Después de 45 minutos de conducción Kurogane se dio perfecta cuenta donde iban. Esos caminos vecinales debieron ser memorizados por el rubio. Con una sonrisa vio como llegaban a la antigua granja de sus padres. Fye se bajó y de un golpe certero abrió el antiguo candado, para cuando se volteó Kuro estaba tras él aunque no era novedad, el sonido de la portezuela y sus pasos le alertaron de que se bajó del coche.
¿Qué estamos haciendo aquí?—preguntó con una sonrisa irónica el ojos rojos.
Tenemos que hablar seriamente—dijo el de ojos azules.
Pero yo no quiero hablar contigo—le dijo el pelinegro antes de que su cuerpo lo encerrara entre el portón de madera vieja y sus apasionados labios.
Después de un leve empujón las palabras de DeFluorite fueron--¡Aquí no!—por lo que Fuko dio un paso atrás y lo dejo ir al auto de nuevo mientras él ascendía por el otro lado.
Ni bien cruzó la desgastada puerta de esa habitación sin ventanas la resolución de Fye bajó cuantiosamente haciendo que su mano temblara. Mano que le fue halada por el ojos rojos para que al voltear sus labios se encontraran nuevamente pero esta vez con una pasión desbordada.
Las manos tiraron de las prendas de ropa en silencio y los dos terminaron yaciendo sobre el viejo colchón en el que durmieran aquella noche. Cuando Kurogane lo volteó besando su cuello por detrás y luego la división de su espalda, el rubio cerró sus ojos debido a la exquisita sensación de los rudos labios y las ásperas manos sobre su tersa piel.
Por otro lado el ojos rojos estaba embriagado. La sensación de tenerlo de nuevo bajo él luego de pensar en renunciar a ese toque era diez mil veces mas poderosa que antes. Lo quería todo de él ya no se aguantaba las ganas de oír aquello que tanto deseaba por lo que volteó un poco la cara del ojos azules que con lánguidos ojos lo miró en la penumbra de soslayo.
Ya no puedes decir que no tienes que ver conmigo, ahora tú eres tan mío como yo tuyo—dijo sin más llenando los oídos del rubio, mientras su mano había preparado con ahínco el lugar que poseería de nuevo—Quiero oírtelo decir, que eres mío, ya basta de esconderlo—le dijo el pelinegro mientras la mano derecha de este se apoyaba en el hombro derecho de Fuko.
Ya no había razón para negarlo, era cierto, , además ya era obvio para ambos quien era el ganador. Quebrantado su orgullo pudo ahí decir las palabras que tanto ansiaba el otro.
¡Soy tuyo!—
Eran palabras sinceras y descorazonadas, de un orgullo roto.
¡Repítelo!—le dijo Kuro.
¿Por…?—trató de preguntar DeFluorite.
Quiero oírlo aunque sea una vez más. Sé que mas adelante no lo repetirás—le contestó el ansioso ojos rojos y Fye decidió conceder lo que pedía ya que era muy probable que su orgullo al despertar esa mañana le impidiera decir de nuevo palabras semejantes.
¡Soy tuyo!—
¡Lo tengo!—dijo el pelinegro sorprendiendo al otro que por un momento estuvo desconcertado hasta ver el aparato en la mano de Fuko, un celular.
“¡Soy tuyo!” dijo su voz desde el aparato.
¿Acaso pensaba chantajearlo ahora con eso? Se preguntó por un momento sintiendo su confianza herida.
Ahora no podrás negarlo nunca más, cada vez que digas que no es cierto esta grabación será la prueba de que si—dijo Fuko con una sonrisa triunfal y el rubio sintió el peso sobre su pecho desvanecerse.
El cuerpo bajo Kuro rodó y los brazos de DeFluorite lo rodearon mientras sus labios se encontraban. Después de un minuto de brutal lucha de lenguas y deseo las ásperas manos del moreno se apoderaron de las piernas del albo ojos azules para introducirse tan dentro de él como pudiera sin matarlo.
Los salvajes embates del ojos rojos llegaron a su fin en la piedra cándida de su pasión mientras arrebatados los dos gemían y se miraban cuando las sensaciones de lo que estaban haciendo no los desbordaban por igual.
Fye aprendió el significado de ser suyo esa noche. Que no tenía nada que ver con su orgullo. Que era hermoso y lo que él deseaba. En el fondo lo hacía sentir completo como nunca antes se había sentido.
Kurogane despertó a esa hora en que el sol aun no irradia su fuerza pero el horizonte resplandece tenuemente y el aire es fresco y vívido. Se removió un poco antes de comprender que el otro no estaba con él en la cama y se abría levantado a buscarlo si no hubiera visto el resplandor rojo en la sombra. Se hallaba sentado en una de las dos sillas junto a la mesita de la cocina, de pronto percibió el olor del cigarrillo. Fye debió darse cuenta de que había despertado porque le dijo—Debes tener cuidado con mi primo. Él sabe algo. Creo que puede que te culpe de la muerte de su padre—
Sonriendo de lado Kurogane se sentó en la cama—Es agradable que te preocupes por mí—dijo antes de levantarse y acercarse a la espalda del sentado quien solo llevaba puesta su camisa blanca, sus largas piernas blancas sobresalían de ella.
Él forcejeó un poco antes de preguntar--¿Quién se preocupa por ti?—
Kurogane sonreía feliz hasta que vio el aparato sobre la mesa.
¿Qué hace esto aquí?—preguntó desconfiado mientras agarraba el celular--¿No te habrás atrevido…?—dijo buscando con ahínco la grabación hecha horas antes.
¡No los manejo bien! Puede que algo se me halla borrado—dijo con una sonrisa el rubio mientras lo miraba con insolencia.
¡Idiota, yo…!—trató de amenazarlo el otro con el puño en alto pero se calló cuando el otro se paró quedando a milímetros el uno del otro.
Ahora no te queda más remedio que hacer que lo repita—dijo con sus labios muy cerca de los suyos atacando las defensas de Kuro que cayeron mientras los labios de ambos se encontraban con fogosidad irrefrenable. Los brazos de Kurogane rodearon muy fuerte a Fye como si advirtiese al mundo que nadie podría arrebatarle a ese sujeto.