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The Nerd's Trouble por Killer Cobain

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Notas del capitulo:

Actualizando cómo después de mil años. Por fin salí de la preparatoria y esas cosas me ocupan horrible xd 
Supongo que ahora hay tendré más tiempo para escribir, y quiero acabar con la historia rápidamente para poder iniciar con otras Jajaja

Pasen y lean <3

Caminó a través de la puerta del salón lentamente, con cierto letargo sobre su cuerpo. Había pasado toda la noche en Internet, como usualmente lo hacía en aquel entonces. Las ojeras comenzaban a dibujarse levemente bajo sus ojos, pero no le interesaba demasiado si los demás las notaban o no. Paseó la vista a lo largo de toda el aula, en busca de su amigo Daniel. El chico no estaba, y se preguntó si habría de llegar tarde ese día. Se encogió de hombros, sin darle importancia.

En cambio, sostenía con firme agarre su maltratado ejemplar de Orgullo y Prejuicio y se preguntaba constantemente si era buena idea prestárselo a Jude. Y la misma duda evitó que se lo diera los primeros tres días siguientes al martes en el que le ofreció el libro. Jude no le preguntó por él y pensó que probablemente lo había olvidado, pero aun así se tomó el tiempo de buscarlo entre sus cajas de viejas posesiones y traerlo a la escuela.

Sintió el pecho oprimírsele ante la visión de Jude, sentado en el mismo lugar que ocupaba desde el inicio de clases, en la posición más incómoda que Bill había presenciado. Las largas piernas del chico descansaban sobre la mesa del pupitre, cayendo del otro extremo de este, y con la espalda apoyada sobre el revés de la silla. Dudaba que si quiera su trasero tocara el asiento.

—Hey —masculló entre dientes, llamando la atención del muchacho, quien levantó la mirada del cuaderno donde revisaba sus distintos apuntes.

—Hola —sonrió suavemente, mirándole desde abajo. Y antes de que pudiera decir cualquier cosa, Bill extendió la mano que sujetaba el libro, ofreciéndolo tímidamente ante su rostro. De repente sentía la mano temblorosa.

La sonrisa en el rostro de Jude se desvaneció así como tomaba entre sus dedos delgados el libro desgastado y echaba un vistazo a la portada. Elevó la cara nuevamente hacia Bill.

—Pensé que lo habías olvidado.

—No lograba encontrarlo —mintió —Pero aquí está, así que…

— ¿Qué libro te tocó leer?

— ¿Para qué quieres saberlo? —preguntó con el tono de desconfianza que siempre aparecía en su voz al cuestionar cualquier cosa, aunque no fuera su intención sonar así.

—Pues, como tú estás prestándome el libro, pensé que yo podría prestarte el que te tocara —decía mirándole a los ojos, con gesto amistoso —Entonces no tendrás que comprarlo. Además funcionaría como una especie de seguro. Tú tienes mi libro, yo el tuyo, no nos preocuparemos de perder nada.

Bill no pensó en eso de inmediato. Ni siquiera cayó en cuenta de que pudiera robar su libro. Aunque obviamente no lo haría. Pero si hubiera sido cualquier otro chico, muy seguramente habría pasado.

“Pero no era otro chico, era Jude”.

Parpadeó pausadamente, pensando en la sugerencia del joven.

—Frankenstein. Tengo que leer Frankenstein —contestó finalmente.

Jude chasqueó la lengua, pensado. Probablemente ni siquiera tiene el libro, Bill pensó.

—Lo tengo —masculló Jude en voz alta, casi como si respondiera a sus pensamientos —Uno de mis favoritos en realidad. Será difícil prestarlo, pero es mi forma de pagar el favor.

—Oh, en ese caso, ¿Cuándo podrías traerlo?

—En estos días, mañana probablemente.

—En ese caso —Bill se removió en el lugar donde estaba de pie, incomodo. Hablar con Jude lo ponía en ese estado —Gracias. Y cuida el libro.

—Lo haré, gracias —Jude esbozó una sonrisa a medias y regresó a leer sus apuntes.

Bill se quedó parado frente a él unos segundos más, ansioso repentinamente y queriendo añadir algo, sin saber qué exactamente. Abrió la boca, y la cerró inmediatamente, despidiéndose torpemente con la mano del chico que ya ni siquiera miraba en su dirección.

Al final se dirigió a su pupitre con pasos cortos, tropezando con los asientos como si no supiera andar en sus propias piernas y sentándose estrepitosamente, impactando su rodilla y su pantorrilla entre las patas de la silla.

Bill llevaba días sintiéndose increíblemente estúpido cada vez que la imagen o el nombre de Jude Black se cruzaban por su mente. Al final se dio cuenta que el sentimiento de idiotez surgía de la propia negación de Bill, de que indudable y efectivamente quería algo de Jude. Sin poder ordenar sus pensamientos, se dijo que lo único que deseaba era hablar con él.

Podía preguntarse cuanto quisiera por qué a las chicas le gustaba tanto, o por qué sus amigos parecían tan interesados en unirlo a su grupo social, siendo que en su opinión era un renacuajo raro con cara de niña y ropas de pordiosero, pero no podía seguir negando que de alguna forma también le parecía interesante y quería hablarle.

Sólo quería ser su amigo, se dijo para su inquieto interior. Cerró las manos en puños apretados cuando le miró voltear en su dirección y saludar a una chica que había llamado su nombre cariñosamente desde su pupitre. Bill le examinó con la mirada todo el rostro y el cuello, y notó con cierta tristeza que del moretón de su primer día ya no quedaba nada. Los lunares resaltaban en cambio y la piel parecía verse menos pálida sin el contraste.

Lo observó mientras sus labios rosas se estiraban en una sonrisa de oreja a oreja y la nariz se le arrugaba en su mueca afectuosa, mientras pronunciaba palabras que no sonaban y se reía ante las respuestas de la chica. No sabía leer labios, pero al parecer Jude sí.

El muchacho apartó la cara entonces y Bill sólo se quedó con la visión de su cabello enmarañado y la nuca ligeramente más bronceada.

Ni siquiera notó al maestro entrando al salón, o al resto de alumnos apurándose a ocupar su lugar. No puso atención cuando el profesor comenzó a escribir en el pizarrón, ni cuando Katie Thompson se equivocó estúpidamente en una respuesta y todo el grupo río. En realidad mantuvo la vista fija en Jude, en su espalda que se movía cuando respiraba, reía o hablaba, y en el cabello negro que se agitaba cuando el chico movía la cabeza. Lo escuchaba atentamente cuando respondía preguntas o cuando las hacía, y sin querer hacerlo, grabó en su cerebro el timbre de su voz. No demasiado grave, no demasiado agudo.

No le miraba con devoción, afecto o algo parecido. Más bien lo hacía verdaderamente intrigado por su naturaleza. Mantenía el ceño fruncido, sin despegar la mirada de sus movimientos ni un momento. Y al mismo tiempo, se daba el valor para finalmente acercársele y pedirle activamente que hablaran un rato. Tal vez tendrían más en común de lo que pudiera esperar.

Daniel tampoco se apareció ese día en las primeras clases que tenían juntos, y Bill lo tomó como la oportunidad perfecta para desligarse un poco de su grupo de amigos por el día, y mejor pasarlo con Black.

Esperó pacientemente el resto de las clases, apenas apuntando un par de cosas cuando el maestro daba la indicación, y una vez el timbre del final de clases por esa hora retumbó en toda la escuela y la maestra salió del aula con los libros bajo el brazo, Bill arrojó sus cuadernos a la mochila, se levantó rápidamente de su asiento, y con toda la intención fallida de no parecer especialmente desesperado, caminó abriéndose paso entre los alumnos y quedó de pie nuevamente frente a Jude, quien tenía la mochila sobre el regazo y revisaba su teléfono móvil.

—Oye Jude, quiero hablar contigo —las palabras salieron de su boca atropelladamente, y ni siquiera él pudo entenderse. Se mordió el labio, desahogando la vergüenza.

— ¿Huh? —Jude levantó la mirada para encontrarse con la no tan robusta figura de entonces de Bill y sonrió a medias.

—Quiero hablar contigo —reiteró, cada vez más nervioso.

— ¿Por qué?

—Sólo quiero hacerlo.

Jude le miró con desconfianza, probablemente tratando de adivinar las intenciones de Bill, y él sólo quiso patearse a sí mismo. Por primera vez en su vida, encontró su falta de tacto como una característica verdaderamente contraproducente.

—Escucha… —se rindió, relajando todo su cuerpo y su gesto, molesto consigo mismo —Sólo estaba pensando en que me caes bien y quería hablar contigo. Pensé que podríamos llevarnos bien.

Jude le veía fijamente y Bill no sabía que esperar. No podía leer totalmente la expresión del muchacho.

—Está bien —aceptó tranquilamente, no particularmente ansioso o reticente. Bill no supo cómo tomar su falta de emoción.

—Bien, eh… —se frotó las manos sudorosas contra el pantalón, y dirigió la mirada a la puerta y apuntó con el dedo a la puerta — ¿Quieres ir a comer algo? Ahora que es receso… y eso.

Jude se puso de pie, guardando cuadernos y libros en la mochila. Sonrió a medias y se enderezó frente a él, mirándole a la cara.

—Vamos. Pero no me apetece nada de la cafetería. Prefiero algunas papas fritas del puesto de afuera.

—Como quieras —respondió, palpándose el bolsillo. Teléfono celular, llaves, cartera. Tenía su tarjeta de crédito, pero no recordaba haber tomado billetes de su alcancía personal. Debería tener mínimo unos cincuenta dólares en efectivo por ahí.

Los dos jóvenes se echaron a andar fuera del salón medio vacío, y entre la multitud de personas que se formaban en los pasillos, corriendo hacia el salón donde tuvieran su siguiente clase. Jude se hacía paso entre la gente, con las manos en los bolsillos y gesto serio. Para Bill era curioso cómo le gustaba a todo el mundo, aunque Black no fuera particularmente amistoso con nadie, además de las chicas bonitas. A todos los demás parecía desdeñarlos.

Pero así es la gente de su tipo, se decía entonces. Son guapos y llaman la atención de unos cuantos, y se creen con el derecho de mirar hacia abajo a las demás. Jude podría tener un rostro agradable y parecer genial ante los ojos de la escuela, pero probablemente estaba igual de hueco que los demás, era el mismo tipo de muchacho popular sin una pizca de simpatía por otros.

Se sintió enojado pensando en todo ello, y pensó que ya no le interesaba más el ser amigo de Jude. Asumiendo a base de puras suposiciones, no pudo evitar pensar en la clase de idiota que era el chico a su lado, lleno de aire caliente como los amigos de Daniel. Los amigos de Daniel que lo llamaban amigo a él también. El estómago se le retorció con culpa, pero la sensación no duró.

Quería irse lejos, y ciertamente estaba considerando decirlo de la manera menos amable posible, hasta que se dio cuenta que literalmente ya estaban afuera, a unos pasos del pequeño puesto.

Jude se adelantó, sacándose un par de billetes arrugados del bolsillo frontal del pantalón, junto con un puñado de monedas. Pidió una bolsa de patatas y un paquete de caramelos para el aliento, y dejó caer el billete de diez dólares en la mano de la mujer que atendía el pequeño local. Ella parecía sinceramente interesada en Jude, mirándole de reojo mientras regresaba la mirada a su revista. A Bill se le erizó la nuca por el desagrado de pensar que a las mujeres mayores de verdad les llamaban la atención el muchacho. Pidió para sí un simple sándwich de pollo y una botella de jugo. Debería haber gastado en la cafetería mejor, pensó.

Se sentaron en la única mesa de concreto solitaria y Jude abrió su bolsa de frituras, rápidamente ofreciéndole una a Bill. El muchacho se negó, señalando su bocadillo aún envuelto.

—Así que… —Jude apenas había comido un puñado de papas, cuando decidió enrollar el extremo abierto de la bolsa y echarse un caramelo a la boca — ¿Por qué te caigo bien?

Bill elevó la mirada de su emparedado, para mirar a los ojos al otro chico. La pregunta lo tomó por sorpresa, e incluso había olvidado el breve sentimiento de molestia que le había invadido hacia unos momentos. Jude, por su lado, le veía con gesto de sincera curiosidad. Sus ojos se veían claros y el rostro permanecía libre de gestos duros. Sólo le miraba con serenidad.

Bill se sintió extrañamente intimidado por ello. Pasó la comida rápidamente, tanto que le dolió al bajar por su esófago, y se limpió la boca con el dorso de la mano.

—Eh, no sé. A todos les caes bien y yo no entendía por qué. Al final fue igual conmigo —frotaba sus manos una con la otra mientras hablaba —Más que tratar de ser tu amigo, quiere entender por qué les gustas a todos.

Jude elevó una ceja, intrigado por las palabras de Bill, y éste cayó en cuenta de que probablemente había sonado de lo más raro.

—Pues es un motivo interesante. Si quieres una respuesta directa de mí, puedo decir que yo tampoco entiendo por qué hacen eso. No tengo muchas intenciones de hacer nada con ello.

— ¿Cómo que hacer nada? —preguntó.

—Pues… nada —Jude se miró a las manos un segundo, y dudó en poco antes de hablar, buscando las palabras correctas —No quiero ser como tus amigos.

— ¿A qué te refieres? —Siendo sincero consigo mismo, Bill entendía en cierto grado de que estaba hablando el chico sentado frente a él. Pero por el momento, era mejor dejar que él se explicara.

—Creo que tú entiendes — ¿Le estaba leyendo la mente acaso? —No disfruto particularmente de la atención, de rodearme de gente y utilizar esa predilección en las personas para cualquiera meta que tenga aquí. No busco nada de eso.

— ¿Por qué estás tan seguro que vas a llegar a tener ese estatus en la escuela sólo por qué le gustas a las chicas ahora? —Su intención no había sido sonar tan asertivo, pero esa confianza en sus palabras por algo que no podía saber le molestó demasiado. Una total nimiedad, pero Bill era esa clase de hombre temperamental, incluso aunque no quisiera aceptarlo — ¿Quién te asegura tal cosa?

—Nadie lo hace —y nuevamente Jude lo tomó desprevenido. Esperaba una respuesta igual de agresiva que su pregunta, pero Black había sonreído y contestado —Pero si puedo evitarlo, sería lo mejor.  

Bill se quedó quieto en su lugar, con las manos sujetando el envase de su jugo. Para ser el primer día en el que hablaban solos después de semanas de mirarle de lejos, se sentía estúpidamente nervioso. No era nada bueno.

—S-supongo… —sostuvo la respiración, buscando la manera más rápida de calmar sus nervios crispados. Envidió el semblante calmado de Jude, que permanecía indolente en su frío asiento de concreto. Aun así, no evitó que apreciara para su interior la innegable belleza masculina del muchacho (por mucho que insistiera en que lucía como una niña).

Demasiado guapo para su propio bien, podría decirse.

¿Cuándo fue la última vez que se sintió la mitad de interesado por una persona de su edad, y todavía, por un hombre? Los únicos hombres con los que hablaba eran sus amigos más cercanos, su padre y los chicos de su vecindario con los que se llevaba. Y ni siquiera por ellos sentía una cuarta parte de la verdadera fascinación que el enclenque jovencito le provocaba.

Nunca había sentido tal urgencia por inmiscuirse en la vida de alguien. Lo hacía sentir sucio, como un pensamiento totalmente ajeno a él que se había colado en su cabeza.

Y ni siquiera podía dejar de pensar en ello.

—No te quedes callado —le llamó con voz grave, sacándole de sus pensamientos. Había desviado la mirada inconscientemente a las manos delicadas de Jude, descansando en la mesa de cemento. Volvió los ojos a su cara indiferente, y sonrió a medias.

—Estoy pensando.

— ¿En qué?

—En que Daniel va a necesitar que alguien le pase la tarea de hoy y voy a cobrarle un par de billetes por ello.

Jude se mostró ligeramente incomodo en el momento en que mencionó el nombre de Daniel, pero soltó una risilla de todos modos. La curiosidad por la vieja relación que esos dos pudieran haber tenido en un pasado comenzó a cosquillearle el estómago.

—Tú y Daniel… fueron a la misma secundaria y primaria, ¿no? —masculló con cautela, a la espera de cualquier reacción negativa en Jude. No la hubo. Le miraba con seriedad.

—Sí.

— ¿Eran amigos o algo así? —Daniel ya le había respondido aquello hacía tiempo, y no sabía si debía esperar algo diferente de Jude, pero él necesitaba conocer la historia desde las dos perspectivas.

Black bajó la mirada a la mesa de concreto y frunció el ceño, pensando.

—No, nunca lo fuimos. Eramos de esa clase de compañeros que conviven a diario durante años, pero nunca hablan. Daniel no me agradaba entonces. Ni ahora. Tiene la cabeza hueca.  

Bill se preguntó cómo debería responder a eso. No le gustaba escuchar tal cosa sobre su mejor (único) amigo, incluso aunque pudiera ser verdad.

—No entiendo cuál es tu problema —masculló con tono agresivo. Jude le miraba imperturbable, probablemente esperando un ataque aún más violento —Hablas como si fueras mejor que los demás, cómo si todos fueran unos tontos.

—No soy nadie para juzgar a otros —le sonreía calmadamente, y aunque no había ni un gesto desagradable en su rostro, Bill no podía dejar de sentirse molesto —Pero, por ejemplo, esos chicos con los que pasas todo el día, son unos idiotas.

Donovan, deseo sinceramente, deformarle la cara a golpes. Y al mismo tiempo se mordía el labio, consciente de su propia vehemente actitud, casi asqueado consigo mismo al encontrarse siendo tan apasionado sobre ello. Él no era así, él no pensaba así. Las cosas se le resbalaban, como a cualquier chico cool.

 Se consoló diciéndose que por muy estoica que una persona fuera, una ofensa contra los amigos no podía pasarse por alto.

—Debes estar muy lleno de ti mismo como para decir esas cosas —Bill no recurría a los insultos o malas palabras tan rápidamente, pero estaba a segundos de comenzar a escupirlas.

—Ni siquiera entiendo por qué reaccionas así, si eres exactamente igual —respondió el chico frente a él, con expresión de genuina sorpresa.

La rabia que se acumulaba en su garganta disminuyó abruptamente, así como procesaba lo que Jude había dicho.

— ¿Por qué lo dices?

—El día que me ofreciste tú libro, me puse a verte en clase y en los recesos, y así los dos días siguientes —Bill tomó aquello con desconcierto. ¿Jude… lo había estado vigilando de la misma manera en la que él lo hacía? —Y noté que haces eso.

Jude esbozó una media sonrisa, como si supiera o entendiera algo que Bill no.

—Miras a la gente así, cuando los maestros hablan, o cualquiera en el salón dice cualquier cosa. Parece que todo lo que dicen te aburre —el chico le hablaba con cierta ironía en la voz —Claro que no puedo asegurar todo con tres días de mirarte, o escuchar la forma en la que hablas con los demás, pero tampoco es que necesite tanto tiempo para pensar que quizá es una costumbre recurrente en ti.

— ¿Dices qué… yo soy un especie de presuntuoso?

—Sólo digo lo que he visto. No sé cuáles son tus intenciones verdaderas —Black sin duda parecía estar al tanto de la tensión que se había creado entre ellos, y había cambiado por completo el tono de su voz. Le habló con franqueza entonces, sin intenciones de sonar sarcástico otra vez —A mí sencillamente no me agradan tus amigos, ni la clase de personas que son.

—No soy un presumido. Y no entiendo qué clase de personas son —respondió Bill, sin bajar su guardia del todo.

—Quizá no lo entiendes porque son todos iguales —masculló, apartando la mirada — ¿Por algo son amigos, no?

Bill se congeló en su lugar, avergonzado. Repasó mentalmente todas las conversaciones que había tenido con sus compañeros en las últimas semanas, y lo que había pensado de cada alumno con el que se había relacionado de algún modo, además de sus amigos. A nadie le gustaba admitir que era un presumido, o que su ego estaba tan inflado, y por supuesto Bill no iba a aceptar tales cosas frente a ese chico.

Lo odio profundamente por una fracción de segundo. Se sintió humillado internamente, aunque en el exterior mantuviera su gesto impasible, casi sardónico.

—No me interesa lo que creas. No me interesa lo que nadie crea.

Jude no respondió al momento y él deseó que Black no pudiera leer más allá de su expresión indiferente.

—Me alegro por ti. Conviví con Daniel por mucho tiempo, y fue fácil entender la manera en la que se comportaba con los demás y por qué lo hacía. Y es aún más entendible porque tiene esos amigos.

El silencio reinó entre ellos los pocos minutos que les quedaban antes de que sonara la campana nuevamente, anunciando el inicio de la siguiente clase.

A Bill le daba vueltas la cabeza.

Todo había salido mucho peor de lo que esperaba. Había preferido cien veces descubrir que los dos no tenían ningún tipo de química y que lo mejor era mantener la simple relación de compañeros de clase.

Le miró fijamente, esperando no lucir enojado. Jude no mostraba mucho, y se limitaba a dirigir la vista a diferentes puntos del lugar. Fue hasta que la campana timbró, que el muchacho se levantó y alisó su camisa fajada.

—Fue divertido hablar, supongo. Me voy a clase.

Bill esperó un poco antes de ponerse de pie e ir tras él.

* * *

No podía concentrarse realmente por mucho que lo intentara.

Estaba reproduciendo una pequeña película de cómo habían sido los últimos tres años de su vida, desde que inició la secundaria, hasta el día que piso la preparatoria. Lleno de una casi patética esperanza de encontrar algo, o alguien, que le agregara un poco de estímulo a su vida de niño rico. Las novias no duraban, y sus amigos de entonces no hablaban acerca de ningún tópico que a Bill le pareciera especialmente interesante. Claro que era divertido estar con ello, y eran buenas personas en su opinión, pero las cosas comenzaban a volverse blandas.

En su arrogancia, pensó que su gran problema era ser demasiado listo. Mucho más que las chicas, que sus amigos, que sus padres y maestros. Se decía constantemente, casi como su propio mantra personal, que esa era la razón de su aburrimiento. Nadie era tan inteligente, nadie entendía la vida de la misma forma que él. Nadie era tan culto, o sabría la mitad de las cosas que él.

Ni siquiera supo en que momento empezó a mirar para abajo a las demás personas, incluyendo a su propia familia y amigos.

Sus pensamientos pronto se desviaban a Jude, y en vez de sentirse enojado por sus acusaciones, se sentía abochornado por mostrarse así enfrente de él. Jude fue el que empezó, él fue el primero en decir esas cosas, se dijo. Y bien Black había sido un poco grosero, pero así como él lo dijo sobre Bill, Bill no sabía cuáles eran las intenciones de Jude. Ni que pensaba o por qué lo pensaba.

Entonces decidió que las cosas no podían quedarse así entre ellos. Si Jude lo había hecho sentirse así de avergonzado con su persona, él quería hacerlo pasar por lo mismo. No había nada peor para un hombre que la humillación y Bill quería asegurársela al muchacho. Nadie le daba el derecho de juzgarlo de esa manera.

El resto de la clase se llenó los pensamientos con la imagen de Jude, con el sonido de su voz y los detalles de su rostro, en busca de la perfecta fantasía donde ese chico sufriera el mismo malestar que él había sentido. Pero no pudo evitar el experimentar un nudo de ansias formándosele en la boca del estómago, mientras pensaba en su cara. Recordó la sensación de maravilla del primer día en que le vio, con el cuello mallugado y los ojos rodeados de ojeras, haciendo juego con la palidez de muerto de su cara.

Sin querer, pensó en cómo se sentiría tocarle la piel, y en que deseaba hacerlo. Asustado con su propio imaginar, y alejó violentamente tales ideas. Sin embargo, sus ojos rápidamente se apartaron y se perdieron en las formas de los lunares bajo su mentón, la superficie de su espalda y los cuadrados de colores en su camisa. Tenía el cabello enmarañado nuevamente, pero a él no se le veía mal.

Lo dual de sus sentimientos hacia Jude le incomodó. Si seguí así nunca iba a poder hacerle nada malo en realidad, porque la fascinación por su apariencia siempre le iba a ganar al deseo de molestarlo.

Aún confundido por sus propias emociones, pasó la clase en silencio, apuntando notas esporádicamente, pensando en Jude. Sólo hizo caso de la lección cuando habló para responder una pregunta, y se sintió envidioso por el reconocimiento que el maestro le daba como uno de los alumnos más inteligentes de la clase.

Distraído, escribió su nombre en el reverso de su cuaderno con trazos afilados y dibujó garabatos a lo largo de las hojas. No le gustaba no poner atención en la escuela, pero ese día no le apetecía escuchar lo que los maestros tuvieran que decir. Sólo pensaba en lo mucho que quería desquitarse, en lo mucho que le desagradaba Jude.

Agradeció profundamente cuando la campana escolar advirtió el final de las clases del día, y se vio finalmente libre para poder irse.

Tuvo la intención de acercarse nuevamente a Black y volver a hablar con él, pero enseguida terminó la clase, Jude saltó de su asiento y salió del salón con paso apresurado, y un grupo de chicas que le seguían devotamente,

Bill le miró irse, y sus propósitos por hablar con él una última vez ese día se esfumaron. Se levantó de su asiento, se colgó la mochila al hombre y salió al pasillo, vuelto un mar de cabezas. Naturalmente se abrió paso entre los alumnos, deteniéndose a cada tiempo a hablar con alguna chica bonita que le llamara para invitarle a su casa o a algún sitio, y tomándose la delicadeza de aceptar los regalos y recados de las chicas menos agraciadas. Ese día una diminuta jovencita de prominentes gafas de fondo de botella y cuerpo escuálido le entregó un rosado sobre sellado con una etiqueta de corazón. Sonrió con timidez y corrió lejos una vez estuvo entre las manos de Bill. A él le sorprendía sinceramente que siguieran usando cartas y notas de amor. La arrojó a su mochila y se dirigió a hablar con una linda morena que le echaba miradillas desde su casillero.

* * *

Bajó los escalones de la entrada rápidamente, sólo para toparse con el jardín del frente lleno de alumnos esperando para irse.

Entre los diferentes grupos de chicos, se encontró a Francis conversando ruidosamente con otros chicos del equipo de basquetbol. Se acercó a ellos sin decir mucho, encontrándose enseguida con el brazo de Roger rodeándole los hombros afectuosamente.

—Oye guapo, no te vimos en todo el día —espetó con verdadero gusto de verle, y a Bill se le retorció el estómago en culpa por pensar en ocasiones que el muchacho era un idiota — ¿Dónde te escondías? Los demás preguntaron por ti todo el día.

Ligeramente incomodo, se escabulló del abrazo del chico. Los otros tres adolescentes que habían estado platicando con Francis le miraban fijamente, sonriendo amistosos. Bill atinó solamente a frotarse la nuca.

—Estaba hablando con Jude Black.

— ¿El niño raro ese? —musitó el chico negro del grupo, un altísimo muchacho llamado Joe.

Le pareció graciosa la expresión, acompañada de la mueca curiosa, para nada maliciosa del joven. Y le agradó no ser el único que le consideraba un rarito.

— ¿Cuál niño raro? —preguntó Davey, otro de los amigos de Francis.

—El de primero, el que parece muerto —respondió Joe. Davey apenas exclamó un tenue “Ahh”, reconociendo la descripción del chico. No era secreto para Donovan que muchos hombres de esa escuela cotilleaban constantemente sobre Jude, y había un veredicto casi unánime de que lucía como un cadáver con cara de mujer. Despreciaban su apariencia delicada, sus modos de vestir y actuar, y el hecho de que a las chicas les pareciera tan inexplicablemente atractivo.

— ¿Y qué hablabas con él? —el tono de voz de Francis parecía ligeramente más serio, aunque seguía sonriéndole.

—Nada en particular —contestó, sin el más mínimo deseo de repetir ante ellos todo lo que había escuchado decir a Jude —Sólo quería conocerle un poco, con eso de que parece que a todas las personas en esta escuela le gusta.

—Sólo a las chicas les gusta —corrigió con tono burlón el último de los amigos de Francis, un fortachón de piel tostada que se hacía llamar Ted —Ni siquiera lo entiendo. Parece una lesbiana.

A Bill se le salió una risilla entre dientes, junto a los otros chicos. Acordaba con ellos, aunque eso no le evitaba seguir sintiéndose engatusado por sus facciones.

Sin querer lo localizó entre el gentío, a unos metros lejos del punto en el césped junto a una ventana del edificio donde el grupo de Bill se mantenía.

Lo encontró rodeado de tres jóvenes, todas ellas difiriendo en el nivel de belleza. La más bonita se encontraba prácticamente pegado a él, sonriendo y riéndose con gesto encantador, mientras las otras dos mantenían sus libros pegados al pecho, mucho más apartadas de él. Jude les sonreía sinceramente, y no hacía esfuerzo alguno por alejar a la rubia de ojos cafés que se le restregaba, y pasaba constantemente las manos sobre la superficie de su pecho y hombros. Bill había visto a esas chicas entre clases más avanzadas, sabía que eran mayores.

Incapaz de ocultar la manera en la que miraba directamente a Jude desde su lugar, Francis lo notó rápidamente.

— ¿Qué miras? —preguntó su amigo, buscando lo que fuera a lo que veía tan abstraído. De igual forma que Bill, se topó la imagen de Jude conversando plácidamente con las tres risueñas adolescentes.

— ¿Qué será lo que le miran? —Cuestionó en voz alta Davey, cuando todos los demás cayeron en cuenta de que era lo que miraban sus dos amigos —Está todo flaco, y pálido. ¿Será… su trasero?

Los cuatro chicos regresaron la mirada hacia su amigo, con gesto de consternación real, como si hubiese dicho la mayor tontería del mundo. El chico se encogió de hombros, y los demás se quedaron en silencio, explorando aquella posibilidad.

No es que Bill, o ninguno de ellos, pasara todo el día fijándose en las características del cuerpo de otros hombres, pero quizá en Jude era una de las cosas que llamaba la atención en primer lugar. El semblante serio y taciturno, y la complexión delgada, aunque de gran estatura, pasando el uno setenta de altura. Jude no era precisamente un esqueleto, pero en comparación al resto de los alumnos, era esbelto, y las ropas holgadas que usaba no lo benefician en nada.

Pero había días como ese, cuando el muchacho llevaba jeans mucho más ajustados que sus vaqueros de siempre, y una camisa fajada o suelta, que revelaba mucho más acerca de su cuerpo. Tenía una figura muy extraña para un hombre, y a sus compañeros a veces le resultaba incomodo mirarle. Sobre todo porque tenía un trasero grande. Ni siquiera le gustaba pensarlo para su interior. Aun así, era casi imposible dejar de ver la curva pronunciada que su retaguardia dibujaba.

—Las mujeres siempre se fijan en los tontos.

Bill no agregó nada a la conversación que surgió entonces entre los basquetbolistas, y una vez cada uno de ellos se retiró, incluyendo a Francis, Bill se dijo que era hora de irse. Ese día pensaba tomar el autobús, quería bajarse cerca de una tienda de comics y de ahí caminar solo hasta su casa.

Y para su pequeña sorpresa, aun con la mayoría de los alumnos ya habiéndose ido de ahí, Jude estaba entre los pocos que aún quedaban.

Estaba sentando despreocupadamente en una de las dos bancas metálicas del exterior, con el móvil en la mano, los auriculares puestos y echado contra el respaldo. Sus largas piernas delgadas descansaban extendidas frente a él, demasiado ocupado viendo la pantalla de su teléfono para fijarse si estas estorbaban a alguien. Aunque ciertamente no lo hacían.

Sintiéndose ridículamente tímido ante su presencia, pero aún impulsado por el deseo de venganza, se acercó al chico, sin avisar, y dejó caer su robusto cuerpo sobre la banca incomoda, esperando a que Jude le notara.  No hizo ruido alguno, hasta que Black le miró por el rabillo del ojo. Pero él no dijo nada.

Regresó la mirada a la pantalla brillante, y Bill podía escuchar el leve sonido que provenía de sus audífonos. Se quedó ahí sentando, mirándole como un loco, un par de minutos más. Finalmente Black apartó uno de los auriculares de la oreja, suspiró y volteó a su dirección. Bill seguía petrificado en su sitio, inclinado al frente con las manos entre las piernas y las rodillas casi pegadas.

— ¿Puedo ayudarte en algo?

Le tomó unos segundos reaccionar, aun con la cabeza plagada de posibles respuestas. Sólo quería sonar mucho menos agresivo. Así no podría acercarse propiamente,  

—Estaba pensando en qué fui muy grosero contigo hace rato. No era mi intención.

Apretaba los labios, ansioso por una respuesta, tratando de leer el lenguaje corporal de Jude. Él apenas y se limitaba a mirarle seriamente, con el teléfono en una mano y la otra frotando el cable del audífono. Esbozó una pequeña sonrisa, que no lucía tan amable o sincera. Bill no esperaba más.

—Está bien. Yo también fui maleducado. Lo siento.

— ¿Podemos intentarlo de nuevo? No tengo mala impresión tuya.

—No deberías —respondió, sonriéndole todavía. Se le erizó el vello ante la expresión de sus ojos. ¿Se burlaba de él otra vez? ¿O el reflejo insolente en su iris significaba otra cosa?

No le dio el tiempo de preguntar o de enojarse nuevamente por lo que él no decía, cuando Jude se levantó de su lugar, dejó caer el teléfono con todo y audífonos a su mochila tapizada de parches de colores.

—Nos vemos mañana. Adiós Bill.

Donovan permaneció en la banca, siguiéndole con la vista así como lo miro cruzar la calle, caminar sobre la banqueta unos pocos metros, y eventualmente subir a un pequeño auto compacto del que no pudo mirar al conductor.

No cayó en cuenta de que ya no quedaba casi nadie en la escuela.

 

 

Notas finales:

Cualquier duda, sugerencia o comentario, dejen un review. Se los agradecería enormemente uwu

Gracias por leer <3


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