucho?

—Tal vez.

Ella se quedó pensativa un rato, y lo único que pudo escucharse en la sala fue el sonido amortiguado de la televisión.

—Supongo que está bien, ve —ella estiró las piernas sobre el sofá y se recostó cuidadosamente, bostezando. Se veía cansada —Sólo procura volver no muy tarde, ¿quieres?

—Iré arriba a cambiarme esta ropa sucia —dijo seguido de una risilla nerviosa y corrió escaleras arriba.

Se adentró tan velozmente en su habitación que casi se tropieza y se da contra la puerta, pero no le importó. No se cambió los pantalones ni los zapatos, prefirió ponerse una camiseta blanca y una camisa de manga largo a cuadros naranjas y negros como única diferencia. Se fajó bien ambas bajó su pantalón, se puso el cinturón que no estaba tan maltratado y pasó un trozo de tela húmeda sobre sus botas polvorientas. Algo de desodorante, colonia y humectante de labios.

Todo habría estado bien, de no ser por las gafas y la barba.

Hizo un gesto de molestia ante ambos detalles y se pasó las manos por la cara. Debía afeitarse ya.

Corrió hasta el baño, donde se llenó el mentón y las mejillas de espuma para afeitar, sin embarrarse el labio superior. Quería dejarse un bigote, ante lo cual sonrió. Agradeció que su vello facial aún no estuviese demasiado grueso de vuelta.

Se pasó el rastrillo por la piel con mucho cuidado, tomándose el suficiente tiempo para hacerlo bien. Se enjuagó el rostro, se secó con una pequeña toalla blanca y se puso de esa loción para después del afeitado de su padre. Recortó el bigote con un par de tijeras y con cierta vergüenza, lo peinó hacia los lados. Un bonito bigote al estilo de los 40’s se alzó orgulloso en su rostro, y si hubiera sido un poco más largo, incluso habría podido tener las puntas rizadas.

Sonrió satisfecho ante el resultado, pasándose los dedos por el rostro. Guardó los lentes en el bolsillo de su camisa, las llaves en los pantalones, se puso una de sus mejores chaquetas encima y se dispuso a bajar. Pensó en correr hasta afuera para que su madre no preguntara por la afeitada.

Bien pudo haberlo hecho, pero encontrar a su madre dormida en la sala le evitó las molestias.

Salió silenciosamente, caminó hasta la cochera, subió a su Ford Mondeo y se alejó de ahí rápidamente.

Suspiró relajado cuando se encontró saliendo a las calles llenas de autos de siempre, por el camino que el reconocía como el que le llevaba a la casa de Rebecca. Que feliz se sentía.

Y enseguida pensó en Jude.

¿Iría a la dichosa fiesta? Johnny pensó que lo más seguro es que no. A él le molestaban esas cosas, tal vez preferiría quedarse en casa con su gato. Lo cual sonaba menos patético en él, de lo que sonaría en cualquier otro. Porque igual podría quedarse a follar con su novia.

Lo cual le ponía triste como pocas veces.

Johnny se dijo que lo mejor sería relajar la cabeza y el cuerpo. Llenarse de la imagen de Rebecca y divertirse por una vez sin pensar en Jude. Ni siquiera había llamado a Bill para decirle que iría con ella, pero probablemente él ya se había conseguido alguien para ir o sólo asistiría solo.

Dejó de pensar en todo eso, cuando entró en la calle de Rebecca y detuvo el auto frente a su casa.

Se apeó del vehículo, golpeó las suelas de las botas contra el pavimento y tocó el timbre. Se sentía ansioso.

No pasó mucho hasta que la puerta de la casa se abrió y dio paso a la radiante joven. Embutida en un par de pantaloncillos negros más cortos que medio muslo, que se cerraban con seis botones sobre su vientre y una camisa de manga larga sin cuello color rojo, fajada a sus pantalones, un par de largas medias con ligas y botas de tacón hasta la rodilla.

Su primer pensamiento fue que de verdad era una diosa. Nunca había conocido a una mujer tan bonita o atractiva. Le gustaba a montones, demasiado.

Ella sonrió cuando le miró y sintió que el corazón se le estrechaba dentro del pecho

—Eres la mujer más bella que he visto en mi vida —pronunció apenas la tuvo enfrente. Rebecca se río y Johnny sonrió pasmado, sabiendo que había sonado como un palurdo.

—Te ves muy guapo con bigote, luces aún mayor —dijo ella, poniendo la mano sobre su hombro. Todo el bello se le erizó y la cara se le puso roja, como si no se hubiera besado con ella ya un par de veces.

—Dime que no me veo como de treinta años —respondió aún apenado.

—Para nada —Rebecca volvió a reírse y dejo caer sus manos sobre su rostro. Las deslizó sobre su cuello hasta llegar a su nuca y acercó su rostro al suyo.

Johnny, pese a todo, entendió que eso no era romántico. No había una sensación de estar haciendo algo de esa naturaleza. Incluso cuando la lengua ajena irrumpió en su boca y su mano se escabulló para apretar uno de sus glúteos, supo que nada de eso tenía otra intención. Rebecca le gustaba en demasía, pero no era esa clase de situación.

Gimió contra su boca y ella se pegó, abriendo las piernas cuando el muslo rigido de Johnny se metió entre ellas. La lengua le llegó hasta la garganta y saboreó el gusto a tabaco. Lo notó. No estaba usando sostén. Era glorioso. Sus pechos eran suaves y esponjosos, y quiso arrancarle la blusa cuando sintió los pezones duros rozarle, debajo de la ropa, sobre la ropa.

Fue un beso muy sucio, lleno de saliva y él apenas y se concentró en besarle, más ocupado en experimentar las demás sensaciones.

—Johnny… —masculló entre jadeos, y aun así él no se pudo decir que todo eso se sentía como algo romántico o siquiera sexual —Tienes una erección —o al menos eso creía.

Hubiera querido tener la suficiente pena para apartarse de ella en el momento en que dijo eso, pero prefirió atrapar su lengua con los labios de vuelta y beberse toda su saliva. Ella debía tener la barbilla húmeda, Johnny no sabía ni siquiera como estaba moviendo la boca contra la suya.

Rebecca tampoco dijo mucho, sintiendo la dureza del muchacho clavarse en su vientre bajo, dejando por primera vez en un rato, que la otra persona dirigiera un beso entre los dos. Johnny era rudo y poco cuidadoso, lo cual le trajo recuerdos inmediatos de… cerró los ojos con fuerza, concentrándose en él.

Sintió el tirón que él le dio para apartarla de su cara y el contacto visual que hicieron fue tan intenso, que a Johnny se le removieron las entrañas. Apretó su cara con las manos y no dijo nada cuando los dedos de Shoreline se enterraron en su cadera recta.

—Perdon por ponerme duro —dijo seriamente, aun sujetándole la cara. Sus ojos se veían grandes sin las gafas, con las pupilas dilatadas y las ojeras enmarcándolos.

—No hay problema —respondió, asintiendo con la cabeza. Ni siquiera pensó que aún tenía la pelvis del muchacho pegada a la propia.

Volvieron a besarse y se envolvieron en un abrazo tan fuerte, que Rebecca gimió suavemente cuando la erección del muchacho se clavó un poco más debajo de su pubis.

“Esto está mal” pensó Johnny, con la lengua de Rebecca envuelta en la suya y las manos sobando sus senos.

“No me importa”.

* * *

 

Tocó la puerta dos veces y revisó la hora en el celular. Eran casi las ocho.

—Voy, voy —gritó ella desde el otro lado.

Abrió y enseguida encontró a Jude Black de pie, con el cabello suelto alrededor de su cabeza. Tenía el mismo gesto severo de siempre, sólo que el delineador lo hacía lucir más oscuro. Una camisa de botones negra, fajada en su par de jeans azules demasiado ajustados, un cinturón de cuero negro y zapatillas deportivas rojas. Sostenía un largo abrigo verde olivo en el brazo, contra el pecho. Sencillo y bonito, se dijo.

Lucy por su lado, ante los ojos de Jude, se veía bien. El vestido escotado y corto, con los tacones altos negros y el cabello sujeto en un moño, todo combinaba bien. Era una chica bonita, casi todo se le vería bien. 

— ¿No te dará pena ir así en el autobús? —preguntó Jude apenas ella salió del departamento y cerró con llave.

— ¿Acaso me veo mal?

—Todo lo contrario —respondió, justo cuando se echaron a andar por todo el largo pasillo hasta las escaleras del edificio—Pienso que llamarías mucho la atención.

Lucy se sintió halagada al instante. ¿Jude le estaba diciendo que era demasiado bonita? Eso era grandioso. Él no era muy dado a hacer comentarios sobre ella, su ropa o cualquiera otra cosa. Solía darle apretones en los brazos, acariciarle las manos o frotar su espalda como muestras de complacencia. No le gustaba decir mucho y era algo que ella no sabía si apreciar o detestar.

Aun así, sonrió y sujetó su antebrazo mientras caminaban hasta la salida.

Jude estaba muy tranquilo.

No habría ido a un evento así de no ser por Lucy y la posibilidad de ver a Johnny ahí. Le daba curiosidad el cómo se comportaría el muchacho en una fiesta. Su interior se estremeció por la ternura y de pronto se vio lleno por un sentimiento de cariño.

En serio le agradaba un montón. Y lo extrañaba.

Ojala pudiera verlo un rato ahí y acercarse a hablar con él.

El viento frío le golpeó la cara con fuerza y frunció la nariz ante el dolor de aspirar el aire helado.

—Jodido invierno, odio el frío —masculló irritado, poniéndose el abrigo y subiéndose el cierre hasta el mentón. Lucy no evitó dejar escapar una risita enternecida.

—Pero puedes cubrirte del frío, el calor te lo tienes que aguantar todo el tiempo, ¿sabes? —sujetó su brazo y se quedó pegada a su cuerpo, así como caminaban a la parada de autobús.

—Los dos son asquerosos —Jude elevó la vista sobre los autos que pasaban frente a ellos, buscando el transporte. No quería llegar tarde a la fiesta. Según lo que le habían dicho, la fiesta la organizarían en la casa de la fraternidad Sigma Phi Delta, la misma a la que pertenecía su amigo Sam Debusher, y un par de conocidos más. Conocía bien el lugar, siendo que era la casa más grande en toda la manzana donde se encontraba la universidad y la misma hermandad organizaba una fiesta cada final de semestre.

— ¿Sabes exactamente dónde será la fiesta, Jude? —Lucy se dejó caer en la fría banca metálica y tembló un poco bajo su ropa.

—Claro, yo sé.

—Siento que conoces a todos en la universidad —dijo, mientras rodeaba la cadera de su novio con ambos brazos.

—Yo no los conozco a todos en la universidad —respondió sin voltear a verle y cruzando los brazos —Todos me conocen a mí.

Lucy se estremeció y apartó las manos del chico. Por primera vez en un rato, entendió lo diminuta que era ante él y sintió envidia sin querer. Nunca había sido ni tan atractiva, o inteligente, o popular como lo era Jude Black, ni cuando tenía su edad, ni ahora, a sus veinte pasados.

Nadie de apenas dieciocho lograba esa clase de atención.

Se preguntó que lo hacía tan especial ante los ojos ajenos. ¿Era su cuerpo y cara inusual para un hombre, lo listo que era o la forma en la que hablaba? Probablemente era todo eso combinado, siendo que era demasiado carismático, incluso cuando trataba de ser antipático. Recordaba bastante bien los primeros días de trabajo junto, cuando aparecía todos los días con su expresión de perro sarnoso y un moretón en el rostro.

Todo eso, hasta que llegó el tiempo donde su gesto permanentemente enojado o aburrido, paso a uno serio solamente, incluso sonriéndole o riéndose abiertamente frente a ella. Entonces le gustaba por su resistencia, y después sólo le gustó por lo guapo que era.

Pero ahí estaban juntos, y por muy feliz que se sintiera junto a él, por mucho que pudiera disfrutar (y sufrir) lo excepcionalmente violento y bueno que era para hacer el amor, todavía tenía ese pequeño sentimiento de inferioridad, aunque sonara idiota en su cabeza.

Sin contar que en caso de que terminaran (que deseaba que jamás sucediera), por mucho que quisiera evitarlo, siempre terminaría sabiendo con quien estaría de nuevo. Todos siempre se enteraban.

 Gruñó en celos cuando creyó que Jude no le escuchaba y se puso de pie enseguida notó el camión acercándose a ellos. Jude se sacó un par de billetes del bolsillo, contando el dinero rápidamente. El autobús se detuvo frente a ellos, subiéndose primero Lucy y él después para darle el dinero al chofer.

Se sentaron juntos en uno de los asientos del final. La joven se frotó las manos, soplando sobre ellas.

—Olvidé mi suéter en casa —chistó enojada y avergonzada, mientras se frotaba los brazos.

—Distraída —respondió el muchacho, a lo que ella sólo agachó la cabeza, ofendida. Sentimiento que duró poco, cuando sintió a Jude ponerse de pie en el vehículo andante y sacarse su abrigo, para dejarlo caer sobre sus hombros estrechos.

El corazón le latió fuertemente y sonrió con timidez.

—Te vas a congelar.

—Después puedo robar el abrigo de alguien más —“Probablemente el de Johnny”.

Jude se acomodó en su lugar y cerró los ojos. Enseguida visualizó a Johnny. Se lo imaginó sentado, ambos en el auto del muchacho.

Pensó en todo lo que fue antes de se hicieron amigos, ¿alguna vez notó a Johnny White en la preparatoria? Se sintió extremadamente triste ante el pensamiento. Probablemente si llegó a mirarle, siendo que era imposible que alguien así de alto pasara desapercibido por la escuela, pero su propia aura calma y callada lo hacía fácil de ignorar, como algo que querías evitar. Se arrastraba entre los pasillos como un ente oscuro, mientras que Jude brillaba donde sea que se parara.

El chico que nunca resaltaba y el tipo que siempre lo hacía. Pensar en ello sólo le provocó asco por su persona. No suspiró con las ganas que tenía de hacerlo para que Lucy no preguntara, pero se enterró las uñas en el muslo. Quería a Johnny cerca, era su mejor amigo.

Pegó la cara contra el vidrio, tal vez aún podía regresar a casa y quedarse ahí. O convencer a Lucy de volver y joder un rato, o algo por el estilo. Ya no se sentía tan entusiasmado por el hecho de poder ver al joven.

Pero de cualquier manera no se podía echar para atrás y prefirió hundirse en su lugar, pensando en cualquiera cosa que no fuera el rostro amable de Johnny.

* * *

 

—Es justo ahí, esa casa enorme al final de la calle —señaló con el dedo índice.

—Es gigantesca —no podía despegar la vista del gran sitio. Una casa de color grisáceo, de dos pisos, altísima y muy ancha, con uno de los jardines frontales que jamás miró. Habían montones de autos estacionados a todo lo largo de la calle y suspiró, esperando encontrar un lugar cercano. Lo cual probablemente no pasaría.

— ¿Verdad que sí? Es la fraternidad Sigma Phi Delta, la más grande la universidad —relató, con todo el conocimiento del tema —Es sólo para hombres, pero organizan una fiesta así cada final de semestre, e invitan sólo a los deportistas, artistas o estudiantes más destacados de la escuela, ya sea por calificaciones o popularidad. Y en el caso de esta servidora, ambas —Rebecca guiñó un ojo, a lo que Johnny sólo sonrió enternecido —Entonces estos chicos invitan a un montón de gente más, y les dicen a sus amigos si pueden invitar o no a más gente, bla, bla, bla… Al final terminan yendo un montón y la casa se llena. Y obviamente hay mucho alcohol, sexo y porquerías.

— ¿Tú no estás en alguna fraternidad?

—No —respondió, sonriéndole abiertamente —Eso arruinaría mi imparcialidad.

Johnny se encogió de hombros. Le sudaron las manos, aún sobre el volante y tragó duro. Rebecca se veía muy tranquilo, haciendo unos últimos arreglos a sus bonitas uñas largas y desenredándose los nudos del cabello. Estaba tan calmada, como si esas cosas, la gente y la atención, no significara nada para ella. Debía estar tan acostumbrada. Johnny estaba intimidado.

—Hey, queda un lugar vacío ahí —enseguida apuntó a un sitió solitario entre dos autos —Rápido, tómalo.

—Claro —se apresuró a estacionarse ahí, aunque sería un poco difícil salir. Tal vez al terminar la fiesta el lugar estaría solo, quien sabe. Aparcó el auto, y antes de que Rebecca pudiera hacer algo, se apeó del vehículo y corrió al otro lado para abrirle la puerta —Cuidado al bajar.

—Gracias —ella se reía armoniosamente y los nervios de Johnny se calmaron un poco.

Bajó los seguros de todas las puertas y se apresuró a quedar de pie junto a ella. Las piernas le temblaban con mayor fuerza, así como se acercaban a la ruidosa casa y podía ver a los muchachos hablando en el patio. La mayoría tenían vasos rojos en las manos, los cuales asumió llenos de alcohol.

—Trata de mantenerte cerca de mí, no quiero que te pierdas —le susurró la joven lo más cerca del oído que pudo, sujetando su muñeca con los dedos. Johnny asintió en silencio y continuó caminando hasta que estuvieron frente a la gran reja de picas. Estaba abierta de par en par, con un montón de muchachos trepando sobre ella, medio ebrios.

Atravesaron el jardín cubierto de basura y chicas tiradas sin decirse nada más. Johnny notó inmediatamente las miradas curiosas y de reconocimiento de la gente (en especial de los chicos), todas cubriendo la brillante figura de Rebecca.

—Oye, es Rebecca Shoreline, que guapa —escuchó el comentario de una joven menuda, sentada junto a la entrada de la casa, que le hablaba a su embobado novio — ¿Quién será el chico?

El vello de la nuca se le erizó. La casa estaba totalmente llena, ni siquiera podía distinguir los muebles entre el mar de cabezas. Había muchas chicas bonitas, muchos tipos altos y atractivos, pocos grupitos de introvertidos, ocultos en las esquinas, y montones más recargados en paredes, sentados en muebles y sofás, o asomándose por los barrotes de las escaleras, desde el segundo piso. Había largas mesas por todos lados, llenos de platones de frituras, dulces, y por supuesto, barriles de cerveza, montones de botellas de diversas bebidas alcohólicas, tazones con ponche y té helado, así como un par de decenas de hieleras llenas de bolsas de hielo y sodas en lata. El lugar estaba bien surtido y Rebecca le explicó que cada cierto tiempo llenaban las mesas de nuevo.

El ambiente estaba sorprendentemente caliente, en comparación con las ráfagas de viento helado que cortaban la cara en el exterior. Igual sentía cierto ardor en los ojos, con todas las luces de colores brillándole en el rostro y el estridente sonido de la música dance y electrónica que tronaba en los oídos, proveniente de las dos bocinas enorme, a los lados de la chimenea apagada de la casa.

—Esto es impresionante —gritó sobre la música para que Rebecca pudiera escucharle. Ella alzó la cara, buscando la ajena entre las demás personas. Sonrió cariñosa y subió su mano a través del largo brazo del muchacho.

—Más vale que te guste, te traeré a las siguientes —Johnny le miró a los ojos, y sonrió con un tanto de preocupación. No creía poder soportar otra así. Tal vez no.

— ¡Johnny! —El áspero tono de voz que clamaba su nombre robó su atención rápidamente — ¡Johnny, por aquí!

Torció el cuello, elevándose sobre la multitud para encontrar a la persona que le llamaba. Bill Donovan, gritaba parado en las elegantes escaleras de la casa. Agitaba una mano en el aire, mientras una chica de aspecto fastidiado le observaba. Johnny la reconoció como Barbara Orbinson, la mejor amiga de Jane Waters.

—Ah, Rebecca, yo… —tartamudeó, así como quería pedirle el permiso de ir a hablar con su amigo.

—Vamos los dos —se adelantó, sonriendo y arrastrándole entre las personas. Bill, por su lado, bajaba rápidamente de las escaleras. La pareja y el chico se encontraron al pie de estas.

—Hey, lamento no haberte llamado para decirte que iba a venir con alguien más, yo…

—No importa —Bill sonreía, un tanto nervioso ante la presencia de Rebecca —El hecho de que vengas con ella lo vale todo.

Johnny soltó una risilla nerviosa, pero Rebecca se veía muy complacida.

—Soy William Donovan, es un gusto conocerte —masculló el muchacho, extendiendo la mano cortésmente ante la joven.

—Un gusto William, yo soy Rebecca Shoreline.

—Lo sé —dijo él, tan nervioso como Johnny la primera vez que habló con la joven.

—Pues en ese caso, yo también te conozco ya —apartó su mano de él, cruzando los brazos sobre el pecho —Eres amigo de Jude Black, ¿no? Nunca habíamos hablado antes, a pesar de que lo teníamos a él como conocido en común.

El sentimiento de incomodidad se volvió insoportable para Johnny. La sonrisa a medias de su amigo se lo dijo todo, pero supo que esa no era la intención de la chica.

Bill apretó los puños con fuerza y aspiró violentamente, debía estar tan molesto que apenas podía reprimir el impulso de responder con alguna grosería. Aunque aún le quedaba la duda si él podía sentir algún rencor por Rebecca, después de enterarse de que había sido la novia a escondidas de Jude ¿Le habría traído algún recuerdo desagradable?

No era el momento para preguntar.

—Creo que entonces me daba mucha más vergüenza tratar de hablar con alguien cómo tú —respondió, forzando un gesto amable —Igual, todavía siento algo de pena.

—No es necesaria —la chica miró al suelo un segundo y enseguida regresó la cara hacia Johnny —Voy por algo de beber.

— ¿No quieres qué te acompañe? —preguntó de inmediato.

—No hace falta, quédate hablando con Bill, yo de paso hablaré con un par de amigas por ahí —le sonrió comprensiva — ¿Quieres algo?

—Un vaso de cerveza, por favor.

—Enseguida vuelvo.

Rebecca se dio la vuelta sobre sus talones, abriéndose paso entre los montones de alumnos. Escuchó un par de gritos que clamaban el nombre de la chica, así como un par de silbidos y uno que otro halago.

—Es demasiado bonita para mis ojos —decía Bill, mientras la miraba alejarse —Me pregunto cuando te dejará joderla.

Johnny casi se ahogaba con su saliva.

—No digas esas cosas, apenas nos conocemos y ella es una chica decente —le dio un suave codazo en las costillas y volteó a ver a la chica de cabello azabache en las escaleras — ¿Qué hay con ella?

Bill también regresó la cara para mirar a la joven y se encogió de hombros con expresión despreocupada.

—Me dijo que yo la trajera, aunque ni siquiera la invité directamente —decía el muchacho, dándose un par de palmadas en las piernas —Pienso que tal vez dormiremos juntos o algo así.

—Vaya —masculló Johnny, riéndose nervioso.

—No me vendría mal, incluso aunque ella no me guste mucho —Bill lucía igual de relajado ante todo, como si la situación en la que se encontraban no fuera nada poco común —Espero que tú corras con la misma suerte. Rebecca se nota muy interesada en ti.

—Yo, ah, no lo… —la cara se le puso roja hasta las raíces del cabello y sintió que las palabras se le amontonaban en la garganta.

 —Cálmate, cuatro ojos —le interrumpió, para su propio bien —Actúa natural y deja que las cosas fluyan, en un rato probablemente ya se estarán besando en tu auto, ¿no lo crees?

Johnny no respondió.

—Suerte con ello, tigre —el joven se dio la vuelta y corrió escaleras arriba, para encontrarse con su irritada compañera.

De pronto, Johnny se encontró solitario en una fiesta llena de universitarios. Aspiró la mezcla de los diferentes perfumes, colonias, el humo de cigarro, el vómito y el alcohol, hasta que los pulmones se le llenaron y sintió nauseas sin querer. Todo, aderezado con la música aplastante y las luces que iban y venían, se volvía peor. Rebecca debía seguir hablando con sus amigos, mientras él estaba a punto de desmayarse, siendo que solamente llevaba unos minutos en el sitio.

Ni siquiera le había preguntado a Bill si Jude estaba ahí.

Elevó la cara al techo y suspiró fuertemente.

“Necesito cerveza”.

* * *

 

—Mis amigas están por allá —señaló con un dedo, aun sujetando el brazo del muchacho con fuerza — ¿Podemos ir…?

—Yo iré por alcohol, quédate con ellas, ya vuelvo —se apartó rápidamente, y ante la mirada molesta de Lucy, se perdió entre las personas. La música era mala y las luces le molestaban, pero de cualquier forma se abrió paso entre la gente, sintiendo casi inmediatamente las manos ajenas en su trasero, piernas y espalda. Un montón de pervertidos detrás de él.

— ¡Hola, Jude! ¿Me recuerdas? —le saludó enseguida un joven bajito y obeso, con una ajustada camiseta de Batman, de pie junto a otro chico, alto y de largo cabello grasoso, pero con el mismo aspecto de lerdo ¿Cómo los habían dejado entrar a la fiesta? Ni idea —Soy Adam, y él es Liam, de mecatrónica, te ayudamos a encontrar la biblioteca hace unos meses —contó el muchacho con entusiasmo, como si todo eso hubiera sucedido apenas unos días atrás. El jovencito parecía amable, con sus mejillas regordetas y el vaso de cerveza en la mano, mientras que su amigo lucía tan aterrorizado como si estuviera en presencia de un fantasma.

—Oh, claro, claro, obviamente los recuerdo —forzó una de sus mejoras sonrisas y de inmediato adoptó la pose que mejor le dejara marcar sus pronunciadas curvas — ¿Podrían decirme dónde tienen las botellas de vodka o whiskey?

Los dos chicos sonriendo impacientes, volteándose a ver. Jude rodó los ojos en sus cuencas, pero mantuvo la sonrisa lo mejor que pudo.

—Ah, tenían un par de esas por aquí, pero creo que se las llevaron, pienso que en la cocina deben tener más, pero…

—Gracias Liam.

—Soy Adam.

—Sí, lo siento —acarició el gordo rostro con un poco de desagrado, tratando de mostrar agradecimiento, y pronto se alejó de los dos embobados jóvenes.

Caminó con velocidad entre las personas, sintiendo nuevamente los manoseos, hasta que logró llegar a la cocina del lugar.

Había un par de parejas besándose y otro montón de personas hablando. Y todos, le reconocieron al instante, pero sin expresarlo en voz alta. Jude no le dio importancia y se dispuso a hurgar en busca de lo que quería.

—Oigan, chicos, necesito que… —un joven alto y de profundos ojos azules entró a la habitación, dirigiéndose a un grupo de tipos con apariencia de futbolistas, amontonados junto a la barra de granito en el centro del cuarto. Se detuvo enseguida cayó en cuenta de la presencia del chico de ojos purpuras —Hey, hola Jude.

Jude sonrió a medias y se alejó de los cajones junto a la estufa. Ese era Kevin Carter, el mismísimo fundador de la hermandad, y uno de los alumnos con mejores calificaciones en toda la carrera de leyes. Y por supuesto, uno de los conocidos (pretendientes) más frecuentado por Jude. Aunque no fuera precisamente de su agrado completo.

—Hola Kevin, ¿cómo estás? —respondió, dándose la vuelta y sonriendo amistosamente. Escondió las manos tras la espalda y recargó su voluminosos trasero contra el borde del fregadero —Bonita fiesta, como siempre.

—Gracias Jude —le sonrió, con un extraño brillo naciendo en sus bonitos orbes —Chicos, ¿podrían revisar nadie se haya colado a las habitaciones cerradas? Una chica dijo que vio a un par forzando unas puertas. Vayan y saquen a quien sea.

El grupo de jóvenes, unos cinco, salieron de la cocina, dejando solos a Kevin, Jude y un par de chicos más ahí. El joven de corto cabello castaño, con una línea a un costado de su cabeza, se acercó silenciosamente hasta Jude, deslizando sus brazos a los lados de su cadera.

—Es un gusto verte por aquí, Daniel me dijo que tal vez no vendrías —su aliento olía a cigarrillos y pastillas de menta, y podía sentir la punta de sus dedos calientes acariciando su espalda baja, sobre la camisa. El vello se le erizó, pero no por ninguna sensación placentera —Que raro verte con esta clase de ropa.

— ¿Qué esperabas que usara? —aunque no le gustaba admitirlo, Kevin era uno de los pocos hombres que le provocaba algo además de desagrado y perpetua indiferencia. Él le asustaba ligeramente, no sabía si por esas facciones de zorro o por el infame rumor de que era un tipo muy explosivo. Aunque bien Jude ya lo había visto arrastrar chicas del cabello o picar ojos con tenedores en sus ataques de ira.

Y siendo que no deseaba acabar con una cicatriz en su preciado rostro, su mejor opción era no provocarle. Incluso aunque le diera ganas de vomitar el sentir sus manos heladas pellizcándole la piel del vientre y la espalda.

—Algo más descubierto, como todos esas blusas al ombligo que usas o los pantaloncillos de medio muslo —sonrió con ese gesto de descaro que tanta frustración provocaba a Jude, al tiempo que insistía en apretar uno de sus glúteos “Jodido loco”.

Jude también sabía que ese tipo no era un marica o algo por el estilo, solamente se sentía entretenido con su existencia. Picándole las costillas con los dedos, metiendo las manos a su pantalón por la fuerza, o en sus momentos de borrachera más extraños, frotar una fugaz erección contra sus piernas, para sólo reírse e irse a descargar con una chica cualquiera. Black bien podría alejarle de una patada, si no fuera porque el desgraciado cargaba con un pequeño desarmador de punta afilada a mano en su bolsillo, el mismo donde mantenía la mano todo el tiempo, en caso de querer hacer daño a algún pobre diablo.

—Vengo con mi novia, no creo que ella quiera verme así —contestó, casi sentándose sobre la mesa de la cocina, en su intento de alejarse de las manos escurridizas del muchacho. En cierto momento sintió como le sacaba la camisa de los pantalones, con todo y la camiseta de los tirantes, sólo para colar los dedos entre el pantalón y su piel. Jude no notó el hecho de que la cocina se había sola de un segundo a otro.

—Ya no deberías tener novia, sólo te cortan la diversión —dijo con un tono muy serio, como si eso fuera un verdadero problema. Sus largos dedos de uñas bien cortadas le arañaron la cadera hasta encontrar su pubis caliente, donde se enredaron con el vello, para el desagrado de Jude. Le dieron un último suave apretón, junto con una fuerte palmada que probablemente le dejaría una marca roja en todo el trasero — ¿Qué te sucedió en la mano?

Jude bajó la mirada a su pequeña mano herida y notó que el vendaje debajo del adhesivo se había manchado de sangre. Gruñó por lo bajo y dobló los dedos lentamente —Me corté con un vaso roto en el trabajo.

—Cuídate eso si no quieres llenarte de sangre la ropa —de pronto todo su actitud hipersexualizada se había ido, dando paso a un semblante más tranquilo — ¿Qué es lo que buscabas en la cocina?

—Whiskey —masculló, aún con cautela. El tipo era de lo más impredecible, no se quería confiar.

Kevin se estiró sobre la delgada figura del muchacho, quien se estremeció bajo su pecho, cuidando de no recibir algún golpe o algo. Abrió un par de gavetas, mientras Jude escuchaba el sonido de botellas de vidrio chocando, hasta que el chico se agachó de nuevo y le entregó un envase de Jack Daniels.

—Disfrútalo —su sonrisa lo puso aún más nervioso, y susurrando un casi inaudible “Gracias”, trató de salir de la habitación. Estaba a punto de cruzar la puerta hasta la fiesta, pero la voz de Kevin volvió a asaltar sus oídos —Y Jude…

— ¿Sí? —preguntó, si voltear a verle.

—Si quieres entrar a alguna de las habitaciones cerradas, dile a uno de mis muchachos que yo te doy el permiso. Es más tranquilo beber en un cuarto sin parejas calientes, ¿no lo crees?

Jude no respondió, solamente se limitó a escapar de ahí lo más pronto posible.

* * *

 

Rebecca no había regresado. La miraba hablar con diferentes personas, y luego ser arrastrada a otro lado, mientras ella le miraba suplicante. Quería ir a ayudarla, pero no sería amable arrancarla de las manos de sus amigas y amigos, que eran muchos, en verdad.

Sostenía un vaso de cerveza que él había tenido que ir a buscar, bebiendo poco a poco, mientras trataba de bailar, moverse o lucir un poco menos fuera de lugar. Pensó en que toda la gente ahí era muy diferente, uno se enteraría de que la mayoría andaba sobre los veinte años. Chicas muy altas y bonitas, otras feas y extrañas, jóvenes fuertes, otros con muchos tatuajes y unos que parecían tan tímidos como el propio Johnny.

No supo cómo sentirse cuando se dio cuenta de que un pequeño grupo de chicas le miraban atentamente, hablándose a los oídos y riéndose entre ellas, sin apartar la mirada del muchacho. Retrocedió un poco, hasta topar con la pared, quedándose pegada a ella. Había unos cuantos sillones a su izquierda, la mayoría ocupados por montones de amigos, algunos con una que otra pareja y cosas por el estilo.

—Hey, oye —le llamó una fuerte voz de mujer —Yo te conozco.

Johnny se dio la vuelta, encontrándose con el rostro maquillado de Jennifer Richardson, la flamante ex novia de Jude Black. La hermosa rubia estaba sentada sola en el sofá, enfundada en un revelador vestido dorado que combinaba con su piel.

—Eres Johnny, el amigo de Bill, ¿no? —Ella lucía algo intrigada en él, probablemente por el hecho de que era muy extraño ver a un chico como él en una fiesta así — ¿Él te trajo?

—Él me invitó, pero no vinimos juntos, yo… —se enderezó nervioso, apretando el vaso de plástico entre los dedos —Vine con Rebecca Shoreline.

Los ojos de Jennifer se abrieron como platos, casi derramando la cerveza sobre sus largas piernas.

— ¿En serio? ¿Tú realmente viniste con ella?

—Sí, aunque parezca extraño.

La joven elevó una ceja, incrédula.

—En ese caso… ¿Dónde está ella?

Johnny giró la cabeza, buscando entre el montón de personas que bailaban y se besaban. Podía verla al final de la estancia, siendo tironeada por varios muchachos que hablaban animosamente con ella, poniendo sus grandes manos de borracho en sus perfectas caderas. Rebecca no parecía estar demasiado molesta con todo aquello, puesto que debía estar de lo más acostumbrada. Los ojos verdes de la chica se encontraron con la mirada preocupada del joven, listo para correr y salvarla del montón de idiotas, pero pudo apreciar el pequeño gesto de su mano, el cual entendió como un “No te preocupes”.

Aun un poco angustiado, regresó la vista a la joven sentada y suspiró.

—Está por allá, hablando con unos amigos suyos —le dio un corto trago a su cerveza, la cual ya se había entibiado levemente.

Jennifer relajó su gesto inquisitivo y se encogió de hombros, también bebiendo a su vaso.

—Te creeré entonces —le echó una rápida mirada a su bebida y sacó la lengua —Mi cerveza está caliente, quiero otra, ¿No quieres otra tú?

—Ah, sí, claro,

—Bien, siéntate —dio una palmada al sitio desocupado junto a ella. Johnny dudó un momento, pero finalmente se dejó caer junto a la joven, susurrando un “Gracias” entre dientes.

Jennifer tomó los dos vasos, vaciando su contenido en una maceta contigua a ellos. Estiró las largas piernas, metiendo la cabeza entre ellas y acercando el rostro a las patas del sofá. Johnny le miraba curioso, hasta que notó como arrastraba un par de paquetes de latas de cerveza.

—Las oculté aquí hace un rato y logré ahuyentar al chico que quiso coquetear conmigo para no compartir, pero supongo que no me las podré terminar —soltó uno de los dos paquetes de seis latas sobre las huesudas manos del muchacho, y acomodando las piernas sobre su regazo —Bébelas antes de que también se pongan tibias.

Johnny volvió a agradecer por lo bajo, y con el cuidado de no tirar las bonitas piernas descubiertas de la joven, tomó una lata y dejó las demás en el sofá, junto a las de Jennifer. La abrió en un chasquido y disfrutó el sabor amargo y helado. No sabía que decir o hacer con exactitud, tan sólo ponerse a beber de la lata y mirar por el rabillo del ojo a la chica.

Era endemoniadamente bonita, casi tanto como Rebecca, y mucho más que Jane Waters. Su cabello era más claro y sus ojos de gato le daban un aspecto más salvaje y misterioso. Podía ver los bordes de sus grandes pechos a través del pronunciado escote del vestido, lo cual no le molestaba en lo más mínimo. Mucho menos a Johnny.

Echaba la cabeza hacia atrás y se llenaba la boca de cerveza, limpiándose los hilillos que se escapaban por las comisuras de sus labios carnosos. No se veía muy femenina, por mucho que llamara la atención de los distintos jóvenes a su alrededor.

—Puedes poner la mano encima, si quieres —masculló en voz alta, terminándose su lata, al notar la mirada fija de Johnny sobre sus piernas desnudas. Las mejillas se le pusieron rojas y se dijo que debía verse tan desesperado como para que ella le dijera eso abiertamente. Un par de segundos y una lata entera de cerveza después, tenía la mano izquierda en toda su extensión sobre el muslo de la joven.

Tenía la piel muy tersa y blanca, la sensación era grandiosa. Abrió otra lata con una sola mano, dejando caer un par de gotas sobre la pantorrilla son vello de la joven. Ella no lo notó en verdad, continuando con cerveza tras cerveza. Continuaron bebiendo en silencio, sin ni siquiera cruzar la mirada o haciendo el intento de hablar con alguna persona por ahí. La mano de Johnny subía y bajaba sobre el muslo esbelto de Jennifer, ya ni siquiera poniendo atención en lo que hacía. Revisaban el teléfono una que otra vez, bebían y White apreciaba los cambios de música y luces. Disco de los setenta, incluso le daban ganas de levantarse y bailar. Pero estaba muy cómodo ahí.

Ni siquiera se puso a pensar en que llevaba minutos sin localizar a Rebecca entre los estudiantes.

— ¿No tienes ganas de salir huyendo de aquí? —dijo ella de un momento a otro. Johnny no reaccionó al instante.

—Ah, no, ¿por qué dices eso? —apartó la mano de su cuerpo y dio un largo trago a la lata.

—Normalmente los perdedores cómo tú se asustan con estas fiestas —Jennifer no le daba mucha importancia a hablarle así a los demás. Abrió su cuarta lata y dejó caer la otra junto a los montones de envases vacíos en el suelo. Johnny no se ofendió del todo y se escudó en su cerveza —Pero te ves muy tranquilo.

—Estaba bastante nervioso antes de entrar, pero estas me han ayudado un poco —respondió con una media sonrisa, elevando la mano que sujetaba la lata grisácea — ¿Tú no viniste con alguien?

—Llegué con un amigo de la universidad, pero nos separamos por ahí y mejor me quedé aquí, hablando con los chicos —estiró las piernas entumidas y bostezó con la palma contra la boca —Hasta que llegaste, claro.

Johnny entonces sí se molestó un poco más.

—Pues si quieres, puedo irme y…

—No lo hagas —la larga pierna se enroscó en la cadera del muchacho, al tiempo que este hacía el amago de ponerse de pie —Tienes piernas calientes y aquí hace frío.

Sintió como la cara se le ponía color carmín y sin decir una sola palabra, se sentó nuevamente y se dejó hacer por las piernas suaves de Jennifer.

—Me gusta tu rostro sin lentes y con el bigote —se inclinó al frente con torpeza, producto del alcohol y rodeó el cuello de Johnny con sus brazos delgados. White pensó que esa no debía ser una posición muy cómoda, con las piernas y los brazos enredados en distintas zonas de su cuerpo —Te ves mayor, más guapo. No pareces tanto un rarito.

El mentón de la chica se recargó en uno de sus hombros y sintió la respiración cálida de la joven contra su piel. El vello de la nuca se le erizó por completa.

— ¿Cuánto alcohol has bebido en toda la noche? —sujetó la diminuta cintura de Jennifer con su mano cuando notó la forma en la que se tambaleaba de adelante a atrás.

—Como dos vasos llenos y tres latas —se aferró sin cuidado a sus hombros y escondió la cara contra su cuello —Soy una buena bebedora, creo.

—Supongo —aún con la chica pegada a su cuerpo y los ojos ajenos sobre su persona, Johnny se mantenía bastante tranquilo. Solamente pensaba en terminarse el paquete de cervezas y esperar a que Rebecca volviera para ir a besarla o algo así. Tenía muchas ganas de besar a alguien.

Se quedó echado sobre el sofá, con Jennifer bien abrazada a él y el reverso de la cabeza contra la pared detrás de ellos. Arrojó la lata vacía al suelo y se apresuró en abrir otra. En el corto periodo de tiempo que llevaba bebiendo alcohol ilegalmente, no había aprendido que tanta capacidad para soportarlo tenía. La rubia lucía ya algo mareada y casi parecía que iba a quedarse dormida en cualquier momento. Apenas podía sentir los pequeños círculos que hacía con los dedos sobre su nuca.

—Creo que me voy a desmayar en una casa llena de desconocidos —canturreó ella. Johnny la sintió mucho más laxa que hacía unos momentos, probablemente si iba a quedarse inconsciente y de verdad se preocupó.

—Tal vez pueda buscar a tu amigo y él te llevará a casa —la apartó delicadamente, y la acomodó sobre el sillón, dejando sólo sus piernas sobre su regazo nuevamente.

—Lo que digas… —su voz sonó demasiado débil y Johnny estuvo seguro de que se había quedado dormida en el lugar. Sacudió un poco su pierna y se inclinó sobre ella. Tenía los parpados cerrados y respiraba suavemente. Cualquier preocupación se disipó cuando la vio acomodarse sobre su cuerpo, tal y como si estuviera en su cama, y no en una fiesta.

Alzó las cejas y enseguida volteó a otro lado, llevándose la lata a la boca. No podía dejarla sola ahí, su moral se lo decía, incluso aunque no fueran amigos. Aunque sí se dio la libertad de llevar su mano a las pantorrillas de la chica y no desviar la mirada (de inmediato) cuando notó que su ropa interior era visible en esa posición. Bufó con la cara caliente y bebió tanta cerveza como sus mejillas rojas se lo permitieron. Necesitaba ir a conseguir un par de latas más.

No le importaba el hecho de que ya comenzaba a mirar algo borrosas las cosas. Era una fiesta y debía divertirse después de todo.

El nombre de Jude no se le pasó por la cabeza en el momento de abrir su quinta lata.

* * *

 

¿Diez de la noche? El tiempo pasaba muy rápido cuando bebía o trataba de ocultarse.

La elegante habitación privada estaba oscura, llena del humo de su cuarto cigarrillo y él aún tenía la botella a medio terminar apoyada sobre su muslo. La única luz que se vislumbraba en el cuarto era la colilla encendida.

Llevaba un buen rato sin mirar a Lucy, pero no le interesó mucho, supuso que ella estaría muy entretenida con sus amigas, quizás conversando con un tipo nuevo, bailando, drogándose, no le podía importar menos.

Estiró el cuerpo sobre el sillón de cuero negro, a unos metros de la pulcra cama matrimonial que supuso, pertenecía a alguno de los estudiantes pertenecientes a la fraternidad y que dormían ahí. Las demás habitaciones estaban cerradas bajo llave, y solamente un par de armarios y los tres baños en todo el lugar estaban disponibles para los asistentes a la fiesta. Al menos ese cuarto tenía su propio cuarto de baño.

Sentía el cuerpo pesado y cierta torpeza en sus movimientos. No había planeado embriagarse ahí, porque generalmente no lo hacía en ninguna otra fiesta. Demasiado peligroso, demasiado estúpido. Pero mientras estuviera en un cuarto solitario donde nadie pudiera entrar, podía hacer lo que quisiera. Después de todo, había echado el pestillo a la puerta antes de tirarse a beber.

En días como esos, deseaba poder disfrutar esa clase de eventos mucho más. Las vibraciones de la potente música hacían temblar el piso y el sonido amortiguado lo aturdía ligeramente. Había una peste a sudor, vómito y perfumes varios subiendo por la escalera, así como todo ese ambiente alegre y eufórico que te rodeaba y estrujaba al estar en medio de la multitud emocionada. Cualquier aprovecharía todas esas sensaciones para pasar el momento de su vida, pero Jude lo encontraba exasperante.

Demasiada gente, demasiado ruido.

Al menos se podía conseguir el alcohol el doble de fácil.

Rodó los ojos dentro de sus cuencas, estirando su esbelto cuerpo. Escuchó el crujido de sus vertebras y el agudo sonido de sus nudillos golpeando la botella de vidrio al tratar de acercarla a su boca. Dio un trago corto, una calada a su cigarrillo y se giró sobre su espalda, quedando con el rostro hacia el techo.

Sus ojos se habían acostumbrado lo suficiente a la oscuridad para alcanzar a distinguir los diseños dorados que adornaban el techo, así como los cuadros y pinturas colgados en las paredes. Había muchos muebles de madera barnizada, un gran armario y un tocador con un largo espejo pulido. El piso de losetas brillantes estaba frío. Tal vez se uniría a la fraternidad una vez entrara a la universidad, sólo para tener esa habitación en específico.

Se preguntó si podría colar a alguna chica ahí, se estaba aburriendo rápidamente y el whiskey no le quitaba el gusto amargo de su previo encuentro con Kevin Carter.

“Ojala Johnny estuviera aquí” fue su primer pensamiento ante la sensación de hastío, y a diferencia de otras ocasiones, no reprimió su deseo.

Abiertamente deseaba que Johnny se encontrara junto a él, tal vez tirado en el suelo junto al sillón (o acostado sobre su cuerpo), pero que estuviera ahí.

Nunca se aburría cuando estaba con Johnny. Él siempre le hacía reír.

Por primera vez en un largo tiempo, los cigarrillos le supieron a porquería y escupió el suyo al piso, sin preocuparse por apartarlo completamente. Ya se consumiría solo. Solamente se encargó de pegar la botella a su pecho y beber pequeños tragos con cuidado de no ahogarse o que se le fuera por la nariz.

El cuarto estaba helado y sentía el vello de los brazos erizarse cada vez que una ráfaga de viento congelado se adentraba por las pequeñas rendijas en las puertas y ventanas. Solamente atinó a frotarse la piel descubierta con las manos y soplar sobre estas para ganar el calor que perdía rápidamente. Fue una mala idea darle su abrigo a Lucy, pero ya no podía ir a buscarla.

Miraba a sus piernas flojas y delgadas como palillos, y aspiraba el aire del cuarto, todavía cargado de olor a cigarrillo. Se arrepintió de haber arrojado el suyo al suelo. Sentía que los minutos transcurrían especialmente lento en ese momento en especial, mientras dentro de su cabeza se formaba una película llena de imágenes del rostro de Johnny White. Se había grabado sus rasgos bastante bien, para ser sólo un amigo.

Era como un archivo único entre sus memorias. Podría describirle el rostro del chico a un dibujante y el resultado sería una copia exacta. Estaba seguro de que ningún detalle se le había escapado en esos meses de convivencia diaria. Lo larga que era su cara, sus pómulos marcados, la nariz pronunciada, los ojos llenos de ojeras y las cejas anchas oscuras. Siempre estaba muy pálido, como si acabara de ver un muerto y la gruesa barba sólo funcionaba como un marco de lo perfecta que eran sus facciones.

Jude nunca había llamado perfecto a alguien y tampoco cayó en cuenta de que acababa de decirlo inconscientemente.

Relajó su cuerpo por completo en el sofá, dejó la botella a un lado y suspiró tan fuerte que casi se echaba a toser. Aunque igual terminó tosiendo. Se acostó sobre su costado, diciéndose que quizá debería dejar de fumar tanto y cerró los ojos. Ya se sentía medio borracho y tomarse una siesta de un rato no le vendría mal, se iría al acabar la fiesta. Lucy podía irse con alguien más si quería, no le molestaba.

No supo cuánto tiempo pasó, con suerte unos veinte minutos, en lo que trataba de quedarse dormido y apretaba el vientre para no vomitar y asfixiarse, cuando escuchó el violento forcejeó en la perilla de la puerta, y eventualmente, la llave que abría la cerradura sin cuidado alguno.

Una sombra larga se proyectó en toda la pared, con la luz y el ruido insoportable adentrándose en toda la habitación. La puerta se cerró nuevamente, y en la penumbra del cuarto, Jude reconoció a Kevin Carter.

“Por un demonio”.

—Hey, Jude… —el chico tenía el tono pastoso de voz del que está ligeramente ebrio, y la manera en la que se contoneaba al caminar. Parecía que iba a tropezarse con sus pies en cualquier momento —Uno de los chicos me dijo que estabas aquí.

—Pues no se equivocó —se enderezó lentamente, curveando su esbelta espalda al estirarse —Dijiste que podía estar en una de las habitaciones y pues…

—No hay problema con eso —Jude se pegó a uno de los lados del sofá, cuando el pesado cuerpo del otro joven se dejó caer junto a él e insistió en rodear sus hombros con su brazo —Pero este es mi cuarto, ¿sabes?

Jude sonrió a medias, aunque no estaba demasiado sorprendido. Le era bastante indiferente de quien fuera la habitación.

—Pues no sabía —alejó el brazo de Kevin de su cuerpo y procuró mantener sus propias extremidades pegadas al pecho —Creo que debería irme…

Los dedos ásperos del chico sujetaron sus mejillas rojas, así como se abalanzaba sobre su persona y sus piernas aprisionaron las ajenas bajo ellas.

— ¿Por qué rayos tienes una cara de chica? —Quiso mover los brazos, pero Kevin le sujetó las muñecas juntas rápidamente —Eso no es normal.

—Yo no lo sé —trató de patalear, pero ambas piernas estaban atrapadas entre las del joven castaño, quien escrudiñaba su rostro fijamente. En medio de su frenético movimiento de ojos, pudo distinguir el destornillador brillante, asomándose del bolsillo derecho del chico.

“Dios, no” se lamentó internamente. La situación no podría ser menos ridículamente predecible “¿Por qué siempre yo?”.

Suspiró molesto, más que asustado, cuando el chico se puso de pie y aún tomándolo por las muñecas, lo obligó a levantarse y lo arrastró hasta la cama. Esperaba que lo empujara a ella, pero en vez de eso, solamente lo sentó a la fuerza y le empujó sobre su espalda.

—Tranquilo, no pienso violarte o algo así —decía con su jodida risita de psicópata, ante la mirada irritada de Jude —Sólo quiero manosearte un rato, ¿sí?

—Por un demo… —la palma caliente del chico le cubrió la boca y sus rodillas se encargaron de apretar cada lado de sus muslos, para evitar que escapara. Siendo sincero, no tenía muchas intenciones de escapar, no quería acabar con el destornillador enterrado en la pierna, en el vientre o en la cara.

Así que suspiró nuevamente, con el cólera amontonándosele en la boca del estómago y agitándose cada vez que podía. Escuchó claramente cuando Kevin se abrió los pantalones y sintió una húmeda punta dura enterrándose sobre su cadera. Esto no le podía estar pasando… otra vez.

Tenía las manos demasiado calientes y su contacto era de lo menos delicado. Probablemente intentaría estrangularlo sólo por placer.

El chico abrió el cinturón de Jude rápidamente, sacándole la camisa en el proceso. Metió las manos bajo la camiseta de tirantes y acarició la piel blanca expuesta. Y su maravilla aumentó cuando descubrió los bordes de encaje de la trusa negra que Black se había puesto esa noche. Lo supo por el brillo intenso que le llenó los ojos y la cara.

Jude tragó saliva cuando sintió el cuerpo de Kevin presionar el propio con mayor fuerza, clavándole las uñas en el vientre y la erección cerca del muslo. El chico aspiró el aroma en su cuello y le mordió la barbilla.

—Esto es ridículo —susurró cuando las manos del joven se deslizaron hacia sus posaderas, sobando y apretando con hambre, mientras repartía besos demasiado húmedos sobre sus mejillas y labios cerrados. Pensó en que si eso le hubiera sucedido un par de años antes, la primera vez que recibió algún tipo de asalto sexual por parte de alguien, habría gritado tanto que se habría lastimado la garganta.

Pero como si se tratara de un tipo cualquiera acostumbrado a una especie de racha de mala suerte, o una situación desagradable en particular, se resignó y apretó los puños, frustrado en demasía. Si trataba de gritar, nadie le escucharía por el estruendoso ruido de la música, y tampoco nadie podría acercarse al cuarto porque ya les habían dejado claro que estaban prohibidos.

Bonita situación fue a parar, se dijo, mientras sentía los insistentes toques del chico. Cerró los ojos fuertemente, imaginándose cualquier cosa menos ser tocado de forma obscena por un loco como ese tipo. Pensó en Lucy, en Jennifer, en todas las mujeres con las que durmió, y trató de llevar su cabeza a cualquier lado que no fuera ese.

Resopló adolorido y se quejó entre dientes, lo cual parecía no importarle en lo más mínimo a Kevin. Estaba sumido en su propio mar de placer y excitación, arañando y apretando toda la piel visible. Incluso le desabrochó un par de botones cerca del cuello y comenzó a lamer de arriba abajo, escupiendo sobre la superficie blanca.

—Estoy muy duro… —gimió contra su oído, recibiendo como única respuesta un forcejeó de Jude y el grave gruñido que escapó de entre sus labios —Ya te gustará, lo sé.

Agitó las piernas, los brazos y el torso, logrando únicamente que un zapato se le aflojara y el cabello se le hiciera una maraña contra las sabanas de la cama, al tratar de evitar otro de los besos sabor a cerveza y vómito del chico. En uno de sus forcejeos, golpeó tan fuerte la pared, que juró que había dejado un hoyo y su pie dolió como pocas ocasiones.

Pensó en que la situación no podría empeorar (a menos que el sociópata ese decidiera que sí quería penetrarlo) y aceptó que en esa ocasión no habría forma de escapar.

Relajó el cuerpo, echó la cabeza hacia atrás y respiró pesadamente, abriendo los ojos en el proceso. Kevin se separó de él, solamente para quitarse la camisa y bajarse los pantalones hasta las rodillas, revelando sus coloridos boxers con lunares de colores. Su erección resaltaba entre la tela, hinchada y dolorosa, y la sonrisa de psicópata que se dibujó en su cara sólo le provocó un verdadero sentimiento de terror.

Cerró los parpados nuevamente y quiso desaparecer entre su ropa.

“Esto será horrible…”

Abrió los ojos, una vez más, cuando percibió el sonido de alguien girando la perilla.

Y la puerta se azotó contra la pared.

—Oye.

* * *

 

Estaba borracho. Al parecer su límite eran las siete latas.

“Ridículo”.

Estaba casi desmayado sobre ese sofá, con el rostro enterrado entre las piernas afeitadas de Jennifer, y un vaso de licor derramado a sus pies. La fiesta estaba mucho más tranquila, con menos gente y la música más baja.

Muchos de los chicos estaban tan ebrios como él, tirados en el suelo, en otros sillones o en medio de la estancia. Y al igual que Johnny, no parecía que iban a levantarse por nada.

O eso creyó, hasta que tuvo la fuerte urgencia de orinar, como pocas veces deseó hacerlo.

—Ah… —elevó la cara, examinando todo a su alrededor. Todos se veían como imágenes borrosas y la música no le molestaba demasiado. Miró a la chica debajo de él. Ella seguía dormida tranquilamente, apenas estirando las piernas de vez en cuando y acomodando su cuello contra el brazo del sofá.

La observó sin mostrar mucha emoción en el rostro y frotó su mano en toda la extensión de su pierna, hasta rozar los bordes de sus bragas bajo la falda. No pensó en lo sucio que era hacer eso, sólo quería tocarla bajo la ropa.

Pero tenía más ganas de orinar que de quedarse a manosearla ahí.

A paso torpe, apartó las piernas de la chica y las dejó sobre el sofá, mientras se alisaba la camisa con las manos. Se tambaleó hasta las escaleras, se dijo que el baño debía estar ahí arriba. Rebecca no había vuelto en todo el tiempo y Johnny eventualmente diluyó los pensamientos sobre ella en todo el alcohol que bebió.

Buscó con la mirada a Bill, mientras ascendía lentamente por las escaleras, pero no pudo encontrarle, no sabía si por la cantidad de gente o lo ebrio que estaba. Aun así se concentró en la meta de encontrar un baño y descargar su vejiga.

Cuando llegó arriba, se encontró con otro montón de adolescente y jóvenes adultos tirados contra los barandales, las puertas y entre los muebles de la segunda planta. Había una pareja besándose al final del pasillo, quienes se resbalaron suavemente contra la pared, hasta el suelo. De pronto, Johnny era la única persona de pie en ese lugar.

Visualizó rápidamente una puerta abierta, cuya luz encendida le permitió las típicas losetas azuladas de un baño. Sin contar con que había una chica con la mitad del cuerpo afuera, y la otra dentro del pequeño cuarto.

Caminó hasta ahí, cuidando de no pisar a nadie y se adentró en el baño. No necesitó tratar de sacar a la chica y cerrar la puerta, para levantar las dos tapas del escusado, abrirse los pantalones y orinar, apoyando la cabeza contra la pared. Una vez terminó, se cerró la bragueta, lavó sus manos con jabón y se dirigió de vuelta a la planta baja.

O eso pretendía, hasta que un fuerte golpe amortiguado llamó su atención. Un golpe lo suficientemente fuerte como para que sonara sobre la fortísima música.

Aún en su confusión de ebrio, arrastró los pies entre la multitud de gente inconsciente, hacia el lugar de donde creyó provenía el sonido que acababa de escuchar.

Habían muchas puertas, largas y oscuras, y con perillas de vidrio. A la izquierda, al final del pasillo, había una última, de color negro brillante y con una perilla que asemejaba un gran rubí redondo. El sonido había venido del final del corredor, así que su primer pensamiento fue abrir esa puerta en específico.

No esperaba que estuviera abierta, y en el caso de estarlo, tampoco esperaba encontrarse con nada especial.

Giró la perilla y azotó la puerta, al patearla innecesariamente fuerte con la punta de su pie.

—Oye —dijo a la nada, sin saber claramente por qué.

Realmente Johnny no había esperado jamás encontrar algo detrás de esa puerta y la cabeza se le llenó de una maraña de pensamientos sin pies ni cabeza enseguida estuvo frente a todo eso.

“Dios no”.

“¿Por qué siempre yo?”

 Había un tipo, sin camisa y con los pantalones por las rodillas, con lo que claramente se distinguía como una erección bajo la ropa interior. Estaba sobre rodillas y manos, encima de alguna pobre chica.

Una pobre…

“Chico”.

“¿Jude?”.

Lo examinó en una fracción de segundo. Ojos purpuras, cabello negro, boca roja, gesto asustado y con la ropa abierta, convenientemente en la zona del abdomen.

Ese era Jude Black.

Jude Black siendo atacado por un tipo que se veía tan ebrio como el propio Johnny, en una habitación a oscuras y alejados de las demás personas en aquella desastrosa fiesta.

“¡Jude!”.

—Johnny… —la voz del muchacho sonó increíblemente débil, así como trataba de elevar la cabeza bajo el cuerpo semi desnudo del chico —Ayud…

La mano del joven tapó los labios de Jude, escrudiñando el rostro confundido de Johnny.

— ¿Quién diablos eres tú? –el chico se levantó de la cama, cerrándose los pantalones. Se acercó a White, quien había cerrado la puerta tras su espalda.

—Johnny, vete de aquí, rápido —rogó Jude aún en la cama. Tenía el pantalón abierto, con la ropa interior expuesta y el vientre al aire. Su camisa era un desastre arrugado sobre su cuerpo y su cabello estaba totalmente enmarañado.   

Johnny no entendió por qué, aun estando en esa desafortunada situación, Jude quería que se fuera. Pero el miedo que se leía en sus ojos y gestos no le permitió abandonar la habitación. Aspiró fuertemente, con todos sus sentidos regresando a su estado normal. No sentía miedo en realidad, lo único que veía era a un tipo un poco raro sin camiseta. No era un par de delincuentes en un callejón oscuro, muy lejos de su casa y de la seguridad de una calle iluminada.

Aunque la punta metálica brillante que sobresalía de uno de sus bolsillos le derrumbó la frágil seguridad que acababa de construirse.

“Por favor que no sea una navaja”.

“Detesto las navajas”.

—Soy Johnny, ah… —“Ojala te apuñalen por ser tan palurdo” —Jude es mi amigo. Déjalo en paz.

El joven castaño frunció el ceño, extrañado ante la actitud idiota de Johnny. Siendo sincero, él también se habría sentido así.

— ¿Qué te importa si le meto mano o no? —Para el terror de Jude, notó como sacó el afilado destornillador del bolsillo y lo blandió ante Johnny, quien apenas y había elevado las manos en el aire, en señal de paz —Ahora date la vuelta y regresa por donde viniste.

Johnny suspiró, no presa del pánico como en otras ocasiones, pero sí lo suficientemente nervioso como para no soltarse hacer o decir cualquier cosa. Miró a Jude sobre el hombre del chico. Se había arrastrado hasta la esquina donde la cama pegaba con la pared, con las piernas bien sujetas contra el pecho. Tenía las pupilas dilatas y se mordía el labio con tanta fuerza que estaba a punto de lastimarse. Johnny nunca lo había visto con una expresión tal de angustia, y tampoco supo identificar la razón del chico para sentirla cuando el otro tipo lo estaba amenazando a él con un jodido desarmador que más bien parecía un jodido pica-hielo.

“Debo sacarlo de aquí” fue el único pensamiento claro que cruzó su mente, en medio de todo el escándalo que había en su cabeza.

— ¿Cómo te llamas? —le preguntó, algo que el chico con el desarmador no esperaba oír de él.

— ¿Para qué quieres saberlo? ¿Vas a ir a llamar a la policía?

—Oye —Johnny se acercó un par de pasos, pero enseguida retrocedió cuando el joven le apuntó con el arma —Yo te dije el mío, sólo quiero saber tu nombre de pila.

El joven lo dudó un poco, y sin relajar ni un poco el gesto, le contestó.

—Me llamo Kevin.

—Muy bien Kevin —Johnny sintió náuseas y el impulso de salir corriendo de ahí, pero fue capaz de tranquilizarse a sí mismo —Sal de este cuarto, no vuelvas a acercarte a Jude nunca más en tu asquerosa vida si no quieras que te rompa la nariz y arruine tu cara.

Las expresiones de sorpresa en los rostros de Jude y Kevin no le dijeron nada bueno. Pero la sensación caliente que subía por todo su esófago bien podía decirle otra cosa.

Su plan original no era hablarle de esa forma a un violador con un arma en la mano, y sin más su jodida lengua se adelantó.

“Bueno, si me apuñala aquí, Jude tendrá tiempo de escapar”.

“Eso suena bien, creo”.

— ¿Qué dijiste? —eso sonaba más bien como “Todavía tienes el tiempo de ahorrarte esto y salir de aquí”, pero a Johnny no le pasó la idea de abandonar el lugar en ese preciso momento. Su cerebro y su corazón estaban muy ocupados con la imagen de Jude y la firme ambición de sacarlo de ahí, sano y salvo.

Bien podían apuñalarle la cara o el pecho, Jude tenía que huir de ahí.

—Solamente… —aspiró todo el aire que sus pulmones pudieron contener —Vete de aquí antes de que te haga daño. Porque en serio no quiero tener que lastimarte. Me llevaré a Jude y será todo, ¿te parece bien?

—No, no me parece bien —dijo el tal Kevin, con una sonrisilla que le puso los pelos de punta a Johnny, apretando el puño alrededor del mango de plástico —Lo único que me parece bien es sacarte ese par de bonitos ojos que te cargas con mis propios dedos.

Johnny mantuvo la vista fija a los pies embutidos en zapatos de piel del chico, al momento que uno de los dos abandonó el piso y se acercaron cada vez más a su enorme cuerpo.

Lo que siguió a ello, fue una de las memorias más borrosas y poco precisas que Johnny White jamás cargaría consigo hasta el día de su muerte:

Sintió la piel desgarrarse cuando la punta brillante del destornillador le rasguñó firmemente todo el costado derecho, dibujando una sanguinolenta línea diagonal sobre sus costillas. Rasgó toda la camisa, deslizándose bajo su chaqueta.

Su manó sujetó la muñeca de Kevin, antes de que pudiera enterrarle el desarmador correctamente y quizá perforarle un pulmón o algo por el estilo. Sus piernas evitaron que el chico se abalanzara sobre su cuerpo, quedando en una posición que asemejaba algún cómico paso de baile. El rostro de Kevin quedó a unos centímetros de su cuello desnudo y percibió el aliento caliente de este contra él.

Gruñó entre dientes por el dolor, y justo un segundo antes de que el muchacho se lanzara a mordisquear su garganta, su huesuda rodilla se elevó entre las dos piernas flexionadas de Kevin, golpeando con fuerza sus genitales. Resopló, quedándose sin aire ante el penetrante dolor que ascendía por su vientre, y en un acto casi reflejo, alejó las manos que sujetaban a Johnny para cubrir su adolorida masculinidad.

Una vez estuvo de rodillas, lloriqueando por el sufrimiento, lo único que tuvo que hacer fue darle la patada más potente que jamás había dado antes, impactando su espinilla contra la cara pálida del muchacho.

Un pequeño crujido, una violenta tos con sangre, y Kevin estaba inconsciente en el suelo de su habitación.

Nadie dijo nada, y todo lo que Johnny podía oír era la acuosa respiración del adolescente, tirado con las piernas dobladas tras su espalda. Se quedó viéndole un minuto, y entonces buscó a Jude con la mirada en medio de la penumbra.

Black estaba todavía encogido contra la esquina, mirando la escena entre los espacios de sus dedos. Pero el rostro sereno y cálido de Johnny le dijo que todo estaba bien otra vez.

Ambos respiraban con mucha fuerza y les tomó un par de segundos calmar sus pechos. Una vez más tranquilo, Black se deslizó sobre las sabanas de la cama, buscando el piso con la suela de sus zapatos y se acercó rápidamente a Johnny, sujetando su pecho para recibir el anhelado abrazo de alivio que había deseado darle durante toda esa pequeña odisea.

—Dios, ¿estás bien? —le preguntó, una vez se separaron, sin terminar de apartarse completamente el uno del otro. Tomó su pequeña cara con sus toscas manos y revisó que estuviera bien. No rasguños, cortadas o moretones — ¿Ese idiota no te hizo nada?

—No, sólo alcanzó a tocarme un poco, no logró lastimarme, pero tú… —llevó sus dedos a la fina cortada que se extendía al lado de su torso y entrecerró los ojos, preocupado en demasía —Te cortó, te hizo daño, ¿te duele…?

—Estoy bien —agarró sus delicados dedos entre los suyos y los alejó de su cortada, solamente para volver a abrazarle —Me alegro de que no te haya hecho nada.

Jude escondió el rostro en su pecho plano, apretándole los costados con tanta fuerza que casi no podía respirar. Pero no le dijo nada. Solamente se limitó en regresar el abrazo y acariciar su suave melena de mechones enredados. Pasados un par de minutos, se separaron finalmente y Jude le echó una mirada asustada al chico junto a ellos.

— ¿Está muerto?

—No, yo sólo… sólo lo noquee —lo empujó con la punta de su bota, dejándolo recostado sobre uno de sus flacos y exponiendo el rostro manchado de sangre. Un pequeño charco rojo se formaba alrededor de su cabeza —Le rompí la nariz.

—Ya lo creo —Jude también pateó un poco el pecho de Kevin, con cierto resentimiento —Y ahora que el fundador de esta fraternidad esta inconsciente y con la cara destrozada, debemos irnos de aquí.

— ¡¿El fundador de qué…?!

—Pero no podemos irnos por la puerta principal, sería muy sospechoso que nos vieran huyendo de aquí, y que luego lo encontraran en estas condiciones —decía Jude, mirando a la puerta del cuarto.

Johnny se frotó la frente y quiso vomitar ahí mismo.

— ¿No hay una puerta trasera por aquí, o algo así?

—Hay una en la cocina, pero igual nos verían bajando de la segunda planta y saliendo de la casa.

Johnny gimió, poniéndose las manos sobre la cara.

Algo se le tenía que ocurrir rápido, en ese mismo instante.

Algo, algo, algo…

—Ah, espera, espera… —White corrió hasta la única ventana que proveía de luz natural a la habitación. Apartó la cortina y la abrió, sacando la cabeza al exterior.

No había nadie en el patio trasero, más que un par de chicos fumando con chaquetas de futbol encima. Había un gran árbol junto a la casa, pero no estaba lo suficientemente cerca como para saltar a sus ramas y bajar. Agudizó bien la vista y continuó observando. Buscó un poco más y encontró una solución rápida; una enorme verja de madera pegada a la pared de la casa, llena de enredaderas y diferentes flores, que debía efectuar como decoración. Esta descendía hasta un metro del suelo y sería perfecta para escalar.

— ¿Eres bueno trepando, Jude? —dijo con una sonrisa, regresando el cuerpo hacia adentro. Jude alzó las cejas y se acercó a él.

— ¿Por qué? —asomó la cabeza fuera de la ventana y notó rápidamente a lo que se refería. Y también a los jóvenes en el patio —Tenemos que alejar a esos tipos, son los chicos que trabajan para Kevin. Quizá podamos distraerlos con algo.

Johnny se quedó pensativo, aún con la mano fuera de la ventana. Hasta que como una chispa, la solución apareció frente a sus ojos.

—Ya lo sé.

Sacó el celular de su bolsillo, marcando rápidamente el número correcto. Esperó con el alma en la boca del estómago, a que el chico contestara.

Dejó que la línea sonara y respondió con efusividad excesiva ante los ojos curiosos de Jude.

— ¿Diga? —le respondió la grave voz de Bill Donovan.

—Bill, amigo —masculló en voz baja, alejándose lentamente de Jude —Necesito que me hagas un favor muy grande.

—Ah, claro, pero dime ¿sigues en la fiesta?

—Sí, ¿dónde estás tú?

—Con Barbara, cerca de la cocina.

—Perfecto —dio un pequeño saltito de alegría y enseguida regresó a su posición original —Ve adentro y mira por la puerta que hay ahí, la que da al patio trasero.

—Bien —escuchó el pequeño murmullo de Bill diciéndole “Espera aquí” a la chica y luego todos los “Con permiso” que mascullaba, así como pasaba entre las personas hasta la cocina —Ya estoy aquí, ¿Qué se supone que haga?

—Mira por la puerta —repitió — ¿Ves a tres tipos fumando, con chaquetas de equipo de futbol?

—Ah sí —respondió con tono bajo — ¿Por qué?

—Necesito que los metas a la casa, diles lo que sea, que alguien está robando alcohol o que tratan de abrir los armarios que están en el primer piso —habló con marcada seriedad, como si lo tuviera en frente —Sólo no dejes que sigan en el patio o suban a la segunda planta, ¿entendido?

—Está bien, creo —le respondió con tono ligeramente preocupado — ¿Sucede algo malo?

—No precisamente malo, pero es una emergencia —se rascó la cabeza con dos dedos y suspiró — ¿Puedes hacerme un favor más?

— ¿Qué pasa?

—Lleva a Rebecca a casa —bajó el volumen de su voz, evitando que Jude pudiera oírle en lo más mínimo —Dile que me salió algo importante y por eso tuve que irme sin avisarle, pero que la llamaré enseguida pueda. Y… —apretó la mano en un puño, algo nervioso, y continúo hablando —También ve a donde están todos los sillones y busca a una chica rubia de vestido dorado. Es Jennifer Richardson, la ex de Jude. Está ebria y dormida y no quiero que nadie le haga nada. Llévala a su casa, ¿quieres?

—Supongo que está bien —respondió el muchacho — ¿Eso es todo?

—Sí. Gracias Bill.

—No es nada, deja voy por los chicos esos.

—Claro.

—Adiós.

—Adiós —colgó y guardó el teléfono de vuelta en sus pantalones.

Johnny corrió hasta la ventada, junto a Black, y los dos se fijaron con cuidado de no ser vistos, todo lo que sucedía abajo.

Miraron a Bill salir al patio, llamando la atención de los tres universitarios fumadores. Lo vieron hacer varios movimientos de brazos y señalar el interior de la casas. Los jóvenes corrieron al interior, seguidos de Donovan tras de ellos. Una vez la zona estuvo despejada, Johnny sonrió triunfador.

—Bajaré yo primero, para ver que esta cosa sea segura, y… —abrió la ventana lo más que pudo y apartó las cortinas para no enredarse con ellas. Volvió los ojos a Jude, quien se frotaba los brazos por el frío, al tiempo que se fajaba la camisa de nuevo en los pantalones, y antes de que pudiera decir algo, se despojó de su chaqueta —Ponte esto, está helado afuera —dijo con expresión severa —No tiene sangre ni nada, tranquilo.

—Pero… —quiso objetar el muchacho, pero Johnny ya se encontraba con medio cuerpo fuera de la casa, tentando la pared en busca de la reja de madera blanca. Suspiró con cariño, y se puso el abrigo encima, agradeciendo la calidez y los rastros del aroma de la colonia de Johnny. Se sentía como un abrazo, se dijo.

El joven bajó por la reja, temiendo a cada metro que fuera a desprenderse de la pared. No le preocupaba caerse y romperse un par de huesos, sino que Jude no tendría como escaparse en caso de que eso sucediera.

Johnny no realizaba cuanta devoción estaba sintiendo por él en ese momento, puesto que su cabeza sólo estaba fija en huir ahí y mantener seguro a Jude.

Cuando sus pies no encontraron donde más detenerse, saltó al suelo y elevó la cabeza hacia la ventana, donde Jude lo miraba preocupado.

—Tú turno, baja y te atraparé aquí.

Jude no lo pensó dos veces antes de sacar sus largas piernas delgadas, para caminar sobre la pequeña canaleta del primer piso y sujetarse con fuerza a la verja llena de enredaderas. Y descendió habilidosamente a través de esta, hasta al final. Dio un pequeño salto y Johnny le atrapó oportunamente.

—Hora de huir —musitó con voz baja, a unos centímetros de su rostro y rodeando la cadera del joven azabache con las manos. Esbozó una ancha sonrisa de alegría, mirándolo a los ojos con un suave gesto de complicidad.

Jude juró que podría derretirse entre sus brazos en cualquier momento.  

* * *

 

Mantenían las ventanillas arriba, así el poco calor del auto no escaparía y Johnny no se congelaría ahí dentro.

— ¿Seguro que no quieres tu chaqueta de vuelta?

—No, estoy bien, quédatela tú.

— ¿Te duele la cortada? Deberíamos ir a una cruz roja o algo.

—Sólo fue un rasguño, ya ni siquiera está sangrando. No creo que deje una marca muy grande.

Jude frotó las manos, una contra la otra, y torció los labios en una mueca de preocupación. Johnny la notó y sonrió para sus adentros.

Después de haber bajado por la verja de la pared, ambos jóvenes habían saltado la cerca que rodeaba la casa y corrieron por toda la calle trasera, rodeando las demás casas, sólo para llegar a la acera del frente y huir. Para su suerte, Johnny no había estacionado el auto demasiado lejos.

Apenas llevaban un par de minutos de camino recorrido, y ni siquiera estaban un poco cerca de sus casas. Entre luces rojas y paradas, el trayecto se hacía más largo.

Ninguno de los decía mucho, Jude mantenía las piernas pegadas al cuerpo sobre el asiento de copiloto, mirándose las manos en silencio, y White manejaba concentrando, con la radio encendida y cambiando la estación de vez en cuando para encontrar alguna canción conocida.

It’s the time of the season, when love runs high… —cantaba por lo bajo, deteniéndose en una vieja señal de alto.

Jude sonrió cariñoso, escuchando los débiles susurros del muchacho.

— ¿Me llevarás a casa? —preguntó de un momento a otro, girándose sobre su costado izquierdo para mirar a Johnny manejando. El chico apartó la vista del camino un segundo para ver a Jude a la cara.

—Esa es la idea —le respondió con una media sonrisa dibujándose en sus mejillas.

— ¿Dónde están tus lentes y tu barba? —Las yemas de sus dedos se aventuraron y tocaron la piel áspera del mentón de Johnny —Te ves muy diferente.

—Quería lucir bien para esta noche —fue toda su contestación.

—Me gusta —White volteó una vez más para apreciar la expresión seria de su amigo —Luces muy atractivo.

La cara se le tiñó de rojo, pero no quiso dejar que sus ojos penetrantes lo notaran. Mantuvo el rostro fijo en el frente y apretó los dedos alrededor del volante.

— ¿Quién era ese tipo?

— ¿Quién?

—Ese tal Kevin, ¿de verdad es el fundador de la fraternidad?

Yep —tronó sus nudillos y continuó contando —Creo que está estudiando su doctorado o algo, su hermandad es relativamente nueva. Pero es un puto loco, lo he visto hacer un montón de cosas horribles antes.

—Bueno, lo mejor sería que no volvieras a ese lugar —dijo Johnny, girando el auto en una curva. Sonaba bastante serio.

—Sería estúpido regresar a esa casa, muy seguramente ahora quiere asesinarme con sus propias manos —se reía entre dientes, dándose un par de golpecitos en las rodillas con los puños —Sólo espero que no vaya a ahogarse con su sangre en la posición que lo dejamos, o entonces nosotros seríamos los asesinos.

A Johnny le pareció interesante el hecho de que estuviera hablando en plural, cuando el único podría tener verdaderos problemas por eso sería él.

—No creo que eso pase, tendría que estar boca abajo, o sobre su espalda para poder ahogarse.

—Supongo —respondió Jude en con voz leve.

Johnny lo miró por el rabillo del ojo. Tenía la vista perdida en el espacio oscuro entre su asiento y el tablero. Debía seguir algo temeroso.

Detuvo el auto junto a un oscuro parque, cuyos juegos metálicos se veían especialmente descoloridos en medio de la noche. Las únicas dos lámparas que debían iluminar el lugar estaban fundidas y Johnny alcanzó a ver a un hombre dormido en una de las bancas, cubierto de periódico.

Jude miró a Johnny, con la duda en los ojos, pero este se encargó de responder antes de que pudiera preguntar.

—Lo siento, necesito calentar las manos —metió las extremidades entre los muslos y comenzó a frotar, sonriéndole al muchacho —Se me estaban entumiendo y no puedo manejar así.

Black sonrió, sin decir nada. El auto se quedó hundido en la penumbra de la calle, y lo único que podía escucharse eran las respiraciones de ambos. Johnny había apagado la radio.

Continuaron callados poco tiempo, y Johnny seguía pensando en cómo podría sentirse Jude, siendo que aún lucía tan pensativo y distraído. Esa noche había sido horrible.

— ¿Tienes cigarrillos, Jude? —el muchacho levantó la mirada, saliendo de su pequeño ensimismamiento.

—Ah, unos cuantos —dijo, palpándose uno de los bolsillos del pantalón — ¿Por qué?

—Puedes fumar uno si quieres —se removió un poco en el asiento y aclaró la garganta —Ya sabes, para aliviar la tensión por el susto y eso.

—No es necesario —Jude buscó la palanca entre el asiento y la puerta, e inclinó un poco el respaldo, recargándose en este con los brazos —Estoy tranquilo.

Parpadeó un par de veces, enfocando la vista en los rasgos cuadrados de Johnny. Apreció su perfil como nunca lo hizo en otro hombre.

— ¿Seguro?

—Por supuesto —su voz sonó cremosa y a Johnny lo recorrió una oleada de calor.

Ese no era el momento para estar sintiendo nada de eso. Johnny se cuestionó su propia moralidad.

Pero por dentro, aún después de todas las emociones demasiado fuertes, se estaba hinchando de alegría.

Aunque no sabía bien por qué.

La ciudad le pareció más bonita, la música sonaba mejor y el ambiente ya no era tan frío que calaba los huesos.

Todo se estaba volviendo cálido y colorido, y Johnny se encargó de llenarse el pecho con esa sensación. Pensó en lo tonto que era eso, pero también en lo demasiado triste que era al mismo tiempo. ¿De verdad lo había extrañado tanto como para sentir que le regresaba el alma al cuerpo sólo por tener a Jude Black de vuelta en su auto?

Quiso gritar ahí mismo, gritar hasta toser los pulmones fuera de su cuerpo.

Como le había extrañado, por un demonio.

Pero tampoco podía estar seguro de nada. Quizá todo volvería a la normalidad después de eso. Tal vez Jude nunca le volvería a hablar y se borraría de sus recuerdos con el paso del tiempo.

Quería disfrutarlo una vez más.

Apretó el volante tan fuerte, que sintió las uñas enterrándose en sus palmas.

“Cómo extrañé el tono de tu voz”.

“Y tus ojos”.

“Y el perfume de bambú”.

Pensó en lo mucho que llevaba sin percibir ese aroma.

Estaba tan enamorado que dolía.  

— ¿Sabes algo? —la voz de Jude le sacó de sus cavilaciones.

—Dime.

—No sé, nunca imagine que volverías a salvarme de algo así… —Jude soltó una risa nerviosa, evitando mirar a White a la cara —Incluso volvieron a herirte por mi culpa.

Johnny sonrió afable. No podía ser más adorable. Zafó una de sus manos de entre sus labios y la deslizó desde su asiento hacia el muslo delgado de Jude. Dejó que sus dedos lo rodearan y le apretó suavemente.

—Para eso están los amigos. Para recibir puñaladas por ti —río fuertemente, tratando de animar al muchacho.

Pero Jude no río, ni siquiera sonrió. No estaba enojado o serio. Solamente mantenía la vista en el rostro de Johnny, apreciando cada pequeño rasgo en su persona.

Sintió que se le paraba el corazón cuando los dedos finos y helados cubrieron los suyos, apretándole la mano de forma cariñosa.

—Me gustaría poder llevarte a todos lados conmigo, nunca estaría en peligro —sus dígitos ascendieron por todo su brazo, y todo el vello que tocaba se erizaba rápidamente. Le sujeto el codo y pudo sentir como tiraba un poco de su brazo para acercarle —Te aprecio mucho, Johnny.  

La brillante mirada purpura penetró su cabeza, y Johnny juraría que podía leer sus pensamientos. Era abrumador. La cara le ardió y quiso llorar.

—Tal vez sí deberíamos estar juntos —fue todo lo que dijo.

— ¿Ah sí? ¿Cómo? —preguntó, con verdadera curiosidad.

—Yo t-te… me gustas.

Jude no respondió y él tampoco continúo. Ni siquiera estaba respirando.

Los ojos purpuras se clavaron en los suyos y la mano que sostenía sus brazo se apartó en un suspiro. El minuto en el que ninguno de los dos dijo nada, se movió o siquiera hizo algún sonido se sintió como la mismísima eternidad para Johnny White.

“Bill ya no podrá decir que soy un gallina”.

Sólo estaba esperando la respuesta, la acción, lo que fuera. Su mayor expectación era que le diera una bofetada y lo llamara pervertido. O que sencillamente se bajara del automóvil, caminara a casa y esa fuera la última vez que Johnny tendría así de cerca de Jude Black.

“Al menos no le dije Te amo”.

“Jejeje”.

“Creo que voy a vomitar”.

—Muy bien —finalmente Jude habló —Si así va a ser esto…

Se movió en su lugar y Johnny ya casi podía ver su mano empujando la portezuela del auto para salir.

Pero eso no sucedió.

Se sentó sobre sus rodillas, pasando el brazo sobre el torso de White. Palmó la puerta y el asiento, hasta tirar de la palanca. El respaldo se inclinó hacia atrás, Johnny yéndose junto a él. Acabó con la mitad del cuerpo debajo de Jude.

—Dijiste que tenías frío —no supo cómo reaccionar cuando lo vio quitarse la chaqueta. El chico subió sobre él, sentándose a horcajadas sobre Johnny. Deslizó las manos desde su estómago hasta sus hombros, frotando suavemente en cada toque.

—Me pase estas dos semanas preguntándome por qué demonios te extrañaba tanto, que me hacía querer correr a pedir disculpas —la delgada espalda del muchacho se curveó, tanto que su vientre tocó el de Johnny, y este pudo apreciar su trasero con forma de corazón. La cara se le puso tan roja que pensó que le iba a estallar —Por un demonio, Johnny White, también me gustas.

Su respiración desaforada fue cortada de tajo por los suaves labios rojos que le besaron sin delicadeza alguna. La pequeña lengua de Jude se metió entre sus dientes, besándole violentamente. Y aunque el gusto era a tabaco, alcohol y menta, Johnny lo saboreó como si del mejor dulce se tratara.

Eso era, en su opinión.

Le resultó imposible describir la madeja de sentimientos que explotó dentro de su estómago y pecho. Se sintió como si le hubieran dado un golpe especialmente duro en ambas zonas. Pero las manos de Jude habían subido desde sus hombros, pasando por su cuello, hasta sujetar sus mejillas acaloradas, mientras le besaba suavemente. El tacto de sus dedos contra su mentón era tan caliente que casi quemaba.

Pero seguramente era su piel la que estaba ardiendo.

Después de un par de segundos de intensos besuqueos, Johnny finalmente se quedó sin aire. Jude se apartó, haciendo un acuoso sonido al despegar sus labios de los ajenos y acarició la barbilla del chico con las yemas.

—Áspero… —pronunció en un murmullo.

Johnny pensaba preguntarle si él se sentía cómodo con todo eso, pero su cabeza dejó de trabajar cuando cayó en cuenta de que tenía una dolorosa erección bajo los pantalones, clavándose contra el vientre de Jude.

—Ah, yo… —no quería sonar como un idiota, pero le resultaba imposible pensar con claridad.

—Tengo un condón en el bolsillo, ¿qué quieres hacer? —su mirada era intensa, expectante. Sus manos le apretaron el cuello, mientras que pegaba los labios a la comisura de los suyos —Sólo quiero hacerte sentir bien.

—Sólo continua besándome —le pidió. Jude sonrió cariñosamente y cerrando suavemente los parpados, continuó besándole.

Le besó con hambre, con ganas de fundirse en su cuerpo de espalda ancha y manos calientes. Había entendido finalmente que era ese sentimiento, ese constante malestar en las entrañas cuando miraba a Johnny, cuando se enteró que Rebecca le había puesto las manos encima. Cuando supo que una chica había estado con él.

Nunca en su vida había deseado tanto a alguien, a algo. Y si esa era la única forma de retenerlo con él, de evitar que cualquiera que no fuera él pudiera estar junto a Johnny, no le molestaba.

Dejó que metiera la lengua y amó la torpeza con la que lo hacía, denotaba su falta de experiencia.

“Que adorable”.

Gimió contra su boca cuando sintió a Johnny abriendo su cinturón desesperadamente, sacándole la camisa y metiendo las manos bajo esta, tocando la piel fría de su torso. Un delicioso escalofrío le recorrió toda la espalda, como un latigazo de placer, contorsionando el cuerpo ante el toque del muchacho. Supo de inmediato que estaba completamente duro.

Abrió ligeramente los ojos mientras le basaba, para encontrarse con qué el parche de gasa de su mano se había caído, dejando a la vista los puntos sangrantes de su mano. Apoyó la palma contra el vidrio de la ventana y acarició la nuca de Johnny, manchando todo de sangre.

—Siento el cuello mojado—masculló White en medio de un beso, mientras Jude le mordisqueaba el labio inferior. Sentía la erección de Jude frotándose contra su cuerpo, lo que sólo elevó su calentura. Quería arrancarle los pantalones y meter la cabeza entre sus piernas.

—Ignóralo, tú continua —fue su respuesta.

Siguieron besándose un rato más, aunque Johnny había comenzado a reírse cada vez que el chico se separaba de su cara y le daba cortos besos húmedos sobre los labios y su alrededor.

— ¿Te das cuenta de que no podemos tener sexo en un auto estacionado frente a un parque? —la mano de Jude presionó su herida del costado, rasguñando la tela acartonada de su camisa. La sangre se había secado y le había dejado una asquerosa sensación pegajosa sobre el ardor de la cortada.

Jude observó un segundo la mancha roja en forma de mano de la ventana, para luego regresar la mirada al rostro enrojecido de Johnny. Soltó una risilla suave y le besó rudamente, succionando su lengua entre sus dientes.

—Pruébame.  

 

 

Notas finales:

Cualquier duda, crítica o cositas así, dejen un comentario uvu 

Gracias por leer :3


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