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The Nerd's Trouble por Killer Cobain

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Notas del capitulo:

Que actualización tan rápida ajjjaja 

Hasta a mí me sorprende xd 

Pasen y lean <3

— ¿Hiciste la tarea de biología?

—Sí.              

— ¿Puedo copiártela?

—Dame cinco dólares.

Miró a su rubio amigo sacarse el billete del bolsillo y dejarlo en la palma extendida de Bill frente a su rostro. Daniel le miró con gesto acusador, pero él no podía evitar sonreír ante su mueca de molestia. Igual no le preocupaba, porque sabía que el chico Grant tenía dinero para dar y regalar (aunque esa fuera la última cosa que podría hacer con él).

Apenas estaban pasando por la gran verja blanca de la escuela, mientras Bill se llevaba a la boca un chocolate relleno que había comprado en la mañana, y se sacaba de la mochila su garabateado cuaderno de biología.

Para Bill Donovan, las primeras dos semanas de clases habían sido muy divertidas, independientemente de lo que su mejor amigo, o los otros chicos pudieran pensar. Daniel había empezado a llevarse con una bonita chica rubia de otro grupo, llamada Jane Waters. Entendía que él tenía toda intención de salir con ella, así que decidió no intervenir entre ellos. Al mismo tiempo los amigos de la chica comenzaron a acercarse lentamente a Daniel y a Bill.

Una chica de cabello oscuro, un basquetbolista pelirrojo y un extraño muchacho rubio, que se parecía demasiado a Daniel, pero con una pinta de homosexual que hacia reír a Bill.  

—Soy Barbara, hola —había mascullado la chica de cabello negro, sentándose en la misma mesa del exterior que Bill — ¿Eres amigo de Daniel?

—Ah, sí —contestó dudoso ante la mirada intensa de ojos cafés de la muchacha. No iba a decir que lo ponía nervioso, pero el acercamiento de las mujeres siempre le incomodaba. Tuvo el deseo de llamar a su amigo, pero él estaba ocupado hablando a lo lejos con Jane.

—Ellos son Francis y Roger —apuntó a los dos chicos que se habían dejado caer junto a ella en el asiento de concreto. 

—Qué onda —le saludó entre dientes el chico pelirrojo —Soy Francis Gordon.

—Yo soy Roger Basinger, un gusto —Bill ahogó una carcajada ante el extraño acento inglés, que no pudo identificar como auténtico o no.

—Un gusto a los dos —sonrió con su mejor mueca, aunque no pudo expresar mucho.

La conversación de ese día no se extendió mucho, pero sabía que de alguna manera aquello había establecido alguna especie de aceptación entre ellos. Los tres chicos le hablaban todos los días, pero ninguno decía nada muy interesante. Solían reír mucho y hacer bromas extrañas que Bill no entendía completamente, pero de algún modo se había acostumbrado y había comenzado a integrarse lentamente. Decidió guardarse muchas de las cosas que le gustaban y dejarse llevar por la situación entre ellos.

Para la tercera semana, Bill se sentía en paz a su lado.

Cuando los dos entraron al salón, se lo encontraron a medio llenar. Un montón de alumnos terminando la tarea de último minuto, o conversando, o cualquier cosa.

Y naturalmente encontró a Jude Black sentado en su lugar del frente.

El moretón de su cuello se estaba poniendo verde amarillento, a nada de desaparecer de su piel blancuzca. Entonces notó que tenía un montón de lunares de ese lado del cuello, pero habían sido ocultos por el golpe. Llevaba el cabello enmarañado y esponjado, y bajo sus bonitos ojos se dibujaban dos oscuras ojeras. Su rostro siempre lucía como si no hubiera dormido bien la noche anterior. Pero su desempeño en la escuela decía lo contrario.

Sin querer admitirlo, Bill terminó desarrollando un poco de interés en él.

No consciente del todo, terminó sentándose a unos cuantos asientos cerca de él, casi a su lado. Desde ahí podía apreciar su perfil izquierdo, el moretón que se desvanecía de su cuello y la forma en la que su diminuta nariz se pronunciaba entre sus mejillas rojas.

Decidió quedarse sentado en su lugar, mientras Daniel copiaba la tarea a su lado, y Jude revisaba su teléfono a unos lugares lejos de él. Dejó caer la cabeza sobre las manos, mirando despreocupadamente la figura de Jude, con las rodillas pegadas al pecho y los talones en la orilla del asiento. Sus ropas eran tan grandes y holgadas, que parecía que su cuerpo esbelto se perdía entre ellas. La camisa de cuadros a blancos y negros se le colgaba de los escuálidos hombros. Por lo menos podía sujetar sus pantalones vaqueros a la cintura con un delgado cinturón.

Lentamente y sin notarlo en realidad, Bill se perdió en los rasgos afilados de la cara de Jude Black.

Una chica le habló y él respondió con su extraña voz grave, que a veces le sonaba como la de un chico, a veces como la de una mujer ronca. Sus labios se movían apenas, así como el chico hablaba entre dientes, como si no quisiera que nadie le escuchara. Aquella muchacha le miró con ojos brillantes, tocándose el vientre y apretando las piernas mientras Jude le hablaba.

Bill sonrió ligeramente ante ello.

Jude era extremadamente guapo. Demasiado, incluso con su aspecto de vagabundo. Y las chicas lo notaron rápidamente. No pasó mucho tiempo desde el inicio de clases hasta el momento donde éstas empezaron a hablarle y acercarse. Bill notaba como le tocaban los hombros, los brazos y la cadera, a veces sin notarlo, a veces totalmente intencionado, o como le miraban intensamente a la cara mientras Jude hablaba. El muchacho de ojos purpuras nunca reaccionaba con el mismo ahínco, apenas dejándose tocar un poco y sonriendo levemente ante los ojos de cachorro de las chicas.

Claro que como todo chico normal, alguna mujer debía gustarle, o eso era lo que Bill suponía. Tal vez ya tenía novia. Pero a como era de callado aquel joven de ojos imposibles, Donovan se decía que probablemente nunca sabría nada.

La chica se alejó, pero Bill no cayó en cuenta de ello, aún ocupado mirando y conectando mentalmente los lunares en el cuello de Jude. Tampoco se dio cuenta de que Black había girado el rostro en su dirección, encontrándose con la mirada distraída de Bill.

Unos segundos después, Bill finalmente notó que Jude Black miraba hacia él, sonriendo levemente ante la mueca de concentración del chico. Avergonzado y sin saber por qué, rápidamente alejó la cara. Las mejillas se le enrojecieron mientras escuchaba una suave risilla escaparse entre los labios del muchacho.

—Gracias Bill —masculló Daniel, agitando el cuaderno frente a sus ojos.

—De nada —lo sujetó con una mano torpe, dejándole caer en su pupitre.

Una vez Jude se distrajo con la brillante pantalla de su móvil de nuevo, Bill volvió a mirarle fijamente (cuidando entonces de no ser notado por nadie). Era una mera curiosidad aquello que sentía hacia el muchacho de ojos purpuras.

Su existencia le parecía uno de los eventos más extraños que había presenciado jamás. Con su pequeño cuerpo escuálido, sus ojos raros y su rostro de niña que le gustaba a las chicas. No entendía por qué era tan listo pero siempre se veía tan cansado, no entendía por qué tenía golpes en el cuerpo, no entendía por qué a los alumnos de la escuela comenzaba a gustarles tanto estar cerca de él ni entendía por qué él no lo aprovechaba activamente.

Su actitud desesperantemente pasiva y taciturna le ponía los pelos de punta. Habiendo tantas chicas ardientes a su alrededor y tantos idiotas queriéndose hacer su amigo, no le quedaba del todo claro por qué el chico no hacía nada.

No hacía otra cosa que dejarse tocar y mascullar entre dientes.

Su gesto curioso se tornó lentamente en una mueca de irritación, así como apreciaba los mechones rebeldes en la nuca de Jude Black. Pero el zumbar de los pensamientos en su cabeza se vio abruptamente interrumpido cuando escuchó la aguda voz de su maestra de literatura, junto con el piquetear de sus tacones de aguja en las baldosas blancas del piso.

—Buenos días jóvenes, saquen sus libros de texto y ábranlos en la última lección, estaremos trabajando la mitad de la clase en las actividades del libro, y la siguiente hora les asignaré el libro que tienen que leer y escribir un ensayo sobre.

Regresó violentamente el rostro al frente, para ver a su maestra enfundada en su ajustado vestido azul mientras azotaba los libros en el escritorio.

Aun así, notó la delicada forma en la que Jude ocultó su celular en el pupitre y se acomodó en su lugar para observar a la profesora.

Aquella clase pasó sin muchas sorpresas, y Bill se encontraba más entretenido viendo el escote de la maestra Pearson. Se decía mucho que tenía pechos gigantes y un buen trasero, aunque no era muy guapa. El tipo de mujer con el que Bill podría masturbarse mientras pensaba en.

Terminó intercalando la mirada entre las hojas del libro, las tetas de la maestra que leía y el cuello magullado de Jude. La clase aquel día le pareció un poco más aburrida de lo actual. Sólo se quedó pensando en cuanto faltaría para que terminara. No pasó mucho entonces, y después de que a cada uno de ellos le tocara un libro para leer (a él le había asignado Frankenstein  y a Jude, Orgullo y Prejuicio, lo cual le pareció demasiado trillado), se levantó de su pupitre con la intención de salir al patio de la escuela.

—Vamos a la cafetería, tengo hambre —le llamó Daniel, quien revisaba el dinero en su cartera. Bill volteó en su dirección, sin saber que decir. No tenía ganas de ir a la cafetería, estaría abarrotado. Pero al parecer no le quedaba de otra.

No le pasó desapercibido la manera en la que Jude se puso de pie calmadamente, metiéndose el teléfono celular en el bolsillo. Sus miradas se encontraron un momento, cuando Black se giró para guardar los cuadernos en su mochila. Jude le sonrió un poco, apenas de forma visible, y Bill se quedó serio. Mirarlo directamente a los ojos le puso nervioso.

— ¿A dónde vas, Jude? —escuchó a una chica preguntarle. Ella le sujetaba suavemente por la manga de su camisa, tomando por sorpresa al muchacho.

—A la biblioteca, debo preguntar si tiene Orgullo y Prejuicio —respondió el muchacho amablemente, sin intención de apartar a la muchacha, aunque no lucía tan cómodo con su toque —Lo leí hace años y debo refrescar mi memoria, supongo.

Bill les miró abandonar el aula, con la chica tratando de iniciar conversación con un reticente Jude. Como era lo normal, se dejaba hacer y tocar por la joven, ofreciendo sonrisas amables de apariencia casi forzada. Le daban ganas de apartar a la chica de él.

Se metió la mano en uno de los bolsillos, en busca de los cinco dólares que Daniel le había dado en la mañana. En vez de ello encontró un papel doblado, que rápidamente identificó cómo su horario de clases y los salones a los que tenía que ir. ¿Por qué se había metido aquel papel en el bolsillo?

“Oh, es cierto” se dijo enseguida volteó el trozo de papel sobre sus manos y leyó en su propia letra, la pequeña oración escrita al pie de la página; “Club de carpintería”. Había estado pensando en entrar a la clase desde el primer día de clase, sin recordarlo a tiempo cada vez que iba a la escuela. Ese día planeaba ir a inscribirse en el curso. 

—Eh, en un momento te alcanzo, tengo que ir a un lado —musitó en voz alta, ante un Daniel distraído que hurgaba dentro de su mochila, mientras el propio Donovan miraba hacia la puerta por la que Jude había abandonado el salón.

— ¿A dónde vas? —le preguntó en respuesta.

—Al club de carpintería. Quiero apuntarme.

— ¿Ah sí?  

—No es mala idea aprenderlo como oficio. Incluso puedo encontrar trabajo de verano en alguna carpintería.  

—Como quieras. Voy a estar en la cafetería, con Jane y los demás. Te veo ahí.

Daniel se alejó de él rápidamente, ya con un par de chicas pegándosele a él mientras salía del salón. Era un muchacho muy guapo y fornido, y esto era lo último que podía pasar por alto entre las alumnas de aquella preparatoria.

Bill también llamaba la atención de las mujeres, especialmente de las chicas más calmas y de aspecto gótico, algo que él no entendía del todo. Incluso de mujeres mayores. No mentiría diciendo que no había notado las miradas interesantes de una que otra secretaría o maestra, y tampoco diría que no le agradaba la atención que recibía, pero no es como si pudiera hacer mucho con cualquier otra mujer que no estuviera en el rango de dieciséis a diecinueve años.

Resopló ante el mechón de cabello que le caía sobre la cara, diciéndose que debería cortarse el cabello o usar más gel fijador, caminando a lo largo del pasillo con las manos metidas en los bolsillos de sus pantalones deslavados, y fingiendo que no notaba las miradillas, risitas y los secreteos de algunas muchachas se hacían entre ellas cuando le veían pasar.

Una vez frente al salón de carpintería, sólo le bastó con entrar y hablar con el maestro (un sorprendentemente enclenque, de camisa de trabajo y corbata, cuyo apellido sonaba totalmente asiático) para anotarse el club y comenzar a asistir la próxima clase. Se despidió con una sonrisa a medias y un “Hasta mañana” entre dientes.

Caminó un largo rato, apenas deteniéndose frente a la entrada de la biblioteca escolar, cuando miró a Jude y a aquella chica que le acompañaba salir, visiblemente con las manos vacías.

— ¿No puedes ir a comprarlo o pedirlo prestado?

—Creo que mejor sería ir a alguna biblioteca pública y pedir el libro, pero tendré que hacer el reporte un poco antes del final del periodo, supongo.

—Bueno, quizá alguien en el salón lo tenga. En mi escuela solían prestarse algunos libros cuando alguien no los tenía para un trabajo —decía la pequeña chica, sujetando afectuosamente la muñeca de Jude en un suave tirón. Él le sonreía con cierta incomodidad, quizá buscando el momento para alejar sus dedos de él.

Bill se quedó de pie tras de ellos, escuchando la conversación sin querer y con la mirada clavada en la cabellera despeinada de Jude. Respiró pesadamente y habló con dificultad, como nunca lo había hecho.

—Y-yo tengo ese libro.

— ¿Eh? —respondió la chica, mirándole sobre el hombro de Jude.

Black se giró sobre sus talones, liberándose del agarre de la chica y miró al rostro a Bill, a menos de un metro detrás de él. Bill nunca había visto a Jude tan cerca, y pudo apreciar un poco mejor su rostro. Sus ojos eran muy brillantes y sus labios se veían húmedos. Tenía una pequeña línea sobre la nariz, un lunar cerca de la línea del cabello, otro en el mentón y uno junto a su oreja izquierda. Era insufriblemente atractivo, incluso siendo tan pálido y delgado. Bill cerró la mano en un puño apretado ante la penetrante mirada violeta del chico que se cernía sobre su persona.

Jude no dijo nada, pero su gesto lo invitaba a seguir hablando.

—Si no tienes el libro que la maestra te dejó para leer, yo puedo prestártelo. Leí Orgullo y Prejuicio hace mucho, pero aún lo tengo —continuó, aclarándose la garganta nerviosamente.

—Bueno, es una fortuna que recordaras que ese es el libro que tengo que leer —respondió, sin rastros de sarcasmo en su voz. No sonreía precisamente, pero tampoco parecía molesto —De verdad sería genial si me lo prestaras.

—Ah, no hay problema —Bill se sentía dudoso de su propia voz y su estómago le molestaba.

Jude le ponía los nervios de punta. Le daba mala espina. Como algo de lo que debía cuidarse.

Pero apenas comenzó a sentir eso, una vez le tuvo cerca. Viéndole de lejos sólo creyó que era un niño bonito cualquiera.

— ¿Podrías traerlo mañana?

—Claro, sólo tendré que buscarlo. No recuerdo cuando fue la última vez que lo vi, pero por ahí debe de andar.

—Gracias, William, ¿verdad? —entonces por fin esbozó una pequeña sonrisa amable ante el perpetuo rostro serio de Donovan.

Bill no entendía que le ponía tan alerta en ese muchacho frente a él. No era para nada una sensación agradable y ciertamente se dijo que lo mejor sería alejarse y no volver a entablar conversación con él en lo que quedaba de preparatoria. Pero ahí estaba, ofreciéndole ayuda.

—Todos me llaman Bill, pero si quieres decirme William está…

—No, no, te diré Bill. Yo soy Jude Black —extendió su delicada mano frente a Bill, completamente inadvertido del hecho que Bill había memorizado su nombre junto a su rostro desde el primer día que le vio en clase —Supongo que es bueno saber tu nombre, porque parece que estamos como en cuatro clases juntos. ¿No?

—Sí, lo es —tomó la mano de Jude con dedos cautelosos, pero relajando el toque enseguida sintió su palma tibia y la textura suave de su piel. Era muy tersa, como la de una chica que nunca había hecho trabajo de ningún tipo.

Pero él era un hombre, y uno con una apariencia un poco tosca. O al menos eso pensaba por su vestimenta de pordiosero y el trazo amarillento de un moretón que alguna vez estuvo sobre su cuello de cisne. 

—Bueno Bill, gracias por tu ayuda. Nos vemos luego —él soltó su agarre y sonrió mientras se alejaba, con la muchacha de ojos marrones mirándoles fijamente y colgada del brazo de Jude.

Bill no respondió ni se despidió, como era su costumbre, pero se quedó de pie unos segundos en su lugar, con un sentimiento inusual en él, formándosele en la boca del estómago.

Era curiosidad. Verdadera curiosidad.

* * *

 

—Hombre, que las clases son aburridas. Como me gustaría que la jornada durara un par de horas menos —decía Roger, metiéndose un puñado de papas fritas a la boca y echando la mirada sobre los hombros de sus amigos. Había un grupo de chicos en la mesa de enfrente, y uno de ellos lucía especialmente pequeño. El chico pelirrojo llenó su cuchara de plástico con una buena porción de guisantes del plato de Francis, disparándolos en dirección del rostro del muchacho, y estallando en carcajadas mientras observaba al pobre muchacho llenarse los lentes y el cabello de comida. Nadie en la mesa hizo algo por detenerle o por ayudar al chico. Al contrario, se rieron al unísono, junto con otro montón de personas que había presenciado la broma.

Bill no pudo evitar reírse entre dientes, sin sentir pena por la victima de su amigo.

Daniel, quien mantenía a Jane sujeta con un brazo sobre los hombres, bebía inocentemente de su caja de leche con chocolate, y sonreía mientras oía hablar a su amigo pelirrojo.

—Lo dices como si pusieras atención en clases, en primer lugar —masculló, alejando la caja de su cara y dando un beso sonoro en la mejilla de la muchacha. Ella sonrió, con el teléfono en mano y decidió que era un perfecto momento para tomar una foto de ambos.

—Si las clases no fueran aburridas, podría poner atención —el chico hablaba como si tuviera toda la razón del mundo, y Bill sonreía ante su estupidez —Todo es libros esto, reportes aquello, tares esto, y bla bla bla. Lo único que me hace venir aquí es que mi padre quiere que tenga una carrera o una cosa así. Pura mierda.

—Podrías conseguir un empleo y dejar de venir a la escuela —musitó Francis, el amigo inseparable de Roger, con su extraño acento inglés.

—Trabajar es todavía peor que estudiar —el chico se levantó un poco, llenando una servilleta con comida, y arrojándola como pelota a la espalda de otro joven sentado a unas mesas lejos de él. El proyectil estalló al contacto, manchando al niño y a sus compañeros contiguos de ensalada de papa. Todos volvieron a reír en voz alta —Lo único bueno quizá es poder jugar basquetbol aquí.

Roger se dejó caer en su lugar, completamente lleno de sí mismo. Sabía que era el mejor basquetbolista de la escuela de los últimos años (algo que el entrenador se había encargado de decirle desde el primer día que pisó el gimnasio) y que esa sería su gran ventaja para pasar las clases sin hacer un verdadero esfuerzo.

—Por cierto, Bill, estaba pensando en que deberías entrar al equipo de basquetbol —dijo de repente el joven pelirrojo, fijando la mirada en un Bill sorprendido —Con tu altura podrías hacerla muy bien en el equipo.

Bill le miró con cierta extrañeza, siendo que no esperaba tal oferta.

—No, no lo creo —respondió sin vacilación —No me interesa ciertamente. Los deportes no son lo mío.

—Oh vamos, serías magnifico. ¿O prefieres unirte al club de afeminados de teatro de Francis? —le retó con una sonrisa, aunque el chico a su lado no se veía muy complacido con su comentario.

—Ninguno de los dos —Bill sonrió ligeramente ante el rostro efusivo de su compañero —Estoy bien así por ahora, sin tantas responsabilidades.

Roger se encogió de hombros, buscando un nuevo blanco para sus fechorías, mientras Francis se le acercaba un poco.

—Pero deberías considerar también lo del teatro, a muchas chicas de ahí les gustas, y no creo que no se dejen manosear un poco —el chico le guiñó el ojo, cómplice y con un gesto de que era algo que él mismo ya había comprobado, pero a Bill no le impresionaba para nada. Sonrió nuevamente y negó con la cabeza, regresando la mirada al plato de gelatina que tenía frente a él.

Barbara, por su lado, no había dicho mucho en la conversación. Estaba sentada junto a una guapísima chica mayor rubia llamada Jennifer Richardson, cuyo escote pronunciado atraía todas las miradas, hasta la de Bill. Y entre las dos chicas, Bill se sentía muy indeciso. Barbara le gustaba en realidad, bastante bonita y seria, pero Jennifer estaba demasiado buena, en su no tan humilde opinión. Aunque ciertamente solamente Barbara parecía algo interesada en él. 

Jennifer, para su propio malestar, era una de las tantas chicas de la preparatoria que parecía estar encantada por el rostro de niña y la ropa de vagabundo de Jude Black. La había notado seguirle con la mirada mientras se alejaba y también les había visto hablar en los pasillos a solas una que otra vez, ella siempre viéndole con ojos de cachorro.

¿Qué era exactamente lo que le veían las chicas? En su opinión podría tener un rostro muy atractivo, pero su apariencia en general era muy normal. Nada especial.

Y como si ellos pudieran leer sus mentes, de repente el nombre de aquel muchacho de ojos imposibles saltó a la charla.

—Hey, ahí viene Jude —escuchó a Francis mascullar en voz baja. Casi inmediatamente levantó el rostro de su gelatina y miró al chiquillo caminar entre las mesas, con solamente un caja de leche achocolatada entre las manos. Apreció el cómo varias personas le invitaban fervorosamente a sentarse junto a ellos, pero él siempre les rechazaba con un gesto de la mano y una sonrisa a medias. Bill volteó sobre su hombre, más o menos en la trayectoria que supuso Jude estaría tomando, y se encontró con una mesa solitaria al final del lugar. ¿Quería estar solo, incluso con todas las chicas bonitas y los diferentes tontos invitándole a sentarse? Vaya perdedor, pensó.

—Hay que decirle que se siente con nosotros —dijo el joven de cenizo cabello rubio, ajustándose las gafas al tabique de la nariz. Jennifer parecía especialmente de acuerdo con la idea, y a nadie parecía molestarle.

— ¿Para qué? —se atrevió a preguntar Bill, todavía sin caer en cuenta de cuál era el encanto del chico.

—No lo sé, solamente me agrada —respondió Francis, sin apartar la vista de Jude —Además todos le hablan y quieren ser su amigo. Creo que podríamos llevarnos bien.

Nadie objetó ante ello, aunque Daniel les miró con cierto recelo en el rostro, para terminar aceptando. Bill decidió no quejarse.

—Oye Jude —le llamó Francis, una vez el chico se acercó a su mesa — ¿Te gustaría sentarte con nosotros?

—Oh, bueno, en realidad pensaba ir a…

—Vamos —habló Barbara de la nada, con el mentón apoyado sobre las manos —No vamos a morderte —ella tenía una sonrisa muy tentadora y su voz de terciopelo erizaba el vello en el cuerpo de Bill. Jude no lucía muy impresionado.

—Mejor con nosotros que con todos los demás —Bill no había entendido a que se refería Roger con “los demás”, y Jude tampoco parecía muy al tanto de lo que eso significaba, pero aun así esbozó una sonrisa tímida, y asintió suavemente. Todos se recorrieron a su izquierda, dejando un pequeño lugar en la banca color crema para el cuerpo escuálido de Jude, justo al lado de Bill.

Bill volvió a sentir esa pequeña desconfianza que se asentaba en su estómago, y de repente se dijo que su brillante gelatina ya no le era apetitosa.

Jude se acomodó delicadamente junto a él, extendiendo sus largas piernas bajo la mesa con cuidado de no patear a Jane, y se dedicó a beber de su leche con chocolate. Fue la primera vez que Bill apreció aquella mezcla de perfume de bambú y flores que desprendía el muchacho.

“¿Usa perfume de chicas?”

Le miró de reojo, picoteando la gelatina con la cuchara en un intento de parecer que estaba concentrado en ella y no en el perfil izquierdo del muchacho. Sólo le miraba beber por el popote de la cajita, paseando la mirada en el montón de chicos que le rodeaban en la mesa. La camiseta azul que llevaba ese día se le colgaba de los hombros y nuevamente tenía los pantalones sujetos a la cintura con un ajustado cinturón negro. Bill se preguntó si no tenía ropa de su talla.

Apartó la vista de él, deteniéndose en el rostro ruborizado de Jennifer frente a él. Se comía a Jude con los ojos sin pena alguna, y de algún modo se había acomodado el escote para que el pecho casi se le saliera de la blusa. Barbara miraba al chico de cabello oscuro con poco o nada de interés, mientras que los únicos que lucían complacidos con tenerle en la misma mesa además de Jennifer, eran Roger y Francis. Daniel se veía igual de estático que su novia y Barbara.

—Parece que le gustas mucho a las chicas por aquí —comenzó a decir Francis, sonriendo amistosamente ante un Jude poco impresionado.

—No sé por qué —respondió con gesto serio, sin alejarse completamente el envase de leche.

—Quizá es porque eres muy guapo —masculló Jane, con una sonrisa poco agradable en los labios. Hablaba con cierta hostilidad en sus palabras, disfrazada de falsa cordialidad. Jude no se daba por enterado completamente.

—Supongo —contestó, recargándose suavemente sobre la mesa y aplastando la caja vacía entre sus dedos. Levantó los ojos de su mano envuelta alrededor del pedazo de cartón y encontró el rostro rojo de Jennifer, que no despegaba la mirada de él en ningún momento y sólo esperaba ser notada. Jude sonrió tímidamente ante ella y Bill atrapó el gesto. Pensó que la forma en la que sonreía, que ni siquiera parecía una sonrisa completamente, era una de las expresiones faciales más peculiares con las que se había topado —Pero igual, creo que siempre es agradable llamar la atención, aunque sea un poco.

—Depende de qué atención estés hablando —Bill no entendió por qué tales palabras salieron de su boca, pero la rápida mirada extrañada que Jude le dirigió enseguida le escuchó hablar le puso los pelos de punta.

—Pues, siendo más específico, creo que sólo me gusta la atención de las chicas —Jude hablaba con seguridad, sin intención de sonar especialmente grosero —Cualquier otro tipo no es de gran importancia.

—Te apoyo en eso —dijo Francis, pasando la mano sobre su terso cabello rubio, con gesto casi arrogante. Roger asintió con la cabeza y Daniel se mantenía callado.

— ¿No estás en ningún club, Jude? ¿O no planeas entrar a ninguno de los dos equipos de la escuela? —entonces le preguntó Roger, genuinamente interesado en la respuesta.

—Planeaba entrar al club de cine, aunque según lo qué sé lo único que hacen todos los días es mirar una película diferente y discutir sobre ella —respondió el muchacho con una risilla —No es precisamente lo que buscaba en el club, pero igual suena interesante.

— ¿Y qué tal el equipo de basquetbol, o el de futbol americano? ¿No te interesa unirte?

—Nah, me romperían el cuello en el primer juego. Apesto en los deportes desde que era chico. Sólo soy bueno corriendo.

Bill hacía lo mejor que podía por parecer completamente ajeno a su conversación, sin poder evitar escuchar cada una de las palabras que ese chico pronunciaba, seguidas de las risas de sus amigos. Podía escuchar esa tenue voz en su cabeza que le decía que Jude no era una persona de confiar, junto a la creciente acidez de su estómago, pero otra parte de sí se decía que estar con él no podía ser tan malo. Después de todo, a todas las chicas le gustaba, y Francis y Roger parecían de verdad interesados en ser sus amigos. Daniel no decía nada, pero tampoco intentaba ahuyentarlo.  

El resto de la plática se llevó entre risas y bromas de parte de Francis y Gordon, acompañados de una emocionada Jennifer, y Barbara y Jane haciendo comentarios de vez en cuando. Solamente Daniel y Bill permanecieron casi totalmente callados, respondiendo sólo cuando se les hablaba directamente a ellos. Jude sonreía ante las preguntas y las respuestas, intercalando la mirada entre las caras de sus nuevos amigos. Miraba a Jennifer más que a nadie, y su expresión parecía menguarse cuando se encontraban con los ojos serios de Daniel. Bill no dejaba de pensar en por qué se sentía tan alerta en su presencia, y por su mente pasaron las imágenes del primer momento en el que lo vio, con su desagradable moretón oscuro en el cuello y el cabello despeinado.

Ese día también tenía el cabello alborotado y los ojos rodeados de parches oscuros, acentuados por la natural palidez de su piel aterciopelada.

Para cuando la campana sonó sobre sus cabezas, anunciando la siguiente clase, Bill se encontraba perdido entre sus teorías sobre el moretón de Jude y su apariencia tan seria. ¿Podía ser un drogadicto y se había metido en problemas? No quería pensar algo así de alguien tan joven como lo era Black, pero se dijo que entre esa clase de personas, había de todo tipo.

Y aun así, el rostro bonito de Jude le hacía pensar que estaba exagerando. Los chicos guapos cómo él no se metían esas cosas. Además de que muy seguramente sus padres eran igual de ricos que los suyos, que los de cualquiera en esa mesa. Siempre era así.

—Siéntate mañana con nosotros también, eres cool —le dijo Roger, palmeando amistosamente su espalda y frotando casi imperceptiblemente su hombro.

—Sí, está bien —respondió él, con su media sonrisa de siempre.

Los demás chicos se dirigieron a sus clases, despidiéndose de Jude, Bill y entre ellos. Daniel besó a Jane en los labios y susurró a Bill que lo miraba más tarde, puesto que no tenían juntos la siguiente materia. Afirmó con la cabeza y se talló las manos en los pantalones, sintiéndolas sucias por tocar la mesa de la cafetería.

Y mientras Jude caminaba rápidamente entre los alumnos que se ponían de pie y andaban entre las mesas, Bill no tuvo de otra más que caminar tras de él. Tenían la misma materia a esa hora.

Se sentía extraño caminando tan cerca de él, y para su propio desagrado, comenzó a escanear cada uno de los detalles de la espalda de Jude. Los lunares de su cuello y nuca, los remolinos de cabello negro, sus hombros estrechos y las largas piernas típicas de un muchacho alto. El pantalón holgado no lo dejaba notar mucho, pero sus caderas eran especialmente anchas y su trasero formaba una pronunciada curva acentuada por su espalda derecha y su cuerpo esbelto. Si sus pantalones hubieran sido más ajustados, Bill habría podido apreciar la forma de corazón que sus glúteos tomaban.

Pero Bill no se centró en eso, claro que no, se diría después. Solamente pensaba en cómo alguien tan delgado, tan pálido y tan escuálido podía ser tan atractivo para las mujeres de esa escuela.

 “¿Qué es lo que ven en él? Sólo es una cara bonita”.

* * *

 

El final de las clases se anunció por la última campana del turno, mientras el maestro de historia les recordaba leer la lección dos para el día de mañana. Bill guardó sus cuadernos en su mochila, no sin antes darle una rápida hojeada a sus pulcras notas de la clase. Frunció el ceño, a veces sintiéndose un completo idiota por esforzarse tanto en la escuela.

Pero no era su culpa, nunca le había agradado el sabor que le dejaba una mala nota en la boca. Así que sencillamente lo evitaba tomándose el tiempo de estudiar y poner atención en clase.

Se colgó la mochila al hombro, enviando un rápido mensaje a su madre para que pasara por él a la escuela. Ansiaba bastante el día que pudiera tener su propio auto y olvidarse de tener que llamar y esperar a que uno de sus padres viniera por él hasta ahí. No miró a Daniel, así que terminó suponiendo que ya se había ido. Igualmente ese día planeaba pasar toda la tarde en su casa jugando videojuegos. O jugando mientras Daniel le miraba, como lo hacía casi siempre.

Observó a los montones de chicos que se iban caminando, los que subían a los autobuses y los que se iban en autos, ya fueran de sus padres, amigos y propios.

Y entre la multitud de cabezas que disminuía a cada minuto, encontró a Jude Black, con su teléfono celular entre las manos, parado en la entrada de la escuela. Parecía estar enviando mensajes, Tecleando rápidamente, y levantando la mirada de la pantalla hacia la calle frente a él.

Bill se preguntó si estaría esperando a alguien, y por un momento, sintió el impulso de acercarse y hablar con él. Podría preguntarle dónde vivía, y quizá darle un aventón. Un buen gesto de vez en cuando, no iba a matarlo.

Puso sus pies en marcha, haciéndose camino entre los alumnos que se amontonaban alrededor del cerco de la escuela y trató de llegar a él lo antes posible, antes de que cualquier otro chico o chica quisiera dirigirle la palabra.

Pero por alguna extraña jugarreta de la suerte, a unos metros de distancia de Jude, Bill pudo apreciar la pequeña pick up roja que se detuvo rápidamente frente a la entrada, justo frente a Black. Una bonita chica castaña, de ojos verdes y gruesos labios rosas se asomó por la ventana. Bill la reconoció inmediatamente como Jamie Foster, una chica de quinto semestre. Sonreía de oreja a oreja, y aunque no pudo escuchar lo que decía, el gesto de su mano apuntando al otro asiento de su automóvil le dio una idea bastante clara de lo que ella podía estar ofreciéndole a Jude.

Bill ya no pudo observar el rostro de Black, pero verle rodeando la camioneta y subiendo a ella le resumió bastante todo lo que él pudo haber dicho.

Se quedó de pie en su lugar, con las manos en las correas de su mochila. Chasqueó la lengua y bajó la mirada a sus zapatillas deportivas.

“Demasiado lento, supongo” se dijo. Aun así, el vago sentimiento de decepción no se fue.  

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

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Siempre es un gusto leerlos y responderles <3

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