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The Nerd's Trouble por Killer Cobain

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Notas del capitulo:

Otro capítulo, otra moneda moneda. 

Ojála fuera así, porque necesito dinero xd 

Pero como sea, creo que por ahora los capítulos son mucho más cortos y tal vez no hablen mucho de la trama principal de la historia, pero esta es definitivamente una de mis partes favoritas, siendo que Bill es uno de los personajes de los que más disfruto escribir y leer cuando hablan de él uwu 

Sin más que decir, pasen y lean <3

Bill no acostumbraba tomarse el tiempo de contemplarse a sí mismo en el espejo, más allá de los pocos minutos que lo hacía al día para cepillarse el cabello o afeitarse, pero la mañana del lunes posterior al fallido encuentro con Jude, no pudo evitarlo.

Se levantó casi media hora más temprano de lo normal, y echando el pestillo a la puerta, encendió la luz de su amplia habitación y se dirigió al tocador. Sólo llevaba puestos los pantalones de su chándal Adidas, con el cuerpo de la cintura hacia arriba totalmente descubierto.

Llevó la mano derecha a su vientre más bajo, ahí donde todavía se sentían los rizados vellos púbicos, y toqueteó con la punta de sus dedos el pequeño camino de cabellos oscuros que subía hasta su ombligo. No era un hombre especialmente velloso y tampoco le agradaba la idea de estar cubierto de pelo, pero tampoco tenía intención de afeitar el que ya tenía además de la barba y quitarse esporádicamente aquellos que le crecían entre las cejas. Extendió por un segundo la mano para mirar el pequeño vello de sus nudillos, y la regresó enseguida a la superficie de su vientre.

En los siguientes minutos se dedicó enteramente a apreciar los relieves y las formas de su cuerpo; un pequeño lunar a unos centímetros a la derecha del ombligo, pezones pequeños y de color marrón claro, y clavículas sobresalientes. Como la mayoría de las personas, tenía una ligera diferencia de tonos en los brazos y cuello, producto de la exposición al sol.

Y aunque por entonces, nunca había sido muy adepto a la actividad física, su cuerpo había crecido esbelto, torneado y alto. Tocó la superficie de sus costados, donde las costillas sobresalían. En general, los músculos de su torso y pecho se dibujaban agraciadamente en bajo su piel, macizos ante el contacto. Por otro lado, tenía piernas largas y contorneadas, y sus bíceps eran fuertes, sin ser demasiado gruesos, y a Bill le gustaba así.  Frotó sus antebrazos como si tratase de calentarse, y sonrió a medias ante la visión de su cuerpo.

Y no bastó con un cuerpo atlético porque el que no había hecho esfuerzo alguno, Bill se había hecho de un rostro de rasgos afilados y masculinos, de grandes ojos grises y abundante cabellera castaña, la cual solía llevar larga, aplastada hacia tres con gel fijador.

No era secreto para Bill que era un hombre guapo, y toda una vida de ser proclamado como el más atractivo entre sus compañeros y amigos había terminado de confirmárselo. Tampoco se iba a mentir diciendo que nunca había sido consciente de las ventajas que ello tenía, y tampoco podía negar que lo había usado en su beneficio múltiples veces, por mucho que le pesara. Siempre era fácil hablarle bonito a alguna niña lista y copiar alguna tarea que hubiese olvidado.

Pero esa mañana, no pudo hacer desaparecer el deseo de mirarse, de recordar que era un muchacho apuesto, y que no tenía verdaderas razones para sentirse inseguro. Apreció fervorosamente cada centímetro de su cuerpo y agradeció en verdad lo que tenía.

Sentirse así, tan necesitado de aprobación, propia y la de otros lo provocaba nauseas. Su orgullo se veía herido.

Desde la última vez que hablaron, hacía tres días apenas, había estado demasiado inquieto.

Pasaba el tiempo armando planes en su mente sobre qué hacer con él. Se decía en momentos que era una idiotez haberse enfurecido tanto por lo que un hombre cómo él pensara de su persona. No podía decidir si estaba más frustrado con él, o consigo mismo. Qué asco le provocaba comprender que desataba en sí lo que los demás pensaran.

Tropezando con los montículos de ropa sucia que se acumulaban en el suelo, caminó hasta su gigantesco armario, y paseó la vista por el otro montón de prendas costosa que poseía. Sin querer, se imaginó a Jude escogiendo su ropa esa mañana, y se dijo con inconsciente arrogancia que quizá todas sus cosas no valían lo que un par de pantalones en su closet.

Se enfundó en un par de vaqueros rasgados y su camiseta de manga larga negra con estampado en los costados de los brazos, para terminar poniéndose sus zapatillas deportivas blancas. Revisó su conjunto una última vez en el espejo, levanto juguetonamente su camiseta para admirar los abdominales cubiertos de vello fino.

Terminó bajando rápidamente al primer piso, con la mochila colgando y golpeándole la espalda, así como sus padres desayunaban. Decidió caminar a la escuela ese día.

* * *

Con un inusual, pero agradable sentimiento de serenidad, Bill recorrió todo el camino desde su lujosa casa hasta la deslucida escuela. Sujetaba fuertemente con cada mano las correas de su mochila y aunque mantenía el rostro serio, no podía evitar sentirse encantado por la calma y el clima de la mañana. Los aires fríos del otoño se acercaban y a él no podía gustarle más.

Como era de esperarse, se encontró con la acostumbrada turba de alumnos que esperaban fuera de la escuela, en los adentros, echados en el pasto todavía húmedo, o tumbados en las mesas de concreto mientras compraban galletas o bebidas energéticas del pequeño kiosco.

Pensó en meterse directamente al salón dónde tenía clase en la siguiente hora, pero sin querer sus ojos toparon con Roger Basinger, conversando en la entrada con un montón de muchachos. Bill apretó los labios, escondiendo una risa al ver el peinadito de raya en el costado y la cabeza llena de cera para cabello, esbozando su sonrisa de actor frente a las cámaras. El muchacho no le caía mal, pero a veces tenía ese aire frívolo que le daba nauseas, siempre apestando a perfume caro y la ropa de marca en la que se envolvía. Sin olvidar su extraño acento, a veces genuino, a veces irritable.

—Hey —musitó entre dientes, acercándose al chico y sus amigos, diversos alumnos de sus clases, y medio sonrió ante el saludo de su amigo.

—Buenos días, Bill, ¿Qué clase te toca? —preguntó, como todos lo hacían entre clases, ignorantes del horario de los otros.

—Algebra, pero ni siquiera tengo ganas de entrar —Bill paseó la mirada fugazmente sobre los rostros de los amigos de Roger. Un chico bajito, otro moreno, un gordito de frenos imposibles de ignorar y un alto pelirrojo de gafas finas. A diferencia de los otros amigos de Bill y Roger, a Basinger no le interesaba demasiado con quien conversaba en los recesos, a veces con compañeros de una clase que disfrutaba en particular, o los colegas del club de teatro. Claro que, nunca se sentaba con ellos en los almuerzos, ni se ponía en sus equipos de materia, ni los invitaba a su casa o iba a las suyas.

Bill sonrió a sus adentros, pensando en la ligera pena de los chicos ilusos que de verdad esperaban ser considerados sus amigos. Graciosamente, nunca hablaba con mujeres del mismo modo. Todas las chicas con las que se relacionaba eran bonitas o atractivas.

—Ni se te ocurra saltarte la clase, con malas notas no podrás entrar al club de teatro —masculló Roger con una extensa sonrisa, descarado con sus intenciones. A Bill le daba grima.

—Ya te he dicho que no pienso meterme a tu jodido club —solía soltar la lengua sin recato alrededor de Basinger, a quien a veces parecía no respetar en absoluto —Me cortaría un testículo antes.

— ¿Entonces a qué piensas entrar? —Roger tampoco lucía molesto por cualquier cosa que Bill tuviera que decirle, tan consciente de la pequeña enemistad entre los dos —Digo, por ahí dicen que los clubes en la escuela te ayudan a entender que quieres en la vida.

Bill le miró con gesto sarcástico, queriendo dejarle en claro que no podía interesarle menos, aunque por dentro sus palabras pudieran tener algún tipo de significado.

—Ya sé lo que quiero. No me interesan los clubes, ni siquiera tienen uno que me llame la atención.

—Inicia uno —dijo de pronto el pelirrojo flacucho de lentes, captando la atención de los dos atractivos jóvenes. Ambos regresaron el rostro en su dirección, incitándole con el gesto a que continuara hablando —Si no te gusta ninguno… funda uno.

Donovan elevó la ceja, considerando momentáneamente la idea para descartarla igual de rápido.

—Estoy bien así, gracias. Que desperdicio de tiempo.

—De cualquier forma... —interrumpió Roger con un sonoro suspiro, metiendo las manos en los bolsillos y sonriendo animosamente —Ya vienen las elecciones para presidente de clase de los diferentes semestres, ¿Piensas postularte?

— ¿Por qué asumes que lo consideraría?

—Porque los muchachos guapos siempre lo hacen, terminan ganando, y hacen un desastre organizando a los grupos.

Bill rodó los ojos en sus cuencas visiblemente, pero Roger dejó pasarlo por alto. La sonrisa cautivadora no disminuyó, pero la expresión en sus ojos se endureció. Donovan podía detectar el inminente segundo en el que Roger ladraría su respuesta, pero decidió adelantarse.

— ¿Por qué no te postulas tú?

—De hecho… —musitó el muchacho a su lado con su típico tono aterciopelado, completamente lleno de sí mismo —Eso pienso hacer. Y claro que espero que tú, Daniel y los demás me apoyen. Nos beneficiaría mucho a todos al final.

Bill se preguntaba a dónde había ido la voz de los demás chicos de pie junto a ellos, sumisos e indiferentes ante las descaradas declaraciones del muchacho, a quien tampoco podía importarle menos que pensaran ellos de él o lo que pudiera hacer en caso de ganar. Les generaba mayor ganancia quedarse callados, mientras Roger siguiera acercándoseles.

—Pues… —poco le sirvió a Bill pensar en la respuesta perfecta, con la sonrisa de satisfacción ya dibujándose en su rostro, cuando toda su atención se vio desviada a la gran camioneta color arena que llegaba con un pequeño grupo de chicas en la parte trasera, y el inconfundible perfil de Jude Black asomándose por la ventana, mientras mantenía conversación con la atractiva chica negra que la conducía. Donovan no reconoció a ninguna de ellas, pero nada le importó hasta que vio a Jude bajar frente al cerco de la escuela para despedirse con una mano y una sonrisa sugestiva de la conducta y las ruidosas pasajeras mientras se alejaban, campante con su deslavada camisa de cuadros azules, los vaqueros negros y la mochila bien sujeta por las correas.

Naturalmente llamaba la atención, llegando a la escuela con un montón de mujeres desconocidas, sin borrar su gesto serio, pero sobretodo, con el inusual atractivo de su rostro y cuerpo que tanto confundía a Bill (por no decir enfurecía). El brillo en su cara era especial ese día, y aunque no dejara de lucir bastante severo, había una pequeña mueca ahí escondida, una sonrisita que se dibujaba en la comisura de los labios y una chispa que relucía en su iris violeta.

Y había un nuevo moretón. En la quijada. Así como un pequeño rasguño bajando desde el cuero cabelludo hasta la frente.

Oh.

—T-tengo que irme a clases. Adiós —se excusó totalmente ofuscado, buscando la manera de alejarse de ellos sin parecer que seguía a Jude en su delicado andar. Caminó todo el recorrido tras sus espaldas, casi pisando dónde él lo había hecho, y tropezando con la gente caminando en y contra su dirección.

—Buenos días —vociferó, más fuerte de lo que quería, y llamó la atención de Jude, quién había aligerado el paso mientras se aproximaba a su casillero, cercano al laboratorio de química.

—Buen día Bill —murmuró en respuesta, con una sonrisa plana y redirigiendo la mirada a su casillero. Corrió la contraseña en el seguro en un segundo, sacó dos libros y metió un cuaderno, listo para alejarse nuevamente. Y antes de que Bill pudiera idear cualquier cosa para alargar el incómodo saludo, Jude dio dos pasos en reverse y le miró a la cara, sujetando la mochila contra el pecho —Tú y yo… tenemos muchas clases juntos ¿No es raro?

—Ah… un poco, sí.

—Creo que eso de ser amigos es buena idea. Si vamos a convivir tanto tiempo durante los siguientes tres años, no sería malo llevarnos bien.

No le cabía en la cabeza por qué Jude diría algo así en esos días, después de todo lo que le había dicho acerca de ser igual de inflado que sus amigos. Bill creía ser el único con deseos reales de relacionarse con él, aunque no fuera precisamente con buenas intenciones. Ni siquiera entendía por qué diría tal cosa apenas un par de días después de haberle dicho que quería llevarse con él, ¿no iba todo muy rápido? Ni siquiera le había hablado en esos tres días, y Bill estaba casi seguro de que sus planes de ser más que simples compañeros de clase habían fracasado.

— ¿Pero por qué lo dices?

Jude se quedó en silencio un minuto, sacando la cadera hacia un lado y con gesto pensativo. Chasqueó la lengua y encogió los hombros con gesto despreocupado.

—Porque estuve pensando en lo que dijiste. Me sentí mal por ser grosero contigo cuando sólo tratabas de ser amigable, incluso me prestaste un libro apenas conociéndome. Parece un tío interesante. Así que… —giró cómicamente sobre un pie, posiblemente queriendo hacer reír a Bill mientras apuntaba al fondo del pasillo —Seamos amigos. Tengo que irme a la primera clase. Nos vemos, Bill.

 La forma en la que arrastró las letras mientras pronunciaba su nombre erizó los vellos de su nuca, mientras todos sus sentimientos se asentaban en el fondo de su boca. Estaba disculpándose por haberle dicho aquellas cosas y por haber apuntado esa parte de su personalidad que no le gustaba mirar. Estaba sinceramente interesado en ser su amigo. Y aunque Jude no lo supiera, toda la rabia entre momentos que había sentido contra su persona se había esfumado y su disculpa había sido asimilada. Eso lo dejaba en la situación de: poder seguir detestándole abiertamente sin tener que forzarse a crear una amistad con él por un tonto malestar de un día. O ser su amigo en verdad.

Y aunque el disgusto y el rechazo inicial por él pareciera no poder desvanecerse, cada fibra en su atractivo cuerpo le pidió que dejara de comportarse como un pedazo de imbécil y aceptara la amistad de Jude. Ligeramente molesto, lo aceptó a regañadientes. Pero nadie te obliga a hacerlo, se dijo inmediatamente mientras caminaba a su salón de clases. Claro que nadie lo hacía, pero eso no significaba que dejaba de sentir vergüenza por todo lo que había pasado.

Por lo menos su cerebro y su alma estaban más tranquilos.

No le había mentido a Roger cuando dijo que no tenía ganas de entrar a la clase de algebra, pero mientras inhalaba el apestoso aire impregnado en ambientador frutal, y la oscura pizarra verde resaltaba sobre la pared rosada, la mañana parecía mucho más agradable. El estrés de los últimos días parecía muy lejano y se sintió aliviado de poder dejar de pensar en tontos planes de venganza sobre nada.

Tan pronto como el docente entró al salón, con su maleta en la mano y la corbata de puntos bien sujeta, Bill corrió a uno de los lugares en la segunda fila, de enfrente hacia atrás, sacó su cuaderno, su pluma y lápiz y comenzó a anotar todo lo que su maestro tuviera que decir.

Levantó las manos en cada pregunta que hiciera, y aunque no se le fuera dada la oportunidad de responder todas, no le importaba. Era más que feliz poniendo atención, anotando lo que sabía que podría ser importante, y resolviendo problemas, tanto en su cuaderno como en el pizarrón, frente a los demás. Y mientras el profesor Harden lo felicitaba por ser atento en clases pasadas, Bill se preguntaba sinceramente por qué nadie lo trató de “cerebrito” desde que era pequeño, cuando continuamente sacaba calificaciones altas y en general tenía buena conducta en la escuela.

Su pregunta se respondió instantáneamente con el hecho de que era muy guapo, en extremo. Parado junto al maestro, ganándole por cerca de diez centímetros de altura, con la cabeza llena de grueso cabello castaño y su bonito rostro de modelo, Bill observo a cada una de las personas en su grupo. Lo que pensaba o no de los hombres en realidad le venía dando igual, y las diferencias físicas tampoco le importaban. Gordos, altos, flacos o feos, sólo le interesaban si era divertido hablar con ellos. Aunque tampoco era capaz de hablar con cualquiera. Un chico demasiado raro repelería todo deseo de entablar conversación.

En cambio, con las mujeres, era increíblemente escrupuloso a la hora de examinarlas. Notó a una con gafas feas, a otra tan obesa que parecía incomoda en su pupitre. Una demasiado alta y delgada, con senos casi inexistentes. Otra tenía brazos velludos y rodillas raspadas. Una rubia de cabello corto tenía pechos enormes, de esos que estiraban la camiseta. Otra usaba una falta demasiado corta y Bill podía mirar el inicio de sus bragas. Había una con enormes ojos verdes y labios rosas, bellísima como pocas. Siempre le habían gustado mucho las chicas. Bonitas y tontas eran sus favoritas, aunque ni siquiera esas pudieran aguantarlo lo suficiente. Había vivido suficientes experiencias con ellos, como para haber metido la lengua entre muchos labios y la mano bajo blusas, faldas, dentro de pantalones y bragas. Y veces tocaba con su palma entera. Otras ocasiones sus dedos tanteaban la piel caliente que encontrara. Y aún más escasas y memorables ocasiones, se había encontrado con una de esas mujeres bonitas sobre él en actividades poco pudorosas.

Pero mientras los recuerdos de todas esas dulces jóvenes a las que tocó en la oscuridad de una habitación se reproducían en su cabeza, uno detrás de otro, se encontró a sí mismo menos entusiasmado mientras las miraba.

Algo en su cerebro no reaccionó como siempre, ni siquiera ante la visión de la chica rubia de senos grandes mirándole directamente al rostro con sonrisa coqueta. Sus pensamientos se desviaron entonces imágenes  de mandíbulas golpeadas y frentes rasguñadas.

De vuelta en su asiento, cerró los ojos con fuerza durante un minuto, al caer en cuenta de que estaba pensando nuevamente en Jude. Ya no había la ridícula rabia de los últimos días, y sólo se había quedado el profundo sentimiento de intriga. No se confiaba de él totalmente sólo porque le había ofrecido su amistad tan rápidamente, pero cada rincón de su cerebro le decía que no le haría daño meterse un poco con él. Con suerte, encontraría a una persona verdaderamente interesante en él y su vida aburrida se sentiría encaminada de nuevo. O en el peor de los casos, sencillamente no tendrían nada en común y dejarían de forzarse a hablar poco a poco.

Estaba distraído en clase otra vez, pero el maestro estaba satisfecho con él por ese día, no le preguntaría o llamaría la atención ya. Dejó su imaginación volar, fantaseando con el hecho de que Jude pudiese ser su nuevo mejor amigo, aunque muchas de las cosas en las que pensaba tal vez nunca pasarían. Si Bill se hubiera visto así mismo en ese momento, se habría encontrado con un desagradable gesto soñador en su cara.

Para cuando estuvo más ensimismado en sus sueños diurnos, el maestro anunció el final de las dos horas. Estirando las piernas entumidas, y con dolor de culo por el asiento duro, se puso de pie, con mochila en la espalda y el teléfono en la mano. Tenía veinte minutos para descansar o ir a tomar algo, así que salió del salón entre el tumulto de alumnos, y se dirigió al exterior, al kiosco lleno de comida chatarra. Una leche achocolatada o un paquete de pastelitos le iba a levantar las energías caídas. No se detuvo a platicar con las chicas que le llamaban por su nombre y preguntaban a donde iba. Respondía apenas que iba a comprar comida afuera, y antes de que ellas pudieran sugerir acompañarle, apresuraba el paso. Los chicos también trataban de pegarse a él, pero a ellos los rechazaba con menor tacto.

Ligeramente irritado, bajó los escalones y se encaminó al kiosco, a unos metros de las mesas de concreto, a otros metros más de dónde empezaban las gradas que rodeaban el campo de futbol americano de la preparatoria.

Ya con un billete en la mano, aceleró su andar para pronto conseguir su bocadillo, y mientras pensaba en que compraría esa mañana, sus ojos enfocaron aquello que no esperaba encontrar en esa mañana de octubre.

La melena negro acariciada por femeninas manos tostadas por el sol, mientras los largos dedos blancos de un adolescente tocaba la piel expuesta entre el final de una camiseta a rayas y un pantalón sujeto por un cinturón blanco.

Bill los vio besarse suavemente, escondidos tras los cobertizos de jardinería, con las manos subiendo y bajando, las piernas entrelazadas y el cabello volando en el viento.

Y ella apartó los labios de la boca ajena para besar el moretón oscuro en su mentón, a Bill se le revolvió el estómago. Los dedos finos de uñas postizas bajaron desde su firme agarre de mechones negros para tocar delicadamente el rasguño rojizo en su frente.

— ¿Dónde te hiciste estos?

—Por ahí.

Pero antes de pudiera volver a besarle, Jude levantó los ojos del rostro de Jamie.

Y en el momento más asquerosamente incomodo en la vida de William Donovan hasta ese momento, su mirada impactada se encontró con el gesto acusador en los ojos violetas de Jude Black, quien sujetaba fuertemente el trasero de Jamie Foster, aquella chica mayor que había estado llevándolo de la escuela durante las últimas semanas.

— ¿Eh? ¿Qué miras? —preguntó ella, girando el rostro tratando de encontrar lo que fuera a lo que Jude miraba. Pronto visualizó a Bill, de pie a unos cinco o seis metros de distancia de ellos. Jude alejó las manos del cuerpo de Jamie, quien no entendía la situación — ¿Es tu amigo?

—Ah, sí —atinó a responder, igual de incomodo que Bill a la distancia —Es Bill. Es de primer semestre como yo.

—Oh —Jamie alisó su camisa y desenredó los pequeños nudos de su larga cabellera. Sonrió amistosamente, mientras revisaba la hora en su reloj de pulsera —Hora de irme —tomó la mano derecha de Jude para acariciarla brevemente mientras plantaba otro beso en su rostro, cerca de la comisura de sus labios y huyó del lugar, dejando a los dos muchachos solos.

—Ella… y tú… ¿Son novios? ¿Tan pronto? —preguntó inmediatamente Bill, acercándose entonces a Jude, quien frotaba las manos contra su pantalón, un poco nervioso.

—No, claro que no —Jude parecía verdaderamente consternado, ocultado su rostro rosado de la mirada de Bill —Nunca pasaría. Ella cree que tengo quince.

Bill se sintió intrigado por tales palabras.

“¿Ella cree?”

— ¿Por qué estaban besándose aquí? A escondidas.

—Simplemente nos gustamos un poco. No es nada serio.

A Bill no le podía parecer menos rara la situación. Cuando él y alguna chica se sintieron atraídos así, no se besaban enseguida podían. Conversaban un par de días y después se besaban. Se dijo que quizá eso ya había pasado con ellos. Pero tampoco entendía por qué los dos parecían tan molestos con el hecho de que él los viera.

—Pues… está bien. Es genial, ella es bonita.

—Sí, mucho —respondió Jude entre dientes, como si no estuviera seguro de lo que decía —No le digas a nadie, ¿quieres? A Jamie no le gustaría que sus amigos sepan que ha estado besándose con alguien de nuevo ingreso.

—Claro —aquello no le resultaba tan extraño. Solamente un poco patético. Por primera y última vez, Jude le había dado lastima. El tipo de lastima que también le provocaba ganas de reírse de él. Pero no lo hizo —Yo, eh… ¿Qué haces aquí?

—La maestra dejó salir unos minutos antes a los que terminaran el trabajo primero. Y aquí estoy —lo dijo aun tímido, pero mucho menos sonrojado. Sonrió amistosamente ante la cara sin expresión de Bill y echó un vistazo rápido a su alrededor, pensando en que decir — ¿Quieres sentarte conmigo antes de ir a la otra clase?

—Sí. Sólo quiero comprar algo en el puestecito.

Jude asintió con la cabeza, acercándose a una de las mesitas de cemento para sentarse, mientras Bill caminaba de vuelta al kiosco. Ni siquiera pensó en preguntarle a Jude si quería algo.

Regresó a la mesa dónde Jude descansaba tranquilamente, con el mentón apoyado en las manos, mirando a la calle poco concurrida. Bill se sentó a su derecha, para no bloquear lo que fuera que estaba viendo. Dejó caer un paquete con dos pastelillos rellenos de chocolate, y una bolsa de frituras de queso picantes. Abrió ambas, y sin darle demasiada importancia a la presencia de Jude a su lado, mordió uno de los pastelillos y se metió un puñado de frituras en la boca.

Black, cómo testigo de ese peculiar espectáculo, lejos de mostrarse asqueado, soltó una carcajada entre dientes, mirándole con sincera curiosidad. La risa del muchacho desconcentró a Bill mientras seguía atiborrándose la boca de comida chatarra.

— ¿Pasa algo? —preguntó ligeramente ofendido, con los alrededores de la boca llenos de polvo de queso y crema. Sin responder y con una sonrisa en los labios, Jude se sacó un pequeño pañuelo blanco y lo ofreció a su amigo.

—Tienes la cara llena de comida —contestó entonces, mientras Bill, con gesto receloso, extendió su mano para tomar el pañuelo.

Pero para su disgusto, terminó apartando el brazo, totalmente ofuscado, cuando sus dedos toscos frotaron la mano suave del chico. Apresuradamente se limpió la boca, para regresar el pañuelo a Jude, quién se negó con un ademan de la mano, aun sonriente.

—Eh, tú, ¿quieres el otro pastelito? —ofreció tímidamente, mientras empujaba el paquete medio vacío hacia Jude. El muchacho bajó la mirada a las manos de Bill, mientras el envase era acercado a su lugar y volvió a sonreír.

—Claro. Quizá puedas darme una fritura y podre saber por qué te gusta combinarlos así —musitó, apuntando con un dedo a la bolsa que yacía junto a los brazos de Bill en la mesa de concreto.

—Toma una, si quieres.

—Es broma. Gracias por el pastelillo.

Pensando en un tema de conversación, Bill lo miró comer en silencio y aprisa, con toca la delicadeza del mundo en sus movimientos. Engulló el bocadillo con mordidas rápidas, sin abrir la boca ni mancharse, totalmente pulcro. Talló sus manos una contra la otra cuando hubo terminado y sonrió satisfecho ante el fascinado rostro de Donovan.

— ¿Tenemos clase juntos después? —y obviamente, antes de que Bill pudiera hablar de cualquier otro tópico, Jude se adelantó descaradamente. Volvió a dejar caer su cabeza sobre las manos, mirando atentamente a la cara de Bill, mientras este reaccionaba y se apresuraba a hablar.

—Sí, todas las siguientes hasta la salida.

—Qué bueno —masculló, sin sonreír entonces, pero con voz amistosa. Ya no tenía esa aura agresiva con la que había hablado apenas tres días antes, pero ahora en vez de sentirse enojado en su presencia, Bill se sentía avergonzado.

Tratando de mostrar su cara más despreocupada, buscaba en su interior cualquier cosa que pudiera hacerle entender lo que un hombre tan raro como Jue le provocaba exactamente. Sentía que le repugnaba en momentos, luego simplemente le parecía un joven muy extraño. Y en días como ese, solamente lo ponía nervioso. Como estar cerca de un animal que puede morderte en cualquier segundo.

Aun ni siquiera llegaba al punto de sentir verdadera simpatía por él, de poder decir que era la clase de tipos que le agradaba sinceramente. Solo lo toleraba, con bajas y altas en ese sentir bastante continuas. Y pensaba que ni siquiera debería interesarle tanto. No pasaba días pensando en que sentía o no por cualquier niño rarito de su clase, y si estos simplemente no le inducían ninguna emoción positiva, sólo cortaba el contacto directamente.

Pero ahí estaba, sentado junto a Jude, esperando a que sus propios sentimientos le dijeran que debía hacer.

No se percató de que se había quedado mudo, mirando a la superficie arañada de la mesa, mientras Jude le miraba esperando a que dijera cualquier cosa.

—Eres muy raro —dijo entonces, sacando de golpe a Bill de sus cavilaciones. El joven elevó la mirada, para encontrarse con el gesto curioso de Jude. No lo había dicho con verdadera intención de ofender, sino como una afirmación de algo que él notaba.

— ¿Por qué lo dices? —cuestionó de vuelta, sin agresividad en su voz, sino genuinamente interesado en por qué él diría tal cosa.

—No sé. Eres muy callado, y no sé si es conmigo solamente o…

—Lo soy con todos —respondió, no queriendo dar lugar a ningún otra idea en Jude.

Black se deslizó sobre la mesa, con los brazos cruzados, ambos codos encima y el rostro a centímetros de la cara calma de Bill. Bill no notó la forma en la que su cara se enrojeció al sentir la mirada penetrante de Jude Black a tan corta distancia de su rostro. 

—Es gracioso porque… a mí no me agrada mucho la gente callada —empezó a decir, bajando la vista hasta el pequeño espacio que formaban las piernas abiertas de Bill en el asiento de concreto, con media sonrisa en los labios y las manos descansado en la mesa —Pero siempre dicen que soy igual.

—Lo eres —respondió sin tapujos Bill, poco consciente de lo que una respuesta tal ante una afirmación como esa podía provocar —Pero… podemos hablar de lo que quieras.

Jude levantó la cabeza una vez más, mirando a Bill con cierta expectación en los ojos. Bill sentía la cara caliente, pero no hizo mucho por cambiar ni un poco su expresión seria, esperando a detectar cualquier cosa en las facciones finas de Black.

—Bueno entonces —Jude se irguió en su lugar, sin levantar los brazos de la mesa, sólo para poder acomodarse más cómodamente sobre la mesa dura — ¿Alguna vez has visto… Blade Runner?

—Sí, sí la he visto.

La brillante sonrisa en la preciosa cara de Jude Black que se hizo presente, mientras lo escuchaba parlotear emocionado sobre una de las películas favoritas de Bill, fue una de las memorias más preciadas que el joven Donovan guardaría de él.

* * *

 

Bill Donovan estaba seguro de que sus días no iban a ser tranquilos de nuevo.

Sentado en su lugar, escuchando la lección del día de la clase de literatura, todo le importaba un poco menos. La maestra atractiva no le interesaba, ni lo que tuviera que decir ella o los demás. Ni siquiera lo que sus otros amigos pudieran decir si miraran el gesto soñador de su rostro, mientras seguía derritiéndose en su pupitre, con los ojos bien clavados en la nuca blanquecina de Jude Black.

Jude y Bill habían entrado a esa preparatoria al mismo tiempo y desde entonces habían pasado casi dos meses. Pero le había bastado con cuarenta minutos de conversaciones sobre películas, comics y música para empezar a sentir algo más allá de una hostil desconfianza por Jude Black.

Lo escuchó hablar sobre todas sus películas favoritas, bandas y series de comic favoritas, mientras él se encontraba completamente fascinado con encontrar a alguien con tal afinidad con su persona. No le molestó en lo más mínimo quedarse a hablar con el veinte minutos de más y llegar al salón a ser reprimidos por el maestro. Si pudiera, se hubiera saltado el resto de clases sólo para seguir poder escuchándole. Completamente perdido en la voz de Jude, mientras hablaban de X-Men y de Watchmen, de The Velvet Underground y Wong Kar-Wai, Bill trató de evocar cualquier otro momento de su corta vida donde se hubiera encontrado tan semejante a otra persona. Quizá solo la ocasión en que conoció a Daniel.

Con el pecho lleno de un entusiasmo que no había experimentado en mucho tiempo, volvió a sentirse absolutamente cómodo en esa escuela y en ese salón de clases. Pese que entonces no estaba poniendo mucha atención, más entretenido pensando en de que podría hablar con Jude en el siguiente receso, su cuerpo y mente volvía a encontrarse libre de tensión. Increíble era para él lo mucho que los sentimientos desagradables terminaban afectándolo. Pero todo era más tranquilo ese día.

Siguió con su búsqueda de encontrarse con la mirada de Jude mientras estaban en el salón de clases, no muy seguro de que trataba de lograr con ello. Tal vez sólo quería detectar en sus ojos el mismo sentimiento de emoción que lo embargaba. ¿Jude se sentía igual de excitado por conocer a un hombre semejante a él apenas en los primeros meses de la preparatoria? Se dijo que sí, envuelto en arrogancia, Black debía sentir absolutamente lo mismo.

Pero sus rostros no se encontraron ni una vez en la siguiente hora. Bill decidió ponerse a tomar notas.

Mientras las horas de clase pasaban y el receso para almorzar se aproximaba, Donovan no evitó volver a distraerse de la clase, sólo para ocupar toda su atención en lo que fuera que Jude estuviera haciendo. Una y otra vez examinaba todo el salón con la mirada, cayendo en cuenta de lo mucho que llamaba el interés de la gente en un solo grupo. Obviamente no le era sorpresa que era popular entre las mujeres, pero no estaba seguro de que era lo que los hombres pensaban de él. Entendía que a no le agradaba mucho a sus amigos, o los amigos de éstos, y en general parecía que Jude no deseaba involucrarse demasiado con los demás muchachos de la escuela.

Genuinamente curioso por tal hecho, Bill se dijo que debería investigar un poco sobre ello. Notaba las miradas de hombres y mujeres sobre él, y aun con la facilidad para deducir que era lo que las chicas opinaban en general de Jude Black, la opinión masculina era un misterio. No quería admitir que por mucho que Jude pudiera agradarle en ese preciso momento, la opinión de sus amigos varones sobre con quien se llevaba o no, le importaba ligeramente.

En algún momento, el maestro en turno avisó que tenía que salir un momento, dejando a los jóvenes con una lectura de estudio para el próximo examen. Naturalmente, enseguida él abandonó el salón, un fuerte festín de voces se hizo presente. Un par de chicos a su lado intentaron comenzar una conversación con él, pero Bill las rechazó amablemente, diciendo que quería leer lo que el profesor había dejado. Ocultó el rostro tras el libro, observando atentamente a Jude desde su pupitre. Miró a la muchacha de cabello oscuro que volteó con él para hablarle, a lo que Jude respondió con una sonrisa, cerrando el libro con un dedo entre las páginas.

Apreció las maneras delicadas que tenía para hacer las cosas, para estudiar, hablar o sonreír. En general era un joven serio, y en cada mirada furtiva que pudo echarle en las semanas anteriores, siempre lo había encontrado callado, con gesto vacío o casi completamente ajeno a las cosas que sucedían en su alrededor. Pero cuando algo le llamaba la atención, específicamente las mujeres de la escuela, parecía abrirse ligeramente para ellas. O al menos mostraba una expresión mucho más amable de la que usaba en el día a día, con cualquiera.

Bill se preguntó que, en el caso de que su amistad llegara a florecer realmente, si él mismo podría hacer a Jude sonreír o reírse de esa manera. El propio Donovan era cerrado con todos, a excepción de Daniel y alguna que otra chica con la que se volvió unido por un periodo corto. Tampoco estaba seguro de que si en algún punto, Jude y él llegaran a ser cercanos, podría ser transparente ante su persona.

Inevitablemente se dijo que estaba pensando en demasiadas cosas, que primero que nada debía verificar si existía siquiera la posibilidad de algo más allá del típico compañerismo de alumnos en una o varias clases juntos. Cruzó los brazos, apoyándose en el pupitre, con la vista bien clavada en el rostro sonriente de Jude, mientras el muchacho se reía entre dientes ante los comentarios de la jovencita que le hablaba.

Y por un segundo, Jude volteó en su dirección, topándose directamente con la aguda mirada de Bill Donovan. En vez de que alguno de los dos apartara la cara, avergonzados por mirarse a los ojos en medio del escándalo general, Jude continuó viéndole al rostro. Bill sintió la cara calentársele en pena, pero incapaz de romper la conexión mientras Jude no lo quisiera.

Black sonrió, pero no de la misma forma en la que lo hacía cuando hablaba con un maestro, o con una chica. En el pequeño gestos de sus labios rojos, que apenas se distinguía como una sonrisita, Bill leyó un poco de lo que estaba sintiendo en su interior.

“¿Se… ríe de mí?”

Pronto Jude regresó la cara con la chica que seguía parloteando e ignoró a Bill mientras el maestro caminaba de vuelta al salón.

Donovan estaba ardiendo en su lugar. No lo entendía.  

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Para cualquier comentario, duda, crítica u opinión en general, por favor dejen un review y con gusto responderé uvu

Gracias por leer <3 


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